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Antología Poética

Francisco Luis Bernárdez



portada



A mi madre, dormida en el atrio de Santa María de Amarante.





  —11→  

ArribaAbajoAl lector

Después de veinticinco años de ejercicio profundo, constante y amoroso de la poesía, reúno en este libro lo que considero más firme y logrado de mi labor. No sé si en él figuran las composiciones que mayor arraigo tienen en la memoria del público, pero estoy seguro de que no faltan las que, a lo largo de este cuarto de siglo, reflejaron y reflejan con fidelidad más honda el curso pensativo de mis angustias, de mis afanes y de mis amores. Creo haber escogido las que mejor expresan mis lejanas inquietudes, las que divulgan con voz más entrañable mis emociones de ayer, y las que manifiestan con fuerza más válida y acento más seguro de mi fe, mi confianza y mi alegría de ahora y de siempre. Comienza esta antología con versos de Alcándara, que, aunque cuarto en el número de mis libros, es el primero en que mi canto suena con su timbre personal; sigue con fragmentos de El buque y con sonetos, canciones, romances y poemas de Cielo de tierra y de La ciudad sin Laura; continúa con diversas composiciones de Poemas elementales, de Poemas de carne y hueso y de El ruiseñor; y finaliza con algunas poesías de un libro que tengo en preparación. Estas columnas que aun suspiran por las nubes, estos pilares casi vivos y estos muros todavía despiertos son las piedras que han quedado en pie de mis días pasados. Quiera Dios que conserven algo del amor con que los hice, para que las noches futuras no puedan desmoronarlos del todo.

F. L. B.

Buenos Aires, 1946                






  —12→     —13→  

ArribaAbajoDe Alcándara

  —14→     —15→  


ArribaAbajoAlcándara


Después de haber volado tanto
vuelve a su alcándara el halcón.
El halcón es mi corazón
y la alcándara es este canto.

Mi vuelo es lento porque aguanto  5
con garra ardida a la emoción;
Fénix virtual cuyo plumón
en mi ardimiento es como amianto.

A mi vuelo, breve guarida
destinando van, una a una,  10
las alcándaras de la vida.

Y, en realidad, esta inquietud
va de una alcándara, la cuna,
a otra alcándara, el ataúd.

  —16→  


ArribaAbajoElegía de Adelaida


Subes al cielo así, sencillamente,
como sencillamente sube al cielo
la golondrina familiar del humo
con el dócil espíritu del heno.

Subes al cielo así, sencillamente,  5
como sencillamente sube al cielo
la mano suplicante de la torre
crucificando a Dios entre los dedos.

Como el neblí del Ángelus, que deja
su alcándara de bronce, persiguiendo  10
las tórtolas de las avemarías
y las palomas de los padrenuestros.

Como la sien canosa del aliso
cuyo sedentarismo recoleto
sabe que un espinazo rectilíneo  15
acorta espacios entre cielo y suelo.

Como el índice rústico del hombre
que adivina el horóscopo del viento;
como el índice místico del álamo,
que profesa la cátedra del cielo.  20

Subes al cielo como subiría
la vegetal puericia del centeno
sin el pecado acedó de la espiga
que eterniza en el haza su deseo.

Como en la hiperestésica distancia  25
la sierra que destierra sus senderos;
como el alma del río en el estío
y el sueño de la bruma en el invierno.

  —17→  


ArribaAbajoSoneto con sordina


Mínima música mía,
que mi corazón compuso
sobre el pentagrama iluso
de cada melancolía.

Armonía con que alegro  5
mi cotidiana derrota
sin saber que cada nota
traduce un guarismo negro.

Música que no comprende,
si mi corazón enciende  10
su violín en claro son,

por qué dulcemente suena
cuando se refrena con
la sordina de una pena.




ArribaAbajoResponso en bronce mayor



Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...

Antonio Machado.                



Encadenaron la noche
doce eslabones de bronce.

Improvisaron las torres,
ajusticiaron la noche  5

doce cadalsos de bronce.
Doce verdugos de bronce.
—18→

Amortajaron la noche
doce sudarios de bronce.

Cavaron su tumba, doce,  10
doce azadones de bronce.

Rezongaron, doce monjes,
doce Libera me Domine
De bronce.

Cayeron sobre la noche  15
doce silencios de bronce.




ArribaAbajoFruto


Dejé mi corazón
enterrado a la sombra
del árbol de tu voz.

Y el árbol de tu voz
florecía palabras  5
de amor.

Y el árbol de tu voz
tenía la blancura
de mi antiguo candor.

Y el árbol de tu voz,  10
devolvía el aroma
de mi propia emoción.

Y el árbol de tu voz
sazonaba su fruto
de amor.  15
—19→

Y el árbol de tu voz
lo desprendió, maduro,
sobre mi corazón.

Como mi corazón
era el fruto del árbol  20
de tu voz.




ArribaAbajoAntonio Machado


En el camino de la eternidad
el ataúd de pino de tu verso.

Y en la caja de pino tu palabra,
ya categorizada en esqueleto.

Delante, todo el viento de Castilla.  5
Tú detrás, en silencio,
crucificas las manos en la espalda
para ocultar una actitud de rezo.




ArribaAbajoCielo y río


Para subir su agua virgen
hasta el cielo de tu amor,
tuve que agostar el río
de mi amor.

Cuando devolviste al río  5
de mi amor agua de amor,
tu amor era el amor mío,
nostálgico de mi amor.

  —20→  


ArribaAbajoJuan Ramón Jiménez


Su musicalidad de agua secreta
profundiza el aljibe de tu verso.

Una unidad de sombra es el aljibe,
desde fuera hacia adentro.

Desde dentro hacia afuera es el aljibe  5
una total aspiración de cielo.

El aljibe ensimismase en la tierra
para perfeccionar aquel anhelo.




ArribaAbajoAusencia


Iluminaba a mi amor
tu amor, pero no sabía
mi amor, cuando se encendía,
que su sombra era mayor.

No sabía, ciego por  5
la luminosidad mía,
que tu luz ensombrecía
mi mediodía de amor.

Ahora mi noche expía
su pecado de ser día,  10
sin consolación mejor

que pensar si, todavía,
Su totalidad sombría
será sombra de tu amor.

  —21→  


ArribaAbajoIdilio


En la mirada azul del cielo pierde
la serranía su mirada verde.




ArribaAbajoLos gozos de doña Ermita


Doña Ermita se despabila
y, asistida de doña Luna,
en la jícara de la esquila
con maitines se desayuna.

Doña Ermita, por la mañana,  5
cuando se apresta para misa,
pinta con rosa de sonrisa
las mejillas de su campana.

Doña Ermita un rezo desgrana
para que dore todavía  10
sus mazorcas el mediodía
en el hórreo de la campana.

Doña Ermita timbra en secreto
una lágrima y se emociona
cuando don Ángelus, su nieto,  15
por ir al cielo la abandona.

  —22→  


ArribaAbajoHogar


Encendido en palabras puras
el fuego conversa conmigo.

Como un abuelo labrador,
de cenizas encanecido,
llamea su boca barbada  5
un consejo de campesino.

Y tiene sencillez de campo,
sencillez de ropa de lino,
sencillez de pan de centeno,
sencillez de ataúd de pino.  10

Un poco de cielo desciende
al humoso ademán tranquilo.




ArribaAbajoMetáforas de los almendros



I

(Canción de cuna)

Al campo recién nacido
la madre primaveral
lo lía con el pañal
del almendro florecido.


II

(Exvoto)

El paisaje recupera,  5
la salud y agradecido,
—23→
con cada almendro florido
finge un exvoto de cera.


III

(Toilette)

Aunque esté triste, la pradera,
cuando viene el doctor Floreal  10
abre en seguida la polvera
del almendro primaveral.


IV

(Cartas)


Almendro en primavera:
carta de la primera
Novia que conocí.  15

Almendro en primavera:
trozos de la postrera
carta que recibí.


V

(Vacaciones)

La campiña ha salido
del aula del invierno  20
con el blanco cuaderno
de un almendro florido.


VI

(Primera comunión)

Pálido está de emoción
infantil todo el paisaje,
pues hoy estrena su traje  25
de primera comunión.
—24→


VII

(Lied)

Modula el almendro en flor
un lied en luna menor,
con letra de Rimbaud y
música de Debussy.  30


VIII

(Ciencia)

En la barba encanecida
por la experiencia invernal
tiene el almendro escondida
la ciencia primaveral.


IX

(Desayuno)

El campo semidormido  35
despierta, se desarropa
y desayuna en la copa
del almendro florecido.


X

(Iniciación)

Al almendrillo doncel
vigila la primavera  40
cuando dobla, la primera
pajarita de papel.

  —25→  


ArribaAbajoLa ventana


Para mi honda pobreza de distancias
esta ventana es una mano abierta.

En la mano, rugosa de caminos,
su pañuelo de cielo me consuela.

Mi sedentaria sordidez alivia  5
con un puñado tácito de leguas.




ArribaAbajoEpitafio a una mano de labrador


En la pauta feraz del labradío
escribiste la música del trigo.

Tu erudición de soles y trabajos,
predicando palabras de sudor,
halló crucifixión en el arado.  5

La noche de tu artesa repoblaste
con universos lúcidos de panes.

La amistad cotidiana de la tierra,
contagiándote toda, de tus dedos
hizo las cinco puntas de una estrella.  10

Crispada estás cual remansado río.
La eternidad es tu primer domingo.



  —26→     —27→  

ArribaAbajoFragmentos de El buque

(1935)


  —28→     —29→  


[1]

El alma ensimismada
de pronto se ha quedado silenciosa,
se ha quedado callada
para oír una cosa
que vaga por la noche tenebrosa.  5

Un rumor parecido
al de la sangre por el cuerpo humano,
parecido al latido
de un corazón hermano,
circula por la noche de verano.  10

Su música, tan alta
y ancha como la música del fuego,
primero sobresalta
un poco, pero luego
llena el entendimiento de sosiego.  15

El rumor insistente
se apodera, después de breve lucha;
del alma que lo siente;
se apodera, sin mucha
resistencia, del alma que lo escucha.  20

El rumor incesante
devora como el fuego todo cuanto
se le pone delante,
creciendo tanto y tanto
que viene a ser un verdadero canto.  25
—30→

La noche, carcelera
de la pluma, cantando se incorpora,
como si no supiera
que la pluma sonora
llorando va por el papel ahora.  30

Digo que se levanta,
porque lo que por ella se difunde,
cantando como canta,
ser y valor infunde
a la noche y con ella se confunde.  35

Alguien está cantando
por afuera, cantando por afuera,
cantando como cuando
mi voz en llamas era
de cada sufrimiento compañera.  40

Una mujer, un hombre,
alguien está cantando lo que siento:
un aire cuyo nombre
no parece de viento
sino de música sin instrumento.  45

Música solitaria,
música pura, música directa,
música necesaria,
música predilecta
de la Música, música perfecta.  50

¡Música siete veces
música, pero música indivisa,
que sólo te pareces
a la de la sonrisa
de la Señora que la luna pisa!  55
—31→


[2]

¿Quién es esta persona
cuyo canto parece que viviera,
cuya voz ocasiona
la vida verdadera,
cuyo razonamiento regenera?  60

Pudiera ser que fuese
algún extraordinario personaje
que aquí se detuviese
después de largo viaje
para pedirme cena y hospedaje.  65

Me acerco a la ventana,
para ver al causante del concierto
por entre la persiana;
pero me desconcierto,
porque todo el jardín está desierto.  70

Los ojos no ven luna
ni estrellas en la bóveda distante,
pero perciben una
claridad vacilante
que modera la sombra dominante.  75

La claridad es clara
para templar la obscuridad incierta,
pero es obscura para
saber a ciencia cierta
quién es este cantor que me despierta.  80

¡Daría media vida
por llegar a saber el apellido
de la desconocida
o del desconocido
cuyo canto me tiene conmovido!  85
—32→

El corazón advierte
que, con el cántico meditabundo,
no tanto por lo fuerte
como por lo profundo,
va subiendo segundo por segundo.  90

Sube de tal manera,
entre sobresaltado y satisfecho,
que ya se desespera,
disparado del pecho,
debido a que tropieza con el techo.  95

Por más que lo procuro,
no logro comprender lo incomprensible
que un corazón impuro
pueda ser susceptible
de ligereza tan irresistible.  100

Sin perder un momento,
busco resueltamente la salida
y huyo del aposento,
para que la subida
que refiero no sea detenida.  105

El jardín de mi casa
(me digo mientras huyo de la pieza)
tiene ciclo sin tasa
para la ligereza
del corazón que sube y que tropieza.  110

¡Con qué desenvoltura
desarrolla su vuelo extraordinario
por la luz insegura
del cielo solitario
cuando llego al jardín hospitalario!  115
—33→


[3]

La música suspende
por un instante sus insinuaciones,
y luego condesciende,
con iguales razones,
a darme luz en forma de canciones.  120

Ayer hubiera sido
lo mismo que sentirme sin aliento,
sentir este sonido
que viene con el viento
no sé de qué lejano sentimiento.  125

Entonces yo tenía
dos corazones para cada pena,
y una mano vacía
para mí, pero llena
del todo para cada mano ajena.  130

Mano cuya fortuna
era que alguno la necesitara;
que no tocaba ni una
moneda sino para
que donde había cruz hubiera cara.  135

Desde 1900,
entre los cuatro puntos cardinales,
mis acontecimientos
eran intemporales
naturales y sobrenaturales.  140

Como el cuerpo del río,
como el cuerpo desnudo de la fuente,
mi cuerpo no era mío
sino de la corriente
formada por el alma transparente.  145
—34→

Aunque sobremanera
pero sobremanera diminuta,
mi voz entonces era
breve como la ruta
que va desde la flor hasta la fruta.  150

Cabía en un pañuelo
la tierra que tenía mi persona,
pero, tenía el cielo
que no se posesiona
sino de la persona que perdona.  155

Por una sola estrella
solía yo tener las manos juntas,
y respuestas en ella
a todas mis preguntas
era la estrella de las cuatro puntas.  160

El corazón ardía,
pues otro, superior, era su fuente;
la frente descendía
del corazón ardiente;
la mano descendía de la frente.  165

Y el fuego soberano,
comunicado con el masculino,
podía por la mano
llegar a su destino,
haciendo de mi sangre su camino.  170

Pero ahora mis venas
arrastran una sangre tan impura,
tan impura que apenas
si su curso procura
detener para oír esta hermosura.  175

Belleza que divide
su voz en claridad y melodía;
cuyo tiempo se mide
—35→
con aquél que medía
cuando tenía tiempo, mi alegría.  180

Tan inútil es ella,
tan encerrada en sí, tan armoniosa,
que belleza tan bella
no puede ser esposa
sino de la belleza más hermosa.  185

Belleza que, sonando,
quiere decir que yo le restituya
mi fe y (abandonando
mis imágenes) huya
desde mi soledad hasta la suya.  190

Un estremecimiento
sube del corazón a la cabeza,
causado por el viento
cuya canción empieza
donde termina la naturaleza.  195

¡Canción enajenada,
cuya música misericordiosa,
de tan iluminada
parece luminosa,
pero de tan profunda, tenebrosa!  200


[4]

Pero ¿qué significa
esa estrella que aumenta de tamaño,
ésa que multiplica
su resplandor extraño,
esa que se parece a la de antaño?  205

No lo sé, pero creo
que la música está relacionada
con el astro que veo,
—36→
porque la siento cada
vez mejor, cada vez más agrandada.  210

Porque noto que, cuanto
mayor es el tamaño de la estrella,
mayor es aquel canto;
que, cuanto más destella,
más fuerte suena la canción aquella.  215

Me quedo pensativo,
contemplando la llama vagabunda,
porque ignoro el motivo
del canto que me inunda
los ojos con su voz meditabunda.  220

A medida que aumenta
de volumen el astro que refiero,
es fácil darse cuenta
de que no es un lucero,
sino más bien un pájaro viajero.  225

También es evidente
que, junto con la llama referida,
la voz inteligente
del ave me convida
con un sonido que me da la vida.  230

De pronto me levanto,
porque la fuerza de la voz es tanta,
que la cara del canto,
la cara del que canta,
en un ave de pino se adelanta.  235

Este pájaro inmenso
que vuela por el cielo solitario
me ha dejado suspenso
y sin vocabulario
para expresar mi asombro extraordinario.  240
—37→

Cuando me sobrepongo,
la figura del ave me revela
que no es lo que supongo,
sino un barco de vela
que por el cielo solitario vuela.  245

Las líneas armoniosas,
los tres palos, la proa puntiaguda,
las alas poderosas
y la quilla desnuda
son de velero, no me cabe duda.  250

Pasando por encima
de la naturaleza deslumbrada,
la nave se aproxima,
movida y gobernada
por la misma canción iluminada.  255

Navega muy despacio,
meciéndose lo mismo que una cuna,
y haciendo en el espacio
las veces de una luna
mucho más luminosa que ninguna.  260

Su movimiento calma
la tormenta del cuerpo codicioso
junto con la del alma,
dándoles el reposo
de que goza la esposa en el esposo.  265

Después de haber crecido,
la música del barco se refrena,
de modo que el sonido
correspondiente suena
con una vocecita que enajena.  270

Porque, si se acercara
sin moderar la voz, me faltaría
entendimiento para
—38→
tanta sabiduría
como la que la música tendría.  275

La verdad es que ahora,
pasando por encima de mi pieza,
la nave corrobora
lo que de su belleza
dicen el corazón y la cabeza.  280

El buque más airoso
que la imaginación imaginara
sería defectuoso
si se lo comparará,
con éste que la noche me depara.  285

El único perfecto
es el barco de vela que suspira,
tanto por el aspecto
como por lo que inspira
al corazón del hombre que lo mira.  290

Ignoro en qué se funda,
ignoro por completo en qué se basa
la belleza profunda
del navío que pasa
por encima del techo de mi casa.  295

Pero estoy convencido
de no haber visto nada tan hermoso,
nada tan parecido
a lo maravilloso
como este buque todopoderoso.  300


[5]

Por el buque adelante
voy en procura de lo que deseo,
pero la voz amante
—39→
dista de lo que veo
tanto como lo bello de lo feo.  305

Diviso en la penumbra
una imagen a medias escondida,
pero lo que vislumbra
mi vida es una vida
sin número, ni pesó, ni medida.  310

La figura que veo
no es la figura de lo que presumo,
sino de mi deseo
debe de ser el humo
del fuego en cuyo fuego me consumo.  315

Andando y desandando
por el buque adelante mi camino,
continúo buscando,
pero no veo sino
la belleza del pájaro de pino.  320

Detrás de cada puerta
(por lo menos a mí se me figura)
puedo sentir a cierta
persona que murmura
mi sobrenombre por la cerradura.  325

¿De quién es esta sombra
que, por el agujero de la llave,
suspirando me nombra
con un acento grave
como la melodía de la nave?  330

Salgo de cada pieza
donde suena la voz inusitada,
con la misma certeza
de no haber visto nada
más que la soledad acostumbrada.  335
—40→

La sombra que suspira,
la sombra que me llama con empeño,
debe de ser mentira,
debe de ser el sueño
de alguna sombra que no tiene dueño.  340

En busca de la fuente
pródiga del sonido enamorado,
desesperadamente
pero sin resultado,
voy recorriendo el buque abandonado.  345


[6]

Cuando me reconcentro,
lo mismo que sucede por afuera
sucede por adentro,
pero de una manera
más sobrenatural que la primera.  350

Siento que se me pide,
con una voz obscura pero pura,
que yo no dilapide
mi riqueza futura
yendo de criatura en criatura.  355

Que busque por adentro
la figura del ser por excelencia;
circulo cuyo centro,
cuya circunferencia,
significan esencia y existencia.  360

La voz del alma tiene
más corazón o, por lo menos, tanto
como la que proviene
del buque sacrosanto
que produce la vida con su canto.  365
—41→

Me dice que la muerte
distinguirá de su contorno el mío,
cuando yo me liberte
de mi propio albedrío
y ascienda de señor a señorío.  370

Que todavía es hora
de remediar esta ceguera mía,
buscando sin demora
la verdadera vía
que ha de llevarme al verdadero día.  375

Que no tendré remedio
mientras el apetito vagabundo
no sepa ver el medio
de vivir en el mundo
con alma viva y cuerpo moribundo.  380

Que para que lo sepa
lo mejor es matar esta codicia,
de modo que no quepa
yo sino la justicia
dentro del ser exento de malicia.  385


[7]

Reconozco sentina,
cámara, botalón, arboladura,
pero no se adivina,
sobre tanta blancura,
sino la sombra de mi desventura.  390

Mi reconocimiento
prosigo lentamente por el puente,
pero sólo presiento
lo que no se presiente
sino cuando se busca inútilmente.  395
—42→

La música desea,
puesto que canta, que la solicite;
pero que no la vea,
puesto que no permite
que sepa dónde tiene su escondite.  400

Reviso el barco entero
sin dejar una sola dependencia,
buscando el paradero
del ser cuya clemencia
me devuelve la luz de la conciencia.  405

El último recodo,
y en él hasta la última pulgada,
todo lo mira, todo
lo mira la mirada,
pero no encuentra nada, nada, nada.  410


[8]

Abandono la nave
con la certeza de que no es posible
saber cuál es la clave
del canto incomprensible,
ni quién es el cantor inaccesible.  415

Pero ¿para qué quiero
saber la causa y el significado
del canto prisionero,
sabiendo que a su lado
se vive dulcemente acompañado?  420

Resulta que a medida
que va recuperando sus potencias,
el alma sorprendida
nota correspondencias
con lejanísimas inteligencias.  425
—43→

Adquiere certidumbre
de sus ocultas comunicaciones
con una muchedumbre
viva de corazones
de niños, de mujeres, de varones.  430

Es como si formara
parte de un organismo que tuviera
los ojos de la cara
en la causa primera,
pero los pies en otras cualesquiera.  435

¡Caridad unitiva
de la música todopoderosa,
cuya voz afectiva,
cuya voz amorosa,
hace de muchas una sola cosa!  440

Por esa fe, por esa
esperanza, por esa caridad
que la canción expresa
creo que la mitad
es luz y la mitad obscuridad.  445

Porque yo no sería
capaz de resistir el resplandor
que se produciría
si lo que dice por
figuras lo dijera sin temor.  450

Si lo que dice poco
a poco lo dijera de una vez;
la mirada tampoco
tendría candidez
bastante para ver su desnudez.  455

Su claridad no es nada
más que la obscuridad impenetrable
formada y conservada
—44→
por la sombra admirable
que viene de la luz inenarrable.  460

Su música y su letra
son la misericordia y la justicia:
con una nos penetra,
con otra nos enjuicia,
al mismo tiempo que nos acaricia.  465

Sus palabras ardientes
despiden tan potentes llamaradas,
que las faltas presentes
y las faltas pasadas
van quedando en cenizas transformadas.  470

Estarán encendidas
cuando el cielo se quite las estrellas
y sus luces caídas
no dejen otras huellas
Que las que dejan las memorias bellas.  475



  —45→  

ArribaAbajoDe Cielo de tierra

(1937)


  —46→     —47→  


ArribaAbajoPalabras a una cruz de palo


Así como en el llanto del poniente
se presiente el vagido de la aurora,
tu plenitud sacramental de ahora
su adolescencia vegetal presiente.

Eras un álamo, meditabundo  5
como la amanecida del cariño,
cuando para un espíritu de niño
es un muñeco destripado el mundo.

Un álamo poeta hubieras sido
si un destino mejor no convirtiera  10
en ave tu metáfora primera
y tu primer epitalamio en nido.

Leal a tu destino como ahora,
estabas tan ausente y tan arriba
que ignorabas tu sombra como ignora  15
las ofensas un alma comprensiva.

Y como eras hermano de Jesús,
para representarte su memoria,
un día, tu materia transitoria
jerarquizaste eternamente en cruz.  20

Si bastan cuatro tiempos de compás
para ceñir el cósmico concierto,
para abrazar el infinito incierto
bastan tus cuatro brazos, nada más.
—48→

De tu cuádruple abrazo es el esfuerzo  25
síntesis de las cuatro lejanías
y las elementales energías
en que se crucifica el universo.

En trescientos sesenta grados que
resume tu cuadrángulo me fundo  30
para medir la órbita del mundo
y la circunferencia de mi fe.

Con tu símbolo + sumo las dos
hipótesis del tiempo y el espacio
y mi voracidad de lumbre sacio  35
despejando la incógnita de Dios.

Eres conciliadora abreviatura
de dos caminos de peregrinante
uno ideal, tendido hacia adelante,
y otro sentimental, hacia la altura.  40

Tus aspas son del único molino
que con suspiros de plegaria rueda
para que el hombre bondadoso pueda
moler el trigo de su pan divino.

Anuda tanta caridad y tanta  45
misericordia de perdón tu nudo,
que te pareces al sollozo mudo
que está crucificando mi garganta.

  —49→  


ArribaAbajoSoneto de la Encarnación



... il suo fattore
Non disdegno di farsi sua fattura

DANTE, Par. XXXIII.                



Para que el alma viva en armonía
con la materia consuetudinaria
y, pagando la deuda originaria,  5
la noche humana se convierta en día;

para que a la pobreza tuya y mía
suceda una riqueza extraordinaria
y para que la muerte necesaria
se vuelva sempiterna lozanía,  10

lo que no tiene iniciación empieza,
lo que no tiene espacio se limita,
el día se transforma en noche obscura,

se convierte en pobreza la riqueza,
el modelo de todo nos imita,  15
el Creador se vuelve criatura.




ArribaAbajoRosario al pan de centeno


Hermano pan: en el mantel de lino,
tu perfil bondadoso es una mano,
una mano morena de aldeano
que acaricia su nieto campesino.

La corteza rugosa de tu hogaza  5
recubre esa energía que se encuentra
bajo la arruga maternal del haza
o de la frente que se reconcentra.
—50→

La misma gota de sudor fecundo
que te engendraba te enseñó la norma  10
para, copiar esta encendida forma
que te asemeja exactamente al mundo.

Tu figura es simbólico concierto,
equilibradamente resumido,
de humanidad de torso descubierto  15
y santidad de vientre concebido.

Con el amor que al Serafín condujo
cuando imitó la perfección divina,
tu curva cariñosa reprodujo.
La curva familiar de la colina.  20

Como una mano franciscana sobre
una pureza de sobrepellices,
sobre el litúrgico mantel bendices
esta felicidad de mesa pobre.

En la hostia trigal me reconcilio  25
con el espíritu del Nazareno,
mientras la eucaristía del centeno
me consubstancia con el de Virgilio.

Cuando tu verso te desobedezca
come un mendrugo de centeno, para  30
que tu emoción enternecida crezca
como semi lla que se despertara.

Y sentirás conmigo lo que siento
si desde mi tristeza se levanta
la audacia vertical de un sentimiento  35
sediento de altitud como una planta.

Cuando la eucaristía se te vuelva
vitalidad de sangre en cada fibra,
tu sensibilidad será una selva
que con el viento mínimo revibra.  40
—51→

Sentirás una lágrima que sube
desde tu corazón, hecha ternura,
como agua fervorosa que procura
la libertad celeste de la nube.

Sentirás un arroyo en cada vena,  45
en cada mano sentirás un nido,
y un susurro latino de colmena
sentirás en tu pulso estremecido.

Sentirás que tu verso te obedece
con sumisa firmeza de bastón  50
y con sinceridad que se parece
a la sinceridad del corazón.


Ruego

Para ser más honrado cada día,
con tu pobreza de estameña parda
recuérdame la tierra que me cría,  55
recuérdame la tierra que me aguarda.

Y mi sinceridad será imponente
como el silencio que se posesiona
del hijo pródigo que se arrepiente
y del padre feliz que lo perdona.  60




ArribaAbajoSoneto al Niño Dios


Te llamé con la voz del sentimiento
antes de la primera desventura,
te busqué con la luz, aún obscura,
que despuntaba en el entendimiento.

Pero siempre, Señor, sin fundamento.  5
Pero nunca, Señor, con fe segura,
—52→
porque la luz aquella no era pura
y aquella voz se la llevaba el viento.

Fue necesario que muriera el día,
que viniera la noche, que callara  10
la voz y que cesara la alegría,

para que yo te descubriera, para
que la desolación del alma mía
en el llanto del Niño te encontrara.




ArribaAbajoOración por el alma de un niño montañés


Perdónalo, Señor: era inocente
como la santidad de la campana,
como la travesura de la fuente,
como la timidez de la mañana.

Fue pobrecito como su estameña,  5
como un arroyo de su serranía,
como su sombra que, de tan pequeña,
casi tampoco le pertenecía.

Fue honrado porque supo la enseñanza
del honrado camino pordiosero  10
que, cuando pisa tierra de labranza,
deja de ser camino y es sendero.

Fue su alegría tan consoladora
que, si tocaba su flautín minúsculo,
convertía el crepúsculo en aurora  15
para engañar la pena del crepúsculo.

De aquella vida el último latido
despertó la campana, una mañana,
—53→
como si el corazón de la campana
fuera su corazón reflorecido.  20

El silencio del mundo era tremendo,
y ni el mismo silencio comprendía
si era porque un espíritu nacía
o porque el día estaba amaneciendo.

Murió con su mirada de reproche,  25
como si presintiera su mirada
que debía quedarse con la noche
para dejarnos toda la alborada.

Murió con la mirada enrojecida,
temblando como un pájaro cobarde,  30
como la despedida de la tarde
o la tarde de alguna despedida.

(Heredero de toda su ternura,
el Ángelus labriego, desde entonces,
es su rebaño, trémulo de bronces,  35
que nostálgico sube en su procura.)

Se conformó porque adivinaría
lo que a los inocentes se promete:
un ataúd chiquito de juguete
y un crucifijo de juguetería.  40

Como el agua obediente se conforma
a la imperfecta realidad del vaso,
así su espíritu llenó la forma
del ánfora encendida del ocaso.

Esa conformidad es la consigna  45
que hasta la sepultura lo acompaña,
pues quien quería toda la montaña
con un puñado suyo se resigna.
—54→

Perdónalo, Señor: desde la tierra
ya convivía en amistad contigo,  50
porque el cielo cercano es un amigo
para los habitantes de la sierra.

Señor: concédele tu amor sin tasa,
y si no quieres concederle otros,
concédele este cielo de mi casa  55
para que mire siempre por nosotros.




ArribaAbajoSoneto de la unidad del alma


Yo que tengo la voz desparramada,
yo que tengo el afecto dividido,
yo que sobre las cosas he vivido
siempre con la memoria derramada;

yo que fui por la tierra desolada,  5
yo que fui bajo el cielo prometido
con el entendimiento repartido
y con la voluntad multiplicada;

quiero poner ahora la energía
de la memoria, del entendimiento  10
y de la voluntad en armonía

con la Memoria que no olvida nunca
con el Entendimiento siempre atento
y con la Voluntad que no se trunca.




ArribaAbajoAmor antiguo


Amor antiguo, cuya sombra empaña
mi cariñosa propensión de ahora,
eres como una sombra de montaña
sobre el entendimiento de la aurora,
—55→

amor antiguo, cuya pesadumbre  5
traba la agilidad de mi alegría,
eres la tiranía de la cumbre
contra la libertad del mediodía.

Amor antiguo, cuya voz sofoca
la nueva vocecita del cariño,  10
eres palabra de provecta boca
en una boca inédita de niño.

Amor antiguo, cuyo sentimiento
hace caber el mundo en nuestro llanto,
eres el alma convertida en viento  15
y eres el viento convertido en canto.

Amor antiguo, cuya remembranza
cada amorosa perspectiva cierra,
eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra.  20




ArribaAbajoSoneto interior


Aquí donde la tierra es menos tierra,
donde el agua es el agua del olvido,
donde el aire es un aire sin sonido
y donde el fuego ya no mueve guerra;

aquí donde la tierra se destierra,  5
donde el agua carece de sentido,
donde el aire prefiere estar dormido
y donde el fuego su pasión encierra;

el hombre de mirada pensativa
substituye las cosas de su casa:  10
la tierra, con su carne fugitiva,

el aire, con el aire de su aliento,
el agua, con su propio sentimiento,
el fuego, con el fuego que lo abrasa.

  —56→  


ArribaAbajoLa niña que sabía dibujar el mundo


Aquella ciudad era muy pobre.
Aquella ciudad era tan pobre que no tenía ni un solo día.
Todo su caudal se componía de noches y de noches.
Aquella ciudad estaba muerta.
Una vez, a la ciudad aquella llegó una niña.  5
Una niña que sabía dibujar el mundo.
Como la niña era buena se apiadó de aquella ciudad.
Y comenzó a dibujar las estrellas.
Dibujó millones y millones, sin cansarse.
Eran unas estrellas infantiles, igualitas a las que subieron al cielo.  10
Y estaban tan bien dibujadas que empezaron a brillar.
Después dibujó la luna.
Era una luna desganada y paseandera como la que suele
enriquecer nuestras noches.
Lo mismo le debió parecer a la niña, pues tomando la luna
entre las manos la levantó sobre aquella ciudad.
Después dibujó las casas.  15
Las hizo a su semejanza, es decir, modestas y tranquilas.
Si le dibujó un patio abierto a cada una fue para que el cielo
las estuviera siempre gobernando.
Eran unas casas bajas y lisas y silenciosas como las que nos enseñan
a vivir y como las que nos enseñarán a morir.
Y estaban tan bien dibujadas que empezaron a contentarse, despacito.
Después dibujó las calles.  20
Eran unas calles largas y rectas como el mástil de la guitarra.
Si las hizo iguales fue para que ninguna abarcara más dicha ni más pena
que las otras y para que el atardecer tuviera la misma intensidad
y la misma latitud en todas ellas.
—57→
Eran unas calles como las que conoce nuestra felicidad monótona y vagabunda.
Y estaban tan bien dibujadas que empezaron a entristecerse despacito.
Después dibujó las vidas de los hombres y de las mujeres.  25
Dibujó muchachos como nosotros y muchachas como la novia
de cada uno de nosotros.
Eran humanidades sencillas y mansas, con la docilidad del agua
y también con su hondura luminosa.
Humanidades como las de todos los que, ahora y aquí, coincidimos
en un momento de vida y de voluntad de vida.
Y estaban tan bien dibujadas que empezaron a morirse, despacito.
Después la niña dibujó todas las cosas del mundo.  30
Las presentes y las ausentes.
Como la niña era buena se las regaló a la ciudad aquella, que ya le pertenecía
totalmente, con esa totalidad de poderío que tiene Dios sobre el pecado y el perdón.
La noche, que había visto el milagro, se persignó asombrada.
Así nació la Cruz del Sur.
Aquella ciudad se llamaba Buenos Aires.  35
Aquella niña se llamaba Norah Borges.




ArribaAbajoAlegoría pausada


Este poema tiene un día dormido entre los brazos.
Este día se vuelve poniente al Oeste del pecho.
Este poniente siente una calle pasar por sus venas.
Esta calle sube al cielo frente a una casa.
Esta casa abre las alas cuando yo llamo.  5
Estas alas amparan el sueño de almendra de Jacqueline.
Jacqueline es el retrato de una chica de once años.
Esta chica me acerca diez horizontes con los dedos.
Estos horizontes tienen una luna sentada en las rodillas.
Esta luna nació en una ventana mía, que ya no canta.  10
—58→
Esta ventana recobra su cielo y yo regreso por los ojos.
Estos ojos han visto a una muchacha que sonríe.
Esta muchacha reclina la voz en un pájaro que pasa.
Esta voz es el eco de los pasos del atardecer.
Este eco descansa mis caminos y enjuga mis estrellas.  15
Estas estrellas, que son hijas de tu noche y mi frente.
Esta frente, donde un rey de fuego gobierna un país de nieve.




ArribaAbajoSoneto del Dulce Nombre


Si el mar que por el mundo se derrama
tuviera tanto amor como agua fría,
se llamaría, por amor, María,
y no tan sólo mar, como se llama.

Si la llama que el viento desparrama,  5
por amor se quemara noche y día,
esta llama de amor se llamaría
María, simplemente, en vez de llama.

Pero ni el mar de amor inundaría
con sus aguas eternas otra cosa  10
que los ojos del ser que sufre y ama,

ni la llama de amor abrasaría,
con su energía misericordiosa,
sino al alma que llora cuando llama.

  —59→  


ArribaAbajoNocturno


En una noche obscura.


San Juan de la Cruz.                



¿De quién es esta voz que va conmigo
por el desierto de la noche obscura?
¿De quién es esta voz que me asegura
la certidumbre de lo que persigo?

¿De quién es esta voz que no consigo  5
reconocer en la tiniebla impura?
¿De quién es esta voz cuya dulzura
me recuerda la voz del pan de trigo?

¿De quién es esta voz que me serena?
¿De quién es esta voz que me levanta?  10
¿De quién es esta voz que me enajena?

¿De quién es esta voz que, cuando canta,
de quién es esta voz que, cuando suena,
me anuda el corazón y la garganta?




ArribaAbajoEstampa de San Martín de Tours, patrón de Buenos Aires


El soldado Martín detuvo su caballo y se quedó mirando al mendigo
que le pedía una limosna por el amor de Nuestro Señor Jesucristo,
y vio que tenía los ojos de los que han llorado y llorado desde niños,
y vio que tenía las manos de los que solamente saben este oficio,
—60→
y vio que tenía los pies de los que no conocen sino este camino,  5
y vio que tenía la boca de los que no han dicho palabras de cariño,
y vio que tenía la frente de los que no saben dónde hallarán arrimo,
y vio que aquel cuerpo sediento y hambriento estaba casi aterido de frío,
y vio que el alma de aquel cuerpo también carecía de alimento y abrigo.
El soldado Martín detuvo su caballo y, después de mirar al mendigo,  10
contempló la dulce campiña, los árboles, los pájaros, el cielo y el río,
feliz cada cual en su mundo; feliz cada cual en sus límites estrictos,
feliz cada cual en el orden impuesto a las cosas por el dedo infinito,
menos el hombre sin amparo que le pedía una limosna en el camino;
y aunque Martín aún no había recibido las santas aguas del bautismo,  15
que lavan el entendimiento para que refleje los misterios divinos
(aunque Martín era soldado de Roma todavía no lo era de Cristo),
comprendió toda la miseria, comprendió todo el horror del hombre caído,
y comprendió también que aquella debilidad provenía del hombre mismo
y no de Dios, que todo, todo, lo había creado fuerte, feliz y limpio.  20
El soldado Martín detuvo su caballo, y, volviendo a mirar al mendigo,
pensó en el valor que tendría la naturaleza humana en el plan divino,
pensó en el valor que tendría la naturaleza de aquel ser desvalido,
—61→
cuando, para restaurarla, fue menester que lo grande se hiciera chico,
que lo infinito se volviera finito, que lo eterno tuviera principio,  25
que la causa se hiciera efecto, que lo absoluto se volviera relativo,
que se ofreciera en sacrificio nada menos que la Palabra de Dios vivo;
y al pensar en esto el soldado, no teniendo con qué socorrer al mendigo,
como aquella causa era justa, desenvainó la espacia que llevaba al cinto,
rasgó por el medio su capa, le alargó la mitad y siguió su camino,  30
llevando la otra mitad para cubrir espiritualmente al pueblo argentino,
que, con el andar de los años, había de nacer aquí, donde nacimos.




ArribaAbajoHomenaje a Garcilaso


¿Es el paso desnudo de la rosa?
¿Es el canto del viento fugitivo?
¿Es el pulso del árbol sensitivo?
¿Es la luz de la estrella silenciosa?

¿Es el latido de la mariposa?  5
¿Es el llanto del pájaro cautivo?
¿Es la voz del arroyo pensativo?
¿Es la respiración de cada cosa?

No es ni la mariposa ni la estrella
ni el pájaro ni el viento ni la rosa  10
ni el árbol ni el arroyo, sino aquella

mano cuyo profundo sentimiento
sabe hallar en la voz de su instrumento
la razón musical de toda cosa.

  —62→  


ArribaAbajoOración a Nuestra Señora de los Buenos Aires


Virgen que das el puerto de tus brazos,
Virgen que das el puerto de tus ojos,
tanto a la embarcación hecha pedazos
como a la voluntad hecha despojos;

que con tu nombre calmas las pasiones  5
y los desordenados movimientos
los movimientos de los corazones
y las pasiones de los elementos;

que con el nombre con que das la calma
diste comienzo a la ciudad querida,  10
puesto que dar el nombre es dar el alma,
puesto que dar el alma es dar la vida;

Virgen que favoreces nuestras cosas
con tus imploraciones insistentes,
porque tus manos misericordiosas  15
cuando se juntan son omnipotentes;

Virgen que con tus manos aseguras,
Virgen que con tus ojos iluminas
los derroteros y las singladuras
de las generaciones argentinas;  20

Nuestra Señora de los Buenos Aires
antes de que aparezca el Anticristo,
pídele a Dios que funde a Buenos Aires
por vez tercera, pero en Jesucristo;

para que cuando caigan las estrellas,  25
y la luna se apague con el viento,
y de la luz del sol no queden huellas
ni en la memoria ni en el firmamento;
—63→

para que cuando en forma decisiva
la Palabra de Dios nos interrogue;  30
para que cuando el río de agua viva
nos apague la sed o nos ahogue;

para que cuando suene la trompeta
sobre la confusión de las campanas,
y el demonio se quite la careta,  35
y aparezca el Ladrón en las ventanas;

para que cuando vuelvan del olvido
todos los que disfruten de sosiego,
y este renacimiento prometido
sea para la luz o para el fuego;  40

para que cuando el río de la Plata
pueda llamarse río de la Sangre,
y convertido en una catarata
el cielo moribundo se desangre;

para que cuando cese la discordia,  45
para que cuando cese la codicia,
para que cuando la Misericordia
dé paso finalmente a la Justicia;

para que cuando el tiempo se resuelva
en un hoy sin ayer y sin mañana,  50
y el espacio de ahora se disuelva
en una dimensión ultramundana;

para que cuando todo esté marchito,
las mujeres, los niños y los hombres
que nacieron aquí tengan escrito  55
en las frentes el nombre de los nombres;

y para que la bienaventurada
ciudad de Buenos Aires sobreviva,
convertida en la parte más poblada
de la Jerusalén definitiva.  60

  —64→  


ArribaAbajo Soneto de Córdoba


Cuando mi luz estaba consumida
y se volvían noches mis mañanas,
pues la desesperanza de mi vida
era un cuarto sin puertas ni ventanas,

busqué para mis penas sobrehumanas  5
la protección de la ciudad querida,
y en el regazo fiel de sus campanas
recliné mi cabeza dolorida.

Y me quedé dormido bajo el cielo,
con un sueño de niño fatigado  10
que sólo en descansar halla consuelo,

para soñar, desde mi noche incierta,
y volver a soñar, enamorado,
con la mujer que ahora me despierta.

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