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Cannes 75: el cine europeo en crisis

Sergio Ramírez





Cannes, Venecia, San Sebastián, Berlín, pero sobre todo Cannes: los festivales europeos de cine habían cumplido tradicionalmente una función renovadora, catalizadora de nuevas corrientes, de nuevas escuelas, nombres y estímulos; el neorrealismo, el cinema verité, la nouvelle-vague se encaminaron en las últimas décadas hacia el festival, de donde salieron ya ungidas. Lejos de crear nada más una resonancia comercial al cine novedoso, el festival europeo quiso siempre diferenciarse de la premiación norteamericana del Oscar, dejando al cine intacta su categoría artística. Al cerrarse este año el Festival de Cannes, la crisis que en los últimos tiempos parecía envolverles, se hizo más evidente; pero es por supuesto no una crisis del festival mismo, sino del cine como concepción cultural, capaz de reflejar una época, de exhibir el rostro de la sociedad dentro de una circunstancia histórica concreta, tal como lo hizo el neorrealismo en la postguerra, o la nouvelle-vague con la crisis de la burguesía. Aparentemente lo que hace falta, y de lo que todo el mundo se queja, es el surgimiento de una nueva generación de creadores cinematográficas capaz de caracterizar a la presente década, como Visconti, Antonioni, Godard, Truffaut, caracterizaron a las suyas.

La queja no puede tomarse tan dramáticamente si se piensa en directores como Bertolucci, o como Saura, o como el grupo nuevo de directores alemanes; pero pese a su distanciamiento del cine hollywoodense, los productores europeos no dejan de suspirar por ese tipo de espectáculo que es realmente el imán de las taquillas: edificios altísimos que se incendian, aviones de cientos de pasajeros que se caen, terremotos con efectos vibratorios en las butacas. La encrucijada se cierra, pues, sobre esta limitación comercial, inmanente al propio cine europeo, que incluso en Europa misma es minoritario en las salas de espectáculos frente a la avalancha norteamericana; y sobre la función de búsqueda y revelación que en el plano artístico tiene. El festival acusa por tanto la crisis.

Los films favoritos de entre los participantes, no resultaron en este año en Cannes con los lauros esperados; uno era el muy propagandeado Lenny, de factura norteamericana, sobre la vida de un famoso cantante de rock de la década de los años sesenta, a quien protagoniza Dusty Hoffman, película dirigida por Bob Fosses que solo obtuvo al final el premio para la mejor actriz, Valerie Perrine. Sin premio se quedaron Antonioni con su film Profesión: reportero, con María Schneider (El último tango) en la cabeza del reparto, lo mismo que otro de los favoritos, The romantic englishwoman de Joseph Losey (El Mensajero, Eva, El sirviente), con Helmut Berger (el mismo de Violencia y pasión, de Visconti) y Michel Caine. Por allí andaba también un film mexicano dirigido por el francés Francois Reichenbach, ¿Intentas abolir tus cadenas? con guion de Carlos Fuentes.

El Gran Premio Internacional del Festival lo obtuvo la película argelina Crónica del año del ardor, de Mohamed Lakadar-Hamina, una considerable sorpresa si se toma en cuenta que una película del tercer mundo, con un tema claramente político, consigue por primera vez la Palma de Oro. El siguiente premio en importancia, el Gran Premio Especial del Jurado, fue para Cada uno para sí y Dios contra todos, del alemán Werner Herzog (Aguirre, la cólera de Dios, su film anterior, ha recibido premios en Inglaterra y Francia).

El Premio Internacional de la Crítica fue para Teodoro Angelópulus, de Grecia, por su film El viaje de los comediantes; compartido con Herzog, quien obtuvo así una distinción doble. El premio al mejor actor fue para Victorio Gassman por su papel en Perfume femenino de Dino Risi; el premio a la mejor dirección lo compartieron Michel Brault, canadiense, por Las órdenes, y Costa-Gravas por Sección especial (Z, Estado de sitio), una película sobre la resistencia francesa en la segunda guerra.

Los cortometrajes premiados fueron Lautrec de Geoff Dunbar, británico; y Te regalo una estrella, de Fedor Chitrow, soviético.

Si se habla, pues, de una crisis del cine europeo, el premio concedido a Lakadar Hamina por Crónica del año del ardor, puede probar que se acerca la hora del cine del tercer mundo: México, Chile, Cuba, Argentina, están por parte de América Latina en la nueva lista de arte renovador. Veremos qué pasa en el festival de Berlín, en junio.

Berlín, 25 de mayo de 1975.





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