—239→
V. Sobre la adición de una H, delante de vocal que se observa en el texto palimpsesto del Breviario de Aniano, descubierto por el Sr. Beer en la biblioteca del Cabildo-catedral de León
No fué ciertamente peregrino ni extraordinario en la edad dorada de la latinidad clásica el uso de introducir una h, delante de ciertas vocales, en dicciones que no la requerían por su derivación etimológica. Cohors que, según Varrón (De Lingua Latina, v. 18) trae su origen de coercere, y vale lo mismo que corral en las casas de campo, patio y cerca, pasando por metonimia á significar lo contenido en tales recintos, y de ahí á tener acepción determinada en la organización del ejército, se usaba con h sin justificación de origen en la época Ciceroniana. Ocurría lo mismo con pulcher, en concepto á lo menos de los que derivaban esta palabra de polio, is, ire; pues aunque fué regla recibida entre los gramáticos mejores, según testifica Scauro (De orthographia, 9256) el limitar la introducción de la h después de c á los casos en que á la c sigue vocal, debiendo escribirse pulcher, pulcra, pulcrum y pulcherrimus, ello es que en antiguos códices se encuentra usada c por Ennio, leyéndose polcer y polcerrimus en los versos que cita de él Cicerón en su tratado De Divinatione (Lib. I, capítulo 48.)
De los griegos sabemos que acostumbraron á convertir la H (heta) inicial en digamma, ó aspiración fuerte, cuando se seguía otra vocal, en el principio de algunas dicciones. Así dijeron e/xaTo/n por HEKATON, aspiración reemplazada á menudo en latín por una silbante ó por la f, verbigracia, sex, comparado con )e)/c, filius con ui)o/j, forma con o/rmh/, somnus con )u/)pnoj.
Por lo que toca á los modos de pronunciación en España,
puede conjeturarse que existió de antiguo, entre muchos de sus
naturales, la tendencia á marcar aspiración, delante de vocales
que comienzan palabra, pronunciando y escribiendo
Hiberia con
h, inicial sensiblemente aspirada en lugar
de Iberia, á tenor de indicaciones
—240→
que aparecen así
de inscripciones epigráficas270, como de la lectura de Silio Itálico y de
Avieno, y en consonancia con hábito, que dura hasta hoy en algunas
provincias, no sin apariencia de remontarse á época anterior
á la dominacion arábiga. No discutiremos ahora si tal exuberancia
de aspiraciones, que bien pudiera concertarse con el elemento
pingue et peregrinum, observado como
carácter de los oradores hispano-romanos, procedía de influencia
antigua
doria, que perseveró por mucho
tiempo, al decir de algunos geógrafos en varias regiones de
España, ó se explica con mayor verosimilitud por otras
tradiciones y abolengo; pero en rigor de verdad, es incuestionable que los
comprobantes de tal pronunciación, aspirada contra la genuina
ortografía de los vocablos latinos, se multiplican y son más
frecuentes en Francia, en Italia y señaladamente en nuestra
Península, desde la invasión de los pueblos germánicos, y
en especial, á partir de la conquista de los godos. Ya en la
inscripción del puente de Mérida, recordando su
reconstrucción en 663 (Era 701) aparecía empleado, según
documento fehaciente citado por el Sr. Hübner,
HVSVM por
VSVM. Y que dicha manera de
escribir no era accidental descuido del que labrara la inscripción, sino
que tenía algunos partidarios, resulta, entre otros ejemplos, que se
registran en la diplomática de la Edad Media, del siguiente que nos sale
al paso en una escritura del Monasterio de Sahagún, conservada en el
Archivo Histórico Nacional, impresa tiempo há por el P. Escalona.
En título de donación hecha por el rey D. Ordoño II de
León, año 921 de J. C. (Era 959) se lee: «Licet omnia, qui in hunc mundum ad husum
hominis confertur a Deo, qui creavit omnia,
hordinantur»
. En este texto se muestran unidos con dicha
aspiración redundante la palabra
husum, en la forma en que se
empleó en el puente de Mérida y el vocablo
hordinantur, cuyo afine
hordo llamó justamente la
atención del Sr. Beer por la anómala ortografía271.
Semejante particularidad se observa, asimismo, respecto al verbo
ordinare en la escritura de
donación de un tal Meliki,
—241→
confirmada por el monarca
leonés D. Sancho I, año 960 (Era 998) del mismo archivo y
procedencia. Hablando de Dios, dice el donante: «Misericorditer hordinat, hordenataque
dispensat.»
Iguales muestras de
aspiraciones se ofrecen en estos tiempos, como legado quizá del en que
es escribiera al palimpsesto en copia de documentos lapidarios y
paleográficos. El artífice que intervino en la labor de la
inscripción dedicatoria del altar de Santa María de Naranco,
escribía año 848 de C. (Era 886)
haram por
aram272. El notario de la
escritura de donación de Doña Teresa Muñiz al Monasterio
de Sahagún, año 1049 (Era 1087) incurría en análoga
redundancia. «Et figet (dice en
la demarcación de lo que se dona)
usque in illa fonte, quae est circa
hora
fluminis Pisorice.»
Pues si fijamos nuestra consideración en otros idiomas neolatinos, no deja de parecer extraordinaria la frecuencia con que se repite el fenómeno de marcarse semejante aspiración en la escritura de la lengua francesa contra la norma fija de la derivación etimológica y la poca afición á aspiraciones guturales, que puede colegirse así del galo ó celta transpirenáico, como del celta asturiano, gallego y portugués, según la pronunciación popular que sobrevive en las regiones donde se hablaban, y en especial, con ser tan cuidadosos nuestros vecinos de la antigua lengua de oil, en lo de poner á salvo, á vueltas de los achaques de su corrupta pronunciación la preciada herencia de la ortografía romana. Escriben los franceses haut, donde los latinos dijeron altus; hurler, donde ululare; hache, para significar lo que los latinos nombraron ascia; huile, huit y huitre, transformando las dicciones de buena latinidad oleum, octo y ostrea. Para explicar esta aberración ó desviación del patrón de origen, han ideado algunos filólogos exponer la analogía de voces germánicas, que concurren en el sentido y se asemejan á ellas hasta cierto punto en los sonidos, donde la aspiración se percibe grandemente al principio: houg, que usa el antiguo alemán con significación de alto, hougen en la acepción de ahullar y hacke, expresando hacha, cuyos ejemplos —242→ autorizan á presumir que ordo y ordinare se escribieron con h inicial, por analogía con forderung y fordern, que virtualmente significan lo mismo. Quedan con todo fuera de esta explicación, á lo menos sin violencia, los vocablos huit y huile, en que la aspiración se prescribe, en algún modo, como suena en castellano en las palabras huebra y hueso, cuyas dicciones, de origen opera, operata y ossa, aparecen más de una vez escritas en las cartas de la Edad Media, según testifica Du-Cange con la aspiración, que representa la h. La circunstancia de que ocurre regularmente este fenómeno en vocales, que se han debilitado y quebrado con arreglo á leyes muy usadas en la morfología del teutónico, con no ser absolutamente extrañas á la índole antigua de la lengua latina y de los demás idiomas ariacos, deja presumir que dicha debilidad ha podido acompañarse con la compensación de una h pospuesta á la vocal, como ocurre en öhrchen, «oreja,» la cual, según la índole de dicha morfología y con la pronunciación poco marcada de la vocal, ha concluido por anteponerse. Aparte de esto, la asociación au ú o de latinos y castellanos según Schleicher, Compendium der vergleichen der Gramatik (Weimar 1866), pár. 115, de acuerdo con Grimm, Deustcher Gramatik (Berlín 1860) párrafos 104, 107 y 108, se trueca de ordinario en u, que los griegos clásicos y bizantinos escribieron siempre al principio de dicción con aspiración fuerte. Como quiera que sea, es mi parecer que la ortografía observada por nuestro docto correspondiente en el palimpsesto en cuestión, es conforme con la ofrecida por otros textos, y se explica, á mayor abundamiento, por las vicisitudes que influyeron, por punto general, en el idioma de los habitantes de la Galia Meridional y de la Península ibérica, especialmente á partir del período de las invasiones germanas. Ni por ventura es este aumento de aspiraciones el único recuerdo filológico de la conquista é influjo de los godos en nuestras comarcas españolas, que nos fuera dable poner de resalto. Ciertamente, que cuantos se precian de eruditos ó se atemperan á las reglas de ortografía sancionada, leen al modo romano Favila, cuando hallan escrito este nombre con v ante i en nuestros documentos historiales; pero los árabes que oyeron la pronunciación de v muy proxima á f, según suena en el idioma alemán, escribieron y pronunciaron —243→ , pronunciación perpetuada en el castellano vulgar, donde ocurre, entre otras, la designación de Villa-fáfila, aplicada á un lugar citado frecuentemente en las Memorias diplomáticas de la Edad Media.
Madrid 3 de Febrero de 1888.
Francisco Fernández y González.