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ArribaAbajoI. Biblioteca de americanistas

Debo empezar pidiendo perdón á la Academia por no haber dado antes el informe, que nuestro Director se sirvió encomendarme sobre la petición de auxilio, dirigida al Sr. Ministro de Ultramar por D. Luis Navarro y Calvo, para publicación de la Biblioteca de Americanistas de que es editor. Los motivos de mi tardanza son harto conocidos de la Academia, y, no insistiendo en ellos, paso á evacuar el encargo que se me ha conferido.

Sin duda es una idea plausible, la que se propone y ha empezado á realizar el editor de la Biblioteca de Americanistas; porque cada día despierta mayor interés, cuanto se refiere al continente descubierto y civilizado por nuestros gloriosos ascendientes; y nada puede dar mayor luz, sobre cuanto á aquella región del mundo se refiere, que los libros escritos por los españoles en los primeros tiempos de su descubrimiento y conquista.

El catálogo de las obras, que el editor se propone publicar, basta para conocer el gran servicio, que haciéndolo, prestará á las letras y á la historia; la mayor parte de ellas fueron ya impresas en los siglos décimo-sexto y siguientes; pero su rareza es tal, como la demuestran los precios que han alcanzado los últimos ejemplares de ellas, que han salido á la venta, de suerte que es   —8→   casi imposible gozarlos á los aficionados á este linaje de estudios especialmente á los españoles, pues tienen por rivales temibles á los que en los Estados-Unidos los cultivan, donde como se sabe la riqueza es tan grande, que está cuando menos con la nuestra en la proporción que indican las unidades monetarias de uno y otro país, no habiendo en el nuestro Mackays ni otros aun más opulentos personajes, que son los Cresos de nuestra época.

No sería oportuno ni aun posible hacer relación de los méritos que adornan cada una de las obras, que en el catálogo se contienen, bastando con decir que todas ellas son interesantísimas y necesarias para construir la historia precolombiana y poscolombiana de América, ya general, ya de los antiguos y modernos estados y provincias que existieron ó la constituyen al presente. Como muestra de su propósito, el editor acompaña á su solicitud, en cumplimiento de las disposiciones vigentes, los dos tomos de la primera parte de la Historia de Guatemala, por don Francisco Antonio de Fuentes Guzmán, antes no publicada, aunque conocida ya de los bibliógrafos y de los escritores modernos, pues sacó copia de ella para su colección el Sr. D. Juan Bautista Muñoz, y la describe Beristain en su Biblioteca hispano-americana. Los aficionados á la historia de América no dejarán de leer y de estudiar con gusto y con provecho el libro de Fuentes Guzmán, á pesar de su estilo intrincado, propio de la época en que se escribió, no solo por las noticias que contiene, si bien no muy extensas de la antigua civilización guatemalteca, y por las más fidedignas y completas del descubrimiento y conquista de aquellos territorios por el heróico D. Pedro de Alvarado; sino por las que da del insigne compañero en aquella jornada de tan ilustre capitán, Bernal Díaz del Castillo rebisabuelo de Fuentes Guzmán, como este mismo dice, y poseedor, cuando escribía su historia, del manuscrito original de la que nos dejó el soldado de Hernan Cortés de la conquista de Nueva España publicada mucho después de la muerte de su autor por el R. P. M. Fr. Alonso Remon. Asegura Fuentes Guzmán que esta edición era muy incorrecta y lo prueba aduciendo algunos textos de su manuscrito, con lo cual se excita la curiosidad y el deseo, que no sé si se logrará satisfacer, de descubrir esa joya que sin duda aclararía muchos pasajes   —9→   de la obra que conocemos de Bernal Díaz, y haría desaparecer muchos defectos que ahora se atribuyen á la rudeza del soldado.

En virtud de estas consideraciones y de otras muchas que la Academia no necesita que yo le exponga, creo que la Biblioteca de los Americanistas cumple de lleno todas las condiciones establecidas en la Real órden de 19 de Abril de 1881, y que su editor es digno de que por el Ministerio de Ultramar se le presten todos los auxilios que, dentro de los recursos del presupuesto, sean menester para seguir realizando su pensamiento.

ANTONIO MARÍA FABIÉ.

Madrid 30 de Mayo de 1884.