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1

J. Mármol, Amalia, México, Porrúa, 1971. Las citas en el texto siguen esta edición indicándola con la sigla Am.

 

2

En Tema/motivo (Enciclopedia Einaudi, vol. XIV, Torino, 1981), C. Segre expresa «Proprio della tematica [...] è di non staccarsi mai nettamente dall'esperienza vissuta. La eventuale minor quantità d'esperienza viene compensata con una più stretta connessione alla esperienza stessa, o col potenziamento delle sue estrincazioni»; y agrega «Il rapporto dell'invenzione con la realtá è un rapporto simbolico. È simbolica la capacità descrittiva del discorso, simbolica la rappresentatività conferita a individui, oggetti, luoghi e comportamenti immaginati: nel primo caso la simbolicità è immediata, nel secondo essa non rinvia a referenti reali, ma ad una realtà dedotta da una generalizzazione di referenti (e di relazione tra referenti) affini» (p. 20).

 

3

En la poesía neoclásica posterior a la independencia, Buenos Aires aparece en imágenes celebratorias (así como en otros países se festejaba la gloria de Lima, Santiago, Montevideo): en el «Himno Nacional Argentino» de V. López y Planes, Buenos Aires es la ciudad líder en las luchas por la independencia latinoamericana, «Buenos Aires se pone a la frente / de los pueblos de la ínclita unión / y con brazos robustos desgarran / al ibérico altivo león». Por otra parte, campo y ciudad se contraponen, como en una geórgica, en «Oda al pueblo de Buenos Aires» de E. De Luca. El poeta más conocido de la época rivadaviana, J. Cruz Varela, no escatima alabanzas a Buenos Aires que entonces sobresale por sus progresos administrativos y sus numerosas actividades culturales. En honor de la ciudad escribe «Canción»: Buenos Aires es la tierra generosa de la libertad adonde «los libres del mundo a millares / agolpados se ven acudir», pues allí «encontraron las leyes su abrigo, / encontró la justicia su templo» (Las citas de López y Planes y Varela provienen de La lira argentina, F. Rosemberg (comp.), Buenos Aires, CEAL, 1967, pp. 8 y 61 respectivamente).

 

4

C. Schorske, The Idea of the City in the European Thought: Voltaire, to Spengler, en The Historian and the City, Handun and Burchard (comps.), Cambridge, Mass., MIT Press, 1963, p. 98.

 

5

A. Pagés Larraya, «Buenos Aires en la novela», en Revista de la Universidad de Buenos Aires, Año IV, n.º 2, 1946, p. 256.

 

6

Así Borges dirá en «Montevideo»: «Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente. / Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas», Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 63.

 

7

A. Fletcher, Allegory. The Theory of a Symbolic Mode, Ithaca, Cornell University Press, 1975, p. 20.

 

8

A. Roggiano, «Proposiciones para una revisión del romanticismo argentino», en Revista Iberoamericana, n.º 90, 1975, p. 75.

 

9

A menudo el autor introduce al lector en la escena y le invita a moverse con él por la ciudad: «Salgamos del baile con el lector y vayamos un momento a recoger los pormenores de otra escena bien diferente» (Am, II, 7, 140). El narrador apela a un lector virtual que posee las mismas actitudes ideológicas y sentimentales; se dirige a un compañero de camino. Por otra parte, este artificio es uno de los rasgos estructurales del folletín y tiene que ver, además con toda la novela centrada alrededor de un espacio: en la composición de la misma se buscan los recursos que desplacen, con el «volumen» del lugar figurado, el sitio real en el que se encuentra el lector. En relación con esto último, cfr. de M. Butor, L'espace du roman, en Répertoire II, Paris, Minuit, 1964, pp. 42-50.

 

10

Bello es el «héroe mediocre» bien definido por Lukacs en su Il romanzo storico, Torino, Einaudi, 1965, pp. 29-36. Queda por ver si Amalia es una novela histórica. Coincidimos con Anderson Imbert en que la contemporaneidad de los hechos no permitió que Mármol adoptara una perspectiva distanciada frente a los eventos que narra. En las novelas de Scott, por ejemplo, hay un rasgo fundamental: las grandes transformaciones históricas son presentadas como revoluciones de la vida popular. En Scott, la interacción de los de «arriba» con los de «abajo» constituye el tejido, de sus novelas y la acción histórica se logra por los cambios en los estratos populares. Este aspecto no está presente en Mármol, quien niega, también, la posibilidad de una acción conciente por parte de las clases desposeídas. Si Scott procura desplegar la «grandeza humana» que en los cambios históricos se evidencia en representantes de bandos sociales contrarios dando lugar a una atmósfera épica, Mármol, intencionalmente, pone de manifiesto tan sólo la grandeza del grupo unitario. De allí que para la configuración de los personajes le sean más útiles las técnicas del folletín que las de la novela histórica. El escritor argentino carece de aquellas cualidades literarias que volvieron a Scott, Balzac o Tolstoi escritores realistas a pesar de sus perspectivas sociales. No obstante, Mármol mantiene ese personaje «mediocre» que también aparece en las novelas de Scott, y que se caracteriza por una inteligencia práctica, fortaleza moral y decencia, una cierta capacidad de sacrificio pero, que nunca llega a conformarse en una gran pasión. Daniel Bello es, pues, el personaje enlace, que alterna con el narrador las digresiones sobre la situación que se vive en Buenos Aires.