Antología poética
Rosina Valcárcel Carnero
A Leoni
Al modo de Guan Hanqing
Leyendo a Tulio Mora
A Thelma Nava
A Frida Kahlo
La jauría anda allí, afuera, se siente su presencia
malévola, tras el triste cantar de los grillos
Óscar Amaya Armijo
Cierto, no nos apocan la miseria ni la ceniza del desierto Mascamos la vigilia, nuestros ideales, el runrún de las parejas y el gruñir de las señales en el teclado Cómo negar la conspiración Hoy coreamos algo similar con este ayuno Sí, en este lado de la capital, arrullados entre libros y olas marinas somos fragmentos de generaciones de conspiradores insomnes, apremiados de claveles, amor, libertad y revolución Qué sentido tiene dormir Si al margen de la orilla el país es un pálido animal decapitado ¿Puedes dormir? No. Anhelo pensar, escribir y cuidar el aura de las mujeres, hombres y jóvenes que dedicaron la existencia a custodiar sus mitos Como nosotros, esta medianoche, los compañeros y hermanas están velando otros amados rebeldes, desaparecidos, torturados, presos, muertos. Esta noche ya tiene siglos de haber principiado y nos punzan los ojos y perciben fatiga estos pálidos cuerpos. Sin embargo, ajados y enfermos aquí estamos Quién sueña hoy, quién podrá dormir Las hierbas secas musitan ¿Los traidores? Si dormitan es pueril su sueño Nuestro insomnio, es real, mas no vano Solo velamos la patria alegre que deseamos como herencia para los infantes anónimos de aldeas y pueblos remotos, para los niños que pasan y sonríen, para los que transitan y están mudos, para nuestros hijos y su prole. Nuestro insomnio, entonces, es utópico La cámara no miente Nuestro desvelo infringe Contra los que tienen la visión perversa Contra los que están cavando su propia tumba extendemos el eco de nuestra guitarra al hombro.
(a Gloria Mendoza Borda)
París brilla a la luna desde lo alto del cielo
Francis Picabia
Leyendo a Hikmet
Niña mía, abre los ojos. No elijas el cielo gris solitario. Habita la tierra entre mariposas y el jardín de las delicias. Disfruta esta vida, pequeña, goza el valle de tus ancestros. Ama a los claveles y a los animales. Corre por la chacra y cree en la humanidad y en su fulgor. Aprende a caminar sobre la viga oscura, pequeña bailarina. Percibe la nostalgia del árbol y sus raíces, la tierra que se contamina. Ama a la especie y el dolor de los hombres. Ama a los astros y al misterio. Ámate, pequeña mía. Te cedo mis manos. El ángel de la alegría es tu aliado. La noche te brinde sabiduría y magia. Alondra, los dioses andinos cuiden tu senda y la música sea tu alimento. Buda te dé serenidad y la libertad reine en ti. Ha llegado el verano.
Apunte de mi adolescencia
El amor está en la tierra. Sólo tu cuerpo y el mío, solos. Los astros palidecen al vernos. Sólo tu cuerpo y el mío. Nubes de ámbar. Otra vez es noviembre y el amor renace de mis entrañas. Rojo, debe ser rojo, y no me quejo. Los trenes pasan y tu llamada tarda. Una mano invisible levanta mis faldas y la piel relincha como yegua en celo. Por ti perdí la realidad. Roedor de fantasías, no me dejes. El mar de tu lengua ciega, mis lágrimas y el tabaco. Mi amor espera una abrupta respuesta. Sólo tu cuerpo y el mío, solos. Adivino claveles y violines en tu corazón negro. El mar de tu lengua y otra vez el fuego. El río quiere apagar esta ola y no puede. Y estas ganas locas de ser lluvia y deseo, verso nacarado o triste melodía. La fuente y el Sol penetran en la penumbra, penetran entre mis piernas. Y ascendemos hacia nuestro viejo castillo destartalado. Es el parque Santos Dumont; ¿te acuerdas, mi amor? Me amabas en silencio y las manzanas eran otra historia. Dame ayahuasca, ángel arcano. Si volviéramos un instante, solo un instante, cuánto daría. Qué senda nos separó, qué confusa senda. Nunca te he conocido, Escorpión. ¿Y, tú, me conociste, acaso? Hay que llevar al Amor hasta el absurdo. Y tus palabras, ¿y tus palabras? «Me iré cuando te haya calado, amor mío». Torpes y solitarios eran nuestros corazones. Y me preguntaba por qué tenías miedo a las hojas del jazmín. Y me preguntaba por la Revolución, los bolcheviques y el barrio de San Eugenio. La belleza del mito me tocaba, sólo la belleza como nuestros cuerpos errantes y desnudos.
Algo se muere en el alma cuando un amigo se va.
Canción popular
Hoy, querido Juan, te esperábamos sobre el frío de unas sillas duras bajo el laberinto gris de nuestra mente vacía. En el pabellón número 8 del Hospital Víctor Larco Herrera, aquí, en Magdalena, me han confinado en este húmedo cuartel de plata y ceniza antiguo. Aquí me trajeron con camisa de fuerza a la una de la madrugada y solo a ti te lo cuento, porque solo tú sabes lo que significa ir contra el sistema, solo tú sabes del horror y el vacío. Todo el mundo se sorprendía mientras mi boca disparaba palabras inauditas que hervían y avergonzaban. Era Juana de Arco bajo el cielo de Lima y un bosque de botellas verdes invadía la ciudad. Zorba incauto silba entre los pajaritos de Lima. Valquiria peina su tonta languidez. En cambio tú, Hermano de causa, Hermano de historia, sabes de sobredosis, del sueño que puede liberarnos. A los poetas no hay que amarlos, a los poetas hay que leerlos. A los pintores hay que seducirlos, a los pintores hay que festejarlos. Para olvidarnos de ti y salvar tus poemas puse distancia entre la casa y el Sol, entre el Queirolo y los cadáveres insomnes. Por eso regalamos todos nuestros libros, ofrendamos todos nuestros cuadros. Y todo fue un caos, un túnel, un misterio. El manicomio nos da un paisaje tripartito. Hermano. Aquí platicamos con Martín Adán y bebemos pisco con Juan Francisco Valega. Te recordamos mucho, Poeta, amigo de puta madre. ¿Qué más, qué más? Solo un verso limpio y justo en tu corazón.
Leyendo a Fayad Jamís
La tarde lánguida La ciudad sobre mi espalda Este Jardín imaginario El color de primavera serpentea la senda En los márgenes el aroma de la cabellera de los condenados Todavía sueña Una niña ahogada en su universo de leyendas levanta el peine roto al lado de un mendigo E inmóvil devora la luz que se filtra El amor de esa infanta saltó de un rincón bajo los guiñapos grises como pájaro mensajero de cuarzo que aletea sobre la plaza San Francisco
Así es el despertar Tú lo dices ahora en primavera Mea culpa tus ojos mortales Así es la aurora de Lima Agoniza su columna y hurga Los militares duermen Mi amigo Las leyes se avinagran Los viejos huesos duelen El hambre gime Un faquir cabalga al filo del océano Tú escribes ¿Poeta de la patria libre? La urbe es tu amada y la revelas descalza El horizonte sale de sus pechos de jade
Así no es Lima y me lo dices Mas sueño en un mundo extinto tras la última bomba nuclear Lima desierta llena de esplendor sin nombre Tú no entiendes y alucinas, Robin Hood de la miserable ciudad de los Reyes
Luz devoradora Los roedores salieron del Palacio de Gobierno Tachos de basura de calles malolientes Tazas quebradas carnes pasadas ropas cuadernos arañados hedor sin alma Libros del adiós han dejado la herida ciega ¿Por qué no defienden a los pueblos liberados? La sociedad agoniza, camarada Las crías, los juglares, las musas, los viajes, perduran
Frente al Puente de los Suspiros construiré mi hogar
Aquel de la cortina azafrán en las ventanas Anticipa el canto del mar
Y bajo la ciudad hay ancianos sin tregua / ya no sueñan Y evocan un aullido cerca al Rímac gris
Mortales cavilan el anhelo de la tierra
El amor degollado es la vagina y la muerte
La nube azabache impulsa el temblor de una lechuza / un ahorcado y una cama alrededor suyo Emergen tréboles tres manos-ramas de primavera
La arboleda surge del río molusco del sensual humo de la marihuana
Una torcaza bate su karma sobre el río turbio Verde de septiembre
Sobre tu casa arden alondras El Amor a destiempo
Los bares dibujan el olor a sexo y vetustos hoteles
Bebes en una mesita para escribir esta carta mientras evoco Y me congelo Mi amigo, ácido, y la urbe se marchita
El bullicio abre paso a los transeúntes a la lluvia risible
Alucinas, mi Viejo Kakumei.
A Diana Ávila
A Víctor Polay Campos
A Francisco Adrianzén