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ArribaAbajo Una edición de Antonio de Guevara

Antonio de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Arte de marear. Edición de Asunción Rallo. Madrid, Cátedra, 1984


Eduardo Creus Visiers


Universidad de Barcelona-Central

Bien curiosa es la suerte que ha correspondido a la producción guevariana, de fama extraordinaria en su tiempo, traducida a diversas lenguas y leída profundamente por un público mayoritario a pesar del desprecio de la élite humanista, influyente en la obra más temprana de un Cervantes o en la de un Montaigne, relegada a despectivo olvido con el transcurrir del tiempo y modernamente retomada por la crítica especializada desde más amplias perspectivas. Curiosa suerte porque se trata de una obra de originalidad y vitalismo poco comunes, moderna en muchos sentidos y precedente del subjetivismo ensayístico contemporáneo, circunstancias estas que poco explican su inexcusable desconocimiento. Contra ello, y en un encomiable afán divulgativo, la doctora Asunción Rallo hace nuevamente hincapié en el escritor renacentista editando dos de sus obras, Menosprecio de corte y alabanza de aldea y Arte de marear, ambas hasta ahora de difícil acceso para el lector interesado, y añadiendo un documentado estudio introductorio que nos ofrece una interpretación que profundiza en planteamientos expuestos en su libro Antonio de Guevara en su contexto renacentista (Madrid, 1979).

Antes de abordar la obra de fray Antonio era imprescindible una aproximación al autor, y Asunción Rallo ha optado por apuntar significativas directrices biográficas en torno a su condición de cortesano y religioso. Guevara,   —472→   reclamado como predicador en la corte de Carlos V (donde el fraile ha de moverse en un medio esencialmente competitivo en que el respaldo de las altas esferas es firme garantía para quienes ambicionan cargos de algún relieve), iniciaba su carrera literaria en 1529 publicando su libro Relox de príncipes, obra que ya era conocida a través de manuscritos y ediciones apócrifas. Diez años después aparecen publicadas cinco obras (Década, Aviso de privados, Menosprecio, Arte de marear, Epístolas familiares) que constituirán lo más llamativo de su producción. En ellas el autor ofrece su personal experiencia a un público esencialmente cortesano por medio de un discurso de gran vivacidad, un casi diálogo, como afirma A. Rallo al analizar en su edición el arte de escribir guevariano, donde la incorporación de auctoritas inverosímiles hace peculiarmente contundentes sus argumentos.

«La oposición entre la vida de corte y la de aldea -recordaba Octavio Paz hace unos años- no es nueva; pero lo que fue ejercicio de retórica, esmaltado de máximas estoicas o epicúreas, para los escritores de la antigüedad y sus descendientes renacentistas y barrocos, se ha transformado en una experiencia desgarradora para los modernos». Pero no se espere en Guevara tanto un trazado simplista, una exposición por completo acorde con la finalidad que el título de la obra anuncia, como el vital planteamiento de un conflicto de resolución ambigua, matizado por subjetividad envolvente y protagonista que viene a reafirmar la voluntad de creación que Marichal ha reconocido al considerar a fray Antonio escritor «por el simple gusto de escribir, escritor nato». Menosprecio de corte expone la trabajosa vida, cargada de pesares, riesgos y desengaños, de quien se mueve en ámbitos cortesanos, y la opone a la del hidalgo de aldea, poseedor de bienes tan humildes como una lanza en la puerta, un rocín en el establo, una adarga en la cámara, pero que goza, en cambio, de los privilegios de una vida más tranquila y retirada. Los tres capítulos finales dejan atrás la anterior exposición para abrirse a un protagonismo absoluto del autor, y son, por ello, reveladores del motivo último de una obra que Asunción Rallo ha preferido interpretar sobre la base de un minucioso análisis de la ideología que del texto se desprende. La editora establece la relación entre Menosprecio de corte y una tradición literaria de honda raigambre cristiana en confluencia con el influjo clásico del temprano humanismo. El hecho de recurrir fray Antonio a la cita, no siempre verosímil, de numerosos autores clásicos supone una desvinculación de lo cristiano que no implica «inscribir el Menosprecio en ninguna escuela ni corriente ideológica».

A manera de sermón fue escrito el Libro de los inventores del arte de marear, tratándose en él «muy excelentes antigüedades y avisos muy notables para los que navegan en galeras». Disfraz bajo el que la sagacidad crítica de Guevara apuntaba a un objetivo de señalada trascendencia si se considera el momento histórico en que la obra aparece: el tema de la ambición humana dispuesta   —473→   a arriesgarlo todo a la caprichosa fortuna. Atrás quedó el seguro puerto de la aldea, Guevara nos embarca ahora en una incierta aventura. «El mar es -comenta Asunción Rallo- paradigma de inestabilidad, de los sufrimientos del hombre en el mundo, redoblados por la condición del que los tienta, ciego o enloquecido por el afán de subir y alcanzar riquezas, poder y gloria». Nada descuida en este tratado el analítico espíritu del fraile, quien, tras exigir con desenfado la atención (la complicidad también) de su público, expone a lo largo de diez irónicos capítulos un análisis de los muchos peligros que el mar encierra y de los riesgos e inconvenientes que necesariamente habrá de sufrir el insensato viajero. Sabremos de leyendas, de inventores, del escepticismo de los sabios, de corsarios; se nos describirá la mar, se nos hablará del bárbaro lenguaje marinero y, por último, se anotarán necesarias previsiones para un hipotético navegante. Pero ante todo habla aquí, una vez más, la experiencia, y una vez más la experiencia parece ofrecernos claves de esta obra, pues cuanto se narra sobre los abusos que ha de sufrir el viajero (en las aduanas, por ejemplo) lo había vivido el autor al volver de Túnez con la flota del emperador. Guevara, creador despierto y crítico, compone este entretenimiento de cortesanos que ofrece al lector de hoy un testimonio desde el enfoque de los hechos más triviales y prosaicos, pero también más desatendidos, de su tiempo: pocos tratados de impecable y erudita seriedad hubieran podido dibujar con más agudeza y precisión la crónica de lo cotidiano que en tantos momentos es la innovadora producción profana de fray Antonio.

Guevara fue autor de indiscutible éxito en su tiempo; las numerosas ediciones de sus libros dan fe del generalizado entusiasmo ante aquella original forma de concebir la literatura. Lino Canedo (AIA, VI, 1946) contabiliza, además de las dieciséis castellanas, una veintena de ediciones francesas y algunas holandesas, alemanas, inglesas e incluso latinas, así como varias cuadrilingües (en español, italiano, francés y alemán) de Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Más humilde, Arte de marear contaba con ocho castellanas y una inglesa, si bien fue apareciendo junto con el Aviso de privados o el Menosprecio. La edición de los dos textos que ahora presenta editorial Cátedra reproduce la princeps, impresa en Valladolid por Juan de Villaquirán en 1539. Asunción Rallo ha optado por actualizar grafías, puntuación y acentuación organizando la disposición de los párrafos según criterios de estructuración interna y ofreciendo numerosas anotaciones a pie de página que, lejos de estorbar la lectura de los textos, responden a una necesidad de contextuar ambas obras a través de referencias a la producción del autor o a la de otros renacentistas. Particular interés -por lo conflictivo del tema- reviste el cotejo de ciertos pasajes de Guevara con los Apotegmas de Erasmo, señalándose así una posible relación con la obra del humanista holandés.

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El tema de la incertidumbre y la renuncia, expresado en la antítesis tierra-mar, aldea-corte, siendo común a ambas obras justifica -si la justificación fuera precisa- una edición que las aúne en un volumen. «Fray Antonio de Guevara es todavía el continente sumergido de la literatura española», escribía Márquez Villanueva en 1979; hoy se ofrece al lector una nueva ocasión de remediar tan injusto y prolongado olvido.