Carta inédita de Carlos III á su hijo el Príncipe de Asturias
Manuel Danvila y Collado
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En el campo de la literatura y de la historia, ha revestido excepcional importancia el desarrollo y florecimiento del estilo epistolar, recientemente ilustrado y discutido en la Real Academia Española; pero si las correspondencias epistolares, ora diplomáticas, ora oficiales, ora privadas, fueron y serán siempre perenne manantial de datos para el historiador, acrecen su importancia cuando en secreto se escribieron, y cuando expresaron consejos de padres á hijos, de Reyes á Príncipes herederos en materia tan importante como es siempre la alta gobernación del Estado, y la unión de ideales que debe existir entre el monarca y su inmediato sucesor.
Reinaba en España Carlos III. Comprometido por el célebre Pacto de familia á declarar la guerra á la Gran Bretaña, unió su suerte á la de Francia, y ambas midieron sus armas con su poderosa rival, y ambas fueron vencidas, teniendo que aceptar la humillante paz de 1762, que obligó á España á ceder á Inglaterra —128→ la Florida con el fuerte de San Agustín y la bahía de Panzacola y todo lo que España poseía en el continente de la América Septentrional al Este ó al Sudeste del río Misisipí, recibiendo en cambio, por generoso donativo de la Francia, la Luisiana, como medio de terminar las reclamaciones que de antiguo existían entre los gabinetes de Madrid y de Versailles; territorio que hubo de someter por la fuerza el Teniente General D. Alejandro O'Reilly, realizando sangrientos castigos, relatados en la Gaceta de Madrid de 18 de Junio de 1770.
Coincidieron estos hechos con la expedición de D. Juan Ignacio Madariaga á Puerto Egmont de donde violentamente desalojó á los ingleses que lo habían fortificado, colocando á España en la necesidad de declarar nuevamente la guerra á Inglaterra, para lo cual le alentaban los propósitos belicosos del Conde de Aranda, que llegó á redactar un verdadero plan de guerra, contando con el apoyo de la Francia y las Dos Sicilias y la neutralidad del Austria. Afortunadamente prevalecieron los prudentes consejos del Marqués de Grimaldi, Secretario de Estado; y cuando la Francia sumisa á la política que inspiraba Mad. Du Barry, hizo saber á Carlos III, que prefería el partido de la paz, el Príncipe de Maserano, representante de España en Londres presentó, en 22 de Enero de 1771 la célebre Declaración, ofreciendo reparar el agravio inferido á la bandera inglesa en la Gran Maluina, llamada por los ingleses Isla de Falckland, como se reparó, entregando al oficial autorizado por S. M. británica el puerto y fuerte llamado Egmont, con toda la artillería, municiones y efectos de guerra.
Las disensiones entre Aranda y Grimaldi, á propósito del negocio de las Maluinas, estimuladas por su distinto carácter, originaron dos partidos políticos, llamado el uno aragonés, y el otro el de los golillas, reflejando en ellos las antiguas rivalidades entre el elemento civil y militar. En 1773 los deseos del Conde de Fuentes se vieron satisfechos, y el Conde de Aranda le sustituyó en la Embajada de París, donde prestó buenos servicios á la causa española; pero sus amigos los aragoneses en la corte de Madrid, estimaron que debían extremar todos los medios para derribar al Ministro Grimaldi, y escogieron el cuarto del Príncipe de Asturias como centro de las intrigas cortesanas.
—129→Las desgraciadas empresas africanas fueron duramente criticadas por el Conde de Aranda desde París, y comprendiendo el Marqués de Grimaldi que había llegado la ocasión de dimitir el Ministerio, lo hizo así en sentido mensaje de 9 de Noviembre de 1776, obteniendo la satisfacción de ver cumplido su deseo, y de suceder al Conde de Floridablanca en el cargo de Embajador de España en Roma.
A este último período debe referirse, puesto que no tiene fecha, la importantísima carta que el Rey. D. Carlos III escribió á su hijo el Príncipe heredero, demostrándole la necesidad de la unión de miras y propósitos entre el Rey y su inmediato sucesor; y criticando lo que se hacía en el cuarto del Príncipe de Asturias, donde se murmuraba contra las resoluciones del Rey y contra los consejos de los Ministros. Dicha carta, desconocida hasta ahora, dice así:
Esta carta escrita con la mayor reserva, retrata al Rey prudente que cree indispensable dirigir á su hijo, inmediato sucesor, sensatas advertencias y las mezcla con el cariño de un padre que sólo desea el bien y la felicidad de su hijo querido. El deber que se impone, y el amor que todo lo domina, descubren ante la historia, —133→ lo que como Rey y como padre fué Carlos III, sin que puedan abrigarse dudas respecto de este punto. Y la carta reservadísima, que sólo podía ser enseñada al heredero de Carlos IV, llegó á tener algo de profética; pues algunos años después, en el cuarto del Príncipe de Asturias, más tarde Fernando VII, se conspiró de la misma manera contra el monarca reinante, dando ocasión á la célebre causa del Escorial.
La historia enseña que la rebeldía es difícil de extirpar cuando penetra en la morada de los Reyes.
Madrid, 25 de Enero de 1895.