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Poseo El riesgo es el eje sublime de la vida. Poemas románticos (1923) y dos obras en prosa: Las luces de la Virgen del Puerto (¿1924?) y La cortesana del Regina (1927). En los tres casos falta pie de imprenta. Observo que Cejador anota la publicación de otros títulos (Historia de la lengua y literatura castellana, XII, Madrid, Revista del Archivo, Biblioteca y Museo, 1920, 40).

Parece que años después Hernández Cata editó, con un prólogo, un libro bien presentado que recoge los folletos anteriores de Buscarini. Tomo el dato de Cansinos-Assens (La novela de un literato, II, 429-430), que agrega un comentario que transcribo: «Oh, la cara de Buscarini, con sus negros ojos de vicioso, su nariz ciranesca y su boca grande, ancha, simiesca... ¡Cara de archivo policíaco! ¡Cara de adolescente pervertido, delincuente en potencia, sobre cuyos rasgos bestiales brilla, sin embargo, el celestial destello de la luz apolínea: ¡Cara de perturbado, que puede ser también la de un genio en potencia, quién sabe!... ¿No se dio esa mezcla de bien y de mal, de perversidad e inocencia, en Rimbaud y Verlaine?» (430). (N. del A.)

 

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González Ruano, Antología, 373. (N. del A.)

 

553

González Ruano, Memorias, 235. (N. del A.)

 

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Cansinos-Assens, La novela de un literato, II, 393-399. (N. del A.)

 

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Cansinos-Assens, Ibidem, 94-95.

En el mismo libro se reproducen unas cartas patéticas del mismo dirigidas a Cansinos, 343-344.

Para otro retrato de Gálvez véase Emilio Carrère, «El poeta andariego», El espectro de la rosa, Madrid, Mundo Latino, 1921, 80-83. En otra parte dice de él: «...Admirable ingenio, este excelso poeta, odiado, desdeñado, absurdo, fantástico, que rueda por las calles, borracho y triste, al asalto de unas pocas monedas de cobre roído, en este miserable país de la calderilla. Pedro Luis lleva una fatalidad sobre su cabeza». La copa de Verlaine, Madrid, 1918, p. 12.

También le dedica varias páginas Pío Baroja, Ob. cit., 742-746. (N. del A.)

 

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González Ruano, Antología, 202. (N. del A.)

 

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En efecto, el primer libro de Gálvez es el titulado En la cárcel (1905). Otras fuentes de consulta sobre aquel hampón de la literatura: J. López Pinillos («Pármeno»), Vidas pintorescas. Gente graciosa y gente rara, Madrid, Pueyo, 1920, 271-281; José Fernando Dicenta, La santa bohemia, Madrid, Ediciones del Centro, 1976, 128-169; y Ramón Gómez de la Serna, Nuevos retratos contemporáneos, 159-190. (N. del A.)

 

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Algunas muestras de esos textos libelistas se incluyen en el capítulo citado de La santa bohemia que Dicenta dedica a Gálvez, 160-162. (N. del A.)

 

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Otro poema («Ayer») de la misma índole se inspira directamente en su pasado, y reproduzco los tercetos finales del soneto: «Corrió triste mi infancia. Meditaba / la abuela hacerme cura. Yo me hurtaba / del Seminario a diablear al río. / Tenía novia, Fumaba. Era valiente. / Me aburría el latín. Decía la gente: / «No harán carrera de él, ¡sale a su tío!». (N. del A.)

 

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Transcribo un fragmento del texto de López Parra: «...Gálvez es el Greco de la poesía: la forma es una compresa que vierte espumas de sangre. Tiene las pupilas vueltas del revés y se mira hacia adentro. Cada estrofa es una nota de llanto o un zarpazo de protesta. No ve la luz del sol, no puede verla, minero que pica en eterna noche la piedra de la galería para encontrar la vena maravillosa de oro. Y cuando la encuentra, ¡qué rojo fulgor dantesco, qué llama de fragua interior nos envuelve, abrasándonos! (7)». Me parece innecesario todo comentario. (N. del A.)