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31

La renta que señalaba Luzán en 1751 era de 230.500 reales al año (punto 27). (N. del A.)

 

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La misma mano que escribió la nota anterior, redactó ésta: «En las repetidas conversaciones que D. Bernardo Iriarte (que fue quien sugirió al Sr. Conde de Floridablanca la idea de establecer esta Academia de Ciencias) tuvo con aquel caballero, insistió siempre en la necesidad de echar mano de algunos extranjeros hábiles para completar las plazas, especialmente por lo respectivo a las Ciencias Naturales, tan atrasadas entre nosotros. Esta insistencia era furiosa para vencer la repugnancia del Sr. Conde a todo lo extranjero y su antiguo odio personal a todo francés, sin distinción de individuos y talentos. Hubo, sin embargo, uno (Condom) a quien se entregó indebidamente y con general desaprobación». El financiero Juan Bautista Condom es objeto de crítica en el punto 15 de la Sátira tercera, cit., titulado «Canales. Fabricación de vales reales, pretextando su destino siempre perjudicial, y el hecho es que su valor me aprovecha con la dirección de mi amigo Condom, a quien no dejan pobre». Allí se dice: «el amigo, cuyo nombre callo por ser obsceno en francés, y no desconocido en las demás lenguas» (Floridablanca, 1856, pág. 282b). Condom negoció la aportación económica del holandés Kroyenhoff a la obra del Canal Imperial. Los vales se emitieron al 4% de interés, cuando el capital reunido para realizar la obra se agotó. La única garantía de ellos fue el propio Canal y el compromiso de la Secretaría de Hacienda de pagar los réditos. Según Rumeu de Armas (1962, pág. 55), su gestión económica fue siempre muy confusa, rayando en lo delictivo». En general, sobre el problema de los vales reales, Vid. Richard Herr (1978) y Eugene N. White (1987). (N. del A.)

 

33

Véase, por ejemplo, su Epístola III, de Septiembre de 1777: «A la verdad que a un mero literato / las letras solas no darán un plato, / no digo de faisanes y compotas, / pero ni aun de sardinas y bellotas» (vv. 18-21). Toda la pieza está dedicada a ese asunto (Tomás de Iriarte 1976, pág. 151). (N. del A.)

 

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«D. Tomás de Iriarte», aclara la misma mano que escribió las notas precedentes. (N. del A.)

 

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«Verso del mismo D. Tomás de Iriarte». No he podido localizar este verso. Los anteriores pertenecen al poema El egoísmo, fantasía poética, aunque los primeros son una variante de los que figuran en la edición de sus poesías, que son estos: «Donde la exactitud, la fantasía, / sabia demostración, profundo juicio / mero efecto parecen / de un divertido y fútil ejercicio...», etc. Tomás de Iriarte, Colección de obras en verso y prosa de..., Tomo II, Madrid, Benito Cano, 1787, pág. 137. Este poema lleva una nota que tiene cierto interés: «Los versos que aquí se reúnen bajo el título de Fantasía poética se han entresacado de un poema filosófico-moral que el autor empezó a componer en el año de 1776, y que después no pudo continuar. No deben, pues, considerarse sino como primer ensayo, o tentativa de una obra que meditaba escribir con mayor formalidad y extensión» (pág. 129). De esta forma, los versos que se citan en el Plan pertenecerían a una versión anterior de «El egoísmo», ya que el escrito de Iriarte debió de redactarse entre 1779 y 1780. Agradezco al profesor Ángel L. Prieto de Paula que localizara para mí este pasaje poético. (N. del A.)

 

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Era opinión muy extendida que la de las letras no era una carrera ni una profesión. Sintetizando mucho de lo escrito durante el siglo en este sentido, y satirizándolo, Mariano Madramany y Calatayud escribió un papel titulado Nuevo ramo de industria cultivado por los adocenados escritores del día de pane quaerendo. Su autor Don Veracio Chacota, Madrid, José Herrera, 1787, en el que pasa revista a diferentes tópicos, como la proliferación de papelistas, la oposición paterna a que los hijos se dediquen a las Letras y otros nuevos asuntos de industria relacionados con ellas. (N. del A.)

 

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«El [bibliotecario] mayor [gana] más de mil pesos y [tiene] casa, los otros quinientos, y algunos de ellos también tienen casa, y no hay ninguno que no tenga su beneficio que le valga casi otro tanto; y el gramático, que es seglar [Juan de Iriarte], tiene tales adealas y agregados, que compone cerca de cuatro mil reales y se decía por muy cierto... que en la nueva planta [en 1761] se ponía al bibliotecario mayor treinta y seis mil reales de sueldo, a los demás mil pesos a cada uno...», (Lanz de Casafonda, 1972, pág. 73). (N. del A.)

 

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El padre Martín Sarmiento, en las Reflexiones ya citadas, alude a este mismo problema, observando que en las catedrales había sólo «cuatro prebendas de letras», cuyo valor no era mayor que el percibido por las «demás que no son de letras». Consideraba que las catedrales debían dedicar a las letras al menos la mitad de ellas. «Del mismo modo se podrá discurrir de otras pingües rentas eclesiásticas, que suele percibir un solo individuo. Aun se pudiera extender esta misma consideración, aplicando a hombres de letras muchas de las rentas seculares públicas, que se suelen dar al primero que se presenta a pedirlas» (1789, pp. 157-158). (N. del A.)

 

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Sobre esta Academia, Celso Almuiña Fernández (1974, pp. 33-36). (N. del A.)

 

40

Iriarte alude a un proceso que estaba comenzando en esas fechas y que, a partir de entonces, caracterizará al hombre de letras o, más en general, al hombre de cultura: su nueva condición de hombre público, anteriormente apenas conocida por algunos dramaturgos. (N. del A.)