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Martín de Bernardo va dejando pistas y datos, según las convenciones del género, para que el lector sospeche que el protagonista es español, lo cual, por otra parte, intuye ya desde el título.

 

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M[ariano de] C[arnerero] señalaba este rasgo al referirse a las novelas de Richardson: «¿Quién no conoce que dichas novelas las ha escrito una pluma maestra, pluma manejada por un hombre que había observado el corazón humano, y que poseía el maravilloso arte de pintarle, según es en sí, con caracteres indelebles y con aquel vigor que no todos poseen y conocen?», Memorial Literario, 10 de Mayo de 1805, pág. 168.

 

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También Valladares dejó espacio a lo exótico y oriental en el tomo octavo de La Leandra, publicado en 1805, el mismo año que El Emprendedor.

 

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Así comienza la novela de Martín de Bernardo: «Entre los muchos que especulaban facciones, indagaban gracias, solicitaban habilidades y, sobre todo, buscaban hermosuras esclavas en el concurrido bazar o mercado de la ciudad de Basora, de la dominación otomana, el que más solícito las observaba era un turco joven de edad y noble porte, el cual, después de haber recorrido varias veces por entre turbas de charlatanes las hermosas víctimas de su comercio, se volvió a un negro, su esclavo, que llevaba un rico quitasol chinesco, diciéndole: «Vamos, Alí, no encuentro lo que tanto anhelo’» (pp. 9-10).

 

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Cuando Ismael y los criados de Mahamut vayan a liberarlo a la cárcel, Celfa no admitirá quedarse inactiva esperándolos: «No..., quiero acompañarle, participando de tu peligro y del honor de hacer algo por nuestro bienhechor. Yo no le soy menos agradecida, ni menos deudora. Iré, te acompañaré, te defenderé y no me separaré de tí. Corazón tengo, y espíritu bastante para disparar una pistola, venga una vestido que me disfrace algo y marcharemos juntos» (I, pp. 104-105). Ya disfrazada, Ismael no se cansará «de mirar la agraciada figura que hacía Celfa vestida de hombre, pues más parecía al niño amor, cuando va a herir corazones sorprendidos por su belleza, que a un guerrero que va a arrostrar peligros» (I, pág. 105).

 

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Agradezco a la profesora Inmaculada Urzainqui que me diera noticia de esta reseña de El Emprendedor.

 

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Contra el anuncio en la Gaceta y en el Diario escribe: «si esta obra es original, lo es sólo en lo malo: el plan es trivial, si ya no copiado de otra novela; esta muy mal enlazada; ninguna verosimilitud, poco interés, menos novedad y verdad en las descripciones, costumbres y caracteres» (pág. 65).

 

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Vicente Llorens nos proporciona una completa bibliografía del autor, incluidos esos manuscritos nunca publicados. Ver además Blanco White. 1845, pág. 496.

 

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Cito, en lo sucesivo, por la edición inglesa de las Cartas; pero hay una versión española de Antonio Garnica con prólogo de Vicente Llorens, según indico en la Bibliografía.

 

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Copian esa misma nota repertorios más modernos como la Addenda al volumen IX de Halkett 1917, pág. 355.