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51

Precisamente, lo que Valladares más valora de su novela es su originalidad: «esta obra es original [...] es mas difícil inventar que traducir...», op. cit., p. 16.

 

52

Vid. nota 20.

 

53

W. C. Booth, La retórica de la ficción, Barcelona, A. Bosch, 1974, imagina al autor fumando divertido tras el telón que contemplan los lectores.

 

54

Cumberland, op. cit., lib. VI, cap. I: «dejemos que éste las exponga como quiera» (sus opiniones).

 

55

Sin embargo, con el tiempo, este rasgo será explotado por distintos autores y las referencias a un «tú», lector o destinatario, se repetirán, logrando el efecto pretendido mediante el uso, demasiado evidente muchas veces, del carácter «ficticio» de lo narrado.

 

56

S. Fielding, The Cry (1754), prefacio.

 

57

G. W. F. Hegel, Estética, llama a la novela «moderna epopeya burguesa en medio de una sociedad prosaicamente organizada».

 

58

Albérès, op. cit., p. 21.

 

59

Diderot, Oeuvres esthétiques, París, Garnier, 1959, p. 29: «Me gustaría mucho que se hallase otro nombre para las obras de Richardson, que educan el espíritu, que tocan el alma, que respiran por todas partes amor al bien, y que también se llaman novelas». Cit. por V. M. Aguiar e Silva, Teoría de la literatura, Madrid, Gredos, 19793, p. 203. El término estaba tan desprestigiado que en el inventario de S. P. Jones, A list of french prose fiction from 1700 to 1750, N. York, The Wilson C.º, 1939, sólo aparece la palabra «novela» cinco veces. Sin embargo, después, «debido al éxito de las novelas, muchas obras que no lo eran, se subtitulan así, siendo libros de historia, cuya finalidad es instruir, antes que deleitar», Brown, op. cit., p. 14.

 

60

Vid. los artículos recopilados por Navas-Ruiz, op. cit., referentes a este tema; R. de Navarrete, «La novela española», Semanario Pintoresco Español, XII, 1847, pp. 82-84, 117-19, 130-31, y el discurso de C. Nocedal sobre la novela, 1860, de recepción en la RAE.