Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice

Antonio Di Benedetto y ciertas formas del policial

Carlos Dámaso Martínez

Es probable que la obtención de uno de los premios literarios que recibió Antonio Di Benedetto, entre de los varios que le otorgaron, haya aportado un aspecto más en la consideración de su obra. En 1975, el autor de Zama, obtuvo con su cuento «Los reyunos» uno de los cinco galardones del Primer Certamen latinoamericano de Cuentos policiales organizado por la revista Siete Días. El jurado estaba integrado por prestigiosos escritores como Jorge Luis Borges, Roa Bastos y Marcos Denevi. Por tal reconocimiento al autor de «Los reyunos», se lo ha vinculado de algún modo con este género, pero podría decirse que es también uno de los pocos escritos de su obra que presenta cabalmente estas características de la tradición policiaca en nuestra literatura.

Cabe advertir, que cuando el escritor de origen mendocino obtiene este premio ya ha publicado tres novelas importantes, Zama (1956), El silenciero (1964), Los suicidas (1969, mención del premio Primera Plana de novela 1967) y en el mismo año de 1975 aparece El juicio de Dios, en Buenos Aires. Podría mencionarse además su reconocimiento en el exterior y la traducción al alemán de Zama.

Así y todo, el equívoco generado por este premio que coloca a Di Benedetto en el área de la narrativa criminal resulta productivo, ya que habilitó una vía de entrada más al mundo ficcional de este gran narrador, que excede la dimensión de esos rasgos genéricos y presenta varias aristas para apreciar su singular poética narrativa. Por esto, consideraremos primero «Los reyunos», Absurdos (1978) en tanto relato policial y luego realizaremos una reflexión sobre ciertas formas de este género en otros textos de Di Benedetto, que junto a una dimensión de lo fantástico y la influencia del cine, marcan algunos de los rasgos principales de su original arquitectura narrativa en la literatura argentina. Una poética que lo sitúa en el momento inicial de su producción literaria, especialmente con sus libros Mundo animal (1953) y El pentágono (1955), dentro de una elección estética que se opone al regionalismo literario costumbrista mendocino y al realismo tradicional de ese momento.

«Los reyunos» es un relato policial muy particular, su trama se desarrolla en el pasado, a comienzo de 1920, pero no intenta ser una representación arqueológica de esa época, como lo suele entender la llamada narrativa histórica impulsada por el mercado editorial, sino que lo histórico es siempre una mirada presente. Algo similar a lo que Di Benedetto ha llevado a cabo con su novela Zama, un modo de situarse en un pasado imaginario, tal como lo ha entendido también Saer, en su lectura de Di Benedetto, cuando precisa su concepto de ficción ubicada en un momento histórico1.

Sin embargo, lo más interesante y, sobre todo original para el género policial (urbano por supremacía), es el espacio rural en el que se sitúa el relato. El detective, o el investigador como se lo llama en el texto, es un agente enviado de la ciudad que llega a un pequeño pueblo situado en medio del desierto cuyano, en el extremo sur de Mendoza. Se trata de una zona desértica y aislada, que el escritor ha creado como un nuevo territorio ficcional para la narrativa argentina, presente también en otros de sus mejores cuentos. Digamos «El juicio de Dios», «Cínico y ceniza», «Ortópteros» y el de la llanura desértica en «Aballay», que se diferencia de la pampa bonaerense del siglo XIX de la literatura rioplatense, y que algo se parece al desierto de la Puna de las narraciones de Héctor Tizón, otro escritor como Di Benedetto, que se ubica fuera del espacio canónico rioplatense.

El cuento «Los reyunos» está construido siguiendo los procedimientos narrativos clásicos del policial de enigma. Al comienzo hay un misterio, la desaparición de Fermín Reyes, un patriarca autoritario y violento, propietario de casi toda la región y de su gente, y gestor electoral vinculado al poder político de turno. El llamado «investigador», llega a ese pueblo, para resolver la misteriosa desaparición de Reyes, en medio de una plaga de langostas que ha invadido la región. Luego el relato se centra en la investigación, y paso a paso se narran las interrogaciones que realiza el investigador a familiares de Reyes y allegados, hasta finalizar con la usual resolución del caso. Es así que este detective policial, tras reunir algunas pistas, por deducción descubre donde posiblemente se ha escondido el cadáver de Reyes, al que encuentran «enmurado» y casi totalmente devastado por un ejército de hormigas, en una ancha pared de adobe que el hijo bastardo, el Cholo, ha construido en la parte trasera de la casa de su padre. La historia es la de un hijo que vuelve después de haber abandonado la casa paterna y que, con en claro desafío, seduce a una jovencita que el padre tiene como su amante de turno y, finalmente, en un enfrentamiento a cuchillo lo mata.

La denominación los «reyunos», como informa el investigador en el cuento se refiere a la costumbre que se tenía en la época colonial de cortarle las puntas de las orejas a los caballos de propiedad del rey para distinguirlos. Es por eso que, en el relato, el autoritario don Fermín Reyes hacía lo mismo con sus animales, los caballos, su perro y sus hijos para «mostrar su poderío o su amor», según infiere el enviado policial. La relación paterna y filial conflictiva es un tema frecuente en Di Benedetto, como pasa en Los suicidas, donde el padre del narrador protagonista se ha suicidado cuando su hijo era niño. En «Los reyunos», después del desenlace del caso policial, el investigador toma conciencia que también él es alguien que conoció solo de niño a su padre y no sabe si ha desaparecido o simplemente está muerto, lo que sugiere cierta comprensión en espejo sobre la desgracia del hijo de Reyes.

Si bien la historia narrada tiene suspenso, el cuento se destaca por su escritura, por ese estilo «pudoroso», según destaca Jimena Néspolo2 o por ese modo de narrar que Italo Calvino llama «la escritura de la levedad», como lo he señalo en un artículo sobre la obra de Di Benedetto3. En este cuento además se puede apreciar el preponderante efecto visual de su escritura, una modalidad narrativa presente en casi todos sus cuentos y novelas. Como se sabe, en su obra se reconoce la influencia del cine, un lenguaje que Di Benedetto conoce muy bien como crítico y apasionado cinéfilo, cabe preguntarse entonces ¿cómo la construcción narrativa de sus relatos puede lograr ese efecto visual? Una respuesta posible es la que ensaya Umberto Eco cuando expresa que «una figura de la retórica clásica llamada hipotiposis es la técnica de representación verbal del espacio» que produce un efecto o ilusión visual en un relato4.

Por otra parte, sabemos que el propio Di Benedetto ha comentado que, entre sus lecturas de escritor, fue muy importante la revista Leoplán y probablemente la revista Vea y lea en las que hacia 1950 pudo leer algunos de los cuentos de Rodolfo Walsh, que tienen como protagonista al comisario Laurenzi, especialmente en los que el comisario interviene en el ámbito rural provinciano. Entre ellos, el cuento «Simbiosis», publicado en Vea y lea (n.º 249, el 15-11-1956). Laurenzi, comisario de Buenos Aires, es enviado a un pueblo bastante alejado de la capital de Santiago del Estero y debe investigar el crimen de un curandero, una especie de Santón popular. El aislamiento y las costumbres de una cultura de raigambre indígena, situado en los márgenes del progreso, se parece bastante al poblado de «Los reyunos». Di Benedetto sin duda tendría en los años setenta conocimiento de la existencia de algunos escritores que eligieron para sus relatos policiales el ámbito rural, en un momento en que se afianza un policial argentino y aparecen comisarios detectives autóctonos, como Laurenzi y otros como Fruto Gómez (de Ayala Gauna)5. «Los reyunos», sin embargo, no crea un detective con la intención de configurar un personaje recurrente como lo hace Walsh. En realidad, su narrativa se caracteriza más por un tratamiento que trasvasa las codificaciones genéricas (el fantástico, el policial, el relato histórico) como parte de una búsqueda en su escritura que potencia su deseo de renovación literaria.

Otro de los cuentos en los que Di Benedetto utiliza algunas formas o estrategias narrativas propias del policial es «Cínico y ceniza» de su libro Absurdos (1978). En este texto el espacio cuyano está también presente, y esta vez la inclemencia no es una plaga de hambrientas langostas, sino una lluvia de cenizas, que proviene de un volcán cercano. Esto sucede también en el pasado, hacia 1932. El misterio, desde el comienzo del relato, se cierne sobre la muerte de Luciano y se alude a un pacto secreto que ha tenido en la infancia con su hermano. El narrador protagonista, fiel a lo pactado, regresa al pueblo al tercer día de esa muerte.

A diferencia de «Los reyunos», un relato lineal, este cuento tiene un desarrollo narrativo más complejo, hay «racontos» que remiten a ese pacto de hermanos, en el que han acordado que «el que muera primero tendrá que avisarle al que quede». Siguiendo el modelo borgeano, este cuento deconstruye las leyes del género, especialmente en torno al enigma de la muerte de Luciano y su resolución. El narrador protagonista sabe más que los otros personajes, mantiene ese saber en secreto, lo que permite que la revelación del misterio trascienda al descubrimiento policial de que Luciano fue envenenado y los posibles motivos de ese asesinato. Esa trascendencia se instala en la relación conflictiva con el hermano envenenado y prima la culpa en el narrador por haberlo maltratado y haberle quitado por un tiempo a su mujer, Emilia, cuando vivía en el pueblo El narrador a su regreso encuentra en realidad un mensaje de su hermano inscripto en las cenizas convertidas en lava volcánica, pero ha sido escrito antes de su muerte. La palabra «investigue», apenas legible en ese mensaje, lleva al narrador a interpretar que su hermano le sugiere que se castigue su muerte. No obstante, en su reflexión final, el narrador cínicamente guarda sus secretos («No soy un soplón», piensa) ante el detective policial y el médico forense, porque cree que en principio si no hay otra vida después de la muerte, no hay castigo y, luego, desliza una duda si hay o no un «un más allá». Desde las convenciones del policial, Di Benedetto plantea en este cuento la posibilidad de un crimen casi perfecto, con ciertas semejanzas con el cuento «Emma Zunz» de Borges. Un modo de apropiarse de ciertas formas del policial con la intención de renovar de algún modo el género.

Algo similar ocurre con el cuento «Ortópteros» (Cuentos del exilio, 1983), que algunos críticos califican de policial, aunque las formas del género es solo una parte fugaz en la alternancia de diversos modos narrativos, en los que se encuentran historias diferentes y narradores distintos; entre ellos, el comisario de un pueblo que siguiendo la tradición oral popular busca una explicación imaginaria a las sucesivas plagas de langostas que acosan a la región, en esta ocasión todo sucede en un pueblo que se encuentra casi en el límite de la «pampa bonaerense y la pampa puntana», como se especifica en el relato. Esta ficción también se sitúa en el pasado, hacia la década de 1930. El misterio inicial es el inusual atraso horario del tren, de la compañía ferroviaria inglesa, que cubre el trayecto de Buenos Aires a Mendoza.

El primer núcleo del cuento narra el susto que el dramaturgo Jacinto Benavente tiene como pasajero de ese tren retrasado cuando una lluvia de langostas caen sobre el transporte ferroviario a pocos kilómetros del pueblo situado en esa región. El dramaturgo está tan asustado por la invasión de las langostas, que olvida que ha recibido un telegrama en el que se le comunica la obtención del premio Nobel. El segundo núcleo es el viaje de un periodista, que acompañado por un fotógrafo, es enviado por la empresa ferroviaria a ese aislado pueblo a investigar el retraso del tren que se ha vuelto frecuente. El misterio es develado desde un principio, las ruedas del tren patinan sobre las vías que se han vuelto resbaladizas por el líquido viscoso que las langostas despiden sobre ellas cuando el tren avanza y las aplasta.

La tercera historia es la que le cuenta el comisario del pueblo al periodista. Un relato oral, que desvía el motivo narrativo anterior, y crea un nuevo enigma, el de una maestra que aparece muerta en una calle del pueblo con el cuerpo vaciado de sus órganos y llenos de langostas. Todo el relato del comisario es exagerado, pero el periodista lo escucha con fascinación. En su trama, además, hay un profesor sospechoso, que ha traído al pueblo una valija llena de langostas, que es interpretada por el comisario como el origen de la catastrófica plaga, pero luego el relato se desvía hacia otro género, la leyenda, el mito popular, narrado como una parodia hiperbólica de las creencias y relatos algo mágicos de la narrativa oral.

Por otra parte, uno de los mejores cuentos de Di Benedetto, «Aballay», si bien no es un relato policial, existen algunos aspectos que permitirían establecer algunas asociaciones con el género. Este cuento es la historia de un gaucho que, en ese territorio aislado de la llanura cuyana, busca pagar su culpa por la muerte que ha provocado a otro gaucho ante la presencia del hijo, cuya mirada jamás podrá sacarse de su conciencia. Y ante la ausencia de las leyes del Estado, en esa zona marginal, recurre a la religión para pagar su culpa, subiéndose a su caballo con la promesa de no bajarse jamás de él, imitando a los antiguos estilitas bíblicos que se subían a una columna con esa misma promesa, modelo que ha escuchado en el sermón del cura que visita esa apartada región. En relación al policial llama la atención que, en el cuento, en medio de la errancia penitente de Aballay, se alude a un suceso protagonizado por Facundo Quiroga, un mito popular, que Sarmiento supo emplear en su emblemático libro. Mito que alude a un asesinato de carácter político, tal vez una de las formas del crimen perfecto.

La otra asociación que surge en torno a la lectura de este texto es que en la transposición del cuento de Di Benedetto al cine, el director del film Aballay (2010), Fernando Spiner, lo convierte en un western criollo. Podría pensarse entonces que esa decisión del director, tenga que ver con que, entre las fuentes de la novela policial norteamericana, está la narrativa del Oeste norteamericano, el llamado western. Mempo Giardinelli en su ensayo sobre el policial, desarrolla con detenimiento este origen del género policial en la literatura norteamericana6.

«Los suicidas», a su vez, es un texto en el que podemos observar también de qué modo Di Benedetto apela a algunas formas del policial. En esta novela el narrador personaje es un periodista que trabaja en una agencia de noticias y su jefe le pide que investigue el caso de tres personas muertas por suicidio y escriba una serie de notas que podrán ser bien vendidas a diarios y revistas. La figura del periodista investigador en la narrativa de Di Benedetto es equivalente a la del detective de las novelas policiales, especialmente en Los suicidas, y se puede también asociar a la del escritor: «… varios aspectos de la profesión periodística están aglutinados en el escritor», dice en 1985 el escritor mendocino7.

La novela es la narración de esa investigación, a la que se van sumando otra serie de suicidios. El periodista investigador tiene algunas ayudantes, Bibi con los archivos e información y Marcela una joven fotógrafa que luego será su amante. Pero no solo eso, sino que con Marcela llegará a realizar un pacto secreto para suicidarse juntos. La narración despliega una serie de recorridos investigativos del periodista y la fotógrafa por la ciudad, una ciudad, que no se nombra, pero se puede asociar con la Mendoza de Di Benedetto.

El periodista en su investigación encuentra algunas pistas que podrían develar las causas de por qué la gente se suicida, pero solo son hipótesis muy generales y siempre subsiste un motivo secreto que los suicidas suelen llevarse a su tumba. Pero lo que el jefe de la Agencia periodística le exige al narrador no es eso, cuando vislumbra el fracaso de la investigación le dice «… lo que yo le he pedido es otra cosa: el misterio de los que se matan». La expectativa de la novela se desarrolla en el avance de la investigación, ese principio constructivo del género policial, pero la mayor tensión narrativa se produce por la dificultad de conocer el misterio que lleva a una persona a suicidarse. Algo similar ocurre en las narraciones policiales (sobre todo las clásicas de enigma) con la tensión que se instala cuando no se revela desde un punto de vista tradicional el misterio de un crimen, como pasa en el cuento «Emma Zunz» de Borges, lo que pareciera sugerir la idea del relato de un crimen perfecto. Al margen de las visiones religiosas, jurídicas, psicoanalistas y de las reflexiones metafísicas y filosóficas de Albert Camus y de la propia novela de Di Benedetto sobre el tema, podríamos conjeturar, de un modo literario, que el suicidio se asemeja a la idea de la existencia de un «crimen perfecto» por la tensión que produce la imposibilidad de desentrañar las motivaciones que llevan a un ser humano a matarse a sí mismo.

Indice