Tutecotzimí
|
| Al cavar en el suelo de la ciudad antigua, | | | | la metálica punta de la piqueta choca | | | | con una joya de oro, una labrada, roca, | | | | una flecha, un fetiche, un dios de forma ambigua, | | | | o los muros enormes de un templo. Mi piqueta |
5 | | | trabaja en el terreno de la América ignota. | | |
|
| -¡Suene armoniosa mi piqueta de poeta! | | | | ¡Y descubra oro y ópalos y rica piedra fina, | | | | templo, o estatua rota! | | | | Y el misterioso jeroglífico adivina |
10 | | | la Musa. | | |
|
—166→
|
| De la temporal bruma surge la vida extraña | | | | de pueblos abolidos; la leyenda confusa | | | | se ilumina; revela secretos la montaña | | | | en que se alza la ruina. |
15 | |
|
| Los centenarios árboles saben de procesiones, | | | | de luchas y de ritos inmemoriales. Canta | | | | un zenzontle. ¿Qué canta? ¿Un canto nunca oído? | | | | El pájaro en un ídolo ha fabricado el nido. | | | |
(Ese canto escucharon las mujeres toltecas |
20 | | | y deleitó al soberbio príncipe Moctezuma). | | | | Mientras el puma hace crujir las hojas secas | | | | el quetzal muestra al iris la gloria de su pluma | | | | y los dioses animan de la fuente el acento. | | | | Al caer de la tarde un poniente sangriento |
25 | | | tiende su palio bárbaro; y de una rara lira | | | | lleva la lengua musical el vago viento. | | |
|
—167→
|
| Y Netzahualcoyotl, el poeta, suspira. | | | | Cuaucmichin, el cacique sacerdotal y noble, | | | | viene de caza. Síguele fila apretada y doble |
30 | | | de sus flecheros ágiles. Su aire es bravo y triunfal. | | | | Sobre su frente lleva bruñido cerco de oro; | | | | y vese, al sol que se alza del florestal sonoro, | | | | que en la diadema tiembla la pluma de un quetzal. | | |
|
| Es la mañana mágica del encendido trópico, |
35 | | | como una gran serpiente camina el río hidrópico | | | | en cuyas aguas glaucas las hojas secas van. | | | | El lienzo cristalino sopló sutil arruga, | | | | el combo caparacho que arrastra la tortuga, | | | | o la crestada cola de hierro del caimán. |
40 | |
|
| Junto al verdoso charco, sobre las piedras toscas, | | | | rubí, cristal, zafiro, las susurrantes moscas | | | | del vaho de la tierra pasan cribando el tul; | | |
—168→
| | e intacta con su veste de terciopelo rico; | | | | abanicando el lodo con su doble abanico |
45 | | | está como extasiada la mariposa azul. | | |
|
| Las selvas foscas vibran con el calor del día; | | | | al viento el pavo negro su grito agudo fía, | | | | y el grillo aturde el verde, tupido carrizal; | | | | un pájaro del bosque remeda un son de cuerno; |
50 | | | prolonga la cigarra su chincharchar eterno | | | | y el grito de su pito repite el pito-real. | | |
|
| Los altos aguacates invade ágil la ardilla, | | | | su cola es un plumero, su ojo pequeño brilla, | | | | sus dientes llueven fruto del árbol productor; |
55 | | | y con su vuelo rápido que espanta el avispero, | | | | pasa el bribón y obscuro sanate-clarinero | | | | llamando
al compañero con áspero clamor. | | |
|
—169→
|
|
Su vasto aliento lanzan los bosques primitivos, | | | | vuelan al menor ruido los quetzales esquivos, |
60 | | | sobre la aristoloquia revuela el colibrí; | | | | y junto a la parásita lujosa está la iguana, | | | | como hija misteriosa de la montaña indiana | | | | que anima el teutl oculto del sacro teocalí. | | |
|
|
El gran cacique deja los bosques de esmeralda; |
65 | | | Camina a su palacio el carcaj a la espalda, | | | | Carjaj dorado y fino que brilla al rubio sol. | | | | Tras él van los flecheros; y en hombros de los siervos, | | | | ensangrentando el suelo, los montaraces ciervos | | | | que hirió la caña elástica del firme huiscoyol. |
70 | |
|
|
Camina. Llega al regio palacio el jefe noble. | | | | De las cuadradas puertas en el quicio de roble, | | | | de Otzotskij, su tierna hija, ve el flamante huepil. | | |
—170→
| | Súbito se oye un sordo rumor de voz profunda. | | | | ¿Es la onda del Motagua que la ciudad inunda? |
75 | | | No, cacique; ese ruido es del pueblo Pipil. | | |
|
| Como torrente humano que ruge y se desborda, | | | | como un clamor terrible que la ciudad asorda, | | | | hacia el palacio vienen los hijos de Ahuitzol. | | | | Primero, revestidos de cien plumajes varios, |
80 | | | los altos sacerdotes, los ricos dignatarios, | | | | que llevan con orgullo sus mantos tornasol. | | |
|
| Después vanos guerreros, los de brazos membrudos, | | | | los que metal y cuerno tienen en sus escudos, | | | | soldados de Sakulen, soldados de Nabaj; |
85 | | | por último, zahareños, cobrizos y salvajes, | | | | el cuerpo rudo y rojo de místicos tatuajes, | | | | Ixiles de la sierra, con arcos y carcaj. | | |
|
—171→
|
| Como a la roca el río circundan el palacio. | | | | Sus voces redobladas se elevan al espacio |
90 | | | como voz de montaña y voz de tempestad: | | | | hay jóvenes robustos de fieros aires regios, | | | | ancianos centenarios que saben sortilegios, | | | | brujos que invocar osan al
gran Tamagastad. | | |
|
| Y a la cabeza marcha con noble continente |
95 | | | Tekij, que es el poeta litúrgico y valiente, | | | | que en su pupila tiene la luz de la visión. | | | | lleva colgado al cuello un quetzalcoatl de oro; | | | | lleva en los pies velludos caites de piel de toro; | | | | y alza la frente, altivo como un joven león. |
100 | |
|
| Del palacio en la puerta vese erguido el cacique. | | | | Tekij alza sus brazos. Su gesto, como un dique, | | | | contiene el gran torrente de agitación y voz. | | | | Cuaucmichin orgulloso, se apoya en su arco elástico. | | | | Y teniendo en sus labios como un rictus sarcástico, |
105 | | | pone en sus pardas cejas una curva feroz. | | |
|
| Curva de donde lanza cual flecha su mirada | | | | sobre las mil cabezas de la turba apiñada, | | | | curva como la curva del arco de Hurakán.
| | | | Y Tekij habla al príncipe que le escucha impasible: |
110 | | | y lleva el aire tórrido la palabra terrible | | | | como el divino trueno de la ira de un Titán. | | |
|
| -Cuaucmichin, la montaña te habla en mi lengua ahora. | | |
|
| La tierra está enojada, la raza pipil llora, | | | | y tu nahual maldice, serpiente-tacuazín! |
115 | | | Eres cobarde fiera que reina en el ganado. | | | | ¿Por qué de los pipiles la sangre has derramado | | | | como tigre del monte, Cuaucmichin, Cuaucmichin? | | |
|
—173→
|
| ¡Cuaucmichin! El octavo rey de los mexicanos | | | | era grande. Si abría los dedos de sus manos, |
120 | | | más de un millón de flechas obscurecía el sol. | | | | Era de oro macizo su silla y su consejo. | | | | Tenía en mucho al sabio; pedía juicio al viejo; | | | | Su maza era pesada; llamábase Ahuitzol. | | |
|
| Quelenes, zapotecas, tendales, katchikeles, |
125 | | | los mames que se adornan con ópalos y pieles, | | | | los jefes aguerridos del bélico kiché, | | | | temían los embates del fuerte mexicano | | | | que tuvo, como tienen los dioses, en la mano | | | | la flecha que en el trueno relampaguear se ve. |
130 | |
|
| Él quiso ser pacífico y engrandecer un día | | | | su reino. Eso era justo. Y en Guatemala había | | | | tierra fecunda y virgen, montañas que poblar. | | |
—174→
| |
Mandó Ahuitzol cinco hombres a conquistar la tierra, | | | | sin lanzas, sin escudos y sin carcaj de guerra, |
135 | | | sin fuerzas poderosas ni pompa militar. | | |
|
|
Eran cinco pipiles; eran los Padres nuestros; | | | | eran cultivadores, agricultores, diestros | | | | en prácticas pacíficas; sembraban el añil, | | | | cocían argamasas, vendían pieles y aves; |
140 | | | así fundaron, rústicos, espléndidos y suaves, | | | | los prístinos cimientos del pueblo del pipil. | | |
|
|
Pipil, es decir, niño. Eso es ingenuo y franco. | | | | Vino un anciano entre ellos con el cabello blanco, | | | | y a ese miraban todos como una majestad. |
145 | | |
Vino un mancebo hermoso que abría al monte brechas, | | | | que lanzaba a las águilas sus voladoras flechas | | | |
y que cantaba alegre bajo la tempestad. | | |
|
—175→
|
|
El Rey murió; la muerte es reina de los reyes. | | | | Nuestros padres formaron nuestras sagradas leyes; |
150 | | | hablaron con los dioses en lengua de verdad. | | | |
Y un día, en la floresta, Votan dijo a un anciano | | | | que él no bebía sangre del sacrificio humano, | | | | que sangre es chicha roja para Tamagastad. | | |
|
|
Por eso los pipiles jamás se la ofrecimos, |
155 | | | del plátano fragante cortamos los racimos | | | | para ofrecérselos al dios sagrado y fiel. | | | |
La sangre de las bestias el cuchillo derrame; | | | | más sangre de pipiles, ¡oh, Cuaucmichin infame; | | | | ayer has ofrecido en holocausto cruel. |
160 | |
|
|
-«¡Yo soy el sacerdote cacique y combatiente!» | | | | Tal ha rugido el jefe. Tekij grita a la gente: | | | | -«Puesto que el tigre muestra las garras, sea, pues». | | |
—176→
| |
Y, como la tormenta, los clamores humanos, | | | | sobre cabezas ásperas, sobre crispadas manos, |
165 | | | se calman un instante para tornar después.
| | |
|
| -«Flecheros, al combate!», clama el fuerte cacique, | | | | y cual si no existiese quien el ataque indique, | | | |
Se quedan los flecheros inmóviles, sin voz. | | | | -«¡Flecheros, muerte al tigre!» responde un indio fiero. |
170 | |
|
| Tekij alza los brazos y quédase el flechero | | | | deteniendo el empuje de la flecha veloz. | | |
|
|
Y Tekij:-«¡Es indigno de la flecha o la lanza! | | | | ¡La tierra se estremece para clamar venganza! | | | | ¡A las piedras, pipiles! | | |
|
|
Cuando el grito feroz
|
175 | |
—177→
| |
de los castigadores calló y el jefe odiado | | | | en sanguinoso fango quedó despedazado, | | | | viose pasar un hombre cantando en alta voz | | | | un canto mexicano. Cantaba cielo y tierra, | | | | alababa a los dioses, maldecía la guerra. |
180 | | | Llamáronle: «¿tú cantas paz y trabajo?» -«Sí». | | | |
el palacio, el campo, carcajes y huepiles; | | | | Celebra a nuestros dioses, dirige a los pipiles. | | |
|
| Y así empezó el reinado de Tutecotzimí. | | |
|
Retorno
|
|
El retorno a la tierra natal ha sido tan | | | | sentimental, y tan mental, y tan divino,
| | | |
que aun las gotas del alba cristalinas están | | | | en el jazmín de ensueño, de fragancia y de trino. | | |
|
| Por el Anfión antiguo y el prodigio del canto |
5 | | |
se levanta una gracia de prodigio y encanto | | | |
que une carne y espíritu como en el pan y el vino. | | |
—190→
| |
En el lugar en donde tuve la luz y el bien, | | | | ¿qué otra cosa podría sino besar el manto | | | | a mi Roma, mi Atenas o mi Jerusalén? |
10 | |
|
|
Exprimidos de idea, y de orgullo y cariño, | | | | de esencia de recuerdo, de arte de corazón, | | | | concreto ahora todos mis ensueños de niño | | | | sobre la crin anciana de mi amado León. | | |
|
|
Bendito el dromedario que a través del desierto |
15 | | | condujera al Rey Mago, de aureolada sien, | | | |
y que se dirigía por el camino cierto | | | |
en que el astro de oro conducía a Belén. | | |
|
—191→
|
|
Amapolas de sangre y azucenas de nieve | | | | he mirado no lejos del divino laurel, |
20 | | |
y he sabido que el vino de nuestra vida breve | | | | precipita hondamente la ponzoña y la hiel. | | |
|
| Mas sabe el optimista, religioso y pagano, | | | | que por César y Orfeo nuestro planeta gira, | | | |
y que hay sobre la tierra que llevar en la mano, |
25 | | | dominadora siempre, o la espada, o la lira. | | |
|
|
El paso es misterioso. Los mágicos diamantes | | | | de la corona o las sandalias de los pies | | | |
fueron de los maestros que se elevaron antes, | | | | y serán de los genios que triunfarán después. |
30 | |
|
—192→
|
|
Parece que Mercurio llevara el caduceo | | | | de manera triunfal en mi dulce país, | | | |
y que brotara para, hecha por mi deseo, | | | | en cada piedra una mágica flor de lis. | | |
|
|
Por atavismo griego o por fenicia influencia, |
35 | | | siempre he sentido en mí ansia de navegar,
| | | |
y Jasón me ha legado su sublime experiencia | | | | y el sentir en mi vida los misterios del mar. | | |
|
| ¡Oh, cuántas veces, cuántas oí los sones | | | | de las sirenas líricas en los clásicos mares! |
40 | | | ¡Y cuántas he mirado tropeles de tritones | | | |
y cortejos de ninfas ceñidas de azahares! | | |
|