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ArribaAbajoActo segundo

 

Un salón del Alcázar de Sevilla, adornado de una columnata morisca que termina en un jardín en el fondo del teatro. (Adorno de la época.)

 

Escena I

 

LA PADILLA, GARCÍA.

 
GARCÍA
Sí, no lo dudes; pronunció tu nombre
Con orgullo y desdén. «En vano intenta
Mi enemiga humillarme -dijo altiva-;
Ella es súbdita, al fin, yo soy su reina.»
LA PADILLA
¡Mi reina! ¡Sí, mí reina! Su arrogancia
Es la del necio que apagar quisiera
El resplandor del sol de un leve soplo.
¿Y aún osa en su prisión llamarse reina?
GARCÍA
¿Y acaso no lo es? ¿Qué? ¿Te imaginas,
Tal vez que lo eres tú? ¡Mísera, tiembla!
Tiembla que el rey se reconozca un día,
Y a ti te olvide por amarla a ella!
Blanca es su esposa al fin.
LA PADILLA
¡Ah, sí! ¡Su esposa!
¡Y yo...! ¡Yo, sólo soy...!
GARCÍA
Tú, su manceba.
LA PADILLA
¡Calla, lengua infernal!
GARCÍA
¿Tanto te irrita
Escuchar la verdad? ¿Acaso piensas
Que, allá en tu pecho, tus amigos mismos
De otro modo que yo te consideran?
¿Que te dan otro nombre? No, te engañas;
Si ellos te adulan hoy, si se prosternan
Ante tus pies, cual cortesanos viles,
No menos te abominan y desprecian.
Amarga es la verdad; mas yo, tu hermano,
Yo, que te puedo en la difícil senda
De la corte guiar, yo no te amara
Si revistiese de oropel mi lengua.
Si cuando al lado del monarca mismo
Brillabas sola en la pomposa fiesta,
Dama del rey te titulaba el pueblo;
Y para más ajar nuestra soberbia,
Por nombre vil te llaman La Padilla,
Mientras a Blanca la titulan reina.
LA PADILLA
Y bien, ¿qué importa? A su despecho mismo
El polvo de mis pies humildes besan.
GARCÍA
¡Guarda, no sea bajo el suyo un día
Te sepulten tal vez!
LA PADILLA
Míseros tiemblan
A mi vista no más; ¿y osar podrían?...
GARCÍA
Todo osarán, si a despertarse llegan
Del letargo en que están, y Blanca entonces,
Libre, aclamada por Castilla entera...
LA PADILLA
¡Oh, Blanca! ¡Blanca! ¡Aborrecido nombre!
Siempre en mi oído con espanto suena.
GARCÍA
Con más espanto sonará algún día,
Cuando humillada ante sus pies te veas
Y al pronunciar su labio tu castigo,
Llorosa implores su fatal clemencia.
LA PADILLA
¿Yo implorar su clemencia? ¿Yo postrada
Al pie de mi rival? ¿Yo, su insolencia,
Su escarnio he de sufrir? ¡Mil veces antes
Padezca yo las incesantes penas
Del mismo infierno, al filo del cuchillo
Entregando yo misma mi cabeza!
GARCÍA
Enrique oculto aquí...
LA PADILLA
¿Qué escucho? ¿Enrique?
GARCÍA
Sin duda, él mismo. ¿Pero qué? ¿Te aterras
Sólo de que esté aquí? ¿Qué? ¿Te sorprende?
LA PADILLA
¿Cómo? ¿Y adónde está?
GARCÍA
¿Tanto te inquieta
Saber adónde está? ¿Tú no burlabas
Hace un momento de él? ¿Por qué ahora tiemblas?
¿Temes a un miserable?
LA PADILLA
¿Yo temerle?
Nunca temió el león en su caverna
Al cordero infeliz, que osó atrevido
Penetrar en su umbral.
GARCÍA
No; mas si fuera
Enrique ahora el cazador astuto,
Que vigilante sin cesar le acecha...
Si él intentara sorprenderte...
LA PADILLA
Entonces
Su propia sangre pagará su ofensa.
GARCÍA
Antes que llegues a saber tu riesgo,
Abatirá su mano tu soberbia.
¡Insensata mujer! Piensa que Enrique
Adora a Blanca, que elevarla intenta
Al trono de tu amante, que te odia,
Que ya Castilla en su favor se apresta,
Que él ansía sólo libertar a Blanca
Para ofrecerte en holocausto a ella;
Y es necesario...
LA PADILLA

 (Con ansiedad.) 

¿Qué?
GARCÍA
Sacrificarlos
A nuestro bien, nuestra quietud: que mueran.
LA PADILLA
¿Pedro consentirá?
GARCÍA
¿Pedro? Su muerte
Es lo que más su corazón desea.
Pedro aborrece a Enrique.
LA PADILLA
¿Y sus amigos?
GARCÍA
Uno, no más, mi previsión recela:
Castro impaciente, belicoso joven
Ansioso ahora de vengar su afrenta
Y la oprobiosa muerte de su hermana
Que el monarca engañó. Castro no piensa
Sino en vengarse, o perecer. Su arrojo,
Su orgulloso valor, su independencia
Fueran temibles, si imprudente él mismo
No ya el camino de su muerte abriera
Con su loco furor.
LA PADILLA
¿Y tanta sangre...?
GARCÍA
¿Aún no estás acostumbrada a verla
Continuo derramar? Bastantes veces
Pedro, tu mismo amante, en tu presencia
La hizo correr; elige ahora:
Verter la tuya, o derramar la ajena;
Vivir humilde y despreciable a todos,
O ser de todos absoluta reina.
LA PADILLA
Determinada estoy. El rey, García.


Escena II

 

Dichos, EL REY, HERNANDO y acompañamiento.

 
EL REY
¿Por qué, María, en tu semblante muestras
Señas de turbación? Tú, que gozosa
Hoy fuiste gala de la alegre fiesta,
Hora con triste faz... Habla, responde.
LA PADILLA
La traición contra ti su dardo asesta.
EL REY

 (Sonriéndose con desdén.) 

¿La traición contra mí? Tu fantasía
Engaña tu razón; los que se atrevan
En mí a fijar sus ojos enemigos,
Fíjenlos sin temor; di: que perezcan.
HERNANDO
No os sorprendáis, señor, de sus temores;
Un dulce miedo la hermosura aumenta.
LA PADILLA
Oye, Pedro: no frívolos recelos
De un miedo mujeril mi pecho encierra.
Cercado está tu trono de peligros,
Y oculto acero la traición apresta.
EL REY
Él volverá contra el cobarde pecho
Del que ose alzarlo, cuando brille apenas.
GARCÍA
Pensad, señor, que con atento oído
El consejo que dicta la prudencia
Debe escuchar un rey.
EL REY

 (Con altivez.)  

Un rey tan sólo
Debe escuchar su voluntad suprema.
GARCÍA
Vuestro interés, el bien de vuestro reino,
A hablar sin miedo la verdad me fuerzan;
Me son más caros que mi vida misma.
Si os causa enojo lo que sólo prueba
Fidelidad y amor, si os hiere tanto
La audacia de un vasallo y su firmeza
Al hablar la verdad, alzad el brazo
Y al punto yo vuestro castigo sienta:
Mas antes pido que me oigáis.
EL REY
García,
Esas palabras arrogantes templa;
¡Piensa que hablas al rey...!
GARCÍA
Nunca mi labio
Disfrazar supo la verdad austera.
EL REY

 (Arrojándose a él.) 

¡Traidor! ¿Y osas a mí...?
LA PADILLA
Señor, teneos.
Perdonadle, señor, ¡ah!, si me amas,
Si de una amante tímida las quejas
Pueden mover tu corazón altivo,
Ya que tu propio bien no te conmueva,
Óyele por mi amor: cuando le escuches
Premiarás su lealtad.
EL REY
Basta; sosiega,
Hermosa, tu inquietud.
GARCÍA
Rey de Castilla,
Vuelve la vista al riesgo que te cerca,
Contra el que todo tu poder sería
Ahora nada sin mí: vuélvela y piensa
Si habrás de oír al que a tus propios ojos
Su celo y tu peligro te presenta.
EL REY
Di lo que has de decir; cansan, García,
Frívolas y atrevidas advertencias.
GARCÍA
Es un misterio; retirad la corte.
EL REY
Dejadnos solos; alejaos.
 

(Vanse los cortesanos.)

 
LA PADILLA
Mis penas
Compadece, señor; por ti yo vivo,
Guarda por mí la vida que desprecias.
EL REY
Yo sabré defenderte. ¡Miserable
De aquel que insano contra ti se atreva!
 

(Vase LA PADILLA.)

 


Escena III

 

EL REY, GARCÍA.

 
 

(EL REY, como indiferente al principio.)

 
GARCÍA
Rey de Castilla, la verdad escucha.
Mientras que en medio de pomposas fiestas,
Augusto rey, en tu opulenta corte,
Al dulce sueño del placer te entregas,
Maquina la traición, y acaso el rayo
Está pronto a estallar; Castilla entera
Levanta ya su bélico estandarte
En favor de un rebelde, las revueltas
Tornan a renacer, y aun aquí mismo
Blanca en su cárcel con amigos cuenta,
Mientras que Enrique...
EL REY

 (Interrumpiéndole muy furioso.) 

¡Enrique!
GARCÍA
Enrique ahora
Trama aquí mismo levantar la guerra.
EL REY
¿Dónde se oculta, di? ¡Pronto! Responde.
Morirá al fin, pues en morir se empeña.
GARCÍA
Aquí le ha descubierto un moro esclavo
Que sus intentos de continuo observa,
Y hoy sorprendió a un rebelde mensajero
Del traidor Aguilar; en lid sangrienta
Con él luchando, le arrancó esta carta.
EL REY

 (Tomando la carta sin leerla.) 

Hazle venir a mi presencia: es fuerza
Que yo mismo le hable, es necesario
Ya que Enrique me busca, que me vea.
GARCÍA
¿Y qué, señor, pensáis...?
EL REY
Tráeme ese esclavo;
No me fatigues más.
 

 (Vase GARCÍA.) 



Escena IV

 

EL REY, solo.

 

 (Muy agitado.) 

¿Y qué? ¿Mi ofensa
No he de vengar yo mismo? ¡Miserable!
Un vil bastardo arrebatarme intenta
Mi trono y mi poder. ¡Ah! Yo le juro:
Yo anegaré en su sangre su soberbia.
¡Mi hermano...! Sí; mi hermano... Cuando ahora
Dentro en su corazón mi espada sienta,
Cuando yo mismo sus entrañas rasgue,
Cuando expirar en su dolor le vea...
Entonces yo le nombraré mi hermano.
¿Y Blanca? Blanca... el insensato piensa
Libertarla. ¡Infeliz! Entre tus brazos
Yo te la arrojaré, sí; pero muerta.


Escena V

 

EL REY, GARCÍA y ABENFARAX, vestido de un marsellés, una faja, un puñal, calzones anchos, la pierna desnuda y babuchas moriscas. Rudo y bárbaro en su apostura.

 
GARCÍA
He aquí, señor, el que vigila a Enrique.
EL REY
¿Tu nombre?
ABENFARAX
Abenfarax.
EL REY
¿Cuándo, en qué sitio
Le has encontrado, di?
ABENFARAX
Vile ha dos días
Vagando en torno del castillo mismo
Donde la reina está.
EL REY
¿Le conociste?
ABENFARAX

 (Con estupidez.) 

No; mas mi madre, la potente maga
De la caverna del espectro, dijo
Que el hombre aquel que pareció ocultarse,
Era hermano del rey.
EL REY
¿Y tú has seguido
Siempre sus pasos desde entonces?
ABENFARAX
Siempre

 (Sonriéndose ferozmente.) 

Y tuve ya dos veces el cuchillo
Puesto a su corazón cuando dormía.
EL REY
¿Y qué te anima tanto a perseguirlo?
ABENFARAX
La sed de sangre, y alcanzar tu premio.
EL REY
¿Y el mensajero de Aguilar?
ABENFARAX

 (Con sonrisa.) 

Tendido
Quedó en el campo; el golpe de mi daga
Siempre en el corazón halla el camino.
¿Cuánto me pagarás si te presento
Manando sangre el de tu hermano mismo?
GARCÍA
¡Abenfarax, respeta a tu monarca!
ABENFARAX
Vosotros, cortesanos, sus caprichos
Aduláis con palabras; yo tan sólo
Sé con sangre adular.
EL REY
Tiembla, asesino,
Tiembla, no sea que te dé mi mano
El premio que merecen tus delitos.
ABENFARAX
¿Es un crimen servirte?
EL REY
¡Miserable!
Servirme es tu deber. Junto al castillo
Esta noche estarás en tu caverna;
Yo iré allá solo y llevarásme al sitio
Donde habita el traidor. (Aparte.):  El me buscaba;
El me hallará, le acortaré el camino.
Déjame, Abenfarax.
 

(Vase ABENFARAX.)

 


Escena VI

 

Dichos, menos ABENFARAX, LA PADILLA, LEONOR.

 
LA PADILLA
¡Cómo! ¿Y te atreves
A alzarte contra mí? ¿Burlas conmigo?
¡Teme mi rabia...!
LEONOR
Perdonad, señora;
Es para el rey; dejadme, yo he ofrecido
Entregársela a él mismo.
LA PADILLA
¿Y tu osadía
Se niega a obedecerme?
LEONOR
Mi designio
Es entregarla al rey. ¡Ah! Perdonadme:
Ved, señor, esta carta.

 (Se la da al REY.)  

LA PADILLA
¡Ultraje indigno!
¡Carta de Blanca! ¡De tu esposa...! ¿Y dejas
Que así se alegre en el tormento mío
Esta aleve mujer?
EL REY

 (Con ironía.) 

¿Blanca te envía?
¿Pide su libertad? ¿Teme el castigo
Que merecen sus crímenes?
GARCÍA
Sin duda
Os dará quejas con dolor mentido,
Os dirá ingrato, os hablará de amores
Con dolosas palabras de cariño.
Por consejo de Enrique...
EL REY

 (Repasando la carta.) 

¿Y pide verme?
LEONOR
Muestra, señor, el pecho compasivo,
Y oye la voz de tu inocente esposa.
Yo os ofendo, tal vez; mas si vos mismo
Llorar la vieseis en su triste cárcel,
Pálida y abatida, sin alivio
En su acerbo dolor, era forzoso
Tener el corazón empedernido
Para no sentir lástima. En sus labios
Se escucha vuestro nombre de continuo.
EL REY

 (Con sarcasmo.) 

¿Sólo mi nombre? ¿Y el de Enrique, dime,
No la oíste jamás juntar al mío?
LA PADILLA
¿No te cansas de oírla? ¿No te enoja
A par de su maldad ver su artificio?
LEONOR
No os irritéis; la reina es inocente.
No deis, señor, a la calumnia oídos;
La reina es inocente; ella os adora;
Su amor aumenta su fatal martirio
En su negra prisión. Sola, en perpetuo
Abandono y horror, nunca el delito,
Manchó su alma. Su continuo llanto,
Su único pensamiento, sus gemidos,
Son tan sólo por vos. ¡Ah!, pide hablaros,
Vos, su sola esperanza, si ahora impío
Sus quejas desoís...
EL REY

 (Con sarcasmo.) 

¡Yo, su esperanza!
Bien; me verá: la mostraré yo mismo
Su atrevimiento y su maldad.
GARCÍA
Si acaso
Útil creyerais el consejo mío,
Temed verla, señor; un alma fuerte
Suele tal vez rendirse a los suspiros
De una débil mujer.
LA PADILLA

 (Aparte.) 

Y yo, ¿ultrajada,
Habré de verme ante sus ojos mismos?
¡Antes perecerá!
EL REY
Leonor, ve y dile
Que ha descubierto el rey un intento inicuo,
Su perversa traición; que ya es inútil
Cubrir so el velo del candor fingido
Su corazón hipócrita; que es tiempo...
LEONOR
Piedad, señor, piedad; en su martirio
Vais a darla la muerte.
EL REY
Sí, ve y dile
Que me verá mañana.
LEONOR

 (Aparte.) 

¡Ya rendido
A mi súplica está! ¡Mísera reina!
Va a endulzar la esperanza tu destino.

 (Vase.) 



Escena VII

 

Dichos, menos LEONOR.

 
EL REY
Sí, me verá y encontrará su amante
Galán y hermoso, cual jamás le ha visto
Yo mismo, yo, le mostraré a sus ojos.
¡Oh! Cuán alegre su cadáver frío
Contemplará, cuando le mire yerto,
Y a mí gozoso y en su sangre tinto.
Sí, me verá.
LA PADILLA
Los celos te arrebatan.
¡Tú la adoras infiel! Sí, tu delirio
Es delirio de amor: si tú la odias,
Es porque Blanca adora a tu enemigo,
Por celos, nada más.
EL REY
¿Celos? Yo nunca
La amé, ni aborrecí; su suerte ha sido
Siempre a mi vista indiferente; ahora
Es mi enemiga; justo es el castigo.
GARCÍA
Harto es penoso su fatal tormento.
Muera, si es justo; pero no impasivo
Querréis, señor, que la crueldad sentencie,
En vez de la justicia, sus delitos.
EL REY
¿Tú me aconsejas la piedad? ¿Te olvidas
Que hablaste del rigor?
GARCÍA
Rigor benigno,
Propio de la justicia.
EL REY
¿Y tú imaginas
Que debo yo marchar por el camino
Que te dignes trazarme?
GARCÍA

 (Muy turbado.) 

Yo... tan sólo...
Intentaba, señor...
EL REY
¡Calla! Ya he visto
Cual era tu intención.
LA PADILLA

 (Con sentimiento.) 

¡Y yo la tuya!
¡Su castigo! ¡Infeliz! ¡Y yo he de verme
De esa tu esposa al insolente arbitrio,
Posternada a tus pies!... Antes la muerte
Terminará el rigor de mi destino,
Que verla yo gozando tus caricias,
Y árbitra, ¡oh Dios!, del corazón que es mío:
Árbitra, sí, del corazón que un día
Mi único orgullo y mi ventura hizo,
Que era mi único bien.
EL REY
¡Cómo! ¿Tú piensas
Que postrada a mis pies, débil suspiro,
Falso como su alma, me enternezca?
Yo sé oponer a frívolos gemidos
Un corazón de bronce.
LA PADILLA
Tú imaginas
Que podrás oponerlo; un falso brío
Engaña tu razón: Blanca es hermosa
Y aun más hermosa la verás; el brillo
De su lánguida faz bañada en llanto
Realzará su dolor; tú, compasivo,
La verás a tus pies, oirás sus quejas,
Y, acaso de sus lágrimas sentido,
Olvidarás mi amor; y yo, entre tanto,
Ya de su orgullo mísero ludibrio,
Iré a llorar en su prisión un día
Que osé elevar mi pensamiento altivo
Al amor de un monarca, en que gozosa,
Feliz me contemplé madre de un hijo...
Dulce ilusión de mí esperanza; ahora,
¡Hijo infeliz para llorar nacido
Con su madre también! ¡Ah! Tú creías
Que Blanca, presa y en perpetuo olvido,
Jamás podría dominar un pecho
Que todo entero imaginaste mío.
¿Tú lo piensas aún? Tú no me amas;
Yo he sido sólo efímero capricho
De tu inconstante corazón; ahora,
Al ver tu esposa que ama a tu enemigo,
Los celos se apoderan de tu alma
Viendo a tu odioso hermano preferido.
Sí, no lo dudes; el amor de Enrique
Es a tu vista el único delito
Que ha cometido Blanca.
EL REY
Y bien, mañana
Tú brillarás sobre su trono mismo,
Al lado de su esposo: ante sus ojos
Desplegarás la pompa, el atavío
Por que suspira Blanca, y tú, tú propia
Decretarás altiva su castigo,
Y harás tu voluntad; el reino todo
Se postrará obediente a tu albedrío,
Y, ¡ay del que osado a murmurar se atreva
De la beldad ante quien yo me rindo!
GARCÍA
Castro, señor, el temerario Castro,
Intrépido se acerca hacia este sitio.


Escena VIII

 

Dichos y CASTRO.

 
CASTRO
Un noble ante su rey pide justicia.
EL REY
¡Justicia! ¿Contra quién?
CASTRO
Contra ti mismo.
EL REY
¿Y de qué contra mí?
CASTRO
¿Qué? De la afrenta
Con que tú propio has empañado el limpio
Lustre de mi familia, de la mancha
Con que has borrado el esplendente brillo
Del ínclito blasón de mis abuelos,
Que en vano con mi sangre yo he querido
Intacto conservar; del torpe engaño
Con que víctima fue de tu capricho
La honra de mi hermana. Sí, justicia,
justicia ahora contra ti yo exijo.
EL REY
¡Silencio! Castro, tu furor perdono;
Necio, no intentes encender el mío.
¡Yo soy tu rey!
CASTRO
¡Mi rey! Yo soy un noble,
¡Yo soy igual a ti! Sí, tan antiguo
Es mi linaje como el tuyo; ahora,
Si tu lascivia lo dejó abatido,
Tuyo es el crimen, la vergüenza mía.
Sólo porque eres rey justicia exijo.
EL REY
¿Y si no fuera rey, habla, qué harías?
CASTRO
Ya hubiera hollado tu cadáver frío.
EL REY
Piensa que no lo soy; no te deslumbre
El brillo de mi frente; muestra el brío
De que tanto te jactas, ¡miserable!
CASTRO
¿Yo, miserable? Ven. ¿Mi regocijo
Tú no conoces ya?
EL REY
Yo te prometo
Humillar tu altivez.
GARCÍA
Señor, no es digno
De que vos mismo vuestra regia espada
En su sangre empañéis.
CASTRO

  (A GARCÍA.) 

¡Cobarde inicuo!
Tú sí mereces derramar la tuya
En un cadalso vil.
GARCÍA

 (Aparte.) 

(Yo necesito
Que tú vivas aún, necio; no es este
El precipicio a donde yo te guío.)
EL REY
¡Cómo! ¿Y aún osas insultar a todos?
Tú, delante del rey, osas altivo
Su cólera irritar? ¡Mal caballero!
CASTRO
Yo, delante del rey, justicia exijo;
Tú, por tu voluntad dejas de serlo
Y yo, ya igual a ti, tan sólo pido
Que decidan las armas.
EL REY
Bien, las armas
Decidirán. Si un hombre en mis dominios
Más valiente que yo se figurara...
¡Vive Dios...!
LA PADILLA
¿Y por qué ciego, al capricho
Has de arrojarte de la suerte? Piensa
Que eres rey de Castilla, que el destino
De un pueblo entero de tu vida pende;
Que eres mi único bien, padre de mi hijo
Que quedará en la tierra sin amparo,
Si tú faltas, señor.
CASTRO

 (Colérico.) 

Hijo maldito,
Que en pecado y deshonra concebiste,
Ramera despreciable; si tu brío
Contiene una mujer; rey de Castilla,
No hagas alarde de él: vuelve en ti mismo,
Y abandónala ya: la espada empuña,
Al campo corre a batallar conmigo;
Allí te vengarás, o mi venganza
Satisfecha será con tu suplicio.
EL REY

 (Arrojándose a él.) 

¡El tuyo aquí satisfará la mía!

 (LA PADILLA y GARCÍA le contienen.) 

¿Y vos me contenéis, y así ese inicuo
Se ha de burlar de mí?
GARCÍA
Señor, dejadle.
LA PADILLA
Despreciadle, señor; venid conmigo,
No más tiempo escuchéis sus demasías.
EL REY

 (Retirándose entre GARCÍA y LA PADILLA como a despecho suyo.) 

¡He de arrancarte el corazón yo mismo!


Escena IX

 

CASTRO, solo.

 
Anda, cobarde, más para verdugo
Que para el cetro y el poder nacido.
¡Tiembla! Mil brazos se armarán; mi furia
Encenderá la guerra en tus dominios,
Guerra cruel, interminable, eterna,
Guerra de maldición: en sangre tinto
Tú me verás ante tu propio trono
Arrojarme a matarte. Sí, el cariño
Goza de tu manceba; mi venganza
Será cruel cual tu delito ha sido.
¡Yo he de hacer ver al asombrado mundo
Otro nuevo Julián y otro Rodrigo!


Escena X

 

HERNANDO, CABALLEROS y dichos.

 
HERNANDO
Huye, Castro, de aquí. Pedro me envía,
En ira y saña contra ti encendido,
Para prenderte.
CASTRO
¿Y qué? ¿Piensas, Hernando,
Sus órdenes seguir?
HERNANDO
¿Y tú, hijo mío,
Lo preguntas? Jamás: Huye, no sea
Que cumpla su mandato un enemigo
Nuestro.
CASTRO
Yo huiré, para volver más tarde
A clavarle un puñal.
PRIMER CABALLERO
En estos sitios
Ha llegado ya Enrique; está dispuesto
Todo para romper.
HERNANDO
¿Y aquí tranquilos
A conspirar os atrevéis?
PRIMER CABALLERO
La reina
Mañana mismo dejará el castillo,
Y libre al fin, se asentará en el trono,
Que con Enrique cobrará el perdido
Castellano esplendor.
CASTRO
De su venganza
Seré yo ejecutor: si mi destino
Es perecer vengándome, ¡dichoso
Rendiré entonces mi postrer suspiro!
Yo daré el primer golpe, yo el primero
Me arrojaré a la lid, yo mi cuchillo
El primero hincaré.
SEGUNDO CABALLERO
Nosotros todos
Secundaremos tu animoso brío.
HERNANDO
¡Qué! ¿No tembláis de conspirar ahora,
Del rey cruel en el palacio mismo?
¿Queréis hacer vuestro valor inútil,
Dando tal vez del alzamiento indicios?
Vamos presto de aquí.
PRIMER CABALLERO
Vamos a Enrique,
A libertar a Blanca.
CASTRO
El asesino
De mi hermana caerá; yo os lo prometo.
El agravio de Blanca ya es el mío.