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ArribaAbajoEl penal de mujeres de Alcalá de Henares

Pronto hará un año que se había resuelto por la Dirección de Establecimientos penales llevar a la Prisión de mujeres de Alcalá una comunidad religiosa, único medio, dadas todas las circunstancias, de moralizar aquella casa. Dilatóse algunos meses la ejecución del proyecto por dificultades que suelen surgir en los de esta clase, y también porque se aspiraba a la perfeción posible. Entretanto el Sr. Santa Cruz tuvo que dimitir porque no se quería cumplir lo decretado en tiempo del Sr. Silvela respecto a reforma del personal de presidios, y ya no se pensó más (o al menos no se reveló con hechos) en el propósito que había respecto a la Prisión de mujeres. En tal estado las cosas, visitaron SS. MM. la ciudad de Alcalá, y algunas personas caritativas, en ella residentes, llamaron la atención de la Reina respecto a los vicios y a las desdichas de aquella prisión, donde en nombre de la ley se pisaba el derecho, y en nombre de la justicia se escarnecía la moral; y pintaron con vivos colores el daño inmenso, la vergüenza de tal estado de cosas y la necesidad grande de que se cambiara llevando allí una comunidad religiosa. (Debe notarse que sobre este punto habíamos convenido personas que sobre muchos otros opinamos de modo muy diverso.)

Interesóse S. M. por aquellas desdichadas, cuya culpa agravaba la Administración, cuyo arrepentimiento dificultaba; interesóse también una ilustre y virtuosa dama que podía influir en el real ánimo, y debieron interesarse de veras y tener muy presente el asunto, porque las dificultades que hayan podido presentarse para la realización de la idea se han vencido, y cuando se impriman estas líneas es posible que las Hermanas de la Caridad estén instaladas en la Prisión de mujeres de Alcalá. Que Dios las bendiga y las favorezca, y favorezca y bendiga a todas las personas que han tenido parte en esta buena obra, a las que enviamos un cordial y respetuoso saludo en nombre de la justicia desagraviada y de la desgracia, que recibirá consuelo.

Se han echado los cimientos de la reforma de aquel penal; sin cimientos no hay edificio, pero ellos solos no le constituyen, y es necesario hacerse cargo de las dificultades que habrá que vencer para dar cima a la empresa: estas dificultades son de muchas clases.

Según nuestras noticias, en Alcalá se abrigan serios temores de confabulación hostil a las Hermanas de la Caridad, contra las que tal vez se incite a las penadas por los que explotaban el desorden y salen perjudicados con la reforma. Tal vez no tengan fundamento estos temores, y tal vez sean fundados; de todos modos, bien será obrar con precaución: casos hay en que los beneficiados se vuelven contra el mismo que les hace bien, por sugestiones malévolas de los que explotan su ignorancia y la extravían; no está muy lejos el motín de los presidiarios que trabajaban en la cárcel de Madrid, cuando el Sr. Santa Cruz quiso establecer orden que les convenía, pero no al que los instigó contra él, porque explotaba el desorden.

Ignoramos detalles necesarios respecto a la instalación de las Hermanas de la Caridad en el Penal de mujeres, de modo que es posible que indiquemos medidas ya tomadas y propongamos cosas que están hechas, y algunas que no necesiten hacerse por la clase de personas que han de intervenir en el asunto. Lejos está de nuestro ánimo la intención de ofender a ninguna ni de dar lecciones a quien no las necesite; exponemos nuestro parecer liso, llano, y que abonan alguna experiencia, algún estudio, mucho amor a la reforma, y gran deseo de que no se dé por imposible por los que no han puesto los medios necesarios para realizarla.

1.º Se necesita personal de religiosas suficiente, porque ellas deben hacerlo todo con absoluta exclusión de empleados de ninguna categoría, y hay mucho que hacer en un edificio impropio para el objeto, donde la vigilancia es difícil y todos los servicios muy penosos.

2.º El personal debe ser muy escogido; la superiora persona de entendimiento, de aplomo, de carácter; bondadosa a la vez que enérgica, debe ser de bastante edad para tener autoridad y experiencia, y no tanta que carezca de resistencia física para un cargo que necesita mucha.

3.º Las religiosas, al menos las que estén en relación más íntima y constante con las penadas, deben ser jóvenes, y, cuando sea posible, simpáticas y afectuosas. La experiencia demuestra que las jóvenes ejercen una grande influencia moral sobre las penadas, lo cual sorprende a primera vista, pero se comprende reflexionando.

4.º Las comunidades religiosas que por su instituto se dedican a la reforma de las penadas, hacen, además de los tres votos de las órdenes monásticas, otro especial de exacto cumplimiento de la ley penal. Las hijas de San Vicente no harán ese voto, pero deben tener presente la necesidad de ajustarse a su espíritu, porque una prisión no es un establecimiento de beneficencia; y aunque la caridad sea más necesaria que en ninguna parte, debe armonizarse con las severas exigencias de la justicia.

5.º Decimos que la caridad no es tan necesaria en ninguna parte como en una prisión, porque la caridad es amor, y se necesita más para amar a los culpables que a los inocentes. El gran medio de establecer orden entre esas mujeres indisciplinadas no son los calabozos, ni las varas, ni los castigos de ningún género, sino el amor y el respeto; sin duda que se necesitan celdas para las rebeldes, pero éstas serán pocas aún en una prisión tan pervertida como la de Alcalá, y la gran mayoría de las reclusas amarán a las que las amen y respetarán a las que son dignas de respeto. Aunque haya entre ellas algunas crueles y perversas, la mayoría, la inmensa mayoría, es tan desdichada, acaso más desdichacla que culpable: la miseria, la ignorancia, el amor que ha conducido a la deshonra y de allí al delito, son los primeros fautores de él. Además, hay penadas por error de la justicia humana, que no es infalible; porque los tribunales no tienen la conveniente organización; porque no se exige a los jueces los conocimientos especiales para que puedan serlo en razón cuando se trata de justicia penal; porque el mismo hombre falla pleitos y causas, resuelve sobre cosas y sobre personas, distrayendo su espíritu sobre cuestiones heterogéneas, teniendo muchas veces que prestar atención a más asuntos de los que puede estudiar y conocer, y, en fin, porque hay leyes injustas.

Y su imperfección y la de la justicia humana, además de revelarse en la pena, se manifiesta en la impunidad. ¿Quién no sabe que hay en presidio personas que no debían estar en él? ¿Quién no sabe que gozan de libertad, y aún de consideración y prestigio, personas que debían estar en presidio? Estos motivos de razón, unidos al sentimiento compasivo, harán que las Hermanas de la Caridad amen a las penadas, sean amadas de ellas, y que el orden no dependa principalmente de la disciplina ni sea sólo material.

6.º La religión, que tiene grande importancia aún en una penitenciaría de hombres, tratándose de mujeres es cosa esencialísima; por eso debe cuidarse mucho de que los sacerdotes encargados de la prisión sean no sólo ejemplares por sus virtudes, sino que se recomienden por su ilustración y prudencia. Es el colmo del absurdo que el capellán de un presidio no tenga más sueldo que un capataz, ni más consideración tampoco, siendo muy frecuente que no sean respetados ni respetables. En tales circunstancias, podrá haber personas con las dotes necesarias que se dediquen a la difícil misión de evangelizar a las penadas, pero no debe exigirse ni por regla general esperarse; lo razonable es dar al capellán de una penitenciaría la importancia que tiene, la retribución que necesita para no dedicarse a otra cosa, considerando que si las enfermedades más graves son las que piden los médicos más hábiles, las más grandes pecadoras han menester los más virtuosos y más doctos sacerdotes.

7.º En una casa penal regida por Hermanas de la Caridad no debe ser el jefe superior ni un sacerdote ni el comandante del presidio. Esto último tiene inconvenientes gravísimos, puede dar lugar a continuos choques, a disgustos graves, a verdaderos conflictos,16 y hasta las palabras parece que protestan al verso juntas, y que una religiosa tenga que dar cuenta y recibir órdenes de un comandante. Decimos que tampoco debe ser el jefe superior de la casa un sacerdote, porque sería posible y aún probable que el régimen tomara un giro demasiado ascético, que se tendiera a convertir en convento la penitenciaría, y aún que resultara tiránica la autoridad que reunía en sí el poder espiritual y el temporal. Ni en la prisión ni en ninguna parte deben confundirse los asuntos de Dios con los del César. El jefe de la Prisión de mujeres debe ser un magistrado de categoría, respetable por sus virtudes, ciencia y edad, que represente la ley, que vele por su cumplimiento, que sepa cuál es la misión social de una penitenciaría, y que armonice cuantos elementos hay en ella en pro de la moral.

8.º En toda prisión debe haber un reglamento muy meditado que determine, entre otras cosas, todo lo referente a penas disciplinarias, para dejar a la arbitrariedad lo menos que sea posible, y para que el recluso vea en la pena la acción de la ley y no la voluntad del empleado y no lo acuse ni le odie, como no suelo acusar ni aborrecer al juez. Si esto importa respecto a los empleados, mucho más tratándose de religiosas, que han de aparecer siempre como consoladoras y benéficas, y aunque la pena sea un bien para el que la necesita, no está dispuesto a considerarla de este modo.

9.º Tres dificultades graves se presentan en una prisión como la de mujeres de Alcalá (bien podría añadirse: y las de hombres de toda España):

  • La falta de cumplimiento de la contrata de suministros,
  • La organización del trabajo,
  • Los vicios.

La falta de cumplimiento de la contrata es causa permanente de desorden y frecuente de indisciplina, dando lugar a motines, en que a veces corre sangre, la mala calidad de los alimentos. Las mujeres es raro que lleguen a estas violencias; pero inevitable el desorden de que cada una coma lo que pueda cuando la ración es malsana, y el médico dice, como hemos oído a alguno: si se cumple la ordenanza, antes de ocho días no caben en la enfermería las mujeres. La prudencia aconseja que las Hermanas de la Caridad no empiecen por exigir el exacto cumplimiento de la contrata, porque esto les suscitará enemigos y dificultades que pudieran ser insuperables. Para poder mejorar las cosas, hay que tolerarlas algún tiempo como están, o ir avanzando por grados y con mucha prudencia, y pidiendo como favor lo que debería exigirse en justicia, empezando por aquellas cosas más precisas y menos costosas, como habrá varias en la enfermería, si no ha mejorado mucho desde cuando la visitamos. La aspiración de las Hermanas de la Caridad debe ser que el suministro corra por su cuenta, suprimiendo el contratista; sólo así podrá establecerse orden en lo que a la alimentación se refiere, y en todo, porque el desorden en este punto se extiende a otros; hasta que esto se logre, hay que contemporizar, hacer como que no se ven cosas muy claras, y repetir con frecuencia: Sea todo por el amor de Dios y de estas desdichadas.17

El trabajo es una cuestión grave en todas las prisiones, y más en las de España, y más en la de Alcalá, donde las mujeres ni saben ni quieren aprender a trabajar, ni hacer aquello poco de que son capaces. Estas resistencias podrían vencerse, no obstante, con calma, perseverancia, estímulo a las laboriosas y penas a las holgazanas, porque el trabajo es un deber para todos. ¿Por qué no ha de ser exigible a las penadas? Pero es necesario que, por establecer orden dentro, no se prescinda de lo que la justicia exige fuera, y que con el trabajo de las reclusas no se haga una competencia insostenible para las pobres mujeres que en libertad ven descender cada vez más la retribución del suyo. Las penadas pueden trabajar para la Dirección de Presidios, para el Ejército: mas para quienquiera que trabajen, nunca sea a menos precio y con daño gravísimo de las mujeres honradas, que no pueden ganar para vivir, trabajando todo el día y una parte de la noche: esto no puede hacerse en conciencia.

Los vicios opondrán resistencia al orden, sobre todo uno que es preciso perseguir a todo trance y que da lugar a veces a insubordinaciones y extremos de violencia de parte de las que se intenta corregir. Para estos casos y algunos otros, por triste que sea, hay que confesar que no puede prescindirse del castigo y del encierro en celdas que deben estar perfectamente aisladas.

10. La mala disposición del edificio hace muy penosos todos los servicios y dificulta las medidas de orden. En cuanto sea posible deben formarse grupos, tan poco numerosos como fuere dado, y empezar la clasificación, siquiera para establecer orden material, que no es el verdadero orden, pero sí una condición imprescindible de él. La división en cuatro clases, de

  • 1.ª Mejores,
  • 2.ª Buenas,
  • 3.ª Medianas,
  • 4.ª Corrigendas,

con distintivos honoríficos para las primeras y algunas ventajas materiales, produciría muy buen efecto, porque aún las que no son accesibles a la idea del honor, tienen amor propio.

11. Dado el estado de desmoralización en que la casa se encuentra, convendría separar cuidadosamente las que vayan entrando, desde que las Hermanas se pongan al frente, de modo que no se contaminen, y formar con ellas una clase aparte, y sobre la cual se podrá trabajar con más probabilidad de buenos resultados, salvo separar de ellas las perversas que haya que incluir en la 4.ª

12. Cuando hay pugna entre las Hermanas de la Caridad y la Administración y jefes de las casas que ellas sirven, producen a veces buenos resultados las Asociaciones de señoras; otras, malos: esto depende de las personas que las componen; si son celosas, caritativas, prudentes. Si se penetran bien de su misión y la cumplen, pueden ser muy beneficiosas. Si se hallan en estas circunstancias las señoras que con tan bendito celo cuidan de los pobrecitos niños de las penadas, pueden contribuir a la reforma y servir de apoyo a las Hermanas de la Caridad, caso de que lo necesiten.

Tales son, en resumen, las observaciones que nos han ocurrido a la plausible nueva de que se hacía cargo del Penal de mujeres una comunidad religiosa, observaciones que nos ha parecido un deber consignar en La Voz de la Caridad, por si algo, aunque poco, pudieran contribuir a la reforma que tan de veras deseamos.

Gijón, 6 de Octubre de 1880.




ArribaAbajoAl señor Director de Establecimientos penales

A la fecha en que se escriben estas líneas, no sabemos aún quién ocupará la Dirección de Establecimientos penales; pero, suponiendo que sea una persona deseosa de cumplir con su deber, y de cerrar el paréntesis que para la reforma penitenciaria abrió su antecesor; suponiendo que quiera seguir las huellas del Sr. Santa Cruz y que halle en su jefe propósitos parecidos a los del Sr. Silvela, habremos de hacerle varias indicaciones, limitándonos por hoy a las siguientes:

1.ª Con la anulación de los decretos en que el Sr. Silvela imponía algunas condiciones para entrar en el ramo de presidios, iniciando la reforma del personal, sin lo que es imposible mejorar las prisiones, aunque se esquilmara el país para hacerlas tan caras como la llamada Cárcel Modelo, y mucho mejores; con la anulación de dichos decretos se dijo bien claro que no se querían reformas, y los hechos correspendieron a las palabras.

2.ª A pesar de este propósito, a la Prisión de mujeres de Alcalá, que estaba como no se puede decir ni aún pensar, fueron Hermanas de la Caridad por elevadas influencias; y decimos elevadas, porque han sido buenas.

3.ª En un principio, aunque en el local no se habían hecho ni las reformas más indispensables, y carecían personalmente de muchas necesarias las Hermanas, éstas fueron venciendo dificultades, desvaneciendo prevenciones y cortando algunos abusos de aquellos más intolerables.

4.ª A pesar de malas influencias interesadas en promover desórdenes y hacer creer con ellos que era perjudicial en vez de ser útil su presencia allí, las Hermanas de la Caridad se han hecho querer de la mayor y mejor parte de las penadas, que han visto disminuir el precio de los objetos que compraban, aumentar el de su trabajo y la ración de pan de 16 a 20 onzas, con otras mejoras no menos palpables para ellas.

5.ª Dadas las circunstancias del local y otras, todo marchó tan bien como podía marchar mientras estuvo de comandante el Sr. Ríus; pero habiendo sido relevado por el actual, y cambiada al parecer la disposición por el Centro directivo, la situación de las Hermanas de la Caridad es cada vez más difícil, y si no se pone remedio, no tardará en ser imposible. Si salen, no sabemos lo que se escribirá en las dependencias oficiales, pero sabremos a qué atenernos y procuraremos que lo sepa el público.

6.ª En el estado en que se halla el ramo de Establecimientos penales, las Hermanas de la Caridad son una rueda que no engrana con las otras, y mientras no gire separada de las del presidio, no habrá orden y paz. Si el nuevo Ministro y el nuevo Director quieren seguir las huellas de los Sres. Silvela y Santa Cruz, ya se verá, y trataremos largamente del asunto; pero por de pronto, y como modus vivendi, urge relevar al actual comandante por uno que no desconozca u olvide cómo debe tratarse a las mujeres honradas y a las que no lo son.

7.ª Urge también hacer la obra indispensable para establecer alguna clasificación entre las penadas, que asegure siquiera el orden material, y que cuando se haga, se tomen medidas para que no se eternice como la actual del comedor, y para que los operarios (penados) no anden por donde están las penadas, viéndose las Hermanas de la Caridad precisadas a hacer centinela, sin garita, y recibiendo el sol o la lluvia, como ha sucedido y sucede, aunque parezca increíble.

8.ª De las disposiciones de su antecesor respecto a la reforma del Penal de mujeres y a las religiosas que hoy son las únicas que pueden llevarla a cabo (según opinión de las personas que entienden de estas cosas), puede usted formarse idea por este hecho: Las Hermanas de la Caridad hace cuatro meses que están sirviendo al Estado, y sólo se las ha pagado uno; a los demás empleados se les paga al corriente.

El asunto es largo, y para empezar, y por hoy, basta lo dicho.

Madrid, 10 de Febrero de 1881.




ArribaAbajoLos niños de las penadas de Alcalá

Más de una vez se ha dolido La Voz de la Caridad de la situación de estas desventuradas criaturas, socorridas por una Sociedad protectora de los niños y por una Asociación de señoras de Alcalá, pero cuya caridad y esfuerzos no podían evitar los gravísimos inconvenientes de que niños crecidos vivieran con las penadas. Más de una vez hemos clamado por que la Administración se hiciera cargo como debía de estos inocentes separándolos de una compañía depravadora; más de una súplica hemos dirigido a quien podía y debía ampararlos, y como todo fue inútil, es grande la satisfacción con que hemos leído lo que nos escribe nuestro corresponsal de Alcalá, respecto a la visita del señor Mansi.

«Ya sabrán ustedes, dice, que el Sr. Director de Establecimientos penales ha estado a visitar éstos. Después de ver detenidamente todos los departamentos de la prisión de mujeres, hablando poquísimo y observando mucho, dijo a las Hermanas, en presencia de las personas que las acompañaban, que le habían hablado en diversos sentidos acerca del Establecimiento, pero que lo había encontrado como no esperaba y que salía muy satisfecho. Con estas palabras las religiosas se han dado por recompensadas de todos sus afanes; tan eficaz y conveniente es en ocasiones el merecido elogio. Aunque la visita del Sr. Director no produjera otros favorables resultados (y creo que los producirá, por todo lo que he oído decir de él), una acertadísima y en alto grado necesaria determinación que tomó hará grato el recuerdo, que no se borrará, de su visita, y esa determinación ha sido la de alojar a los hijos de las penadas en departamento separado para que no vivan en común con ellas (cosa que tantas veces hemos deplorado), y que las Hermanas cuiden de estas infelices criaturas y las eduquen. Los pequeños menores de tres años continuarán con sus madres, y de esta edad hasta siete los cuidarán las religiosas; de los mayores no sé qué se ha dispuesto: tal vez lleven a San Bernardino las niñas, y los varones al nuevo asilo que el Ayuntamiento de Madrid ha resuelto abrir aquí, y cuyas obras están paralizadas, según dicen, a consecuencia de lo que llaman ahora irregularidades; pero, sea de esto lo que quiera, la reforma a que me refiero no es de las que se quedan en proyecto, o cuya ejecución se aplaza por largo tiempo; se han emprendido ya las obras para habilitar en el departamento de las Hermanas las habitaciones que han de ocupar los hijos de las corrigendas, y mucho celebraría que La Voz de la Caridad hiciese del Sr. Mansi el merecido elogio.»

Con mucho gusto accedemos al deseo de nuestro corresponsal por coincidir con el nuestro y con la justicia; y si siempre es grato hacerla elogiando, mucho más en un ramo en que, por lo común, va inseparablemente unida a la censura.

Reciba el Sr. Mansi nuestro pláceme y, lo que vale más que el aplauso, la expresión de gratitud que lo enviamos en nombre de los inocentes redimidos, de los que por ellos se interesan y en el nuestro.

Madrid, 13 de Marzo de 1881.




ArribaAbajoEscuela de reforma

(Para jóvenes más o menos extraviados)


Más de una vez se ha ocupado La Voz de la Caridad de este pensamiento del Sr. Lastres, que antes de realizarse era natural que pasase por alternativas y vicisitudes varias, hallando obstáculos que hoy puede asegurarse sin temeridad no serán insuperables.

Para que nuestros lectores formen idea del estado del asunto, vamos a darles un resumen de los principales hechos y más importantes acuerdos tomados sobre el caso.

Vendidos los solares de que era dueña la Junta de Patronos, quedó a disposición de la misma la cantidad de 31.000 duros.

Se convocó a una reunión general de los donantes con objeto de ver si consentían en ceder sus sumas para realizar el primitivo pensamiento en otra forma, y en caso contrario de volver a cada uno lo suyo.

Esta última resolución fue apoyada por el Sr. Lastres y dos o tres individuos de la Junta; pero los Sres. Cárdenas, Pacheco y Rolo defendieron lo contrario, opinando que no se devolvieran dichos fondos sin haber intentado establecer una Penitenciaría agrícola, que creían podría realizarse con los 31.000 duros.

Después de un amplio debate sobre este particular, en que tomaron parte casi todos los señores Patronos que allí estaban reunidos, entro ellos el más entusiasta porque la idea no quedara abandonada, Sr. Silvela, se acordó estudiar detenidamente el modo de realizar algo provechoso al país.

Se convocó a nueva y general reunión, a la que asistieron los señores Villanova, Alvarez (D. M. M. y D. Lorenzo), Pascual (D. Agustín), Cárdenas, Barón del Castillo, Silvela (D. Manuel), Reus, Girona, Gargollo, Pacheco y Lastres. Leyó cada uno las respectivas representaciones y autorizaciones que habían recibido de otros señores donantes y patronos que excusaban su asistencia, y se adoptaron los siguientes acuerdos:

1.º Proceder inmediatamente a estudiar la forma de construir, en el lugar más próximo a Madrid que fuera posible, una Penitenciaría para jóvenes delincuentes y asilo de corrección paternal que tenga el carácter de establecimiento industrial y agrícola.

2.º Que se llevara a cabo el pensamiento, aún cuando no se reuniera mayor cantidad que la recaudada hasta ahora.

3.º Que se encomendara su realización a una comisión ejecutiva, compuesta de los señores Lastres, Cárdenas, Barón del Castillo, Álvarez Capra, Pacheco y Rolo, Silvela (D. Manuel), Conde de Morphy, Villanova, Pascual (don Agustín), Álvarez (D. M. M.), Ortueta, Girona, Marqués de Cabra, Escobar, Marqués de Casa Jiménez y Fontagut Gargollo.

4.º Que fuera presidente de dicha Comisión el Sr. D. Manuel Silvela, autorizándolo para adoptar cuantas medidas considerara oportunas conducentes a la ejecución del pensamiento.

5.º Invitar a los que hicieron reclamación de las cantidades que donaron a que las cedieran en favor del nuevo pensamiento.

6.º Hacer un llamamiento a la caridad por medio de la prensa para obtener nuevos recursos.

Reorganizada la Comisión ejecutiva, y elegido secretario general el Sr. Lastres, como iniciador del pensamiento, se acordó en sesión posterior, a propuesta del presidente D. Manuel Silvela, que dicha Comisión ejecutiva se dividiera en cuatro secciones: 1.ª, de Legislación; 2.ª, de Donativos y arbitrios; 3.ª, de Instalación, planos y edificación; y 4.ª, Prensa y propaganda.

El Sr. D. José Amorós se dirigió a la Junta haciendo indicaciones sobre la posibilidad de conseguir terrenos a muy bajo precio y en condiciones ventajosísimas en Boadilla del Monte.

El Sr. Barón del Castillo ofreció regalar un terreno de 30.000 pies, situado dentro del ensanche de Madrid.

El Sr. Jiménez se comprometió a regalar también 50 camas de hierro del modelo que eligiera la Junta.

Don Manuel Magaz ofreció su finca de Las Rozas y se acordó que formalizara dicha proposición por escrito para que, con las anteriores, pudiera estudiarla la sección 3.ª

Posteriormente hicieron ofertas los señores D. José de León y la señora viuda de Larrinaga, de su finca de la Alameda de Osuna el primero, y de la que posee en Carabanchel la segunda.

El Ayuntamiento de Alcalá ha ofrecido el terreno que se necesite y 20.000 pesetas; pero tal oferta es extraoficial; nada se ha comunicado a la Junta.

El Sr. Pérez de Utrilla, alcalde de Pozuelo, escribió al Sr. D.Manuel Silvela rogando hiciera presente a la Junta sus deseos de que la Escuela se fijase en la localidad, haciendo indicaciones sobre la posibilidad de conseguir terrenos a muy bajo precio y en condiciones ventajosísimas, y, por último, el Sr. Marqués de Casa Jiménez ofreció regalar la mayor parte de la quinta titulada Santa Rita, que posee en Carabanchel.

El Sr. Lastres ha redactado unas bases para la ley de Corrección paternal, que fueron discutidas y aprobadas, encargando a la sección correspondiente el desarrollo completo y redacción del proyecto de ley, que fue últimamente presentado por el mencionado Sr. Lastres con el título de Proyecto de proposición de ley para la construcción de una Escuela de reforma. Fue aprobado por unanimidad.

Como se ve, la idea ha tomado cuerpo, y cuando el verbo se hace carne, habita entre nosotros. No todo es egoísmo que hiela ni indiferencia que mata: cierto es que la opinión no ha tomado aún parte en las cuestiones penitenciarias; cierto que ni en la enseñanza ocupa la teoría el lugar que le corresponde, ni está en las costumbres la práctica de dar a la reforma el auxilio que necesita; pero verdad también lo que se ha consignado en el anterior extracto. Hay personas que ofrecen terrenos y mobiliario; que han dado dinero; que dan trabajo, inteligencia o influencia; y si su número no es el que pudiera desearse, basta para señalar la aurora de la reforma; basta como prueba de que no es imposible en España, como consuelo de los que se afligen con el temor de que sea imposible, y para dar ánimo a los que se esfuerzan para realizarla. Ánimo, pues, y que todas las personas de buen entendimiento y de buena voluntad se unan y se asocien para contribuir en la medida de sus fuerzas a que el niño que comete una falta grave, de que tal vez no es responsable, no se vea lanzado fatalmente a la carrera del crimen. La obra emprendida por los asociados para crear una Escuela de reforma para jóvenes delincuentes, es una obra de redención; no crucifiquemos a los redentores con nuestro olvido, dejándolos aislados en una empresa que necesita y merece el eficaz auxilio de todas las personas de corazón y de conciencia.




ArribaAbajoSociedad protectora de los niños

Con gran satisfacción hemos visto el primer número de su Boletín, que es a la vez prueba de que prospera, y medio de propaganda y crecimiento; insertamos a continuación el prospecto:

«La Sociedad protectora de los niños, de modesto origen, como casi todas las grandes instituciones, ha conquistado la opinión pública y se extiende y aumenta sus recursos, y proporcionalmente desarrolla y dilata sus medios de acción. Resultado tan consolador es debido hasta ahora al más exacto y extendido conocimiento de la institución. Estimulada por esta indicación, la Sociedad ha querido secundarla publicando sus acuerdos y sus actos. Al efecto ha escogido el sencillo procedimiento de dar a luz, y repartir entre sus favorecedores, un modesto Boletín mensual.

»Al inaugurar esta publicación, nada promete el individuo del Consejo que ha recibido la honrosa, pero difícil tarea de redactarla. Se precia más de modestos resultados prácticos que de lisonjeras promesas, y fía más de las mejoras lentas y progresivas que de fanáticos programas, de ordinario desmentidos al siguiente día.

»El Boletín será, sin embargo, y desde luego, el único órgano oficial de la Sociedad: modesto, pero exacto y verídico; que si la modestia es compañera inseparable de la caridad, no fuera conveniente ocultar por ello los servicios de la Sociedad, que necesita dar satisfacción cumplida a sus favorecedores, y aumentarlos y estimularlos con el ejemplo.

»Estará siempre al servicio de cuantos quieran explicar, defender y difundir la gran idea que inspiró nuestra Sociedad, y que la alienta y la sostiene.

»Acogerá cariñosamente cuanto se refiera a las instituciones y establecimientos que, como la Sociedad protectora, tengan el preferente objeto de amparar y socorrer a los niños necesitados.

»Procurará y cultivará relaciones con aquellos establecimientos o instituciones, y especialmente con las revistas y periódicos que se impongan misión análoga.

»Registrará las principales dolorosas desgracias que los delicados seres, preferente objeto de nuestro cariñoso afecto, sufren, y de cuanto se prepara o se realiza en su bien.

»Y rogando el consejo y la colaboración de todos los buenos, y mejorando con constancia los servicios que apunta y las secciones en que, para mejor realizar su misión, habrá de dividirse, procurará responder al levantado propósito que ha determinado su publicación y a la ilustración y valía de los socios de la Protectora de los niños

Después del prospecto está el programa de la Sociedad, que dice entre otras cosas:

«Los fundadores de esta Asociación, tan cristiana como patriótica, no podían ver sin profunda tristeza que cuando se creaban por todas partes Sociedades protectoras de animales y de plantas, no se volviese los ojos a lo que acontece en el correccional de Alcalá, que es en extremo lamentable, y ha llegado el momento de remediar algunos de sus males.»

Nuestros lectores saben el estado en que se hallaban los hijos de las penadas de Alcalá antes que una asociación de señoras acudiese a ampararlos y que la Sociedad protectora de los niños proporcionase fondos, sin los cuales no habría sido posible continuar socorriendo a los inocentes penados, que literalmente se morían de hambre. Pero aunque la necesidad material se remedia, la moral o intelectual no, porque las tiernas criaturas continúan en medio de aquella atmósfera, y a este propósito dice la Sociedad:

«Sólo nos resta decir que como aún no ha sido posible la fundación del asilo, tampoco se ha logrado la realización del único eficaz remedio de tan horrible desgracia. Mucho ha conseguido la Sociedad protectora encargándose de la alimentación, vestido y educación de los hijos de las penadas dentro del presidio; mucho ha obtenido del Gobierno de S. M., que, entre otras reformas, ha realizado la de encomendar a Hijas de la Caridad el gobierno interior del establecimiento. Pero ni todo esto satisface nuestros propósitos, ni podremos seguir realizándolos sin el auxilio que solicitamos.»

Para proveer a esta necesidad se pide una peseta al mes a cada Ayuntamiento, y el Boletín se dirige a las corporaciones populares y a la prensa, recordando la excelente idea manifesada por un periódico, de realizar una suscripción especial en favor de los niños, que se llamaría la limosna de la Prensa española. ¡Quiera Dios que tan buen pensamiento se realice, y además del socorro material, den los periódicos el buen ejemplo y hermoso espectáculo de presentar unidos para la caridad los que separan y se combaten en el campo de la política. Sus disidencias y sus armonías pasan; la caridad no, y el dolor y la compasión serán siempre invariables en medio de las agitaciones y mudanzas de los partidos y de las escuelas. Ya comprendemos que es inevitable conceder mucho a lo temporal; pero que se dé algo a lo eterno.

El Boletín de la Sociedad protectora de los Niños da cuenta de los señores que componen el Consejo de Patronos y la Comisión ejecutiva, e inserta los Estatutos y las Bases para la organización de las Juntas delegadas, y, por último, manifiesta los servicios que ha prestado, siendo los principales los siguientes:

Diez y ocho niños protegidos, algunos de los cuales sostiene completamente.

Varios niños, cuya admisión en las salas-cunas ha conseguido.

Los hijos de las penadas de Alcalá, que son objeto de una protección especial y a los cuales envía ropas y 1.000 reales mensuales, que una asociación de señoras se encarga de emplear en alimentos y darlos condimentados.

Secundando la opinión pública y recogiendo y haciendo propias las quejas de ésta, denunció al Tribunal competente los malos tratamientos de que se creyó que había sido víctima uno de los niños acogidos en el Hospicio de Madrid. El niño murió: legalmente resultó que no había sido maltratado; pero la Sociedad protectora no dejó por eso de prestar un servicio y de realizar una benemérita acción.

Que estas buenas obras atraigan sobre la Sociedad el apoyo que merece y necesita, y que no quede aislada en un mar de indiferencia, donde, como en el Muerto, es imposible la vida de nada grande, consolador y generoso.