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ArribaAbajoI. Noticia de la publicación del tomo III de la Bibliotheca Arabico-hispana

Francisco Codera


Hace poco más de un año que fuí comisionado por la Academia, para pasar al Escorial y recibir el códice árabe descrito por Casiri bajo el núm. 1.671, hoy 1.676, códice que S. M. el Rey se servía facilitar á la Academia con objeto de que pudiera continuarse por el que suscribe la publicación de la Bibliotheca Arabico-hispana.

Quizá los Sres. Académicos hayan extrañado el que en tanto tiempo ninguna noticia haya comunicado á la Academia acerca de una publicación, por la cual tanto se ha interesado, y que tanto le debe: no es otra la causa de mi prolongado silencio sino la pequeña variación introducida en el modo de dar á luz la Bibliotheca, pues en vez de publicarla por cuadernos de 136 páginas, me propuse hacerlo por tomos de 408, y como la obra que estoy publicando ha dado para poco más de un tomo de texto, ya me propuse incluirla en un volumen y no molestar la atención de la Academia más que una sola vez, para dar á la misma una ligera idea del contenido de la obra de Adh-Dhabbi, y de todo lo que á la misma se refiere.

Hoy tengo el gusto de manifestar que está impreso todo el texto, faltando sólo la formación de los índices y escribir la introducción, en cuyo trabajo habré de invertir algún tiempo, antes de que pueda ofrecer á la Academia el primer ejemplar de la obra.

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Ante todo, cúmpleme manifestar que la obra de Adh-Dhabbi figura publicada por el que suscribe y por su discípulo D. Julián Ribera; pues habiendo tomado éste una parte tan activa en la publicación, como la tomó ya en los últimos cuadernos de Aben Pascual, no era razonable que figurase como mero auxiliar y que de él se hiciera solo mención en el prólogo: por desgracia, obligaciones de familia le han separado de estas tareas, cuando estaba impresa poco más de la mitad de la obra, cuya ausencia no sólo ha retrasado la publicación, sino que probablemente se hará notar por mayor número de erratas en la parte que no ha visto.

El códice Escurialense, que nos fué facilitado por la benevolencia de S. M. el Rey, contiene la obra de Adh-Dhabbi, titulada El deseo del que busca el conocimiento de la historia de los hombres de Alandalus, obra que se reduce á un Diccionario biográfico de personajes musulmanes españoles, ó que estuvieran en España, parecida en el fondo á la Assilah de ABEN PASCUAL, si bien con notables diferencias en el desarrollo de la misma.

No entraré á dar noticia detallada y en cierto modo estadística, como hice en la obra anteriormente citada, indicando el número de personajes que corresponden á cada población entre las 1.595 biografías que van incluídas en la obra de Adh-Dhabbi; tampoco contaré los que hicieron la peregrinación á la Meca; los que viajaron por Oriente con objeto de oir las lecciones de afamados maestros, ni el número de nuevos escritores españoles que figuran en lo publicado, y no constan en los autores que tengo á mano, principalmente en el Diccionario bibliográfico de Hachi Jalifa, ni indicaré los hechos menos conocidos de nuestra historia, que se citan por incidencia; aunque á mí pudiera ser esto grato, y fácil por tener hechas las papeletas de todas las biografías con indicación de los datos más concretos contenidos en las mismas, creo que debo prescindir de ello, para dar noticia del códice en sí, y de la publicación del mismo.

El códice es un tomo en 4.º de 173 folios, siendo la superficie escrita, ó como si dijéramos, la caja 18,2 cm. x 13,5, con 23 líneas por página: aunque el manuscrito ha sufrido bastante, por fortuna la cuchilla de encuadernadores iliteratos nada ha inutilizado de lo mucho que hay escrito en los grandes márgenes, que   —294→   con buen acuerdo se dejaron al escribir el libro; la superficie total es 25,5 cm. x 20,0.

Si la cuchilla de encuadernadores, y aun la polilla hasta cierto punto, han perdonado al códice Escurialense, no sucede lo mismo con la humedad, que penetrando quizá por la parte superior del lomo, deterioró una buena porción lateral de los 20 primeros folios, 4 ó 6 líneas al fin de los últimos 30 y poco ó mucho al fin también de los demás, de modo que el códice aparece en conjunto en bastante mal estado; así es que, como consta en los papeles de nuestra Academia, cuando á principios de este siglo se quiso hacer tina copia, y por fin se hizo, se decía que no era posible copiarlo.

Antigüedad del códice. No es posible fijar de un modo directo la fecha en que el códice fué copiado; pero creemos no equivocarnos de mucho, atribuyéndole la fecha de mitad del siglo VII de la hegira; pues el carácter de la letra y del papel se parece bastante al del códice de Aben Pascual; por otra parte, el estar copiado, quizá sobre el original, y de todos modos, cotejado con él, con la particularidad de que el original estaba borroso en muchos puntos, hace que, habiendo muerto el autor en 599, no deba suponerse esta copia anterior al año 650: además el hecho de que el códice haya pertenecido, según parece, al distinguido literato Mohammed ben Omar ben Raxid, llamado el Granadino por su estancia en la ciudad del Darro, hace que no pueda ser posterior á fines del siglo VII, hacia cuya época pasó á Espada el citado Mohammed, sin que se tengan noticias concretas de él, según resulta de la obra del Dr. Wustenfeld, Los historiadores árabes y sus obras, núm. 375.

Autoridad del códice. Pudiera el códice Escurialense de Adh Dhabbi considerarse de tanta autoridad, como tendría el autógrafo del autor, si por ventura hubiera llegado hasta nosotros: nuestro códice es verdad que no tiene ni tuvo indicación de la fecha en que se copió, ni de la en que fué cotejado con el autógrafo del autor; pero puede inferirse de las notas marginales que se cotejó escrupulosamente, y que la persona encargada del cotejo tenía conocimientos propios para advertir los errores en que el autor hubiera incurrido: así se ve que muchas veces observa que de letra del autor dice tal cosa, pero que es un error, y que debe   —295→   leerse tal otra: estas notas se refieren principalmente al modo de escribir ciertos nombres propios, -si tal letra debe tener ó no punto; -si cierto nombre debe tener un imagen ó imagen etc., indicaciones que prueban los conocimientos históricos y geográficos de quien ha puesto tales notas: pueden verse entre otras las correspondientes á los folios 14 r., 16 r., 28 v., 49 v., 89 v., 94 v. y 134 r.; en muchos casos, el anotador no corrige, no hace más que llamar la atención del lector hacia ciertos nombres propios ó palabras raras, diciendo imagen ó imagen así de letra del autor ó está bien. Debemos advertir, sin embargo, que esta última nota, que muchas veces hemos omitido, no indica que la palabra á que afecta está bien escrita, sino bien copiada, ateniéndose al original; pues muchas veces el tal signo afecta á letras que deben tener punto ó puntos, y no los tienen por haberse raspado, en cuyos casos no puede admitirse que la palabra esté bien escrita, sino que el autor había omitido el poner puntos, que el copista había suplido, y sin embargo el que cotejó no se creía autorizado para suplirlos, y los borraba para no inducir á error.

En el original había ya palabras que el anotador no pudo leer ó no entendía, y generalmente puso sobre ellas el signo de duda imagen ó imagen, como quien dice: así está, yo no lo entiendo.

El autor había dejado en el original bastantes claros, que sin duda los copistas dejaban también, aunque no siempre; en nuestra copia, además de marcarse generalmente los claros, se llama la atención del lector poniendo al margen casi siempre la nota imagen, blanco en el original, blanco que nosotros hemos dejado igual al del códice, como hemos marcado con puntos los claros que no hemos podido leer.

De las notas marginales ó puestas sobre determinadas palabras, hemos omitido unas por no creerlas de importancia, principalmente cuando son de letra relativamente moderna, otras por no tener aplicación, como cuando el amanuense imitó la figura que encontraba en el original, añadiendo imagen así ó imagen así su figura; pues no pudiendo ésta ser reproducida por los tipos de imprenta, era falso el que nosotros pusiéramos imagen.

No pocas veces se lee al margen imagen, indicando que en el   —296→   original había algo borroso que no se copió, y que por tanto quedó en blanco en la copia.

«Resulta de lo expuesto que el códice Escurialense de Adh-Dhabbi puede considerarse como copia fidelísima del original, y que por tanto tiene casi tanta autoridad como pudiera tener el autógrafo del autor.

Ahora bien, ¿qué autoridad merecería el autógrafo? Cuando el autor refiere sucesos coetáneos ó próximos á su tiempo, parece que debe ser creído, pues como dice el compilador de Aben Al-Jathib «era cronista fiel y verídico», y aunque su biógrafo no lo dice, por lo que se infiere de los datos personales que aparecen en su obra, estudió mucho, ó al menos citó literalmente muchos libros, que debió de extractar en sus viajes.

Respecto á los sucesos antiguos, su autoridad descansa en la de las fuentes que consultó, y éstas, en cuanto á los nombres propios de poblaciones españolas, quizá estuviesen bastante alteradas; pues encontramos algunos que evidentemente están mal escritos, y probablemente esto se debe al autor, no al copista; así, sucede con el nombre de imagen Bobaxter que escribe imagen y imagen pág. 26 y 393; imagen por imagen Aledo, pág. 395, y quizá algún otro.

Esto nos lleva á desconfiar del testimonio del autor en lo que se refiere al modo de escribir los nombres propios que salen una sola vez, creyendo que no debe discutirse con empeño la correspondencia de un nombre árabe con otro español, en tanto que no se haya encontrado ese nombre en más de un autor.

Vida de Adh-Dhabbi. Pocas noticias se tenían del autor que publicamos, llamado Ahmed ben Yahyah ben Amirah ben Amirah ben Yahyah, conocido generalmente por Adh-Dhabbi. El doctor Wustenfeld, en su obra citada, Los historiadores árabes y sus obras le llaman cordobés, y con referencia á Almakkari, da algunas noticias de los maestros á quienes vió en sus viajes á Bugía y Alejandria: no las da muy detalladas Aben Al-Jathib ó el compilador en el Ms. existente en la Biblioteca de Berlín. (Petermann, 75, fol. 14), cuyo texto nos ha sido comunicado por el profesor J Edward Sachau por mediación de nuestro amigo. Mr. Hartwig Derenbourg.

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Del texto de la biografía, consta que nuestro autor, á quien su biógrafo llama «fiel, verídico, cronista, excelente en vocalizar y anotar los libros» era un prodigio por la rapidez con que escribia, contándose el hecho de que en una semana había copiado el libro la Almowata de Malic: escribió ó compuso tres obras, cuyos títulos son: Nacimiento de las luces, El libro de las cuarenta, tomado de las cuarenta y de diversas cadenas de tradiciones, libros que no sabemos se conserven, y el libro titulado El Deseo del que busca el conocimiento de la historia de los hombres de Alandalus, del cual sólo se conoce el códice Escurialense, y las copias sacadas del mismo.

Estaba nuestro autor tomando la sombra tras una tapia de un huerto que tenía, y habiéndose caído la tapia sobre él, quedó medio muerto, muriendo al amanecer de este día, domingo, á cinco días por andar del mes rebia postrero, del año 9, es decir, según creemos, del año 599 (de 20 de Setiembre de 1202 á 10 de Setiembre de 1203).

Por lo que resulta de la biografía, no sabemos dónde nació, dónde pasó su vida, ni dónde murió; algo nos dice él mismo por incidencia en varios puntos de su obra; pero de todos modos quedará mucho por averiguar, hasta tanto que en algún otro autor aparezca biografía más detallada, que las que nos comunican el compendiador de Aben Al-Jathib, Badro-d-Din Albix-taki y Almakkari.

Del contexto de la obra podemos inferir algunas noticias, las cuales, aunque no tan explícitas como fuera de desear, nos dicen algo referente al punto de nacimiento, si bien de un modo indirecto y bastante referente á su vida literaria.

Nos parece probable el que nuestro autor nació en Velez Rubio ó Velez Blanco, en la provincia de Almería imagen, pues de un Velez era su abuelo Ahmed (pág. 333), y en Velez vivía su tío Abu Châfar Ahmed ben Abde-l-Melic ben Amirah Adh-Dhabbi, á quien cita muchas veces, además de haber escrito su biografía; es verdad que en ninguna de las veces que cita esta población la llama su patria, como parecía natural; pero es indudable que hacia Lorca y Murcia pasó los primeros arios de su vida, pues en esta población comenzó sus estudios, teniendo menos   —298→   de 10 años, bajo la dirección de Mohammad ben Châfar ben Ahmed ben Hamid, muerto en 586 (texto pág. 55 y 56).

Adh-Dhabbi viajó mucho por Alandalus, y bastante por fuera de su patria; al menos consta que estuvo en Ceuta, Marruecos y Alejandría (páginas 325, 47, 205 y 206), en cuyos puntos trabó relaciones literarias con los sabios más distinguidos de su tiempo; y aún hubiera viajado más, á no ser por las afecciones de familia, pues hacia el año 570 deseaba hacer un viaje al Hichaz en compañía de Içmail ben Ahmed Al-Maafiri, pero se lo estorbó su hermana (pág. 214): por este tiempo debía vivir en Murcia, en cuya población le encontró en 571 Ahmed ben Ahmed Al-Azdí (pág. 159), y quizá fué en esta donde le cogió la muerte, pues parece que en ninguna otra debió estar tanto tiempo, según las relaciones que hizo con los maestros de esta población.

Contenido de la obra de Adh-Dhabbi. Nuestro autor se propuso en beneficio de los aficionados á los estudios históricos acerca de las cosas de España, escribir por orden alfabético lo que creyera útil de la obra de Abu Abd-Allah Mohammad ben Nasr Al-Homaidi, cuya obra le pareció la más útil; pero completándola hasta su tiempo desde el año 450 en que la dejó Al-Homaidi, y añadiendo lo que aquel omitió, y nuestro autor había encontrado en otros libros; de modo que su obra es un Diccionario biográfico por orden alfabético de personajes árabes españoles ó que estuvieron en España desde el tiempo de la conquista hasta poco antes de la muerte del autor, ya que habiendo muerto en 599, hay la biografía de alguno que murió en 595.

Las biografías escritas por Adh-Dhabbi generalmente son muy cortas, cuadrando á muchas de ellas, lo que dijo M. Dozy, que son como registros de parroquia: así es que do muchos personajes sólo dice sus nombres, habiendo bastantes apuntes biográficos que ocupan una sola línea: no faltan sin embargo biografías largas, habiendo algunas que son más extensas y detalladas que las correspondientes de Aben Pascual. Como su objeto era general, se incluyen muchas que están en ambos autores, notándose algunas veces que bebieron en idénticas fuentes; y como los autores árabes casi siempre copian las mismas palabras, resulta   —299→   que hay largos trozos en Aben Pascual y en Adh-Dhabbi completamente iguales, tanto que en algunos casos, coincidiendo estos textos en parte muy deteriorada en Adh-Dhabbi, hemos podido leer lo que de otro modo hubiera sido imposible, y hubiéramos tenido que dejar en blanco: en general puede decirse que Adh-Dhabbi da noticias menos concretas referentes á la parte histórica, pero más detalladas para la parte literaria, copiando muchos versos, que quizás no se conserven en otra parte.

En los 11 primeros folios el autor incluyó un resumen general de la dominación de los árabes en Alandalus hasta su. tiempo, de escaso valor en la parte referente al periodo de los Emires, y más detallada y concreta en lo referente á la dominación de los Omeyyahs y tiempos posteriores: la parte referente álos Omeyyahs y Hammudies estaba ya publicada casi con las mismas palabras por M. Dozy en la obra de Abde-l-Wahid, aunque con la singular coincidencia de que en Abde-l-Wahid faltan los reinados de Abde-r-Rahman II, hasta Al-Haquem II, que se encuentran en Adh-Dhabbi, faltando en éste, parte del reinado de Çuleiman, y los de Alí ben Hammud, Al-kaçim ben Hammud, Yahyah ben Alí, Abde-r-Rahman Al-Moçtadhhir y parte del de Abde-r-Rahman Ab-Mostacfí, ó sea lo comprendido en el texto de Abde-l-Wahid (pág. 30 línea última, hasta la pág. 40, línea 3), que como lo anterior y siguiente, es probable que estuviese casi con las mismas palabras.

Como era de esperar, la parte más interesante es la que se refiere al tiempo en que el autor vivía, en cuyo período se comprende un lapso de tiempo cuya historia es muy oscura y por demás importante, en razón de los trastornos que se suceden al declinar el poder de los almoravides hasta que los almohades pueden llamarse señores de la España musulmana. De este período que podríamos llamar de reyes de Taifas de la segunda época, y que comprende desde los años 539 á 576, da noticias muy interesantes, ocultándose por desgracia algunos detalles cronológicos en las líneas que están casi completamente borradas: hay indicaciones hasta del año 591, aunque de los últimos años dice muy poco.

Fuentes de Adh-Dhabbi. El autor indica bastante en la introducción   —300→   que se proponía casi refundir la obra del Mallorquín Alhomaidi; así es que lo cita muchísimas veces, á tal punto, que quizá la mayor parte del texto del manuscrito que se conserva en la Biblioteca de Oxford, esté contenido en extracto, y muchas veces con las mismas palabras: hubiéramos deseado hacer el cotejo con dicho manuscrito pero no hemos podido hacerlo.

Además de la obra de Al-Homaidi, nuestro autor consultó extractó multitud de libros, tanto españoles como orientales, copiando muchas veces sus mismas palabras: más de 90 son los historiadores á quienes cita, si bien es verdad, que muchas veces, un mismo autor es citado con dos ó tres nombres ó sobrenombres diferentes; pero de todos modos el número es muy considerable, notándose que los más citados son 10 ó 12, la mayor parte, conocidos por las citas de los autores posteriores, que escribieron de cosas de Alandalus: se cita con mucha frecuencia, como al que más de los autores españoles, á Abu Çaîd ben Junus, historiador de las cosas de Egipto, probándose una vez más, con cuánta razón decía no há mucho en este mismo sitio uno de nuestros ilustrados compañeros que en los autores árabes orientales se encuentran muchas noticias, que ilustran nuestra historia patria; y se comprende fácilmente, pues las comunicaciones literarias entre los musulmanes en la Edad Media eran quizá más frecuentes y más cordiales, que las que haya mantenido ningún otro pueblo.

No cabe en los estrechos límites que he debido trazarme para esta reseña, hacer un estudio detenido, ni mencionar siquiera los nombres de los historiadores citados por Adh-Dhabbi, y ver si son ó no conocidos por otros documentos: de algunos casi pudiera asegurar que no figuran en la obra del Dr. Wustenfeld, Los historiadores árabes y sus obras, donde hubieran entrado como por derecho propio, si figuraran en alguno de los muchos libros consultados para escribir esta utilísima é importante obra de la literatura histórica árabe.

Dificultades de la publicación. Al hablar del estado en que se encuentra el códice Escurialense de Adh-Dhabbi, hemos indicado algo de las dificultades que presenta su lectura en tres ó cuátro líneas por página, en virtud de haberse mojado el códice, quizá   —301→   en el último incendio que sufrió la Biblioteca del Escorial: en todo lo que ha sufrido de la humedad, aún en los pedazos que conservan la tinta en bastante buen estado, en general los puntos que distinguen unas letras de otras, apenas se perciben, y si esto en ciertas ocasiones no obsta para que la palabra se lea bien, Cuando es ésta desconocida resulta tarea interminable el hacer combinaciones para acertar con la verdadera; así que muchas veces ni siquiera hemos intentado hacerlo, sino que hemos publicado la palabra como nos parecía distinguirla, prescindiendo de si resulta ó no palabra árabe ó de sí hacía sentido; pues esto que en la prosa histórica es relativamente fácil de determinar, en la poesía resulta sumamente difícil, y el empeño de evitar alguna que otra errata más, hubiera hecho interminable nuestra tarea: estas dificultades no se ofrecen sólo en lo deteriorado por la humedad, sino en todo, aunque en menor escala; pues hay muchas palabras en las que se han omitido los puntos de ciertas letras, ó no se conocen con seguridad si los tienen, por confundirse con las vocales ó con el sokum: además hay letras que se confunden casi siempre en su forma, como sucede con las similares imagen y imagen en principio imagen y imagen en principio y medio y imagen en fin, pues éstas, si les faltan los puntos se confunden casi siempre.

A las dificultades paleográficas se agregan las que produce la gran confusión que hay en la encuadernación, pues como en otros códices del Escorial, está hecha sin el cuidado de una persona inteligente, quizá después que las varias hojas de un libro se desparramaran más ó menos al ser echadas á uno de los patios del Monasterio, para librarlos del incendio, y al ser recogidos después, se pondría junto lo que se creía del mismo libro, sin fijarse en el orden de los cuadernos. Es verdad que parte de estos inconvenientes se salvan en el códice Adh-Dhabbi por tener foliación antigua, pero ésta, por desgracia, no llega más que al folio 40 y está mal hecha como vamos á ver.

Foliado recientemente el códice después de su defectuosa encuadernación, coinciden ambas numeraciones hasta el folio 11 inclusive: desde éste hay una gran confusión, pues siguen de la numeración antigua los folios 15, 16, 12, 13, 14, 17, 18, hasta 25-27   —302→   hasta 36, sigue el 26, después un folio sin número, continuando con los folios de 37 á 40: parecía natural el suponer que la numeración antigua estaba bien hecha; pero resulta indudable que se hizo cuando el códice había sufrido bastante, y sus folios estaban trastornados además de faltar algunos; pues después del folio 6, aunque sigue el 7.º, hay una laguna considerable que calculamos de 5 hojas en virtud de que al folio 10 ver., mitad de cuadernillo, hay signatura como sucede en los restantes, de donde resulta que si el folio 10 es el 5 del segundo cuaderno, debiera haber llevado el número 15 si la foliación se hubiera hecho al principio cuando el códice estaba íntegro: que hasta el folio 40 hay que ir saltando siguiendo la foliación antigua, con una ligera excepción, lo prueba más que nada, el que de este modo coinciden en tamaño y figura los agujeros hechos por la polilla, atravesando á veces muchos folios, produciendo figuras muy simétricas: también prueba lo mismo la continuación de las biografías, en los casos en que puede distinguirse, pues como casi siempre al fin del folio se interrumpo poco ó mucho el sentido, por no poderse leer alguna ó algunas palabras, podría dudarse de esta prueba.

He indicado que en algún caso hay que prescindir de la numeración antigua: esto sucede después del folio 25, al cual sigue el 27, estando el 26 después del 36: que al 25 debe seguir el 27 se prueba por la correspondencia que hay entre los desperfectos de uno y otro, si bien pudiera sospecharse que la correspondencia no es perfecta y que falta un folio; pero de seguro no es el que lleva el número 26, el cual está en su lugar correspondiente después del 36, como lo prueban el sentido y la coincidencia de los agujeritos con los de los folios que llevan los números 36 y 37 antiguos, pues la polilla se cebó en el códice cuando los folios estaban en su lugar; como en el folio 27 continúa la biografía que resultó pendiente en el 25, y parece que no hay solución de continuidad, deberemos inferir que la foliación se hizo mal, estando el códice falto y algún folio fuera de su puesto; después se notó el error y el folio 26 pasó á ser 37.

Al folio 26 antiguo, colocado después del 36 por persona inteligente, sigue un folio sin numeración antigua, que con esto solo indicaría estar fuera de su puesto y debe ir después del folio   —303→   44 á continuación siguen los folios 37, 38, 39 y 40 donde termina la foliación antigua, siendo desde aquí más difícil el fijar el orden que deben llevar, pues indudablemente hay aún bastante confusión.

En virtud de los mismos principios hemos fijado la colocación que debería observarse en los folios, que desde el 40 es la siguiente: 40 á 44, 37, 45, 46, 58 hasta 65, 56, 57, 47 hasta 55, y desde el 66 ya todo sigue bien hasta el fin: en el orden que hemos establecido tenemos seguridad, aun para el tránsito del 44 al 37 y del 46 al 58, pues aunque en estos no hay seguridad de que las huellas de las polillas coincidan por completo y pudiera faltar algún folio, el hecho de que tengan signatura de cuadernos los folios que para nosotros resultan ser 10, 20, 30, 40, 50, etc., dan completa seguridad de que desde el folio 10 nada falta: el sentido no resolvería las dudas, por seguir versos después de una línea casi completamente ilegible.

Todas estas explicaciones y las dudas en ellas expuestas se hubieran salvado, al menos en gran parte, si me hubiera sido posible desencuadernar el códice para ponerlo en orden, y cotejar, superponiéndolas, las huellas de la polilla; pero no me he creído autorizado para hacerlo, y en verdad que siento no haber pedido el correspondiente beneplácito, con lo cual el códice hubiera ganado y la Academia se hubiera ahorrado la molestia de oir dar importancia á las huellas de seres tan poco importantes y tan importunos.

Habiéndose indicado antes que del códice Escurialense de Adh Dhabbi existen copias, podría suponerse que las dificultades de lectura eran exageradas, pues no habría más que atenerse á las copias, que se supondrá son exactas casi siempre: vamos á decir algo de las tales copias.

El manuscrito Gg. 22 de la Biblioteca Nacional contiene una copia incompleta de nuestro autor, copia que llega hasta el último de los que figuran con el nombre de Alí: según resulta de una no a que hay al principio, no se sabe quién la hizo.

Y por cierto que no ha perdido mucho la fama del amanuense ó arabista que ocultó su nombre, pues el manuscrito tiene tales defectos, que hoy carece por completo de valor.

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Hemos dicho que el Códice Escurialense tiene en muy mal estado, al menos dos ó tres líneas en cada página: nuestra copia deja en claro cuanto hay muy deteriorado, Y como no marca lo que se deja por copiar, representado por dos ó tres puntos, algunas veces se pasa á nueva biografía sin que el lector pueda sospecharlo más que por el sentido, como sucede al folio 60 r., línea 6, en el que la biografía 260 está continuada con parte de la 261, omitiendo cuanto hemos hemos puesto en la pág. 114, línea 6, desde imagen hasta la línea 9, imagen, omision que solo está indicada por dos puntos: lo mismo sucede al folio 66 r., línea 3, donde se omiten las dos últimas líneas de la biografía 294 desde la palabra imagen: otras veces se pone como biografía aparte lo que es continuación, o se omiten algunas biografías muy cortas que coinciden con lo que está mal conservado.

El que quiera convencerse de lo imperfecto de estas copias, cotéjelas, si puede, con el original, y para los que no puedan hacerlo por sí mismos, damos las variantes que resultan en la biografía de Aben Habib, que por contener el texto de la capitulación de Teodomiro, pensamos reproducir en litografía; en la copia se lee:

imagen

Por supuesto que el copista no advirtió que el orden de los folios estaba alterado varias veces, como hemos hecho notar, y no habiendo advertido esto, se comprende la confusión que ha de producirse en la copia, involucrando unas biografías con otras, confusión en que por la misma causa hubo de incurrir el erudito maronita Casiri al extractar biografías de Aben Al-Abbar; pues la mala encuadernacion no es peculiar de estos códices, sino que es extensiva á varios, quizá á muchos de los del Escorial.

No es de mucho mayor valor la copia contenida en el manuscrito Gg. 14 de la misma Biblioteca Nacional, á pesar de que el copista, el maronita D. Pablo Hodar, parece que se esmeró en ella cuanto le fué posible.

Ya que hemos anotado las variantes del manuscrito anterior,   —305→   cotejando la biografía de Aben Habib núm. 675 del texto impreso, anotemos también las de éste: se lee p. 185

imagen.

Por esta última cita se ve que la vista del maronita no era muy perspicaz para poder vislumbrar lo que hay escrito en muchos pedazos, donde la tinta está tan debilitada, que más bien que leer, hay que adivinar, y si se acierta, á pesar de distinguirse poco la tinta, después se lee con completa seguridad: así nos ha pasado muchas veces, siendo así que no pocas hemos dejado de leer pedazos que se distinguen bastante más.

El maronita D. Pablo Hodar dice en una nota al principio del manuscrito que generalmente solo deja de copiar dos ó tres palabras, á no ser en las primeras hojas y en las últimas; pero la verdad es que con frecuencia omite muchas palabras que pueden leerse bastante bien, así en la biografía 1562, sólo pone las primeras palabras imagen, omitiendo todo lo restante: lo mismo sucede en la biografía 1579, en la que se omite cuanto hay en el folio 171 v., desde imagen: en cuanto á los versos que están mal conservados, los omite con mucha frecuencia, omitiendo también los que pueden leerse de la misma kasida ó composición, si bien generalmente indica el número de los omitidos.

La desordenada encuadernación del códice también pasó desapercibida al diligente maronita, y por tanto, en esta copia resulta la misma confusión de biografías que en la anterior.

En una nota al fin del códice Escurialense se lee: «Se copió este Códice para la Real Academia de la Historia en el año 1806, por M. B. M.» Creemos que esta nota es de letra del Sr. D. Manuel Bacas Merino; y resulta que debíamos tener una copia del códice Escurialense, quizá mejor que las anteriores; pero hoy no existe en nuestra Biblioteca, en la que consta la noticia curiosa de que el que había de hacer la copia, decía que el códice de Adh-Dhabbi no podía copiarse.

Y casi que tenía razón: si nosotros nos hubiéramos fijado antes en las imperfecciones de las copias, y en que todo habíamos de   —306→   sacarlo de un códice, donde otros habían tenido que omitir tantas palabras, no hubiéramos acometido una empresa, que después de acometida quizá debiéramos haber abandonado: hoy no sabemos si arrepentirnos ó congratularnos de nuestra temeridad: las personas inteligentes en la materia decidirán si era mejor que el códice de Adh-Dhabbi permaneciese inédito ó que esté publicado con las muchas imperfecciones que nosotros no hemos sabido evitar.

FRANCISCO CODERA.

Madrid 13 de Febrero de 1885.