«Las
amistades del espíritu -dice- se establecen en cadena y por
encuentros sucesivos, como las amistades del corazón. Un
amigo a quien admiramos nos presenta a sus amigos y éstos
nos agradan por rasgos que son también los de él. Por
Marcel Proust y por Alain he ido acercándome
a George Sand. Las novelas de
Sand fueron los primeros libros
serios que su madre y su abuela entregaron a Marcel
Proust. Cuando estaba enfermo, le leían en voz
alta La petite Fadette o François le
Champi. Más tarde, ya el mismo buen juez de estilos
participó en esta afición por esta prosa lisa y
fluida, que, como las novelas de Tolstoy "respira siempre la bondad
y la distinción moral".
Alain -sigue Maurois- hablaba de Sand con respeto. "Esta gran
mujer" -decía-. Y el tono de su voz daba a entender que a
sus ojos la gran mujer era un muy hombre. Añadid a estos dos
fiadores los maestros contemporáneos de ella. Pensad que
inspiró a Chopin y a Musset; que Delacroix tenía un taller
en su casa; que Balzac
pidió a "la camarada Jorge
Sand" el asunto de uno de sus libros más
bellos: Beatriz; que Flaubert la llamaba "querida
maestra"; y lloró al enterarse de su muerte; que Dostoyewski
veía en ella un escritor "casi único por el vigor de
su espíritu y de su talento", y comprenderéis por
qué quise estudiar una mujer que fue durante una larga parte
de su vida una potencia espiritual y que hoy es demasiado poco
leída».
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