Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Autógrafos de Cristóbal Colón y Papeles de América

Antonio María Fabié





  —481→  
I

La Sra. Duquesa de Alba, dando una prueba más de su amor á las letras y á las glorias patrias, que son en gran parte glorias de su propia familia, ha contribuído como pocos al esplendor de las fiestas con que ha celebrado España el cuarto centenario del descubrimiento de América, publicando una interesantísima colección de parte de los documentos que se custodian en el archivo de su casa bajo el título de Autógrafos de Cristobal Colón y papeles de América. En breve y bien escrito prólogo, explica la Sra. Duquesa el hallazgo de algunos de estos interesantes escritos y los motivos que la han determinado á publicarlos.

No son ciertamente estos motivos, como se ha permitido afirmar cierto autor, movido por sañosa enemiga contra los españoles, ni las excitaciones de personas extrañas, ni la cultura extranjera de su espíritu, cosa que á nadie habrá sorprendido tanto como á esta señora, de cuyo amor á la patria, á sus gloriosas tradiciones y de su españolismo acendrado, tenemos tantas y tan brillantes pruebas. En estas virtudes la acompañan todas las damas de la   —482→   aristocracia, y del amor á las letras, muchos miembros de ella han dado recientes pruebas de que son dignos sucesores de los que fueron Mecenas de nuestros mayores ingenios en la gran época de nuestro florecimiento literario. Las publicaciones hechas recientemente por la Duquesa de Villahermosa (Condesa de Guaqui) y por el Marqués de Ayerbe para no citar muchos, demuestran que, contra las diatribas de extranjeros pedantes é ingratos, las clases elevadas y las que no lo son, conservan con esmero y continúan los gloriosos precedentes de nuestra pasada y gloriosísima civilización nacional preparando sin duda nuevas glorias para la patria.

En cuanto al estudio de la historia se refiere, en vano pretenderán negar su progreso entre nosotros, los que á falta de buenas razones apelan á groseras injurias para ocultar las rectificaciones, que hacen á sus aventurados é infundadísimos escritos varios escritores españoles, que en general saben de nuestras cosas mucho más que los extranjeros, entre los que alguno hay que pretende revelárnoslas creyendo que son descubrimientos maravillosos hechos por ellos, circunstancias conocidísimas ó juicios que pueden, con justicia, calificarse de temerarios.

Ya se ofrecerá ocasión más adelante de fundar lo dicho, al examinar algunos de los documentos que componen el libro de que brevemente damos noticia, todos ellos curiosos y muchos importantísimos para la historia de los primeros tiempos del descubrimiento de América, y así lo reconocen y declaran cuantos de esta colección se han ocupado.

Poco, sin embargo, se encuentra en ellos que dé nueva luz acerca de los primeros años de la vida de Colón y aunque en verdad ofrece este asunto dificultades de vario género, dista mucho de la verdad lo que se ha permitido decir el Sr. Harrisse al dar cuenta en la Revue critique de la colección de documentos que examinamos. Es por fortuna absolutamente inexacto que la Duquesa de Alba sea una excepción entre los españoles que han contribuido con sus trabajos á dar esplendor á las fiestas del centenario, y sin duda la Sra. Duquesa no agradecerá este elogio hecho en menosprecio y agravio de sus conciudadanos.

Pero el Sr. Harrisse que se queja de la falta de probidad literaria   —483→   de los escritores españoles no brilla seguramente por esta virtud y no es de extrañar que falte descaradamente á la verdad, al dar en conjunto noticia del movimiento literario que ha producido en España la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América quien tiene como fundamento de sus estudios colombinos el ya famoso libro titulado Fernando Colón historiador de su padre, cuyo único objeto era demostrar que el fundador de la Biblioteca Colombina no fué autor del libro que tradujo más tarde Ulloa al italiano y que con razón han declarado cuantos han escrito de estos asuntos que es la piedra angular de la historia de Colón y de América.

Afirmó en dicho librejo el Sr. Harrisse, como prueba de su temerario juicio, que no hacía mención el Padre Las Casas en su Historia de la vida de Colón escrita por su hijo, y yo demostré en mi biografía del insigne Obispo de la Ciudad Real de Chiapa ampliamente esta falsedad, citando sus palabras y poniendo á dos columnas, para que la comparación fuese más fácil, los textos que atribuye Las Casas á D. Fernando y los correspondientes de la traducción de Ulloa. Mi trabajo vió la luz pública en el año de 1878 y cuando el Sr. Harrisse publicó su pretencioso y abultado libro sobre Colón y su familia en 1884 se valió al hablar de las fuentes de su trabajo de toda especie de subterfugios para atenuar su errónea ligereza insistiendo todavía en que la Historie no es una traducción hecha por Ulloa del libro de D. Fernando, y sosteniendo la hipótesis de que debió existir algún escrito que sirviera de prototipo de ambas biografías, de donde D. Fernando y Ulloa tomaron algunas de sus noticias.

Lo arbitrario de esta hipótesis, no hay para qué indicarlo, pues el Padre Las Casas al tratar del asunto se expresa en estos términos: «Aquí es de advertir lo que en su Historia dice D. Fernando Colón en este paso»1; y más adelante en el mismo capítulo se leen estas palabras: «Y más abajo dice D. Hernando así...». ¿Por qué después de tan claros testimonios se inventan hipótesis no   —484→   solo innecesarias sino opuestas á lo que es evidente? Sólo por motivos de amor propio que no pueden menos de ofuscar la razón de quien á ellos obedece. Lo natural, lo que la buena fe pedía, era que el Sr. Harrisse declarara francamente que se había equivocado y que su librillo sobre esta materia, publicado primero en castellano y después en francés, debía tenerse por nulo y de ningún valor y efecto, como se dice en las sentencias de los Tribunales, ya que tan aficionado es á los procedimientos y formas procesales el abogado norte-americano.

Así lo piensa y lo dice el autor de la introducción de la obra monumental publicada en Italia para solemnizar el cuarto centenario del descubrimiento de América. Hé aquí sus palabras: «No me toca por fortuna sostener la autenticidad de la Historie que fué brillantemente defendida por D'Avezac y establecida de modo definitivo por Fabié y por Peragallo»2.

No me quejaré yo de que el Sr. Harrisse no haga mención de mi libro sobre Las Casas, aunque indudablemente le conocía al escribir el suyo sobre Colón y su familia, pero al tratar del Obispo de Chiapa dice que fué consagrado en la capilla mayor del Convento de San Pablo de Sevilla y esto lo averigüé y publiqué yo en dicha obra rectificando lo que decía sobre el asunto el Padre Remesal en su Historia de Chiapa y Guatemala, que es sin duda el que más extensas y exactas noticias ha conservado del Padre Las Casas, á las que yo he agregado no pocas, digan lo que quieran ciertos Zoilos inspirados en nobilísimos sentimientos que sólo desdén y lástima merecen; y no me quejo, á pesar de que el Sr. Harrisse lo hace con la mayor destemplanza, porque alguien se ha aprovechado de sus investigaciones sin nombrarle, como si fuera patrimonio propio lo que la historia va poniendo en claro respecto de las personas y de los acontecimientos en que se ocupa.

Empedernido el Sr. Harrisse en sus errores y en la pasión que contra los españoles le domina, lo mismo contra los antiguos que contra los modernos, todavía insiste en considerar como falsarios   —485→   á D. Hernando Colón y á su traductor Ulloa; y en lo que sin duda considera como la obra magistral y definitiva que á Colón y su familia se refiere, hablando de los primeros viajes del Almirante3 dice: «No se encuentran noticias concernientes á sus primeras expediciones marítimas más que en algunos fragmentos de cartas que le atribuye el autor de la Historie (no hay forma de que el Sr. Harrisse confiese que ese autor es D. Hernando Colón), y que por esta razón son sospechosas, ó en el diario de abordo del primer viaje trasatlántico; pero Las Casas ha abreviado demasiado este documento para que se puedan buscar en él los elementos de una biografía crítica.» ¿Por dónde sabe el Sr. Harrisse que el Padre Las Casas abrevió mucho en su extracto el diario de abordo del Almirante? Sería curioso saber las reglas de crítica en que se funda el autor americano para hacer esta afirmación, como no sea su conveniencia particular, y por eso, como el extracto del diario de abordo no cuadra á sus propósitos, afirma ex cathedra que no se pueden buscar en él documentos para una biografía crítica, cuando sucede cabalmente lo contrario, pues por desgracia existen pocos documentos tan fidedignos, en cuanto á Colón se refiere, como el extracto autógrafo del libro de abordo hecho por el Padre Las Casas.

Pero sigamos al Sr. Harrisse: El primero de estos fragmentos (de las cartas del Almirante) está tomado de una carta que debió ser escrita en Enero de 1495 por Colón á los Reyes Católicos; está concebido en estos términos: «A mí aconteció que el Rey Reynel que Dios tiene, me envió á Túnez para prender la Galeaza Fernandina, y estando ya sobre la isla de San Pedro, en Cerdeña, me dijo una saetia que estaban con la dicha galeaza dos naos y una carraca, por lo cual se alteró la gente que iba con migo, y determinaron de no seguir el viaje salvo de se volver á Marsella por otra nao y más gente. Yo visto que no podía sin alguna arte forzar su voluntad, otorgué su demanda, y mudando el cebo de la aguja, dí la vela al tiempo que anochecia, y otro día al salir el sol estabamos dentro del cabo de   —486→   Carthagine, teniendo todos ellos por cierto que íbamos á Marsella.»

En el número del Boletín de la Sociedad Geográfica de París, correspondiente á Abril de 1873, decía el Sr. Harrisse: «El capítulo IV de la Historie contiene una carta que el autor nos dice haber dirigido desde la Española al Rey de Castilla en Junio de 1495.» Aquí cometió el Sr. Harrisse uno de los frecuentes errores, pues la carta es de Enero y no de Junio, error que rectifica en su obra sobre Colón, porque yo se lo hice notar en mi biografía del Padre Las Casas. Continúa el Sr. Harrisse: «Esta carta no se encuentra en ninguna otra obra; y el texto español, si por ventura ha existido, no se ha encontrado todavía en Simancas, ni en Sevilla, ni en los Archivos del Duque de Veragua, ni en ninguna otra parte».

Pues bien, contra lo que el Sr. Harrisse afirma, el fragmento de carta que dejamos copiado forma parte del capítulo ni de la Historia de las Indias del Padre Las Casas, publicada el año de 1878, y sin embargo, el Sr. Harrisse se calla como un muerto sobre esta circunstancia en su obra sobre Colón y su familia, publicada en 1884, dando así una nueva y relevante prueba de su acrisolada buena fe y de su rigor crítico en materias históricas. Persistiendo en la que llamaré su manía, examina el fondo del fragmento de esta carta para negar su autenticidad, que le estorba en alto grado para salir con sus fantasías colombinas.

Al traducir el fragmento de que se trata, pone un sic después de la frase «estábamos dentro del cabo de Cartagena», para indicar sin duda que esto es un gran disparate; pero el Sr. Harrisse ha debido leer el texto de Las Casas que dice Carthagine y no Cartagena: esto es, dentro de la gran bahía de la antigua Cartago, á donde por orden del Rey Reinel iba Colón para prender la nao Fernandina.

Examinando el hecho que se refiere en la carta de Colón, y para negarlo dice el Sr. Harrisse en su libro publicado en 18844:

«¿Cuál puede ser la fecha de esta hazaña que tan mal cuadra con todos nuestros datos históricos?

  —487→  

»El Rey Reinel de que aquí se trata, no puede ser sino Renato de Anjou, Conde de Provenza.

»Renato, por la muerte de su hermano Luís III, rey de Sicilia, y en virtud del último testamento de Juana II.ª, había heredado el reino de Nápoles.

»En Abril de 1437 se embarcó en Marsella, hizo escala en Génova y desembarcó en Nápoles. Alfonso V de Aragón, después de haberlo sitiado en esta ciudad en 1441, lo arrojó de ella el 12 de Junio de 1442.

»En esta primera guerra Renato tuvo por auxiliares á los genoveses, pero Colón no pudo estar entre ellos porque de 1438 á 1442, todavía no había nacido.

»Cuando Alonso V murió, Renato se apresuró á mandar á Nicolás de Brasca, su embajador en Roma, que pidiera la investidura del reino de Nápoles. Calixto III le respondió por medio de una bula declarando que el reino pertenecía á la Iglesia, pero su sucesor Pío II hizo un tratado con Fernando, hijo natural y heredero de Alfonso V, y le dió la investidura el 10 de Noviembre de 1458.

»En la primavera de 1459 Renato, animado por las solicitudes y promesas de la nobleza napolitana, armó una expedición para apoderarse del reino. A las doce galeras que envió desde Marsella para que se pusieran bajo el mando de su hijo Juan de Anjou, duque de Calabria, se agregaron los genoveses que eran muy adictos al príncipe, no obstante la oposición del Dux Fregosso, con diez galeras y tres naves gruesas que salieron de Génova el 4 de Octubre de 1459.

»Después de dos años de campaña los genoveses, hartos de las exigencias de Carlos VII su señor soberano, se sublevaron contra los franceses y el partido angevino y, matando un gran número de unos y otros, el 9 de Marzo de 1461 expulsaron á los restantes de Génova y de la fortaleza de Castilleto, su último refugio el 14 de Junio siguiente. Renato, enemigo desde entonces de Génova, volvió inmediatamente á los puertos de la Provenza, y este desastre le privaba para siempre de sus auxiliares genoveses y de su flota.

»A partir de esta época, Renato anonadado por los reveses y   —488→   los disgustos, desdeñando el poder y despreciando las riquezas, lejos de pensar en guerrear por tierra ó por mar, sólo se ocupó de arte y de literatura y vivió tranquilo y resignado en Angers, en Naney y Aix



Aquí vendría bien exclamar: «díjolo Blas, punto redondo.» El Sr. Harrisse, con ese tono doctoral y absoluto que le es propio, trata sin duda de ocultar la profunda ignorancia de que adolece en todo lo que se refiere á los sucesos ocurridos en la parte occidental de Europa en la segunda mitad del siglo XV y esta ignorancia es imperdonable en quien pretende dar lecciones á todo el mundo sobre Colón y el descubrimiento de América.

En efecto, el Sr. Harrisse no sabe que con motivo de los graves disturbios ocurridos en Cataluña, que produjeron una guerra de diez años entre el rey D. Juan (padre del Rey Católico) y sus súbditos, los catalanes, especialmente los barceloneses, muerto el Príncipe de Viana eligieron rey al infante de Portugal, y por fallecimiento de éste á Renato de Anjou, el cual envió á Cataluña á su hijo Juan, duque de Calabria y de Lorena para sostener sus derechos, y para ello sostuvo larga guerra con el rey de Aragón, durante la cual puso sitio á Gerona el 21 de Mayo de 1467, que después de varias vicisitudes capituló el 1.º de Junio de 1469 (día del Corpus), entregándose al Conde Dunois, quien á su vez, y en nombre del rey de Francia Luís Onceno, la entregó al Duque de Calabria y de Lorena, que en su calidad de primogénito del rey Renato se llamaba Príncipe de Gerona5.

Hablando de estos sucesos nuestro historiador Jerónimo Zurita dice6:

«Juan Francés Boscan escribe que entró el duque de Lorena por el mes de Junio de este año (1467) como lugarteniente general del duque Reiner, su padre, que ya se llamaba Rey de Aragón y Sicilia, y en otras memorias parece que arribó á Barcelona á 31 del mes de Agosto y que hizo el juramento acostumbrado como lugarteniente y procurador general del rey Reiner   —489→   su padre y se le dió la obediencia y fidelidad y así parece que vino por mar7.

(1472.) »El duque Reynier aunque era muerto su hijo el duque de Lorena y estava en tan anciana edad como el Rey (Don Juan de Aragón) no dexaua de dar todo el favor que pudo á su empresa y sabiendo que estauan los de Barcelona en gran estrecho y padecían mucha hambre, envióles el socorro que pudo por mar con armada de GENOVESES que eran sus confederados



A pesar de este socorro, la ciudad de Barcelona capituló el 18 de Octubre de 1472 entregándose al rey D. Juan de Aragón, que desde entonces pudo llamarse de hecho Conde de Barcelona, aunque la guerra de Cataluña duró después algún tiempo; por lo que, hablando de estos sucesos, añade después Zurita:

«(El Rey D. Fernando) suplicaba al Rey su padre que si los hechos de Barcelona lo sufrían, y no se siguiese alteración en ellos por su absencia, lo que no creía (pues la armada contraria se había ido) se fuese por mar á Tarragona.»



Resulta de los documentos aducidos y del testimonio de Zurita, cuya autenticidad y sentido critico no sé si se atreverá á negar el Sr. Harrisse que contra su aseveración terminante y absoluta como lo son siempre las suyas, el rey Renato se ocupó después de 1461 de asuntos que no tenían nada que ver con las artes ni con la literatura, pues elegido por los catalanes rey de Aragón después de la muerte del príncipe de Viana y del infante de Portugal, defendió de 1467 á 1472 sus pretendidos derechos á aquella corona, sosteniendo durante tan largo período la guerra contra D. Juan II de Aragón, padre del Rey Católico, y á pesar de la afirmación del Sr. Harrisse, en esta guerra no sólo tuvo Renato por auxiliares á los franceses sino también á los genoveses, que, como dice Zurita, componían parte de la escuadra enviada por el príncipe para socorrer á Barcelona en 1472. Por lo que luego veremos, parece muy probable que ya en esta ocasión el futuro Almirante estaba á las órdenes de su homónimo Colón, el famoso corsario francés de que se hablará luego.

  —490→  

Puede por lo tanto tenerse por cierto que durante esta guerra estuvo Colón, como él mismo lo afirma, al servicio del rey Renato, á quien llamó, como nuestros historiadores, Reinel ó Reiner, y estándolo, fué sin duda cuando recibió la orden de prender la nao Fernandina, cuyo nombre indica que debía ser una embarcación napolitana ó más probablemente aragonesa; y de este suceso hablaba Colón al Rey Católico como de cosa que debía conocer muy bien, tanto como todos las de la guerra de Cataluña en que D. Fernando tomó tanta parte y de las que es de presumir se ocupase Colón con el Rey Católico, aunque no fuese más que para demostrarle su pericia marinera, en las muchas conversaciones que ambos personajes debieron mantener desde que Colón entró en 1484 al servicio de los reyes de Aragón y de Castilla.

Demostrado que el rey Renato hizo la guerra á D. Juan de Aragón hasta 1473, se destruye el principal, mejor dicho, el único argumento del Sr. Harrisse contra la autenticidad de la carta de Colón inserta en la Historie traducida por Ulloa y en la Historia del Padre Las Casas, pues en dicho año 1472 no sólo había nacido Colón, sino que, según los cálculos del Sr. Harrisse, debía ya tener más de 25 años8.




II

Pero ¿es fundada la hipótesis, que convierte en aseveración con su acostumbrada seguridad y con su atrevimiento habitual el Sr. Harrisse, de que Colón naciera de Octubre de 1446 á Octubre de 1451?

El Sr. Harrisse, que había empleado un embrollado fárrago para fijar estas fechas en su libro sobre Colón, fundándose, no en los documentos encontrados en los archivos de Génova, sino en las combinaciones arbitrarias que hace de su texto y de las consecuencias caprichosas que de ellos deduce, se presenta ufano y   —491→   jactancioso en el librejo publicado por él en el año 1892, alegando en su apoyo el documento encontrado y publicado por el marqués Marcelo Staglieno en 1887. El texto de dicho documento es como sigue: «Christofforus de Columbo filius Dominici, maior annis decem novem, et in presentia, auctoritate, consilio et consensu dicto Dominici eius patris, presentis et autorizantis... Actum Janue in Fossatello, ad bancum Lazari Ragii notarii anno Dominice nativitatis MCCCCLXX indicione tercia iuxta morem Janue, die mercurii ultima octobris in terciis (In not. Nicolo Raggio).»

Sobre este documento dice el Sr. Harrisse en su folleto de 1892 con su conocido desenfado:

«Entretanto el año en que nació (Colón) es tan controvertido como el lugar en que vió la luz. Un documento descubierto en los archivos de Génova en 1887 disipa todas las dudas de los que tienen ojos para ver y oídos para oir; este documento es un acta notarial de 30 de Octubre de 1470, hecha en Génova, en que figura Christobal Colón hijo de Domingo, parte contratante, y en la que se dice por el notario, que es mayor de diez y nueve años; como en derecho romano y en derecho genovés había varias edades que se calificaban de mayores y entre ellas la última era la de veinticinco años este Cristobal Colón había nacido entre el 31 de Octubre de 1446 y el 31 de Octubre de 1451. Nos inclinamos á una fecha más próxima á 1446 que á 1451. El lector nos perdonará que no seamos más precisos. Cuando se hace lo que se puede, se hace lo que se debe, dicen los sabios.»



Ofrecemos un ejemplar de la lógica de Aristóteles con la Isagoge de Porfirio á quien averigüe las reglas de dialéctica en que se funda el anterior peregrino razonamiento. Porque del documento del tabelion Lázaro Ragio se deduce sólo que Cristobal Colón tenía más de 19 años en 1470 y no otra cosa, siendo enteramente arbitrario suponer que tenía menos de 25. Sabido es que los notarios han acostumbrado siempre á hacer constar en los documentos que redactan que las personas que en ellos intervienen, han cumplido la edad que las leyes establecen para que sean válidos los actos ó contratos en que toman parte, sin determinar en muchos casos la que realmente tienen. Así es comunísimo entre   —492→   nosotros que se diga en los documentos notariales «Fulano, mayor de veinticinco años» aunque tenga cumplidos 30 ó 40.

Lo mismo puede decirse de otro documento en que aparece Colón como testigo: me refiero al testamento de Nicolás Monleone otorgado en 20 de Marzo de 1472, el cual sólo prueba que en aquella fecha había cumplido 25 años, edad necesaria para ser testigo de un testamento; pero pudo haberla cumplido mucho antes de esta fecha, y por tanto, no tiene razón el Sr. Lollis9 para decir que Colón cumplió los 25 años entre el 31 de Octubre de 1470 y el 30 de Marzo de 1472, debiendo, por tanto, haber nacido entre el 31 de Octubre de 1445 y el 20 de Marzo de 1447.

Lo mismo el cálculo del Sr. Idarrisse que el del Sr. Lollis carecen absolutamente de fundamento y no pueden, en mi concepto, destruir la afirmación del cura de los Palacios, Bernáldez, que, como se sabe, había conocido y tratado á Colón, á quien tuvo alojado en su casa en compañía del Obispo Fonseca á la vuelta de su segundo viaje en Junio de 1496. Bernáldez, como es sabido, dice lo siguiente en su historia de los Reyes Católicos: «El qual dicho Almirante Don Christobal Colón de maravillosa y honrada memoria, natural de la provincia de Génova, estando en Valladolid el año de 1506 en el mes de Mayo, murió in senectute bona inventor de las Indias, de 70 años poco más ó menos. Nuestro Señor le ponga en su gloria. Amen.-DEO GRATIAS

Digan lo que quieran los modernos y escrupulosos críticos, todos los datos que se conocen de antiguo y recientemente descubiertos confirman lo que asevera Bernáldez respecto á la patria de Colón y lo que de ello se deduce en cuanto á la fecha de su nacimiento. Prescindamos ahora de la patria, que no afirma que fuese la ciudad sino la provincia de Génova, para ocuparnos sólo del punto de que vengo tratando.

Si como dice el Cura de los Palacios, Colón murió el 1506, de 70 años, debió nacer en 1436, y en efecto así debió ser si hacia el año de 1472 ó 73 el Rey Renato de Anjou le confió una empresa   —493→   como el mando de un buque para apresar la nao Fernandina, la cual exigía gran pericia marítima; y sin duda gozaba Colón fama de tenerla cuando el Rey Renato le daba tal encargo, que no había de fiar á un marino novel y sin reputación bien sentada de hombre de mar y de soldado.

Con esa fecha de su nacimiento se rectifica el error evidente cometido en las copias de la famosa carta de 7 de Julio de 1503, escrita desde Jamáica, dando cuenta á los Reyes Católicos de su cuarto y último viaje, error que ya notó Navarrete y que es lástima que no se esclarezca con el testimonio de Las Casas, que dice que tenía en su poder un traslado de ella y la extracta en su Historia, lib. II, cap. XXX10. La carta original en la parte que con nuestro asunto se relaciona, dice así:

«Yo vine á servir de veinte y ocho años y agora no tengo cabello en mi persona que no sea cano y el cuerpo enfermo.»



Todos los que hemos manejado papeles de aquel tiempo sabemos que de ordinario los números se escribían en caracteres romanos, y por tanto, lo fácil que es cambiar algunos de ellos; así que en el caso actual tenemos por cierto que la cifra XLVIII Re convirtió en alguna ó algunas de las copias en la de XXVIII; y en efecto, partiendo de la edad de 70 años á que según Bernáldez murió Colón, éste tenía 48 cuando vino por primera vez á Castilla y entró á servir á los Reyes Católicos en 1484.

Además de las razones aducidas en apoyo de esta verosímil suposición, existen otras que demuestran que la copia de esta carta, de letra de mitad del siglo XVI, procedente del colegio de Cuenca, que sirvió de original á Navarrete, es muy incorrecta, pues el Padre Las Casas en el referido lugar de su Historia escribe: «Invoca sobre esto el cielo y la tierra sobre él diciendo: yo he llorado hasta aquí haya misericordia el cielo, llore por mí la tierra, llore por mí quien tiene caridad, verdad y justicia.» El texto de Navarrete es como sigue: «Yo estoy tan perdido como dije: yo he llorado fasta aquí á otros: haya misericordia agora el cielo y llore por mí la tierra.»

  —494→  

Por otra parte la pintura que de sí mismo hace Colón en esta carta, indica claramente que era ya viejo cuando la escribía en Julio de 1503, pues dice que ya no tenía cabello que no fuese cano, lo cual es muy natural en quien debía tener entonces, según se infiere de lo dicho por Bernáldez, de 66 á 67 años.

¿Qué se opone á estas fechas? Unicamente sus amores con Beatriz Enríquez que sin duda tuvieron lugar de 1484 á 1488, pues consta que D. Fernando nació en esta última fecha, opinando el Sr. Harrisse y estando de acuerdo con él en esto el Sr. Lollis, que no era verosímil que inspirara una pasión amorosa Colón cuando ya tenía de 48 á 50 años. A esto casi no es necesario contestar, tan fútil es el argumento, como no sea aduciendo casos que abundan en la Historia y que ocurren en nuestro tiempo, á nuestra vista, y que han ocurrido desde que el mundo es mundo, de hombres, no ya de 50 sino de muchos más años que han inspirado amor á mujeres más ó menos jóvenes. Que esto ocurriera á Colón, es tanto más probable cuanto que todos los que le conocieron dicen que su persona tenía grandes atractivos, siendo de bella figura, afable y elocuente. Véase el retrato que de él hace Las Casas en el cap. II de su Historia11.

«Lo que pertenecía á su exterior persona y corporal disposición, fué de alto cuerpo, más que mediano, el rostro luengo y autorizado, la nariz aguileña, los ojos garzos, la color blanca que tiraba á rojo encendido, la barba y cabellos cuando era mozo rubios, puesto que muy presto con los trabajos se le tornaron canos; era gracioso y alegre, bien hablado, y según dice la susodicha Historia portuguesa, elocuente y glorioso en sus negocios, era grave en moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero, con moderada gravedad y discreta conversación y ansi podía provocar los que le viesen fácilmente á su amor



Sin duda esto sucedió á Beatriz Enriquez á pesar de las canas de su amante, y sin discutir las virtudes de la dama cordobesa ni las del Almirante, no será fuera de propósito recordar que en su tiempo, y lo mismo en Castilla que en el resto de Europa, en punto   —495→   á amoríos no pasaban las cosas como ahora pasan, al menos en público y para el público; así que no causaban gran escándalo las relaciones amorosas que hoy llamamos ilícitas, ni solían las personas principales ocultar como testimonio de delitos graves á sus bastardos. Las dinastías que ocupaban los tronos de Aragón y de Castilla tenían por tronco un bastardo, y en los tiempos en que Colón andaba en la corte ocupaba lugar privilegiado en ella el cardenal Mendoza. Su historiador y pariente el Dr. D. Pedro Salazar y Mendoza da larga noticia de los hijos que tuvo, en el capítulo LXVI, libro II de su obra, que fueron tres, D. Rodrigo, primer Marqués del Zenete, y D. Diego, habidos en Doña María de Lemus, y de estos dice Salazar: «Desciende hoy del Cardenal por estos dos hijos, quasi toda la grandeza de España, no digo mucho, y yo lo haré presto bueno»12. A estos dos hijos hay que añadir D. Juan Hurtado de Mendoza, habido en Doña Inés de Tovar, legitimado como los otros á pesar de su carácter sacrílego. Tales flaquezas no estorbaron para que se denominase Gran Cardenal de España á quien las había padecido.




III

En la ceguedad que su amor propio le produce, el Sr. Harrisse persiste todavía en su último libro en calificar de fantástica la manera con que describe D. Fernando Colón la llegada de su padre á Portugal. Lo primero que á este propósito conviene advertir es que el suceso narrado en la Historie lo está casi en los mismos términos en el cap. IV de la Historia de las Indias del Padre Las Casas, que aunque no dice que lo tomase del original de la vida del almirante, escrita por su hijo, se puede asegurar que lo copió de ella, y si por ventura así no fuese, esto sería un indicio más de que es cierta y no fantástica la aventura que llevó á Portugal al descubridor del Nuevo Mundo, y que refiere en los siguientes términos. Las Casas:

«Como fuese, según es dicho, Cristobal Colón tan dedicado á   —496→   las cosas y ejercicio de la mar, y en aquel tiempo anduviese por ella un famoso varón, el mayor de los corsarios que en aquellos tiempos había de su nombre y linaje que se llamaba Colón Junior, á diferencia de otro que había sido nombrado y señalado antes, y aqueste Júnior tragese grande armada por la mar contra infieles y venecianos y otros enemigos de su nación, Cristobal Colón determinó ir á andar con él, en cuya compañía estuvo y anduvo mucho tiempo. Este Columbo Junior, teniendo nuevas que cuatro galeazas de venecianos eran pasadas á Flandes, esperólas á la vuelta entre Lisbona y el cabo de San Vicente para asirse con ellas á las manos; ellos juntados, el Columbo Junior á acometerles y las galeazas defendiéndose y ofendiendo á su ofensor, fué tan terrible la pelea entre ellos, asidos unos con otros con sus garfios y cadenas de hierro, con fuego y con las otras armas, según la infernal costumbre de las guerras navales, que desde la mañana hasta la tarde fueron tantos los muertos quemados y heridos de ambas partes, que apenas quedaba quien de todos ellos pudiese ambas armadas del lugar donde se toparon una legua mudar. Acaeció que la nao donde Cristobal Colón iba, ó llevaba quizá á cargo, y la galeaza donde estaba aferrada se encendiesen con fuego espantable ambas, sin poderse la una de la otra desviar; los que en ella quedaban aun vivos ningún remedio tuvieron sino arrojarse á la mar; los que nadar sabían pudieron vivir sobre el agua algo, los que no escogieron antes padecer la muerte del agua que la del fuego, como más aflictiva y menos sufrible para la esperar: el Cristobal Colón era muy gran nadador, y pudo haber un remo que á ratos le sostenía mientras descansaba y así andubo hasta llegar á tierra, que estaría poco más de dos leguas de donde y á donde habían ido á parar las naos con su ciega y desatinada batalla.»



El texto de la obra de D. Fernando traducida por Ulloa, es como sigue: «Quanto al principio, e alla causa della venuta dell' Amiraglio in Ispagna e di essersi egli dato alle cose del mare, ne fu cagione un uomo segnalato del suo nome, e famiglia, chiamato Colombo, molto nominato per mare, per cagione dell' armada ch'ei conduceva centro gl' infideli, e ancora, gli nimici, della sua patria: talché col suo nome spaventava i fanciulli della   —497→   culla: la cui persona, e armata è da credere che fosse molto grande poichè una volta prese quattro galee grosse veniziane, la grandezza e fortezza delle quali non avria creduto, se non chi le avesse vedute armate. Questi fu chiamato Colombo il giovane, a differenza di un altro, que avanti era stato grand' como per mare: del qual Colombo giovane Marc' Antonio Sabellico, che é estato un altro Tito Libio á nostri tempi, dice nel libro ottavo della decima deca, che vicino al tempo, nel quale Massimiliano figliuolo de Federico III Imperatore fu eletto re de Romani fu mandato da Vinegia in Portoglio ambasciatore Jeronimo Donato, acciocché in nome publico di quella signoria rendesse grazie al re Don Giovanni. Il percio che tutta la ciurma e uomini di dette galee grosse, che tornavano di Fiandra egli aveva vestiti, e sovvenuti, dandogli aiuto, con che potessero tornare a Vinegia; con cio fosse ch'essi presso a Lisbona erano stati superati dal Colombo giovane, corsale famoso, que gli aveva spogliati e messi in terra...

»Ma tornando al principal proposito dico, che mentre in compagnia del detto Colombo giovane, l'Ammiraglio navigava, il che fe lungamente, avenue, che intendendo che le dette quattro galee grosse viniziane tornavano di Fiandra, andarano a cercarle, e le trovarono tra Lisbona e il capo de San Vicenzo, che è in Portogallo dove venutti alle mani combatereno fieramente; e si acostarono in modo, che si afferrarono insieme con tanto odio, se percuotendosi senza alcuna pietà, cosi con arme da mano, come con pignatte, e altri ingegni di fuoco, in guisa tale, che essendosi combattuto della mattina fino all'ora di vespro, ed essendo oggimai molta gente d' ambe le parti morta, e ferita si attacò il fuoco fra la nave dell' Ammiraglio, e una galea grossa viniziana, le quali perch' erano attaccate insieme con ganci, e catene di ferro, instrumenti che gli uomini di mare usano per tale effeto, non potè esser rimediato all' una, nè all' altra parte, per la mischia, che tra loro era, e per lo spavento del fuoco, che gia in poco spazio era cresciuto tanto, che il rimedio fu, che saltasero fuori nell' aqua quelli che potevano per piuttosto cosi morire, che soportare il tormento del fuoco. Ma, essendo l' Ammiraglio grandissimo nuotatore, e vedendosi due leghe, o poco   —498→   piu discosto da terra, prendendo un remo, che la sorte gli appresentó, e aiutandose con quello talvolta, e talvolta nuotando, piacque a Dio, que per altra maggior cosa l' aveva serbato, di dargli forze, onde giungesse a terra ben che tanto stanco e travagliatto della umidità dell' acqua che egli stette molti di a rifarsi.»

Como se ve en el hecho fundamental y en muchos pormenores, convienen ambas historias, y las particularidades que añade Las Casas son tan importantes como se verá luego para la comprobación del suceso.

Todavía el Sr. Harrisse en su opúsculo del pasado año haciéndose cargo de las noticias que respecto á los primeros años de la vida de Colón contiene la Historie y después de referir á su modo lo relativo á la prisión de la galeaza Fernandina que encargó á Colón el rey Renato y la batalla naval que tuvo lugar en las costas portuguesas, exclama lleno de acre indignación:

«¡Y bien! aun cuando el mundo entero se levante para imponernos este relato no cesaríamos de decir, de afirmar contra todos (envers et contre tous) que es un tejido de invenciones desde la primera palabra hasta la última!»



Ante declaración tan explícita y terminante, claro es que sería insensato tratar de convencer de sus errores al Sr. Harrisse; pero como los demás no se hallan en su caso, que puede decirse que es un caso patológico, conviene poner las cosas en claro y averiguar la verdad que pueda haber en la relación de la batalla del cabo de San Vicente mal que le pese al furibundo crítico.

Por desdicha suya y bien de la Historia, á parte del testimonio de D. Fernando y de Las Casas, tenemos acerca de este suceso uno cuya autoridad no discutirá nadie que imparcial y desapasionadamente estudie el asunto; este testimonio es el del cronista Alfonso de Palencia, que además de historiador, fué testigo y actor en los hechos más importantes que tuvieron lugar en España desde la insurrección alfonsista contra D. Enrique IV hasta que los Reyes Católicos estuvieron en la posesión indisputada de los tronos de Aragón y de Castilla, asistiendo también á las peripecias y á la final victoria que terminó la guerra de Granada.

Poco después de la famosa y transcendental batalla de Toro, el   —499→   Rey de Francia, aliado con el de Portugal para combatir al de Castilla, mandó apretar el sitio de Fuenterrabía. Narrando estos sucesos, dice así la crónica de los Reyes Católicos (cap. LIII)13: «Estando el Rey de Aragón proveyendo en las cosas de aquel reino con el Rey su padre, por que fué informado de la cruda guerra que los franceses facían en la provincia de Guipúzcoa é á los de la Villa de Fuenterabía, acordó de ir á las montañas, á socorrer aquella tierra é la librar de la guerra que le facían los Franceses: E vino para la ciudad de Victoria donde juntó fasta cinquenta mil combatientes de Castilla de todas las montañas é Asturias é de las merindades é villas de aquella tierra con los quales movió á entrar en la provincia de Guipúzcoa para ir á Fuenterabía donde estaban los franceses.»

Estos no esperaron al Rey D. Fernando y se retiraron por las razones que expusieron á su Rey, y añade la Crónica: «Las quales consideradas é otrosí el asunto, que aquella villa tiene por parte del mar é de la tierra, les parecía difícile poderla combatir sin tener grand armada é aparejos por el mar. Lo qual facían saber por que no se les imputase culpa si la villa no se combatían».

El Rey de Francia, Luís XI, atendió estas razones y dispuso que Colón el joven acudiese con sus naves en auxilio de los franceses «que dende en adelante facían guerra á los guipuzes é los guipuzes á los franceses,» como dice la misma crónica más adelante. En esta armada iba Colón con su homónimo francés, como se deduce de los hechos que luego ocurrieron y que refiere Alfonso de Palencia en el cap. V de su tercera década que lleva por título:

«De conatibus irritis atque fallacibus Ducis Medinæ Henrici, et de magno conflictu Colonis Ianuensiumque in mare gaditano.»

Los conatos engañosos é ineficaces de que habla Palencia en la primera parte de este capítulo no hacen mucho al caso que aquí se trata, por lo cual bastará decir que consistieron en que el Duque de Medina-Sidonia se propuso recobrar la ciudad y fortaleza de Gibraltar, donde ya los Reyes Católicos habían puesto   —500→   alcaide llamado Pedro de Córdoba; y con este objeto juntó un ejército de 5.000 andaluces á pretexto de sitiar á Ceuta que estaba en poder de los portugueses; y, cuando ya había causado á estos grande estrago, hizo reembarcar su gente y la envió á Gibraltar que era el objeto real de aquella expedición, la cual dice Palencia que hubiera perecido ante los muros de Ceuta si no hubiera sufrido entonces una gran derrota el pirata Colón que militaba con los portugueses. Narrados ampliamente estos sucesos, refiere luego Palencia el combate naval que libró á las huestes del Duque de Medina-Sidonia de tan gran peligro en los términos siguientes:

«Afligido Colón, como antes digimos, por el naufragio que le sobrevino en las costas de Bermeo y por la derrota que sufrió en el ataque de Rivadeo; estando ya á las puertas de Lisboa, pidió el Rey de Portugal que le mandase destruir todas las fortalezas marítimas que hubiera en las costas de Andalucía hasta el estrecho de Gibraltar para ir en seguida al socorro de la plaza de Ceuta. El Rey de Portugal reunió gran número de nobles y armó apresuradamente dos grandes naves que le quedaban después de las pasadas derrotas, llamada una la Real y la otra Lope Janes, en las cuales y en las 11 naves de Colón se embarcaron muchos portugueses con rumbo á la fortaleza de Ceuta. A este tiempo salieron del puerto de Cádiz tres grandes naves genovesas, una gran trirreme y otra nave flamenca llamada de Pasquerío, todas las cuales se dirigían á Inglaterra, creyendo que no podían correr ningún peligro más que la crueldad de las ondas, por la grandeza de las naves, la multitud de los marineros y porque, para evitar la pirática violencia de Colón llevaban algunos varones genoveses muy experimentados en semejantes expediciones, que creían, á su juicio, segura la navegación; pero la fortuna lo dispuso de otro modo, porque cuando las 13 naves de Colón y del Rey de Portugal vieron las cinco naves, el superbísimo pirata envió velozmente un batel para preguntar quiénes eran y qué propósito tenían; respondieron los genoveses á Colón que ellos estaban firmemente confederados con el francés y les era lícito aprovecharse de la navegación libre. Pero Colón, con la misma astucia que había usado con los vascos, les dijo que tuvieran á   —501→   bien los jefes de la armada genovesa, los maestres de las naves y los principales mercaderes pasar á su capitana y mostrarle las cartas que llevaban. Los genoveses, recordando la perfidia de Colón, resisten y toman las armas, mas antes la nave Real acometió con violencia, una de las tres mayores naves genovesas, aferrándose á su costado; la llamada Lope Yanes embistió á la trirreme y otra de las mayores de Colón atacó á la flamenca de Pesquiero de gran altura y de las que en lengua germánica llaman urca, pero otras dos genovesas que eran inexpugnables por las más pequeñas de Colón, defendían á las suyas, y Colón enérgicamente rechazado por la grande que combatía, mandó que otra de las mayores la atacase por el otro costado, para que entre las naves grandes con soldados escogidos expugnasen una de las mayores genovesas; pero Colón vió que no podía prevalecer otro género de ataque sino los artificios incendiarios de que él solía usar, los cuales infundían terror á los enemigos; llenáronse en derredor los aires de las llamas sulfúreas y de las volantes chispas de aquellos artificios, que entonces fueron igualmente perniciosos para unos y otros, porque cuatro naves de Colón, la llamada Real y la que atacaba por el otro costado la nave genovesa, la que combatía con la gran trirreme, y la que procuraba oprimir á la flamenca, fueron destruídas por el incendio y por los enemigos. Así perecieron siete naves que fueron pasto de las llamas y hubieran perecido otras que peleaban con las dos genovesas, si no hubieran acudido las demás á apagar el incendio, pero como en las genovesas había mucha gente armada, perdieron en la pelea gran parte de los suyos y murieron todos los genoveses y alemanes que estaban en las otras naves, fuera de 150 que se arrojaron al mar y fueron recogidos por los celosos portugueses que estuvieron contemplando la terrible lucha que duró diez horas, desde la orilla cerca de Lagos.»

«De los portugueses perecieron 500 nobles que por el peso de las armas no pudieron alcanzar auxilio que les librara de las ondas, y demás de estos, 2.500 franceses y portugueses por el incendio, en las ondas, ó por el hierro; Colón con unos pocos se embarcó conturbado en otras naves que por fortuna se salvaron. Esta derrota fué cruelísima para el pirata Colón y para los franceses,   —502→   y horrenda para la nobleza de Portugal. El perverso Colón se entregó á todo género de contorsiones, arrancándose los cabellos y la barba, prorrumpiendo en lamentos mujeriles, maldiciendo su infortunada alianza con los portugueses, que fué ocasión de tan infeliz desastre. Perecieron siete grandes naves en este combate, cuatro de Colón y de los portugueses, una de las tres mayores de los genoveses, la gran trirreme y la urca flamenca, que podría llamarse en latín corbeta (corbita). Dos de las genovesas en que estaba la mayor parte de los que pelearon, volvieron al puerto de Cádiz con dolor de los marineros y de los que los acompañaban en aquella navegación.» Tuvo lugar este combate naval en los idus de Agosto de MCCCCLXXVI (13 de Agosto de 1476) no lejos del promontorio de Santa María que está cerca de la costa de Andalucía y dista de la embocadura de Barrameda casi 70 estadios. Hubo quienes atribuyeron este desastre de las dos armadas á la fortuna del Rey Fernando, porque una y otra nación, así la genovesa como la portuguesa, eran enemigas del cetro de Aragón y del poder de Castilla. Pero el Rey sintió mucho la derrota de los genoveses que quería reconciliar con los catalanes y hacer amigos de los castellanos siguiendo el consejo de su tío el Rey Fernando de Nápoles ó Sicilia ulterior, que por aquel tiempo trataba paz y alianza con los genoveses y quería que entrara en esta conciliación el Rey D. Fernando que lo era de Castilla y León y de la Sicilia citerior14.

No obstante los reniegos del Colón francés no rompió su alianza con Portugal, pues en el mes de Septiembre, esto es, pocos días después del desastre, refiere Palencia que condujo en sus naves á Francia al Rey D. Alonso V de Portugal, y en este viaje las tempestades dispersaron su flota, corriendo nuevos peligros.

Pero esto no hace al propósito que me ha movido á traducir con la fidelidad posible el texto de Palencia de quien puede creerse que tendría noticia directa de esta sangrienta batalla naval hallándose en Andalucía, probablemente en Sevilla, cuando tuvo lugar el suceso. Sólo es de notar en este relato que Palencia   —503→   dice que las naves atacadas por Colón el joven eran genovesas y flamencas, y D. Fernando y Las Casas que eran venecianas; no cabe dudar de que Palencia es quien está en lo cierto como se infiere de lo que dice del sentimiento que tuvo el Rey Católico por el desastre de los genoveses, pero se comprende que D. Fernando los convirtiera en venecianos para que no apareciera su padre causando tan terribles daños á sus conciudadanos. Las Casas tomó el relato de aquel sin alterarlo, y esto, como he dicho antes, es una prueba más de la fidelidad de la traducción de Ulloa.

No refiere este combate en su crónica Zurita, pero si los acontecimientos que le precedieron y le sucedieron, aunque adelanta la fecha del viaje á Francia del Rey de Portugal que Comines y casi todos los historiadores convienen en que se verificó en el mes de Septiembre de aquel año de 1476. Véanse las palabras del famoso cronista del reino de Aragón:

«Esto fué estando el Rey de Castilla en Bilbao á 20 del mes de Julio, y Colón con la armada francesa, llegando á Bermeo, pasó gran tormenta y perdió la nave capitana y corrió hasta la costa de Galicia ó intentó de combatir á Rivadeo y perdió buena parte de su gente. De allí fué á tomar al Rey de Portugal para llevarlo á Francia y embarcóse en Lisboa por el mes de Agosto y fueron con el Rey, el Conde de Pharo y D. Alvaro de Portugal, que eran hijos del Duque de Braganza y hermanos del Duque de Guimeras y el Conde de Ponamacor su privado, y el Prior de Ocrato y D. Juan Pimentel, hermano del Conde de Benavente y otros caballeros y llevaba doce naves y cinco, caravelas y dos mil doscientos soldados, para dejar la mayor parte de ellos en las guarniciones de Tánger y Arzila, y del Alcazar Zaguer que tenía en la costa de Berbería y certificaban que llevaba 460 de cavallo. De Cepta navegó sin tomar tierra hasta Colibre que se tenía por el Rey de Francia en el Condado de Rossellón y desembarcó en aquel Puerto, por que el tiempo no le dió lugar á pasar á Marsella á donde había deliberado de desembarcar. Arribó esta Armada á Colibre mediado el mes de Septiembre y de Colibre, se fué el Rey de Portugal á Perpiñán y de allí á Narbona y atravesó por toda Francia con muy poca estimación y honor por que   —504→   en ninguna cosa declaró más, que iba como vencido, aunque se hizo mucha fiesta y fué camino de Tours a donde en aquella sazón estaba al Rey de Francia»15.



De cuanto hasta aquí va dicho resulta, por un cúmulo de indicios que casi constituyen prueba plena que Cristobal Colón, como dice su hijo y confirma Las Casas, estuvo navegando cuando menos desde 1473 hasta 1476 con el corsario Colón, el mozo, que llegó á ser almirante de Francia en el reinado de Luís XI. Probablemente el Colón francés mandaría la expedición que el rey Renato envió en aquella fecha al socorro de Barcelona, y al retirarse aprisionó unas naves Fernandinas16, en las costas de Galicia, así como Colón había poco antes apresado ó procurado apresar otra nave también Fernandina en la bahía de Cartago ó sea en Túnez, según dice el mismo Cristobal Colón y niega con tanto empeño el Sr. Harrisse.

El corsario ó almirante francés se dedicó á sus correrías marítimas durante muchos años y sin duda Cristobal Colón le acompañó en muchas de ellas. Todo indica que iba con los que envió Luís XI al socorro de Fuenterrabía corriendo después los peligros que asaltaron á aquella escuadra, primero en Bermeo y después en Rivadeo, y que hallándose en el combate del Cabo de Santa María arribó á Portugal en las cercanías de la Villa de Lagos en la forma que cuentan su hijo D. Fernando y el padre Las Casas y que con tan infundada obstinación se empeña en negar el Sr. Harrisse.

Aunque es posible y aun probable, no se puede afirmar que Cristobal Colón formase parte de la flota que condujo á Francia á Alfonso V de Portugal y que el mal tiempo hizo arribar al Puerto de Colibres; pero nada tendría de inverosímil que desde aquella fecha cuando menos, empezaran los tratos de Cristobal Colón con los monarcas portugueses, esto es, que principiando con Alfonso V, continuaran con D. Juan II. De todas maneras, la llegada de Cristobal Colón á Portugal el 13 de Agosto de 1416   —505→   debe considerarse como el punto de partida de su establecimiento en aquel reino, donde se casó, no habiendo motivo alguno para poner en duda lo que respecto de estos particulares refiere don Fernando y confirma Las Casas como todo lo que en la Historie se refiere á la vida del Almirante.

La fecha de la carta de Toscanelli al canónigo de Lisboa, no contradice, sino antes confirma lo que resulta de los hechos referidos, pues si bien es de 25 de Junio de 1474, la que dicho maestro Paulo Toscanelli escribió al canónigo Fernán Martínez, la dirigida por el físico florentino á Colón, vuelta de latín en romance por Las Casas17, empieza en los siguientes términos:

«A Cristobal Columbo, Paulo Físico salud. Yo veo el magnífico y grande tu deseo para haber de pasar á donde nace la especería y por respuesta de tu carta te envío el traslado de otra carta que ha días yo escribí á un amigo y familiar del Serenísimo Rey de Portugal antes de las guerras de Castilla.» Es indudable que las guerras de que aquí se habla son las que sostuvieron D. Fernando y Doña Isabel contra Alfonso V con motivo de la sucesión á la Corona de Castilla que el monarca Portugués pretendió con las armas adjudicar á su sobrina Doña Juana la Beltraneja; pues bien, como es sabido, estas guerras empezaron en 1476 y no concluyeron hasta 1479 en la forma que refiere Zurita del modo siguiente:

«En las vistas que hubo entre la Reyna de Castilla y la Infanta Doña Beatriz, su tía, en la villa de Alcántara, resultó tratarse con gran acuerdo en asentar paz perpetua entre los Reyes de Castilla y Portugal, y aunque el Rey de Portugal era el que parecía estar más duro en venir en medios de concordia, teniendo gran esperanza que le habían de seguir en la causa, no sólo el Clavero de Alcántara que se llamaba Maestre y la Condesa de Medellín, pero otros grandes, fueron poderosas aquellas dos princesas para poner fin á la guerra y á la mayor empresa que tuvo aquel Reino18».



Como Toscanelli dice en su carta á Colon que había escrito á   —506→   Fernan Martinez antes de las guerras entre Portugal y Castilla, es evidente que la carta del Médico florentino al futuro Almirante es posterior, á lo menos al principio de estas guerras, y por tanto á 1476 ya que no á 1479, en que tuvieron fin del modo y con la ocasión que refiere Zurita, esto está conforme con la fecha de la llegada de Colón á Portugal el 13 de Agosto de 1476 y precisa más las que el Sr. Harrisse señala, pudiendo afirmarse que el arribo de Colón á Portugal y su carta á Toscanelli son posteriores seguramente en tres años al de 1473, que da como probable el sabihondo Sr. Harrisse para el primer acontecimiento, y mayor, aunque no puede hasta ahora fijarse con la misma precisión, el tiempo que mediara entre la fecha de la carta escrita por Toscanelli á Fernán Martínez y la de la respuesta del Físico á Colón, si bien parece probable que fuese posterior á 1479, aunque no mucho, pues Toscanelli habla en ella de las guerras entre Castilla y Portugal como de cosa ya pasada.




IV

Aunque se alargue más de lo que me había propuesto este escrito, no puedo menos de seguir examinando algunos puntos de la biografía de Colón tratados por el Sr. Harrisse con la desenvoltura y demás condiciones que le conocemos tan contrarias á las que deben resplandecer, en quien como él alardea de exquisito é intransigente crítico.

Después de los errores cometidos en lo que á las primeras navegaciones de Colón y á su llegada á Portugal se refiere, el Sr. Harrisse se ocupa del matrimonio del Almirante19 y empieza diciendo.

«Cristobal Colón se casó en Portugal, pero cuándo, en qué circunstancias y con quién? Estas cuestiones no se pueden resolver absolutamente, porque no tenemos otra relación de este matrimonio si no la de la Historie, trazada ciertamente de fantasía



  —507→  

Cuando el Sr. Harrisse escribía esto, hacía ya algunos años que se había publicado la Historia del Padre Las Casas, en la que se refiere del modo siguiente el casamiento de Cristobal Colón, después de narrar cómo llegó á Portugal con la ocasión y en la forma que arriba he referido.

«Ansi que llegado Cristobal Colón á tierra á algún lugar cercano de allí, y cobrando algunas fuerzas del tullimiento de las piernas, de la mucha humidad del agua y de los trabajos que había pasado, y curado también por ventura de algunas heridas que en la batalla había recibido, fuese á Lisbona, que no estaba lejos, donde sabía que había de hallar personas de su nación; y ansi fué que siendo conocido por de la nación ginovesa y también quizá su linaje y sus padres, mayormente viendo su autorizada persona, le ayudaron á que pusiese casa, y hecha con él compañía comenzó á acreditarse y restaurarse. Pasando algunos días como él fuese de buen a disposición y no menos tuviese gentil presencia, y con esto no le faltase la costumbre de buen cristiano, iba por la mayor parte á oír los divinos oficios á un monasterio que se decía de Santos, donde había ciertas comendadoras (de qué orden fuese no pude tener noticia), donde acaeció tener plática con una dellas que se llamaba Doña Felipa Moñiz á quien no faltaba nobleza de linaje, la cual hubo finalmente con él de casarse. Esta era hija de un hidalgo que se llamaba Bartolomé Moñiz Perestrello, caballero criado del Infante D. Juan de Portugal, hijo del Rey D. Juan I de Portugal (como parece en la 1.ª década, libro 1.º capítulo 2.º de la Historia de Asia que escribió Juan de Ramos en lengua portuguesa), y por que era ya muerto pasóse á la casa de su suegra. Andando días y viniendo días conoció la suegra ser inclinado Cristobal Colón á cosas de la mar y de cosmografía, porque á lo que los hombres se inclinan noches y días querrían de ello tratar, y vehementes deben ser los cuidados y urgentes las ocupaciones que del ejercicio y obra o habla de aquello los puedan del todo estorbar; ansí que entendida por la suegra su inclinación, contóle cómo su marido Perestrello había sido también persona que tuvo inclinaciones á las cosas de la mar, y que había ido por mandado del Infante D. Enrique de Portugal en compañía de otros dos caballeros, á   —508→   poblar la isla del Puerto Santo, que pocos días había que era descubierta, y al cabo á él solo cupo la total población della y en ella le hizo mercedes el dicho Infante y como entonces andaba muy hirviendo la práctica y ejercicio de los descubrimientos de la costa de Guinea, y de las islas que había por el mar Océano y esperaba el dicho Bartolomé Perestrello desde aquella descubrir otras, como se descubrieron, según abajo en el cap. 17 y en los siguientes se dirá, debia tener instrumentos y escrituras y pinturas convenientes á la navegación, las cuales dió la suegra al dicho Cristobal Colón, con la vista y leyenda de las cuales mucho se alegró. Con estas se cree haber sido inducida y avisada su natural inclinación á mayor frecuencia del estudio y ejercicio y leyenda de la cosmografía y astronomía y á inquirir también la práctica y experiencia de las navegaciones y caminos que por la mar hacían los portugueses á la Mina de Oro y costa de Guinea, donde los portugueses como está tocado, empleaban su tiempo y sus ocupaciones; y como cada día más y con mayor vehemencia de imaginación pensase, y tomando su parte el entendimiento, considerase muchas cosas, cerca de las tierras descubiertas y las que se podrían descubrir, traidas á la memoria las partes del mundo y lo que decían los antiguos habitables y lo que no se podía, según ellos morar, acordó de ver por eso lo que entonces del mundo por la parte de Etiopia se andaba y practicaba por la mar, y ansí navegó algunas veces aquel camino en compañía de los portugueses como persona ya vecina y cuasi natural de Portugal; y porque algún tiempo vivió en la dicha Isla de Puerto Santo, donde dejó alguna hacienda y heredades su suegro Perestrello (según que me quiero acordar que me dijo su hijo D. Diego Colón, primer sucesor que tuvo el primer Almirante, el año 1519 en la ciudad de Barcelona, estando allí el Rey de España D. Carlos, cuando la primera vez vino de Flandes á reinar, y donde le vino el decreto de su imperial elección); ansí que fuese á vivir Cristobal Colón á la dicha Isla de Puerto Santo, donde engendró al dicho su primogénito heredero D. Diego Colón, por ventura por sola esta causa de querer navegar, dejar allí su mujer, y porque allí en aquella isla y en la de la Madera que está junto, y que también se había descubierto   —509→   entonces, comenzaba á haber gran concurso de navíos sobre su población y vecindad, y frecuentes nuevas se tenían cada día de los descubrimientos que de nuevo se hacían. Y este parece haber sido el modo y ocasión de la venida de Cristobal Colón á España, y el primer principio que tuvo el descubrimiento de este grande Orbe».



Sin duda por distracción el Sr. Harrisse olvida que en el libro sobre Colón no ha podido menos de confesar que la Historia de Las Casas fué escrita antes, mucho antes de que se publicara por Ulloa la Historie en Venecia, y ocupándose del asunto del matrimonio de Colón, dice que Las Casas no ha hecho más que copiar este relato que contiene la Historie, á lo cual no se puede menos de preguntar: ¿Cómo había de copiar Las Casas lo que no se había publicado? Lo cierto en este caso es, que Las Casas tomó lo substancial y muchos pormenores de dicho relato, copiándolo sin duda en parte literalmente de la vida del Almirante D. Cristóbal Colón, escrita por su hijo D. Fernando; pero esto es lo que tiene una repugnancia invencible á confesar el Sr. Harrisse empeñado en quitar autoridad á la traducción de Ulloa, que en esto como en todo lo que contiene, está confirmado por Las Casas.

Por lo demás, es enteramente arbitrario suponer que Las Casas corrigió el texto de esta relación, llamando Bartolomé y no Pedro, como en la traducción del libro de D. Fernando, al padre de Felipa Moñiz, pues bien pudiera ser, y aun es más probable que se equivocara Ulloa, y que en el texto original, como en el de Las Casas, llamara Bartolomé á su abuelo natural, de quien es de creer que tuviera mayores y más amplias noticias que las que pretende haber averiguado el Sr. Harrisse, á quien sólo le han servido para formar un verdadero embrollo en lo que al matrimonio de Colón se refiere, después del cual, y de haber gastado mucho tiempo y mucha tinta, concluye por decir:

«En resumen: nosotros no negamos en absoluto que Felipa, mujer de Cristóbal Colón, haya podido ser hija de Isabel Moñiz y de Bartolomé Perestrello.»



Es verdad, que siguiendo en su manía, añade luego: «Pero no teniendo en cuenta más que los documentos y las antiguas crónicas, debemos también admitir como posible que la mujer de   —510→   Colón haya sido por su padre, no una Perestrello, sino una Moñiz, que era por otra parte familia distinguida.

»La confusión debiera en este caso atribuirse al autor de la Historie (quién, Ulloa ó D. Fernando?). Preocupado de continuo por realzar el mérito de su héroe, á la manera de su tiempo, habría preferido aliarle directamente con el primer donatario de Puerto Santo, que según él, aunque sin razón, había figurado con brillo en la historia de los descubrimientos marítimos, que á la familia Moñiz ninguno de cuyos miembros tuvo papel en las islas de Africa portuguesa ni se ilustró como marino.»

Si esto fuera así, pregunto ¿por qué fué á establecerse Colón en la isla de Puerto Santo, y tuvo allí á su hijo y sucesor don Diego? Verdad es que pudo esto suceder por otros motivos; pero ¿no explica más naturalmente los hechos que su suegro ya difunto fuese Bartolomé Perestrello capitán de dicha isla y que había dejado en ella hacienda, como dice Las Casas, que sabía estas cosas de boca del mismo D. Diego? La única razón que el Sr. Harrisse tiene para mantener la duda en este punto, es quitar autoridad á la Historie, dejando al propio tiempo por embusteros á Colón y á Las Casas sin el menor fundamento para ello. Pero las reglas de la crítica racional demuestran que son verídicos, porque escribieron no mucho después de los sucesos que narran, porque conocieron personalmente á los que en ellos tomaron principal parte, y pudieron saber de su boca lo ocurrido, y porque no hay documento ni testimonio alguno que sea incompatible con su relato, que diga lo que quiera el Sr. Harrisse, no tiene nada de novelesco, sino que por el contrario, está en harmonía con las costumbres del tiempo en que tuvo lugar el casamiento que se refiere.

En efecto; que Colón fuera religioso y buen católico, todos lo sabemos, y que por tanto tomase parte en las ceremonias del culto, cosa es que parece natural, si no necesaria; enamorar á una doncella noble recogida en un convento de monjas, nada tenía entonces de extraordinario, y se comprende tanto mejor, cuanto que, como dice Las Casas con esta ocasión, Colón era de autorizada persona, y tal según antes hemos copiado que inspiraba amor á los que se le acercaban.

  —511→  

Además, según el relato de Las Casas, Colón no apareció en Portugal como un aventurero vulgar y desconocido: de los antecedentes que he aducido, y especialmente de lo que Palencia dice en sus Décadas, se infiere con toda claridad que Colón era un hombre de mar y de guerra bien reputado, y tengo por muy verosímil que mandase una de las naves que sufrieron el terrible descalabro del cabo de Santa María. Así se explica naturalmente, que lo mismo en Lagos que en Lisboa le acogieran como á persona distinguida, y que en esta última ciudad, así los de su nación como los portugueses le consideraran cual hombre de valer y le ayudasen á poner casa. Todo esto hubo de colocarle en situación social que le permitiera sin dificultad casarse con una descendiente de los Moñiz y de los Perestrello. Por estas razones no consta que la viuda de Bartolomé se opusiera á este enlace, sino que, por el contrario, el yerno se fué á vivir con la suegra, y se trataron como personas bien avenidas y que mutuamente se estimaban.

Ninguna razón hay para negar que la viuda de Perestrello tuviese en su poder libros y papeles de su marido referentes á náutica y geografía, pues no hay ninguna para afirmar que el primer capitán y poblador de Puerto Santo no fuese dado al estudio y á la práctica de estas materias, que, como se sabe, eran asunto constante de la atención de los portugueses desde antes del tiempo del famoso infante D. Enrique, y la fiebre de los descubrimientos había llegado á su mayor altura en la época de don Alfonso V, llamado, como se sabe, el Africano, hasta que sobrevino la guerra con Castilla, breve pausa en aquel movimiento que impulsaba á los habitantes de la Europa occidental á buscar tierras desconocidas.

Ya el barón de Rosmithal, que estuvo en la corte de Alfonso V en el año 1465, dice en la narración de sus viajes, que traduje y publiqué el año pasado de 1879, lo siguiente, que es por demás curioso:

«Está escrito en los anales de la historia, que un rey de Portugal mandó hacer tres naves, las proveyó de todas las cosas necesarias y puso en cada una doce escribanos con bastimentos para cuatro años, á fin de que navegaran cuanto más lejos pudieran   —542→   en este tiempo, mandando á los de cada nave que escribieran todas las regiones á que apostasen y lo que en el mar les sucediese. Estos, según nos dijeron cuando llevaban ya dos años de surcar los mares, llegaron á una región de tinieblas que tardaron en atravesar dos semanas, y al salir de dichas tinieblas arribaron á una isla y saltando en tierra encontraron unas casas labradas bajo tierra llenas de oro y plata, pero no se atrevieron á tocar á nada; encima de las casas había huertos y viñas (como sucede en algunas partes de Francia). Cuando salieron de aquellas casas estuvieron cerca de tres horas en aquella isla consultando entre sí lo que habían de hacer: si se llevarían algo de lo que allí había ó no; y uno de ellos dijo: "Soy de parecer que no nos llevemos nada, porque no sabemos lo que nos sucederá". Convinieron todos en esto y se embarcaron, cuando á poco de empezar segunda vez á navegar vieron unas olas como montañas que parecía que llegaban á las nubes, con lo cual todos sintieron un terror tan grande como si hubiera llegado el día del juicio, y por esto detuvieron la marcha que habían emprendido las tres naves, y deliberando entre sí, dijeron: "Ya vemos lo que nos habrá de suceder, y la voluntad de Dios está patente; ¿qué conviene que hagamos, penetrar entre esas alteradas ondas ó volvernos?". A lo que respondió uno de ellos: "¿Cómo hemos de volvernos? ¿Qué cosas y qué maravillas contaremos entonces á nuestro Rey, que nos envió á este descubrimiento? ¿Veamos más de cerca lo que es ese fragor de las ondas." Entonces determinaron que fuesen dos naves adelante y que la tercera esperase en aquel lugar; y dijeron los que habían de ir: "Nosotros entraremos unos por aquellas ondas; vosotros esperad aquí, y si no volvemos el cuarto ó quinto día tened por cierta nuestra muerte." Dicho esto, dos de las naves entraron por aquellas ondas; los de la tercera nave esperaron diez y seis días, y como los otros no volvieron, no sabiendo lo que fuese de ellos, llenos de temor dieron la vuelta á Lisboa, ciudad grandísima y cabeza de Portugal, á donde llegaron después de dos años de ausencia. Cuando entraron al puerto las gentes de la ciudad les salían al encuentro y les preguntaban quiénes eran y de dónde venían. Ellos respondían que eran aquellos que el Rey había enviado á explorar los   —513→   confines de la mar para que escribiesen las maravillas que vieran. Algunos decían entonces: "Nosotros estábamos también presentes cuando el Rey envió aquellas naves y no iban en ellas hombres de vuestro continente y tan canos, sino mozos de veinte años." Esto era un gran milagro de Dios, porque los navegantes tenían en la ciudad y sus cercanías muchos deudos, y de ninguno eran conocidos por estar tan canos como los árboles cubiertos en el invierno de escarcha. Cuando anunciaron estas cosas al rey de Portugal se admiró mucho de que hubieran envejecido tanto no habiendo estado en el mar sino poco más de dos años, y decía: "Todo lo que esos hombres cuentan de que yo los envié, y las demás cosas, es verosímil y probable que lo sepan, porque quizá se hayan apoderado de las naves, matando á los que iban en ellas, pero antes les contarían los mandatos y encargos que les recomendamos. Les preceptuamos que después de salir de Finisterre, si llegaban á algunas islas, regiones desiertas, ó les ocurria alguna fortuna de mar lo escribieran y anotaran todo, para lo cual pusimos treinta y seis notarios: doce en cada nave."

»Cuando llegaron al Rey, este les dijo así: "Amigos; ¿qué ha pasado que habiendo enviado tres bajeles sólo uno ha vuelto?" Y ellos contestaron: "Clementísimo Rey, todo te lo contaremos". Cuando tu majestad puso en cada bajel doce escribanos que notaran cuanto viesen en la mar, partimos de la costa y estuvimos navegando, quince meses, en cuyo tiempo juzgamos que habíamos andado seis mil millas sin que nos detuviera impedimento ni obstáculo alguno y teniendo vientos muy favorables. Después, al año y medio de nuestra partida, llegamos á una región del mar tenebrosa y oscura que atravesamos en dos semanas, abordando luego á una isla que tendría tres leguas de ancho y otras tantas de largo, y desembarcando en ella la recorrimos y examinamos durante tres horas; allí vimos bellos edificios labrados bajo tierra, llenos de oro y plata, pero sin gente, y nada tomamos. Sobre aquellas casas había jardines y vicias muy hermosas; viendo esto nos reunimos y dijimos: "hemos encontrado grandes é inauditas riquezas, pero si nos llevásemos algo de ellas no sabemos lo que después sucedería." Entonces dijeron algunos: "Es nuestro parecer que no tomemos nada, sino que volvamos   —514→   con presteza á nuestras naves, porque tal vez evitaremos así algún peligro"; y en efecto, nos embarcamos sin que ningún mal nos sucediese.

»Partiendo de allí estuvimos navegando algún tiempo, y volvimos á las mismas tinieblas, y deliberamos si debíamos entrar en ellas ó volvernos; algunos no querían volver porque el Rey nos había mandado que fuésemos hasta donde las naves pudiesen llegar para notar lo que viésemos; se resolvió que entrásemos en aquellas oscuridades y navegamos por ellas algún tiempo hasta salir al Océano abierto y claro; yendo adelante algunas leguas descubrimos algunas olas tan grandes que sus cimas parecía que tocaban al cielo y hacían tan horrible estrépito que transidos de terror todos nosotros creímos que era llegado el último día; entonces consultamos de nuevo si atravesaríamos por aquellas ondas ó sería mejor volvernos; los que iban en las otras dos naves nos dijeron: "Quedáos con el tercer bajel y nosotros iremos á ver más de cerca lo que es eso, esperando cuatro días, y si no volvemos tened por cierto que hemos perecido." Dicho esto se metieron entre el fragor de aquellas ondas; los esperamos en aquel lugar diez y seis días, y como no venían, teniendo miedo de pasar adelante y queriendo volver, nos dirigimos á Lisboa, donde, en efecto, hemos llegado. Estas cosas están escritas como las referimos en los anales de Portugal.»



Esta narración fantástica y que no corresponde exactamente á ninguno de los viajes y descubrimientos realizados ó emprendidos desde que los portugueses empezaron sus excursiones en tiempo de D. Juan I y de su hijo el famoso Infante D. Enrique, da, sin embargo, idea del estado de los ánimos en Portugal y de la excitación de la fantasía de los portugueses comunicada al barón Bohemio cuando estuvo en la corte de Alfonso V en el año de 1465, en cuyo tiempo tuvieron lugar expediciones marítimas importantísimas que fueron extendiendo por la costa de Africa y por sus islas adyacentes la dominación de Portugal, habiendo aprovechado hábilmente sus monarcas las discordias que bajo el reinado de D. Enrique IV agitaron y destrozaron Castilla. Debe, sin embargo, recordarse que con el descubrimiento y conquista de las Canarias en tiempo de la Reina Catalina y de D. Juan II,   —515→   se habían adelantado los castellanos á los descubrimientos de los portugueses en aquellos países, y que los andaluces no habían abandonado nunca sus aventuras, rivalizando en las empresas marítimas con los naturales del reino Lusitano, siendo por tanto la costa del Océano, desde la desembocadura del Guadalquivir á la del Guadiana, patria ó residencia de hombres de mar avezados á todas las fatigas de las más atrevidas expediciones realizadas en aquella época.

Colón acostumbrado á la vida marinera durante los años que navegó con el Almirante francés de su apellido, estaba en las condiciones más propias para tomar parte activa y muy principal en la agitación marítima que reinaba en Portugal cuando llegó á este reino; y contrayendo matrimonio con una dama portuguesa podía considerarse como ciudadano de aquel país; así es que no se necesitan grandes esfuerzos de imaginación para comprender que las ocupaciones de Colón durante la época de su residencia en los dominios portugueses, fueron las propias de un hombre de mar; y si antes no habían germinado en su mente las ideas y propósitos de viajes de exploración y descubrimiento, es claro, como dice Las Casas en el texto arriba copiado, que durante aquella época se desarrollaría en su espíritu hasta enseñorearse de él de un modo absoluto, engendrando la tenacidad que le hizo triunfar de todos los obstáculos. Sin duda pasó el futuro Almirante la mayor parte del tiempo que medió desde 1476, en que arribó á Portugal, hasta 1484 en que vino á Castilla, navegando en compañía de los portugueses, ya teniendo establecido su domicilio en Lisboa, ya en la isla de Puerto Santo. Esto lo confirma Las Casas en varios lugares de su historia, en los cuales, hablando de los viajes de los portugueses en el reinado de D. Juan, dice: «En estos viajes y descubrimientos, ó en alguno de ellos, se halló el Almirante D. Cristobal Colón y su hermano D. Bartolomé, según lo que yo puedo colegir de cartas y cosas escritas que tengo de sus manos»20.

Además, que la ocupación de Cristobal Colón desde que llegó   —516→   á Portugal hasta que vino á Castilla fué principal y casi exclusivamente la navegación, se confirma de un modo evidentísimo, por lo mismo que es indirecto, en aquellas palabras tantas veces repetidas del diario del primer viaje trasatlántico que copia literalmente Las Casas en su extracto, y que dicen: «yo he andado veintitres años en la mar sin salir della tiempo que se haya de contar y ví todo el Levante y Poniente que hice por ir el camino del Septentrión que es Inglaterra y he andado la Guinea, etc.»

Ahora bien, estos veintitres años de navegación continua deben contarse desde 1484 hácia atrás, pues desde que Colón vino á Castilla, estuvo ocho continuos sin navegar, de consiguiente hay que admitir que Colón empezó su vida marítima en 1461, sin duda como él mismo dice, siendo muy niño, y en el período de 1461 á 1484 está comprendido el de 1416 á 1481 en que llegó á Portugal, estuvo allí avecindado, contrajo matrimonio y vino á ser como ciudadano de aquel reino.

Por cierto que este dato y las naturales consecuencias que de él se deducen confirman también la edad á que según Bernáldez murió el Almirante, y por tanto con gran aproximación el año en que nació y que antes he indicado, todo lo cual rectifica las temerarias afirmaciones que de estos particulares hace el señor Harrisse; también confirman lo que este señor se empeña en negar respecto á que Colón, como dicen D. Fernando y Las Casas, estuviera navegando muchos años con el Almirante francés, sin que puedan demostrar lo contrario los documentos notariales encontrados en Génova, pues pudo suscribirlos, y sin duda los suscribió en los intervalos que se indican en la frase salir de ella tiempo que se haya de contar, porque es sabido cómo se realizaban las expediciones maritimas del Colón francés, á quien por cierto no se debe tener por un simple corsario y mucho menos por pirata, por más que así lo llame Palencia en varios capítulos de sus Décadas.




V

Siempre bajo la misma preocupación, el Sr. Harrisse, lejos de esclarecer, confunde y embrolla otro punto muy interesante de   —517→   la biografía de Colón; me refiero á la época de su venida á Castilla. A este propósito dice el historiador americano:

«Los biógrafos del Almirante, inspirándose en el relato de la Historia, fijan su llegada á España en los últimos meses de 1484, y refieren que al fin de este año Colón huyó secretamente de Portugal con su hijo D. Diego; que tan pronto como llegó á España le dejó en un Monasterio de Palos, llamado la Rábida, y se fue á la corte de los Reyes Católicos, que estaba entonces en Córdoba.»

«Este relato no concuerda con hechos comprobados y referidos en documentos auténticos, hé aquí en qué ocasión.»



La ocasión á que el Sr. Harrisse se refiere, es la declaración del Físico de Palos, Garci-Hernández, de que hablaré luego; pero antes he de decir que el Sr. Harrisse huye como de la muerte, de decir que el relato de lo que él llama desdeñosamente la Historie, está plenamente confirmado por Las Casas, que refiere la venida de Colón á Castilla en estos términos:

«Según podemos colegir, considerando el tiempo que Cristobal Colón estuvo en la corte de Castilla, que fueron siete años, por alcanzar el favor y ayuda del Rey y de la Reina, y algunas palabras de sus cartas, en especial escritas á los dichos Reyes Católicos y otras circunstancias, primero debía de haber salido de Portugal para Castilla Cristóbal Colón, que su hermano Bartolomé Colón para Inglaterra. Y ansí salió Cristóbal Colón por el año de 1484 ó al principio del año de 85, ó, si salieron juntos, después que se perdió Bartolomé Colón debió de tornar á Portogal é ir el viaje que hizo Bartolomé Diaz, Capitán, con quien descubrió el cabo de Buena Esperanza, y tornados el año de 88, por Diciembre á Portugal, luego partirse para Inglaterra, y compuso los versos por Febrero del año de 88; de donde parece seguirse de necesidad que Cristobal Colón no se halló en el dicho descubrimiento del cabo de Buena Esperanza; y lo que referí que hallé escrito de la mano de Bartolomé Colón, en el libro de Pedro de Aliaco, lo dijo de sí mismo y no de su hermano Cristobal Colón, y ansí lo creo yo haber acaecido cierto por las razones dichas. Tornando al propósito de la historia, salió Cristobal Colón de Portugal lo más secreto que pudo, temiendo que   —518→   el Rey lo mandara detener, y ninguna duda hobiera que lo detuviera, porque visto que había errado el lance que se le había ofrecido y quisiera con cautela acertar, procuraba tornar á su gracia á Cristobal Colón, ó por sacarle mayores y más ciertos indicios para tornar á enviar por sí, ó sin él, ó porque de verdad quería de mano dél se concluyese y descubriese el negocio. Pero más prudentemente que el Rey al principio, lo hizo él al fin, y ansí, tomando á su hijo niño Diego Colón, dió consigo en la villa de Palos, donde quizá tenía cognoscimiento con alguno de los marineros de allí; ó también por ventura con algunos religiosos de Sant Francisco, del monasterio que se llama Santa María de la Rábida, que está fuera de la villa, un cuarto ó algo más de legua, donde dejó encomendado su hijo chiquitito, Diego Colón. Partióse para la corte, que á la sazón estaba en la ciudad de Córdoba, de donde los Reyes Católicos proveían en la guerra, de Granada en que andaban muy ocupados. Llegado en la corte á 20 de Enero de 1485, comenzó á entrar en una terrible, continua, penosa y prolija batalla, que por ventura no le fuera áspera, ni tan horrible la de materiales y armas, cuanto la de informar á tantos que no le entendían, aunque presumían de le entender; responder y sufrir á muchos que no conocían ni hacían mucho caso de su persona, recibiendo algunos baldones de palabras, que le afligían el ánima. Y porque el principio de los negocios arduos en las cortes de los Reyes, es dar noticia larga de lo que se pretende alcanzar á los más probados y allegados á los Príncipes, asistentes más continuamente á las personas reales, ó en su consejo, ó en favor, ó en privanza, por ende procuró de hablar é informar las personas que por entonces había en la corte señaladas, y que sentía que le podían ayudar. Estas fueron el Cardenal D. Pedro González de Mendoza, que por aquellos tiempos, por su gran virtud, prudencia, fidelidad á los Reyes y generosidad de linaje y de ánimo y eminencia de dignidad, era el que mucho con los Reyes privaba; con el favor deste señor, dice la historia portuguesa, que aceptaron los Reyes la empresa de Cristobal Colón; otro, el maestro del Príncipe D. Juan, Fray Diego de Deza, de la orden de Santo Domingo, que después fué Arzobispo de Sevilla; otro, fue el Comendador mayor, Cárdenas;   —519→   otro, el Prior de Prado, fraile de Sant Jerónimo, que fué después el primer Arzobispo de Granada; otro, fué Juan Cabrero, aragonés, Camarero del Rey, hombre de buenas entrañas, que querían mucho el Rey é la Reina. Y en carta escrita de su mano, de Cristobal Colón, vide que decía al Rey, que el susodicho maestro del Príncipe, Arzobispo de Sevilla, D. Fray Diego de Deza y el dicho Camarero Juan Cabrero, habían sido causa que los Reyes tuviesen las Indias. E muchos años antes que lo viese yo escrito de la letra del Almirante Colón, había oído decir que el dicho Arzobispo de Sevilla por sí y lo mismo el Camarero Juan Cabrero, se gloriaban que habían sido la causa de que los Reyes aceptasen la dicha empresa y descubrimiento de las Indias; debían cierto de ayudar en ello mucho, aunque no bastaron, porque otro á lo que parecerá hizo más, y este fué un Luís de Santangel, escriban o de raciones, caballero aragonés, persona muy honrada y prudente, querido de los Reyes, por quien finalmente la Reina se determinó: con éste tuvo mucha plática y conversación, porque debiera de hallar en él buen acogimiento.»



Esta relación en que resplandece la buena fe del Obispo de Chiapa es tan verosímil, que cualquiera que imparcialmente la examine la dará por cierta, claro es que en este caso no se halla el Sr. Harrisse, quien empeñado en obscurecer y enmarañar la biografía del primer Almirante de las Indias, dedica á la llegada de Colón á España, el párrafo 12 de su obra Cristobal Colón21 y procurando dejar indeterminado y dudoso el año en que su héroe vino á España, afirma que llegó por primera y única vez á la Rábida en 1491; pero que estaba mucho antes en Castilla, lo demuestran los siguientes testimonios:

En un libro de cuentas de Francisco González, de Sevilla, Tesorero de los Reyes Católicos, constan estos asientos:

«En dicho día (5 de Mayo de 1487) dí á Cristobal Colón, extranjero, tres mil maravedís, que está faciendo aquí algunas cosas cumplideras al servicio de SS. AA. por cédula de Alonso de Quintanilla con mandamiento del Obispo (de Palencia).

  —520→  

«En 27 de dicho mes (Agosto de 1487) dí á Cristobal Colón cuatro mil maravedís para ir al Real22 por mandado de sus Altezas por cédula del Obispo. (Y

»Son siete mil maravedís con tres mil que se le mandaron dar para ayuda de sus costas por otra partida de 3 de Julio.

»En dicho día (15 de Octubre de 1487) dí á Cristobal Colón cuatro mil maravedís que sus Altezas le mandaron dar para ayuda de su costa por cédula del Obispo.

»En 16 de Junio de 1488 dí á Cristobal Colón tres mil maravedís por cédula de sus Altezas.»



El fundamento de las dudas y de las afirmaciones temerarias del Sr. Harrisse es la famosa declaración del Físico de Palos, Garci-Hernandez que supone dada en 1513 y que no lo fué sino en 1.º de Octubre de 1515. Esta declaración fué mal leída por el Sr. Navarrete y ha hecho á ella importantes correcciones el señor D. Francisco Javier Delgado, eminente paleólogo y competentísimo en lo que se refiere á la historia del descubrimiento y conquista de América; pero ni aun del texto publicado por Navarrete en su obra fundamental, base de cuanto se ha escrito sobre Colón en los tiempos modernos, se pueden deducir con sana crítica las consecuencias á que el Sr. Harrisse se aventura. Como el asunto es tan interesante para fijar hechos importantísimos de la vida de Colón, conviene reproducir en su verdadero tenor la deposición del Médico de Palos.

Dice así textualmente:

«Testigo García Ferrando, físico. (Información hecha en Palos 1.º Octubre 1515, pieza 23.)

«13. A la trezena pregunta dixo que sabe este testigo quel dicho martyn alonso pinçon, en dicha pregunta tenía en esta villa lo que fazia menester é que sabe que el dicho Almirante don Cristobal Colón viniendo á la Rábida con su hijo D. Diego ques agora Almirante, á pié se vino á la Rábida ques monasterio de frayles en esta villa, el qual demando á la portería que le diesen   —521→   para aquel niñico, que era niño, pan y agua que beviese y que estando allí este testigo, un frayle que se llamaba Juan perez ques ya dyfunto, quiso fablar con el dicho D. Cristobal Colón ó viéndole desposición de tyerra ó Reyno ageno á su lengua, le preguntó que quien era é donde venía; é aquel dicho Cristobal Colón, le dixo quel venía de la Corte de su Alteza é le quiso dar parte de su embaxada á que fué á la Corte é como venga é que dixo el dicho Cristobal Colón al dicho Fray Juan Perez como avía puesto en plática á descobryr ante su Alteza é que se obligava á darle tierra fyrme, queryéndole ayudar su alteza con navíos é las cosas pertenecientes para dicho viaje que conviniesen é que muchos de los caballeros é otras porsonas que ay se fállaron al dicho razonamiento le bolaron su palabra é que no fué acogido, más que antes facían burla de su razón dyziendo que tantos tiempos acá se habían probado ó puesto navíos en la vuscar ó que todo eran un poco de ayre ó que no avía Razón, de lo cual el dicho Cristobal Colón viendo ser su Razón desyelta en tan poco conoscimiento de lo que ofrecía de fazer ó conplyr al se vino de la Corte é se yva derecho de esta villa á la villa de huelva para fablar é verse con un su cuñado casado con hermana de su muger, é que á la sazón estava é que avía nombre mulyer; é que viendo el dicho frayle su razón envió á llamar á este testigo con el cual tenía mucha conversación de amor é por que alguna cosa sabía del arte astronómica para hablarse con el dicho Cristobal Colón, é oyese razón sobre este caso de descobryr; é aqueste testigo vino luego ó fablaron todos tres sobre el dicho caso é que de aquí ligieron un onbre para que llenase una carta á la Reyna doña Isabel, que aya santa gloria, del dicho fray Juan Perez que era su confesor, el cual portador de la dicha carta fué Sebastian Rodriguez, un piloto de Lepe é que detuvieron al dicho Cristobal Colón en el monasterio fasta saber respuesta de la dicha carta de su Alteza para ver lo que por ella proveyan; é asy se fizo é donde á catorce días, la Reyna nuestra Señora, escribió al dicho Juan perez agradeciéndole mucho su buen propósyto ó que le Rogaua é mandaua que luego vista la presente paresciere en la Corte ante su Alteza ó que dexase al dicho Cristobal Colón en segurydad de esperança fasta que su Alteza le escribiese,   —522→   é vista la dicha carta é su dispusyción, secretamente partió ante de media noche el dicho frayle del monasterio é cavalgó en un mulo á cumplir el mandamiento de su Alteza é pareció en la Corte é alli consultaron que le diesen al dicho Cristobal Colón tres navíos para que fuese á descubryr é facer verdad su palabra dada é que la Reyna nuestra Señora concedido esto envió veynte mil maravedís en florynes, los cuales traxo Diego prieto, vecino desta villa, é los dichos con una carta á este testigo para que los diese á Cristobal Colón para que se vistiese onestamente é mercase una bestezuela e paresciese ante su Alteza, é quel dicho Cristoval Colón Rescibió los dichos veynte mil maravedís é paresció ante su alteza como dicho es á consultar todo lo suso dicho é de ally vyno proveydo con licencia para tomar los dichos navíos quel señalase que convenía para seguir dicho viage, é desta fecha fue el concierto é compañya que tomó con Martyn Alonso Pinçón é vicente yañez, porque eran personas suficientes ó sabidos en las cosas de mar, los cuales allende de su saber, el del dicho Cristobal Colón allos le avisaron é pusyeron en muchas cosas las cuales fueron en prouecho del dicho viaje é desta tanto sabe.»



Ni siquiera copia esta declaración el Sr. Harrisse tal como la publicó Navarrete, si no que la extracta á su gusto para hacer de ella las deducciones siguientes: «Esta deposición está corroborada por la de Juan Rodríguez Cabezudo que declara haber prestado la mula en que el religioso franciscano acompañó á Colón á la Corte

De este modo traduce el Sr. Harrisse la declaración de Juan Rodríguez Cabezudo, que tal como la publicó Navarrete, es del tenor siguiente:

«Juan Rodríguez Cabezudo, vecino de Moguer, sabe que puede haber 22 años que este testigo vido al Almirante viejo en esta villa de Moguer, andando negociando de ir á descubrir las Indias con un fraile de San Francisco, que andaba con el dicho Almirante é que este testigo le demando el dicho Almirante una mula en que fuese el dicho fraile á negociar y se la dió: y que sabe que el dicho Almirante se partió el año 92 desta villa é della villa de Palos, descubiertas ya las dichas Indias. Al tiempo que se partió   —523→   le dió á D. Diego, su hijo, en guarda á este testigo y Martín Sánchez, clérigo.»



Como se ve, Cabezudo no prestó su mula á Fray Juan Pérez para acompañar á Colón, sino que aquél fué solo á negociar á la corte, como dice Garci-Hernández, aguardando en la Rábida el futuro Almirante durante catorce días el resultado de aquellas negociaciones; pero tales y tan exactos suelen ser los juicios y las deducciones que hace de los textos históricos el Sr. Harrisse; verdad es que estos errores, á parte de sus prejuicios y manías, se explican por la ignorancia que con frecuencia revela de nuestra lengua castellana, especialmente tal como se hablaba y escribía á fines del siglo XV y principio del siguiente, ignorancia inexcusable, en quien como él pretende, no sólo ocuparse en asuntos colombinos, si no ser juez inapelable, que pronuncia sobre todos ellos el último y definitivo fallo.

Pero sigamos al Sr. Harrisse.

«Como estas deposiciones se hicieron en 1513 (ya he dicho que no se hicieron, sino en Octubre de 1515), es necesario concluir de ellas, que la primera llegada de Colón á la Rábida, los pasos de Juan Pérez y el consentimiento de la Reina Isabel, que fué su consecuencia inmediata, se siguieron muy de cerca, y que todas estas circunstancias se enlazan y se comprenden en los últimos meses del año de 1491, según confiesa el mismo Colón, pues en Enero de 1492 sus Altezas habían ya mandado que la expedición se armase.»



Sólo con la dialéctica que tiene para su uso particular el señor Harrisse, se pueden sacar tales consecuencias de las declaraciones de Garci-Hernández y de Cabezudo. Sin duda, Colón vino una vez á la Rábida en 1491; pero no hay motivo para creer que no hubiese estado antes en aquel monasterio, no siendo prueba bastante para aseverarlo que no se hubieran conocido hasta esta última fecha Colón y Fr. Juan Perez, que casi seguramente se puede decir que vino á la Rábida entre las dos visitas que hizo Colón á este monasterio, siendo en la primera recibido por Fray Antonio de Marchena, persona distinta de Fray Juan Pérez, que á lo que veo confunde todavía con aquél en una sola el Sr. Harrisse. No hay hasta ahora datos concluyentes para afirmar con toda   —524→   precisión, cuándo vino y por dónde entró, de Portugal en Castilla la primera vez Cristobal Colón; pero lo más probable, lo que se puede tener por cierto, es que vino por mar con su hijo, á Huelva, donde residía su concuño Mullier, que esto ocurrió á fines de 1484 ó principios del 85, que residió allí cuando menos algunos días, en los que conoció y trató á los frailes del cercano monasterio de la Rábida, y especialmente á Fray Antonio de Marchena; que luego fué á la corte, que residía entonces en Córdoba, y después de seis años de negociación, en cuya epoca conoció á Beatriz Enriquez, y tuvo en ella á su hijo D. Fernando, no logró llegar á un acuerdo con los Reyes, aunque estos tomaron en consideración sus propuestas, como lo prueban las diferentes cantidades que le dieron para ayuda de costas, por estar ocupado en cosas cumplideras á su servicio. Perdida la esperanza, volvió á Huelva para recoger á su hijo y despedirse de Mullier antes de ir á proponer sus proyectos á otros soberanos, quizás al de Inglaterra, donde ya había estado su hermano Bartolomé. Es de creer que, aunque recomendado á los frailes de la Rábida, estuviera D. Diego durante su larga ausencia en poder de su concuñado Mullier, como al emprender el primer viaje lo dejó en poder de Cabezudo y del clérigo Martín Sánchez.

Para asegurar que Colón no estuviera más de una vez en la Rábida, no tiene el Sr. Harrisse más fundamento que una sola frase de la declaración de Garci-Hernández, sobre la pregunta 23 del interrogatorio del fiscal en la pieza también vigésima tercera de los famosos pleitos incoados por D. Diego Colón, declaración que para juzgarla con acierto es menester, no sólo conocerla en su tenor literal, sino saber que éste como todos los testigos presentados por el fiscal, se propusieron rebajar los méritos y servicios del primer Almirante. Hé aquí las palabras de Garci-Hernández á este propósito:

«Que conoció, según dicho es, al dicho Martín Alonso, ser hombre muy esforzado é de gran corazón, é que sabe que si no fuera porque el dicho Martín Alonso le dió los dos navíos al dicho Almirante, que no fuera donde fué, ni menos hallara gente, y la causa era porque ninguna persona conocía al dicho Almirante é que por respeto el dicho Martín Alonso é por dalle los dichos   —525→   navíos al dicho Almirante fué al dicho viaje ó que lo demás no lo sabe23



Es necesario tener presente, ante todo que este Garci-Hernández á quien ha hecho famoso las declaraciones que prestó en la pieza vigésima tercera del pleito, era más que amigo y familiar de Martín Alonso, dependiente y aun criado suyo, y que en tal concepto fué en el primer viaje como mayordomo ó repostero de la carabela Niña; por lo cual esta declaración es, no sólo sospechosa, sino perfectamente tachable, conforme á los buenos principios que han regido eternamente en el derecho procesal de todos los pueblos. Además es punto poco menos que imposible referir con entera exactitud, aunque sea por testigos presenciales, sucesos á los veintidos años de haber ocurrido, y no hay más que leer con imparcialidad la declaración del Físico de Palos para conocer que, si no enteramente falsa, está hecha en un espíritu y con una tendencia que le priva de todo valor probatorio: justamente porque era tan íntimo de Martín Alonso, cuyas desavenencias con Colón fueron gravísimas, lo buscaría el fiscal defensor de los intereses y derechos de la Corona y del Fisco, y enérgicamente contrario á las pretensiones justas ó excesivas del segundo Almirante.

La pasión de Garci-Hernández aprovechada por el fiscal, explica que dijera en la declaración antes copiada, que Colón no hubiera encontrado, ni naves en qué ir ni gente que le acompañara en su viaje, si no se hubiera puesto á su lado Martín Alonso; juicio arbitrario é infundado, porque resueltos los Reyes á que se llevara á cabo aquella gloriosísima expedición, no eran aquellos Príncipes de tal condición, que hubiesen retrocedido ante ciertas dificultades, y si en Palos no, con el apoyo y el mandato de doña Isabel, hubiera encontrado el Almirante barcos y marineros, en Huelva, en Sanlúcar, en el Puerto de Santa María, en Cádiz ó en las costas del Cantábrico, para llevar adelante sus propósitos; pero claro es que Garci-Hernández había de alegar alguna razón en que fundar su juicio, y no tenía otra más á mano que la de decir que en Palos no conocía nadie al Almirante. ¿Pero no conocían   —526→   allí á los frailes de la Rábida, y en especial al Padre Juan Pérez, cuyo cargo de confesor de la Reina, debía rodearle de gran prestigio? ¿No estaban obligados los de Palos á dar dos carabelas en servicio de Sus Altezas, cuyas Cédulas reales, leídas públicamente en la iglesia de San Jorge de la Villa, exigían perentoriamente el cumplimiento de esa deuda? Por estas razones no estaba en lo cierto García Hernández al decir que si no fuera porque el dicho Martín Alonso le dió los dos navíos al dicho Almirante que no fuera donde fué ni menos hallara gente.

Gran servicio prestó sin duda en aquella ocasión Martín Alonso á los Reyes, á la patria y aun á la humanidad entera, y por él mereció largos premios y la gratitud eterna de España y de Europa; pero no se diga que sin él no se hubiera llevado á cabo en aquella sazón el descubrimiento, ni se trate de rebajar de este modo el mérito singular de Colón, que como ya he dicho, consiste en haber desplegado una voluntad indomable para llevar á cabo una empresa que, si bien indicaban los adelantos y las ideas cosmográficas de aquel tiempo, exigía para realizarse tener el pecho revestido, como dice Horacio hablando del primero que se atrevió á surcar el mar, de una triple coraza de bronce.

Desde su primer viaje á las Indias, las vicisitudes de la vida del Almirante son más conocidas, aunque no menos sujetas á las controversias de los escritores; pero no he de tomar yo con esta ocasión parte en ellas, toda vez que mi propósito no es sino poner de manifiesto la injusticia con que nos ha tratado el Sr. Harrisse con ocasión del interesante libro publicado por la Sra. Duquesa de Alba, para solemnizar por modo tan magnífico y oportuno el cuarto centenario del descubrimiento de América, diciendo sólo, para terminar, que uno de los errores más evidentes del escritor yankée, consiste en afirmar, como lo hace en varios de sus libros, y especialmente en el último, que á aquel suceso no se le dió por de pronto la debida importancia, y que cayó en el olvido quien lo llevó á cabo. No hay si no ver las ediciones en castellano y en latín que en el mismo año 1492 se hicieron de la carta del Almirante, dando abreviada noticia de su primer viaje á Sánchez y á Santangel, y el número de disposiciones que desde aquella fecha empezaron á dictar los Reyes, para demostrar lo contrario. Pero   —527→   más todavía que esto ponen de manifiesto la importancia que se dió en España al descubrimiento los tres viajes que para proseguirlo hizo Colón por mandado de los Reyes y los que al par que el Almirante y á pesar de lo pactado en el convenio de Santa Fe emprendieron con autorización de Sus Altezas, y aun sin ella, varios particulares, deseosos, más que de emular las glorias del primer descubridor, de aprovecharse de las riquezas que todos se prometían hallar en las nuevas tierras, y que si no tan pronto ni en la forma que su impaciencia y su fantasía les prestaba, no se tardó mucho en que excedieran á las más locas esperanzas; pues el nuevo continente ha suministrado y suministrará en lo sucesivo inmensos recursos á las diferentes esferas de la actividad humana. El colosal desarrollo de la industria, las poderosas corrientes del comercio tienen por origen y por causa eficacísima el descubrimiento y población por los europeos de las Indias occidentales, y no habrá quien niegue la gloria de tan transcendentales sucesos á Colón y á los españoles.





Madrid, 12 de Junio de 1893.



 
Indice