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ArribaAbajoI. Una visita á las ruinas de Termancia

Excmo. Sr.:

D. Nicolás Rabal, catedrático del Instituto de Soria, lleno de celo por los estudios de nuestro instituto, ha emprendido á su costa varios viajes de exploración á los puntos de su provincia donde hay antigüedades que ilustrar ó descubrir; y como resultado de uno de estos viajes, me ha remitido, para que la ofrezca á la Academia, una Memoria llena de interés y novedad, que titula Una visita á las ruinas de Termancia. Acompañan á esta Memoria 17 fotografías sacadas por él mismo y una impronta de una grande y hermosa piedra grabada.

Nadie hasta ahora ha descrito con tal minuciosidad y acierto los restos de la ciudad compañera y aliada de Numancia; y como los aficionados á estos estudios han de leer el trabajo con gusto, tengo el honor de proponer á la Academia que acuerde imprimir la Memoria en el Boletín y conservar las vistas fotográficas en su archivo, no sin dar las gracias al digno profesor que así emplea el tiempo de sus vacaciones.

Madrid 4 de Mayo de 1888.

Eduardo Saavedra.

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Memoria

Itinerario.-A quince leguas SO. de Soria se encuentra el sitio de la antigua ciudad, contemporánea y aliada de Numancia. El camino más recto y más cómodo para llegar á ella es el del Burgo de Osma, donde se abandona la carretera de Valladolid para dirigirse hacia el S. al pueblo de Quintanas Rubias de Arriba, en otro tiempo villa del señorío episcopal de Osma, pasando por la renombrada posesión de la Rasa, procedente de los propios de Osma, hoy propiedad de D. Antonio Rico Barrón, y atravesando el Duero en la barca de Navapalos. No bien se sale del término de Quintanas Rubias por el sitio que llaman de Mojón Blanco, no lejos del punto que equivocadamente se marca para Termancia en el mapa de Coello, se penetra en una vasta llanura, sin dejar la dirección hacia el S., por entre el espeso monte de la Hoz de arriba á la izquierda y los baldíos de Montejo de Liceras á la derecha, y más adelante entre los términos municipales de Carrascosa de Arriba y de Torresuso al E. y O. respectivamente, hasta llegar al puerto de San Ginés á unas dos leguas.

Faldeando el mencionado monte y dividiendo los citados términos, sigue paralelo al camino en toda su extensión á distancia de 40 m., lo que los naturales llaman antigua carretera y es un trozo de la vía romana que enlazaba la ciudad de Termancia con la de Clunia, indicada antes de ahora por D. Eduardo Saavedra en el tomo IX de las Memorias de la Real Academia de la Historia. Los restos de la vía se distinguen perfectamente, conservándose aún las dos filas de piedras gruesas á distancia igual de 5 m. con su capa de piedra menuda y arena y su empedrado. Aunque al principio la vía está oculta por la hierba que crece sobre ella, se sigue fácilmente sin perderla de vista por la faja continua que marca sobre el terreno la forma alomada de la última capa. Marcada de este modo y con pequeñas interrupciones, dicen los naturales del país que viene esta vía por el pueblo de Ines desde el puente romano de San Esteban de Gormaz, donde se enlazaba en la vía general, y no en Uxama, como creyó el Sr. Saavedra.   —453→   Piérdese 200 pasos antes de llegar al puerto de San Ginés, donde no se ven señales claras de su paso, porque la cortadura, aunque practicable, parece natural. Tal vez, á fin de salvar la rápida pendiente que sigue á este puerto, torciera la vía un poco antes de llegar á él hacia el E. para penetrar por otro punto más llano en la ciudad de Termancia. Ello es que, atravesado el puerto de San Ginés, se desciende rápidamente á lo profundo del valle de Ventamalo por una senda tortuosa, aunque de piso suave de arcilla, en la cual no hay señal ninguna que haga sospechar el paso de la vía.

Más allá del valle de Ventamalo tuerce el camino de pronto hacia el E. por un estrecho collado, al salir del cual aparecen de improviso el valle y la ladera N. del cerro sobre que se asientan las ruinas de Termancia, divisándose á lo lejos, para dar vuelta al E., el venerado santuario de Nuestra Señora de Tiermes.

Topografía del sitio y sus inmediaciones.-Por lo que á la vista aparece, la población de Termancia estaba situada en un altozano parecido al de Numancia, pero más elevado y rodeado de mayores alturas y más profundos valles. De pendiente muy suave por la parte del N. y del E., pero cortado y escalonado por la parte del O. y del S., en que aparece al descubierto la roca arenisca blanda que constituye el núcleo del cerro, le rodean al N. la altura de Carratiermes, del pueblo de Carrascosa de Arriba; al E. el cerro de los Castros, de Carrascosa también, y el de Mirón de Valderromán; al S. la Mata del valle de Manzanares y el cerro Bordega, de Sotillos; al SO. la Mata de Pedro y al O. las lomas otra vez de Carrascosa. Detrás del cerro Bordega y la Mata de Pedro está la fría montaña del Pico de Grado, de las que son estribaciones estos cerros, y su nombre es el de Sierra Pelada por este punto, donde se halla el mojón que señala á la vez los límites de las provincias de Soria, Segovia y Guadalajara.

Entre el cerro de Termancia y las alturas del S. hay un pintoresco valle por medio del cual corre el arroyo Pedro, que se une, antes que vuelva hacia el E., con el río Manzanares, de pequeño caudal, pero de corriente constante, el cual, siguiendo después hacia el N., pasa por debajo de las casas de Carrascosa de   —454→   Arriba á los 3 km. y sigue con tortuoso curso por las Hoces de arriba y de abajo hasta morir á las 5 leguas en el caudaloso Duero.

Entre los numerosos cerros que rodean el sitio de Termancia, hay estrechas cañadas y angostos collados, algunos de muy difícil paso y todos útiles para la defensa en caso de guerra. El río Manzanares, apenas sale del término de Carrascosa, penetra por estrechos desfiladeros de montañas imposibles de atravesar, como no sea en el verano y á pie hasta la Hoz de arriba, legua y media más abajo del sitio de Termancia. Estos sitios convienen en un todo con lo que de ellos se cuenta en las historias de las guerras celtibéricas. En los collados de Valderromán, á tres cuartos de legua de Termancia, hay encinas tan corpulentas y seculares que debieron ser testigos de aquella triple derrota que los termestinos hicieron sufrir en un mismo día al cónsul Quinto Pompeyo, cuando éste, desesperado de no conseguir nada en la guerra de Numancia, les atacó para animar á sus soldados con un triunfo, prometiéndoselo allí como empresa más fácil. En los desfiladeros de las Hoces, llenos de precipicios ocultos por la espesura de los matorrales, debió ser donde luego se despeñó la caballería del cónsul, pasando la infantería toda una noche sobre las armas sin que les dejara el miedo moverse del sitio. El examen del terreno viene, después de veinte siglos, á confirmar la exactitud de los historiadores que nos dejaron las narraciones de aquellos acontecimientos. Pero basta ya de antecedentes y vengamos al asunto principal que es el examen de las ruinas de Termancia.

Termancia alta ó primitiva Termes.-Preciso es traer á la memoria algunos otros sucesos, para estudiar sobre el terreno las ruinas de Termancia.

Dícese en las historias que cuando al fin y al cabo los romanos vencieron á los valientes termestinos, les obligaron á abandonar la población y establecerse en otro lugar; por manera que el primer punto que se ofrece es determinar el sitio de la primitiva Termes celtíbera, y el de la segunda ó Termancia romana. Aunque en Pedro, no lejos al SO., hay muchos restos de población romana, y hacia el E. se halla el pueblo de Valderromán, á distancia de unos 4 km., como ya queda dicho, no   —455→   cabe duda alguna de que la primitiva Termes estuvo sobre el cerro en cuya falda se alza hoy la ermita de Nuestra Señora de su nombre. La extensión de su cima es como la de Numancia, capaz de contener un numeroso vecindario; en toda ella se encuentran restos de tejas planas, pesas, ladrillos gruesos como en todos los despoblados semejantes, y aún parece haber por la parte del E. y del N. cimientos de una muralla, que por su poco espesor y carencia de argamasa da motivo á pensar si será verdaderamente tal, ó un muro de sostenimiento construído después al borde de la cima para cerrar las heredades que en ella se cultivan. Todo hace suponer que cuando el cónsul Didio mandó á los termestinos que se trasladaran á otras ciudades, y los que tal no hiciesen que abandonaran sus moradas y edificaran otras en punto que no fuera susceptible de fortificarse, estos no cambiaron sus domicilios sino desde los barrios altos á los bajos, desde la cima al llano.

Como quiera que sea, lo primero que llama la atención es que la población alta, sin duda para mejor defensa, no tenía su entrada por la parte N. ni la del E., que eran las de más suave pendiente, sino precisamente por aquella del O. en que comienza el corte vertical y escalonado de la roca del cerro. Para facilitar la subida donde la pendiente es muy grande y no puede salvarse por medio de un rodeo, se ven perfectamente marcados varios trozos de escalinata hechos á pico, sin más deterioro que el de las aristas de los escalones matadas por las aguas ó por el uso continuado.

Desde la última huella de la primera de estas escalinatas, que se encuentran á los dos tercios de la altura del cerro, se llega á pie llano, dejando la subida para inclinarse hacia el S. por un ancho saliente, que aunque de difícil y peligroso paso por estar cubierto de musgo, es practicable, y llega hasta cerca del punto en que el cerro da vuelta para mirar al Mediodía. Por este saliente se penetra en tres concavidades que á primera vista parecen cuevas naturales; pero examinadas despacio se ve que son galerías labradas á mano, por su techumbre en arco perfecto y sus costados paralelos á plomo. La extensión de estas galerías no puede determinarse á causa de las tierras que las obstruyen,   —456→   introducidas por algunas grietas de la roca, y de las malezas que se crían en ellas.

Al SO., donde termina este saliente y el corte vertical de la roca, se inclina esta hacia el llano formando un ángulo de 45º con la horizontal. En esa como arista inclinada del cerro, hay un camino cubierto con sus muros laterales y su escalinata interrumpida por algunos descansos ó rellanos, la cual facilita la subida hasta la misma cima, donde debió haber una segunda entrada á la primitiva Termes ó población alta. Al volver de esta arista para mirar completamente al Mediodía, presenta el cerro otra vez su corte vertical y su mayor altura en un gran recodo que hace en ángulo recto, y continúa en adelante con la misma inclinación de 45º y con el escalonado, que sucesivamente van disminuyendo hasta revolver hacia el E., donde, como al principio se dijo, la ladera es ya llana y de suave pendiente.

Termancia romana.-Los romanos destruyeron por completo la primitiva Termes para impedir que otra vez se pusiera en condiciones de defensa, ó más bien redujeron sus habitantes á un corto número, como parecen indicarlo los restos que en la cima se encuentran de población romana. A los demás les obligaron á establecerse en el llano, donde el crecimiento de vecindario no pudiera inspirar recelos á la República. Fuera por la riqueza de su suelo entonces, la cual no podía consistir, á juzgar por lo que hoy se ve, mas que en los ganados, los montes y las minas, ó por otra causa, lo cierto es que la nueva ciudad ó barrio creció notablemente en vecindario y llegó á ser una población floreciente en el imperio.

Señales evidentes de este crecimiento se ven en lo restante de las ruinas que aparecen en la falda del S. y en el llano del valle, comenzando por la gran galería que los naturales llaman cañón, de construcción ya más esmerada que las tres galerías citadas antes en la Termes alta.

Como á 3 m. del suelo, en la izquierda de esta ladera del S., se encuentra la entrada de dicha galería, determinada por un espacioso corredor excavado en la piedra que llega hasta un recodo, y allí se ve la boca ó verdadera entrada. Semejante en un todo á   —457→   un pequeño túnel abierto con el mayor arte á escuadra, plomo y nivel, y suficientemente capaz para dar paso cómodo á una y aun á dos personas, tiene sus claraboyas anchas y circulares que, revestidas interiormente de sillares perfectamente labrados, le dan luz y ventilación. Su extensión es de más de 200 m., á juzgar por el número de claraboyas que aparecen á distancias iguales de unos 60.

Creíase por los del país que esta galería era un camino subterráneo que conducía á la plaza de armas del castillo, de que luego hablaremos, donde, dicho sea de paso, juzgaban que había encerrados inmensos tesoros, por lo que á muchos inquietaba la idea de explorarla emprendiendo la obra de la limpia, pues á los pocos metros estaba obstruída por las tierras y piedras de que se hallaban cegadas las claraboyas. Pero las personas ilustradas, conocedoras de aquellos sitios, juzgaban de otra manera y estaban más en lo cierto. Creían que aquello era un acueducto por el que en otro tiempo se habían conducido á la antigua población las aguas del arroyo Pedro. Poseídos, sin embargo, de la vulgar preocupación, unos vecinos de Berlanga de Duero emprendieron este invierno la exploración en busca de los supuestos tesoros, comenzando, para no hacer gastos inútiles, por averiguar la dirección, descubriendo las bocas de las claraboyas ocultas, cuyos puntos determinaban con precisión, midiendo la distancia igual á que con razón se suponían situadas todas, y siguiendo el rumbo que marcaban sucesivamente las dos últimas según se iban descubriendo. Cuando esta operación fué concluída, se vió que la galería, lejos de conducir al alcázar, venía á terminar á flor de tierra muy lejos de él, con evidentes señales de haber sido una obra destinada exclusivamente á la conducción de aguas. Para más evidencia ó demostración de esta hipótesis, vense aún no lejos del nacimiento del arroyo Pedro los restos de un encaño que se pierde al poco trecho, pero que, por la altura del nivel á que se encuentra y por la dirección, pudo ser muy bien el principio del acueducto.

Construcciones en la roca.-Otras construcciones más extrañas se ven en la misma falda del S., á contar desde la entrada del acueducto hasta la revuelta del E. En las cortaduras verticales   —458→   hay multitud de agujeros ó mechinales abiertos á pico como para servir de apoyo á las tirantes de otras tantas techumbres, y en los salientes escalonados del risco, varias escalinatas hechas á escuadra y nivel como las de que hablamos al principio. Si por una parte los mechinales y todas las concavidades, aunque hechas á plomo y escuadra, son tan rudas y toscas que parecen pertenecer á una época primitiva, por otra las escalinatas que conducen de uno á otro saliente, ó mejor dicho bancal, son tan regulares y perfectas, que revelan un período de mayor civilización y cultura. Entre estas escalinatas y concavidades, que semejan restos de viviendas, hay grandes espacios intermedios en que no se ve la mano del hombre, y las escalinatas son incompletas, sin que lleguen del todo de uno á otro bancal ó descanso. Esto no se explica sino suponiendo que aquello eran habitaciones humildísimas: escalonada por multitud de bancos y salientes la roca, donde quiera que se ofrecía una pequeña meseta, allí la clase pobre excavaba en la piedra y hacía su vivienda en forma de cueva, y donde la meseta estaba al pie de un corte vertical de la roca abría los agujeros para apoyar los maderos y construir su morada á manera de cobertizo. Una vez construídas estas sencillas viviendas, facilitaban el acceso á ellas por medio de las escalinatas; pero suspendiéndolas en el momento en que la subida ó descenso, aunque no muy cómodos, fueran posibles por el terreno natural.

Entre la falda y el llano se ven otras construcciones, á las cuales pudiéramos dar el nombre de mixtas y atribuirlas á la clase media. Desmontada la roca á trechos de 5 ó 6 m. en cuadro hasta el suelo, resultaba el muro posterior, y á veces una parte ó el todo de los dos laterales, de manera que, cerrado lo restante con obra de fábrica, quedaba el edificio completo. El aspecto de algunas es hoy el mismo que presentaría una vivienda en que se vieran solamente los tres muros interiores sin fachada, como si por algún accidente la techumbre y los pisos hubieran venido al suelo.

Estas eran ya viviendas más lujosas que las primeras, pues se ven en muchas de ellas aún los cimientos de la fachada formados por grandes piedras sillares perfectamente labradas. En una descubierta   —459→   hace dos años había un pavimento de grandes baldosas de mármol de color de ocre, pulimentadas por la parte superior, y las paredes estaban revestidas de una capa de yeso con pinturas de adorno y figura, restos que se ven aún entre los escombros, pero reducidos á pequeños fragmentos, porque el labrador que la descubrió lo deshizo todo, en despecho de no haber encontrado una olla de dinero ó algún objeto de plata ú oro.

En el fondo de algunas de estas construcciones hay al nivel del suelo una pequeña cueva de 4 m. de anchura y 2 de profundidad con 1m,50 de altura.

Las dimensiones de estas obras varían considerablemente así como también varían la magnitud de los agujeros, siendo los mayores de forma cuadrada de 0m,40 de lado por 0m,27 de profundidad. Otros agujeros grandes, que tienen la forma de hornacinas, miden 0m,68 de altura, 0m,30 de anchura y 0m,23 de profundidad. Los pequeños tienen de altura 0m,10, de anchura 0m,08 y de profundidad 0m,10. La distancia de estos agujeros pequeños dentro de cada línea es de 0m,32, y la de una línea á otra de 0m,48.

Que las dimensiones varíen tiene fácil explicación por la configuración de la roca, diferente en cada punto; pero la variedad de los agujeros en anchura, profundidad, distancia de unos á otros, espesor de las líneas y multitud de ellos en algunas, es lo que hace dudar y pone en confusión á cualquiera. La mayor parte parecen haber sido viviendas, porque los mechinales están á las distancias convenientes para la colocación de los tirantes y de los pisos, sin que sea obstáculo para ello su poca elevación sobre el suelo, porque este se halla cubierto por los escombros en más de un metro, como se comprueba buscando los cimientos; pero en cuanto á las que están salpicadas de agujeros, es difícil adivinar cuál pudiera ser su destino. Algunos creen que todas fueron columbarios para la colocación de los vasos cinerarios; pero esto no es creible, porque entonces sería necesario suponer que toda la falda del cerro había sido una vasta necrópolis, sin contar con que los enterramientos se encuentran en otra parte, como más adelante veremos. Sospecho que estas construcciones con suelos horizontales á poca distancia unos de otros, que no podían ser viviendas, fueron depósitos de frutos secos, levantados en alto para preservarlos   —460→   de la humedad, como los horrea sublimia de los latinos.

Los silos.-Diferentes en un todo de las anteriores son otras construcciones hechas también sobre la piedra, y que para no confundirla con aquellas designamos como silos, y están en aquel punto en que termina la falda del cerro y comienza lo llano del valle. Represéntalas en planta la figura adjunta:

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El número 1 es una pieza rectangular de 6 m. de longitud por 4 de anchura, cuyas paredes interiores miden 1 m. de altura en los ángulos a y b y van disminuyendo hasta terminar en 0 en los c y d. El 4 y el 5 son dos escalinatas por las cuales se desciende á las piezas 2 y 3 que están 1 m. y 1m,50 más bajas que la anterior respectivamente. Los números 7 y 9 señalan las entradas de estas dos piezas á las que conduce la escalinata núm. 4, y el núm. 10 es otra segunda entrada de la pieza núm. 3 á que conduce la escalinata núm. 5. El número 6 es un pasillo ó descanso en   —461→   que termina la escalinata núm. 4, desde el cual se entra á piso llano en la pieza núm. 3 por la puerta número 9, á diferencia de la entrada de la pieza núm. 2, que está en la misma pendiente de la escalinata. La pieza número 3 y la escalinata núm. 5 están cubiertas con la misma roca y la pieza además abierta por el costado O. que es por donde recibe más luz. Por último, todas las piezas están á nivel del suelo por la parte del N. y del E., puntos por donde se llega al borde de sus muros interiores á pie llano; mas por la parte del O. y del S. la elevación de los pisos más bajos llega á 2 y 3 m. sobre el terreno.

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La figura anterior es la planta de una pieza cubierta y cerrada por todos sus lados menos por el de la entrada (núm. 1), que tiene la forma de arco muy rebajado. Su suelo está al nivel del terreno pero libre de la humedad por la fácil salida que tendrían las aguas aunque la roca no fuera impermeable. En el fondo (número 2) se prolonga la pieza en forma de galería baja hasta más de 2 m. en que se halla obstruída por un hundimiento reciente del terreno. Conócese esto en que por fuera se ve la depresión correspondiente agrietada y en ella nacida la planta del trigo sembrado en el otoño inmediato, cuando el terreno estaba llano, y por lo tanto, antes del hundimiento. Los números 3, 4, 5 y 6,   —462→   son unas hornacinas que miden 0m,70 de anchura por 0m,95 de altura y 0m,40 de profundidad.

Qué puedan haber sido estas dos construcciones no es fácil determinarlo, por más que provisionalmente las hayamos clasificado como graneros ó silos. Lo mismo pudieran ser viviendas humanas y tal vez la segunda un enterramiento por la galería del fondo y las cuatro hornacinas, pero como según queda dicho los enterramientos se ven más señaladamente en otro punto distante, preciso será dejar la cuestion para quien más sepa. Como conjetura solo nos atrevemos á indicar que serían depósitos de caldos, como vinos ó aceites, que hay que mantener frescos para que duren.

El Coliseo.-Ya en el fondo del valle debieron construirse los edificios propiamente dichos de la Termancia del imperio, los cuales han desaparecido por completo quedando solamente los cimientos de algunos bajo el subsuelo de las tierras de labor, de manera que á no hacer grandes excavaciones, no podría determinarse hasta dónde se extendía la población. Sin embargo, no cabe duda que esta debía ocupar un grande espacio, porque á unos 100 m. de la ladera se alzan las ruinas de un edificio que revela la importancia que debió alcanzar esta ciudad y su estado floreciente en algún tiempo. Mirada por la parte interior, se divisan en segundo término las frondosas arboledas que crecen en las márgenes del río Manzanares y la Sierra Pelada con los cerros Bordega, Mata de Pedro y Mirón; visto por fuera se destacan sus ruinas sobre la ladera del cerro de Termancia y aparecen otra vez las cortaduras de la roca y las construcciones extrañas hechas á pico, de que se habló antes.

Por lo que á la vista aparece, este edificio público debió ser, en pequeño, un anfiteatro, aunque hay para ello la dificultad de que cavando un poco, se ve que el pavimento está cubierto de mosáico. Los trozos de muros venidos al suelo y el mogote que queda en pie marcan la figura oval del edificio y la construcción en arcos continuados abiertos de estos muros. En las excavaciones hechas este invierno se han descubierto, encima del mosáico que forma el pavimento, muchas piedras sillares, de las que no se puede asegurar si estarán puestas allí desde un principio ó serán   —463→   caídas de las paredes; pero lo primero es más probable, porque las que se ven están perfectamente alineadas, horizontales y unidas. Si se hicieran algunas excavaciones, podría salirse de la duda y averiguar el verdadero destino del edificio, porque de las hechas hasta ahora se deduce que el pavimento y los muros hasta un metro de altura deben estar intactos. Su figura es, como se ha dicho, oval, y el diámetro mayor, medido interiormente, llega á 45 m. Tal vez se construyera la obra como verdadero anfiteatro, y vista la facilidad de cubrirlo por su pequeño diámetro interior, se dedicara más tarde á otro uso que exigiera un suelo firme y limpio, por ejemplo, un Odeum destinado á asambleas judiciales.

No lejos de estas ruinas, y en dirección á ellas, viene á salir por la parte del NO. la galería ó acueducto de que en otro párrafo se habló, que se juzgaba con fundamento haber sido construído para abastecer la población con las aguas del río Pedro. Si la Termancia del imperio se extendía, como parece, por todo el llano del valle, desde aquí podían correr las aguas en todas direcciones, y la población estar surtida de este artículo de primera necesidad, lo mismo que hoy lo están nuestras capitales.

La fortaleza.-Otra vez en la falda del cerro, y donde este da vuelta para mirar al Saliente, se ve en pie una gran parte de lo que debió ser la fortaleza de Termancia. Sus restos son dos muros que, formando ángulo recto, se levantan en su arista á la altura de 5 m. sobre la mitad de la ladera, y van á terminar casi á nivel del suelo en la cima del cerro. Su espesor es de 2 m., y su construcción de cal y canto, con la particularidad de que el relleno entre los dos paramentos del muro no es de hormigón menudo como en otras murallas, sino de mampuestos, tan grandes algunos como los del revestimiento. En el centro del lienzo que mira al E. hay, al nivel del suelo, un pequeño boquete, como si por aquella parte se hubiera empezado á desmontar intencionadamente la muralla, y encima de este boquete otro muy parecido. Por ellos se penetra en dos galerías colocadas una encima de la otra, las cuales siguen los contornos interiores del muro. Explorando con una luz la galería inferior, que es la más practicable, se recorren á pie llano unos 60 m., más allá de los cuales   —464→   no se puede pasar, porque la luz se apaga y la respiración se hace difícil, no porque la galería llegue aun á su fin. Las dos galerías están revestidas, como la muralla, de cal y canto, con sus techumbres abovedada la una y de losas planas la otra. Compréndese, por fin, que estas daban completa vuelta á los cuatro lados de la fortaleza, cuya figura era un cuadrado de 40 m. de lado.

Los enterramientos.-Descendiendo de la falda, ó más bien caminando hacia el E., porque la pendiente es cada vez más suave, se llega á los 200 metros á la ermita de Nuestra Señora, y otros 150 más allá al verdadero sitio de los enterramientos. De sepulcros están todos aquellos alrededores llenos, encontrándose á cada paso de uno en uno, de dos en dos y hasta de cuatro en cuatro, según lo permiten la extensión y configuración de los bancos de piedra en que están abiertos. Unos son de 6 piés de longitud como para personas mayores, y otros más pequeños como para niños.

En el corte vertical de otro banco de roca más alto, hay unas excavaciones hechas á distancias iguales de 0m,69 de distancia entre sí, y 1m,22 de altura sobre el suelo. La altura de los huecos es de 1m,45, la anchura de 0m,38 y la profundidad de 0m,25. Por la parte superior están todos abiertos y se enlazan unos con otros, quedando, por lo tanto, salientes los intermedios. En otro banco semejante los huecos varían un poco en dimensiones, por estar acomodados sin duda á la configuración de la roca. La altura es en unos de 1m,84, la anchura 0m,30 y la profundidad 0m,30; al paso que en otros las dimensiones son 1m,50, 0m,30 y 0m,35 respectivamente.

Volviendo á los sepulcros, obsérvase que todos están sin cubierta y rellenos de tierra, pero vacíos de restos humanos; mas lo que principalmente llama la atención es su poca profundidad, la cual no excede de 15 á 20 cm. Esto no se explica sino suponiendo que los cadáveres, una vez colocados en aquellas especies de cajas de piedra, se cubrían con tapas de piedra ahuecadas por debajo, y utilizadas después como sillares por los vecinos de los pueblos inmediatos.

La ermita.-Hechas todas las observaciones que preceden, fijé   —465→   mi atención en la ermita de Nuestra Señora de Tiermes, por ver si de su examen podía conseguir más luz sobre el asunto. El templo es del siglo XIII, con el ábside abovedado; pero sin más techumbre que la teja vana en lo restante. La portada es también característica de esta época, con sus arcos de medio punto concéntricos y las columnas embebidas muy bajas, con preciosos capiteles y sin pedestales. Para llegar al pavimento hay que descender del umbral tres escalones, y á la parte de afuera se ostenta un precioso pórtico.

Los antecedentes que hay sobre este santuario son que en algún tiempo tuvo pila bautismal, hasta que despoblado el lugar, que tal vez existiera durante toda la Edad Media, sus términos se agregaron al distrito municipal de Montejo de Liceras y la feligresía á la parroquia de Manzanares, quedando como recuerdo en pie la iglesia, que desde entonces descendió á la categoría de ermita. El día 15 de Mayo se celebra todos los años en ella una función religiosa, á la cual asisten en romería gran número de personas de los pueblos inmediatos. Lo espacioso del templo y la magnificencia del pórtico revelan que este pueblo fué de alguna importancia, y no lejos de allí se han visto descubiertos por las aguas algunos enterramientos que no deben confundirse con los de Termancia por el estado de conservación de sus restos, los cuales atestiguan la verdad de esta memoria.

En lo interior del referido pórtico, y sobre el arco central, hay una hornacina con tres estatuas sin cabeza, perfectamente talladas, con unos pergaminos pendientes de las manos que tienen grabadas leyendas cristianas. Una de ellas dice: Date et dabitur vobis; y otra, después de la inscripción, tiene esculpida la cifra MCCXX, fecha, á no dudarlo, del año en que se construyó el pórtico.

Ninguna luz pues da, propiamente hablando, para el estudio de las ruinas de Termancia el examen de la ermita de Nuestra Señora de Tiermes, como no sea la memoria que de la existencia de esta antigua ciudad nos conserva su nombre.

Antigüedades diversas.-Dada una idea general de la topografía del sitio y de las ruinas de Termancia, digamos algo de sus antigüedades, propiamente dichas, ó sean las monedas, lápidas   —466→   sepulcrales, inscripciones y demás objetos pequeños encontrados entre sus escombros.

Hasta hace pocos años apenas se tenía más noticia de estas ruinas que las que dió Ambrosio de Morales, ni nadie hacía caso de las monedas y piedras grabadas que con frecuencia se encontraban, como no fueran algunos aficionados de la inmediata villa del Burgo de Osma, que recogían estos objetos, ya para utilizarlos como piezas de algún aderezo, ya para enriquecer sus particulares colecciones. Mas despertada la afición á las antigüedades, un mercader ambulante del inmediato pueblo de La Morcuera dió en recoger cuantos objetos se le presentaban á mano y llevarlos á un anticuario de Segovia, á quien se los vendía con alguna ganancia. Un día un labrador, al remover una piedra en que tropezó su arado, halló debajo de ella dos pateras de plata que pesaban entrambas muy cerca de un kilogramo, y el comerciante dió por ellas lo que valían en peso. Cundió luego la voz de que el anticuario de Segovia había ganado en ellas 6.000 rs., y desde aquel momento todos los labradores dieron en guardar cuanto encontraban por si el comerciante les ofrecía algún dinero.

Las pateras eran, al decir de los que las tuvieron en sus manos, objetos de algún mérito, de figura de conos truncados, y en sus asas ó mangos había unos bajos relieves en que se representaban, á contar desde el punto de unión con las piezas, las figuras siguientes, iguales en ambas: Primeramente, una cara mofletuda, coronada de pámpanos; luego, un carro triunfal cuyas ruedas no se alcanzaban á ver; en medio de este carro se alzaba una figura, que parecía ser la de un sátiro; por debajo del carro, una figura humana, de cuya frente salía un cuerno de macho cabrío; después un animal pequeño, semejante á una cabra recostada sobre una parra, y por último, una figura semejante á la primera; todo ello propio de un triunfo de Baco.

Con el hallazgo de las pateras renació la creencia de que en las ruinas de Termancia había enterrados grandes tesoros, y, por si era ó no verdad, los vecinos de Berlanga, de que ya en otro lugar queda hecha mención, á la vez que buscaban por aquellas inmediaciones el filón de una mina de plata, emprendieron la exploración de la gran galería, según queda dicho, obra que abandonaron   —467→   en el momento en que se convencieron de que aquello era un acueducto que de ningún modo conducía á la supuesta plaza de armas ni á los soñados tesoros. Otros vecinos del pueblo de Sotillos, dueños de las tierras de labor asentadas en el cerro, emprendieron también la rebusca de objetos con tan buena suerte, que al poco tiempo encontraron 108 monedas, de las cuales 11 eran de oro y las restantes de plata. Despertóse con esto de tal modo la codicia de los naturales, que todos, hasta el viejo santero de Nuestra Señora de Tiermes, se dieron á arañar la tierra sin dejar un palmo. Otro nuevo hallazgo alentó más y más en su afán de cavar á los pobres labriegos, y fué el de 11 anillos de oro, de los cuales algunos tenían engastadas preciosas piedras grabadas. Pero en esto se acabaron todos los tesoros, porque en adelante ya no se encontraron más que pedazos de hierro oxidado, fragmentos de ladrillo y de teja, pesas y vasos de barro rotos.

Fortuna ha sido que estos labradores, atentos nada más que á buscar las monedas y los objetos de plata ú oro, faltos de inteligencia y de fuerzas, no hayan tenido constancia para continuar las excavaciones ni para remover las grandes piedras sillares que á cada paso se encuentran, porque así permanecerán enterrados y se conservarán intactos, hasta que vengan otros tiempos mejores, los pavimentos y cimientos de muchos edificios que, como el Coliseo, se estimarán en más que las pateras y monedas. De otro modo, este invierno pasado hubieran acabado para siempre las ruinas de Termancia, porque aquellas buenas gentes no dejaban piedra sobre piedra y destruían todo cuanto encontraban á su paso, como no fuera un objeto de plata ú oro.

Las monedas que logré tener en mis manos, sacando de las mejor conservadas fieles calcos de plomo, todas eran romanas, de la época del imperio, y no tienen más significación que la de confirmar la existencia de la Termancia romana.

Los anillos eran más raros, sobre todo dos de ellos, en cuyas piedras se veían grabadas dos significativas leyendas. La del uno decía así: Palma tua est, y tenía al principio una figura parecida, aunque imperfecta, á una palma ó candelabro. La leyenda del segundo estaba cifrada y dispuestas las letras así: imagen   —468→   lo que podía interpretarse: Beata sis. Ambas leyendas parecen cristianas, y prolongan mucho la existencia de nuestra ciudad. Todas las demás antigüedades descubiertas carecen de importancia, como no sea una lápida sepulcral, de la que trataremos en sección aparte.

La inscripción de Carrascosa.-En efecto, más interés que todas las antigüedades anteriormente descritas ofrecía y aun ofrece una lápida sepulcral con inscripción que encontró un vecino de Carrascosa abriendo una cantera y colocó en la fachada de su casa.

Se colocó la piedra dividida en dos pedazos de alto á bajo. El de la inscripción sirve de dintel en una de las ventanas, y el de la flor que adornaba la lápida por la cara opuesta á la inscripción está colocado al lado de la puerta á manera de escudo nobiliario. Los trozos de la piedra son iguales y corresponden uno á otro por sus caras posteriores, que son las de la sección, aunque á la vista no parecen tales por efecto de la perspectiva.

Antes de colocar la piedra en la pared como hoy se ve, el ilustrado párroco de Montejo y el maestro de niños de Carrascosa tuvieron la previsión de copiar como pudieron la inscripción dibujando fielmente las letras, pero sin distinción de renglones, por lo cual la interpretación era más difícil. Sin embargo, esta copia fué de la mayor oportunidad, y gracias á ella puede restaurarse la inscripción, porque los albañiles, al colocar la piedra por dintel, como les viniera ancha y no quedara espacio suficiente, después de presentada, para la ventana de encima, quitaron á golpe de martillo toda una cenefa con las tres primeras letras de cada renglón, además de una saltadura que hay en el tercero y que ya aparece en la copia antes dicha.

La inscripción restaurada dice así:

  —469→  

imagen

Que quiere decir:

Á Lucio Pompeyo Plácido Agilión, de la tribu Galeria, de 19 años. Pompeyo Cántabro y Emilia Nape lo hicieron para su hijo piadosísimo y para sí mismos.



El sobrenombre de Agilión es conocido en la epigrafía española, lo mismo que el de Pompeyo Cántabro. El de Nape es griego y significa valle silvoso.

Un trozo de inscripción, que pudo tener más importancia á hallarse completa, se encontró también en el invierno pasado en una piedra que el gobernador de la provincia recogió en el mes de Junio en un viaje que hizo á la villa del Burgo de Osma, en donde se la presentaron con otros objetos como regalo510.

Lo que de ella se conserva dice:

imagen

que significa:

Á Gneo (ó Gayo) Julio hijo de....
de la tribu........ Pompeyano
Prefecto de la cohorte....
tribuno militar de la legión...
.......................................................



  —470→  

Caracena.- Hechos estos imperfectos estudios, pasé al pueblo de Caracena con el fin de completarlos con el examen de sus antigüedades, por si tenían relación con las de Termancia.

Conocidos son los antecedentes de esta población, en otro tiempo villa con jurisdicción sobre 14 aldeas pertenecientes, con el título de Marquesado, á los duques de Uceda, hoy de los de Rivas. Sus monumentos principales son una de sus dos iglesias, la de Santa María, y el castillo.

La iglesia pertenece al siglo XIII y es de esmerada construcción; pero lo que más llama la atención en ella es el pórtico, parecido al de la ermita de Nuestra Señora de Tiermes, sobre todo en los capiteles de las columnas, cuyos bajos relieves representan los mismos asuntos. Una particularidad más ofrece, sin embargo, el pórtico de la iglesia de Caracena, y es el que las columnas de uno de los pilares del arco central son retorcidas.

El castillo está situado en una espaciosa meseta que domina la población por la parte del O. y se conserva tal como se construyó, sin más deterioros que la falta de techumbres y los derrumbamientos consiguientes á su completo abandono. Los vecinos de Caracena, por tener sin duda á mano abundantes canteras en sitios menos inaccesibles, no han arrancado para sus construcciones más que las piedras sillares de las dos puertas del castillo y reducto, contra lo que suele suceder con obras semejantes, que lentamente se van desmontando para la construcción de nuevos edificios. Lo demás todo se conserva en pie: muros, torre, tambores, almenas y aljibes, como queda dicho. Recorrido en toda su extensión interior y exteriormente no se encuentra ni una fecha, ni una inscripción que revelen, como en Gormaz y en San Esteban de Gormaz, el origen romano de la población ni el moderno del castillo.

Delante de la puerta principal se extiende la mesa llana de la montaña: á la parte del N. se presenta un precipicio al río, desde el cual la altura del castillo aparece inmensa; y por la del S., como por la del E., terminada la llanura, hay una ladera de rápida pendiente faldeada por la muralla, que desciende del castillo hasta llegar á la población, situada sobre el río á la salida del desfiladero del N., que forma el precipicio. En la explanada del E.   —471→   del castillo, destinada á la labor, hay muchos enterramientos en los cuales suelen descubrirse los esqueletos completos con algunas monedas y hierros de lanza con su cubo para acomodarlos en el asta. A la sazón en que yo hice esta visita no había en todo el pueblo ni una de estas monedas ni uno de estos hierros de lanza por donde poder averiguar algo relativo á los enterramientos. Los que todo esto me contaron solamente pudieron añadir una noticia rara, y es que los esqueletos están encajonados de manera que el cráneo de cada uno aparece colocado entre los dos huesos del fémur del otro, lo que indica una gran mortandad en que los cadáveres hubieron de enterrarse de este modo para aprovechar el terreno. Por lo demás, el castillo y la muralla no tienen carácter ninguno de antigüedad clásica.

Soria 25 de Agosto de 1887.

Nicolás Rabal.