La bandera |
| Éste es el sol y éste es el cielo que en la
bandera victoriosa nos hermanan. | | | | Éste es el sol que une los cuerpos y éste es el
cielo cuyo amor une las almas. | | | | Ambos están sobre nosotros para mostrarnos el camino que
no engaña. | | | | Y levantarnos de la tierra con la energía de las cosas
sobrehumanas. | | | | Su luz nos junta en el recuerdo y al mismo tiempo nos congrega
en la esperanza. |
5 | | | Mientras su fuego nos domine seremos libres como el vuelo de sus
llamas. | | | | Si alguna vez nos dividimos, quiera el Señor que
levantemos la mirada. | | | | Y contemplemos en el cielo celeste y blanco la bandera de la
patria. | | | | En su virtud encontraremos aquella fuerza que una vez nos hizo
falta. | | | | Y volveremos a estar juntos como los hijos bajo el techo de la
casa. |
10 | |
|
| Su limpia historia es la del río que se desborda por amor
y fertiliza. | | | | Cruzó desiertos y montañas para calmar la sed de
un mundo en sus orillas. | | | | Bajó del cielo de la patria para mostrarnos la
razón de nuestra vida. | | | | Para enseñarnos a ser libres como el espacio que en sus
pliegues nos traía. | | | | Hombres de ayer la recibieron en la raíz del
corazón, con alegría. |
15 | | | Y la llevaron en los ojos llenos de fuego y en las manos
decididas. | | |
—143→
| | Desde aquel día, su carrera fue la del sol que la besaba
y la encendía. | | | | Y que, al pasar sobre los pueblos, los despertaba de la muerte y
los unía. | | | | Con su calor fundió cadenas y con su luz abrió las
cárceles sombrías. | | | | Donde alumbró se disiparon todas las sombras y
empezó la luz del día. |
20 | | | Pero también hubo la noche sin compasión, la noche
ciega del fracaso. | | | | La obscuridad de la derrota llenaba el mundo con su voz y con su
llanto. | | | | Noche de labios temblorosos, noche de frentes escondidas en las
manos. | | | | Noche de gritos reprimidos, noche de dientes y de puños
apretados. | | | | Noche final en que la historia ya estaba a punto de volver sobre
sus pasos. |
25 | | | Y en que el camino de las horas ya no llevaba al porvenir, sino
al pasado. | | | | Pero la patria no moría, porque algo suyo era invencible,
sin embargo. | | | | Un resto limpio de bandera se defendía entre la muerte y
sobre el caos. | | | | Y era la chispa de otro fuego que despertaba más glorioso
que el de antaño. | | | | La roca viva entre las olas y la semilla junto al árbol
desplomado. |
30 | |
|
| En torno al resto de bandera, la patria entera en un momento
estaba junta. | | | | Todos los vivos que quedaban y hasta los muertos arrancados de
las tumbas. | | | | La patria eterna convocaba sus energías más
remotas y profundas. | | | | Y en un impulso de victoria se derramaba como un mar lleno de
furia. | | |
—144→
| | Olas inmensas de caballos y de caballos inundaban la
llanura. |
35 | | | Y reventaban en los pechos que se oponían vanamente a su
locura. | | | | En lo más alto de las olas, aquel jirón que iba
flotando era la espuma. | | | | Cuando se hundía entre las lanzas era un relámpago
perdido entre la lluvia. | | | | Al fin llegaba la victoria, para mecer al pueblo fuerte con su
música. | | | | Y aquel jirón se adormecía, vivo y glorioso como
nadie y como nunca. |
40 | |
|
| Esta bandera es la bandera que nos congrega en un solar y en una
historia. | | | | Esta es el alma de la patria: su voluntad, su entendimiento y su
memoria. | | | | Si algo valemos es por ella, que nos agranda con su fuerza
generosa. | | | | Y que, después de agigantarnos, nos da el ejemplo
soberano de sus obras. | | | | El elemento en que palpita ya no es el aire, sino el viento de
la gloria. |
45 | | | Y el resplandor que la ilumina ya no es del sol, sino del Ser
que hizo las cosas. | | | | Su luz de cielo nos alumbra, su sombra de árbol nos
ampara y nos convoca. | | | | Mientras vivamos en la tierra, seamos dignos de su luz, y de su
sombra. | | | | Quiera el Señor que la sigamos cuando nos llame como ayer
a la victoria. | | | | Y, si la muerte no nos deja, que por nosotros nuestros hijos le
respondan. |
50 | |
|
Canción de otoño |
| En la casa silenciosa | | | | el viento pensando está | | | | cosas que, por ser de viento | | | | el viento se llevará, | | | | mientras un grillo olvidado |
5 | | | en la inmensa obscuridad | | | | añade al mar del silencio | | | | su gota de soledad. | | | | Viento de otoño: | | | | ¿qué pensarás? |
10 | |
|
| En las viejas galerías | | | | el viento diciendo está | | | | cosas que sólo comprenden | | | | el viento, la obscuridad | | | | y alguna estrella perdida |
15 | | | que, desde la inmensidad, | | | | oye lo que dice el viento | | | | sin saber qué contestar. | | | | Viento de otoño: | | | | ¿qué me dirás? |
20 | |
|
—147→
|
| En las ventanas vacías | | | | El viento escribiendo está | | | | cosas que la dulce mano | | | | de la lluvia borrará, | | | | y cuyo vago recuerdo |
25 | | | confundido rodará | | | | con la emoción de las hojas | | | | que el viento empujando va. | | | | Viento de otoño: | | | | ¿qué escribirás? |
30 | |
|
| En los umbrales desiertos | | | | el viento llorando está | | | | cosas que con él se fueron | | | | para no volver jamás; | | | | pero el corazón, que espera |
35 | | | sin cansarse de esperar, | | | | oye pasos que se acercan | | | | en los pasos que se van. | | | | Viento de otoño: | | | | ¿qué llorarás? |
40 | |
|
Nocturno |
| ¿Qué fuego es éste cuyo fiel latido, | | | | cada vez más profundo y más cercano, | | | | sólo para mi pecho es parecido | | | | a la palpitación de un ser humano? | | |
|
| ¿Qué paso es éste cuyo leve ruido, |
5 | | | siendo en las sombras un sonido vano, | | | | sólo en mi corazón tiene sentido, | | | | porque resuena como el de un hermano? | | |
|
| ¿Qué voz es esta voz cuyo sonido; | | | | sin turbar el silencio soberano, |
10 | | | sólo sabe sonar para mi oído? | | |
|
| ¿Qué mano es ésta cuyo amor lejano, | | | | mientras el mundo entero está dormido, | | | | sólo se acuerda de mi pobre mano? | | |
|
El libertador
|
Meditación ante la tumba del general San
Martín.
|
|
| Despierto está sobre nosotros, como una estrella
protectora en nuestro cielo. | | | | En el hogar que nos reúne, su nombre augusto es como el
pan y como el fuego. | | | | No hay argentino que no sienta dentro del alma la virtud de su
recuerdo. | | | | Y que no escuche en lo más hondo del corazón la
voz profunda de su sueño. | | | | Hasta en la muerte es de sus hijos, hasta en la muerte
silenciosa es de su pueblo. |
5 | | | Hasta en la muerte se derrama sobre la vida y el honor de
nuestro suelo. | | | | Mientras vivió, vivió de darse, como el misterio
de la música en el tiempo. | | | | Como la fuente, como el río, como la luz, como la llama,
como el viento. | | | | El alma inmensa de aquel hombre sólo cabía sin
dolor en un ejército. | | | | Para vivir en este mundo, su corazón necesitó
miles de cuerpos. |
10 | |
|
| Aquel ejército era el eco de su emoción, pues era
carne de su carne. | | | | Su corazón le daba forma; sus venas vivas de
pasión le daban cauce. | | | | Su voz vibraba en los clarines y sostenía las banderas en
el aire. | | | | Hasta en los últimos tambores, lo que sonaba era su
_pulso formidable. | | | | Su voluntad se propagaba como un incendio hasta los puestos
más distantes. |
15 | |
—150→
| | De regimiento en regimiento, de batallón en
batallón, de sable en sable. | | | | Su fe rodaba por las filas con el empuje de un torrente
infatigable. | | | | Y su calor llegaba en olas a los lugares más confusos del
combate. | | | | En el momento de la gloria, no había herida que en su
ser no palpitase. | | | | Si todo el triunfo era su triunfo, toda la sangre derramada era
su sangre. |
20 | |
|
| Llegó la fecha señalada, y el gran ejército
cruzó la cordillera. | | | | La mole altiva no se opuso, porque sintió que aquella
fuerza era su fuerza. | | | | Aquellos hombres que pasaban estaban hechos de su polvo y de su
piedra. | | | | Eran hermanos de sus rocas, de sus tremendos precipicios, de sus
crestas. | | | | Eran volcanes de los suyos: tenían fuego en la
raíz y en la cabeza. |
25 | | | Eran montañas y montañas, movilizadas con fervor
para una empresa. | | | | Del otro lado había pueblos esclavizados y naciones
prisioneras. | | | | Había seres que esperaban la libertad, había
hermanos en cadenas. | | | | Un vasto sueño los unía, y era que un sol les
disipaba las tinieblas. | | | | Aquella luz con que soñaban llegó por fin en el
temblor de una bandera. |
30 | |
|
| Detrás del sol, el alma inmensa de San Martín
desembocó de las montañas. | | | | Y sobre medio continente se desató como un ciclón
de luz y llamas. | | | | Su fuerza enorme recorría todas las fibras de aquel
cuerpo que avanzaba. | | |
—151→
| | Y aquel abismo de materia se convertía poco a poco en
cumbre de alma. | | | | Y era relámpago en los pechos, trueno en las bocas y
centella en las miradas. |
35 | | | Chispa en el bosque de las crines y tempestad en la floresta de
las lanzas. | | | | Estaba entera en cada grito de rebelión, en cada
puño, en cada espada. | | | | Tanto en la sangre turbulenta como en el río silencioso
de las lágrimas. | | | | Nuestro destino y su destino se confundieron como el hierro con
la fragua. | | | | Y nuestra historia fue tomando la forma justa de la gloria en
sus entrañas. |
40 | |
|
| Seamos fieles a esta forma, como soldados de verdad a una
consigna. | | | | Porque es la forma de la patria: justo equilibrio de valor y de
justicia. | | | | Sólo una espada como aquélla pudo engendrar, este
milagro de armonía. | | | | Porque en ninguna de la tierra la semejanza con la cruz fue tan
estricta. | | | | Guardemos siempre la memoria de aquella mano sin temor y sin
mancilla. |
45 | | | Guardemos siempre su recuerdo fundamental, como si fuera nuestra
vida. | | | | Con el amor con que la fruta guarda en el fondo de su seno la
semilla. | | | | Con el fervor con que la hoguera guarda el recuerdo victorioso
de la chispa. | | | | Que su sepulcro nos convoque mientras el mundo de los hombres
tenga días. | | | | Y que hasta el fin haya un incendio bajo el silencio paternal de
sus cenizas. |
50 | |
|
El ruiseñor |
| Todas las noches de aquel tiempo, la voz lejana y misteriosa me
llamaba. | | | | Cuando las cosas se dormían, el dulce canto en el
silencio despertaba. | | | | Para escuchar lo que decía, yo interrumpía mis
deseos y mis páginas. | | | | Y con las manos distraídas cerraba el libro y me apoyaba
en la ventana. | | | | La voz llegaba de tan lejos, que en vez de oírla
parecía recordarla. |
5 | | | Y era tan pura y tan hermosa, que percibirla parecía
profanarla. | | | | Pero aquel canto me atraía, y hubo una noche en que
sentí que me arrastraba. | | | | Y que hacia el bosque en que vivía, con una fuerza
irresistible me acercaba. | | | | A cada estrella de aquel cielo, la tierra fiel con una flor le
contestaba. | | | | Mayo reinaba dulcemente, yo ya tenía corazón, y
era en España. |
10 | |
|
| Llegué a la orilla de aquel bosque cuando la noche era
más bella y más profunda. | | | | Y con el alma en cada paso fui penetrando poco a poco en la
espesura. | | | | Entre los pinos soñolientos el viento andaba como un
niño entre columnas. | | | | Y en voz más baja que un suspiro les preguntaba por el
mar y por la lluvia. | | |
—156→
| | Vagos rumores vegetales estremecían la quietud
meditabunda. |
15 | | | Y delicados aleteos acariciaban el silencio con ternura. | | | | Pero el silencio iba creciendo, pues esperaba el nacimiento de
la música. | | | | Y cada vez era más débil aquel susurro de las
hojas y las plumas. | | | | Todas las cosas descansaban con esa calma que precede a la
hermosura. | | | | Y de repente el bosque entero se conmovió con una voz
como ninguna. |
20 | |
|
| Primero fue como una queja, como un sollozo de cristal, como un
gemido. | | | | Luego un sonido entrecortado por el murmullo tembloroso de los
pinos. | | | | Más tarde un hilo melodioso, luego una pausa y un rumor,
después un trino. | | | | Y al fin el canto, el canto, el canto del ruiseñor en el
silencio conmovido. | | | | Un canto limpio y armonioso, cuyo fervor era el del aire
sensitivo. |
25 | | | Y cuyas notas inflamadas resplandecían como gotas de
rocío. | | | | Más inventivo que el del fuego, su movimiento era el del
alma y el del río. | | | | Se deslizaba por el tiempo, pero en la paz del corazón
estaba fijo. | | | | El canto ardía en él silencio con el misterio de
un lucero lejanísimo. | | | | Impenetrable y luminoso como un purísimo diamante, pero
vivo. |
30 | |
|
| Cerrada estaba todavía para mi frente silenciosa la
Belleza. | | | | Y de repente, por el canto del ruiseñor, tuve
noción de su grandeza. | | |
—157→
| | El gran amor que lo encendía se desbordaba de su voz con
inocencia. | | | | Y algo del bien que yo ignoraba caía en gotas de
emoción en mi conciencia. | | | | Entonces vi con toda el alma que aquella voz era un destello de
la eterna. |
35 | | | Que la pasión que la inflamaba me daba el ser para que yo
la comprendiera. | | | | Que aquel amor era la fuente del manso río de mis ojos y
mis venas. | | | | Y la raíz que alimentaba la voz del mar y la
canción de las estrellas. | | | | Luego salí de mis sentidos y me encontré
desamparado en las tinieblas. | | | | Y sin más luz que la del canto me fui perdiendo en un
olvido sin fronteras. |
40 | |
|
| Y así, perdido para todos, hallé el sendero de mi
vida en aquel canto. | | | | Tuve conciencia de mi rumbo, supe la causa y el objeto de mis
pasos. | | | | Vi la razón de haber nacido, de amar la luz, de ser
feliz, de haber llorado. | | | | De haber estado pensativo, de ver, de oír, de comprender,
de estar soñando. | | | | Al despertar alcé los ojos; y no recuerdo si
después junté las manos. |
45 | | | Sólo recuerdo que la dicha me hacía sitio con amor
en su regazo. | | | | El alba erraba por el bosque con un dulcísimo rumor de
pies descalzos. | | | | Y va se oía el de las cosas entre los trinos cada vez
más espaciados. | | | | Luego cesó la melodía del ruiseñor y se
apagó la de los astros. | | | | Pero en mi frente silenciosa la voz divina ya se había
despertado. |
50 | |
|
Soneto a Bach |
| Quiero subir por tu escalera de oro | | | | hacia ese mundo sin dolor ni viento | | | | desde donde tu limpio sentimiento | | | | me está llamando con amor sonoro. | | |
|
| Quiero subir en busca del tesoro |
5 | | | presentido en la gracia de tu acento, | | | | más allá de este júbilo que siento, | | | | más allá de estas lágrimas que lloro. | | |
|
| Quiero subir, desnudo de mi mismo, | | | | viendo que todo en el creciente abismo |
10 | | | se vuelve más pequeño y más fugaz, | | |
|
| mientras el alma, cada vez más pura, | | | | y tu voz, cada vez menos obscura, | | | | se van fundiendo en una sola paz. | | |
|
La luna |
| En el silencio de la tarde suena la voz de una campana
cristalina. | | | | Y su latido emocionado vibra en el pulso tembloroso, de la
brisa. | | | | Entre dorados resplandores, se apaga el fuego melancólico
del día. | | | | Y va creciendo el de la luna, que mira el campo desde el cielo
de ceniza. | | | | Como la luna es muy pequeña, su brillo es débil
como el aire que palpita. |
5 | | | Y sólo enciende algunas formas que se confunden con las
sombras indecisas. | | | | Pero las sombras se agigantan, y hasta esos lánguidos
fulgores se disipan. | | | | Y ya no queda en el espacio sino el candor de su mirada
lejanísima. | | | | El cielo inmenso se despierta sobre la calma de la noche
pensativa. | | | | Y, desde el mundo abandonado, los grillos cuentan las estrellas
infinitas. |
10 | |
|
| El manso brillo de la luna sigue creciendo en la quietud del
firmamento. | | | | Y anima el campo taciturno con el fulgor de su lejano
sentimiento. | | | | Su luz de manos infantiles une la tierra silenciosa con el
cielo. | | | | Y resucita en este mundo formas perdidas y apagadas en el
tiempo. | | | | En los caminos solitarios piensa rebaños y rebaños
de corderos. |
15 | |
—162→
| | Y sueña miles de palomas y de cigüeñas
impasibles en los techos. | | | | Entre sus olas cristalinas, habla en secreto de gaviotas y
veleros. | | | | Y desde todas las ventanas les dice adiós con el temblor
de sus pañuelos. | | | | Su palidez maravillosa se comunica poco a poco al mundo
entero. | | | | Y el mundo entero es un gran lirio cuyo perfume misterioso es el
silencio. |
20 | |
|
| Purificada por el tiempo, la milagrosa claridad sigue
aumentando. | | | | Y en lo más vivo y más intenso de su callada
perfección halla descanso. | | | | Este sosiego luminoso se va extendiendo sin rumor por el
espacio. | | | | Y en cada cosa resplandece con la pureza de un espejo
ensimismado. | | | | La luz feliz fija las formas y las figuras en un éxtasis
lejano. |
25 | | | Y las convierte en monumentos de lo que fueron en el mundo que
poblaron. | | | | La luna llena que hoy alumbra, bien puede ser que haya nacido
hace mil años. | | | | Y que las cosas que hoy la miran, desde aquel tiempo la
estuvieran contemplando. | | | | Todo ha quedado quieto y mudo como la luz que en el silencio
está brillando. | | | | En esta paz inverosímil, el universo es un océano
de mármol. |
30 | |
|
| Pero la luna se marchita, y el mundo extático se anima y
se despierta. | | | | Las cosas vuelven dulcemente de la emoción en que se
hallaban prisioneras. | | | | La luz pregunta por el viento, que está dormido en la
quietud de la arboleda. | | |
—163→
| | Y el viento escucha y se levanta para saber quién es el
ser que lo recuerda. | | | | Juntos de nuevo entre las hojas, encienden nardos temblorosos en
la hierba. |
35 | | | Y en los lugares más obscuros ponen destellos palpitantes
de inocencia. | | | | ¿Quién ha pensado esta blancura que se derrama con
amor sobre la tierra? | | | | ¿Qué dulces almas la olvidaron como una flor en
esta luz que da tristeza? | | | | ¿Desde qué sueños virginales viene sin voz
por entre pálidas estrellas? | | | | ¿Hacia qué sueños infantiles va por la
noche con su carga de azucenas? |
40 | |
|
| La luna pierde poco a poco la refulgencia y el fervor de su
mirada. | | | | Y se deshoja lentamente, con la tristeza de una flor
abandonada. | | | | Su luz marchita es como el eco de una palabra muy hermosa y muy
lejana. | | | | Y como un nombre de otro tiempo, que el cielo dice con
cariño en voz muy baja. | | | | Pero las almas que recuerda son cada vez más imprecisas y
apagadas. |
45 | | | Y las ciudades que imagina se desvanecen como el humo en la
distancia. | | | | Entre las ruinas de sus sueños brillan temblando algunas
cosas olvidadas. | | | | Y blancos restos de columnas yacen perdidos en la tierra
devastada. | | | | La obscuridad inunda el cielo y anega el mundo silencioso con
sus aguas. | | | | Sobre sus olas infinitas, sólo este pétalo de luz
espera el alba. |
50 | |
|
Canciones paternales |
I |
El carpinterito
|
| Desde que el día se levanta | | | | hasta que Venus reverbera, | | | | sólo suena en la casa entera | | | | tu martillo que canta y canta. | | |
|
| La flor callada en su rincón |
5 | | | y el dulce pájaro en su nido | | | | oyen en paz este latido | | | | que parece el de un corazón. | | |
|
| Y cuando empieza a obscurecer | | | | y la noche viene a buscarte, |
10 | | | cada grillo sale a escucharte | | | | a la puerta de su taller. | | |
|
| Estos seres maravillosos | | | | que te contemplan en secreto | | | | buscan la causa y el objeto |
15 | | | de tus afanes misteriosos. | | |
|
| Y su pacífica mirada | | | | tarda muy poco en darse cuenta | | | | de que tu lírica herramienta | | | | canta bien, pero no hace nada. |
20 | |
|
| La flor, el pájaro y el grillo | | | | van llegando al convencimiento | | | | de que apenas si son de viento | | | | las hazañas de tu martillo. | | |
|
—165→
|
| Sólo yo, que creo en tus manos, |
25 | | | veo sus obras misteriosas, | | | | que no digo porque son cosas | | | | para lenguajes sobrehumanos. | | |
|
| Pero sé que ni en las estrellas | | | | más luminosas y más puras |
30 | | | se levantan arquitecturas | | | | tan armoniosas y tan bellas. | | |
|
| Y que sus rectas increíbles | | | | y sus curvas incomparables, | | | | de tan bellas son inefables, |
35 | | | y de tan puras, invisibles. | | |
|
| ¿No es natural que entienda bien | | | | estos milagros de tu frente | | | | quien como yo vive pendiente | | | | de las cosas que no se ven? |
40 | |
|
| No dejes, pues, que el desencanto | | | | interrumpa tu largo sueño, | | | | que si otros sólo ven tu empeño, | | | | yo veo el fruto de tu canto. | | |
|
| Sueña siempre con este brío |
45 | | | con que sueñas desde la aurora, | | | | pues cuando sueñas como ahora | | | | me pareces más hijo mío. | | |
|
|
—166→
|
II |
El viaje
|
| Cuando en los cielos apagados | | | | abre los ojos el lucero, |
50 | | | oigo tus pasos de cordero | | | | que me buscan por todos lados. | | |
|
| Al escuchar tu voz ansiosa | | | | dejo la pluma y el papel, | | | | y confío a tu mano fiel |
55 | | | la mía quieta y silenciosa. | | |
|
| Y olvidando en la casa fría | | | | las palabras que sueño en vano, | | | | salgo contigo de la mano | | | | para el viaje de cada día. |
60 | |
|
| No bien cruzamos el umbral | | | | y llegamos a cielo abierto, | | | | me levantas del mundo yerto | | | | con una fuerza sin igual. | | |
|
| Y hacia la inmensa muchedumbre |
65 | | | del firmamento milagroso | | | | me vas llevando sin reposo | | | | por los caminos de costumbre. | | |
|
| Recorriendo el aire sin nombre | | | | rumbo al enjambre que destella, |
70 | | | damos al fin con una estrella | | | | donde nunca se ha visto un hombre. | | |
|
| Y allí vivimos una vida | | | | que no es ésta de carne y hueso, | | |
—167→
| | porque ni el alma tiene peso |
75 | | | ni el corazón tiene medida. | | |
|
| Y porque todo lo soñado | | | | durante el día con la pluma | | | | ya no es vano como la espuma | | | | sino seguro y bien fundado. |
80 | |
|
| Pero la tierra tenebrosa | | | | se va cansando de esperar, | | | | y es necesario abandonar | | | | el fulgor de tu estrella hermosa. | | |
|
| Cuando vuelvo a pisar el mundo, |
85 | | | que me recibe con sus penas | | | | el castigo de sus cadenas | | | | me parece menos profundo. | | |
|
| Y hasta puedo, sin un reproche, | | | | mirar la sombra frente a frente, |
90 | | | desafiando resueltamente | | | | la perspectiva de otra noche. | | |
|
| Pues en la dicha que me das | | | | en el viaje a tu paraíso | | | | hallo la fuerza que preciso |
95 | | | para vivir un poco más. | | |
|
|
III |
La ciudad
|
| En la noche pura y serena | | | | y entre los grillos infantiles | | | | aparece la luna llena | | | | con su ejército de albañiles. |
100 | |
|
—168→
|
| Estos hombres bajan al mundo | | | | y con sutiles argamasas, | | | | en poco menos de un segundo | | | | edifican miles de casas. | | |
|
| Con misteriosas herramientas, |
105 | | | que por mudas parecen flores, | | | | levantan torres soñolientas | | | | y pensativos miradores. | | |
|
| Abren calles y tienden puentes, | | | | dibujan plazas silenciosas, |
110 | | | y alzan murallas relucientes | | | | para encerrar todas las cosas. | | |
|
| Una ciudad como ninguna, | | | | por lo pálida y por lo bella, | | | | nace por fin bajo la luna, |
115 | | | con la tristeza de una estrella. | | |
|
| En la ciudad, que está brillando | | | | como un astro desconocido, | | | | sólo hay niños que están
soñando | | | | con juguetes que no han tenido. |
120 | |
|
| Tú contemplas la dulce pena | | | | que los aflige y los consume, | | | | con la pena que a la azucena | | | | le dan las flores sin perfume. | | |
|
| Y la blancura fulgurante |
125 | | | de la ciudad maravillosa | | | | te parece menos brillante | | | | y bastante menos hermosa. | | |
|
| Pero el sueño te va inundando | | | | con su gran río de algodón, |
130 | | | y en este mundo, palpitando, | | | | sólo queda tu corazón. | | |
|
—169→
|
| Porque el resto de tu persona | | | | sueño adentro se va soñando | | | | hacia un rey de cetro y corona |
135 | | | que en el fondo te está esperando. | | |
|
| El buen rey te dará montones | | | | de juguetes y de cariños | | | | para colmar las ambiciones | | | | de las almas de aquellos niños. |
140 | |
|
| Y la ciudad, que todavía | | | | dará luz en la obscuridad, | | | | ya no tendrá melancolía | | | | sino inmensa felicidad. | | |
|
|
IV |
El tren
|
| Hacia el fin de la tarde pura |
145 | | | brilla una luz en la distancia, | | | | y un rumor como una fragancia | | | | te conmueve con su dulzura. | | |
|
| Desde la cuna en que tu frente | | | | resplandece como una flor, |
150 | | | oyes el plácido temblor | | | | del tren que avanza lentamente. | | |
|
| Entre curioso y temeroso, | | | | alzas un poco la cabeza, | | | | siguiendo el ritmo y la tristeza |
155 | | | del murmullo maravilloso. | | |
|
| Y en la confusa lejanía | | | | que se recorta en tu ventana | | | | ves la sonora caravana | | | | que se va con la luz del día. |
160 | |
|
—170→
|
| Con los ojos entrecerrados | | | | por el sueño que los acosa | | | | miras la cinta melodiosa | | | | de vagones iluminados. | | |
|
| Y, recorriendo su raudal |
165 | | | de luceros consecutivos, | | | | cuentas los astros fugitivos | | | | hasta el rojo farol final. | | |
|
| Con la luz del último coche, | | | | que ya no alcanzas a ver bien, |
170 | | | tu sueño dulce y el del tren | | | | penetran juntos en la noche | | |
|
| Y, formando un extraño río | | | | de hierro frío y de ternura, | | | | llenan el cielo y la llanura |
175 | | | con su dichoso desvarío. | | |
|
| El tren feliz en que te alejas | | | | por enigmáticas regiones | | | | te va llevando hacia estaciones | | | | menos tristes que la que dejas. |
180 | |
|
| ¡Quién me diera ver lo que ves | | | | y gozar lo que estás gozando | | | | en el convoy en que, soñando, | | | | vives sin antes ni después! | | |
|
| Mientras huyes con el sonido |
185 | | | que se apaga en la noche obscura, | | | | siento crecer la desventura | | | | de hallarme solo en el olvido. | | |
|
| Pero, pensando en la emoción | | | | de recobrarte al otro día, |
190 | | | me consuelo con la armonía | | | | de tu lenta respiración. | | |
|
|
Los Reyes Magos |
| Desde sus torres desveladas, los Reyes Magos ven la estrella
misteriosa. | | | | Y oyen la voz con que les dice que un sol sin fin vino a
salvarlos de las sombras. | | | | Por ella saben que su fuego brilla escondido en una tierra muy
remota. | | | | Y que es preciso ir a buscarlo por los caminos de la noche
tenebrosa. | | | | Porque su día no se alcanza sino por medio del silencio
sin memoria. |
5 | | | Y sólo a obscuras es posible llegar en paz hasta su luz
maravillosa. | | | | Llenos de amor y de alegría, los Reyes bajan de sus
torres silenciosas. | | | | Llaman a todos sus esclavos y les ordenan que se alisten sin
demora. | | | | Ponen en fila sus camellos que son montañas de riquezas
fabulosas. | | | | Y se abandonan a la estrella, que los conduce con amor hacia la
aurora. |
10 | |
|
| Con sus tres ríos de tesoros, Melchor, Gaspar y Baltasar
van como ciegos. | | | | Ciegos que sólo tienen ojos para la luz que les indica el
derrotero. | | | | Por el gran rey que los reclama dejan la gloria y el orgullo de
sus reinos. | | | | Y por el sol que los aguarda se van perdiendo entre las sombras
del desierto. | | | | Pero ¿qué cetros son más firmes que los
cayados con que buscan el sendero? |
15 | |
—172→
| | ¿Dónde hay coronas más seguras que las que
un día ceñirán sus pensamientos? | | | | Por fin el astro se detiene sobre la gruta en que ha nacido el
sol eterno. | | | | Y la palabra de Isaías entra en sazón y se
transforma en fruto cierto. | | | | Pues en el suelo ha comenzado la inundación de
dromedarios y camellos. | | | | Y las naciones prometidas han empezado a congregarse bajo el
cielo. |
20 | |
|
| Los Reyes Magos se aproximan con emoción hasta la entrada
de la gruta. | | | | Y desde allí ven en silencio la forma exacta del amor y
la hermosura. | | | | Cerca de un hombre muy callado, reza una virgen más
perfecta que la luna. | | | | Y un dulce niño está brillando con una luz mucho
más bella que ninguna. | | | | Los peregrinos se adelantan para gozar desde más cerca su
dulzura. |
25 | | | Y en su belleza reconocen la majestad y el resplandor del bien
que buscan. | | | | Pero en seguida se avergüenzan de que las manos del gran
rey pidan ayuda. | | | | Y de que el sol mire con frío desde las pajas del pesebre
en que fulgura. | | | | Puesto que ven que aquellas manos son las del Ser que por amor
hizo las suyas. | | | | Y porque ven que aquellos ojos son los de Dios, que los
contempla con ternura. |
30 | |
|
| Entonces doblan las rodillas, y ante el Señor abren sus
cofres y sus almas. | | | | Y mientras sacan sus riquezas dejan lugar para el tesoro de la
gracia. | | | | Melchor le alcanza el bien del oro, cuyo ferviente resplandor se
da sin tasa. | | |
—173→
| | Y cuya luz es un reflejo de la del sol que se prodiga y no se
acaba. | | | | Gaspar le ofrece el santo incienso, que se parece por su amor a
la plegaria. |
35 | | | Pues, desde el mundo en que se quema, busca el fulgor del
firmamento que lo aguarda. | | | | Y Baltasar le da la mirra, que tiene el gusto y el aspecto de
las lágrimas. | | | | Y que, como ellas, gana el cielo con el poder de su dolor hecho
fragancia. | | | | Los Reyes dejan sus ofrendas, besan los pies del Niño
Dios y se levantan. | | | | Y, cuando salen de la gruta, lloran de fe, de caridad y de
esperanza. |
40 | |
|
| Después reúnen sus camellos innumerables y sus
hombres infinitos. | | | | Y, por distinto derrotero, vuelven dichosos a sus reinos
escondidos. | | | | Sus pasos leves y callados no dejan rastros en el polvo del
camino. | | | | Y su jornada por la tierra parece un vuelo por el cielo
compasivo. | | | | Porque las arcas y los cofres de la infinita caravana
están vacíos. |
45 | | | Pero también porque las almas vuelven colmadas del tesoro
conseguido. | | | | En la inocencia de los ojos brilla el eterno resplandor del
dulce Niño. | | | | Y en la ternura de los pechos arden las llamas del amor de
Jesucristo. | | | | La luz y el fuego soberanos les abren paso por la noche y por el
frío. | | | | Y, por el rumbo de sus reinos, los van llevando al otro reino
prometido. |
50 | |
|
Oración a San Isidro Labrador |
| Tú qué labraste la tierra del hombre: | | | | con el ardor de tu amor cristalino, | | | | y que, perdido en el cielo divino, | | | | siegas en paz la cosecha sin nombre; | | |
|
| tú que calmaste la sed de este mundo |
5 | | | con la esperanza en la lluvia del cielo, | | | | y que ablandaste el rigor de su hielo | | | | con el calor de tu pecho fecundo; | | |
|
| tú que dormiste en su lecho de abrojos | | | | para soñar con las flores divinas, |
10 | | | tú que llevaste su yugo de espinas | | | | sin una queja en la paz de los ojos; | | |
|
| tú que aceptaste sin pena y sin duda | | | | la voluntad del designio sagrado, | | | | tanto en el bien del granero colmado |
15 | | | como en el mal de la troje desnuda; | | |
|
| tú que abrazaste la cruz de la tierra, | | | | tú que sentiste en silencio su frío, | | | | tú que enjugaste su llanto sombrío, | | | | tú que sufriste su espanto y su guerra: |
20 | |
|
| vuelve hacia, el hombre tu eterna mirada, | | | | tiende hacia el hombre tus manos benditas, | | | | y desde el cielo de amor en que habitas | | | | ven con amor a su triste morada; | | |
|
| pisa de nuevo el lugar en que llora |
25 | | | y con tu diestra feliz en su arado | | |
—175→
| | hazle más fácil el yugo pesado | | | | y algo más firme la tierra traidora; | | |
|
| siembra con él en los surcos abiertos | | | | y alza con él al Señor tu pedido, |
30 | | | hasta que adviertas que el trigo dormido | | | | sube hacia el sol con los ojos despiertos; | | |
|
| y haz que el Señor recompense su llanto | | | | con el que caiga del cielo copioso | | | | mientras el oro del grano copioso |
35 | | | crece en la luz con fervor sacrosanto; | | |
|
| para que vea en el campo maduro | | | | con que el Señor premiará su desvelo | | | | un resplandor de la gloria del cielo | | | | y un anticipo del trigo futuro. |
40 | |
|
Estampa de San Juan de la Cruz |
| Manos hondas como el mar desconocido. | | | | Ojos ciegos, ojos sordos, ojos mudos. | | | | Pies que van hacia el amor por el olvido. | | | | Manos juntas, ojos altos, pies desnudos. | | |
|
| Pies sedientos de alcanzar al ciervo herido. |
5 | | | Ojos limpios de recuerdos y preguntas. | | | | Manos solas como pájaros sin nido. | | | | Pies desnudos, ojos altos, manos juntas. | | |
|
| Manos vivas para el cielo prometido. | | | | Pies exentos de temor y sobresaltos. |
10 | | | Ojos muertos para el mundo sin sentido. | | | | Manos juntas, pies desnudos, ojos altos. | | |
|
Oración a Santa Teresa del Niño
Jesús |
| Desde la luz que en su seno te ampara | | | | y en la que ves la verdad frente a frente | | | | con la humildad que tu vida obediente | | | | puso en mirar el dolor cara a cara; | | |
|
| desde la brisa que, fiel a tu ejemplo, |
5 | | | mide la tierra con pasos de niño, | | | | y entra en el alma con mudo cariño, | | | | como un rayito de sol en un templo; | | |
|
| desde la estrella que canta en tu idioma | | | | lo que tu voz escondida le enseña; |
10 | | | desde la flor que, por dulce y pequeña, | | | | guarda mejor tu silencio de aroma; | | |
|
| desde la nube que pesa en el viento | | | | o que pesaste una vez en el mundo, | | | | y que será para el yermo infecundo |
15 | | | lo que tu amor para el hombre sediento; | | |
|
| desde la espuma que tiembla en el agua, | | | | desde la gota fugaz de rocío, | | | | desde la brizna que va por el río, | | | | desde la chispa que brota en la fragua: |
20 | |
|
| pídele al Niño que brilla en tu nombre | | | | que nos devuelva la infancia perdida, | | | | para poder entender en tu vida | | | | lo que no entienden los ojos del hombre; | | |
|
| que nos revele tu límpida ciencia |
25 | | | de lo pequeño, lo simple y lo puro, | | |
—177→
| | para encontrar el sendero seguro | | | | que en este mundo siguió tu inocencia; | | |
|
| que nos infunda el valor que hace falta | | | | para emprender el camino escondido |
30 | | | que te llevó, por el bien del olvido, | | | | a la memoria más viva y más alta; | | |
|
| que nos conceda tu paz bienhechora | | | | para llegar, con feliz mansedumbre, | | | | por el abismo sin fondo a la cumbre |
35 | | | y por la noche sin fin a la aurora; | | |
|
| que nos deje subir, paso a paso, | | | | hasta poder encontrarnos contigo, | | | | para vivir, con tu amor por testigo, | | | | viendo la gloria del sol sin ocaso. |
40 | |
|
San Francisco |
| El huracán llenaba el mundo con el horror de su bramido y
de sus garras. | | | | Y con sus alas poderosas hurtaba el cielo al corazón y a
la mirada. | | | | La voluntad de la tormenta dictaba leyes a la tierra
desgarrada. | | | | Y el desamparo y las tinieblas eran los límites del ser
sin esperanza. | | | | El cuerpo erraba por el mundo, con la ceguera de las hojas
arrancadas. |
5 | | | Y, castigado por el viento, se deshacía con furor en
rojas llamas. | | | | Pero en el alma silenciosa resplandeció la
bendición de una palabra. | | | | Y entre las formas conmovidas, el huracán devastador
cerró las alas. | | |
—178→
| | La creación, restablecida, recuperó su
perfección originaria. | | | | Y San Francisco abrió los ojos y se dispuso humildemente
a contemplarla. |
10 | |
|
| Consideró todas las cosas con el candor de la primera
criatura. | | | | Y comprendió que las más bellas eran, sin duda,
las más pobres y desnudas. | | | | La luz del sol, el agua clara, la voz del viento, el cielo azul,
el alma pura. | | | | La nieve casta, el fuego virgen, el mar feliz, la soledad, la
noche obscura. | | | | Cosas que a fuerza de ser pobres estaban solas en su estricta
arquitectura. |
15 | | | Y que, por limpias, revelaban con más vigor la intimidad
de su hermosura. | | | | Fue descubriendo con asombro la desnudez de la Unidad en cada
una. | | | | Y, para ser como ellas eran, se despojó de la primera
hasta la última. | | | | Libre del mundo para siempre, siguió la senda del amor
con fe segura. | | | | Y en su camino solitario se halló de pronto ante un
abismo de amargura. |
20 | |
|
| Vio la negrura de aquel pozo que lo esperaba con su espanto y
con su frío. | | | | Pero bajó serenamente por la escalera del oprobio y del
olvido. | | | | Cada peldaño era una pena; cada escalón era, un
tormento penosísimo. | | | | Pero él seguía descendiendo para aliviar nuestro
dolor, con su martirio. | | | | Porque sabía que sus ansias eran el precio de lejanos
regocijos. |
25 | |
—179→
| | Y los firmísimos cimientos que sostenían ignorados
edificios. | | | | Que cada angustia padecida dulcificaba la de un pecho
remotísimo. | | | | Qué cada pena soportada desvanecía la de un ser
desconocido. | | | | Su voluntad hizo las veces de la raíz en este suelo
dolorido. | | | | Para que arriba hubiera flores se hundió sin queja ni
rencor en el abismo. |
30 | |
|
| Llegado al fin de su descenso, vio su raíz entreverada
con las otras. | | | | Y distinguió las ligaduras que lo hermanaban con los
seres y las cosas. | | | | Examinó con ojos nuevos todas aquellas criaturas
misteriosas. | | | | Los animales, las montañas, los grandes ríos, las
estrellas y las rosas. | | | | Todas las formas que veía le recordaban la belleza de una
sola. |
35 | | | Y en sus gemidos diferentes reconocía sin esfuerzo un
solo idioma. | | | | Todos los seres eran gotas del mismo mar que llena el mundo con
sus olas. | | | | Todas las cosas eran rayos del mismo sol que nos conduce entre
las sombras. | | | | El corazón de San Francisco se fue llenando de una luz
deslumbradora. | | | | Y descubrió que el dulce Obrero le sonreía con
amor desde sus obras. |
40 | |
|
| Con la emoción de descubrirlo, su ser notó que
rebasaba sus fronteras. | | | | Y que, sin peso ni amargura, se levantaba poco a poco de la
tierra. | | |
—180→
| | Mientras ganaba el firmamento se redimía de sus
últimas tinieblas. | | | | Y recobraba lentamente la plenitud original de su inocencia. | | | | Así transpuso el aire limpio, las nubes cándidas,
el sol y las estrellas. |
45 | | | Y entró desnudo en las regiones donde la luz es
más profunda y más perfecta. | | | | En el umbral definitivo, la eternidad lo libertó de sus
cadenas. | | | | Y algo entre música y aroma fue penetrando con ternura en
sus potencias. | | | | Luego sintió la fuerza enorme y el dulce ardor de la
divina primavera. | | | | Y dio su flor entre las flores de la floresta innumerable y
sempiterna. |
50 | |
|
Canciones Cristianas |
I |
Villancico
|
| Solitario y silencioso | | | | volvía yo cierta vez | | | | por entre sombras amargas | | | | y bajo estrellas de hiel, | | | | cuando, al llegar a mi puerta, |
5 | | | sobre el umbral encontré, | | | | desnudo y abandonado, | | | | el cuerpo del niño aquél. | | | | Y conmigo está | | | | desde aquella vez. |
10 | |
|
| Con el mismo desamparo | | | | y la misma desnudez | | | | de los astros que temblaban | | | | en el firmamento fiel, | | | | aquel niño me miraba |
15 | | | como dándome a entender | | | | que conocía mi nombre, | | | | mi soledad y mi sed. | | | | Y conmigo está | | | | desde aquella vez. |
20 | |
|
| Lo miré, lo vi pequeño, | | | | tuve piedad y lo alcé | | | | desde el mármol del umbral | | | | hasta el mármol de mi ser; | | |
—182→
| | y en el frío de mi vida |
25 | | | de pronto sentí nacer | | | | un fuego que convertía | | | | todo mi mal en su bien. | | | | Y conmigo está | | | | desde aquella vez. |
30 | |
|
| -¿Cómo te llamas?, le dije. | | | | -¿Quién eres?, le pregunté. | | | | -¿Qué quieres? ¿Por qué me
miras? | | | | -¿Dónde naciste y de quién? | | | | Y en aquel hondo silencio |
35 | | | que jamás olvidaré, | | | | campanas de Nochebuena | | | | me respondieron por Él. | | | | Y conmigo está | | | | desde aquella vez. |
40 | |
|
|
II |
La Flagelación
|
| Todos los puños del mundo, | | | | en despiadado ciclón, | | | | descargan su rabia ciega | | | | sobre el cuerpo del Señor, | | | | pero el Señor, como un árbol |
45 | | | de paz y de bendición, | | | | sobre los que lo golpean | | | | llueve sus frutos de amor. | | |
|
| Aquellos golpes, Señor, | | | | todavía están sonando |
50 | | | dentro de mi corazón. | | |
|
—183→
|
| Las olas de nuestro encono | | | | se levantan con furor | | | | y en la roca de su cuerpo | | | | revientan sin compasión, |
55 | | | pero la roca bendita | | | | las hace brillar al sol | | | | deshechas en blanca espuma | | | | de inocencia y de perdón. | | |
|
| Aquellos golpes, Señor, |
60 | | | todavía están sonando | | | | dentro de mi corazón. | | |
|
| Nuestras culpas infinitas | | | | hieren su carne de amor | | | | que se va volviendo tierra |
65 | | | de perpetua salvación, | | | | porque los surcos abiertos | | | | en su cuerpo redentor | | | | ya están prometiendo el Pan | | | | de nuestra resurrección. |
70 | |
|
| Aquellos golpes, Señor, | | | | todavía están sonando | | | | dentro de mi corazón. | | |
|
| Nuestros pecados castigan | | | | el yunque de su dolor, |
75 | | | pero el yunque los devuelve | | | | convertidos en canción, | | | | porque sabe que mañana, | | | | sobre su hierro de amor, | | | | el alma del hombre impío |
80 | | | tendrá la forma de Dios. | | |
|
| Aquellos golpes, Señor, | | | | todavía están sonando | | | | dentro de mi corazón. | | |
|
|
—184→
|
III |
Bajulatio
Crucis
|
| Por la reja de mi cuerpo, |
85 | | | que también es una cruz, | | | | veo pasar al Señor, | | | | veo pasar a Jesús, | | | | entre cabezas perdidas | | | | y corazones sin luz, |
90 | | | hacia la muerte sin nombre | | | | que le daremos yo y tú. | | |
|
| Carne: déjame salir | | | | para seguirlo hasta el fin. | | |
|
| Hasta mi cárcel de lodo |
95 | | | llega su respiración, | | | | y la obscuridad se llena | | | | con su vida y su calor; | | | | pero el hielo de las almas | | | | es más duro que su ardor, |
100 | | | pues ni con todo este fuego | | | | se vuelve llanto de amor. | | |
|
| Carne: déjame salir | | | | para seguirlo hasta el fin. | | |
|
| A pesar de estas paredes |
105 | | | que ahogan mi libertad, | | | | veo que pasa cargado | | | | con su cruz por la ciudad, | | | | sin que la ciudad lo vea, | | | | sin que lo sienta pasar, |
110 | |
—185→
| | pues va mil veces más solo | | | | que la misma soledad. | | |
|
| Carne: déjame salir | | | | para seguirlo hasta el fin. | | |
|
| Desde mi prisión de tierra |
115 | | | oigo el rumor de su voz | | | | que anega todos los ruidos | | | | en su océano de amor, | | | | menos el sordo latido | | | | del peñón sin compasión |
120 | | | que entre las olas del pecho | | | | tenemos por corazón. | | |
|
| Carne: déjame salir | | | | para seguirlo hasta el fin. | | |
|
|
IV |
La Resurrección
|
| Aunque la tierra de siempre |
125 | | | nos muestra muros sin fin | | | | y ya no vemos el cielo | | | | como una puerta feliz, | | | | sabemos que al tercer día | | | | de cautiverio tan vil |
130 | | | vendrás para que sepamos | | | | por dónde se puede huir. | | |
|
| Resucítanos, Señor, | | | | de nuestro mundo a tu amor. | | |
|
—186→
|
| Aunque todo el mar nos cubre |
135 | | | con su amarga inmensidad | | | | y el peso de tantas olas | | | | nos hunde cada vez más, | | | | sabemos que al tercer día | | | | de tan dura soledad |
140 | | | vendrás para rescatarnos | | | | del fondo de nuestro mar. | | |
|
| Resucítanos, Señor, | | | | de nuestro llanto a tu amor. | | |
|
| Aunque la noche cerrada |
145 | | | nos agobia con la cruz | | | | de su profundo silencio | | | | y de su helada quietud, | | | | sabemos que al tercer día | | | | de tan ciega esclavitud |
150 | | | vendrás para conducirnos | | | | a la verdad y a la luz. | | |
|
| Resucítanos, Señor, | | | | de nuestro error a tu amor. | | |
|
| Aunque del fuego que fuimos |
155 | | | ni la ceniza quedó, | | | | y sólo hay frío y tinieblas | | | | donde hubo luz y calor, | | | | sabemos que al tercer día | | | | de tanta desolación |
160 | | | vendrás para devolvernos | | | | el alma y el corazón. | | |
|
| Resucítanos, Señor, | | | | de nuestra muerte a tu amor. | | |
|
|
La lluvia |
| Solo y callado en su desvelo, mi corazón escucha en paz
la noche obscura. | | | | Y en las tinieblas de la casa, percibe el ritmo de una sangre
que no es suya. | | | | En la quietud suena un latido que no se sabe si es de amor o de
amargura. | | | | Poco después, otro más claro y algo más
vivo le responde con ternura. | | | | Otro más hondo le sucede, y otro más alto se
propaga en ondas puras. |
5 | | | Y otro latido, y otro, y otro, llenan la inmensa obscuridad con
su dulzura. | | | | Ya convertida en manso ritmo, la sucesión de dulces notas
se apresura. | | | | Y va poblando el gran silencio con el temblor de sus
luciérnagas de música. | | | | Sobre la noche solitaria se abren las puertas melodiosas de la
lluvia. | | | | Y el corazón entra por ellas hacia los días que lo
llaman y lo buscan. |
10 | |
|
| Envuelto en música lejana voy desandando poco a poco el
tiempo lento. | | | | Y recobrando en melodía lo que las horas me robaron en
secreto. | | | | Por el camino de la lluvia llego soñando a una ciudad que
está muy lejos. | | | | Y al dulce día que se acuerda del nacimiento de mi dicha
en el silencio. | | | | El agua canta por las calles y habla de amor en las ventanas y
en los techos. |
15 | |
—188→
| | Y su emoción vive en el aire como el perfume de una flor
en el recuerdo. | | | | El sol que falta en las alturas está escondido en lo
más hondo de mi pecho. | | | | Y allí, viviendo y alumbrando, toda su luz es poca luz
para mi sueño. | | | | Siento que un río misterioso brota en la paz de mi
profundo sentimiento. | | | | Y que la fuerza de la lluvia lo hace crecer hasta cubrir el
mundo entero. |
20 | |
|
| Luego me acerco a un pueblecito que con su cielo me acaricia la
memoria. | | | | Y entro en la casa de mis versos y abro en secreto una ventana
luminosa. | | | | La obscuridad ensimismada cubre la tierra con sus alas
silenciosas. | | | | La carretera taciturna pasa pensando come un río entre
las sombras. | | | | En los pinares y en los techos, el alma lenta de la lluvia se
emociona. |
25 | | | Y lo que sueña en los desvanes lo está diciendo en
el murmullo de las hojas. | | | | Su voz invade mis sentidos y se difunde por mi ser en dulces
olas. | | | | Ya confundida con mi sangre, sigue el camino de mis venas
fervorosas. | | | | Atravesando cuerpo y alma, llega cantando hasta la mano
temblorosa. | | | | Y entre los dedos conmovidos hace nacer una palabra
melodiosa. |
30 | |
|
| Sigo avanzando por el tiempo, y hacia el final veo los cielos
infantiles. | | | | Y las murallas y las torres donde me aguardan los dragones y los
príncipes. | | |
—189→
| | Con la emoción de aquel entonces, vuelvo callado a la
ciudad que ya no existe. | | | | Y la recorro con la lluvia, que va cantando entre sus
niños invisibles. | | | | Ella me guía, por las calles donde los pasos de mi amor
fueron felices. |
35 | | | Y hacia las puertas de las casas donde una vez mi corazón
no tuvo límites. | | | | Pero las calles están solas, y en cada umbral sólo
el silencio me recibe. | | | | Bajo los arcos de los puentes sólo discurre en voz muy
baja un viento triste. | | | | Siempre guiado por la lluvia, llego a las verjas de los
últimos jardines. | | | | Y en ellos oigo el dulce llanto de mi niñez abandonada
entre jazmines. |
40 | |
|
| Pero estas formas de la dicha y estas figuras del amor se van
borrando. | | | | Y en su lugar crece la lluvia con su gran bosque
melancólico y lejano. | | | | Por escuchar los de las gotas, mi corazón deja de
oír sus propios pasos. | | | | Y, por seguirlos por el viento, se va olvidando de su cuerpo
abandonado. | | | | Todas las cosas del recuerdo se desvanecen poco a poco en este
canto. |
45 | | | Y el viejo río de las horas pierde la voz y se adormece
en un remanso. | | | | El vasto espacio se desnuda y el tiempo fiel ya no es presente
ni pasado. | | | | Tanto el espacio como el tiempo se vuelven música sin
tiempo y sin espacio. | | | | La melodía inmensa y pura llena el abismo tenebroso y
solitario. | | | | Y en este sueño sin memoria, mi corazón
está despierto y escuchando. |
50 | |
|
La paz |
| Ya quieta el agua, silencioso el viento, | | | | la tierra en paz y el fuego consumido, | | | | encuentro el derrotero perseguida | | | | y entro en mi corazón con paso lento. | | |
|
| Ya perdido en su puro sentimiento |
5 | | | de pájaro callado y escondido, | | | | sólo escucho su lánguido sonido, | | | | sólo siento su blando movimiento. | | |
|
| Sobre la dulce muerte de las cosas, | | | | el cielo; con sus alas poderosas, |
10 | | | cubre el mundo hasta el último confín. | | |
|
| Y en el silencio del celeste abismo, | | | | mi ser se va olvidando de sí mismo | | | | y abre los ojos a la luz sin fin. | | |
|
Soneto a Schumann |
| Deja el astro feliz en que reposas, | | | | y con su luz, que tiembla en el vacío, | | | | ven por el cielo solitario y frío | | | | a través de las sombras silenciosas. | | |
|
| Acércate a las nubes temblorosas, |
5 | | | mira este mundo tácito y sombrío | | | | y derrama tus gotas de rocío | | | | en la paz de los seres y las cosas. | | |
|
| Las piedras mudas y las almas yertas | | | | revivirán entonces y, despiertas, |
10 | | | se alzarán de su yermo y de su cruz. | | |
|
| Para sentir en tu rocío santo | | | | lo que tiene de tierra, que es el llanto, | | | | y lo que tiene de astro, que es la luz. | | |
|
El bosque |
| Abrí los ojos inocentes y vi la luz entre los
árboles enormes. | | | | El alba entraba en la espesura, y en cada brizna se acordaba de
su nombre. | | | | Con el fulgor que amanecía, llegaba un aire sin deseos ni
rencores. | | | | Y despertaba en la arboleda cosas más vivas que el
silencio y que la noche. | | | | Las flores mudas se animaban, y recobraban sus perfumes y
colores. |
5 | | | Los dulces pájaros tendían su firmamento de
cristal entre las flores. | | | | Las hojas nuevas palpitaban con alegría de
pequeños corazones. | | | | Y su rumor de lluvia lenta se difundía con el aire por el
bosque. | | | | El mundo virgen reservaba su ser de hierro y de dolor para los
hombres. | | | | Y ante mis pasos infantiles era de pétalos, de plumas, de
canciones. |
10 | |
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| El aire lento y candoroso creció conmigo en el fervor de
la mañana. | | | | Y, convertido en ronco viento, latió con fuerza entre las
hojas aterradas. | | | | Después cerró sus torvos puños y
levantó su voz de abismo y de montaña. | | | | Y fue llenando el bosque inmenso con el clamor de su
pasión desenfrenada. | | | | Las grandes copas se movían como las olas cuando el
viento las desata. |
15 | |
—194→
| | Y de las últimas raíces subían ríos
de furor en vez de savia. | | | | El huracán enloquecido siguió creciendo como el
fuego entre las ramas. | | | | Y en lo más alto de su furia se resolvió
calladamente en lluvia mansa. | | | | Entonces fue cuando la selva me descubrió lo que en su
pecho me ocultaba. | | | | Su viejo amor era más puro visto a la luz resplandeciente
de sus lágrimas. |
20 | |
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| Entre perfumes y tormentas, llegué sin rumbo al esplendor
del mediodía. | | | | Pero los árboles de siempre se repetían sin
descanso ante mi vista. | | | | La selva eterna me abrumaba con el rigor de sus cadenas
sucesivas. | | | | Y hasta sus íntimas dulzuras me parecían amarguras
infinitas. | | | | Algunas cosas eran rejas por donde el bien de la verdad se
presentía. |
25 | | | Pero las más se levantaban como murallas sin
perdón y sin salida. | | | | ¿De qué servían los consuelos de las
corolas y las aves escondidas? | | | | Trinos y aromas eran vagas insinuaciones de la luz que yo
quería. | | | | Entre las hojas destellaban algunas gotas de esperanza
lejanísima. | | | | El cielo azul brillaba en ellas con todo el brillo de su amor y
su alegría. |
30 | |
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| La primavera y el verano se consumieron con el sol en la
arboleda. | | | | Y todavía estoy buscando por dónde huir de la
prisión que me condena. | | |
—195→
| | La luz callada se marchita con emoción entre las alas que
regresan. | | | | Y las abejas rezagadas liban el resto de dulzura que hay en
ella. | | | | Las tibias huellas de la tarde se van borrando poco a poco en la
maleza. |
35 | | | Y, con la brisa que se apaga, llega el perfume de la noche que
se acerca. | | | | El aire mustio del otoño cuenta su historia de suspiros y
de ausencias. | | | | Y la arboleda, que lo escucha, llora en la sombra sus primeras
hojas secas. | | | | El llanto alivia dulcemente la pesadumbre silenciosa de la
selva. | | | | Y, por los claros de las frondas, el firmamento solitario la
consuela. |
40 | |
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| Con las tinieblas de la noche, vendrán por fin las del
invierno que se anuncia. | | | | Y seguiré, como hasta ahora, buscando en vano una salida
en la espesura. | | | | En el silencio despiadado, la obscuridad irá creciendo
con mi angustia. | | | | Y pesará sobre la selva como la piedra silenciosa de una
tumba. | | | | Pero el rigor del viento helado desnudará las ramas
yertas y confusas. |
45 | | | Y, por los árboles sin hojas, el firmamento
invadirá la tierra obscura. | | | | La paz del cielo solitario se extenderá por mi
prisión como una música. | | | | Y, con sus dedos invisibles, desatará mis dolorosas
ligaduras. | | | | Libre de todas sus cadenas, mi corazón despertará
de su amargura. | | | | Y, palpitando con el cielo, se irá perdiendo en la verdad
y en la hermosura. |
50 | |
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Soneto a Palestrina |
| Virgen de toda mancha y toda herida, | | | | virgen de toda carne y todo mundo, | | | | virgen en su latido más profundo | | | | y en su palpitación más escondida, | | |
|
| tu voz de serafín, que no se olvida |
5 | | | del corazón lejano y vagabundo, | | | | escucha mi silencio moribundo | | | | y penetra en la sombra de mi vida. | | |
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| Baja despacio al fondo de mis penas, | | | | suelta mis lazos, rompe mis cadenas, |
10 | | | sufre los sufrimientos que sufrí; | | |
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| calla un momento en mi prisión obscura, | | | | recoge mi esperanza y mi amargura, | | | | y, subiendo hacia Dios, llora por mí. | | |
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Nochebuena |
| Noche en que el sol infinito | | | | mira nuestra ceguedad | | | | y nos envía una chispa | | | | de su inmensa claridad, | | | | para que aparte las sombras, |
5 | | | incendie la soledad | | | | y abra nuestros ojos ciegos | | | | a la luz de la verdad. | | |
|
| Noche en que el mar infinito | | | | contempla nuestra aridez |
10 | | | y se ofrece a nuestros labios | | | | en una gota de miel, | | | | que a pesar de ser pequeña | | | | tiene bastante poder | | | | para saciar hasta el fondo |
15 | | | las ansias de nuestra sed. | | |
|
| Noche en que el cielo infinito | | | | mira la tierra infeliz | | | | y se confunde con ella | | | | en un abrazo sin fin, |
20 | | | para que, de tan dichosos, | | | | no podamos distinguir | | | | dónde termina la tierra | | | | y empieza el cielo feliz. | | |
|
| Noche en que el tiempo infinito, |
25 | | | sin ayer, mañana ni hoy, | | | | contempla el tiempo que mide | | |
—201→
| | Nuestra pena y nuestro amor, | | | | y le infunde la energía | | | | de su eterna perfección, |
30 | | | para que nuestros latidos | | | | se cuenten por los de Dios. | | |
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| Noche en que el Ser infinito | | | | se apiada de nuestra cruz | | | | y da comienzo a la suya |
35 | | | sobre la tierra sin luz, | | | | para que, yendo a su lacto | | | | por el bien y la virtud, | | | | encontremos el camino | | | | de la paz y la salud. |
40 | |
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Soneto a la Natividad de la Santísima
Virgen
|
(Aire de Fray Pedro de Padilla)
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| Vino a la vida para que la muerte | | | | dejara de vivir en nuestra vida, | | | | y para que lo que antes era vida | | | | fuera más muerte que la misma muerte. | | |
|
| Vino a la vida para que la vida |
5 | | | pudiera darnos vida con su muerte, | | | | y para que lo que antes era muerte, | | | | fuera más vida que la misma vida. | | |
|
| Desde entonces la vida es tanta vida | | | | y la muerte de ayer tan poca muerte, |
10 | | | que si a la vida le faltara vida, | | |
|
| y a nuestra muerte le sobrara muerte, | | | | con esta vida nos daría vida | | | | para dar muerte al resto de la muerte. | | |
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Poema del pan eucarístico |
| Yo, que lo miro con mis ojos, sé que este pan es el
Señor de cielo y tierra. | | | | Yo, que lo gusto con mi boca, sé que este pan es el
Señor que nos espera. | | | | Sé que la forma de las formas vive feliz en este trozo de
materia. | | | | Y que esta harina inmaculada no es otra cosa que su carne
verdadera. | | | | Sé que la luz que no se apaga brilla desnuda en esta luna
siempre llena. |
5 | | | Y que la voz de las alturas duerme callada en esta boca siempre
quieta. | | | | Sé que el océano sin fondo cabe sin mengua en esta
gota que destella. | | | | Y que la selva sin orillas está encerrada en esta brizna
carcelera. | | | | Sé que el volcán inextinguible se manifiesta en
esta chispa de inocencia. | | | | Y que el amor inenarrable tiembla escondido en esta lagrima
serena. |
10 | |
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| Durante siglos lo esperamos comiendo a obscuras el manjar del
viejo rito. | | | | Y señalando nuestras puertas con una sangre que era
sangre y era símbolo. | | | | Aquel cordero misterioso nos daba fuerzas y valor para el
camino. | | | | Y con las huellas de su sangre cerraba el paso a la
traición y al exterminio. | | |
—204→
| | Cuando los tiempos maduraron, el firmamento dio su fruto
prometido. |
15 | | | Y otro cordero vino al mundo para pagar al buen pastor nuestros
delitos. | | | | Antes de ser sacrificado, quiso enseñarnos el supremo
sacrificio. | | | | Y en este pan maravilloso se repartió de corazón
entre sus hijos. | | | | Desde aquel día lo tenemos como alimento, como escudo y
como alivio. | | | | Y su poder nos une a todos en una grey, en un pastor y en un
aprisco. |
20 | |
|
| ¿Quién al mirarlo no se acuerda del que
llovió sobre la vieja caravana? | | | | ¿Quién al gustarlo no se acuerda del que comimos
en la tierra solitaria? | | | | La sed y el hambre nos movían hacia el magnífico
país del pan y el agua. | | | | Pero la fe de nuestros pasos desfallecía en el desierto
sin entrañas. | | | | Como la tierra estaba sorda, quisimos ver si el cielo azul nos
escuchaba. |
25 | | | Y el cielo azul nos dio con creces lo que la tierra
desdeñosa nos negaba. | | | | Nubes de pan se deshicieron sobre el rencor de la llanura
desolada. | | | | Y poco a poco la cubrieron con vestiduras de alegría y de
abundancia. | | | | Con la virtud de aquel sustento fuimos llegando sin dolor al
agua santa. | | | | Y, por el agua que renueva, dimos al fin con este pan que no se
acaba. |
30 | |
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| Su luz que alumbra y alimenta brilla sin tregua en el altar y en
la custodia. | | | | Y desde el fondo del sagrario se multiplica sin descanso en
limpias ondas. | | |
—205→
| | Cruza los muros de materia que la separan de los seres que
ambiciona. | | | | Vence las puertas que resisten a la profunda caridad que la
devora. | | | | Pisa el umbral de las tinieblas, entra en la ciega obscuridad,
busca en las sombras. |
35 | | | Y al fin reposa en nuestras almas, que son estrellas apagadas y
remotas. | | | | Infunde paz en las que sufren; deja su brillo de piedad en las
que lloran. | | | | Y a todas juntas las abraza con un amor incomprensible para
todas. | | | | Después ajusta el movimiento de nuestras almas al del sol
que la ocasiona. | | | | Y con el sol que la difunde concierta el ansia incontenible de
sus órbitas. |
40 | |
|
| La luz penetra en los lugares más silenciosos y en los
sitios más obscuros. | | | | Y va llegando con sus rayos hasta los últimos rincones de
este mundo. | | | | En los más fríos y olvidados abre con honda
caridad su blanco puño. | | | | Y de su mano bienhechora deja caer una semilla en cada
surco. | | | | Luego de haberlos fecundado, vuelve cantando hacia su sol eterno
y puro. |
45 | | | Y en su reflujo melodioso va cosechando nuestros seres, uno a
uno. | | | | Rumbo a su nido fulgurante, cruza de nuevo los umbrales y los
muros. | | | | Pero esta vez lleva consigo nuestros más íntimos
destellos, que son suyos. | | | | Bien abrazada con nosotros, entra por último en el cielo
sin crepúsculo. | | | | Y se confunde con el astro que está escondido en este pan
que miro y gusto. |
50 | |
|
La ascensión |
| Después de abrir para siempre | | | | la muerte de par en par | | | | y de poner a las almas | | | | cautivas en libertad, | | | | el Señor deja la tierra |
5 | | | sumida en su eterna paz | | | | y, subiendo al firmamento, | | | | nos muestra el rumbo final. | | |
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| Pero en su vuelo glorioso | | | | no sube solo el gran Rey |
10 | | | sino que lleva consigo | | | | y en señal de su poder: | | | | una carne que recuerda | | | | nuestro frío y nuestra sed | | | | y una sangre que circula |
15 | | | por nuestras venas también. | | |
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| El Verbo sigue subiendo | | | | al firmamento feliz | | | | y nuestra naturaleza | | | | va dejando de ser vil, |
20 | | | porque otra, pura y eterna, | | | | con ella se quiso unir | | | | y ahora sube con ella | | | | hacia la gloria sin fin. | | |
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—208→
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| Sube Jesús y, subiendo, |
25 | | | reconcilia por amor | | | | la tierra de los pecados | | | | con el cielo del perdón, | | | | así como ayer, bajando, | | | | en su ser reconcilió |
30 | | | la debilidad del hombre | | | | con la majestad de Dios. | | |
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| Cuando el Señor de la tierra | | | | llega por fin a la luz | | | | y abre las puertas eternas |
35 | | | con la llave de la cruz, | | | | nuestra carne se liberta | | | | de su vieja esclavitud | | | | y con su carne gloriosa | | | | penetra en el cielo azul. |
40 | |
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