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361

El estado general o llano era el conjunto de los vecinos pecheros, tomado aquí como sinónimo de la clase más pobre de la población.

 

362

Firma ilegible. No era Campomanes, que había pasado ya a desempeñar la presidencia del Consejo.

 

363

A. H. N., 1101-18.

 

364

Esta consulta está al final del expediente citado en la nota precedente. Según Aguilar Piñal (obra citada, p. 164) la petición de Francisco López para representar en Sevilla tuvo lugar en 1783, pero la consulta de 1787 la refiere al año anterior, o sea, a 1786. Tal vez se trate de dos peticiones distintas.

 

365

Representación del juicio a ocasión de haberse incendiado el teatro de las comedias en la ciudad de Zaragoza. Sermón impreso en 1780, 55 páginas.

 

366

Cartas de España, carta 4.ª

 

367

A. H. N., Consejos, 1305-16.

 

368

Vide Ms. 17521, f. 61, de la Biblioteca Nacional, al que nos referimos con mayor detalle más adelante.

 

369

Gabriela Makowiecka, Luzán y su poética, Barcelona, 1973, pp. 146-7, alude en estos términos a La Giganteida: «poema jocoso-satírico, alusivo al estilo de los predicadores populares, cuya incultura atacó también en las Memorias de París». Nuestra opinión diverge, como veremos, aunque desde luego Luzán coincida con el Padre Isla -al que alabó en su Poética- y con otros autores de su tiempo en la crítica del estilo culterano. La fábula mitológica y el género épico son los verdaderos remitentes de este poema burlesco. Los biógrafos de Luzán o bien silencian La Giganteida o la encuadran entre 1737-1747, es decir, en los años zaragozanos posteriores a la primera edición de la Poética. El hallazgo del manuscrito en el que aparece La Giganteida, y al que nos referimos más adelante, se debe al profesor Ángel Omella, a cuya generosidad debemos el poder hoy publicarlo. Vaya desde aquí nuestro agradecimiento.

 

370

Ignacio de Luzán, La poética. Reglas de la poesía en general y de sus principales especies. Edición, prólogo y glosario de Russell P. Sebold, Barcelona, Labor, 1977, p. 161 (citaremos siempre por esta edición). Y añade: «digo hecha con versos, señalando el instrumento del cual se sirve la poesía, a distinción de las demás artes imitatorias, las cuales se sirven de colores, de hierros o de instrumentos y nunca de versos» (Ib.). Luzán vio claramente la doble interpretación que el texto de Aristóteles sobre la definición de la poesía había implicado para sus predecesores, y terminó por afiliarse a los que consideraban el verso necesario a la poesía. Sobre el tema, véase mi articulo en prensa, leído en mayo de 1983, «Teorías sobre la poesía en prosa en los siglos XVI y XVII», Edad de Oro III, Universidad Autónoma de Madrid. Sobre el fenómeno del prosaísmo en el siglo XVIII, véase el estudio de Joaquín Arce La poesía del siglo ilustrado, Madrid, Alhambra, 1980, pp. 214 y ss. y p. 433. Por mi parte, quiero añadir que en La razón contra la moda. Comedia. Traducida del francés, Madrid, 1751, de Nivelle de la Chausée (ejemplar de la B. N., T. 22436), Luzán, autor de la traducción, dice en los preliminares, a propósito de lo difícil que es traducir: «y mucho más, si la Obra es en verso; y con razón dice el conde de Roscomon, que el Traductor tiene cautiva la imaginación, y atadas las manos». Con otras muchas consideraciones teóricas sobre la creación dramática y las reglas, de gran interés.