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Carta de Ricardo Palma a Rafael Altamira. [Lima], 16 de noviembre de 1910

Ricardo Palma

Señor Rafael Altamira (Oviedo).

Queridísimo amigo: Dentro de veinte días cumplirá un año de la partida de usted de Lima. En ese lapso de tiempo no he recibido de usted más que una tarjeta en la que me encargaba le remitiese a Méjico (como lo hice) unos apuntes de conferencia que dejé en Lima en poder de un empleado en la redacción del Diario. Por lo demás estaba al corriente de su triunfal odisea por los periódicos que recibo de Méjico y de La Habana, así como de la espléndida recepción y altas distinciones que en España se le han justicieramente tributado. Buenas ganas tenía de escribir a usted enviándole mi enhorabuena cordialísima y la de mi familia, pero me abstenía esperando, como acaba de suceder, a que usted me diera el ejemplo, como es de fórmula. Pelillos a la mar. Creo en la sinceridad del afecto con que usted me enaltece, y me explico que el fárrago de atenciones que lo rodearon en los primeros meses no le dejarían minuto libre. He gozado con la noticia de las nuevas distinciones que de su gobierno y pueblo ha merecido, y estoy seguro de que en su nuevo cargo de inspector de instrucción pública conquistará usted lauros no menos valiosos que los

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que hasta ahora ha cosechado.

Mucho he aplaudido la discreta decisión de usted, republicano de legítima cepa, de prescindir por completo de la política, esa meretriz que todo lo envenena y que imposibilita para el bien de los cerebros más culminantes. Mucho temo que la labor progresista de mi amigo Canalejas no dé fruto de bendición, pues paréceme que la buena simiente cae en terreno mal abonado todavía. La salvación de España, en mi concepto, está en la instrucción popular. Cuando hayan desaparecido sus ocho millones de analfabetos, podrá luchar con éxito contra el fanatismo y la clerigalla y frailería que lo alimentan.

Ayer entregué a Carlos Wieder, José Gálvez y el exministro de Instrucción Matías León los libros que para ellos me ha enviado. Tenemos gran avidez por conocer el tema que tiene usted en prensa sobre su viaje por América.

En su cartera apuntó usted el tributo de aquellos de sus libros que no se encuentran en la Biblioteca de Lima. Si no se hubieren agotado ya, puede entregarlos a Fernando Fé, el librero de la Puerta del Sol, que es mi agente en Madrid, para que me los remita.

Hará seis meses que los muchachos de mi tierra, los periódicos y la municipalidad lanzaron la idea de mi coronación literaria, propósito que yo rechacé en tres artículos

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humorísticos. Al amigo don Fermín, rector de la Universidad de Oviedo, informé largamente de esta tontería para que la transmitiese a usted. Esa distinción personal digo a mis compatriotas que la reserven para el centenario de 1921, año en que (también me siento ya de fatigado y enfermo) se hallará mi esfuerzo en mundo mejor o peor. En el próximo febrero completaré la carga de 78 toneladas de años.

En España he tenido una pelotera en la Academia de la Historia con un pobre señor que se llama el Marqués de Laurencín. Que los académicos de Madrid lo informen a usted de lo ocurrido.

El Perú, políticamente, pasa por situación muy crítica, así en su vida interna como en sus relaciones exteriores. Los conflictos de actualidad son bastante graves. Lo triste es el desprestigio que nos conquistamos ante el mundo. Dios, que es el gran loquero de este manicomio suelto, querrá darnos un poquito de buen sentido. De todas las naciones que ha visitado usted en América, convendrá conmigo en que es el Perú la que más se parece a España por lo inquieta y lo difícil de ser gobernada.

En esta su casa mis hijas e hijos se conservan en buenas condiciones de salud. Solo la señora empieza a alarmarnos, pues su enfermedad avanza. Todos los míos corres-

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ponden al afectuoso recuerdo que usted les consagra en su carta.

Si tuviese usted oportunidad saludar en mi nombre y los de la gente de mi modesto hogar al amigo, y su compañero de expedición, señor Alvarado.

Presente mis respetos a su digna y simpática señora, haga un cariño en mi nombre a la preciosa prole y reciba muy cordial apretón de manos de su viejo amigo,

Ricardo Palma.

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