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Muy ilustrativo de la funcionalidad moral que Valladares otorga a este personaje-maestro es que cuando Leandra escribe, es decir, cuando pasadas sus pruebas se ha convertido en una mujer madura modelo de virtud, ella misma asume esa función con su amiga Aniceta (I, pp. 182-183, 187, 199).

 

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«Abrazaré mil veces los horrores de la muerte antes que faltar a las obligaciones de la virtud», dice Pamela (García Malo 1799, I, pág. 9), que tiene en su padre y en Madama Jervis a sus guías, aunque es ella misma la encargada de exponer la mayoría de las reflexiones morales, hasta el punto de que su amo le dice: «¡Qué graciosa predicadora haces! [...] ¡Hola, Pamela! [...] Déxate ya de reflexiones morales» (I, pág. 117).

 

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La relación Matilde-Leandra y las técnicas de adoctrinamiento de la primera son perfectamente descritas por otro personaje, Ambrosio: «La tal Matilde [...] es la que pervierte con sus máximas detextables a la infeliz Leandra. Ésta se reviste del carácter que aquella quiere, para lo qual la instruye antes, haciendo represente a su presencia el papel que acomoda a sus perversas intenciones, y sino [sic] le representa con la viveza correspondiente, la repreende con severidad y castiga con rigor. [...] Quitadas las causas, finalizan los efectos» (V, pp. 286-287).

 

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En nombre de la virtud, como en el de la religión, se puede incluso matar, sostiene Valladares: Brígida asesina sin escrúpulos morales a Rodrigo por matar a su esposo y querer seducirla, y está dispuesta a hacer lo mismo con Sebastián, que tiene encerrada a Leandra. Y se justifica con un tono mesiánico que la hace considerarse redentora de la virtud perseguida: «No debe reputarse por delito, sino por una acción celebre, la muerte que demos a este tyrano, que desconoce las leyes de la humanidad [...]. Todos celebrarán mi acción quando sepan las causas que tengo para ella, y aun dirán que Dios me eligió para castigar los crueles ofensores de la virtud» (VI, pp. 229-230).

 

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No deja de ser curioso -aunque creo que todo se explica por su mayor funcionalidad moralizante ante un público mayoritariamente femenino- que todas las condenas del amor-pasión y todos los avisos sobre los peligros de la seducción estén siempre en boca de mujeres.

 

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In the decade 1790-99, all the prenses of Valencia published 232 works, of which twenty two came from the Imprenta del Diario. Six are pamphlets celebrating the beatification of an archbishop of Valencia; five treat religious material; three continue the satire of «currutacos» seen in the Crotalogía; two focus on agriculture and economics; and five take up miscellaneous topics.

 

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The two last-mentioned bibliographers give his name incorrectly as «Hipolito Sabín». In similar fashion, Sabiu is identified in the copy held by the Biblioteca Serrano Morales, a fact most kindly confirmed for me by the director, Doña María Pía Catalá, to whom I extend renewed thanks for her kindness.

 

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Even though the addresses a public already receptive to his message, the novelist often seeks to impress the reader. Generally Sabiu chooses a middle style for his narration, avoiding both the familiar and the sublime or elegant. But at times he sets aside clear and direct expression to adorn his prose with a more elevated diction. Thus, for example, the Count’s home becomes an «asilo del desorden, y teatro de mal entendidos» (pág. 4). Other examples: «la antorcha resplandeciente de la razón» (pág.10); «flores odoríferas» (pág. 11). He also uses periphrasis for the same pretentious purpose: «se quejó tiernamente a la perturbadora de su sosiego» (pág. 5); «donde había gozado de las caricias del objeto de su pena» (pág. 7); «la desastrada muerte de la que le dio el ser» (pág. 8). One might also note the clumsy similes that he writes to increase the literary tone of his work: «y semejante al enfermo que, acosado de vehementes dolores, no omite los remedios más penosos y repugnantes para conseguir alivio, así el conde...» (pág. 6); «Cual nave que, roto el árbol mayor al ímpetu de una furiosa tempestad, se deja llevar a todos vientos hecha juguete de las olas, se halla la triste Dorotea combatida...» (pág. 8).

 

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«En la casa todo era alegría, enhorabuenas y parabienes; la escala parecía enjambre de abejas; gentes de toda clase subían y bajaban continuamente; en la cocina y comedor se veían multitud de criados, unos disponiendo las viandas, otros componiendo las mesas, y otros preparando los licores. [...] Llegada la noche ya estaba todo dispuesto para un magnífico sarao, y acercándose la hora, la multitud de coches de los que concurrían hacía estremecer toda la casa. Las salas estaban adornadas con el mayor primor: las luces se tocaban unas con otras; multitud de flores odoríferas se habían esparcido sirviendo de hermosa alfombra; por el suelo se habían derramado diferentes aguas espirituosas, cuya fragancia era bastante a poner en movimiento los miembros más amortiguados» (pp. 10-11).

 

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Other lapses of the same order: «los furiosos huracanes pretenden con sus furiosos bramidos» (pág. 17); «cuando todos estaban enternecidos a vista de lance tan tierno» (pág. 25). Such faults indicate considerable haste in the composition of the novel.