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Volumen 7 - carta nº 291

De EMILIA PARDO BAZÁN
A   MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

La Coruña, 2 agosto 1885

Mi querido Marcelino: hoy me remiten los Garnier la primer prueba de su prólogo-semblanza á San Francisco. No necesito decir que me ha gustado mucho, siendo de V.; y tampoco necesito señalar los puntos con los cuales no estoy conforme y que me parecen apasionados, porque V. tambien los adivina.-Tengo esperanzas de que, dentro de algunos años, (como no hay peor enemigo de las opiniones erradas que el propio talento del que las sustenta) V. ha de modificar su juicio, no respecto al valor de mis novelas, harto lisonjeramente juzgadas para lo que merecen, sinó al de la renovacion literaria que las ha producido.-Y por supuesto que, aun admitiendo toda la parte de responsabilidad que me cabe en esta renovacion ó secta ó lo que V. prefiera, yo declaro que solo he sido un Ferrán del naturalismo, es decir, que he admitido el virus atenuado, pues mi Cuestion palpitante, más que libro de ardiente propaganda, lo es de distingos, reparos y limitaciones que hacen decir á los colegas de Ultrapirene «C'est du naturalisme á l'eau de rose».

También, si á protestar fuésemos, protestaria yo de eso de que soy naturalista por moda. Desde chiquilla no me gustaron las novelas románticas: recuerdo no haber podido sufrir unas cuantas de Sand y Walter Scott que me prestaron; y cuando me decian «haga V. una novela» yo respondia sincerísimamente -«no sirvo para el caso; más bien haria un libro sério.»-Solo empecé á pensar en novelar despues de leer algo de Flaubert, Pereda, Galdós y Valera. Yo tenia hasta ódio al género novelesco, al de antes se entiende; malas ó buenas, mis novelas no podrian ser nunca, siendo mias, sinó lo que son.-

En suma, de todo esto apelaré al Marcelino futuro, al de 40 años, que podria, si le diese la gana, ser el Mesías de la crítica por quien clamamos inútilmente hace tiempo. Y al decir crítica, debí añadir moderna, pues en cuanto á nuestro ayer, nadie lo siente con más amor ni lo comprende con más inteligencia ni lo posee con más señorío.

De lo mucho que agradezco á V. el prólogo tampoco creo necesario decir nada. Yo le pagaré á V. mi deuda (si vivo) algun día, haciendo lo único que le está a V. vedado en la Historia de la literatura española: su propio juicio. Siquiera en eso le llevaré ventaja.-Lo que más agradezco a V. en el prólogo es el tono de cariñosa simpatia que en él se advierte y que lucha, á veces, con la irresistible genialidad literaria de V. Ya sabe V. que en profesarme amistad no hace sinó lo que debe, pues yo soy antes, ahora y siempre, su más leal amiga q.b.s.m.

Emilia Pardo Bazán

P.S. Ya se me olvidaba dar á V. gracias por el Ramon Lull y el Himno de Judah Leví- Aun no pude leer el Ramon Lull porque estoy concluyendo las Ideas Estéticas que mi salida para Francia dejó á medio leer. Estoy del todo conforme con su manera de V. de juzgar á Cervantes como estético, y no solo pienso lo mismo sinó que me atreveré, cuando llegue el caso, á censurar algo, mucho, en la composicion y condiciones externas del Quijote. ¡Para que después me califique V. de tímida !

Si ve V. a nuestro Pereda, dígale que siento mucho su disgusto de familia y que pienso escribirle en breve.

Sabe V. que he observado una cosa? En su Historia de V. no se nombra mucho (algo sí) al naturalismo: pero no se piensa en otra cosa: todo lo que V. subraya, &. vá encaminado á refutar, conceder, señalar teorías hoy en tela de juicio ó en boga. Se lee eso entre renglones. Está V. (la comparacion es profana pero cierta) como aquellos filósofos paganos que cavilaban mucho en el cristianismo, próximos ya á convertirse.-En sério: esa generosa preocupación de los problemas actuales no la evita ningun espíritu vivaz y claro.

Otra P.D.

No crea V. que no me acuerdo de que le prometí un libro apolillado, el Ente dilucidado del P. Fuentelapeña; pero tengo mis libros de suerte que no doy con él: en el otoño creo que me vá á habilitar mi padre una Biblioteca formal, donde podré ver los lomos de los libros, hoy hacinados; para entonces será.

Otra más.-

El prólogo de Garnier trae alagar sin h: dícenme que la Academia patrocina esa reforma: por si acaso V. ha querido adoptarla, he dejado la h. ausente: como la edicion es de París, siempre se podrá atribuir á errata si V. deseaba la h.

 

Menéndez Pelayo, Epistolario, p. 282-284.

Menéndez Pelayo, varias cartas, p. 135-137.