que hasta ahora ha cosechado. Mucho he aplaudido la discreta decisión de usted, republicano de legítima cepa, de prescindir por completo de la política, esa meretriz que todo lo envenena y que imposibilita para el bien de los cerebros más culminantes. Mucho temo que la labor progresista de mi amigo Canalejas no dé fruto de bendición, pues paréceme que la buena simiente cae en terreno mal abonado todavía. La salvación de España, en mi concepto, está en la instrucción popular. Cuando hayan desaparecido sus ocho millones de analfabetos, podrá luchar con éxito contra el fanatismo y la clerigalla y frailería que lo alimentan. Ayer entregué a Carlos Wieder, José Gálvez y el exministro de Instrucción Matías León los libros que para ellos me ha enviado. Tenemos gran avidez por conocer el tema que tiene usted en prensa sobre su viaje por América. En su cartera apuntó usted el tributo de aquellos de sus libros que no se encuentran en la Biblioteca de Lima. Si no se hubieren agotado ya, puede entregarlos a Fernando Fé, el librero de la Puerta del Sol, que es mi agente en Madrid, para que me los remita. Hará seis meses que los muchachos de mi tierra, los periódicos y la municipalidad lanzaron la idea de mi coronación literaria, propósito que yo rechacé en tres artículos |