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- III -

                                                     
PORQUE, según el género de caza,
dispone el cazador las prevenciones;
no echa a los fieros lobos los hurones,
ni dispara a las tímidas alondras
con balas de cañón de artillería, 5
que aquello poco y mucho esto sería,
y así son menester astucias nuevas,
si a la Marcela o chusca Sinforosa
de tu amor quieres dar líquidas pruebas,
o a la Isidra que ostenta vanidosa 10
por su cotilla aquel gran mar de tetas
donde la vista en su extensión se pierde
y mueve tempestad en las braguetas;
o si echar a perder un trigo verde
quieres con la Torre, santificada 15
con el miembro del clérigo que espera
fruto de bendición, encarcelado
por esto y por hallarse lo guardado;
o si a la Coca o Paca la Cochera
con tu virilidad atragantarlas 20
la garganta de abajo boca arriba;
o bien si de la Cándida muy seria
te quieres arrastrar por la barriga.
Vosotras, madre e hija, las Hueveras,
en mi canto también seréis loadas, 25
y no menos vosotras, las Canteras,
y la Roma, con morros abultados,
y el esponjoso empeine muy peludo
almohadón a los miembros ya cansados.
Ni dejarán mis versos en silencio 30
la Antonia de ojos negros, que reciente
de mi amorosa herida aún se resiente;
ni a la Marina, ni callar yo quiero
la Alquiladora que estafó a Talongo,
ni a ti, la escandalosa Policarpa, 35
que te hacen más lugar que a un aceitero.
No puedo menos de aplaudir, Carrasca,
el acorde vaivén de tu galope;
ningún miembro por grande se te atasca,
¡Oh Carrasca, blasón de las pobretas, 40
de grandes muslos y pequeñas tetas!
Ni serán de mis Musas, no, cantadas
la Teresa Mané que ha cuatro días
salió de Antón Martín de carenarse,
la Felipa y majísima Nevera, 45
Luisa, Giralda, y tú, Caracolera,
y la Narcisa, célebre gitana,
y la Carreterota, catalana.
También la Vinagrera que de gusto
tanto tiempo sirvió a su señoría; 50
pero aunque el arte de la putería
no tuviera más bien que haberme dado
la Alejandra una noche en matrimonio,
que luego a la mañana fue anulado,
eternamente yo lo celebrara. 55
¡Qué empeine vi, qué pechos y qué cara!
Pero dejemos esto, que escribiendo
solamente, me estoy humedeciendo,
y ¡oh Pepita Guzmán! a ti me vuelvo.
A cualquier fraile la flaqueza absuelvo 60
de ahorcar por ti los hábitos; disculpa
tienen los que por ti se estoquearon,
mas no de que los dos no se mataron.
Primero el astro que a la luz preside
faltara al cielo, que mi verso olvide 65
¡oh Belica! tu gracia y tu belleza;
miente la fama que a decir empieza
que es tu amor sabrosísimo homicida;
no es sino capaz de infundir vida.
Las putas mienten con decir que matas, 70
Dios guarde al que bien sabe que es mentira.
Por desacreditarte y comer ellas
tal voz esparcen; mas tus carnes bellas,
el alto empeine y su penacho bello
de negro pelo y tu mimado halago 75
embelesa al que logra merecello.
No lo logró el presbítero taimado
por más que hizo; rabió de envidia y celos,
te acusó de un delito impune en otras
y por tu gran presencia, a la Galera 80
el baldón le mudó de horrible en fiera,
donde, aunque allí mil fueron sentenciados,
fueran muchos, mas pocos los forzados.
Bien sé yo, aunque eres puta, tus virtudes;
que bien cabe virtud en una puta; 85
y así no querrás tú que haga injusticia
con mi silencio a la Poneta-y-Pona
que por treinta dineros a un viejo
le entretiene con blanda y dulce risa,
con genio juguetón, chiste y gracejo, 90
que en esto se parece a mi Dorisa.
Mas ¿dónde, arrebatado, haciendo alarde
del batallón de Venus, me transporto?
¿Cuál ingenio será que a tanto baste?
Más fácil fuera al estrellado globo 95
contarle los luceros, las arenas
al mar que baña desde el Indo al Moro,
primero que yo cuente las muchachas
que hay en Madrid; diré de cierto cuántos
átomos pueblan la región vacía; 100
diré primero a cuántos la Relata,
antes de ser la reina de las Moras,
alquiló su persona a real de plata.
¡Oh, cuántas brazas de hondo tiene el coño
de la Pepa la larga, a quien circunda 105
tosco cañaveral de ásperas cerdas!;
y así no es mucho que en silencio pase
aunque no digna de él, a la Casilda
ni a la Tola, que tiene entre las piernas
un famoso rincón de apagar hachas; 110
a la una y otra hermana Aragonesas,
la Paquita Sangüesa y la Cañota,
que lo daba por uvas de su viña;
a la Tecla y Liarta que aún es niña,
a la Rafaelilla y Micaela, 115
y a la lujuriosísima Fermina,
que no repara mucho en el dinero,
cual otra castellana Mesalina:
y la Chiquita, a quien el Padre Angulo
le pegó purgaciones en el culo. 120
No me olvido de ti, pulida Fausta,
que apenas a Madrid recién venida
te pegaron espesas purgaciones
y, escarmentada, evitas los varones,
siendo, cual vieja o fea, puñetera; 125
y así saliste, a fuerza de ejercicio,
la más diestra de todos los humanos:
y la Frasca, la Ignacia y la Teresa,
la hermana de la Zurda y la Tadea,
discípula que fue de la Relata, 130
y su testamentaria, la Belona,
la Tribalda y la célebre Matea,
la Benita, de tetas desiguales,
la Cevallos, baldón de su apellido,
y otras, que si los suyos les preguntas, 135
tendrás a dicha emparentar con ellas.
Y Beatriz la de las ingles bellas
y ojos vivos, el pecho alto y carnoso,
y en él dos tinajillas del Toboso;
y la resaladísima Antonieta 140
de hambrienta vulva y la Catalineta:
la Matilde y famosa Sacristana
con el lunar que el muslo la hermosea
cuando la echan al vuelo cual campana;
la Poderosa, del joder apriesa, 145
con boca de carmín bañada en risa;
y la Jacinta, del redondo culo,
la Clara, que, al nombrarla, en mi bragueta
y en mi miembro infundió tanta lujuria
cuanto de Clara el sucio nombre encierra: 150
la Margarita de abultado chocho,
que hace creer al majadero Indiano
que únicamente guarda para él solo.
Fantástica ha sacado la Felipa
chupetín de alamares y solapa, 155
que a la heroica le cuelga hacia la tripa
y así pretende aquí ser celebrada
y a la oreja me ruega por su hija
porque la den mis versos parroquianos
a quien vender su imaginario virgo, 160
tantas veces vendido; de quien dicen
que hubo alguna memoria antiguamente.
La Ursulita y la Bárbara caliente,
y la Isabel de Ceuta y Anastasia,
que el placer la trasporta en el coito, 165
no merecen aquí ser olvidadas;
y la hermosa Gertrudis, carpintera
muy diestra en toda suerte de meneo,
de cuyo bien nos priva hoy la Galera.
Ninguna las pasiones de Asmodeo 170
supo apagar tan bien como esta dama,
más graciosa que Venus en la cama
si al deleite suavísimo convida;
diga si miento quien la vio dormida.
Primero faltará de las braguetas 175
de los ardientes frailes la lujuria,
Gertruditas, que te haga tal injuria,
que te pase en silencio tu poeta.
Mas no es mi Musa tal que no respeta
otras mil putas de elevado timbre 180
con altos y excelentes tratamientos
que en altas casas, que en dorados techos,
en canapés y en turcas otomanas
satisfacen el lánguido apetito
con pajes, con abates y cortejos, 185
o con el peluquero o mayordomo,
y luego van en sillas sobre el lomo
de robustos gallegos y asturianos
tal vez solicitados de sus amas.
Y aunque digas que llaman a éstas, damas, 190
y las mulas de Almagro o los caballos
andaluces arrastren sus carrozas,
lo dan también, como las otras mozas,
al capellán, lacayo o a un volante.
Mas si pretendes que mi Musa cante 195
dónde hallarás la célebre cosecha,
óyeme atento y tú las redes echa.
En los corvos teatros, cuando oculto
estés entre la chusma mosquetera,
de espaldas al magnífico proscenio 200
no escuches los delirios recitados
y podrás registrar la delantera
que ocupan las que brindan con la suya,
cuando en los intermedios la sonora
música rompe y se levantan todas 205
y presentan las armas femeniles
con quiebros y lascivos esperezos.
Ni evitarás las fiestas varoniles
de los muy bravos toros de Jarama,
ardiendo la Canícula en estío, 210
cuando al redondo coso el gran gentío
corre en caballos y en pequeñas jacas,
y ellas en disparados calesines
y en coches de candongas simoniacas,
y en la gran calle de Alcalá no cabe 215
el pueblo inmenso de la corte hispana:
y luego que la plaza muy galana,
puesto a lo majo, hubieres paseado
después que hayan las mozas ya pagado,
acomódate cerca: cuesta poco 220
celebrar lo que aplaudan, o bien sea
del fiero Pascual Brey el valor loco,
o bien cuando el Marchante rejonea,
o cuando el toro al célebre Gamero
fulminado y horrendo se dispara, 225
y encuentra un monte al tropezar su vara;
o si ves que al Mulato o a Romero,
de España valerosos gladiadores,
dignos del circo de la antigua Roma,
celebrar tremolando su pañuelo, 230
cuando aguardan a pie con el estoque
al bravo toro que a sus pies le tienden,
tocan clarines, suena la ancha plaza
y mil aplausos las esferas hienden,
tú sigue el voto de la más cercana, 235
y las naranjas son allí un regalo
y cuesta poco un búcaro con agua.
Síguela a casa, y siempre evitaría
el triste encuentro de botillería.
Así ¡oh memoria! deja de agraviarme, 240
me aficioné de aquella fementida
de cuyo nombre no quiero acordarme.
Pero ya Venus, de mi oreja asida,
a acompañarte ¡oh joven! me molesta
que acudas al hermoso anfiteatro, 245
donde el nocturno pasatiempo y fiesta
nos da el gran baile en máscara, y reluce
el soberbio salón iluminado
y el ostentoso fasto y la opulencia
de ropajes costosos y disfraces 250
de cuantas gentes con su imperio abarca
de Oriente a Ocaso el español monarca;
y ambos coros de música alternando
incitan a pisar con libre planta
al son acorde de entablado suelo. 255
Allí Venus amiga con anhelo
inflama los ardientes corazones
o al movimiento trémulo del baile
o por los espaciosos corredores,
y al oculto favor de la careta, 260
Venus infunde persuasivas voces;
Venus cualquiera máscara suspira
y Venus todo el ámbito respira.
Mas sólo en este lance han de valerte
los pasos de Sintet, no los dineros 265
que aquí en guardarlos has de ser muy fuerte;
y así deja que esotros majaderos
lleven pareja y háganla vestidos,
y huye tú de las mesas abundantes
con espléndidas cenas de Lúculo, 270
y los refrescos que congela el nitro
en las garapiñeras de Penaso.
Al diestro putañero un solo vaso
de agua fría, a lo más, le es permitido
para poder fingirse el generoso, 275
convidando con él por la mañana
cuando ya se apodera la galbana
de los cansados miembros, y la sombra
desciende a nuestros Indios despeñada.
Entonces, los cerebros calentados 280
con el licor de Baco, en cien botellas
diferentes bebido, ya no cuidan
de sus parejas muchos ricos viejos,
agobiados del sueño y el catarro.
Muestre entonces el diestro su desgarro 285
y embracílese al punto con la moza
y no la deje hasta saber su casa;
y esto lo observe en todas ocasiones
pues de no hacerlo, a chascos mil te expones
no sabiendo las casas y guaridas 290
y se da el golpe en vago, indigna afrenta
del putañero que leyó mis versos.
Y también que concurras me contenta
a ver a Clemesón por un alambre,
como por la calle Ancha o el Camino 295
de Aranjuez, pasear (¡cosa admirable!)
y a ver los brincos por los aires vanos
que dan los volatines valencianos.
Pero, ¿cuál verso habrá que cantar pueda
todas las fiestas y concursos todos 300
de la corte feliz de las Españas?
San Antón, Sebastián y Blas son días
que llaman en la corte de trapillo,
el del Ángel y al sol todo el invierno
y en el verano hay otros de Sotillo. 305
Hierve la corte el Carnaval en bailes
y abunda la Cuaresma de sermones,
ni por qué callaré las procesiones
que todo el año la devota Mantua
hace supersticiosa en quien se mira 310
profanación del culto y al desuello
y hace la religión prostituida
en desdoro y al vil libertinaje
nuevo aliento te da la hipocresía.
¡Oh, noche alegre de San Juan! ¡Oh, día! 315
¡Oh, día y noche de San Pedro! ¡Oh, cruces
Mayas del Avapiés! Bailes festivos:
estaréis siempre por mis versos vivos.
Ni callaré los deliciosos baños
del río, a los que van en calesines, 320
y en la calle también de los Jardines:
también las noches del agosto ardiente
a Atocha y Santa Bárbara convida
la devoción, supersticiosa gente,
por quien Madrid a Roma ya no envidia 325
de su gran Vona la nocturna fiesta,
cuando, al fingirse cantarina honesta,
Clodio con maña le introdujo el miembro,
más grande que los dos anticatones.
¡Oh, ferias peligrosas! ¡Qué ocasiones 330
que dais al astutísimo putero
de mostrarse filósofo, gastando
promesas, y guardando su dinero!
Por este tiempo, es solamente cuando
es útil el romper las amistades, 335
y aunque prometas liberalidades
sin ganas de cumplirlas, no te asombres
que hallándote una puta te dé el nombre
de traidor y alevoso; una corona
te pone cuando ves que te baldona; 340
teme obrar mal con las ilustres almas,
pero de aquestas bajas y vendibles
ser reprendido da laurel y palmas.
Mas porque putas hay tan imposibles
al parecer (que en realidad ninguna 345
hallarás imposible ni aun difícil)
porque al hacer valer la mercancía
pretenden ser rogadas, y el putero
no ha de gastar ni tiempo ni dinero,
más que comer, entonces son precisas 350
las alcahuetas de rosario en mano
que hacen novenas y oyen muchas misas.
Estas te ponen el camino llano
si no quieres cansarte en ir con ruegos
a Mariquita Cárdenas, o acaso 355
a la Pepa Guzmán, escatimosa;
o si meter pretendes el cilindro
en el coño candeal de la Pitona,
o la que vive enfrente de la puerta
del que mató al dragón llamado Araña, 360
de la mujer del médico, o si quieres
fecundar el ovario a doña Joria,
o la sobrina del prior Gutiérrez,
o las mujeres de los empleados
en rentas, oficinas y otras plazas, 365
de mucha vanidad y pocos cuartos,
o a la hija hermosa del hidalgo pobre,
que rabia por ser rico; o bien si intentas
que de teatral Venus te atiborren
cómicas, bailarinas y cantoras, 370
pues aunque los estímulos socorren
del árbol braguetal, todas presumen
de vírgenes Dianas cazadoras.
Ni por qué callaré de altas señoras
la flaqueza tan mal disimulada 375
que a la puerta de un templo, abandonada
a pajes y cocheros la carroza,
sale por la otra puerta bien tapada
a hacer por dónde adquiera una coroza
la tía Estefanía que en su casa 380
tiene ya el tierno Adonis prevenido,
que quizás es un lego, que es tenido
en opinión de santo, porque trata
las Ducas tú por tú, las manosea,
las despide y recibe sus criadas, 385
las da a besar el hábito y las tienta
las tetas con sus manos mamilares.
A los frailes también, si les pagares
en tabaco, en pañuelos o dinero,
alcahuetes harás con advertencia 390
que obligarán a dártelo en conciencia.
Facilitan los pobres del Hospicio
los virgos de las mozas de servicio
y las horcajaduras de las amas.
¡Oh! ¡Cuánto siento de soberbias damas 395
dadivosas, callar el alto nombre!
Mas ¿qué cristiano habrá que no se asombre
de su influjo indignado, y que no tema,
por decir la verdad, la verdad pura,
ver las murallas de la antigua Ceuta? 400
Y es fuerte cosa que libertad haya
en unos para obrar lo que les place,
malo o bueno, y en otros es delito
simplemente decir lo que ellos hacen.
Mas ya lo anuncia la parlera fama 405
impunemente y ella ha publicado
cómo para atrapar a la Bobona,
mujer del Alejandro de las putas,
se valió un campeón de la Pepona,
para dar al maestro cuchillada 410
y que pague con unos tantos cuernos,
pues nadie puso más en este mundo.
¡Oh, gran Pepona, de saber profundo,
grande en tu oficio! Deja que repita
para instrucción y norma de alcahuetas 415
la alta respuesta que a mi cargo diste,
dignas palabras de grabarse en bronce.
«Hijo», me dice un día, que a las once
quedó citada en la espaciosa lonja
de Trinitarios: «hijo, está perdida 420
la putería; apenas lo creyera.
¿Quién en mi mocedad me lo dijera?
En consecuencia del encargo tuyo
hice, cual suelo, vivas diligencias
que, o no admitir la comisión honrada, 425
o debemos hacerlas en conciencia,
y donde no, restituir la paga,
mas pocas hay de proceder tan justo.
Yo, como sabes ya, sé bien tu gusto
que por larga experiencia sé servirte; 430
y a fe de honrada no sabré decirte
cuánto afané por una buena moza.
El parador del Sol, de Zaragoza,
y Barcelona, y parador de Ocaña,
todo lo anduve; que es donde se goza 435
del género a Madrid recién venido,
porque lo antiguo todo está podrido;
y allí tengo yo espías sobornadas
que me avisan del género que viene;
pero ni en cuantos conventillos tiene 440
todo Madrid, hallé un solo bocado
tal que pueda llamarse delicado;
pues no le hay en el día. ¡Oh, tiempo infame!
que no pueden ser putas ni alcahuetas
las mujeres de bien, y yo no quiero 445
engañar a quien gasta su dinero
como doña Leonor, que la galera
quebrantó, y veinte vainas sufrir hizo
a la Juanita la Chocolatera;
las mismas veces la remendó el virgo 450
con cal, clara de huevo y otras drogas
tu barbero Santiago, y la ganancia
entre los tres partieron: tal está ella,
que el crédito perdió, nadie la llama,
y con su habilidad se muere de hambre, 455
que tanto importa el crédito y la fama
en los otros empleos como en éste:
empleo de experiencia y confianza,
de que el gusto y salud del común pende.
Yo, en fin, como mujer que bien lo entiende, 460
(me está mal el decirlo, pero es cierto)
en buen hora lo diga, ha cuarenta años
sirvo a grandes de España y religiosos,
a señoras y a monjas, y ninguna
por mí ha perdido, aunque sufrí seis veces 465
mitras, encierros, troncho, burro y plumas.
Pero a mi oficio venga quien quisiere:
venga la tía Taya, la Rosana,
la Madre Anica, o doña Mari-Pérez,
o venga la beata santurrona 470
alcahueta de clérigos y frailes.
Pasan de seis mil virgos en la Villa
por mi autoridad deshechos y hechos.
Niña de teta fue la Celestina
pues sé yo más embrollos e ingredientes 475
para cien ministerios diferentes;
pero porque envilece la alabanza
en boca propia, callo, y sólo digo
que puesto que eres tú mi parroquiano
y no te pagas de apariencias vanas, 480
que quieres un buen chocho y no un buen culo,
tetas y carnes duras, pero sanas,
para esta tarde espero darte gusto;
que en San Antonio tengo la esperanza,
que, aunque mala cristiana, a la hora de ésta 485
llevo en el cuerpo (no hay que echarlo a risas)
once rosarios y catorce misas.»
Esto me dijo componiendo grave
las venerables tocas y las canas
y con gesticulación que infundiría 490
al viejo Néstor lujuriosas ganas.


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