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1

«La Rosario se sonreía con su sonrisa de siempre, esa sonrisa triste y como abatida que tienen todos los desgraciados de buen fondo.»

 

2

«Yo le quería como a un padre, le estaba agradecido de las muchas palabras de consuelo que -en tantas ocasiones- para mí tuviera.»

 

3

«Tres años trabajando día a día, en el taller de zapatero del Penal; tomando en los recreos el sol en el patio, ese sol que tanto agradecía; viendo pasar las horas con el alma anhelante, las horas cuya cuenta -para mi mal- suspendió antes de tiempo mi buen comportamiento.»

 

4

«...le estuvo lamiendo la herida toda la noche, como una perra parida a los cachorros; el chiquillo se dejaba querer y sonreía. Se quedó dormidito y en sus labios quedaba aún la señal de que había sonreído.» Incluso en ese diminutivo, dormidito, usado siempre en esas circunstancias como un rictus lingüístico, vemos asomar un Pascual Duarte que participa de los matices cariñosos del idioma. Algo parecido refleja el llamar a la yegua después de apuñalarla ferozmente: «el animalito no dijo ni pío».

 

5

«...Como la pobre no fue nunca un modelo de virtudes ni de dignidad y como no sabía sufrir y callar, como yo, lo resolvía todo a gritos.»

 

6

«Desde aquel día siempre que veía a don Manuel lo saludaba y le besaba la mano, pero cuando me casé hubo de decirme mi mujer que parecía marica haciendo tales cosas, y, claro es, ya no pude saludarlo más.»

 

7

Ahora veo que una conclusión parecida sobre la muerte del noble rural sostiene DAVID M. FELDMAN, en Camilo José Cela and «La familia de Pascual Duarte» en Hispania, XLIV, págs. 656-659.

 

8

Según el censo de J. M. Caballero Bonald, rebullen por La colmena trescientos cuarenta y seis personajes. De ellos, doscientos noventa y seis son imaginarios y cincuenta, reales.

 

9

«Los obreros -piensa [doña Visi]- también tienen que comer, aunque muchos son tan rojos que no se merecerían tanto desvelo.» «Doña Visitación es bondadosa, y no cree que a los obreros se les deba matar de hambre, poco a poco.»

 

10

«A Doña Rosa le preocupa la suerte de las armas alemanas. Lee con toda atención, día a día, el parte del Cuartel General del Führer, y relaciona por una serie de vagos presentimientos que no se atreve a ver claros, el destino de la Wehrmacht con el destino de su café.» «Oye, esto de los alemanes va de cabeza. -Sí, a mí ya me empieza a oler a cuerno quemado.»

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