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Universidad de Texas, Austin
Este importante libro viene a explorar una de las facetas más importante y menos estudiadas del Modernismo; las relaciones del movimiento con creencias ocultistas, heterodoxas y esotéricas. La autora se basa en la obra de José Asunción Silva y de Rubén Darío, para darnos una visión general de la época. En el primer capítulo, «Modernism, Romanticism and the Occult», la autora da cuenta de la inquietud emocional del fin de siglo. Unidos los modernistas más en términos de lo que negaban que de lo que aceptaban, muchos de ellos se encontraban de acuerdo en rechazar las religiones ortodoxas, y al sentirse alienados de la sociedad acudieron al estudio de teosofías ocultistas. Ello no quiere decir que renegaran del catolicismo; más bien, nos dice la autora, se aferraban a éste tal como lo conocieron en su infancia y ello complementaba las indagaciones ocultistas.
Las ideas religioso-místicas a las que se acercaron provienen de la antigüedad, y aunque no llegaron a formar un cuerpo doctrinal, se asocian con lo que puede llamarse oculto o gnóstico, términos generales que abarcan ideas consistentemente asociadas con una visión del hombre en su relación con el cosmos y con los dominios espirituales.
Explica Ingwersen algunos de los temas más persistentes en la búsqueda ocultista, por ejemplo, toda la iconografía referente a la luz, ya común en la antigua metafísica persa y que puede asociarse en Occidente al orfismo a través —578→ del pitagorismo y el neoplatonismo. La luz como fuente de vida, como manantial de amor, y como función psíquica referente al proceso de iluminación. También se detiene a señalar otros conceptos ocultistas como los «niveles del ser», la teoría de las correspondencias, el dualismo, y la figura del hermafrodita o andrógino.
El segundo capítulo del libro está centrado en el análisis de la novela de Silva De sobremesa. Considerando que la obra está permeada de temas y metáforas ocultistas, al punto que de una u otra forma encarna «todos los temas que hemos identificado como manifestaciones históricas del folklore gnóstico-ocultista». (p. 40). Las ideas del espiritualismo tal como fueron propagadas en el siglo XIX por Allan Kardec (1803-1869) forman la unidad temática y estructural de la novela.
Ingwersen analiza la historia que se desarrolla en el diario del protagonista José Fernández como una búsqueda de integración espiritual con lo trascendente. Las tendencias de Fernández son subrayadas por sus propias alusiones a la vida y diario de Maria Bashkirtseff, y a pesar de que en algún momento habla con desprecio de las corrientes neomísticas, se muestra irresistiblemente atraído a ellas. El personaje de Helena, diseñado a través de la estética prerrafaelita, es visto por el protagonista como un espíritu, y está asociada constantemente con la luz. Hace constar la autora la similaridad de esta figura con las definiciones de Kardec, y resalta otro obvio aspecto de Helena; la cualidad hermafrodítica de su figura. Concluye Ingwersen que Silva la identifica con el alma o psyche, confirmándose esta asociación por el simbolismo de la mariposa y tres hojas, que a menudo la acompañan.
El estudio que Ingwersen hace sobre Rubén Darío incluyen datos sobre las relaciones del poeta con círculos ocultistas. Se revisa la prosa de Darío, donde éste repetidas veces afirma su atracción hacia religiones heterodoxas. Un importante ensayo, «La nueva Jerusalén», contenido en Peregrinaciones (1901), es el relato de una visita a una iglesia swedenborgiana.
El capítulo más interesante del libro es el que estudia la poesía de Darío. La autora nos indica que en ella el panorama del eclecticismo religioso es sorprendente y aún más complejo que en la prosa, pues éste se manifiesta a través de símbolos, metáforas, alusiones a mitologías paganas, referencias veladas a conceptos ocultos y muy a menudo por medio de un vocabulario críptico. El estudio se inicia por algunos poemas anticlericales como «El jesuíta», «A los liberales», «A la razón», «Al Papa». En otras composiciones como «El porvenir», «Diálogo de una mañana de año nuevo», se hace notar la combinación de inspiraciones cristianas y pagano-heterodoxas. Ciertos poemas como «Creer» y «Abrojos», manifiestan el conflicto del poeta, por las dudas que lo desgarran y su necesidad de fe. Es en Cantos de vida y esperanza donde están contenidas las obras más emotivas sobre la fe de Darío, especialmente «Spes», que es una plegaria dirigida a Jesús. Pero en general, señala la autora, pocos son los poemas, en la obra total de Darío, que se agrupan bajo temas cristianos, y mucho más numerosos los que contienen material heterodoxo y pagano.
—579→La autora revisa ciertos temas modernistas de Darío desde el punto de vista ocultista; el cisne, mencionado por Mme. Blavatsky; la esfinge, que aparece por ejemplo en «Dilucidaciones», el antiguo símbolo mariposa-alma, el color azul, la imaginería relacionada con piedras preciosas y por fin las metáforas referentes a la luz. Menciona también algunos conceptos que Darío explora como la metempsícosis, presente en composiciones como «Reencarnaciones» y «Máximo Soto-Hall», la transición del tema de la metempsícosis al panteísmo y al anima-mundi, por ejemplo en «A mi querido amigo Antonio Tellería», «El mar» y «Momotombo», algunas presencias femeninas que en la poesía de Darío tienen matices oscuros, como en «Estival», así como la figura del hermafrodita que aparece en «El reino interior». El concepto de dualismo que dirige algunos poemas, está implícito en «Ananké», en el «Coloquio de los centauros» y en «El reino interior».
Después de esta revisión general de temas ocultistas en la poesía de Darío, la autora pasa a examinar de cerca 36 poemas específicos, entre ellos «Ananké», cuyo título parece ser de origen egipcio y se refiere al espíritu o fuerza de la Necesidad cuando opera dentro del Cosmos, «La fuente», un poema sobre la búsqueda gnóstica del autoconocimiento, «Las espigas», sobre el significado oculto de la naturaleza. «El coloquio de los centauros» es analizado desde este punto de vista y se revela como el más extenso y coherente tratamiento de material esotérico hecho por Rubén. La visión que informa y provee la unidad interna del coloquio es panteísta. El concepto de la unidad de todo en el todo forma esta base, y el «secreto» que el centauro Quirón revela a sus compañeros es que cada elemento de la creación posee un germen de alma que se reincorporará al alma del mundo.
El libro se completa con una interesante bibliografía de y sobre ocultismo.
Éste es un estudio muy bien realizado, que requiere un vasto y profundo conocimiento de la literatura ocultista que circulaba en el fin de siglo. Ingwersen lo posee y lo aplica con gran sensibilidad a las obras modernistas, vertiendo nueva luz sobre ellas y sobre el período en general. Se adentra así en el difícil estudio de una de las fases del Modernismo que más interesa dilucidar. Es de hacer notar además el estilo elegante y claro de la autora, que nos permite entender fácilmente nociones complejas y seguir con ellas el fascinante análisis de textos que lleva a cabo.