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ArribaAbajoII. Campañas del general Oráa

Con gran sentimiento recibió el que suscribe la noticia de haber sido nombrado para informar acerca de la obra del señor teniente general marqués de San Román, relativa á las Campañas del general Oráa en los años de 1837 y 1838, como parte de la Guerra civil de 1833 á 1840 en Aragón y Valencia. Ese sentimiento no lo motivaba sólo lo certidumbre de que el trabajo era superior á sus fuerzas: por desgracia lo han sido cuantos esta ilustre Academia se ha servido encomendarle. Lo sintió principalmente por el autor, que merecía juez más digno, y que debió hallarlo en nuestro egregio compañero el genetal Gómez de Arteche, autoridad irrecusable en todas las cuestiones de Historia militar. Comprendió luego la razón por la que se había relevado al último de este encargo, cuando leyó el magnífico Proemio del ilustrado colega, que encabeza el libro, recibiendo al mismo tiempo consuelo mayor, porque el trabajo encomendado al que esto dice, estaba realmente hecho, pues nada mejor, ni nada nuevo, podía añadirse al concienzudo juicio que, en dicho proemio, se hace de la obra.

Verdaderamente el informe debiera limitarse, en vista de esto, á adherirse completamente á lo manifestado por el general Arteche; y si el que suscribe se permito ahora señalar algún detalle, es sólo por no esquivar el mandato do nuestro dignísimo Director accidental, y por añadir un elogio más al profundo estudio que el libro representa, aunque bien poco puede honrar al autor el aplauso de quien nada vale. Se ceñirá á la parte en que puede tener alguna ligera competencia el que informa, pues media la circunstancia de que no sólo conoce el territorio descrito en las campañas del general Oráa por los trabajos geográficos á que se ha dedicado principalmente, sino también por haber recorrido gran parte de esta zona y hecho en ella su aprendizaje práctico al salir de la   —278→   Academia de Ingenieros, asistiendo á los sitios de Segura, Castellote y Morella, así como á otras operaciones militares. Estos precedentes le autorizan algo para unir sus plácemes á los del general Arteche, respecto del importante capítulo que contiene la Descripción del teatro de la guerra. Está hecha de mano maestra, y no son menos exactas las descripciones parciales que ofrece el resto de la obra, al reseñar minuciosamente las operaciones de cada campaña ó de cada combate. Si para los que no conozcan aquella comarca, aparece alguna vaguedad sobre ciertos accidentes topográficos, débese á que es muy difícil dibujar su estructura, no empleando los medios más perfeccionados que posee la ciencia para expresar los relieves del suelo; y lo es mucho más describir con palabras, y sin emplear el sistema gráfico, un terreno de tan singulares condiciones. En él las grandes protuberancias se convierten en extensas y elevadas mesetas, y de estas nacen, casi insensiblemente, encrespadas sierras con enhiestos picos que dominan dichas planicies. Otras veces estas últimas, con rápido descenso en escalón, ofrecen miradas desde la parte inferior, todo aspecto de cordilleras; y así, como hace notar muy bien el autor, faltan á veces, á pesar de la riqueza de nuestro vocabulario topográfico, nombres adecuados para pintar tan variados accidentes. Los asignados por el vulgo y la costumbre, llamando casi siempre, sierras á esos escalones, á las grandes ondulaciones ó protuberancias, ó bien á las angostas mesetas comprendidas entre profundos barrancos paralelos, no responden á la idea que dió origen al vocablo, contribuyendo á aumentar la confusión, y lo mismo puede decirse de las cumbres mal llamadas Puertos de Beceite, y aun del Puerto de Almansa, que no reune las condiciones de su genuino significado. Por lo tanto, es más de elogiar la exactitud que brilla en todas las descripciones del general San Román, unida á la gallardía de la frase: así, cuando señala aquellas protuberancias á que se ha hecho referencia, dice muy que va hinchándose el suelo, y no es menos gráfico al bosquejar la configuración de las llamadas muelas, que son verdaderas fortalezas naturales, y ya designadas con gran exactitud por su nombre local. La descripción de la Huerta de Murcia, trazada pocas pinceladas y marcando el contraste con las áridas tierras   —279→   que la rodean, es bellísima, y nada puede hacerse mejor como exactitud y concisión.

Además de la sorprendente ojeada general con la que empieza el libro, escrita como todo él en estilo castizo y elegante, admira la claridad y lo minucioso de los pormenores, no sólo en la descripción del terreno, sino en la de los varios sucesos de la campaña, descendiendo, á veces, á contar las empresas de las pequeñas partidas auxiliares. Se pinta con vivos colores el abandono en que stuvo constantemente el mal llamado ejército del Centro, que debió nombrarse más bien del Este, y los peligros, las miserias y hambres sufridas por sus oficiales y soldados, al mismo tiempo que su ardimiento y constancia, á pesar de hallarse siempre desatendidos. En todo campea un recto espíritu de imparcialidad, haciendo resaltar, en medio de ella, la figura del insigne general Oráa, sin ocultar tampoco las faltas que pudo cometer, ni aún algunos defectos de su carácter, bien disculpables, porque sólo patentizan su incomparable modestia, y muy compensados por dotes sobresalientes.

Bien se conoce que el autor ha sido testigo de muchos de los hechos que describe, aunque lo calle casi siempre, y apenas lo deje traslucir en alguna ocasión. El que suscribe, si no ha tenido la honra de servir á las órdenes del general Oráa, pudo oir más de una vez de los labios de sus antiguos oficiales, y en varios casos sobre el mismo terreno en que habían ocurrido los sucesos, la reseña de ellos, y formar juicio de las altas prendas que adornaban á tan ínclito caudillo: por lo mismo puede garantizar la exactitud de las observaciones y la verdad de los hechos historiados.

De uno de ellos, y por circunstancias especiales, pudo adquirir todavía mayores detalles, y aunque no se refiere á la parte tratada en el primer tomo de estas campañas, espera se le disculpará que añada algunos renglones, tanto para ensalzar las glorias del general, cuanto para confirmar los juicios de su cronista. Como teniente de ingenieros fué encargado, el que esto escribe, por el veterano y bizarro general Cortínez, de dirigir las obras de reforma del camino desde Alcañíz á Morella, para conducir la artillería en el segundo sitio de esta plaza, y en la sección desde Fórnoles   —280→   á la Pobleta de Morella. Empleábanse en la obra, además de la fuerza de zapadores á sus órdenes, otras del ejército, que cuidaban también de proteger los trabajos, hechos algunas veces á la vista del enemigo. Durante aquellos, así á varios antiguos oficiales que habían formado parte del ejército del Centro, como á los mismo, paisanos de los pueblos contiguos, que auxiliaban también las obras, les oyó referir multitud de pormenores sobre aquella triste y gloriosa retirada donde el general Oráa alcanzó tantos lauros, y acaso más meritorios que los que había logrado en otras victorias. Cuando después de bastantes faenas quedó arreglado aquel trozo de camino, igualando sus pendientes, suavizando algunas con largos rodeos, ensanchados sus frecuentes tornos, puesto el firme en los puntos donde era más indispensable y facilitados algunos desagües; cuando pudo recorrerlo por fin y darlo por admisible el general Cortínez, tan entendido y exigente en esta clase de trabajos, desde que tomó parte en la ejecución de la carretera de las Cabrillas, calificando al reformado como un caminito de jardín inglés con montañas rusas (palabras textuales) y llegó, por último, el caso de utilizarlo para arrastrar la artillería, tuvo también ocasión el que suscribe, de ver los esfuerzos que fueron necesarios todavía, y no alcanzaba á comprender cómo, sin haberlo preparado antes, pudo llevar y retirar sus trenes de batir el general Oráa. Esta era la idea dominante en todos los jefes y oficiales que asistieron al segundo sitio de Morella, y la admiración universal creció durante el mismo. Con razón suma dice el marqués de San Román, que el verdadero sitiado de Morella fué el general Oráa.

Sensible es haber molestado á la Academia con estos pormenores, ya que nada importante ha podido añadirse al lisonjero juicio formado de la obra por nuestro compañero el Sr. Gómez de Arteche. Debemos felicitarnos ciertamente de que el general marqués de San Román, venciendo su modestia, que ha privado al país de saborear muchos trabajos debidos á su talento y profundo saber, se haya decidido á publicar las campañas del general Oráa que, desde hace largo tiempo, tenía escritas. Si antes su ilustrado autor era conocido ventajosamente, no sólo en la República de la Letras, que alberga muchedumbres abigarradas, sino en la más   —281→   reducida de las buenas letras, de hoy en adelante debe figurar en alto puesto entre nuestros historiadores militares. Las mismas circunstancias de este trabajo que, como dice muy bien el distinguido escritor, son desventajosas en extremo por reseñar solo contiendas civiles nada gloriosas, crueldades, intrigas y escaseces, hacen más laudable el haberlo llevado á término, sobre todo cuando ha logrado describir tan triste período de nuestra historia contemporánea con la mayor exactitud y la más severa imparcialidad. Es ciertamente su libro de los que, con mayor razón y bajo todos conceptos, merecen figurar en las bibliotecas públicas, y sobre todo en las militares.

FRANCISCO COELLO.

Madrid 7 de Octubre de 1884.