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León XIII incitó a los católicos a no permanecer al margen de la sociedad contemporánea y a utilizar las instituciones liberales a favor de la causa católica. Preconizó la unión de los católicos independientemente de cualquier opción política. Estas orientaciones, que tuvieron un profundo alcance social y político, fueron enunciadas en tres importantes encíclicas: la Cum Multa en 1882, la Inmortale Dei en 1885 y la Libertas en 1888. (N. del A.)

 

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Entre los firmantes de este mensaje cabe destacar personalidades carlistas y católicas a favor de la monarquía alfonsina: Ortí y Lara, Valentín Gómez, Leandro Herrero, redactor de El Fénix, el marqués de Viluma, Manuel Pérez Villamil, director de La Ilustración Católica, Menéndez Pelayo, etc. (N. del A.)

 

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«Nosotros mismos, por nuestra imperfección y flaqueza, acaso demos lugar a que no se nos entienda bien, ni se nos haga completa justicia; quizás demos o hayamos dado ocasión a que la ceguedad, la pasión o la malicia tergiversen nuestros propósitos y den torcida interpretación a nuestros actos» («Circular de los representantes de la Unión Católica en Madrid a los Señores Obispos», La Cruz, 1881 a, pág. 187). (N. del A.)

 

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El arzobispo de Toledo expresó de manera significativa cuál iba a ser el contenido de la Unión Católica: «Esta Asociación no tiene origen político, esta Asociación no tiene fines políticos; nada más distante de ella que fines políticos. Está presidida por los Señores Obispos y nosotros lo que deseamos es hacer la felicidad de nuestra patria al propio tiempo que trabajamos en defensa de los intereses de la Iglesia» (La Cruz, 1881e, pág. 425). (N. del A.)

 

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Amigo de personalidades políticas como Manuel Durán y Bas, futuro ministro de justicia en el gobierno Silvela, y muy cercano al grupo de los católicos catalanes como el eclesiástico Jaume Collel y el Obispo Morgades, Urquinaona se opuso constantemente al radicalismo religioso de los católicos intransigentes. Consciente de que la Unión Católica iba a profundizar las divisiones de los católicos y preocupado por la agitación que se manifestaba en el episcopado, Urquinaona acogió la Unión con circunspección: «El pensamiento que ustedes han concebido de que todos los católicos se unan para defender los grandes intereses de la Religión [...] no puede ser más recomendable [...]. Más diré a ustedes: no es posible el verdadero catolicismo sin que entre todos los que lo profesan haya unión perfecta...» (La Cruz, I, 1881b, pág. 209). (N. del A.)

 

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«[...] Y con una oportunidad verdaderamente hábil, los pidales y otros enemigos del Sr. Nocedal y de cuanto reza con El Siglo Futuro sondearon el terreno, fueron minándolo poco a poco y cuando contaban con el asentimiento de casi todo el Estado Mayor de D. Carlos han lanzado a la publicidad la carta dirigida a Monseñor Freppel» (Diario de Barcelona, 1881a, pág. 443). (N. del A.)

 

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Estos artículos fueron publicados en 1881 en el Diario de Barcelona bajo el título «La Unión de los católicos» el 25 de Enero, pág. 960, el 30 de Enero, pág. 1271. También resultan esclarecedores otros artículos que salieron en el Diario de Barcelona hasta finales de Abril de 1881. (N. del A.)

 

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«Debo advertir que yo, viendo la actitud tan pronunciada de los nocedalistas contra la Unión Católica, por evitar cuestiones y disgustos, me abstuve de crearla en mi diócesis, y nada he hecho en favor de ella» (Bonet y Martí, 1990, pág. 42). (N. del A.)

 

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En el momento de su aparición, en Noviembre de 1884, en «Nuestro Programa», Llanas advierte que la revista no tiene la vocación «de un diario político redactado a vuela pluma y obedeciendo a las pasiones del momento sino [...] de una publicación católica en toda la extensión de la palabra». (N. del A.)

 

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«Pero ya lo hemos dicho y no nos cansaremos de repetirlo, nuestra pluma no se ha puesto al lado de nadie; sólo sirve una gran idea para la cual tenemos que trabajar si queremos conservar el espíritu catalán, el verdadero espíritu de aquella raza vigorosa, nutrida como todos los pueblos latinos en la amorosa falda de la Iglesia» (La Veu de Montserrat, 1881a, pág. 1). (N. del A.)