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Cartas a María Mantilla

José Martí



María mía:
  ¿Conque Fermín
es querídisimo, y yo no
soy más que querido? Así
dicen tus cartas. Yo me
vengo de ti, queriéndome
con todo mi corazón. Aunque
tú y yo somos así, que
callamos cuando más queremos
La verdad es que no
estoy bravo contigo.
 
  ¡Me acordé tanto
de ti en mi enfermedad! Una
noche tenía como encendida
la cabeza, y hubiera deseado
que me pusieses la mano
en la frente. Tú estabas lejos.-
 
  ¿Te acuerdas de mí? Ya
lo sabré a mi vuelta, por el
ejercicio en francés de cada día,
que hayas escrito con su
fecha al pie, -por la música
nueva, -por lo que me digan
del respeto con que te has
hecho tratar, -y por el calor
de tu primer abrazo.
 
  A Carmita, que me quiera,
que se ría dos horas al día, y
no más, y que pinte.
 
  Tu
 
       Martí
 
Ernesto:
  Quiere, sirve, habla
con finura, y trabaja.
 
  Tu
        Martí


María mía:
  Ya no te vuelvo a
escribir hasta que te vea, o poco antes,
y quiero decirte adiós, para que no
me olvides en las alegrías de
Central Valley. ¿Ves el cerezo grande,
el que da sombra a la casa de
las gallinas? Pues ese soy yo,
con tantos ojos como tiene hojas
él, y con tantos brazos, para
abrazarte, como él tiene ramas.
Y todo lo que hagas, y lo que
pienses, lo veré yo, como lo ve el
cerezo. Tú sabes que yo soy brujo,
y que adivino los pensamientos
desde lejos, y soy como los vestidos
de esas bailarinas clavadas a un
cartón que anuncian el agua,
que cuando hay tiempo bueno
tienen el vestido azul, y si
el tiempo es malo, el vestido
es del color de un golpe,
de morado oscuro, y si hay
tormenta, negro. Si piensas algo
que no me puedas decir, de
lejos lo sentiré, por dondequiera
que yo ande, y me pondré
oscuro, como el vestido que
anuncia el mal tiempo.
  Por el viaje no hemos
visto mucho nuevo. He visto
gente mala y buena, y con la
buena he podido más
que la mala. He estado enfermo,
y me atendieron muy
bien la cubana Paulina, que
es negra de color, y muy señora
en su alma, mi médico
Barbarrosa, hombre de Cuba
y de París, y hermano bueno
del que tú conoces, -y Pancho,
que no se separa de mi cabecera,
y hace muy buenos discursos:
pero todavía anda jorobado,
y se pone el sombrero
sobre la oreja. Y en tantas leguas
de arena y de pinares, la
verdad es que sólo tres cosas
nos han llamado la atención:
-un negro viejo de África, en
la estación de Thomasville,
del Estado de Georgia, donde
no se puede beber vino ni
cerveza: el negro lo era mucho,
de bigote y barba de horca,
como creo que esta el Moisés
pintado en el Diccionario de
Larousse (Moyse), la levita
y el pantalón negros como
él, el sombrero de palma, con
las alas muy anchas, dobladas
a los lados por el borde,
la mano en el bastón, con una
cuerda pasada a la muñeca,
y la mirada como fuego,
encendida, y larga: -y lo
otro fue el almuerzo muerto
de un mal hotel, con huevos
que olían a pollo, y un beef-steak
engurruñado y hediondo,
y hominy, -y tres niñas
en su traje azul, con gorros
de campo, que venían de la
casa de la escuela, allá en
lo hondo del monte, por
entre los pinos. Aquí los niños
besan, y la gente sonríe.-
No te me pongas áspera.
  Quería, antes de
entrar en viaje, recibir carta
tuya, y temo que no llegue.
A ver si piensas en mí,
que te cuido y te quiero
tanto, cuando todos estén alegres,
y yo no esté donde
tú estás, -cuando está el
cielo tranquilo, y muy lleno
de estrellas.
 
  Tu
 
       Martí
Dale un beso a Patria.-
29 de mayo


Mi María:
  ¿A que no
sabes qué te llevo?
«Cuatro danzas» lindas,
de un señor de acá
de México, a las cuatro
hijas de mi amigo
Mercado, -y una
«Melopea», a que
Carmita la recite al
piano, -y dos piezas
muy finas sobre Ruy
Blas y Carmen.-El
domingo me preparó
la casa de Mercado una
gran fiesta de música,
para mí solo. Las tres
hijas cantan, y una con
voz muy pura y llena, -
y tocan, tu rapsodia y
tu minueto: por la noche
fue lo hermoso, con la
orquesta de once, de
mandolinas, bandurrias
y guitarras. Pero lo
admirable aquí es el
pudor de las mujeres,
no como allá, que
permiten a los hombres
un trato demasiado
cercano y feo. Esta es
otra vida, María
querida. Y hablan
con sus amigos, con
toda la libertad necesaria;
pero a distancia,
como debe estar el
gusano de la flor.
Es muy hermoso aquí
el decoro de las mujeres.
Cada una, por
su decoro, parece
una princesa. ¡Y el
cariño de la casa!
  Acá ahora
tengo muchas hijas.
Son mujeres ya las
tres hijas de Manuel
Mercado, y para mí
son como si fueran
niñas. La casa parece
una jaula de pájaros
deshecha cuando llego.
Me han puesto la mesa
llena de rosas y
nardos: me ha hecho
cada una con sus
manos un plato finísimo,
de comida o de
dulce: cada una
me ha preparado una
sorpresa. A mí, a
veces, se me llena
de lágrimas el corazón.
-Y me pongo a
pensar, y me pregunto
si tu me querrás
así, y Carmita, y
Ernesto. -Yo todo lo que
veo, quisiera llevárselos:
y no puedo nada: un
muñequito sí les llevo,
y un amigo que las
ve por todas las
partes. ¿Qué plato fino
me preparas tú, hecho
con tus manos?
Aquí todas las
niñas saben hacer
platos finos. -Y yo,
temblar de miedo, de
que tu no me
quieras como aquí
me quieren. -
 
  Tu
 
          Martí


  Athos
  febrero 2,-1895
 
Mi niña querida:
  Tu carita
de angustia está todavía delante
de mí, y el dolor de tu
último beso. Los dos seremos buenos,
yo para merecer que me
vuelvas a abrazar, y tú para
que yo te vea siempre tan linda
como te vi entonces. No tengas
nunca miedo a sufrir. Sufrir
bien, por algo que lo merezca, da
juventud y hermosura. Mira a una
mujer generosa: hasta vieja es bonita,
y niña siempre, -que es lo
que dicen los chinos, que sólo
es grande el hombre que nunca
pierde su corazón de niño: y mira
a una mujer egoísta, que, aun
de joven, es vieja y seca. Ni a las
arrugas de la vejez ha de tenerse
miedo. «Esas arrugas que tú tienes,
madre mía» -dice algo que leí hace
mucho tiempo -«no son las arrugas
feas de la cólera, sino las nobles
de la tristeza.» -Quiere y sirve, mi
María. -Así te querrán, y te querré. -
¿Y como no te querré yo, que te llevo
siempre a mi lado, que te busco
cuando me siento a la mesa, que
cuanto leo y veo te lo quiero decir,
que no me levanto sin apoyarme
en tu mano, ni me acuesto sin
buscar y acariciar tu cabeza? ¿Y
tú me olvidarás, o te distraerás
de mí, y querrás más a quien
te quiera menos que yo?
  ¿Que has hecho desde
que te dejé? Entre niños y enfermos
y las primeras visitas habrás
tenido poco tiempo en los
primeros días; pero ya estarás
tranquila, cuidando mucho a tu madre
tan buena, y tratando de valer tanto
como quien más valga, que es cosa
que en la mayor pobreza se puede
obtener, con la receta que yo tengo
para todo, que es saber más que los
demás, vivir humildemente, y tener
la compasión y la paciencia que los
demás no tienen. -A mi vuelta sabré
si me has querido, por la música
útil y fina que hayas aprendido
para entonces: música que
exprese y sienta, no hueca y aparatosa:
música en que se vea un
pueblo, o todo un hombre, y hombre
nuevo y superior. Para la gente común,
su poco de música común,
porque es un pecado en este
mundo tener la cabeza un poco
mas alta que la de los demás,
y hay que hablar la lengua de
todos, aunque sea ruin, para que
no hagan pagar demasiado cara
la superioridad. -Pero para uno,
en su interior, en la libertad de
su casa, lo puro y lo alto. -
  Los libros, se habrán que
dado en Central Valley, y yo lo he
de sentir, sobre todo si se quedo allá
el Larousse, que ahora te serviría
en un trabajo de cariño que
quiero que hagas, para ver si te
acuerdas de mí, -y es que vayas
haciendo como una historia de
mi viaje, a modo de diccionario,
con la explicación de los nombres
curiosos de este viaje mío. -Atlas,
por ejemplo, es el nombre de la compañía
de estos vapores: busca Atlas,
y escribe lo que encuentres. -Athos,
es el nombre del vapor: busca
Athos. -Cap Haitien, es el lugar a
donde vamos ahora, -búscalo, en el
Larousse y en las geografías. Y así
harás un libro curioso e irías pensando
en mí. -El Larousse esta en
casa de Gonzalo, y Blanche tiene un
buen libro de Mitología, donde puedes
leer de Atlas y Athos: «Goldfinch»
es el autor del libro, o cosa así,
con láminas.-De Cap Haitien habla mucho
una geografía de las Antillas que tenemos,
pero está en Central Valley. -Tú hallarás. -No
se sabe bien sino lo que se descubre.
  Y ahora un abrazo muy
largo, para que te duermas con él.-Visita
en nombre mío a Aurora, y al bebito
y diles que es leal mi corazón. Estarás
hecha una madre, con los hijos de
Luis. -Es lo que me gusta más de ti:
que te quieren los niños. -Pero nadie
te quiere más, ni desea más verte y oírte
                    que tu
 
                                      Martí


Mi María:
  ¿Y cómo me doblo
yo, y me encojo bien, y
voy dentro de esta carta,
a darte un abrazo? ¿Y cómo
te digo esta manera de
pensarte, de todos los
momentos, muy fina y penosa,
que me despierta y
que me acuesta, y cada
vez te ve con más ternura
y luz? No habrá quien más
te quiera; y sólo debes querer
más que a mí a quien
te quiera más que yo.
  ¿A que de París,
de ese París que veremos
un día juntos, cuando los
hombres me hayan
maltratado, y yo te lleve a ver
mundo antes de que entres
en los peligros de él, -
a que de París vas a
recibir un gran recuerdo
mío, por mano de un
amigo generoso de
Cabo Haitiano, del
padre de Rosa Dellundé?
Yo voy sembrándote, por
dondequiera que voy,
para que te sea
amiga la vida. Tú,
cada vez que veas
la noche oscura,
o el sol nublado,
piensa en mí.
  En mi nombre
visita a Benjamincito,
y a Aurora, y a Mercedes,
a quien escribiré antes
de salir de aquí, y ve
con ella a llevarle flores
a mi pobrecita Patria.
Que tu madre sienta todos
los días el calor de tus
brazos. Que no hagas
nunca nada que me
dé tristeza, o yo no
quisiera que tú hicieses.
Que te respeten todos,
por decorosa y estudiosa.
Que entiendas cuánto,
cuánto te quiere
  tu
      Martí
 
Y ¿esa oreja de mi leal Ernesto?
Le mando un beso, allí
donde se le heló, tú se lo
das. -


Maricusa mía:
  ¿Cuántos días
hace ya que no te acuerdas
de mí? Yo te necesito
más, mientras menos
te veo. Anoche, a las cuatro
de la madrugada, estaba
en el batey, como aquí
llaman al patio de las
casas de campo, al claro
desyerbado que rodea la
casa de vivienda: en el
cielo, de un azul que parecía
vivo, estaban encendidas
las estrellas: la
luna recortada, y como
de un fuego suave,
iluminaba de arriba un
mazo de palmas: las
hojas de las palmeras se
mecían suavemente, en
el claro silencio: yo
pensaba en ti. -Y cuando
el día antes había pasado
por el camino, lleno todo,
a un lado y otro, de
árboles frutales, de cocos
y mangos, de caimitos y
mameyes, de aguacates
y naranjos, pensaba en Vds,
y en tenerlas conmigo, para
sentarlas en la yerba, y
llenarles la falda de
frutas. -Estás lejos,
entusiasmada con los héroes
de colorín del teatro, y
olvidada de nosotros, los
héroes verdaderos de la
vida, los que padecemos
por los demás, y queremos
que los hombres sean mejores
de lo que son. Malo es
vestir de saco viejo, y de
sombrero de castor:
cualquier tenor bribón, con un
do en la garganta, le
ocupa los pensamientos a
una señorita, con tal
que lleve calzas lilas
y jubón azul, y sombrero de
plumas. -Ya ves que estoy
celoso, y que me tienes
que contentar. Es que
por el aire, que lleva
y trae almas, no me
han llegado las cartas
que esperaba recibir
de ti. -Le hablé de ti
en el camino a una
guajirita que sabe leer
letra de pluma: a una
huérfana de nueve
años:-ahora le llevo de
regalo un libro: se lo
llevo en tu nombre. -
Haz tú como yo: haz
algo bueno cada día
en nombre mío. -Visita
a Aurora, y a mi gran
baby. -Y no le dejes solo
el pensamiento a tu mamá.
Rodéala y cuídala. -Un beso
triste de tu            José Martí


Mi María y mi Carmita:
  Salgo de pronto a un
largo viaje, sin pluma
ni tinta, ni modo de
escribir en mucho tiempo.
Las abrazo, las abrazo
muchas veces sobre mi
corazón. Una carta he
de recibir siempre de
Vds, y es la noticia,
que me traerán el sol
y las estrellas, de que
no amarán en este
mundo sino lo que
merezca amor, -de que se
me conservan generosas
y sencillas, -de que jamás
tendrán de amigo a
quien no las iguale
en mérito y pureza. -
Y ¿en qué pienso ahora,
cuando las tengo así
abrazadas? En que
este verano tengan
muchas flores: en
que en el invierno
pongan, las dos juntas,
una escuela: una
escuela para diez
niñas, a seis pesos,
con piano y español,
de nueve a una:
y me las respetarán,
y tendrá pan la casa.
Mis niñas ¿me quieren?
-Y mi honrado
Ernesto. -Hasta luego.
Pongan la escuela.
No tengo qué
mandarles -más que los
brazos. Y un gran
beso de su
 
  Martí
 
25 Marzo. -




  A mi María
  _______
   Y mi hijita ¿qué hace, allá en
el Norte, tan lejos? ¿Piensa en la
verdad del mundo, en saber, en
querer, -en saber para poder querer,
-querer con la voluntad, y querer
con el cariño? ¿Se sienta, amorosa,
junto a su madre triste? ¿Se
prepara a la vida, al trabajo
virtuoso e independiente de la
vida, para ser igual o superior
a los que vengan luego, cuando
sea mujer, a hablarle de amores,
-a llevársela a lo desconocido, o
a la desgracia, con el engaño
de unas cuantas palabras
simpáticas, o de una figura
simpática? ¿Piensa en el trabajo,
libre y virtuoso, para que la
deseen los hombres buenos, para
que la respeten los malos, y
para no tener que vender
la libertad de su corazón y
su hermosura por la mesa y
por el vestido? Eso es lo que
las mujeres esclavas, -esclavas
por su ignorancia y su
incapacidad de valerse, -llaman
en el mundo «amor». Es grande,
amor; pero no es eso. Yo amo
a mi hijita. Quien no la ame
así, no la ama. Amor es
delicadeza, esperanza fina,
merecimiento, y respeto. -¿En qué
piensa mi hijita? ¿Piensa
en mí?
______
   Aquí estoy, en Cabo
Haitiano; cuando no debía estar
aquí. Creí no tener modo de
escribirte en mucho tiempo,
y te estoy escribiendo. Hoy
vuelvo a viajar, y te estoy otra
vez diciendo adiós. Cuando
alguien me es bueno, y bueno
a Cuba, le enseño tu retrato.
Mi anhelo es que vivan muy juntas,
su madre y ustedes, y que pases
por la vida pura y buena.
Espérame, mientras sepas que yo viva.
Conocerás el mundo, antes de darte
a él. Elévate, pensando y trabajando.
¿Quieres ver como pienso en ti -
en ti y en Carmita? Todo me es
razón de hablar de ti, el piano
que oigo, el libro que veo, el
periódico que llega. Aquí te
mando en una hoja verde,
el anuncio del periódico francés
a que te suscribió Dellundé.
El Harper's Young People no lo
leíste, pero no era culpa tuya,
sino del periódico, que traía
cosas muy inventadas, que no
se sienten ni se ven, y más
palabras de las precisas. Este
Petit français es claro y útil.
Léelo, y luego enseñarás. En
señar, es crecer. -Y por el
correo te mando dos libros, y
con ellos una tarea, que harás, si
me quieres; y no harás, si no
me quieres. -Así, cuando esté
en pena, sentiré como una mano
en el hombro, o como un cariño
en la frente, o como las sonrisas
con que me entendías y
consolabas; --y será que estás
trabajando en la tarea, pensando
en mí.
  Un libro es «L'Histoire
Généra1e», un libro muy corto, donde
está muy bien contada, y en lenguaje
fácil y limpio, toda la historia
del mundo, desde los tiempos más
viejos, hasta lo que piensan e
inventan hoy los hombres. Son
180 sus páginas: yo quiero que
tú traduzcas, en invierno o en
verano, una página por día;
pero traducida de modo que
la entiendas, y de que la puedan
entender los demás, porque
mi deseo es que este libro de
historia quede puesto por ti en
buen español, de manera que
se pueda imprimir, como libro
de vender, a la vez que te sirva,
a Carmita y a ti, para entender,
entero y corto el movimiento
del mundo, y poderlo enseñar.
Tendrás, pues, que traducir
el texto todo, con el resumen
que va al fin de cada
capítulo, y las preguntas que
están al pie de cada página;
pero como éstas son para ayudar
al que lee a recordar
lo que ha leído; y ayudar
al maestro a preguntar, tú
las traducirás de modo que
al pie de cada página escrita
sólo vayan las preguntas que
corresponden a esa página.
El resumen lo traduces
al acabar cada capítulo. -
La traducción ha de ser
natural, para que parezca
como si el libro hubiese
sido escrito en la lengua
a que lo traduces, -que
en eso se conocen las buenas
traducciones. En francés hay
muchas palabras que no son
necesarias en español. Se
dice, -tú sabes- il est, cuando
no hay él ninguno; sino para
acompañar a es, porque en
francés el verbo no va solo:
y en español, la repetición de
esas palabras de persona,-del
yo y él y nosotros y ellos, -delante
del verbo, ni es necesaria
ni es graciosa. Es bueno que
al mismo tiempo que
traduzcas, -aunque no por su
puesto a la misma
hora, -leas un libro escrito
en castellano útil y
sencillo, para que tengas en
el oído y en el pensamiento
la lengua en que escribes.
Yo no recuerdo, entre los que
tú puedes tener a mano,
ningún libro escrito en este
español simple y puro. Yo quise
escribir así en La Edad de Oro;
para que los niños me
entendiesen, y el lenguaje
tuviera sentido y música.
Tal vez debas leer, mientras
estes traduciendo, La Edad de
Oro. -El francés de «L'Histoire
Générale» es conciso y directo,
como yo quiero que sea el
castellano de tu traducción;
de modo que debes imitarlo
al traducir, y procurar usar
sus mismas palabras, excepto
cuando el modo de
decir francés, cuando la frase
francesa, sea diferente
en castellano. -Tengo, por
ejemplo, en la página 19,
en el párrafo nº 6, esta
frase delante de mí:
«Les Grecs ont les premiers cherché
a se rendre compte des choses
du monde».-Por supuesto que
no puedo traducir la frase así,
palabra por palabra: -«Los Griegos
han los primeros buscado a darse
cuenta de las cosas del mundo», -
porque eso no tiene sentido en
español. Yo traduciría: «Los
griegos fueron los primeros que
trataron de entender las cosas
del mundo.» Si digo: «Los griegos
han tratado los primeros», diré
mal, porque no es español eso.
Si sigo diciendo: «de darse
cuenta», digo mal también, por
que eso tampoco es español.
Ve, pues, el cuidado con que
hay que traducir, para que
la traducción pueda
entenderse y resulte elegante,
y para que el libro no
quede, como tantos libros
traducidos, en la misma
lengua extraña en que estaba.
-Y el libro te entretendrá, sobre
todo cuando llegues a los
tiempos en que vivieron
los personajes de que hablan
los versos y las óperas. Es
imposible entender una
ópera bien, -o la romanza de
Hildegonda, por ejemplo, -si
no se conocen los sucesos de
la historia que la ópera
cuenta, y si no se sabe
quién es Hildegonda, y dónde
y cuándo vivió, y qué
hizo. -Tu música no es así,
mi María; sino la música
que entiende y siente.
-Estudia, mi María; -trabaja,
-y esperame.
  __________
  Y cuando tengas bien
traducida «L'Histoire Génerale»,
en letra clara, a renglones iguales
y páginas de buen margen,
nobles y limpias ¿cómo no
habrá quien imprima; -y
venda para ti, venda para
tu casa, -este texto claro
y completo de la historia del
hombre, mejor, y más
atractivo y ameno, que todos los
libros de enseñar historia
que hay en castellano?
La página al día, pues:
mi hijita querida. Aprende
de mí. Tengo la vida a un
lado de la mesa, y la muerte
a otro, y un pueblo a las
espaldas: -y ve cuántas
páginas te escribo.
  __________
  El otro libro es para
leer y enseñar: es un libro
de 300 paginas, ayudado
de dibujos, en que está, María
mía, lo mejor -y todo lo cierto
de lo que se sabe de la
naturaleza ahora. Ya tú leíste,
o Carmita leyó antes que tú,
las Cartillas de Appleton. Pues
este libro es mucho mejor, -
más corto, más alegre, más
lleno, de lenguaje más claro,
escrito todo como que se lo
ve. Lee el último capítulo, La
Physiologie Végétale, -la vida
de las plantas, y verás que
historia tan poética y tan interesante.
Yo la leo, y la vuelvo a leer, y siempre
me parece nueva. Leo pocos versos,
porque casi todos son artificiales o
exagerados, y dicen en lengua
forzada falsos sentimientos, o
sentimientos sin fuerza ni honradez, mal
copiados de los que los sintieron de
verdad. Donde yo encuentro poesía
mayor es en los libros de ciencia,
en la vida del mundo, en el orden del
mundo, en el fondo del mar, en la
verdad y música del árbol, y su fuerza
y amores, en lo alto del cielo, con
sus familias de estrellas, -y en la
unidad del universo, que encierra
tantas cosas diferentes, y es todo uno, y
reposa en la luz de la noche del
trabajo productivo del día. Es hermoso,
asomarse a un colgadizo, y ver vivir
al mundo: verlo nacer, crecer,
cambiar, mejorar, y aprender en esa
majestad continua el gusto de la verdad,
y el desden de la riqueza y la soberbia
a que se sacrifica, y lo sacrifica
todo, la gente inferior e inútil. Es
como la elegancia, mi María, que está
en el buen gusto, y no en el costo.
La elegancia del vestido, -la grande y
verdadera, -está en la altivez y
fortaleza del alma. Un alma honrada,
inteligente y libre, da al cuerpo
más elegancia, y mas poderío a la
mujer, que las modas más ricas
de las tiendas. Mucha tienda, poca
alma. Quien tiene mucho adentro,
necesita poco afuera. Quien lleva
mucho afuera, tiene poco adentro,
y quiere disimular lo poco.
Quien siente su belleza, la belleza
interior, no busca afuera belleza
prestada: se sabe hermosa, y la
belleza echa luz. Procurará
mostrarse alegre, y agradable a los
ojos, porque es deber humano
causar placer en vez de pena, y
quien conoce la belleza la
respeta y cuida en los demás
y en sí. Pero no pondrá en
un jarrón de China un jazmín:
pondrá el jazmín, solo y ligero,
en un cristal de agua clara.
Esa es la elegancia verdadera: que
el vaso no sea más que la flor.
-Y esa naturalidad, y verdadero
modo de vivir, con piedad para
los vanos y pomposos, se aprende
con encanto en la historia de
las criaturas de la tierra. -Lean
tú y Carmita el libro de Paul Bert:
a los dos o tres meses, vuelvan a
leerlo; léanlo otra vez, y ténganlo
cerca siempre, para una página
u otra, en las horas perdidas.
Así sí serán maestras, contando
esos cuentos verdaderos a sus discípulas,
en vez de tanto quebrado
y tanto decimal, y tanto nombre
inútil de cabo y de río, que se
ha de enseñar sobre el mapa
como de casualidad, para ir
a buscar el país de que se
cuenta el cuento, o -donde vivió
el hombre de que habla la
historia. -Y cuentas, pocas, sobre
la pizarra, y no todos los días.
Que las discípulas amen la
escuela, y aprendan en ella cosas
agradables y útiles.
  _______
  Porque ya yo las veo este invierno,
a ti y a Carmita, sentadas en su
escuela, de 9 a 1 del día, trabajando las
dos a la vez, si las niñas son de
edades desiguales, y hay que hacer
dos grupos, o trabajando una
después de otra, con una clase igual
para todas. Tú podrías enseñar piano
y lectura, y español tal vez, después
de leerlo un poco más; -y Carmita
una clase nueva de deletreo y
composición a la vez, que sería la
clase de gramática, enseñada toda
en las pizarras, al dictado, y
luego escribiendo lo dictado en el
pizarrón, vigilando porque las
niñas corrijan sus errores, -y una
clase de geografía, que fuese
más geografía física que de
nombres, enseñando como está
hecha la tierra, y lo que
alrededor la ayuda a ser, y de la
otra geografía, las grandes
divisiones, y esas bien, sin mucha
menudencia, ni demasiados de
talles yankees, -y una clase
de ciencias, que sería una
conversación de Carmita, como un
cuento de veras, en el orden en
que está el libro de Paul Bert,
si puede entenderlo bien ya, y
si no, en el que mejor pueda
idear, con lo que sabe de las
cartillas, y la ayuda de lo que
en Paul Bert entienda, y astronomía. Para esa
clase le ayudarían mucho un libro
de Arabella Buckley, que se
llama «The Fairy-Land of Science»,
y los libros de Johri Lubbock, y
sobre todo dos, «Fruits, Flowers and
Leaves», y «Ants, Bees, and Wasps».
Imagínate a Carmita contando
a las niñas las amistades de
las abejas y las flores, y las
coqueterías de la flor con la abeja,
y la inteligencia de las hojas,
que duermen y quieren y se
defienden, y las visitas y los viajes de las estrellas,
                                        y las casas de las
hormigas. Libros pocos, y continuo
hablar. -Para historia, tal vez
sean aún muy nuevas las
niñas. Y el viernes, una clase
de muñecas, -de cortar y coser
trajes para muñecas, y repaso
de música, y clase larga de
escritura, y una clase de
dibujo. -Principien con dos, con
tres, con cuatro niñas. Las demás
vendrán. En cuanto sepan de esa
escuela alegre y útil, y en inglés,
los que tengan en otra escuela
hijos, se los mandan allí: y si
son de nuestra gente, les enseñan
para más halago, en una clase
de lectura explicada - /explicando
el sentido de las palabras/-
el español: no más
gramática que esa: la gramática
la va descubriendo el
niño en lo que lee y oye,
y esa es la única que le
sirve. -¿Y si tú te esforzaras,
y pudieras enseñar francés
como te lo enseñé yo a ti,
traduciendo de libros
naturales y agradables? -Si
yo estuviera donde tú no
me pudieras ver, o donde
ya fuera imposible la vuelta,
sería orgullo grande el mío,
y alegría grande, si te viera
desde allí, sentada, con tu
cabecita de luz, entre las
niñas que irían así
saliendo de tu alma, -sentada,
libre del mundo, en el
trabajo independiente.
-Ensáyense en verano: empiecen
en invierno. Pasa, callada,
por entre la gente vanidosa.
Tu alma es tu seda. Envuelve
a tu madre, y mímala, porque
es grande honor haber venido
de esa mujer al mundo. Que
cuando mires dentro de ti,
y de lo que haces, te encuentres
como la tierra por la
mañana, bañada de luz.
Siéntete limpia y ligera, como
la luz. Deja a otras el
mundo frívolo: tú vales
más. Sonríe, y pasa. Y si
no me vuelves a ver, haz como
el chiquitín cuando el entierro
de Frank Sorzano: pon un libro,
-el libro que te pido, -
sobre la sepultura. O sobre
tu pecho, porque ahí estaré
enterrado yo si muero donde
no lo sepan los hombres.
-Trabaja. Un beso. Y espérame.
                     tu
                         Martí
Cabo Haitiano, 9 de abril, 1895.
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