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Aristocracia del talento y de la sangre

Concepción Gimeno de Flaquer





La aristocracia del talento es la verdadera aristocracia de nuestro siglo. En nada tenemos hoy los nacimientos de preclara estirpe, pues son estos un don debido a la casualidad, mientras que el talento cultivado supone aplicación, estudio, trabajo, perseverancia. Las princesas y las damas de alta alcurnia lo juzgan así, y prefieren un rayo de gloria a los esplendores del trono o a las irradiaciones de una corona ducal.

Algo han influido las costumbres para que las mujeres distinguidas se decidan a escribir y a presentar sus trabajos artísticos en las exposiciones. A principios de este siglo la mujer de talento que quería verter sus ideas al papel, se cubría con el antifaz del seudónimo, mientras que hoy la que tiene facilidad para comunicar al público sus pensamientos, se enorgullece de poderlo hacer.

Esto consiste en que a principios del siglo quedaba el recuerdo de mujeres que lo habían pospuesto todo a la pluma, creyendo tal vez de buena fe, que el título de artista o escritora las autorizaba para romper con las tradiciones anexas al sexo bello y con las preocupaciones que cada época impone. Con tales aberraciones, el título de escritora o artista asustaba a las gentes medrosas, pues en la opinión de estas, ser artista o literata, era poseer una patente que permitía cometer las mayores rarezas, extravagancias y ridículas excentricidades. Entonces la escritora o artista no tenía lugar definido en sociedad, mientras que ahora es reconocida como miembro de una clase distinguida que marcha a la vanguardia del progreso.

La mujer bas bleu ha desaparecido desde que la escritora o artista, conociendo claramente su misión, vive más en el hogar que en el Club, porque ha comprendido que la mujer y la escritora es una dualidad que debe uniformarse para que sea más encantadora. La artista o literata de nuestros días, que ha nacido en buena cuna, quiere ser antes que nada señora, y a esto lo sacrifica todo, imponiéndose frecuentemente el doloroso martirio de nivelarse con inteligencias inferiores, para no distinguirse entre ellas y levantar a su paso tempestades de odio desencadenadas en contra suya.

La literata o escritora de alta clase, en nuestros días es completamente femenina en su vida privada; habla como todas las damas distinguidas, recibe de igual modo, dirige las faenas domésticas, educa a sus hijos y se viste con arreglo al último figurín. La literata de la época moderna conviene en que es más sensata la mujer que se doblega a la opinión, que la que la desafía, y por eso se somete a ella.

El ridículo inherente al nombre de escritora, se extinguió desde que aparecieron en la república de las letras damas distinguidísimas por su talento y educación, que honran con su nombre la clase literaria a que pertenecen.

Citemos algunas de ellas.

La reina de Rumania, que publica bellísimas composiciones, ha sido admitida en la Academia de Tolosa, y entre todos sus títulos de ninguno se vanagloria tanto como del de académica. Recientemente ha pedido a un compositor sueco, la ilustrada soberana, escriba la música para una ópera, cuyo libreto ha tomado ella a su cargo. La escena pasará en Rumania. Isabel de Rumania habla seis idiomas con perfección, pinta y toca el piano y el arpa, y canta como una gran artista. La reina de Rumania tiene gran popularidad, y sus vasallos, que admiran su inteligencia y su belleza, la quieren con frenesí.

La exemperatriz Eugenia está terminando sus memorias, que serán tiernas, dolorosas y conmovedoras.

La reina de Inglaterra ha escrito el diario de su vida, que debe tener gran interés, porque es una mujer de gran talento. Su amada hija la princesa Victoria pinta con notable acierto. Famosa se está haciendo en el mundo pictórico la princesa Scilla, que firma sus cuadros con el nombre de Ruffo.

La joven y bella condesa de Martel, hija de la condesa de Mirabeau, autora de buenas novelas, está dando excelentes dramas a la escena francesa. De una novela escrita por ella y titulada Au tour du mariage, va a escribir un drama en cinco actos. La novela apareció firmada con el seudónimo de Gip, circuló mucho en los salones del gran mundo, por haberse publicado antes en La vie parisienne, y la curiosidad, muy aguijoneada por el mérito de la obra, pudo descubrir que el autor era una dama de la aristocracia, que habitaba en un precioso hotel del boulevard Binean, dama que paseaba a caballo todas las mañanas en el bosque de Bolonia y era asidua concurrente a las carreras de caballos, sin dejar de ser a la vez una madre modelo.

La madre de Alfonso XII no ha cultivado las artes ni las letras, pero ha protegido a escritores y artistas. Con una generosidad que ya es en ella proverbial, ha costeado diferentes publicaciones, dando a la estampa obras importantes, que pocas personas conocían, porque eran manuscritos archivados. A la influencia de Isabel II debemos el haber conocido el «Poema de Alfonso X».

La infanta Isabel, hermana mayor del rey de España, cultiva la música con gran éxito y posee conocimientos generales en la mayor parte de los ramos del saber. Con palabra elegante, correcta y fácil, como la tienen todos los Borbones, habla al geógrafo, de geografía; al historiador, de los sucesos pasados; al matemático, de números; al poeta, de versos; y al músico, de armonías. La infanta Isabel atrae con su galano lenguaje, encanta con sus exactas apreciaciones acerca de todos los asuntos serios, y deleita con sus ingeniosos chistes, pues su fina sátira es tan elegante como punzante.

Otra infanta de España, Paz de Borbón, hoy princesa de Baviera, brilla en el arte de Murillo y en el de Quintana. Recientemente ha publicado un tomo de versos en la casa de los editores Rivadeneyra, que revela la florida imaginación de la egregia poetisa. Su musa es la musa de la familia: léanse el soneto a su Madre, los versos a su hermano Alfonso, a sus sobrinos, a sus muy amadas hermanas Eulalia e Isabel, y se podrá apreciar la exuberante lozanía de un talento elevadísimo y de un alma llena de ternura. El sentimiento religioso es también en Paz de Borbón fuente de inspiración: véase un fragmento de su composición a la Virgen de la Almudena:


Hay seres en el mundo,
Seres queridos,
Que anhelo ver felices,
Nunca afligidos.
¡Oh Virgen buena!
Lo imploro ante tu imagen
De la Almudena.
Pero si en vez de flores
Que orlen su frente,
Espinas les reserva
La adversa suerte;
Di a Dios que cambie
Todas mis alegrías
Por sus pesares.

¡Qué hermosa abnegación descubren estos versos!

En ellos está fotografiada el alma pura, inmensa y sublime de la dulce autora. No se puede leer la despedida de la augusta cantora, dedicada a su hermano Alfonso, sin verter copioso llanto. Digna hermana de esta ilustre princesa es la infanta Eulalia, distinguida acuarelista. Muchos de sus trabajos han figurado en diferentes exposiciones, llamando la atención muy especialmente sus trabajos en el decorado de porcelanas.

La princesa Teresa Carlota Mariana Augusta de Baviera, sobrina de Maximiliano II de Baviera, es políglota y científica. La astronomía es uno de sus estudios predilectos; cuando hizo la ascensión al Vesubio, discutió con el gran astrónomo Palmieri, que habitaba entonces en el Observatorio, sobre el volcán.

Distínguese la princesa Alejandra, hija del rey de Dinamarca, como gran pianista, y consagra la mayor parte de su vida al estudio del divino arte.

La reina de Bélgica brilla por su ilustración.

Natalia, la joven y bella reina de Serbia, es escultora cual María Pía de Saboya, madre del futuro rey de Portugal. Esta reina, que es una de las reinas más elegantes de Europa, cuenta con una popularidad semejante a la que tuvo María Teresa de Austria. Una grave enfermedad puso en peligro la vida de María Pía de Saboya, y en aquellos días críticos pudieron conocerse las grandes simpatías con que cuenta. Era curioso el espectáculo que ofrecían los alrededores del palacio real, que dista una hora de Lisboa. Muchas mujeres se pasaban el día en los patios del regio alcázar, sin acordarse de ir a comer, esperando recibir frecuentes noticias de la salud de la reina. En los voluminosos libros destinados a contener las firmas de los visitantes que se interesaban por la salud de María Pía, figuraban muchas cruces, letras sin terminar, rayas y diferentes signos que nada decían a primera vista, y que sin embargo, tenían gran significación. Eran los rasgos trazados por la mano de mujeres que carecían de toda cultura intelectual, pero que poseían gran corazón. A impulsos del sentimiento y movidas por gran afecto a su reina, habían trazado aquellos signos extraños, pero no indescifrables para María Pía de Saboya.

Cuando la historia se ocupe del que ha de regir los destinos de Portugal con el nombre de Luis II, enlazará siempre a su nombre el de su madre, porque María Pía de Saboya ha sido su educadora.

Esta ilustre mujer, que tan digna, tan majestuosamente ocupa su trono, es en el mundo social un modelo de elegancia, en el mundo del arte una artista distinguida, y en el mundo del sentimiento una esposa irreprochable y una madre tierna y apasionada.

El pueblo portugués al amarla tanto y al enorgullecerse de ella, hace justicia a sus méritos y virtudes.





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