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Luis Araquistáin resume el programa de Sanz al cual se ajustan básicamente muchas ideas de Galdós. «Había que hacer -nos dice- un Estado liberal y democrático, justo y eficaz [...]; una Iglesia moderna, sensible y transigente, abierta al espíritu de los tiempos nuevos; y una nación de hombres justos, buenos y virtuosos.» Se refiere luego a ciertos parecidos entre Alemania y España. Del cosmopolitismo burgués, y del internacionalismo obrero, que tuvo grandes intérpretes en Alemania, dice que «es natural que el Weltbuergertum de casi todos los más eminentes pensadores y poetas alemanes [...] tuviera repercusión entusiasta en la juventud española» (El pensamiento español contemporáneo, B.A., 1962, p. 30). Sobre esa situación, véase ahora el artículo de Juan López-Morillas, «Una crisis de la conciencia española: krausismo y religión» en Cuadernos Americanos, 2, marzo-abril 1966, pp. 161-80.

 

2

La sombra, que habría que estudiar junto con toda la creación fantasista de Galdós, ya es caso aparte dentro de ese primer período.

 

3

Al principio, su actividad periodística le importa lo bastante para hacerle pasar las vacaciones (verano de 1865, en Madrid) escribiendo sus artículos semanales para La Nación (H. Chonon Berkowitz, Pérez Galdós, Spanish Liberal Crusader, Madison, 1948, p. 49). Ver también el artículo de William Shoemaker, «Galdós y La Nación», en Hispanófila, núm. 25, septiembre de 1965, pp. 21-50. Sobre la opinión de Galdós acerca de la responsabilidad social del individuo véase Robert Weber, The Miau MS of Benito Pérez Galdós, Univ. of California Press, 1964, p. 7.

 

4

Berkowitz, op. cit., p. 48.

 

5

Galdós recordará a Camus años después, en Fortunata y Jacinta (Primera parte, Cap. I) cuando haga que se reúnan en la cátedra del maestro varios compañeros que no cursaban el mismo año: Juanito Santa Cruz, Miquis, Joaquín Pez y otros.

 

6

«Don Francisco Giner como educador», Cu. Am., julio-agosto 1963, p. 93. Cf. Vicente Cacho Viu, La Institución Libre de Enseñanza, t. I, Madrid, 1962, p. 508: «Giner exigió siempre mucho a Galdós, quizá porque esperaba mucho de él». También el padre Jobit señala cierta afinidad entre los dos cuando nos dice de don Francisco que «su meta era favorecer una evolución progresiva pero radical, para liberar a España de los incapaces y de los indignos, de aquellos que nos representa Pérez Galdós en sus 'Novelas sociales' [...]». Pierre Jobit, Notas sobre el moderno pensamiento español, Quito, 1959, p. 21.

 

7

Berkowitz, op. cit., p. 43. Lorenzo Luzuriaga, en La Institución Libre de Enseñanza y la educación en España (Universidad de Buenos Aires, 1957), cita estas palabras de Giner tomadas de su «Necrología de D. Laureano Calderón» que figura en el Boletín de la Institución Libre, abril 1894: «[...] no es maravilla ver entre nosotros dar el nombre de 'krausis' [...] a toda obra, tendencia, doctrina, aun las más diversas y opuestas, con sólo que en ellas se revele una construcción sólida, una moral austera, la obediencia a principios, el culto del ideal» (p. 47). Cf. nuestra nota 10. Así los que veían con aprobación la conducta y los ideales de Sanz del Río. En cambio, para los enemigos es todo lo contrario, y se tilda de «krausista» al que no sea tradicionalista y neo-católico, al que se atreva a criticar y proponer reformas de cualquier orden. Menéndez Pelayo inició el ataque y marcó el camino. Ver Julio Caro Baroja, «Don Francisco Giner y la España de su época» en Ínsula, núm. 220, marzo 1965, p. 3: «Giner y con él Sanz del Río, don Fernando de Castro, Salmerón y otros krausistas salieron muy malparados en la primera edición de la Historia de los heterodoxos y de allí mana la fuente en que, en gran parte, se alimentó la leyenda negra [...]». Pero no debemos olvidar a uno de los primeros anti-krausistas, Juan Manuel Ortí y Lara, que ya en 1864 publica su Krause y sus discípulos convictos de panteísmo, al cual sigue Lecciones sobre el sistema de filosofía panteísta del alemán Krause, 1864-65. Ni la existencia de periódicos anti-krausistas, como El pensamiento español, diario de la tarde que aparece en 1860. Juan Valera, católico que figuró entre las filas del nuevo movimiento y dio clase en la Institución, nos relata esa rápida reacción. En una referencia a Sanz aclara: «Estudió, formó su sistema, obtuvo la cátedra de Metafísica en la Universidad de Madrid y fundó escuela, de la que ha salido brillante pléyade de filósofos, de políticos y de varones ilustres [...]. El partido clerical empezó pronto a mover guerra al maestro, a los discípulos y a la doctrina que divulgaban. Acusábanlos de panteísmo místico» (Prólogo a la edición Appleton de Pepita Jiménez, 1886, ap. Alberto Jiménez, Juan Valera y la generación de 1868, Oxford, 1956, p. 130). Modernamente Joaquín Xirau ve en el krausismo un sistema filosófico, pero reconoce que fue más bien «una disciplina, una actitud integral de la vida» y que aunque no todos aceptaran el krausismo «en su contenido doctrinal», sí aceptaban «el método, la libertad de pensamiento y de investigación [...]» (Manuel B. Cossío y la educación en España, México, 1945, pp. 21 y 22). Cacho Viu intenta colocar a Galdós en la corriente de los «krausistas», entre otras razones peregrinas, por su anglofilia, que Cacho relaciona con todo un grupo de jóvenes de «familias hispanoinglesas» y de tendencias krausistas (Op. cit., p. 233).

 

8

Según Canalejas «desde 1857 [...] cundió el gusto y la afición, no a la filosofía krausista, sino a la filosofía alemana» («El Panteísmo» Revista Europea, IV, 67 (6. VI. 1875), p. 531, ap. Juan López-Morillas, El krausismo español, México, 1956, p. 88).

 

9

Landa, op. cit., p. 96. A decir verdad, fue Sanz el que no enseñaba «una filosofía» sino «a filosofar» según nos dice el propio Giner en su Prólogo al Homenaje a la buena memoria de Don Nicolás Salmerón Alonso reproducido en Tres ensayos (Publicaciones de la «Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza», Grupo de México, México, 1960, p. 66). Hablando de Giner, prosigue Landa: «[...] no recuerdo haberle oído en ella [la clase de Filosofía del Derecho] ni una sola vez el nombre de Krause y sí tratar sobre todo de filósofos griegos, de Kant y de autores contemporáneos» (ibid.). Igual ocurre en la obra de Galdós, donde no se menciona a Krause (sí algún rarísimo uso de la palabra krausismo), sino a Kant, Fichte, Schelling y otros.

 

10

Estos calificativos, que tanto se parecen a los utilizados contra León Roch, abundan en la obra de José Ortis y Jové, El catolicismo y el krausismo, 2 ts., Madrid, 1876, 1884. (El primer tomo se publica dos años antes que la novela de Galdós.) Tampoco faltan algunos en los Heterodoxos de Menéndez Pelayo (O.C., VI, Madrid, 1948). Se utiliza la palabra «krausista» como sinónimo de anti-católico, p. ej. en Ortis y Jové y en otros críticos de las nuevas doctrinas. Cf. también «Un sabio» de Pereda, en sus Tipos trashumantes, Madrid, 1888. El tal «sabio» es un individuo que «ha asistido durante dos meses a una cátedra de filosofía krausista en la Universidad de Madrid» (cátedra inexistente, por cierto). Por más señas es un ignorante, muy hablador, excatólico que ya no cree en el cielo, el infierno y los milagros. Esto último, claro está, va contra algunos que se separaron de la iglesia, pero ninguna de las figuras principales dejó de expresar un sentimiento religioso. Además, el «sabio» es partidario del espiritismo, es darwinista, masón y enemigo del «fanatismo religioso» de Cervantes y Calderón, a quienes les faltó «la filosofía de la estética» (pp. 311-16). Curioso comentario sobre Cervantes, cuando tantos escritores del grupo caricaturizado eran grandes admiradores de él. Para Giner el Quijote era el libro que mejor expresaba la polaridad hispánica y el carácter nacional. López-Morillas en «Crisis de la conciencia española...» (V. supra) cita a este respecto el estudio de Giner sobre el discurso de Fernando de Castro en ocasión de su ingreso a la Academia de la Historia (p. 171). La poca frecuencia de la palabra krausista en esa época quizá se explique porque, en el fondo, no existía un modelo fijo y definible del krausista. (¡Qué variedad dentro de la obra de Galdós, y más si la comparamos con los tipos que nos presentan Pereda en su insoportable sabio, Clarín en su pobre Zurita y Nocedal en su estrafalario Jorge Guzmán!) Su imagen ha sido invadida por notas de neo-kantismo y positivismo. López-Morillas (El krausismo español) cita en este sentido a Canalejas, quien afirma en 1875 que «entre los discípulos de don Julián Sanz del Río se han declarado tendencias diversas y encontradas. Ya no hay escuela» (pp. 75-76).

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