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ArribaAbajo Textos de las vanguardias en Hispanoamérica

Hugo J. Verani, Las vanguardias literarias en Universidad de Alicante Hispanoamérica (manifiestos, proclamas y otros escritos), Roma, Bulzoni, 1986.


José Carlos Rovira


Universidad de Alicante

La universalidad de la Literatura hispanoamericana de nuestro siglo tiene, junto al exponente de recuperación de la propia conciencia de América, la otra causa principal en la temprana presencia de la incitación de la vanguardia europea, que actúa a partir de 1916 y determina el panorama de aquellas literaturas en la década de los 20. El impulso de renovación establece entonces una serie de puntos referenciales, que se sitúan en todo el ámbito geográfico de Centro y Sudamérica, creando un episodio de liberación del lenguaje que está en origen de una transformación estilística que seguirá profundizándose a lo largo del siglo. Se ha insistido con frecuencia en la importancia de dos centros principales de agitación vanguardista: Santiago de Chile y una serie de iniciativas surgidas alrededor de Vicente Huidobro; y Buenos Aires, con Jorge Luis Borges como figura central. Se hacía necesario extender la indagación sobre la vanguardia a otros centros principales, como México o Perú, e, incluso, desarrollar un panorama sistemático de una renovación estética que se generalizó y, en gran medida, consiguió aclimatarse a las otras constantes culturales de la época. El libro que comento cumple satisfactoriamente el objetivo de ampliar la reflexión vanguardista y testimoniarla a partir de sus escritos teóricos.

En primer lugar, la introducción sirve para centrar algunos problemas, como la cronología de los movimientos principales, la extensión de los impulsos renovadores a diez países (México, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba,   —504→   Nicaragua, Venezuela, Perú, Chile, Argentina y Uruguay), señalando algunos rastros posibles en otros que, por un tradicionalismo dominante, aferrado a un modernismo tardío (como Colombia), o por causas sociales (Bolivia y Paragua y que, desde 1927 a 1935, mantienen la guerra del Chaco), no tuvieron ninguna compacta agitación vanguardista, reduciéndose esta presencia a alguna individualidad aislada. Una objeción tan sólo al panorama. Si el ámbito cronológico es hasta 1935, es difícil pasar sobre el Ecuador con unas líneas en la introducción sin reflexionar sobre el papel determinante que, a partir de 1930, adquiere para el futuro la reflexión de Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara, José de La Cuadra, Enrique Gil Gilbert, Alfredo Pareja, etc. El «Grupo de Guayaquil» no es tipificable, obviamente, en el espíritu de las vanguardias que se van a recorrer, pero significa un momento de reflexión crucial para las direcciones posteriores de la estética hispanoamericana. La introducción de Hugo J. Verani adquiere en cualquier caso un gran valor descriptivo de todas aquellas tendencias que configuran «un hito fundamental en el proceso evolutivo de la literatura hispanoamericana, cuyo papel fertilizante comienza ahora a ser verdaderamente estudiado», palabras con las que Verani cierra su prólogo, y que suscribo plenamente, en cuanto la recopilación de textos que sigue permite tener delante un conjunto de materiales que, en muchos casos, eran de difícil acceso.

El panorama de textos nos abre entonces perspectivas. Por ejemplo, México deja de ser ya sólo los nombres de Ramón López Velarde o de José Juan Tablada, para testimoniar al Estridentismo de Manuel Maples Arce, reflejo de posiciones futuristas y dadaístas; la República Dominicana avanza el Postumismo; Puerto Rico, el Euforismo; Cuba, el Minorismo, un conjunto de nombres para poner al lado de las proclamas Creacionistas de Huidobro, las Ultraístas de Borges, o la reflexión que Mariátegui inicia en 1926 en Amauta; un conjunto de nombres sobre los que, en cualquier caso, resulta imprescindible realizar el recuento de resultados, porque un panorama como el trazado, una antología de materiales como la propuesta, nos exigen desde el comienzo empezar a separar lo que hubo sólo de fantasía verbal, o de recepción de las extraordinarias fantasías verbales europeas, de lo que efectivamente produjo obras literarias. Y aquí es donde el material se convierte en imprescindible para poner en una columna nombres como Alejo Carpentier, en su reflexión sobre el surrealismo; Mariátegui y César Vallejo; Huidobro y su fructífera agitación también en Francia y España; Pablo Neruda en sus sucesivos estados poéticos; Borges; Oliverio Lirondo, etc. Luego siempre hay otra columna en estos casos, que es la que se determina más por sus manifiestos que por sus obras. Ocurría también en la vanguardia europea, y el trabajo de Verani, acompañado por una amplia bibliografía, es una ayuda imprescindible para abrirnos paso en aquel entramado hispanoamericano de propuestas sugerentes que, en cualquier caso, a través de los nombres citados, se determina ya como de autores y obras esenciales, que son aquellas que, al impulso de renovación, aunaron una consistencia estética perdurable.