Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —163→  

ArribaAbajoII. La costa ilergética y las thermas de Calafell

Celestino Pujol y Camps


Háse sustentado la equivocada opinión de que la áspera sierra conocida con el nombre de Las costas de Garraf, en la provincia de Barcelona, era en lo antiguo la grandiosa barrera que separaba la Cosetania de aquellas otras tierras barcinonenses que poblaron los laletanos. Así lo discurrieron algunos escritores, quienes fiando tan solo en los accidentes del terreno, consideraron límite apropiado para dos pueblos lo abrupto de aquellas montañas, que forman una costa aridísima en muchos puntos, acantilada en los más y peligrosa en todos para el navegante. Pero los que suscriben á semejante dictamen, dejan de tener en cuenta que no es la naturaleza la que cuida de fijarlos linderos políticos, pues estos han dependido siempre de la voluntad de los hombres, fundando sus razones en el poderío victorioso de las armas. Las costas de Garraf no fueron la línea divisoria entre cosetanos y laletanos, y así lo prueban con toda evidencia los irrecusables testimonios de los antiguos geógrafos. Plinio fija el término de la Laletania en el Rubricatus, dando por límite septentrional de la Cosetania el río Majus (Gayá)157, en cuya derecha orilla sitúa el español Mela á Tolobis, citando en la margen opuesta á la ciudad de Subur. Hé aquí el texto del geógrafo: «Desde las Scalas Hanibalis (Colinas de Torroella de Montgri) hasta Tarraco, se encuentran las pequeñas ciudades Blanda (Blanes), Iluro (Mataró), Betulo (Badalona), Barcino (Barcelona), Subur (?), Tolobi (?); y los pequeños ríos, á saber: el Betulo (Besós) y en la playa barcinonense, junto al Mons Jovis (Monjuich), el Rubricatus (Llobregat), y entre Subur y Tolobis el Majus (Gayá)158.

Terminando, pues, la tierra cosetana en el río Majus y comenzando   —164→   la laletania en el Rubricatus, se extiende entre ambas vías fluviales una dilatada costa que contiene las ensenadas de San Salvador, Calafell, Cubellas, Villanueva y Geltrú y Sitges, embellecidas con fértiles llanuras regadas por torrentes y riachuelos, á las que sirven de marco occidental, una escalonada serie de colinas seguidas de otras llanuras no menos feraces, que hoy se denominan Llano del Panadés. Esta gran extensión de zona marítima, presidida por Subur, fué en lo antiguo poblada de gente ilergete, y no debo afanarme en justificar tal afirmación, cuando la Academia ha oído dilucidar este tenía con buen acopio de textos y otras razones concienzudamente concertadas159.

Esta pintoresca costa es la que hice objeto de mis exploraciones al acudir al desenterramiento de las ruinas que se descubrían en Calafell. Ofrecí á la Academia dar cuenta del hallazgo, y he tardado en cumplir la oferta, esperando hasta ahora, que, mal de mi grado, ya convencido estoy de que las plantaciones agrícolas han de impedir durante mucho tiempo la prosecución de aquellas excavaciones. Resuélvome, pues, á presentar el plano de lo descubierto, acompañándolo con los datos que junté en mi excursión arqueológica.

No era creible que la marina ilergética estuviera en lo antiguo despoblada. Del dominio era de un pueblo de los de mayor preponderancia de la España cisibérica, y comenzaba su costa, vecina á la famosa Cosse-Tarraco, población que desde el primer César venía acreciendo en la importancia que arrebataba á Emporión.

Pero no están los textos huérfanos de otras comprobaciones cuando señalan población en la costa de los ilergetes. Si ellos nos dan noticia de Subur, el reconocimiento del terreno muestra después de tantos siglos de una manera evidente al arqueólogo, que en aquella comarca existieron muchas y muy notables construcciones. Del Llobregat al Gayá se encuentran restos que lo manifiestan, y como quiera que entiendo es tarea utilísima coleccionar estas noticias, voy á enumerar las que apunté en mi cartera.

Viajando de Norte á Sur, y después de traspuestas las costas   —165→   de Garraf, no he sabido encontrar huellas romanas en la ensenada de Sitges, población que no sustituye á la perdida Subur como lo creen muy equivocadamente sus moradores, dando sobrada elasticidad á la relación que escribió Mela. Las antiguas ciudades no desaparecieron tan radicalmente que ni tan siquiera hayan dejado esparcidas por el suelo algunas reliquias que pregonen su pasada existencia. Yo no acerté á ver ninguna en Sitges, y en busca de ellas dirigí mis preguntas á los celosos excursionistas de Villanueva, los cuales me aseguraron que en sus exploraciones por las cercanías de aquella villa, nunca habían encontrado restos romanos.

No acontece lo propio en la ensenada subsiguiente de Villanueva y Geltrú. Esta populosa ciudad se levanta en una ondulada llanura, vigilada por una serie de atalayas árabes, que descollando la primera en las rocas de San Gervasio160 azotadas por el mar, se corresponde con la curiosísima torre de San Juan, situada en el llano, y ésta, con otra que descuella encumbrada en la cima del Monte de las Aguilas, desde cuyo punto domina la vista la fortaleza romana de San Miguel de Olérdula, sitio famoso por su murallón y sus silos y sus sepulturas cristianas abiertas en la peña, las cuales son muy conocidas por haberse dado á la estampa clasificadas de obra ibérica.

Antiquísimas son las huellas que de su estancia ha dejado el hombre en el territorio de Villanueva. Debido al celo del distinguido historiógrafo Sr. Corolen, conoce la Academia los hallazgos de la estación prehistórica de la Masía Nova161, sin que nuevas fortunas me permitan añadir otras noticias á las relacionadas por mi querido compañero. La remoción de tierras no ha proseguido, y el yacimiento prehistórico debe quedar enterrado aún en su mayor parte, ya que lo descubierto se reduce á lo poco que   —166→   dió de sí una trinchera abierta para la extracción de arcilla. Los cráneos, las hachas de pulimentada diorita y las cuentas de piedra desensartadas de algún adorno, hallados en la Masía Nova, no se han perdido para el estudio: recogido todo con laudable afán por el ilustre P. D. Eduardo Llanas, hoy forma una notable instalación en la Biblioteca-Museo que la patriótica munificencia del Sr. Balaguer ha dotado á Villanueva y Geltrú.

La época latina ha dejado tangibles recuerdos en la ensenada de Villanueva. Siguiendo la costa en ruta hacia el Sur, después de dicha población encuentra el arqueólogo un extenso cuanto inexplorado despoblado arqueológico, sito cuesta abajo hasta la playa, del collado conocido con el nombre de Aldarró, cuya base oriental cortan paralelamente al mar, el ferrocarril directo de Barcelona á Madrid y el antiguo camino que de Villanueva dirige á la ermita de San Gervasio, edificada en una altura que avanza sobre las olas. La explanación de la vía férrea en nada ha ayudado al desentierro, pues la vía atraviesa aquel sitio en terraplen. Mejor servicio ha prestado á la arqueología la acción pertinaz de las aguas pluviales en sus arrastres: convirtiendo en una hondonada el camino de San Gervasio, déjase ver en el corte de los taludes la altura de las tierras que sepultan algunos pavimentos de la oppida.

El suelo del Aldarró lo escalonan bancales de todas cabidas, cercados de paredes á piedra seca y donde florece la viña profundamente cultivada. En ellas, y entre el viñedo, por doquier asoman despojos de época romana: ladrillos, cascotes de argamasa, pedazos de tégulas y ánforas, casquillos innumerables de vasos de todo género, vidrios, estucos pintados, monedas y piedrecillas desprendidas de los mosáicos. Escasas construcciones quedan en pié: en las paredes del camino de San Gervasio se ven las ruinas de dos grandes hornos y un pavimento de hormigón de 9,40 metros largo y grueso 0,65, que sirve de base á la pared de un bancal, cuya tierra, sobre el suelo edificado, mide un espesor de 1,85 metros. Los hallazgos acaecidos modernamente revelan construcciones de valía. El Sr. Corolen se hace eco en su citado informe de alguno de estos encuentros. En la viña propiedad de mi buen amigo D. Francisco Ferrer, desenterráronse, amen de un   —167→   gran número de ladrillos que hoy forman pared en una de sus quintas, un capitel corintio (0,52 metros de altura), de bella traza en sus acanthos y fragmentos de otro semejante y la base de una columna. Todo ello ha sido donado por el ilustrado propietario á la Biblioteca Balaguer.

No es posible determinar la clase del edificio de que formaron parte dichos objetos, sin que precedan serias excavaciones; pues de primera intención fuera aventurado relacionar los capiteles con la inscripción de Cayo Clodio Aemiliano, núm. 4444 de Hübner, que recogida en el Aldarró, fué empotrada en la puerta de entrada de la ermita de San Gervasio, donde la he leído, y dice sí:

EX VOTO
C · CLODIVS
AEMILIANVS

Otro encuentro proporcionó el despoblado del Aldarró ó de San Gervasio. Durante la pasada guerra civil, unos jornaleros al abrir un pozo provisional, extrajeron un hombre de piedra (así lo denominan), y no dando importancia ninguna al hallazgo, dieron en mal hora con la escultura en el hoyo al cegar la excavación. Cuando el Sr. Ferrer se enteró de lo ocurrido, en vano se valió de los trabajadores para que le señalaran el punto del enterramiento; las tierras habían vuelto á amasarse y desorientados aquellos, no acertaron con el lugar preciso de la obra.

Hasta aquí cuanto he visto y las noticias que he podido recoger en la ensenada de Villanueva. Después de ella, nos ofrece su costa la dilatada playa de Cubellas, en cuya población se conserva un solado de argamasa de fábrica romana, junto á la iglesia. En un viejo camino, se ven también algunos pedazos de cerámica; pero donde aparecen estos en abundancia, es cuando descendiendo de la colina llegamos á la ensenada de Calafell.

Un millar de metros próximamente mide su arenosa y tranquila playa, haciéndola más deleitable una fértil llanura circuida de pintorescas colinas, que la abrigan de los vientos de tierra. En el centro de este marco y en la cima de una de sus primeras lomas, está sentado el pueblo de Calafell, con sus calles empinadas   —168→   que suben á buscar la cumbre de la peña, donde aún quedan en pié los carcomidos y recios paredones de una fortificación de los tiempos medios. No sufrieron los latinos la incesante piratería que volvía medrosas nuestras costas de Levante en la Edad Moderna: el rigor de las guerras púnicas y civiles, nunca fué tan traidor, ni tan inopinado, como pesó después el pillaje berberisco, llevando á Calafell, al igual de los demás pueblos costaneros, á buscar amparo en una eminencia. Durante la época romana la oppida estaba en el llano, adelantándose confiadamente hasta tocar la playa, y sólo pues en la llanura se encuentran los despojos de aquella, de los que luego haré especial referencia al reseñar sus thermas.

A la playa de Calafell sigue la de San Salvador, donde aparece también el terreno sembrado de multitud de argamasones, ladrillos, tégulas y pedazos de vasijas, algunas de las cuales, por haber salido enteras, hallaron ávido comprador en Tarragona. Há poco tiempo, descubriéronse las ruinas de un horno y una extensa tubería cerámica, que como era de pensar, fué destruída, en cumplimiento de la acción incesante y demoledora que ejercen las edades sobre los recuerdos del pasado. Con la mejor voluntad hubiera abierto en aquellos sitios, por vía de exploración, algunas cavas, ansioso de la luz geográfica que andaba buscando, pero son imposibles las excavaciones en toda aquella marina, donde no hay un palmo de tierra, por ingrata que ella sea, que no la haya ablandado y tornado feraz el sudor con que la riega, á vueltas de un enérgico trabajo, aquella buena y laboriosa gente. Pretender arrancar una sola de sus cepas con las que se hallan tan encariñados, es difícil empresa y aun doblando dádivas, de todo punto inútil.

A la playa de San Salvador, muy semejante á las anteriormente descritas, sigue una costa accidentada hasta la desembocadura del Gayá162.

  —169→  

Volvamos, pues, á Calafell estudiando sus thermas.

En el llano de dicha población, y á unos 200 metros del mar, comienza una buena extensión de tierra, conocida en los antiguos contratos con la significativa denominación de El Vilarench, nombre que parece querer conservar la tradición de una villa que allí hubiese existido. Y en efecto, los cimientos de una oppida romana se encuentran sepultados en aquellos sitios. Huesos de su esqueleto son todos los despojos de que voy á hacer mención.

Proporcionándome vagar sobrado la remoción de tierras que se operaba para poner las thermas al descubierto, estudié minuciosamente el suelo de aquellos viñedos, aprovechando toda ocasión para interrogar á los vecinos del pueblo, acerca de los hallazgos realizados en el Vilarench. Contestes estuvieron los que trabajaron en la plantación de la viña actual, que al abrir las zanjas, tropezaban en muchos puntos con durísimos cimientos que tenían que romper, cambiando la azada por el pico y siéndoles además preciso limpiar continuamente la tierra, de cascotes, ladrillos y pedazos de cacharros. Avanzando en mis investigaciones, me confiaron que durante su faena, apareció contiguo á un muro un depósito de tinajas profundamente enterradas, las cuales dejaron parte en su sitio á fin de ahorrarse trabajo en su extracción, rompieron otras, y salvóse una, por haber cargado con ella uno de los jornaleros llevándosela á la bodega de su casa para envasar aceite. Efectivamente, es un dolium sólidamente construído á mano, de 1,20 metros de altura y 1,92 en su mayor diámetro, y amasado con mezcla roja (vasa rubrorum). Cambiada la vasija a su propietario por otra moderna, figura hoy en el Museo Balaguer. Con mi infatigable compañero de excursiones D. Antonio de Samá, recogimos también algunas piezas cerámicas procedentes de una tubería emplazada junto á la playa. Mas lo que desdichadamente no pude siquiera ver, fueron unos pedazos de mármol con letras, que hallados en el Vilarench, corrieron de mano en mano, hasta parar en las del alcalde Sr. Romeu, quien guardó largo tiempo los fragmentos de la lápida y apoderándose de ellos los muchachos para emplearlos en sus travesuras, Dios sabe donde los perdieron, ya que no pude averiguarlo, á pesar de reiteradas pesquisas.

  —170→  

En el extremo Noroeste de Vilarench, descubriéronse las thermas. Impedía la labor agrícola un obstáculo que creyeron roca y resueltos á destruirla, fué forzoso practicar una amplia excavación que puso á la luz el pavimento A' del plano. Enterado D. Eduardo Llanas de lo que ocurría, trasladose á Calafell y logró que se desenterrase gran parte del edificio que clasificó de thermas romanas, sospechando si pudieran formar parte de la mansión Stabulum Novum, ya que de Barcelona á Calafell, convienen las distancias miliarias que fija el Itinerario.

Sin negar que los latinos tuvieran caminos para unir las poblaciones costaneras y quizá alguno de ellos sean los que se conservan en la actualidad, no puedo seguir á mi ilustre amigo en su conjetura, que contradice todo lo que se tiene por exacto relativamente al trazado de la vía imperial por las provincias de Barcelona y Tarragona, y no la apoyan por otro lado, señales evidentes del paso de dicha vía en los términos de Callafell, Cunit, Cubellas, Villanueva, Sitjes, y por los agrestes vericuetos de las costas de Garraf.

Las thermas se hallaban al descubierto cuando llegué á Calafell, y no estando bien determinados sus límites, reanudáronse las excavaciones, llevándose hasta donde lo permitieron la viña colindante y el hacinamiento de tierras que rodeaban el edificio por su parte Nordeste. ¿Pero es el establecimiento balneario de Calafell una de esas lujosas construcciones que nos recuerdan la civilización latina?

La Roma republicana se bañaba en el Tiber: después, en modestas piscinas (lavatrina), que sustituyeron los Césares por edificios suntuosísimos, que pedían al arte musivo su esplendidez, á la escultura sus más admirables concepciones, y al pórfido, que se prestara á ser material vulgar para tan grandes obras. Estas épocas han legado á nuestro siglo las imponentes ruinas que aún pregonan los nombres de Neron, Tito, Trajano, Commodo, Caracalla, Alejandro Severo, Philippo, Diocleciano y Constantino, enriqueciendo los primeros museos escultóricos del mundo, con obras que se llaman el Torso del Belvedere, la Flora, la Venus Calipyge, el Toro Farnesio y con aquellas magníficas piscinas de granito rojo oriental y granito de Egipto, que hoy son suntuoso   —171→   ornamento del patio octógono del Belvedere, en el asombroso Museo Vaticano.

A las provincias del gran imperio se propagaban los usos y las costumbres de la metrópoli, donde las thermas, con el foro, los circos y las basílicas, venían á ser los sitios predilectos de la vida pública romana; pero en las poblaciones subalternas del imperio, no pudiendo estas construcciones emular en magnificencia á las de Roma, aparecen con modestia proporcionada á la importancia de las ciudades. Las pocas ruinas de thermas descubiertas en España, no acusan grandiosidad ninguna, como tampoco podemos apreciarla holgadamente en las desenterradas en las Gallias, donde quizá los baños más notables, entre los varios que se han publicado, son los de Verdes (Loir et-Cher), Landunum (Cote-d'or) y Alonnes cerca de Mans.

Ciñéndome á los de Calafell, la inspección del plano convence desde el momento del lastimoso estado de conservación en que se encuentran aquellas seculares ruinas, justificando el calculado retardo con que de ellas doy cuenta á la Academia. Alentaba con la esperanza que se me ha frustrado, de poder continuarlas excavaciones á fin de obtener la planta completa del edificio. Afortunadamente salvé el plano, escrupulosamente levantado por D. Luís Espoy y D. Antonio de Samá, y en el cual consta cuanto yo ví y que en alguna parte no existe ya, pues todo ha sido terraplenado, descabezándose los macizos que impedían la plantación de la vid.

Las ruinas son harto desmedradas. Su arrasamiento alcanza á tan bajo nivel, que las privó de muchos caracteres. Solo queda el que podemos llamar sub-pavimento y aun este derrumbado en muchos puntos. Si las paredes del plano estuvieran siquiera levantadas algunos centímetros del nivel de los desaparecidos solados, pudiérase conocer la cabida exacta de las habitaciones, sus puertas de ingreso y salida, crujías por las que corrieron columnatas, y macizos que juntaban los tabiques colgados. Hasta los pilares de ladrillos característicos en los hypocaustos, han tenido en parte que ser objeto de restauraciones, pues algunos de aquellos se hallaron derribados y he tenido que reconstruirlos por las huellas que de su asiento dejaron los ladrillos impresas en el suelo.

  —172→  

El edificio es en mi concepto unas thermas romanas, pues reune todos los distintivos de otras construcciones similares que conozco por dibujos, ó he podido estudiar á la vista de los monumentos en la península italiana. Si el nombre de thermas pudiera parecer pretencioso á los que no tengan en cuenta que se trata de baños públicos de una población secundaria de provincia, llámeseles humildemente balineae ó balneae, que á nuestro objeto no importa el nombre.

No se me oculta, sin embargo, que después de los tiempos de Neron, la calefacción por medio de hypocausis existía también en lujosas casas particulares, como por ejemplo, en la descubierta en Tusculum y en la tan celebrada de Diomedes en Pompeya. Pero los que se observan en Calafell, unidos á sus piscinas, á la cañería de desagüe y el estar subordinados los aposentos á usos puramente balnearios, me aconsejan dicha, clasificación, según voy á ensayar demostrarlo, explicando el plano hasta donde me sea posible, pero con todas las reservas necesarias, ya que el asunto es difícil y las más de las veces opinable, dada la mala conservación de las ruinas.

El camino rural marcado en el plano, ha cortado el edificio, desnaturalizando las estancias contiguas á la fachada. Las mejor caracterizadas que se conservan son las siguientes:

La sala A parece ser el apodyterium, pieza destinada á desnudarse y alrededor de cuyas paredes estaban los bancos y los cuelgaropas, que hoy vemos en los baños públicos pompeyanos. El capsarius guardaba las prendas de vestir, vigilando que alguno no se engalanara con las ajenas á su salida del baño. No conozco un solo caso en que el apodyterium deje de estar contiguo á los locales dispuestos para bañarse y no sirvieron para otro objeto, las cellas B, C, D, Ch, de mayores dimensiones esta última, como dispuesta para la inmersión de más de una persona. La cella B, conserva aún su revestimiento de estuco, pero no queda rastro de ninguna de las cañerías que debían surtirlas de agua, y desconociendo el punto de partida de dichos conductos, no es posible determinar si las cellas serían frigidarias ó caldarias, según se llenaron de agua fría ó caliente (labra).

Después del lavatorio, podía pasar el bañista al tepidarium (E   —173→   ó F), aposento cuya atmósfera era tibia, relativamente á la temperatura mas elevada que se sentiría en el departamento G H, (caldarium) por su vecindad al horno (fornacula balnearum) colocado indudablemente en el punto K.

Estas gradaciones de calor, indispensables para tomar un baño a usanza romana, me persuaden, que los cinco departamentos provistos de hypocaustos, por los cuales discurría el calor desarrollado en el horno, formaron tres distintas estancias. Determinados el tepidarium y el caldarium pasaré á la tercera ó sea al

Sudatorium ó sudatio concamerata. En las thermas de Calafell constituía en mi concepto esta pieza, una sala que comprendía desde el hypocausto I á la rotonda J. La igualdad en el grueso de los cimientos permite esta conjetura. Mas para entenderlo así, débese reconstruir imaginativamente lo derruido, levantando los cimientos hasta obtener una rasante por encima del horno (K), y tendremos formado el sudatorio con los componentes siguientes el espacio I es un alveus ó sea baño á alta temperatura, que se obtenía por el hypocausis contiguo a la fornacula (K). La rotonda J era el laconicum, desde donde se difundía el vapor, y entre el alveus y laconicum quedaba espacio para que el bañista pudiera agitarse con los ejercicios que tuviera por á fin de promover la transpiración que debía producírsela abundante el vaporarium del aposento J.

Obtenido el sudor, le era facultativo al bailista entrar en el unctuarium (L M), ó bien regresar al punto de partida, dirigiéndose por el pasillo N al tepidarium F, á fin de evitar un cambio brusco de temperatura, desde donde se devolvía al apodyterium (A) á recoger sus ropas.

Creo inútil advertir, que en el pasadizo N se gozaba de alta temperatura, pues además de los caloríferos que podían estar empotrados en sus paredes, es indudable que por el suelo corrían desde el hipocausto I, los tubos conductores del calor que se dirigían al tepidarioF. Alveo de esta tubería, es la rotura de los cimientos que se marca en el plano en la unión del pasillo y el tepidario (O). Este pasillo proporcionaba en mi concepto otra gran ventaja: el bañista pasando desde el apodyterium (A) al tepidarium F sin necesidad de tener que hacer escala en el   —174→   caldarium (H G), podía á su antojo dirigirse desde luego al sudatorium (de I á J), ó bien renunciando al baño de vapor que en él se tomaba, penetrar en el unctuarium (M L), á llenar su cuerpo de ungüentos y perfumes.

Hecha esta digresión, volvamos al laconicum (J). Gruesos son sus cimientos destinados al asiento de sólidas paredes y recia bóveda, haciéndose insensible un espacio tan sólidamente cerrado á las modificaciones atmosféricas del exterior. Discurro que se iluminaba esta estancia como las demás del sudatorium, con luz cenital, de cuya claraboya eran procedentes sin duda los recios pedazos de talco (lapis specularis) que se encontraron entre las tierras.

El laconicum fué quizá uno de los departamentos que mis interesantes me parecieron entre los del balneario, mereciendo por esta causa más honda excavación. Faltando el pavimento, iba en busca de alguna huella, por insignificante que fuera, que me diese á entender el sistema que en él se empleó para la distribución del vapor. Mis investigaciones se dirigían á buscar algún elemento de estudio para poder explicar quizá aquel aparato valvular que vemos en el laconicum del conocido fresco de las thermas de Tito, y que siempre he considerado distinto, en su manera de funcionar, con otro aparato semejante que más de una vez he manejado en el admirablemente conservado laconicum de los baños públicos de Pompeya. Pero todos mis afanes fueron inútiles. A la mala conservación de las ruinas se agregaba en este sitio el que la tierra había sido muy removida, y todo se encontraba roto y deshecho. Pronto me expliqué la causa de aquel inesperado trastorno, y que he de contar, para destruir las novelas que ha forjado el vulgo. Antes que yo habían excavado y revuelto el fondo del aposento para dar miserable tumba á un cuerpo humano, cuyo esqueleto blanqueó bien pronto entre los escombros. Supongo fuera un muerto en función de guerra. Enterráronle desnudo y aparecía ensortijado, como si quisiera atestiguar la violenta posición en que perdió la vida retorciéndose al dolor de sus heridas. La inhumación no databa de larga fecha y careciendo de interés arqueológico, defraudado en mis esperanzas de estudio, allí volví á dar paz á aquellos huesos en lo profundo del laconicum romano.

  —175→  

La disposición de las piezas destinadas al prolijo baño latino, convencen de que en el punto P estuvo el propnigeum ó proefunium, vestíbulo de la fornacula K, que por medio de tubos esparcía el calor por todos los hypocaustos. Estos se descubrieron en el estado que trasmite el plano, en el que se marcan con pequeños cuadrados los pilares de ladrillos, pudiéndose explicar el observador que estos se hallaron cubiertos por otros ladrillos de gran tamaño, de los que se hallaron ejemplares, y que sentándose de pilar á pilar formaron pavimento.

La situación en que he fijado la fornacula es incuestionable. En su trastornado propnigeum, construído con gruesísimos ladrillos, quedan evidentes señales de las violencias de la combustión.

El espacio Q da ocasión á grandes dudas, pero me inclino á pensar que fué el emplazamiento del vasarium, ó sea el lugar donde se hallaban colocadas las grandes tinajas llenas de agua á distintas temperaturas para los usos del balneario. Así lo apunto con todas las reservas posibles, fundándome en tres observaciones: el sitio es lugar apropiado para contener las vasijas, por su proximidad al horno (K): porque parece ser que en las thermas de Calafell hubo vasarium, á juzgar por el pedazo de una vasija de gran tamaño que se halló entre los escombros: y en tercer lugar, porque arrastra á la conjetura expuesta la contemplación del mencionado fresco de las thermas de Tito, donde el vasarium figura contiguo al laconicum, situación que se observa también en la citada casa descubierta en Tusculum.

El hueco R no se me ocurre que pudiera tener otro destino, dada su estrechez, que el servir de depósito de carbón ó leña, colocados á mano para alimentar el horno.

Los reducidos aposentos L, M, S, T, no ofrecen elementos bastantes para fundar en ellos una clasificación con probabilidades o acierto. Sin embargo, puede creerse que en alguna de las estancias contiguas al laconicum estuvo el unctuarium ó eleothesium, sitio donde los aliptes, empuñando el strigilis, raspaban y alisaban la piel, frotando luego el cuerpo del bañista con ungüentos y perfumes. Estos extremos sibaríticos solo podían permitírselos las personas de holgada posición, y como estas no debían ser muchas en la oppida agrícola de Calafell, quizá esto explique   —176→   el que sean muy reducidos los locales destinados á dichas afeminaciones, tan comunes á la vida muelle y regalona de las grandes ciudades. Hay que advertir además, que las frotaciones con el strigilo solían también tener lugar en el tepidarium después de la salida del baño.

Los departamentos que van señalados en el plano con la letra U no se prestan á ser clasificados, debido al trastorno que han sufrido sus cimientos. El espacio V es lo único que salió bien conservado, no siendo otra cosa que una acequía del establecimiento que facilitaba su desagüe, según da á entender el nivel relativamente bajo en que se halla el cauce respecto á los demás componentes del plano.

Que el edificio estuvo rodeado de paseos y jardines no me cabe la menor duda. La trinchera E' no nos dió cimiento ninguno el desplazamiento de tierras que fué posible operar en los frentes X, á la par que permitieron conocer el exterior del balneario por el lado Sudoeste, proporcionó el hallazgo de la fuente Y con sus paredes revestidas de durísimo estuco hidráulico. La situación de esta obra, aislada por completo de las thermas, no puede tener otro objeto que el embellecimiento de un jardín, lugar de esparcimiento para los bañistas y que podía ser riquísimo en flores, atendida su orientación, que hacía aún más benéfico el suave clima de Calafell, donde sin cultivo descuellan las pitas en forma arborescente á lo largo de la playa.

Regresando ahora al punto de partida y al que hemos llamado frente del edificio, á primera vista se nota que en él son más espaciosos los aposentos. El A' es un gran solado de fuerte hormigón construído con cal, arena y ladrillo picado, formando compacta masa, tendida sobre otro suelo de mampostería. Según las trazas de esta obra y su cuidadosa nivelación debió ser asiento de un mosáico que por desdicha ha desaparecido por entero. En el centro (Z del plano) existe una gran piedra toscamente careada, induciendo á sospechar si pudo ser base de un pedestal epigráfico que sustentara la estatua de algún magnate, ó tal vez de la divinidad á quien estuviera consagrado el edificio.

La B' marca el perímetro de una alberca (cisterna) de 3 metros de profundidad, que sin vacilación agrego al balneario   —177→   pues así lo reclama la dirección de los cimientos cortados que aparecieron en la trinchera C', á las cuales busca para su enlace la gruesa pared D. Además, este depósito no huelga en unas thermas, pues podía surtir de agua el establecimiento, elevándola hasta las cañerías interiores por medio de rueda, hidráulica (rota acuaria), ó con bomba (ctesíbica máquina).

Nada más debo añadir á la descripción de las thermas, pues á buen seguro que dejándome llevar de un buen deseo, he adelantalo demasiadas conjeturas al pretender reconstruir las viejas ruinas. Sálvenme las reservas con que he expuesto mis opiniones. Mas antes de terminar, estoy en la obligación de significar á la Academia el por qué no pude obtener un plano completo del edificio.

Cuando llegué á Calafell, los celosísimos excursionistas villanoveses, presididos por el P. Llanas, habían dirigido extensa excavación, depositando las tierras en el sitio que va rotulado en el plano. Estas formaban un montón enorme, al que ascendían los braceros por una rampa hasta llegar a la meseta, para hacer vertedero de los escombros la parte opuesta á lo excavado. La contemplación de lo descubierto despertó en mí la ambición de averiguar lo que aún ocultaba el suelo, y apoyado entusiastamente por el ilustrado escolapio, y alentados ambos por D. Víctor Balaguer, se organizó sobre el terreno una patriótica suscrición, cuyos resultados permitieron proseguir las exploraciones. Entonces fué cuando se limpiaron por completo de escombros algunos aposentos; reconocióse la acequía V; quedó deslindado definitivamente el frente, S O; encontrándose la fuente del jardín Y; se profundizó el laconicum J; se despejaron los alrededores de la pared D', y no pudiéndose abordar la costosa empresa de llevar á otro sitio el montículo de tierras que he mencionado, se flanqueó con las trincheras C' y E', no resultando inútil esta última, pues certificó de que por su trazado no continuaba la urbanización.

Debajo, pues, de la acumulación de tierras yace desconocida una gran parte del edificio, quizá la más interesante. ¿Habrá en ella otra serie de hypocaustos y piezas aptas para menesteres del balneario, proporcionando á las thermas de la oppida las condiciones   —178→   necesarias para la debida separación de los sexos? No cuentan con esta ventaja varios de los baños públicos que conozco, pero sí la hallamos en otros edificios balnearios de tercer orden, como lo son en Pompeya las termas de Stabies en la esquina de la Strada dell'Abbondanza. ¿Ocurrirá lo mismo en las de Calafell? Aun cuando así lo demuestren futuras excavaciones, no por esto quedará explicado satisfactoriamente el destino de las estancias que he dejado sin clasificar y las que ha truncado la carretera. En todas las thermas que he estudiado no hay aposento ninguno que deje de tener aplicación á las necesidades del bañista, pero en las de Calafell se observa, que los espacios urbanizados que no sirven á usos balnearios, son los más espaciosos, como si el objeto á que estuvieron destinados fuera en el edificio lo principal y un aditamento las thermas.

Esta idea me ha tenido siempre perplejo.

Thermas son lo completamente excavado; pero thermas que forman parte de un edificio no exclusivamente destinado á bañarse ¿Serán pues un gymnasium las ruinas del Vilarench? El gimnasio constituía escuela principalísima de educación de la juventud griega y lo poseían todas las ciudades de la Grecia: las thermas eran una do las dependencias de los gimnasios, y no se puede olvidar que la costa catalana vivió más de dos siglos bajo la influencia fócea. Las costumbres no se borran con la conquista, y un gimnasio construído en la oppida de Calafell durante la época romana, no fuera otra cosa que el reflejo del modo de ser y de vivir que desde antiguo tenía aquella gente costanera.

Detenidos los progresos de la excavacion y maltrechas las ruinas, es inútil aplicar las lecciones de Vitruvio (cap. V. II) en su detenida descripción del gimnasio. Basta con lo apuntado, para que sea un incentivo más á fin de que algún día se prosigan las excavaciones.

Volvamos á las practicadas y concluyo.

Pocos fueron en número y aun en interés los objetos sueltos que se recogieron después de tanta remoción de tierras. Además de los pocos mencionados en el curso de esta relacion, se cuentan los siguientes: un MB. de Trajano con reverso S. P. Q. R. OPTIMO PRINCIPI, núm. 411 del Cohen; una aguja vulgar de hueso   —179→   (acus); los consiguientes pedazos de cascotes, ladrillos y vasijas; muchos de ellos vasa rubrorum, que examinados detenidamente sólo en uno hallé la estampilla O. CAI (Officina CAIus); una base de columna que apareció en el apodyterium y un regular acopio de tubos cerámicos procedentes de la distribución de aguas del balneario. Pero quizá lo más interesante entre lo recogido, fué la colección que se juntó de pedazos de enlucidos, formados con yeso, ladrillo y mármol (opus albarium); muchos de ellos pintados á la encáustica, ó sea con colores mezclados con cera y endurecidos por la acción del fuego. El rojo unido, es el más frecuente; hay también algunas rocas pintadas y un trozo con un pámpano, notable por lo persistente de su tinta verde (aeruca). Estos dibujos acusan la época de decrepitud artística en que se hicieron.

___________

Hé aquí cuanto observé en la costa ilergética y las conjeturas que me sugiere el plano de las thermas calafellenses. Pero antes dejar la pluma debo confesar con entera llaneza, que el objeto principal de mis afanes no quedó logrado. Emprendí el viaje recomendándome el ilustre maestro D. Fidel Fita que procurara fijar puntualmente el sitio dolido se levantó Subur, y no he de buscar rodeos para significar que no sé determinarlo, aun cuando creo haberlo encontrado. Pomponio Mela, sitúa á dicha ciudad á la izquierda del río Majus, y según los datos que encabezan este informa, indubitables entidades de edificación romana existen en San Salvador, Calafell y el Aldarró, próximo á Villanueva. ¿Qué grupo de estas reliquias pertenecen á la Subur del esclarecido autor del Situ orbi? Uno de los tres despoblados indudablemente fué Subur. Es lo único que por ahora puede afirmarse con certeza, a que ni una sola inscripción geográfica ha venido á resolver el problema. Si pudiera probarse que el río Foix163 es el Majus de   —180→   Mela, la solución seria evidente, pues á Tolobis pertenecerían las ruinas de Calafell y á Subur las del Aldarró, ya que dicho río discurre entre estos dos puntos. Pero el Majus es la arteria fluvial que hoy conocemos con el nombre de el Gayá, límite que fué de la Cosetania y término jurisdiccional de la antiquísima Sede tarraconense.

De la ordenada enumeración de Mela, no puede inferirse que Subur florecía precisamente en la margen del Majus: nuestro compatriota dice tan sólo que desde Tarragona al Llobregat se encontraban Tolobis, el Gayá y Subur; vaga determinación, aumenta las dudas, siendo tres los despoblados antiguos que desde el Majus al Rubricatus, pueden con su silencio disputarse un nombre. Sin embargo, como el geógrafo español al recorrer la costa se fija tan sólo en las poblaciones y accidentes más notables, debe deducirse que fué Subur población de alguna importan juicio que vienen á corroborar Plinio y Ptolomeo que citan Subur, pasando en silencio á Tolobis.

Esta reflexión ya nos da un panto de partida, inclinándonos formar el criterio, que el mayor de los tres despoblados fué emplazamiento de la muerta ciudad.

Próximos al Gayá se encuentran los restos romanos de la ensenada de San Salvador; pero mayor número de despojos y el desentierro de las thermas darían la preferencia á Calafell, si no, contáramos con el collado Aldarró. El Vilarench á pesar de sus escombros y su gimnasio ó simplemente balneario, no me inspira la confianza de que los descubrimientos de mañana le concedan el nombre de la antigua ciudad, pues tengo el presentimiento que se hallaba en el Aldarró. La lápida encontrada en este sitio; los dos capiteles corintios que revelan una construcción de valía; la estatua perdida; los hornos que quedan en pié; los pavimentos que asoman debajo de tierra en el hondón que forma el viejo camino de San Gervasio; el ser aquella loma el punto de partida de vetustas atalayas; la extensión que abrazan los campos sembrados de despojos; y aun más que todo, la posición escogida de aquella suave loma bañada por las olas y presidiendo la extensa, llanura de Villanueva, me dijeron siempre durante mis excursiones, que en aquel sitio, en aquel sitio fué donde floreció la ilergética   —181→   Subur y en él, mas que en Calafell, prometen halagüeños resultados las excavaciones.

Cuando mueran las viñas actuales, antes de ser reemplazadas por otras nuevas, los propietarios permitirán excavar sus predios: lo que hoy no sabemos, podrá ser averiguado mañana, y mientras tanto, la fundación de la excelente Biblioteca-Museo Balaguer aviva en la comarca sus cultas inclinaciones y los objetos salvados y recogidos en su sección arqueológica garantizan que no se quebrarán ó sufrirán extravío los que se encuentran de nuevo. Contento quedaré por mi parte, si las noticias y observaciones que he reunido en este informe, pueden servir de punto de partida á otras investigaciones, que sin duda ninguna se efectuarán, para bien de nuestra geografía histórica y aumento de los datos estadísticos de la arqueología española. Lo que los tiempos han destruído, nos toca á nosotros reconstruirlo y á las futuras excavaciones invito á mis ilustrados compañeros de excursiones Sres. D. Eduardo Llanas, D. Francisco Ferrer, D. Antonio de Sama, D. Teodoro Creus y D. Luis de Espoy, pues cuando llegue, ocasión propicia y Dios en mi ayuda, yo no faltaré á la cita.

CELESTINO PUJOL Y CAMPS.

Madrid, 20 de Enero de 1885.

imagen

PLANO DE LAS TERMAS
escavadas en el
VILARENCH termino de CALAFELL
(TARRAGONA)