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Ilustración

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Tú, el hombre de las estepas,
sonámbulo de sufrimiento,  80
nacido ilota y hambriento,
al fuego del odio huido,
hombre que estabas dormido
bajo una tapa de plomo,
hombre de las nieves del zar,  85
mira el cielo azul, canta, piensa;
mujik redento, escucha cómo
en tu rancho, en la pampa inmensa,
murmura alegre el samovar.
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¡Cantad judíos de la pampa!  90
Mocetones de ruda estampa
dulces Rebecas de ojos francos,
Rubenes de largas guedejas,
patriarcas de caballos blancos,
y espesos como hípicas crines;  95
cantad, cantad, Saras viejas
y adolescentes Benjamines
con voz de vuestro corazón:
¡Hemos encontrado a Sión!
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Hombres de Emilia y los del agro  100
romano, ligures, hijos
de la tierra del milagro
partenopeo, hijos todos
de Italia, sacra a las gentes,
familias que sois descendientes  105
de quienes vinieron errantes
a los olímpicos dioses
de los antaños, amadores
de danzas gozosas y flores
purpúreas y del divino  110
don de la sangre del vino;
hallasteis un nuevo hechizo,
hallasteis otras estrellas,
encontrasteis prados en donde
se siembra, espiga y barbecha,  115
se canta en la fiesta del grano,
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y hay un gran sol soberano,
como el de Italia y de Jonia
que en oro el terruño convierte:
el enemigo de la muerte  120
sus urnas vitales vierte
en el seno de la colonia.

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Ilustración

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Hombres de España poliforme,
finos andaluces sonoros,
amantes de zambras y toros,  125
astures que entre peñascos
aprendisteis a amar la augusta
Libertad, elásticos vascos
como hechos de antiguas raíces,
raza heroica, raza robusta,  130
rudos brazos y altas cervices;
hijos de Castilla la noble
rica de hazañas ancestrales;
firmes gallegos de roble;
catalanes y levantinos  135
que heredasteis los inmortales
fuegos de hogares latinos;
iberos de la península
que las huellas del paso de Hércules
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visteis en el suelo natal:  140
¡he aquí la fragante campaña
en donde crear otra España
en la Argentina universal!
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¡Helvéticos! La nación nueva
ama el canto del libre. ¡Dad  145
al pampero, que el trueno lleva,
vuestros cantos de libertad!
El Sol de Mayo os ilumina.
Como en la patria natal
veréis el blancor que culmina  150
allá donde en la tierra austral
erige una Suiza argentina
sus ventisqueros de cristal.
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Llegad, hijos de la astral Francia:
hallaréis en estas campiñas  155
entre los triunfos de la estancia
las guirnaldas de vuestras viñas.
Hijos del gallo de Galia
cual los de la loba de Italia
placen al cóndor magnífico,  160
que ebrio de celeste azur
abre sus alas en el sur
desde el Atlántico al Pacífico.
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Vástagos de humos y de godos,
ciudadanos del orbe todos,  165
cosmopolitas caballeros
que antes fuisteis conquistadores,
piratas y aventureros,
reyes en el mar y en el viento,
argonautas de lo posible,  170
destructores de lo imposible,
pioneers de la Voluntad:
he aquí el país de la armonía,
el campo abierto a la energía
de todos los hombres. ¡Llegad!  175

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Ilustración

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Os espera el reino oloroso
al trébol que pisa el ganado,
océano de tierra sagrado
al agricultor laborioso
que rige el timón del arado.  180
¡La pampa! La estepa sin nieve,
el desierto sin sed cruenta,
en donde benéfico llueve
riego fecundador que aumenta
las demetéricas savias.  185
Bella de honda poesía,
suave de inmensidad serena
de extensa melancolía
y de grave silencio plena;
o bajo el escudo del sol  190
y la gracia matutina,
sonora de la pastoral
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diana de cuerno, caracol
y tuba de la vacada;
o del grito de la triunfal  195
máquina de la ferro-vía;
o del volar del automóvil
que pasa quemando leguas,
o de las voces del gauchaje,
o del resonar salvaje  200
del tropel de potros y yeguas.
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¡La pampa! Inmolad un corcel
a Hiperión el radiante,
cual canta un dueño del laurel
del Lacio. ¡La pampa fragante!  205
En la extendida luz del llano
flotaba un ambiente eficaz.
Al forastero, el pampeano
ofreció la tierra feraz;
el gaucho de broncínea faz  210
encendió su fogón de hermano,
y fue el mate de mano en mano
como el calumet de la paz.
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¡Oh, como cisne de Sulmona,
brindaras allí nuevos fastos,  215
celebrarías nuevos ritos
y ceñirías la corona
lírica por los campos vastos
y los sembrados infinitos!
Otros Evandros de América  220
juntarán arcádicos lauros
mientras van en fuga quimérica
otros tropeles de centauros.

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Ilustración

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Animará la virgen tierra
la sangre de los finos brutos  225
que da la pecuaria Inglaterra;
irán cargados de tributos
los pesados carros férreos
que arrastran candentes y humeantes
los aulladores elefantes  230
de locomotoras veloces;
segarán las mieses las hoces
de artefactos casi vivientes;
habrá montañas de simientes;
como en litúrgico aparato  235
se herirán miles de testuces
en las hecatombes bovinas;
y junto al bullicio del hato,
semejantes a ondas marinas
irán las ondas de avestruces.  240
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Pasarán los largos dragones
con sus caudas de vagones
por la extensión taciturna
en donde el árbol legendario
como un soñador solitario  245
da sus cabellos al pampero.
Y en la poesía nocturna,
surgirá del rancho primero
el espíritu del pasado
que a modo de luz vaga existe,  250
cuyo último vigor palpita
en el payador inspirado
que lanza el sollozo del triste
o el llanto de la vidalita.
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¡Oh, Pampa! ¡Oh, entraña robusta,  255
mina del oro supremo!
He aquí que se vio la augusta
resurrección de Triptolemo.
En material continente
una república ingente  260
crea el granero del orbe,
y sangre universal absorbe
para dar vida al orbe entero.
De ese inexhausto granero
saldrán las hostias del mañana;  265
el hambre será, si no vana,
menos multiplicada y fuerte,
y será el paso de la muerte
menos cruel con la especie humana.
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¡Argentina! tu ser no abriga  270
la riqueza tentacular
que a Europa finesecular
incubó la Furia enemiga.
Y si oyes un día explotar
el trágico odio del iluso,  275
regando ciega desventura,
es que Ananke la bomba puso
en la mano de la Locura.
¡Deméter, tu magia prolífica
del esfuerzo por la bondad  280
envíe la hostia pacífica
a la boca de la ciudad!
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Se agita la urbe, se alza
la Metrópoli reina, viste
el regio manto, se calza  285
de oro, tiarada de azur
yergue la testa imperiosa
de Basilea del Sur;
es la fecunda, la copiosa,
la bizarra, grande entre grandes;  290
la que el gran Cristo de los Andes
bendice, y saluda de lejos
entre los vívidos reflejos
del lumar que la corona,
la Libertad anglo-sajona.  295
Saluda a la Urbe argentina
el Garibaldi romano,
cabalgante en su colina,
en nombre de Roma materna,
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vestida de su memoria  300
y como su decoro eterna.
La saluda Londres que empuña
el gran Tridente de acero
por dominar el mar entero.
La saluda Berlín casqueada  305
y con égida y espada
como una Minerva bélica.
Y Nueva York la babélica,
y Melbourne la oceánica,
y las viejas villas asiáticas,  310
y presididas por Lutecia,
todas las hermanas latinas
y hermanas por la libertad.
La saluda toda urbe viva
en donde creyente y activa  315
va al porvenir la Humanidad.
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¡Buenos Aires! es tu fiesta.
Sentada estás en el solio;
el himno desde la floresta
hasta el colosal Capitolio  320
tiende sus mil plumas de aurora.
Flora propia te decora,
mirada universal te mira.
En tu homenaje pasar veo
a Mercurio y su caduceo,  325
al rey Apolo y la lira.