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Asedio de Jerusalén por Senaquerib

Pilar Rivero

Julián Pelegrín



Instigados por Egipto, los territorios más occidentales del Imperio Asirio se rebelaron contra Senaquerib (705-681 a. C.). En esta sublevación participó Ezequías de Judá en contra de los consejos del profeta Isaías. A lo largo de varias campañas, los asirios pacificaron Fenicia y el país de los filisteos -destrucción de Ascalón-, derrotaron al ejército egipcio y, ya en 701, sometieron toda Judá a excepción de su capital, Jerusalén. Ezequías pidió la paz y los asirios levantaron el sitio. Sin embargo, la victoria de Senaquerib queda evidenciada por la destrucción de cuarenta y seis ciudades y la deportación de 200.150 personas, tal como indica el Prisma de Senaquerib (II 37 III 49) -de donde procede el texto seleccionado-, que cuenta en las fuentes bíblicas con el paralelo de 2 Reyes, 18.





«En mi tercera campaña marché contra Hatti. Luli, rey de Sidón, a quien el aterrador hechizo de mi señorío había dominado, huyó a lo lejos, allende los mares, y pereció. El sobrecogedor esplendor del Arma de Ashur, mi señor, abrumó sus fuertes ciudades (tales como) Sidón Grande, Sidón Pequeña, Bit-Zitt, Zaribtu, Mahalliba, Usu, Akzib (y) Akko, (todas) sus ciudades fortificadas, amuralladas (y bien) provistas de alimentos y agua para sus guarniciones, y se inclinaron en señal de sumisión a mis pies. Puse a Etbáal en el trono para que fuese rey sobre ellos y le impuse tributo (debido) a mí (como) superior suyo, (para que se pagase) anualmente sin interrupción.

En cuanto a todos los reyes de Amurru- Menashem de Samsimuruna, Tubalu de Sidón, Abdiliti de Arwad, Urumilki de Biblos, Mitinti de Asdod, Buduili de Bet-Ammón, Kammusunadbi de Moab (y) Aiarammu de Edom, trajeron suntuosos presentes (igisu) y, cuadruplicados, sus pesados presentes iamartu a mí y besaron mis pies (...)

En cuanto a Ezequías el Judío, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 ciudades fuertes, baluartes e innumerables aldehuelas de sus inmediaciones, y (las) conquisté mediante terraplenes bien construidos y arietes acercados, el ataque de infantes, y minas, brechas y trabajo de zapa. Saqué (de ellas) 200.150 personas, jóvenes y ancianos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, camellos, ganado mayor y menor sin cuento, y (los) consideré botín. A él mismo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula. La cerqué con terraplenes a fin de molestar a los que abandonaban la puerta de su ciudad. Las ciudades que había pasado a saco desgajé de su país y las entregué a Mitinti, rey de Asdod, a Padi, rey de Eqrón, y a Sillibel, rey de Gaza. Así reduje su país, pero aumenté aún el tributo y los presentes katru (debidos) a mí (como su) superior, que le impuse (después) además del tributo anterior para que se pagase anualmente. El propio Ezequías, al que el temible esplendor de mi señorío había abrumado, y cuyas tropas irregulares y escogidas, que entró en Jerusalén, su residencia real, para fortalecer(la), le habían desertado, me envió más tarde a Nínive, mi ciudad señorial, además de 30 talentos de oro, 800 talentos de plata, piedras preciosas, antimonio, grandes bloques de piedra roja, lechos (taraceados) con marfil, sillas nimedu (taraceadas) con marfil, cueros de elefante, madera de ébano, madera de boj (y) toda clase de valiosos tesoros, sus hijas, concubinas, músicos y músicas. Para entregar el tributo y rendir obediencia como un esclavo envió su mensajero (personal)».


(Traducción de F. Marco, Narciso Santos, Textos para la Historia del Próximo Oriente Antiguo, Oviedo, 1980, vol. II, pp. 60-61, a partir de la versión inglesa publicada por James B. Pritchard (ed.), Ancient Near East Text Relating to the Old Testament, Princeton, 1955 (2.ª edición), pp. 287-288.)                






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