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Carta XVI

Escrita en Goyanes a 24 de Agosto de 1755 a su hermana


Mariquita mía: Entre tantos gustos como me has dado ninguno excede al que tuve con la discreta y tierna esquela que escribiste a esta señorita. Remachose con ella en el alto concepto que había   -195-   formado de tus prendas de corazón y de entendimiento, quedando tan pagada de ellas, que ya conozco que las excesivas honras con que me favorece son más por respetos tuyos que por méritos míos, siendo este un redoble que aumenta más mi reconocimiento en lugar de disminuirle; porque para mi amor tiene más gracia lo que se hace por ti que lo que por mí se ejecuta. Ambos hemos interesado infinito en este viaje mío: tú por esta conquista de que debes hacer mucha vanidad, porque los raros talentos de esta señorita no se dejan deslumbrar de brillanteces, y solo se pagan de los que se parecen   -196-   a los suyos, siendo tan real en lo que dice como justa en lo que concibe: yo porque fui ocasión de que la lograses al mismo tiempo que tuve la fortuna de conocerla, y voy con la seguridad de que quede bien persuadida a que la venero.

Tenía resuelto mi viaje a esa ciudad para hoy, a pesar de la porfía de madre y de hija por detenerme, y más a pesar de mi dolor en la forzosa separación de estas dos amabilísimas señoras; pero con gran gusto suyo, y con no poca vergüenza mía me veo precisado a detenerme hasta que la haca sane de un clavo que la encajó el herrador   -197-   tan bárbaramente que apenas puede dar paso, y con mucha dificultad pudo ir de diestro a Noya, para que allí la cure el albéitar que la curó aquí del muermo de que ya estaba enteramente libre. Tampoco me harán daño estos días de detención, porque aún hay sobradas reliquias de la erisipela, que quizá retoñaría con el movimiento de a caballo, y en fin hago cuenta que fui a las aguas de Melón, con lo que me sale la misma de los días en que había de estar ausente de ti, con la diferencia de ser los consuelos más, y los trabajos menos.

A madre y a mis dos chusquillas   -198-   Mariquita Isabel, y Antolina darás un millón de memorias tiernas, sin olvidar a la madre de la concepción (porque virgen lo fue muchos años ha), a mi señora Doña Juanita y Doña Nicolasita, y en casa a Perico y a Frazco. Acabose la esquela, pero no la perpetua conversación que tiene contigo

Tu amante hermano y padrino, José María.



  -199-  
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Carta XXI

Escrita en Goyanes a 28 de Agosto de 1755 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Acaba de llegar el muchacho con las cartas del correo, y prontamente despacho a ese propio para que no se le dilate a padre el gusto de ver la respuesta del P. Confesor, que pudiste y debiste abrir supuesto que conociste la letra de Conejero. Así esta como la del P. Nieto juzgo será conveniente que se remitan luego al señor Regente, a quien discurro se le habrá ya pedido   -200-   informe, o no tardará en pedírselo.

Estas señoras no quieren que el propio vaya vacío, y acompañan mi carta con esa cesta de melones, y con mil memorias a marido y a mujer, a quien no escribe mi señora Doña María Teresa por no detener un punto al extraordinario; pero cada esquela de esa chula la encanta más.

El faco está mejor, aunque incapaz de ponerse en camino en cuatro o en seis días. Si los ejercicios no estuvieran ya en casa le dejara aquí, y pediría allá caballería; pero estando ya a la puerta, y no habiendo cosa particular   -201-   que hacer, allá me consumiría, y acá me divierto, y complazco indeciblemente a estas señoras que no pueden oírme hablar con paciencia de viaje.

Te estimo mucho los libros, que puedes estar seguro te reemplazaré.

Mascareñas me escribe muy sentido de no haber recibido mi respuesta a su carta: reconvén a la persona a quien se la encomendaste para que la retire del correo de Valencia, donde la supongo estancada, y te la restituya a fin de dirigirla por Madrid a Lisboa, donde se halla al presente.

Luego que llegue el P. Rector hazle una visita de mi parte, y   -202-   refiérele mis pasajes. A esa chula dos bofetadas, y a Dios.

Tu amante hermano y amigo: Jhs. José.

Nicolás mío.




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Carta XXII

Escrita en Goyanes a primero de Setiembre de 1755 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Ayer se quitó la puchada al faco, y se le puso la herradura, cojea aún un poco; pero dice el albéitar que esto se le quitará con el ejercicio, con que el miércoles o el jueves saldremos de aquí el señor D. Vicente   -203-   Caamaño y yo, pues aunque había hecho ánimo a condescender con el gusto de estas señoras quedándome hasta el día 6, como a D. Vicente se le ofreció la precisión de salir dos días antes, no me pareció razón dejar de irle acompañando y sirviendo hasta que se apee en tu casa, siendo justo corresponder en parte a la fineza con que me han tratado en la suya. Así detendrás allá mis cartas, y harás que Mariquita responda a la esquela de esta señorita.

A Domínguez respondo con cubierta para Sagardiburo, oficial de la Aduana de Pamplona, porque me dice que a principios de   -204-   este salía de Vitoria para aquella, ciudad.

Escribo al Doctoral lo que verás abriendo la carta que cerré por inadvertencia; y estando tan cerca el gusto de darte un abrazo a Dios hasta la vista.

Tuyo, José.




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Carta XVII

Escrita en La Coruña a 24 de Setiembre de 1755 a su hermana


Mi amada María Francisca: Discurro que tus oraciones y las de tu penitenciario me consiguieron un tiempo tan feliz hasta una legua   -205-   antes de llegar a La Coruña en que me llovió un poco, sin duda para que conociese lo mucho que debía a las devotas almas que me encomendaban a Dios; y acaso será efecto de lo mismo la descomposición de vientre que me dura tres días ha, pues como no prosiga adelante será más beneficio que indisposición, aunque sirva de molestia mientras persevere. Tu salud me tiene con más cuidado del que manifiesto, siendo razón que yo oculte mi dolor a quien por no aumentármele me disimula lo que padece, porque así lo pide la buena correspondencia. Nunca he pretendido saber más de lo que me   -206-   quisieren decir, ni que me quieran más de lo que me quisieren querer, con que siéndome en esté punto sumamente fácil la conformidad sólo aspiraré a manifestar en todas ocasiones que ninguno te ama, ni puede amarte más que

Tu amante hermano y padrino: Jhs. José Francisco.




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Carta XVIII

Escrita en Astorga a 28 de Octubre de 1755 a su hermana


Hija mía: Remítome a la de Nicolás hasta que me vea descansado,   -207-   y con sosiego en mi estudio, donde espero dormir, queriendo Dios, pasado mañana; y aunque alcanzaré allí el correo será con tanta limitación de tiempo que apenas le tendré para añadir dos palabras con el aviso de mi arribo; por lo que hasta el siguiente no podré cumplir con las personas de nuestro especial cariño, como lo es la casa de N... y la de tus dos amigas Doña Juana y Doña Nicolasa, a quienes harás mis expresiones hasta que yo pueda desempeñar mi obligación. Esta noche vamos a dormir a la Bañeza, mañana a Benavente, y el jueves me arrullaré en mi camita. Deséate   -208-   tanta salud y tanta vida como a mí

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mariquita mía.




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Carta XIX

Escrita en Villagarcía a 7 de Noviembre de 1755 a su hermana


Hija mía: Si a la indisposición con que te dejé, cuyo verdadero nombre ignoro hasta ahora, se siguió después un constipado que te obligó a proseguir guardando la cama a tu modo, que es bailar en ella, y al constipado sucede después otra destemplanza anónima,   -209-   como lo temo, excusemos hablar en punto de salud, pues recelo ha de llegar tiempo en que no sepas ni aun el significado de este nombre. Remédielo Dios que puede, y deme gracia para que mis oraciones sean tan eficaces como mis deseos. Yo voy prosiguiendo tan sin novedad en todo como si no hubiera salido de mi rincón sino a cazar una tarde al monte de Torozos; y a no haber encontrado los libros y alhajuelas del aposento todos revueltos con ocasión de la obra que se hizo en él, apenas conocería que le había desamparado por tanto tiempo. Verdad es que estuve en muy próximo peligro   -210-   de que me durase poco esta habitación, porque al segundo día que llegué lo estuvimos todos de vernos en un instante vivos, muertos y enterrados por el horrible terremoto que nos asustó en el de todos los santos. Serenose ya el tiempo pero no se han serenado los ánimos; y la mayor turbación presente del mío no es ya por lo que sucedió aquí, pues aun cuando sucedió no la tuve, que de estos privilegios gozamos muchos los tontos, sino porque no sé lo que habrá sucedido en otras partes, y no me libraré de ella hasta recibir cartas de todas.

El P. Ramiro me preguntó al primer envión si estabas preñada:   -211-   repondile que le avisaría cuando se casase el primer hijo o hija que tuvieses, pues entonces era señal cierta de que a lo menos lo habías estado.

Discurro que no me darás el disgusto de dejar la correspondencia con tu amiga Doña María Teresa Caamaño, siquiera porque yo estoy pronto a darte cuantos gustos pendan de mi arbitrio. Vive tanto como desea

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.



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Carta XX

Escrita en Villagarcía a 14 de Noviembre de 1755 a su hermana


Hija mía: Tengo tan poca confianza en la subsistencia de tu salud, que aunque en la carta de 5 me avisas quedar muy aliviada del constipado, doy casi por seguro que al recibo de esta había vuelto a molestarte el mismo u otro mal. En otro tiempo te rogaría que ya que no te cuidases por amor de ti, lo hicieses por amor de mí: en el presente solo te puedo suplicar que lo hagas por amor de Nicolás. El   -213-   medio selo yo, y lo hubieras sabido tú si hubieras tenido gana de saber algo de mí; pero cuando nada se te ofreció que preguntarme, tampoco debo yo entrometerme a decir todo lo que se me ofrece. Lo que deseo es que mires por tu vida y por la de otros. Como la mía importa poco se mantiene buena y robusta, a pesar de la mudanza de alimentos y de clima: aquella no debo extrañarla, porque desde la mesa de tu marido no se puede pasar a otra que sea de más substancia, y quien ha digerido lo que se presenta diariamente en ella, bien puede burlarse de los alimentos más robustos.   -214-   El clima sí que pudiera desconocerme; pero como me ha tratado tanto siempre me ha recibido con cariño, y le he debido más confianza que a los que me tratan menos: hoy está generalmente desabrido con todos, porque el frío ha entrado con espada en mano; sin embargo, solo lo hubiera sabido por noticias, a no haber tenido precisión de salir a visitar a los tíos y a las tías que vinieron en tropa a felicitarme, y a darme la güena venida. Mi cuartico está impenetrable a los hielos y a los temporales: en eso se parece a mi corazón, cuyos pertrechos, gracias a Dios, están a toda prueba. Hasta   -215-   el terremoto pasado no se sintió en él: mira que lejos estará de bambalear a más débiles impulsos. Parece que tampoco se debió de sentir en esa casa, cuando ni tú, ni tu marido me le tomáis en la pluma; y no obstante me avisan que así en esa ciudad como en todo el reino se experimentó en el propio día y en la misma hora. Fue grande mi cuidado hasta recibir el correo de Galicia, donde parece que tampoco ha hecho tan considerables estragos como se podían temer. Por acá no ha sido tan inocente como creí a los principios, pues sucesivamente van llegando noticias de muertes, de ruinas y   -216-   de sentimientos de edificios que las están amenazando en Salamanca, Ávila, Palencia y Burgos. Si a la pobre Doña María de la Concepción la cogió en Corcubión, donde escriben fue más sensible el huracán que en otras partes, llevó la triste buena recreación. El correo pasado la escribí en carta de su marido, y mientras no vea letra de los dos estaré con sobresalto.

Grandes soledades causará en esa ciudad la ausencia del regimiento de Ultonia, pero presto se suplirán con los oficiales del de Bruselas, porque esta gente sólo se diferencia en el color del uniforme.

Ahí van esas dos carticas para   -217-   las chicas. La de María Isabel acaso la escocerá un poco, aunque va en tono festivo, porque también las cosquillas hacen reír y escuecen. Con los sobrinos cumpliré la posta que viene.

Tu amiga y mi señora Doña María Teresa me escribe celebrando infinito tus cartas y tus zumbas. Es cierto que M... la honró con su memoria, pero fue tan ingrata que no le correspondió con su voluntad, aunque sí con su agradecimiento. Él debiera de contentarse con eso, porque los pobres viejos no podemos aspirar a más; y ves aquí como ya voy encontrando tiempo para molerte con   -218-   mi larga conversación: hágolo en la confianza de que la escrita no te molesta tanto como la parlada porque estorba menos. A Dios, hija mía, que te me guarde tanto como a

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mariquita mía.




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Carta XXI

Escrita en Villagarcía a 19 de Diciembre de 1755 a su hermana


Hija mía: La noticia no esperada de la lastimosa muerte de D. Nicolás del Riego, que me participas en tu carta del día 10,   -219-   cogió mi corazón ya tan herido de dolor por la de nuestra Doña María Ventura Gayoso, que nada tuvo que hacer en penetrarle. Un golpe sobre otro golpe no abre nueva llaga, pero hace mayor la primera. Conozco las fatales consecuencias de este segundo para la pobre viuda y para toda su familia tan numerosa como tierna. Fáltame el ánimo para escribirla el pésame, y solamente lo haría con menos dolor si a vueltas de él pudiera decirla que dos o tres hijos suyos corrían de mi cuenta; pero no habiéndome concedido Dios las facultades como me ha concedido el corazón, y más en la era que   -220-   va corriendo, no tengo aliento para aumentarla el dolor con la memoria de mi amistad por el difunto sin ofrecerla algún alivio. Estimaré que tomes de tu cargo este cumplido mientras yo quedo bien resuelto a no malograr ocasión alguna que se me proporcione de consolarla.

La imponderable Doña María Teresa, después de un tristísimo silencio por su parte, me escribe hoy tan afligida como puedes considerar. Pero en medio de su indecible dolor descubre bien la grandeza y la nobleza de aquella alma. Está sumamente agradecida a la fineza con que la has escrito sin   -221-   perder correo, y sin quejarte de su silencio, no obstante que no te pudo responder en tres semanas. Encárgame mucho que te dé mil gracias por esto, no contentándose con las que ella misma te dará con mucha mayor viveza, y con mucha mayor gracia. Yo te rindo tantas por este noble rasgo de tu bello corazón, que solo por él te harías dueña del mío, a no tener ya el tuyo tan dignamente ocupado; y quisiera que me hubieras ofendido mucho para perdonártelo todo por esta acción en que verdaderamente te reconozco por mi hermana.

Me alegro de que aquel jesuita   -222-   te pareciese ni más ni menos como yo te lo había pintado. Es cierto que he padecido algunas equivocaciones en el concepto que he formado de algunos sujetos, pero pocas, y las más de esas no porque se despintasen mucho en los colores de mi idea, sino porque tenía motivos para no confiarlos a la explicación. Harás bien en tratarle sobre el pie que me dices, y con eso nada tendrás que sentir con el tiempo de sus delicadezas.

Mi señora Doña Juana Tomasa continúa en su silencio, y yo en el respeto con que la venero. La pobre Doña N... tendrá   -223-   bien que padecer con su cuñada; y aunque todo sea efecto de la grande satisfacción y propio juicio con que su padre se gobernó, esto mismo la hace más digna de compasión, pues padecerá la triste por lo que ella no pecó, y por lo que solicitó que ninguno pecase, pues me consta que desde los principios desconfió mucho, y deseó introducir la misma desconfianza en quien no pudo conseguirlo.

El coche que estaba ya esperando por horas para ir a Astorga se pasó por Villar de Frades sin entrar en Villagarcía. No sé a qué atribuirlo después de la carta que   -224-   me escribió H... sino a que acaso haría reflexión que era demasiado chasco ponerme en el empeño de andar cuarenta leguas en tiempo tan riguroso, y más cuando sin moverme yo, ni rodear su hijo un cuarto de legua, podía darme un abrazo en mi aposento. Si fue así discurrió bien, pero tarde, y debiera haberlo hecho antes de haberme obligado a publicar el empeño en que me hallaba. Como quiera en el fondo me he alegrado mucho, porque hacía con grande violencia esta jornada en tiempo tal y en tales circunstancias que temía malas resultas hacia mi salud, poco segura, y bastantemente mal   -225-   tratada de quince días a esta parte. No sé si P... A... vendrá por aquí; solo sé que yo no me moveré de mi cuarto, y así se lo he escrito a su padre, que me envió posteriormente una carta, para que se la entregase al paso por estas cercanías. Dígole que siendo incierto cuando ha de pasar por ellas, y no estando el tiempo para que yo ande llevando chascos en los caminos, si el chico no viniere por dicha carta a Villagarcía se la devolveré a Madrid.

Téngome hechos a mí mismo los cariños que me encargas y me los he agradecido mucho. A ti te hará Nicolás los que quisiere   -226-   de su parte, para lo cual le dejo el tiempo tan libre desde aquí como se te dejaba allá. Mi gato se te encomienda con toda devoción: el tordo real lo mismo; y yo soy como he sido siempre sin perjuicio del derecho parroquial

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mi María.




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Carta XXII

Escrita en Villagarcía a 26 de Diciembre de 1755 a su hermana


Hija mía: Las cartas del correo que faltó allá se estuvieron descansando   -227-   ocho días en Villar de Frades, y esta vez no fue por culpa de aquel estafetero, sino por la del mozo del colegio que las llevó tarde, y llegó cuando ya había partido la valija. Se queda trabajando en remediar uno y otro inconveniente con mucha esperanza de conseguirlo, y si se logra, todos nos libraremos de muchos cuidados, enfados y sentimientos.

Grande ha sido el que me ha causado la muerte del P. Lorenzo, aunque la consentí desde que me avisaste quedaba en cama de resulta de su viaje y acompañamiento. Quizá me hubiera sucedido a mí lo mismo si hubiera tenido efecto   -228-   el primero que se proyectó, y a que yo me ofrecí luego, que me le propusieron. Verdad es que me hubiera guardado un poco más de lo que se guardó el difunto, porque ya estaba resuelto a no entrar en la litera sino en caso de necesidad. Finalmente el buen Padre murió víctima de la caridad; y esto debe mitigarnos el desconsuelo de que su delirio, y la ignorancia o la confianza del médico no le permitiesen recibir los sacramentos en diez y siete días de enfermedad.

Doña María Teresa es tan agradecida como fina, y desperdicia gracias por lo que se la debe de   -229-   justicia. Ningún correo la ha faltado carta mía, ni la faltará mientras yo pueda, aunque ella deje de escribirme, como lo ha hecho muchas veces, y hoy es una de ellas; pero estoy seguro de que jamás lo dejará por falta de voluntad, ni aun por tibieza: confianza que no se puede tener de todas ustedes. No sé qué harán ahora de esta admirable madamita, porque su hermano mayor, de quien hoy depende todo, y a quien ama Mariquita con una pasión que no tiene cotejo, ni aparece por allá, ni se ha dejado ver por acá, como yo lo esperaba; y si no deja el servicio, toma estado y se retira   -230-   a cuidar de su casa, temo que no lo acierta.

Tampoco tu apasionado P... A... de H... se ha dejado ver en Villagarcía habiendo pasado el día 18 una legua de aquí casi corriendo la posta. No le culpo a él, sino a su padre, a quien, si no me diere una grande satisfacción, haré una grandísima cortesía, porque no me ha cabido en suerte un corazón tan ruin que sufra cabronadas de ninguno.

Te estimo mucho el regalo de barriles que recogeré en llegando a Villar de Frades, y no dudo que tus cabellos, o los de ángel que es lo mismo, serán tan delicados   -231-   y tan dulces como obra de tus manos; aunque es bien extraño que no sepa hacer cabellos de hombre la que sabe hacerlos de ángel. Vuelvo a decir que estimo mucho el regalo, pero mucho más te estimaré persuadas a tu marido que levante ya la mano de estos excesos conmigo, pues son tantos los que tiene hechos, que no me acuerdo jamás de ellos sin llenarme de mucho empacho; y no creas que esta expresión es de ceremonia, porque me nace de lo íntimo del alma; ni tampoco tiene su origen en falta de humildad, sino en aquella honrada vergüenza que consiste en hallarse un corazón   -232-   agobiado de beneficios sin arbitrio para corresponderlos sino con un agradecimiento profundo, que se queda allá en lo más escondido del alma misma. Mientras él me honre con su amistad, y tú me hicieres en tu corazón el lugar que él te permitiere, tendré yo lo que vosotros tuviereis: seré rico mientras lo fuereis vosotros; y a todos nos faltará cuando a vosotros os falte: con que te suplico me consigas como la mayor gracia que ya no gaste conmigo sino aquello que yo pidiere.

Antolina me tiene en un continuo sobresalto: sus males y su grande sufrimiento son dos enemigos   -233-   alevosos que cada día estoy temiendo nos hagan una traición. Hazla mil cariños de mi parte con mil respetos a madre, dando a todas las pascuas en mi nombre. Según está el tiempo pienso pasarlas todas en mi cuarto con mi pluma y con mis libros; pues desde que vine solo he podido salir una tarde al monte, y otra a paseo. A Dios que te guarde tanto como a

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mi querida Marica.



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Carta XXIII

Escrita en Villagarcía a 2 de Enero 1756 a su hermana


Hija mía: Buenas entradas de año nuevo y de año santo te dé Dios; y su Majestad, nos libre en el de 56 de los trabajos públicos y particulares que hemos padecido en el de 55, cuya triste memoria durará hasta el fin de los siglos.

Discurro que el correo pasado recibiríais las dos mías que estabais esperando luego que al estafetero se le antojase regalaros con ellas. No es de extrañar que en   -235-   correo de pascuas difiriese tanto el dar cartas por la multitud de ellas que concurrirían; aunque si todos fueran de mi humor en ningún tiempo habría menos, pues en él se debieran cerrar todas las correspondencias de enfado como se cierran los tribunales, quedando únicamente abiertas las de gusto; y lo mismo debiera suceder en punto de visitas, con lo que todos lograrían unas pascuas alegres, divertidas y libres, cuando en el sistema que se sigue es el tiempo más enfadoso, más engorroso y más neciamente atareado de todo el año; pero eso de reformar al mundo es obra larga.

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Doña Mariquita Teresa me escribe que su hermano D. Antoñico ha pasado a esa ciudad a curarse de una fiebre maligna acompañada de cámaras de sangre, y que por más que ella hizo nunca pudo reducir a que su tío D. José permitiese que se fuese a apear y a curar a vuestra casa, donde lo podía hacer con la misma satisfacción que en la propia; sobre lo cual se explica esta señorita con aquel juicio, con aquella discreción y con aquella grandeza de alma que en todo lo demás, mostrando tener más confianza en tu corazón y en tu amistad que en la de todos sus hermanos y hermanas   -237-   juntas. Yo la respondo como es razón a esta fineza con que tanto me lisonjea; y me alegrara (si no hallarais en eso grande inconveniente) que sacaseis al enfermo de la posada, y le llevaseis a vuestra casa, acción nobilísima a los ojos de Dios y a los del mundo. Pero cuando no permitan esto las circunstancias no dudo que así tú como Nicolás practicaréis todas las demostraciones de amistad, y de cariño que sean practicables con el enfermo y con su hermano D. Vicente, que parece le está asistiendo. El chico aseguran todos que es lo mejor de los Caamaños, y será gran lástima se malogre como   -238-   lo temo, según la mala calidad de su accidente, sin que me reste otra confianza que la de sus pocos años, y las muchas fuerzas que en ellos suele tener la naturaleza para vencer mayores enemigos.

Prosigue mi salud sin novedad a beneficio de los paseos cuando el tiempo lo permite, y de la quietud de mi retiro. Quiera Dios que la tuya, la de madre y la de esas mis queridas chicas, a quienes harás mis cariños, se recobre, y que se dilate tu vida tanto como la de

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mi amada Mariquita.



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Carta XXIII

Escrita en Villagarcía a 2 de Enero de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: No es de extrañar que en correo de pascuas, y en la misma víspera de ellas hubiesen tardado tanto en dar cartas. Si el mundo amaneciera un año con juicio en ningún tiempo se debiera tardar menos; pero dejémosle correr su tren pues no se puede remediar. No obstante ya he conseguido este año no haber recibido hasta ahora más que tres cartas de pascuas, y esas de gente   -240-   novicia en mi correspondencia, a excepción del señor Taranco, a quien por más que he hecho no he podido expeler del cuerpo este espíritu maligno, siendo las pascuas más seguras en su carta que en el calendario.

Diviértete en leer esa necia satisfacción que me da N... a la pieza que me jugó, suponiendo que yo había de ir a Villar de Frades a esperar el coche para dar las órdenes a los cocheros. Allí tiene una respuesta cual la merece su bobería con el nuevo cargo de que su hijo se pasase a vista de Villagarcía sin entrar en ella; y suponiendo que él por si no era   -241-   capaz de hacerlo, si no mediaran las instrucciones de su padre, le pregunto qué motivo le he dado para que le instruyese tan mal: él me ha dado malos ratos, pero no los llevará buenos con mis cartas, y estoy esperando las de padre y hijo para ver por dónde parten. Este último es natural que trueque el viaje de Portugal por el de París, adonde dicen que irá el Conde de Aranda por Embajador ordinario después de haber evacuado ya su embajada extraordinaria, que parece se redujo precisamente a condolencia por la destrucción de Lisboa, y a socorrer a aquellos Príncipes con caudales y con géneros;   -242-   cuyo convoy fue gobernando D. José Joaquín García, Administrador de Extremadura, después que le habían negado la licencia para pasar a la corte, y se la sacó un sobrino suyo con mañoso ardid, a quien en premio de este beneficio dejó abandonado en ella torpemente, y este viaje le servirá de mérito para todos los ascensos que quisiere. Así juega en el mundo la divina Providencia con los acaecimientos humanos, siendo razón que todos nos sujetemos a sus escondidos juicios.

Recibí una carta atrasadísima de D. Miguel de Medina, en que me resume lo que le escribe Mascareñas:   -243-   desde el campo delante de la que fue Lisboa, a los diez y echo días de su total destrucción. Dice que se salvó con toda su familia entre una espesa lluvia de piedras y de cascajo por especial protección de la santísima Virgen, habiendo visto primero desplomarse toda su casa, y después arder con todos los muebles, alhajas y papeles. Estos últimos y los libros son los que más le duelen, no habiéndose eximido más que unos pocos que tenía en una quinta, y un cajón de ellos que le llegó de Madrid el día después de la fatalidad. Solo pide a Medina más y más libros, especialmente de arquitectura,   -244-   porque el Rey de Portugal trata de edificar una nueva corte de planta en paraje distinto de la antigua, aunque este todavía no se ha determinado. A mí aún no me ha escrito no obstante tener allá tres o cuatro cartas mías, pero ni lo extraño, ni me quejo.

Llegaron los diez y ocho barriles de escabeches y de dulce, buenos todos a excepción de uno de sardinas, que debía de estar mal calafeteado, y se abrió en el camino. Repito gracias, y renuevo todo lo que te supliqué en la posta pasada.

Dime si has recibido ese cajoncillo   -245-   de cigarros de la Habana, porque cada día me confirmo más en la sospecha de alguna maniobra del mesonero de Villar de Frades, en cuyo poder los puso el P. Manuel de Barchaguren, Administrador de esta iglesia; y el pícaro del mesonero no hay forma de decir cómo se llamaba el maragato a quien dice se los entregó, y que se obligó a llevarlos. Antes de ayer vino de allá Pinilla, que está encargado de esta averiguación, y solo me trajo razón de que el maragato había vuelto a pasar a Madrid, y que a su regreso a Santiago le haría cargo el mesonero de dicho cajoncillo. Yo hubiera   -246-   ya ido en persona a Villar de Frades a liquidar este embuste, y a escarmentar al mesonero, si el tiempo lo hubiera permitido; pero a reserva de dos días que por fuerza eran ocupados en la iglesia, todos los demás han estado intratables.

María Francisca te dirá lo que la escribo acerca de D. Antoñico Caamaño. Mi súplica se entiende en términos hábiles, y sin que contraigas nuevos empeños por atender a mis obligaciones.

Hubo carta de Roma de 17 de noviembre, pero nada dice de congregación, ni del P. Idiáquez. Tampoco me ocurre más que añadir sino rogar a Dios te me guarde   -247-   como ha menester

Tu amante hermano y amigo, José

Nicolás mío.




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Carta XXIV

Escrita en Villagarcía a 9 de Enero de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: En este correo nos hallamos sin cartas de Galicia, que es bravo chasco para quien esperaba la respuesta de tres que están allá. Cogiome este enfado en cama cociendo un fuerte catarro que me tiene en ella cinco días ha sin otra medicina que la   -248-   que yo mismo me he recetado dieta, horchatas, quietud y abstinencia de médico, porque aunque este me visita dos veces al día por la calentura que desde luego se me excitó y de que aún no estoy enteramente limpio, él oye mi relación, yo oigo sus centones, él me receta píldoras, yo no las tomo, él toma chocolate, yo se lo doy con mucho gusto, él se va regañando, yo me quedo tosiendo, y al cabo del día quedamos tan amigos como antes. Aquí no hay más, ni menos; con que mi indisposición no merece la pena ni aun de pensar en ella; y no teniendo otra cosa que decir a esa   -249-   chica, dila que se contente con esta carta, y si no quisiere se vaya a pasear. Manda y vive cuanto desea

Tu amante hermano y amigo. Jhs. José.

Nicolás mío.




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Carta XXIV

Escrita en Villagarcía a 16 de Enero de 1756 a su hermana


María Francisca: Llegaron juntas tus dos cartas de 31 del pasado y de 7 del presente; y supuesto que ni tú puedes vencer tu genio, ni yo mis aprehensiones, tengo por más conveniente no contestar al   -250-   principal asunto de la primera, porque no acertaría a hacerlo sin sacar mucha sangre más a mi corazón que al tuyo. Aunque en materia de sacrificios a Dios, debiera por mi estado y por mis años darte ejemplo, no me hallo con valor para hacer a su Majestad el que parece que tú deseas, pero él me dará fuerzas para resignarme siempre que tú te resolvieres a hacerle.

Doña María Teresa cada día descubre más los fondos de aquel corazón digno de mandar al mundo. Me da la noticia de la muerte de Antoñico con tanta entereza que me asombra, y muy de propósito se detiene en consolarme a   -251-   mí. A la verdad me conoce bien, y sabe que nada siento mis penas en comparación de lo que me duelen las de aquellas personas a quienes amo. La fina y ciega pasión que te profesa es acreedora de justicia a las tiernas expresiones con que la correspondes. Hasta ahora no me ha escrito carta en que no me haya hablado de ti, conociéndose bien que sin esta salsa nada la entra en gusto.

En este correo recibí la respuesta de Doña Juanita Tomasa a la primera carta que la escribí, y es de fecha de 19 de noviembre: mira cuales andan las estafetas o los criados que llevan las   -252-   cartas a ellas. La segunda que me escribió llegó sin detención, y sin detención la respondí por la misma mano por donde vino. Me alegro que se haya divertido tanto con las funciones de su prima, que sin duda habrán sido muy lucidas porque el Marqués lo es también; pero a mí más me hubiera divertido un rato de conversación con la misma Juanita, que todo el estruendo de la Quintana, y todo el baile del estrado. Dala mis memorias si te pareciere, como a mi señora Doña María y a Doña Nicolasita.

Te estimo mucho la generosa prontitud de ánimo con que estabas   -253-   dispuesta a recibir en tu casa, y a cuidar de la salud de Antoñito Caamaño, aun haciéndote cargo, como me le hacía yo, del engorroso afán, y gravísimos cuidados que traía consigo la asistencia de un enfermo de aquella calidad, cuya muerte en tu casa era en cierto modo más sensible que la de cualquiera de ella. Todo lo tenía yo tan presente como tú, y todo se le ofreció también con la mayor viveza a Doña María Teresa; y por lo mismo me espoleaba más a desearlo por corresponder a lo mucho que confiaba de nuestra fineza. Esta ha quedado con todo su mérito sin haber padecido los   -254-   sinsabores a que se había espontaneado, habiéndolos cortado Dios con la temprana muerte del amable chico.

Escríbeme el Abad de Fruime lo siguiente: De mi señora su hermana tuve estos días unas bellas cantáridas que me aburraron (busque vmd. la voz en el tesauro, da porta faxeira si no la entiende). Bien empleado sea en mí, que debiendo hacer el papel de barba me meto a gracioso; pero júrolle por estas que si Dios me deixa vivir ha de haber torna vira, e Xan fouciño. Hasta aquí el Abad: ignoro la alusión, y la ignoraré hasta que tú me la expliques.

  -255-  

Después de diez días de calentura con mis accesiones, y un gran catarro quedo ya libre de todo sin más médico, ni boticario que cama, horchatas y dieta todo recetado por mí mismo, y hoy he bajado ya al refectorio. Ramón ha desollado también su tabardillo, de que se libró al quinto a costa de tres sangrías, sanguijuelas &c. Entrole igualmente con capa de catarro; pero las fatales experiencias que habían precedido en Valladolid, donde murieron muchos sin sacramentos con este sobrescrito, hicieron abrir los ojos a los médicos, y le acudieron con tiempo. La gota de madre me deja con todo el cuidado   -256-   que corresponde al tierno amor que la profeso, y no es menor el que me da el viaje que me dice padre tiene que hacer precisamente a La Coruña, pues aunque le haga su merced con todas las conveniencias imaginables, el tiempo y sus años son dos circunstancias que me estremecen. A las chicas mis finas memorias, como también a los dos sobrinos; y a Dios, que te me guarde cuanto desea

Tu hermano: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.



  -257-  
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Carta XXV

Escrita en Villagarcía a 22 de Enero de 1756 a su hermana


María Francisca: Te estimo mucho la fineza de escribirme aun cuando yo no pude hacerlo por mi indisposición: esta no fue más de lo que dije, aunque las reliquias que me han quedado de una profunda melancolía, de una grande pesadez, y de una extrema debilidad no dejan de darme algún cuidado; pero mayor me le da lo que padece madre, y no me causa poco la duda de si su merced   -258-   recibió una carta que la escribí habrá como un mes, cuya pérdida me sería muy sensible; y aunque me hago cargo de que su indisposición no la permitiría avisarme de su recibo, pudo encargártelo a ti para librarme de esta zozobra. Averigua si llegó a sus manos dicha carta, y no dejes de avisarme.

Celebro que Doña Juanita esté tan divertida con su prima; y es fineza que en medio de tanto embeleso haga lugar a mi memoria. Cuando se deje ver correspóndesela con el más atento y fiel cariño, como también a la pobre Doña Nicolasa, que cada día me compadece más, y la dirás que estoy muy lejos de   -259-   olvidarme de lo que me encargó, pero que hasta los frutos piden sazón y coyuntura.

No parece que hay novedad en la salud de Doña Mariquita Teresa; pero sospecho que debe haber alguna en la correspondencia con Doña M... de la C... pues hablándote de ella en casi todas mis cartas, ha mucho tiempo que no la tomas en boca. Habrá tres semanas que respondí a una que recibí de su marido incluyéndole otra para Rosana; y no habiéndose dado por entendido, puede servir esto de adminículo a mi sospecha: quiera Dios que salga incierta, porque deseo la mejor   -260-   correspondencia con aquella casa.

Haz en mi nombre una visita a madre con muchos cariños a las dos chicas; y a Dios, que te guarde cuanto desea

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.




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Carta XXVI

Escrita en Villagarcía a 7 de Febrero de 1756 a su hermana


Hija mía: Supuesto que madre está mejor, las niñas también, tu marido robusto, y tú con   -261-   la más cumplida salud que has experimentado en tu vida; ¿a qué propósito viene esa melancolía? Hazme gusto de conjurarla como se conjura a los nublados para que vaya a descargar donde no haga daño. Esto, como todas las demás cosas, se aconseja con más facilidad que se practica, porque cuando a mí me hace merced esta señora (y me la hace con mayor frecuencia de la que yo quisiera) no tengo otro remedio que sufrirla hasta que ella se despida, y mientras tanto hacerme insufrible a todos los que me tratan. No obstante esta semana ya hice mis diligencias para desterrarla yéndome   -262-   dos días al monte, el de la Purificación y el de S. Blas; traje mis trece liebres a casa, que aún las estamos comiendo en compañía del Vice-Provincial, y aunque vi una raposa no quise tirarla, temiendo si acaso eras tú.

Mucho siento que se hubiese perdido una carta bien larga que escribí a madre, cuyo contenido era de bastante importancia: solo me consuelo con que puede parecer antes que se acabe el año, así como pareció el correo pasado la carta que me escribió mi señora Doña Juana Tomasa en respuesta a la primera en que la avisé de mi feliz arribo; y por el correo   -263-   de Madrid recibí otra suya más reciente, en que me protesta que las diversiones de su prima nunca pueden distraerla de favorecerme. Créolo en cortesía, porque si no la permiten cultivar tus cariños, menos la darán lugar para permitir audiencias a mi memoria, que nunca puede lisonjearla tanto como la tuya. Mi señora Doña María de la Concepción ya respiró, y yo contrarrespiro en la adjunta, que te servirás remitirla.

A todas las demás que me honran con sus conmemoraciones correspondo con mis agradecimientos, ya que no pueda corresponder con otras, sino que las haga con las   -264-   encinas y con los carrascos porque no trato otras gentes; pero estoy tan divertido con estas, que no trocaré su conversación por todos los saraos de la Marquesa de Santa Cruz de Ribadulla, aunque sea su gobernador en jefe el bastonero perpetuo Montalete, porque Montalete por Montalete aténgome a mi monte de Torozos.

Aquí estamos esperando de hora en hora a una sobrina del P. Vice-Retor de este colegio Antonio Villafañe, que se acaba de casar con el Conde de Vado, caballero de Vitoria, y primo de la Regenta de La Coruña. De estas visitas tenemos algunas de cuando   -265-   en cuando en Villagarcía, que yo perdonaría de buena gana, porque sobre quitar mucho tiempo, estamos tan poco acostumbrados a señorías, que por no errar el tratamiento, a unas damos paternidad, y a otras reverencia; fuera de que en viendo un guardapiés de seda preguntamos si es la mujer del Obispo. La novia fue muy señora mía en Santispiritus de Salamanca, y tuvo gana de quererme mucho: es de bello genio, y desde luego salgo por fiador de que las cóleras no la han de estorbar la sucesión.

Tampoco he tenido carta de Doña María Teresa este correo; y   -266-   como el pasado avisaba que su sobrino Joaquinito quedaba dos veces sangrado, recelo la haya regalado Dios con otra tercera pesadumbre, que para su genio será mayor que las otras, porque temerá que los portugueses atribuyan a menos cuidado suyo la muerte del chico. Ello será una grandísima locura; pero ¿quien deja de adolecer de la misma en semejantes ocasiones? A Dios, que te me guarde cuanto desea

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.



  -267-  
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Carta XXVII

Escrita en Villagarcía a 13 de Febrero de 1756 a su hermana


María Francisca: En esta semana no llegó el pliego de Nicolás, y consiguientemente ni la carta o esquela tuya que viene inclusa en él. Quedo con el enfado correspondiente, pero sin cuidado, porque he recibido otras cartas de esa ciudad en que me avisan de vuestra buena salud; y Joaquinita Caamaño añade el gran gusto que tuvo en verte el día 29 del pasado alegre, gordita y buena, aumentándosele   -268-   mucho con que hubieseis echado a pasear todo cumplimiento, y comenzado a trataros como corresponde a vuestro recíproco cariño. Yo también lo he celebrado igualmente, porque en esta chica y en su hermana reconozco tanta sinceridad de corazón, y tanto parentesco de entendimiento como tienen en la sangre, siendo dificultoso que se hallen dos hermanas más iguales.

Creí que padre estuviese ya en La Coruña, pero me dice el Regente que el día 4 de este aún no había aparecido. Lo mismo hicieron los novios que esperábamos la semana pasada, y ya no vienen   -269-   hasta hoy, si no vuelven a darnos otro chasco. Mi tonto y mi pájaro se te encomiendan mucho. A Dios, que te guarde cuanto desea

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

María Francisca.




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Carta XXVIII

Escrita en Villagarcía a 21 de Febrero de 1756 a su hermana


María Francisca: Fue providencia de Dios que me faltase la carta de Nicolás el correo pasado, y que no llegase hasta este con la correspondiente a él. Si me hubiera hallado   -270-   con aquella carta, sin la tuya, y con la noticia de tu violenta calentura, mala semana hubiera pasado, porque no puedo negarme a los movimientos de la naturaleza, ni es fácil desprenderme de los que pudieran parecer de supererogación. Como vinieron juntas las dos cartas, y en la segunda inclusa otra tuya, excusé la pesadumbre, pero no el sentimiento de las malas resultas que recelo del susto que te causó la desgracia de Manchiles, y más habiéndole disimulado tú tanto con más amor que prudencia. Cúmplase en todo la voluntad del Señor: y en todo caso trata de conservar tu salud y tu   -271-   vida, que todo lo demás importa mucho menos. En la mía no experimento novedad, promediando las tareas con los paseos y con las visitas que hago al monte, donde asusto a unos conejos, y mato a otros, siendo el día de hoy estos los únicos que se mueren por mí.

Doña María Teresa debe estar con alguna grande desazón o pesadumbre, aunque no me la explica; pero la infiero de la carta que recibí este correo. A la verdad es terrible cosa dejar aquella pobre señorita sola con todo el peso de la casa acuestas, y que su hermano mayor, que tan ciegamente la ama, según ella está persuadida,   -272-   se mantenga inmoble en su destacamento sin haber volado a consolarla en estas circunstancias no solo abandonando, si fuese menester el servicio del Rey, sino todo cuanto hay en el mundo, fuera de la salvación. Grandes son los misterios de la fe; pero de tejas abajo hay algunos que no parecen menos impenetrables. Ni una sola palabra me ha escrito de la indisposición de D. Vicente, ni menos que se halle en esa ciudad, siendo Joaquinita la primera que me dio noticia de esto.

Doy por perdida la carta que escribí a madre; y en esta suposición el correo pasado repetí otra   -273-   a su merced por mano de Alejandro, pareciéndome que van muy arriesgadas las que se le escriben en derechura. Otras cartas escritas a diferentes partes se han perdido también; y siendo tan universal la queja se disminuye mucho el cuidado. Entre otras ha tres semanas que por mano de Joaquinita escribí a mi señora Doña Juana Tomasa respondiendo a la última suya; y temo que haya seguido la misma fortuna que las demás, pues no se ha dado por entendida, aunque puede ser que la haya ocupado el tiempo la obra de misericordia de consolar a la Marquesa por la muerte de su padre, y de esta manera le emplearía mejor.

  -274-  

Con la advertencia que me haces volví a leer las seguidillas de Fruime y las tuyas. Ambas están muy buenas; pero el segundo pie de la vuelta de tu primera: porque en ti es tan viejo, estaría mejor o más corriente, diciendo: porque es en ti tan viejo. Asimismo es menester huir de comenzar el pie con vocal cuando el antecedente acaba con la misma como en tu segunda:


No puedes deber gracia
a mi cariño,

Porque elidiéndose una vocal con otra queda defectuoso el segundo pie, o se hace dura la pronunciación,   -275-   y así parece que estaría mejor:


No puedes deber gracia,
Diego, al cariño.
Pues todo el que te tengo
te es muy debido.

Estos leves defectillos puede ser que no lo sean sino en la aprehensión de mi demasiada delicadeza, o en el ansia de que todas tus cosas sean las más perfectas. Nuestro Señor te guarde cuanto desea

Tu amante hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.



  -276-  
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Carta XXIX

Escrita en Villagarcía a 28 de Febrero de 1756 a su hermana


María Francisca: El chasco que me dio a mí el correo en una semana os le dio a vosotros en la siguiente. No se lo estimo, porque en materia de enfados quisiera ser yo solo, como no quisiera tener gusto en que no me acompañaseis. Discurro que una posta restituirá lo que ha usurpado otra; y espero que por lo que toca aquí se remediarán presto estos pesados descuidos, porque   -277-   tengo ya casi lograda mi antigua pretensión de que se traslade a esta villa la caja de Villar de Frades, donde sin duda será mejor servida, especialmente, si se encomienda al sujeto que tengo propuesto.

Doña María Teresa me dejó sin carta, como si fuera culpable de que no hubiese recibido la mía; aunque habiéndola faltado también la de su hermano estaría para pocas fiestas. Yo me consumo considerándola en aquella soledad sin tener adonde volver los ojos para su consuelo, y no acabo de admirarme de la conducta de su hermano mayor, constándome por una parte cuanto la ama, y mirando   -278-   por otra como la deja; pero mientras no sepamos las razones que puede tener para este procedimiento será temeridad el condenarle.

Me alegro que madre hubiese recibido la carta que la escribí quince días ha: esto me basta para no estar con cuidado, pues lo demás importa poco que no responda hasta que pueda o hasta que quiera. Cada correo estoy en ánimo de escribir a las dos chicas; y cuando espero menos cartas me hallo con tantas que ni aun para responderlas me dejan tiempo: si hoy me concedieren alguno las escribiré, y sino que tengan paciencia,   -279-   estando bien persuadidas a que no soy menos hermano suyo cuando callo que cuando hablo.

Como el tiempo ha estado admirable he frecuentado el monte esta semana, y me hallo con buena provisión de fuerzas para entrar en la Cuaresma. Al volver antes de anoche de la caza encontré a Bernardo que se estaba apeando, y ayer le encajamos la sotana parda. Las memorias acostumbradas; y a Dios, que te me guarde cuanto desea

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

María Francisca.



  -280-  
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Carta XXV

Escrita en Villagarcía a 5 de Marzo de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Gran chasco es no recibir carta tuya cuando estaba esperando la respuesta de dos. Esto me sucede en la semana presente, y si no hubiera recibido otras seis cartas de esa ciudad, en que nada me dicen de vosotros, sería intolerable mi cuidado, porque no puedo echar de mí las resultas que temo de la desgracia de Manchiles. ¿Y no lo es mía el que precisamente me falte vuestro   -281-   pliego? Aun algunas cartas de ese reino, que por equivocación se pasaron a Rioseco, vinieron el día siguiente, lo que es bastante testimonio de que la tuya no llegó a Villar de Frades; y esto me hace sospechar si el criado que las lleva a la estafeta se descuida y llega después que se hayan cerrado ya los pliegos, o despachado la valija, en fuerza de la costumbre pasada; sin hacerse cargo de la anticipación presente, así para recibir como para despachar las cartas. Sea lo que fuere yo carezco de la tuya y de la de tu mujer, con que todas las demás me sobran. El mal humor de que esto me   -282-   puso me quitó todo el gusto de las carnestolendas, que aquí son muy divertidas cuando el tiempo lo permite, como lo ha permitido este año, siendo el de todos tres días como el de la más apacible primavera. Sale todo el numeroso estudio formado con sus banderas y tambores acompañándole los que queremos; y dirigiéndose ya al monte, ya a alguno de estos espaciosos campos, hace su acampamento, se distribuye en ranchos; y mientras las cajas hacen señal para atacar a las meriendas, que todas son abundantes, y algunas se acercan a ostentosas, los muchachos se divierten, y nos divierten,   -283-   con mil géneros de juegos todos inocentes, retirándonos a casa cuando se acerca la noche, sin envidiar los carnavales de Italia, ni los in dominos de las Provincias del Norte, porque nos volvemos con mayor diversión, y sin el menor remordimiento; pero este año a nada he tomado gusto, y aun se le he quitado a los demás, porque me cogió la desazón muy de lleno.

Ahí va esa carta de N... cuya humildad merece el perdón que pide; y no ocurriendo otra cosa, a Dios, que te guarde como ha menester

Tu amante hermano y amigo: Jhs. José.

Nicolás mío.



  -284-  
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Carta XXX

Escrita en Villagarcía a 19 de Marzo de 1756 a su hermana


María Francisca: Si el tiempo presente es solo trabajoso para los que predican, será para mí muy aliviado, porque en esta Cuaresma no pienso subir al púlpito, si no que suceda algún accidente repentino; y si lo consigo será la primera después de treinta años en que me divierto desde el mirador oyendo con gusto a los varones apostólicos: el P. Santiago Mier es uno de ellos: su habilidad es grande:   -285-   su despejo notorio; pues ¿qué le falta para que en todas partes le oigan con aplauso? Aquí pasamos las cuarenta horas en el monte, aunque a mí me hubiera sido mejor pasarlas oyendo al mayor maza de los predicadores, porque me quebraría la cabeza, pero no me dejaría con una terrible fluxión que me causó el sol de aquellos tres días, y aun hoy se mantiene tan tenaz como en el primero.

Mi señora Doña María Teresa debió de pensarlo mejor, y arrepentirse de su mal propósito, pues me honró con su carta de 8 del corriente que recibí con la estimación que todas. Si de las cuatro   -286-   docenas de quesos de Villalón que remití a Nicolás; y habrá ya recibido, quisieres regalarla con una en mi nombre podrás hacerlo, diciendo que no la escribo en el asunto, porque como tienen figura de pie de mulo, no me atrevo a tomar en la pluma cosa que pueda aludir a coz.

Nicolás parece que tiene devoción de darse canillazo todos los marzos de cada año, pues el pasado ejecutó lo mismo en el propio mes: si es penitencia no es heroica, porque es de pie quebrado: si descuido es singular, pues pocos hombres hay que pisen más recio, ni más firme. Mucho celebro   -287-   que madre esté ya para sentarse en los sitiales: hoy la respondo a la que recibí con fecha de 29 del pasado, y sentiré que se la atrase, o se pierda mi respuesta, dala un tierno abrazo en mi nombre, y tres a Antolina, y a María Isabel repartidos por partes iguales. Bien ha probado Dios al pobre D. Jacinto Pereyra disponiendo que enterrase a sus padres y a todas sus hermanas, sin que de una familia tan numerosa le haya quedado ya más que un solo hermano, a lo que entiendo. Ello es preciso morir, o ver morir, y para algunos corazones es muy dudoso cuál de los dos extremos es menos sensible.   -288-   Dios te guarde muchos años.

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

María Francisca.




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Carta XXXI

Escrita en Villagarcía a 20 de Marzo de 1756 a su hermana


María Francisca: Tú te quejas de la esterilidad de mis cartas, y las tuyas vienen tan fecundas como la madre que las parió, la cual hasta ahora no ha sabido dar a luz más que buenas seguidillas y décimas muy rollizas, según aseguran los que la vieron, que yo   -289-   como no las alcancé en esta vida no puedo dar noticia de ella sino que sea por fe. Es cierto que desde que me separe de ti no se me ha ofrecido mucho que decirte, así como a ti no se te ofreció, ni poco, ni mucho que decirme mientras estuvimos juntos, lo cual sin duda debe consistir en lo que afirman los Naturalistas, y este año se ha experimentado en muchas partes, que algunos manantiales se secan cuando están cerca de los volcanes y otros brotan más cuando revientan junto a ellos. Como quiera vamos manteniendo nuestra conversación hablando de las cosas del tiempo, y dándosenos muy   -290-   poco del refrán portugués, que dice que quein fala do tempo tein moito vento, porque eso será según el tiempo que corra cuando se habla de él. No obstante ya amenizas la carta de 7 del corriente con la curiosa noticia de la boda de Marica con el archipoeta Anselmo, que me ha caído muy en gracia sin haberme hecho novedad, porque ya no es fácil que me la haga cosa alguna en este mundo. Bien te acordarás de que la aparente candidez del archipoeta solamente me engañó por pocos días y aun esos fueron respectivos a sus coplas, que en lo demás luego penetré que el santo mozo era un hombre sujeto   -291-   a las pasiones humanas como cualquiera hijo de Adán. A María nunca la tuve por boba; y aunque en la boda no se ha acreditado de muy discreta, y mucho menos en haberla hecho a bendiciones tapadas, y sin haber dado parte a sus amos, ¿qué sabemos las razones que tendría para uno y para otro? El tiempo es un gran descubridor de misterios y mientras no los declara ten presente que ella te sirvió bien, y él te divirtió mucho, con que hazles todo el bien que puedas, que en la otra vida lo hallarás. Y la otra María tu costurera ¿cuándo busca por ahí a su Anselmo?, dala mis memorias, y dila que ahora andamos   -292-   buscando un tiple para nuestra música, y que si conserva el chillido avise con tiempo, que será preferida a todo pretendiente. No me has hablado nunca del alma de Felipe IV parecida a la famosa de S. Francisco Javier, que se venera en tu oratorio o en tu sala, que allá se va todo: quiero decir del amigo Pepe el serio: ¿sabe ya reírse?, ¿dígnase de saludarte siquiera una vez al mes?, y lo que a él le conviene más ¿adelanta algo en la letra y en las cuentas?

La bella solitaria dice mil gracias sobre los quesos de pie de mulo. Yo la respondo hoy lo mismo que a ti, que la mayor fineza   -293-   de un ratón es quitarse el queso de la boca por alargarle a las dos gatas que más le han arañado en este mundo. No lo hace así mi tonto, pues no obstante haber llevado algunas tundas de palos por meterse en la cama antes que yo, ocupando el sitio que no le toca a él, un cuarto de hora después viene muy humilde a darme un par de abrazos, y hechas las paces se va a ocupar el sitio que le corresponde, que es encima de la sobrecama hacia donde caen los pies, cuyo puesto ha ocupado todo el invierno, teniéndomele tan caliente que me río yo de todos los scaldalettos de Italia. Leíle el capítulo   -294-   de tu carta, en que me refieres los cariños que te estaba haciendo el burro cuando la escribías; y me dijo con el corazón, ya que no pudo con la boca: Señor amo, cariños por cariños aténgase usted a los que le hace su tonto, y no tenga envidia a otros. No sé si te he escrito que desde que vine come en un plato con una tordita real, que acosada de un gavilán se refugió a las manos del P. Labrador, y habiéndomela dado la dejé en el aposento sobre su palabra, donde no solo come con el gato, sino que este retoza con ella, y cuando a ella se le antoja duerme la siesta sobre él: prodigio que   -295-   tiene asombrados a todos, viniendo muchos a verle de propósito; y más cuando saben que el gato no deja pájaro a vida en toda la huerta, pero conoce cuanto quiero yo a la tordita, y esto le basta no solo para que la respete, sino para que la acaricie y la corteje.

Gracias a Dios que llegó a manos de madre la carta que consideraba perdida: quedo muy consolado con la noticia, y tú harás a su merced y a las chicas las acostumbradas expresiones, correspondiendo muy particularmente a las de mi señora Doña Nicolasita Marín.

Domínguez se queja sin razón   -296-   para que yo no me queje con ella. Le he escrito, y no me ha respondido, aunque los puntos importantes y serios que le tocaba pedían pronta respuesta. No te quejarás hoy de mi esterilidad. Enmiende Dios la tuya, y te guarde muchos años.

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.



  -297-  
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Carta XXXII

Escrita en Villagarcía a 2 de Abril de 1756 a su hermana


María Francisca: Estancáronse las cartas de ese reino correspondientes a este correo de la otra parte del Cebrero por lo mucho que nevó el día de la Anunciación; y aunque después acá ha hecho un hermosísimo tiempo, no extrañaré que no puedan penetrar los puertos ni aun las del correo siguiente, pues aquí que estamos tan distantes de ellos todavía tenemos grande cantidad de nieve en los campos y en   -298-   las calles. Para conformarnos con estas disposiciones del cielo es fácil la resignación; mas para no tener que ejercitarla con las intolerables equivocaciones del estafetero de Villar de Frades, tengo ya conseguido de la corte que aquella caja se traslade a esta villa, en cuyo importante negocio comencé a trabajar desde que estuve en ese reino, sin dejarlo de la mano hasta que finalmente el correo pasado envié a La Coruña el poder del que ha de ser Administrador de esta caja para otorgar la escritura con el Director general de las estafetas de ese reino, a cuyo departamento pertenece esta; con que en   -299-   breve tiempo nos libraremos, queriendo Dios, de una matraca que tanto nos mortificaba. No puedo escribir hoy a María Isabel, porque dentro de una hora voy a predicar a las honras de unos soldados que murieron doscientos años ha; y en verdad que si todavía necesitan de estos sufragios habrán conocido mucha gente honrada en el purgatorio. A Dios, que te guarde muchos años.

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

María Francisca.



  -300-  
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Carta XXXIII

Escrita en Villagarcía a 9 de Abril de 1756 a su hermana


María Francisca: De ningún consuelo me sirve el que me imites en mis males, no siendo esta de aquellas penas que repartidas se alivian. Déjame a mí con mi mala cabeza, o con mis vahídos, y no quieras exponer la tuya a perder el crédito que tiene tan asentado; pero extraño mucho que habiendo experimentado ese efecto desde el principio de la Cuaresma te hayas obstinado en comer   -301-   de vigilia, siguiendo la opinión del Maestro Feijoo, de tu marido, y la mía de que estos manjares son de suyo más inocentes que cualquiera vianda de carne, porque esto se debe entender para los que están habituados a ellos, mas no para los que una costumbre contraria indispuso el estómago para su digestión. Pero me dirás que yo tampoco me he librado de los vahídos comiendo de carne, con que no hay motivo para que tú atribuyas los tuyos a la comida de pescado. Respóndote que habiéndose originado verisímilmente los míos de causa conocida que precedió a la Cuaresma nunca podía   -302-   atribuirlos a la diversidad de alimento, aunque le hubiera mudado; pero habiendo comenzado los tuyos poco tiempo después que le mudaste, y no descubriéndose otra causa para ellos, es bastante motivo para atribuirlos a esta. Mas ya llega tarde mi receta, y aunque llegara muy a tiempo nunca he presumido tanto de mi eficacia, ni de mi parecer que le considerase capaz de hacerte mudar el tuyo. Nicolás me habla también con desconsuelo de su salud, cuya indisposición juzgo se aumenta más con el conocimiento de que tu cuidado y pesadumbre es mayor de lo que ella merece; con que estando   -303-   en tu mano una gran parte de su alivio, será lástima que el mismo exceso de amor se le escasee. Yo ciertamente no estoy peor, y aunque lo estuviera es de tan poca importancia mi vida que no merece la pena de pensar en ella.

La bella solitaria tiene tantas que no debes extrañar te falten cartas suyas algunas semanas; como ni yo extraño la falta de ellas que a veces experimento, porque no es lo mismo sentirla que extrañarla. Sobre las aflicciones del ánimo también ha padecido sus quebrantos en el cuerpo, aunque no quiere que los sepa Joaquinita; y no obstante que en la última carta me habla   -304-   de estos últimos con menos desconsuelo, bien será que los ignore su hermana, cuyo vehemente amor, y cuya ingeniosa aprehensión pone a todos los que la quieren bien en la fin a necesidad de engañarla, u de alucinarla en estas materias. El día 3 del corriente profesó la monjita de la Encarnación, y siendo esta la única disculpa que alegaba su hermano D. Jorge para no volar luego a consolarla, y a dar las demás providencias que parecen tan precisas en las circunstancias actuales, presto hemos de ver si se han atravesado otros impedimentos que le corten las alas o le dificulten el vuelo.

  -305-  

Es bien extraordinaria la estrella de las cartas que escribo a madre, cuando de tres una sola ha llegado a sus manos, y esa fue dirigida por otras: valdreme de las de Nicolás si en adelante se ofreciere. Mientras tanto celebro infinito la noticia que me das de que ya ha dejado la cama, y si el tiempo se ha serenado por allá como por acá desde la borrasca de la semana pasada, espero que no volverá a ella hasta el invierno siguiente. Ya sabes a quienes has de dar mis memorias, pero no dejes de hacerla en tus oraciones de mi señora Doña Manuela de Larramendi, aquella famosa vieja Guipuzcoana, cuyas   -306-   cartas te gustaban tanto, a quien se llevó Dios el día 24 del pasado, habiendo conservado su raro despejo y serenidad hasta dos minutos antes de espirar, y habiendo recibido yo el correo pasado una carta suya en que hacía la crítica de cierto historiador con la mayor gracia del mundo. Aunque pienso que estaba ya entrada en los setenta años prometía vivir más de ciento, pero la vida es tan falaz como indubitable la muerte. No me deje Dios ver la tuya.

Tu hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

Mi María Francisca.



  -307-  
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Carta XXVI

Escrita en Villagarcía a 23 de Abril de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Las cartas más occidentales que hemos recibido esta semana son de Ponferrada, con que el correo de ese reino se debió de quedar a celebrar la Semana Santa en Gallegos, o en sus aledaños. Esos ocho días más se me dilata el sobresalto con que estoy esperando tu primera carta. Aquí fueron mojados los oficios de la Semana mayor, pero por eso dejamos de lograr la   -308-   famosa procesión del Jueves santo en que los ocho o diez penitentes que la componían cumplieron con su obligación; y si entre ellos había algún mozo soltero fijamente se acomoda de esta hecha, porque todos manejaban la pelotilla cuál con mayor garbo, y se conoció que las mozas se derretían.

El martes santo entraron en Madrid Horcasitas, y Mascareñas; y el último día de Pascua en Valladolid el P. Provincial, que viene harto de Italia. El P. Idiáquez se separó en Zaragoza, donde le esperaba su hermano el nuevo Duque, y pasó a Estella a evacuar la testamentaria de su padre, sin que   -309-   sepamos a punto fijo cuándo se desocupará, pero ofrece hacerlo cuanto antes por los deseos que tiene de verse en este retiro. A Dios que te guarde como ha menester

Tu amante hermano y amigo: Jhs. José.

Nicolás mío.




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Carta XXXIV

Escrita en Villagarcía a 14 de Mayo de 1756 a su hermana


Miña Maruxiña: Con el pecho fatigado, la cabeza oprimida, el sueño con atrasos, y el pulso un poco bailador por un repentino,   -310-   acelerado y enfadoso viaje que acabo de hacer y deshacer a Rioseco, me falta tiempo y temple para conversación un poco larga, pero no gusto para celebrar tus gracias, ni conocimiento para concederte la razón en todo lo que discurres del señor novio y de la bella solitaria. Esta me dejó sin carta este correo, con que hasta ahora solo tengo noticia de la boda por ti y por Joaquinita, sin que hubiera sido exceso de dignación que el señor mío me la hubiese dado; pero en todo va muy consiguiente, como yo lo iré en servir a la bella solitaria por ser vos quien sois, y porque os amo, sin que me entibien   -311-   las quijotadas, o las desidias de su hermano, en que ella no tiene más culpa que la de no conocerlas, o el ciego y amoroso empeño de pretender disculparlas: delito noble, que como nace de una grande generosidad de corazón está a pique de que sea virtud. También lo será en ti el ponerte de parte de mi razón para sosegar los celos a Juanita Tomasa, sin que esto sea hacer el papel que no te corresponde; porque estando cierta, como lo estás con efecto, de que en esta comedia eres la primera dama, tu misma confianza debe empeñarte con gusto en representar todos los demás papeles,   -312-   como los hizo la otra en cierta comedia francesa, que se intitula La tercera de sí misma.

A Domínguez le sosegaría mucho mi segunda carta; pero mucho más le templaría la tuya, porque cuando quieres tienes virtud de poner en armonía los mayores desconciertos, y también de desconcertar los afectos más sosegados.

En Rioseco tuve noticia de la boda de la Condesita de Medina con tu primo Carantoña, y de la intempestiva muerte de la madre del futuro novio. Nada de esto me has dicho por no tomarte la pena de meterte a gacetista de estrados; y cierto que algunas veces sirven estas   -313-   noticias para desengrasar, y para mondadientes de otras más jugosas y grasientas. Hija mía, voy a escribir a otras damas para que me dejen el poco pelo que tengo. Esparrama memorias, dame preceptos, regálame con sobrinos, y vive siglos de siglos.

Tu fino Pp.

Mi Maruja.




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Carta XXXV

Escrita en Villagarcía a 21 de Mayo de 1756 a su hermana


Hija mía: Lo mismo que a ti me escribe a mí la bella solitaria; solo   -314-   añade que duda mucho pueda pasar por aquí para tener el gusto de dar un abrazo a su hermanito, porque si los portugueses no envían antes por el niño que dejaron en Goyanes, la será preciso ir en persona a dejársele en Braga, y a tomar desde allí su ruta para Madrid, que es muy distante de este camino. Doy por supuesto que se tomará esta última resolución, con la que habré de conformarme, pues no hay otro partido que el de aprobar cuanto determinare el oráculo inerrable de D. Jorge, cuya infalibilidad es para la bella punto menos venerable que la del Vaticano. A lo menos así lo quiere persuadir   -315-   hacia fuera, empeñado ya su nobilísimo corazón no solo en defender, sino en respetar sus decisiones; pero si le viéramos por adentro harto seria que no descubriésemos en él los mismos dictámenes que forman los que están mirando el campo sin preocupación, y observan unos movimientos tan irregulares. Díceme que ella misma ha representado a su principal que por excusarle la molestia de tan largo viaje le hará en compañía de D. Vicente. No creo que se niegue al convite de tu casa; y si lo hiciere me confirmaré en mi dolorosa aprehensión de que desde el instante primero que sale de la   -316-   suya comienza a ser sacrificada. Temo, temo, temo que esta hermosa, pero desgraciada víctima del amor ha de seguir presto a su incomparable madre. No permita el cielo que se verifiquen mis temores. El señor D. Jorge no se ha dignado dar parte de su boda a este amable niño, ni le ha escrito una sola letra desde que está a mi dirección. Tampoco a mí me la ha dado, como debiera haberlo hecho por mil y quinientas razones. La bella no lo ignorará, ni dejará de conocer y de sentir altamente esta sinrazón, quijotada o poltronería; pero ¿confesarla?, nada menos. Yo no me daré por entendido con ella,   -317-   porque la pasaría el corazón, y el mío padecerá todo cuanto hay que padecer antes que lastimar ni aun levemente el suyo. Pero siendo tan advertida ¿parécete que dejará de conocer todo lo que significa mi silencio? Lo que me duele es esta dama, y en viéndola colocada como merece, por todo lo demás se me dará un bledo. Basta, de doctrina: vamos al ejemplo.

Dos días ha que va caminando el hermosísimo perro, si no se detuvo en Villar de Frades a hacer aguada, o a hacer aguas, que según el miedo que llevaba no lo omitiría. A lo menos en las pocas horas que se detuvo en mi aposento   -318-   le dejó bien regado: esto acredita su buen genio, y que tiene un corazón tan blando como sus lanas, porque el miedo y la vergüenza son señales de suavidad. No le hagas retratar, porque se morirán de envidia los que tienes en la sala; y a Dios, que aunque yo no haga la novena de S. Juan Nepomuceno, ni tengo que oír el sermón del Rmo. P. Santiago Mier, voy a dar un ratico de conversación a la bella solitaria que en el día es para mi ocupación muy seria y cuidadosa. Memorias a madre, a las chicas y a todas las memorables.

Tu amante hermano, Pp.

Mi Maruja.



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Carta XXXVI

Escrita en Villagarcía a 28 de Mayo de 1756 a su hermana


Hija mía: La futura cortesana tiene mil experiencias de que cuando la falta carta mía sale el correo a volver por mi inocencia: y yo tengo casi otras tantas de que aun con este desengaño rara vez me escribe cuando se halla sin mi carta. Si las faldas fueran iguales no lo toleraría, pero como las mías son más cortas la guardo fielmente los privilegios de las suyas, y nunca dejo de decirla que vivo aun cuando   -320-   me da tantas señales de que no es este el mayor cuidado que la aflige. Nunca dudé que estando en su mano dejase de admitir el convite de ser huéspeda tuya, porque estoy persuadido a que ninguna de sus hermanas, con ser tan amables, la merece más cariño, ni más confianza que tú, cuyo conocimiento debió sus principios a mi informe, pero sus progresos a tu mérito y a su propia experiencia. También creeré que si quieres lograr el gusto de tenerla algunos días en tu compañía será preciso que la cumplas la condición con que admitió el hospedaje, tratándola con decencia sin visos de ceremonia,   -321-   porque si huele algo de esto la servirá de espuela para que cuanto antes te deje, porque no hay cosa que más repugne a su genio tan natural como apacible y señor. En fin, cuando la comuniques de cerca hallarás mil disculpas a mi ciega inclinación, y ella encontrará otras tantas para disculpar la no menos ciega que te profeso, aunque no la excusarán los estrechos lazos que nos unen.

Remítome a la carta de Nicolás sobre nuestro P. Ramoncito. Por la cuenta ya sabíais allá mucho más de lo que yo sabía de él hasta que le vi en este colegio, y pudiera quejarme de vuestro cuidadoso   -322-   silencio si no me hiciera cargo de que persuadidos a que no era posible ignorase yo lo que padecía teniéndole tan cerca, imaginaríais quizá que el mío era igualmente estudiado. Así suelen engañarnos nuestras imaginaciones, no permitiéndonos conocer que no siempre es lo más verdadero lo que parece más verisímil. Siete meses ha que no dice misa, y aun el comulgar de cuando en cuando lo hace con grande peligro, porque sus fatales y continuos vómitos le exponen a no retener las especies. Aquí se estará hasta que sea menos temeridad exponerle a los peligros de tan dilatado, viaje,   -323-   y me dé padre la orden de lo que debo hacer para aviarle, siendo a mi ver lo más conveniente, y aun el menos costoso, que el primo D. Juan viniese por él, sobre lo cual podías hacerle propio, pidiéndoselo en tu nombre y en el mío, pues no dudo que así lo ejecutará con gusto.

Celebro el feliz parto de la Marquesa de Santa Cruz como si lo comiera; pero es cierto que celebraría mucho más la noticia de otro que no me dejara envidiar a Juanita Tomasa el parentesco con el señor Marquesito. Buenos ejemplos te dan tus amigas y con muchachas, como tú supieras aprovecharte   -324-   de ellos; y no sé qué has de responder en el día del juicio, cuando te hagan cargo con las palabras de S. Agustín: Lo que estas y estas hicieron ¿por qué no lo hiciste tú?, lo que pudieron aquellas y las otras ¿por qué no podrías tú hacerlo? Eres una perezosa, y no hay otra disculpa. Recibe mil abrazos de este esqueletillo de tu hermano, los cuales más te servirán de desengaño que de tentación; y vive cuanto desea

Tu amante Pp.

Miña Maruxa.



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Carta XXXVII

Escrita en Villagarcía a 4 de Junio de 1756 a su hermana


Hermanita mía: Tu carta o tu cédula de 26 del pasado solo me dice que estás con salud, que te faltó carta de la futura cortesana, que la esperas sin saber cuándo, que llegó el señor Visitador, le enviaste recado, y aún no le habías visto. Celebro lo primero, si es verdad: sucédeme también lo segundo, y ya van con este dos correos: no espero lograr yo lo tercero; y no extraño lo cuarto porque   -326-   el señor Visitador es un hombre como Dios permite.

Ramón no está peor: yo soy su único médico; y espero ponerle de manera que dentro de quince días pueda hacer poco a poco su jornada en una buena mula y con un buen mozo que le cuide, caso que Juan no pueda, o no quiera venir por él. Dios te guarde cuanto desea

Tu más fino hermano: Jhs. José Francisco.

Mi señora Doña María Francisca.



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Carta XXXVIII

Escrita en Villagarcía a 18 de Junio de 1756 a su hermana


Mi querida hermana: Estoy malito; pero no tanto que por ahora sea menester prevenir el luto. Como poco, me refresco bien, he levantado la mano de todo lo que me pueda molestar, y sin otra receta espero darte conversación la semana que viene por mi propio puño. En esta como en otras muchas me ha faltado carta de la bella solitaria: a ella también la faltará hoy carta mía, porque ya hago   -328-   escrúpulo de abusar de su paciencia, o de no aprovecharme de su aviso. Doña Juana Tomasa me le da hoy de nuevo gusto con que se halla por la prebenda de su primo: comencé a trabajar para su logro desde que estuve en esa ciudad; proseguí desde este rincón, y soy interesado en las enhorabuenas por muchos motivos.

A Ramoncito le ha hecho bellísimo tiempo desde que salió de aquí, y será lástima no se haya aprovechado de él para pasar los puertos, deteniéndose sin grande necesidad en casa de sus parientes. Hasta saber que llegó a esa ciudad estaré con gran cuidado. Devuelve   -329-   mis respetos a esas damas que me honran con sus memorias: haz una visita a madre y a las niñas. No tengo más ni menos de lo que llevo dicho; y soy ni más, ni menos, como tú dices que eres,

Tu amante hermano y padrino: Jhs. José Francisco.

Mi querida María Francisca.




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Carta XXXIX

Escrita en Villagarcía a 25 de Junio de 1756 a su hermana


Hija mía: Lo mismo tengo yo de Padre santo que tú de madre   -330-   pecadora; porque si todo el mérito que me asiste para aquella dignidad es el despachar cartas en figura de breves, como tú fuiste la primera que me diste este ejemplo, también te sentaste antes que yo en la silla papisal. Bien se conoce que solo te acuerdas de lo que escribes cuando estás con la pluma en la mano; pues si lo tuvieras presente no gruñirías lo lacónico de mis cartas, y antes te vendría vanidad de que yo solo aspirase en ellas a la imitación de las tuyas. La presente no tendrá esta gracia por razón de copia, sino por un motivo muy original, y es que, estoy tan oprimido de la destilación   -331-   que baja al pecho, que no solo me tiene cerrados los canales de la voz, sino el conducto por donde deben bajar los pensamientos a la pluma, costándome tanto trabajo el discurrir como el pronunciar.

Mucho es que la bella solitaria te haya dejado sin conversación en dos semanas; pues aunque a mí me priva de ella muchas, no eres lo mismo tú que yo. Prueba grande de sus extraordinarias ocupaciones, o de sus muchos cuidados. A mí me escribe muy brevemente este correo sin decirme más que los portugueses han enviado a un criado mayor por su   -332-   hijo Joaquinito, pero a Ramoncito le añade que exonerándose así del molesto rodeo de Portugal, espera lograr el gusto de darle un abrazo. Como a mí no me toca esta segunda parte, tampoco se la toco yo en mi respuesta, pareciéndome que pide la razón y la buena crianza no meterme en contestar a lo que no me dicen.

Sea muy bien llegado el hermosísimo feo, que ya me tenía con cuidado su feliz arribo, temiendo alguna grande novedad en su delicadeza al tiempo de pasar el Cebrero, que para un perro campesino es lo mismo que pasar la línea. De su buen genio estaba yo   -333-   muy seguro, pues a la primera visita se familiarizó tanto conmigo como si nos hubiéramos tratado toda la vida. El burro se conoce que lo es en tener celos; y la experiencia le enseñará que el cordero no es perro que se meta en hacer perjuicio a nadie. También el tonto a la primera vista le recibió con un zarpazo; pero luego que le oyó llorar con mucha gracia, y conoció su natural blando y apacible, quedó corrido, y poco después le convidó comiendo los dos en un mismo plato.

No me hables de la tordita. La ingrata, o se escapó, o se dejó coger dos días antes del Corpus;   -334-   el hecho es que después acá no ha parecido viva, ni muerta; y habiendo preguntado por ella a todos los gatos del colegio, todos se encogen de uñas sin darme la menor noticia. Ella era hembra, y la bastaba su sexo para cansarse de ser cortejada. Ya está reducida al tonto toda mi familia, porque aunque quise aumentarla con un lobo, también este se desgració. Es el caso que me trajeron un lobito de pocos días para que le criase, Di orden de que se le alimentase con leche de ovejas; y a las dos semanas ya una oveja le daba de mamar como pudiera a un cordero; siendo mi ánimo que criándose entre   -335-   ellas, y no dándole a comer nunca cosa de carne se domesticase tanto que algún día el mismo lobo las guardase. Con efecto se hubiera conseguido si el muchacho a quien hice ayo del lobito no le hubiera dejado subir a un poyo alto de donde cayó, y se reventó el pobre animalito. Mira si se multiplican las desgracias y las pesadumbres, y si tendré justo motivo para estar de luto no menos en la salud que en el gusto. Conserve Dios la tuya para consuelo mío a falta de lobas y de tordas.

Tu amante hermano y padrino, el viudo.

Mi quid pro quo de pájaras y de fieras.



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Carta XXVII

Escrita en Villagarcía a 30 de Junio de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Ya finalmente salimos de nuestra duda sobre el profundo silencio que se observaba en la otra pretensión. La carta adjunta te informará del verdadero motivo: salió incierta la noticia reservada que se me dio; y una vez negado el supuesto no hay lugar a la conclusión. Pero de esto mismo infiero yo que era y es muy favorable el silencio del otro amigo, pues si no pensara seriamente   -337-   en hacernos merced, y tirara a salir del día, hubiera respondido a letra vista que no había tales carneros, a lo que no se le podía replicar. ¿Ha callado y calla?, señal muy verisímil de que si entonces no los había, los habrá, como da a entender el aviso presente; y no menos verisímil indicio de que él no está ajeno de favorecernos. Ninguna conjetura es infalible, y así vendo esta no más que por lo que vale.

Puedes estar cierto de que no hay en el mundo quien me deba mayor confianza que tú en materia de secreto. Si no te confié entonces el que contenía el pliego   -338-   que remití al Provincial fue precisamente por falta de tiempo, pues me ocurrió tanto que escribir en aquel correo que consentí no tenerle para escribirte a ti. Reducíase pues a incluirle dos cartas, una de la ciudad, y otra del señor Arzobispo de Zaragoza, en que con las más vivas y más honoríficas expresiones me convidaban, o por mejor decir me instaban con el mayor empeño a que admitiese para el año próximo la célebre cuaresma de aquel hospital general. Es la más gloriosa, pero también la más trabajosa de toda España, porque hay que predicar en ella todos los días indispensablemente; y   -339-   hasta ahora que dieron en este extraordinario desbarro han echado siempre mano de los más acreditados oradores de toda la monarquía. Cogiome tan de repente esta noticia como ahora te cogerá a ti, pues desde el año de 47, que hallándome en aquella ciudad me echaron esta especie, y yo la rebatí prontamente con el más vigoroso esfuerzo, ninguno me le ha vuelto a tocar ni de palabra, ni por escrito, teniéndola desde entonces tan olvidada como las cosas que jamás me han ocurrido al pensamiento. Ni como se me había de ofrecer que al cabo de tantos años les pasase ya esto por la imaginación,   -340-   viéndome en este rincón abstraído totalmente de todo ejercicio de púlpito, cargado de ocupaciones, y sin más comercio con aquella ciudad que tal cual carta que me suele escribir la Abadesa de las Capuchinas, a quien no conozco.

De aquí inferirás cuánto me sorprendieron dichas cartas. Mi primera resolución fue negarme por mil razones que saltan a los ojos; pero el P. Idiáquez, a quien se la comuniqué inmediatamente, fue de parecer contrario por el sumo respeto de las personas que escriben, y por el honor que resulta, no tanto a mi persona como a toda la provincia, donde no hay otro   -341-   ejemplar que el del P. Mascarel cuando ya se hallaba Prefecto de los estudios del colegio de S. Ambrosio, y fue llamado por el señor Araciel colegial suyo, y en fin por otros motivos que a dicho Padre se le representaron fuertes, aunque a mí no tanto.

Conformándome con su dictamen escribí al P. Provincial con la más perfecta indiferencia, aunque significándole mi repugnancia, por conocer ciertamente ser un empeño muy superior a mis fuerzas, y que me obligará a no pensar en otra cosa por muchos meses, arrimando todas las tareas que me están encomendadas, y otras mayores   -342-   que con gran fundamento temo me amenazan. No ha respondido todavía el P. Provincial ni a esta carta, ni a otras que fueron de este colegio en el mismo correo, lo que atribuyo al poco tiempo que da el de Castilla para contestarle a letra vista. Mañana espero la respuesta, que ya tarda, para que aquellos señores tomen providencia en caso de que yo no pueda servirlos. A esto se reduce el secreto, que solamente lo es porque no es razón se divulgue, a fin de que no tengan embarazo en acudir a otro, por cuya prudente razón le reservarás en ti mismo.

El primo Granda aún no ha   -343-   respondido a mi carta gratulatoria por haber escapado de su peligro. Manda y vive como ha menester

Tu amante hermano y amigo, José.

Nicolás mío.




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Carta XL

Escrita en Villagarcía a 6 de Agosto de 1756 a su hermana


Hija mía: Al acabar yo en Valladolid de predicar una cuaresma en que quedé muy quebrantado me instó mucho mi superior a que tomase quince días de campo para descansar. Aceptelos; metime en la   -344-   cama; y cuando el Rector me suponía en alguna aldea o en alguna quinta del colegio supo que estaba tendido a la regalona sobre mis colchones. Pasó a visitarme; preguntome qué era aquello, y respondile: Padre: tomar los días de campo que me acomodan, y que por ahora he menester. Aplica el cuento, y ejecuta lo mismo, pues se han ido ya esos señores, Enmienda el refrán que dice iranse los huéspedes y comeremos el gallo; este no te hace falta, pues le tienes a pasto todos los días: lo que te conviene es inventar otro refrán que diga iranse los huéspedes, y tumbareme en la cama. El consejo no puede   -345-   ser más saludable; pero que me emplumen si tú le tomares.

Del mal el menos; y habiendo sido tan de tu gusto mi señora Doña Joaquina, se harían no solo más tolerables, sino muy dulces las fatigas de acompañarla. El tormento sería si hubieras tropezado con una tonta, o con una presumida que te martirizase. Siendo indispensable que acompañases a esta señora a cualquiera parte donde fuese entrarías por precisión en muchas casas que no eran visitas tuyas, sin que esto perjudicase a tu estimación, ni hiciese consecuencia para en adelante. Pues ¿por qué ha de perjudicar que hubieses   -346-   entrado con esta notoria ocasión en casa de mi señora Doña Anastasia, ni en que ha de fundar el orgullo de esta y el de su marido motivo sólido, ni aun aparente para cantar el triunfo? Bien puede ser que le canten o que le cacareen, pero esto más acreditará su bobería que lisonjeará su vanidad. Muy natural es que en iguales circunstancias no hiciese lo mismo mi señora Doña Anastasia.

Si D. V... C... te visitó sin que le hubieses enviado recado, ejecutó lo que debía: si se lo enviaste hiciste una obra de supererogación. De cualquiera manera apruebo que hubieses explicado   -347-   tus sentimientos acerca de su hermana y de su hermano, porque aunque sus palabras no valen más que lo que suenan, conviene mucho que él y todos los suyos entiendan que sabemos sentir, y también sabemos quejarnos. En tanto como he vivido, y en tanto como he tratado al mundo, precisamente he de haber experimentado muchas ingratitudes, y muchas quiebras de amistades, pero tan repentina, tan sin fundamento, y tan no esperada como esta, confieso que ninguna. Nunca hice más progresos en el conocimiento propio que en este lance; y ya me guardaré bien de presumir   -348-   que conozco a las gentes con quien trato, cuando me equivoqué tan enormemente en el conocimiento del verdadero genio y carácter de aquella señorita. No tengo otro consuelo sino el de que me engañé con unas cartas que engañarían a un Concilio general compuesto de filósofos, de políticos, de linces y de desconfiados. Deseo saber si te respondió a las quejas que la diste, y en qué tono lo ejecutó.

Ya tendrás noticia como estoy destinado por toda la cuaresma que viene para la casa de los Orates de Zaragoza. Otros habrán ido a ella con menos méritos; pero en todo   -349-   caso más parece tienen que yo los que me han dado este destino. Él es sin duda en la línea el más glorioso de toda España; pero como, gracias a Dios, ha muchos años que no me sustento de aire, cedería con el mayor gusto esta gloria a cualquiera que la desease. La de Dios, que se puede adelantar mucho en la empresa, cualquiera otro la promovería con mayor celo y con mayor espíritu; conque no veo otra razón que me consuele sino la de que el mismo Dios visiblemente lo quiere y lo ha dispuesto cogiéndome tan de repente este extraño derrumbadero de aquellos señores, como te pudiera   -350-   coger a ti que tu amiga la Emperatriz Reina te enviase por Gobernadora de los Países Bajos. A los pocos dientes que ya tenía el año pasado se ha añadido la falta de otros dos: mira qué gracioso estaré para que suene mi voz apaciblemente en los oídos aragoneses: si me pudieras prestar tu boca y tu lengua por aquellos cuarenta días desde luego aseguraba que me oirían con gusto. Encomiéndame mucho a Dios, que bien lo he menester.

¿Como está madre y las chicas? Hazlas a todas una visita en mi nombre, repitiendo las acostumbradas memorias a las que ya   -351-   sabes; y a Dios, que te guarde cuanto desea

Tu amante hermano Pp.

Mariquita mía.




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Carta XXVIII

Escrita en Villagarcía a 6 de Agosto de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: Aunque por casi toda la semana pasada se mantuvo el tiempo como correspondía a la estación, se cansó presto, y volvió a los vientos fríos y fuertes que han dominado la mayor parte del verano sin especial perjuicio de los frutos sino en tal   -352-   cual lugar de esta provincia, en los que un gran golpe de agua llevó todos los que estaban en las eras. Sin embargo de esta irregularidad mi salud se mantiene robusta con particular providencia de Dios para que me vaya previniendo para mi cuaresma de Zaragoza, de la que el P. Provincial no me permite excusarme, y antes ha tomado de su cuenta alcanzar la confirmación de nuestro P. General, que según nuestras leyes es necesaria por ser en provincia extraña; con que estoy enteramente dedicado a este nuevo y molestísimo entretenimiento, teniendo que andar cien leguas de camino en lo   -353-   más riguroso del invierno y descansar después de ellas con la buena vida que me espera; que esta y otras pensiones semejantes traen consigo las fantásticas honras de esta vida.

Si D. Fernando. de Junco es hijo o nieto de D. Bernardo aún es poco lo que padre ha hecho con él, porque tengo mucha noticia de la estrecha amistad que profesó con su padre o abuelo; y siendo, así él como su mujer de las singulares prendas que me dices, y confirma María Francisca, se harían muy llevaderas las indispensables molestias del hospedaje por lo que alteran las horas y el   -354-   sosiego. Discurro que los visitaría todo lo principal de esa ciudad de entrambos sexos, y como con ocasión de acompañar a mi señora Doña Joaquina entraría María Francisca en muchas casas que no eran visitas suyas, sin que esto hiciese consecuencia, ni pudiese sonar a cosa de arriar bandera, tampoco puede tener ese sonido la entrada en casa de mi señora Doña Anastasia, quien si torna motivo de esto para su engreimiento, no tanto acreditará su altanería cuanto su necedad.

No dudes que el viaje del señor Abad de S. Isidro a la corte no tuvo otro fin que el que te   -355-   signifiqué. Detúvose en Aranjuez solos dos días, y de Madrid salió por la tarde, habiendo entrado por la mañana, sin ver a nadie mas que al P. N... reservadamente. Si conseguirá o no conseguirá que se le admita la renuncia no lo sé: dificúltolo mucho; pero de cualquiera manera ni él quiere a la corte, ni la corte le quiere a él.

A los ingleses los va cegando su orgullo. Ya tienen contra si a todas las potencias de la Europa, menos al Rey de Prusia, que no es su amigo, y al ministerio de España, que no quiere ser su enemigo. Nadie se atreve a hablar de los buenos sucesos de los franceses   -356-   sino que sea en voz baja, y muy en secreto. Corren voces de que estos van desfilando a petit bruit hacia Gibraltar: no lo creo y tendría menos dificultad en creerlo si lo hiciesen a cara descubierta, pidiendo públicamente el paso como lo hicieron los hanoverianos con los Holandeses.

Ya respondió el primo Granda. Manda y vive como ha menester

Tu amante hermano y amigo: Jhs. José Francisco.

Nicolás mío.



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Carta XXIX

Escrita en Villagarcía a 13 de Agosto de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: El P. Provincial respondió a letra vista a la consulta que le hice; y la dilación en recibir su respuesta consistió en haberse pasado el pliego que vino después por el correo de Castilla. Ya te avisé de su resolución en que cierra la puerta a toda réplica, haciéndole más fuerza el honor de la Provincia, y la autoridad de los que se interesaron en determinación tan extraña,   -358-   que todas las razones que le representé, ni aun las que le sugerí para que con toda libertad me excusase de este trabajo, sin miedo de que resultase queja, ni resentimiento contra su persona, pues me ofrecí satisfacer a la ciudad y al señor Arzobispo de manera que todos quedásemos bien. Sin embargo resolvió que me echase acuestas esta pesadísima carga, y que pasase luego los avisos correspondientes, como lo ejecuté con el mayor dolor del hombre animal, y con aquella resignación del racional, que consiste en el claro conocimiento de que Dios lo quiere así para los fines que ignoro,   -359-   pues de providencia ordinaria no se podía pensar en semejante desbarro. Atendidas mis fuerzas naturales es innegable que en lo moral y en lo físico soy incapaz de desempeñar el encargo, y tendría por cierto que moriría en la demanda si no templara este miedo la consideración de lo que puede Dios, y de lo que su majestad sabe hacer cuando determina que se haga lo que quiere. En fin, yo me dispondré hasta donde alcanzaren mis fuerzas, y después me presentaré con tanta confianza como si lo pudiera todo, y con tanta desconfianza como quien efectivamente nada puede. Suplícote que   -360-   me mandes decir una misa al santo Apóstol, y que le pidas con frecuencia que pues aquel fue el primer teatro de su apostolado en España, me consiga de su primo parte de su espíritu para desempeñar el mío con el fruto que deseo; pero guárdate bien de tomarle en boca nada de mi estimación, ni de mi gloria, pues con tu licencia me río de todo lo que suena a ella. Da esta noticia a padre para que también me tenga presente en sus trabajos y oraciones.

Aquí se han repetido las noticias de que en Londres se había quemado la estatua del Rey de Francia y de la Archiduquesa. Ya   -361-   se había dicho que a la primera la habían azotado sacándola en un burro por las calles. Tan increíble se hace la una como la otra, si no se considera cuanto permite Dios que se cieguen aquellos a quienes quiere castigar por sus pecados. No echando mano de esta reflexión tengo por una locura la especie. También se dice que Galisoniere ganó otra batalla naval contra Bing echándole a pique cuatro navíos, y tornándole otros dos. El tiempo nos descubrirá la verdad de todo, como asimismo de la mala inteligencia que se asegura hay entre las dos cortes de Madrid y de Lisboa, tanto que algunos   -362-   se adelantan a pronosticar el rompimiento; pero mientras la tierra no vomite los muchos portugueses que tragó no puede ser. Manda y vive como necesita

Tu amante hermano y amigo: Jhs. José Francisco.

Nicolás mío.




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Carta XXX

Escrita en Villagarcía a 20 de Agosto de 1756 a su cuñado


Amado hermano y amigo: La doctrina que me das en el último capítulo de tu carta de 11 del corriente, con ocasión de lo   -363-   que escribí a Granda sobre las esperanzas que tenía de que mejorases de fortuna, pienso que la hubieras recogido reservándola para mejor ocasión, si Granda te hubiera remitido mi carta, o copiado las voces con que me explicaba, porque ellas mismas acreditaban mi desconfianza, y aun con esta precaución la hubiera excusado no obstante la prevención que él mismo me tenía hecha de que le anticipase cualquiera esperanza que se asomase de tu alivio, a no hallarse en las circunstancias de convaleciente cuando le escribí, creyendo que aun este remoto asomo conduciría para dilatarle el   -364-   ánimo, y ayudarle al restablecimiento, en cuyo caso aconseja Hipócrates, y después de él nuestro P. S. Ignacio, que se trate con los enfermos de cosas que puedan recrearles. Si la bondad del primo se adelantó a consentir en más de lo que expresaba mi carta no debe ser de mi cuenta, ni temo que aun él mismo me haga la injusticia de atribuir a ligereza mía los excesos de su buen deseo.

Veo los fundamentos que tienes para mantenerte en el concepto que has formado del poder del señor Valencia; pero como no los considero superiores a los que tengo para deponer yo el contrario,   -365-   ambos nos quedaremos con nuestra opinión, sin que esta oposición de dictámenes perjudique a la unión de los corazones.

Es gran cosa no creer noticia alguna hasta después de seis meses de verificada. Todas las que corrieron de insultos hechos en Londres al Rey de Francia y a la Archiduquesa: de segundo combate entre las dos escuadras de Galisoniere y de Bing con las añadiduras que las adornaban, han calmado tanto como si jamás se hubieran inventado. Más seguras son las de la abundante cosecha de granos con que Dios nos ha favorecido, sin que en todo este término haya   -366-   sucedido hasta ahora la menor desgracia, aunque los del contorno han experimentado bastante perjuicio por la piedra y por la mucha agua de tempestad que cayó en algunos de ellos. Manda y vive como ha menester

Tú amante hermano y amigo: Jhs. José Francisco.

Nicolás mío.




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Carta XLII

Escrita en Villagarcía a 15 de Octubre de 1756 a su hermana


Hija mía: Gracias a Dios que tuviste tiempo para darme un poco   -367-   más larga conversación que la ordinaria. Si estuvieras persuadida que nunca me gusta más que cuando es más dilatada no me la escasearías tanto; y si yo tuviera los materiales que tú para dilatarme en ella no te dejaría de la pluma en muchas horas, como ni te hubiera dejado de la boca cuando pude hacerlo si tu gusto y el mío estuvieran tan de acuerdo como nuestras inclinaciones.

Lo que celebro ante todas cosas es que Nicolás se haya restablecido a su salud regular, y acaso con mejoras, que ese efecto suele producir el accidente que padeció cuando no es con exceso. Por acá   -368-   le han padecido muchos y todos experimentaron el beneficio después de haber sufrido los dolores y haberse recobrado de la debilidad que causa naturalmente. A mí no me acometió esta destemplanza; pero no me faltaron otras propias de la otoñada, en la cual y en las primaveras es cuando se me descomponen más los humores.

Bien hiciste en retirarte a la Esclavitud el día de tu santo para ahorrar los quebraderos de cabeza, que hacen los más penosos de todo el año aquellos días que debieran ser los más descansados y de mayor gusto, siendo pensión de todas las diversiones del mundo el cansar   -369-   y el molestar más que los trabajos ordinarios, y tal vez aún más que los extraordinarios. Poca falta te haría el recado de N... para divertirte bien en compañía de tu marido; y harás mal en no mirar ya las cosas de esa pobre simple con risa, con lástima y con desprecio.

Te he estimado mucho las noticias reservadas que me participas de aquel señor novio que pasó por esa ciudad, y no se dejó ver: lo mismo hizo con la prenda que tiene en esta villa, aunque pasó a una corta legua de ella, disculpándose con la compañía que traía, la cual cierto nos embarazaría   -370-   mucho. Todas las especies que os refirieron son muy conformes a lo que siempre temí, menos la que le supone incapaz de escribir bien una carta. En esto le hacen injusticia, y solo será cierta la proposición entendiéndola en el sentido de que no es capaz de ponerse a escribirla, porque es un hombre todo de la diversión, y nada de los negocios, estando notado de ser la pereza y el dejamiento su vicio dominante. Si se empeña en llevar a la hermana contra la voluntad del viejo, y aún más contra la voluntad de su mujer, como se puede temer verisímilmente, ¿qué vida esperará a la   -371-   pobre señorita?, y cuando ella estaba en la inteligencia de que iba a ser aún más feliz que su hermano, será chasco que el despecho la introduzca una vocación que nunca ha tenido, y más cuando por la esperanza de una dicha dudosa perdió la posesión de otra segura, en la cual estaría ya si el hermano no se la hubiera cortado con sus alegres ideas. No sé el partido que tomará; pero me inclino a que atropellará por todo antes que separarse de aquel a quien ama con tanta pasión, y este será el mayor de todos sus desaciertos. Yo no hago reflexión en este asunto de presente, ni de futuro   -372-   que no me llene de dolor; pues aunque se extinguió enteramente la pasión que la profesé, nunca puede, ni debe extinguirse la estimación de su persona, ni el concepto de sus apreciables prendas, cuyo malogro penetrará siempre mi corazón, que se acreditaría de bárbaro si se mostrara insensible a las desgracias de quien ocupó tanto lugar en él. Por lo que toca a hospedarse en tu casa tengo por cierto que no lo harán, pues no ignorando nuestros justos sentimientos por sus desaires pasados, no es de creer tengan valor para tanta confianza, y si le tuvieren será el mayor testimonio   -373-   que podrán dar del gran concepto que les merece la nobleza de nuestro corazón y nuestro honrado modo de proceder. Vive segura del secreto, y no temas que me dé por entendido de lo que sé.

Horcasitas resueltamente me dijo que iba derecho a su departamento sin pensar por ahora en la visita del santo Apóstol, en cuya suposición nada le hablé sobre que se sirviese de esa casa; ni aun en la suposición contraria se lo hablaría tampoco, porque eso se debía dar por supuesto desde el convite aceptado ya el año pasado. No me persuado a que me ocultase la verdad de sus ideas, u de   -374-   las instrucciones de su padre, de las cuales no se separa un punto; ni extrañaré que estas sean un poco extravagantes por la excesiva formalidad de aquel ministro, que en ciertos puntos le hace discurrir con singularidad, desviándose del común de los demás hombres. En virtud de esta instrucción salió el chico de Valladolid la antevíspera de los toros, y con calentura: llegó aquí bien destemplado, y no fue posible detenerle más que medio día, porque no rezaba más el itinerario, aunque él salió con sentimiento de no detenerse más, y todos quedamos con mayor dolor de que no se hubiese detenido.

  -375-  

Di lo que quisieres a madre y a las chicas, sin dejar de decir a la viejísima Cerbaña cuando tengas ocasión que valen más mis herejías que el catolicismo de otros; siendo cierto que no temería mucho el juicio como solo me hiciesen cargo en él de los artículos, y no de los mandamientos. A la nieta de su abuela renovarás mi inclinación. Basta por hoy, hija mía, que aunque mi carta no ocupa tanto lugar como la tuya, tiene muchas más letras. Vive cuanto desea

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mariquita mía.



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Carta XLIII

Escrita en Villagarcía a 22 de Octubre de 1756 a su hermana


Hija mía: Ya te dije que en lo natural es menester contar poco con la vida de madre, haciendo el ánimo a que Dios la despenará luego, porque en comenzando a retraerse la gota de los extremos, y habiendo aprendido ya el camino del estómago y del pecho la ahogará cuando menos lo pensemos. La pobre señora será feliz porque se acabarán sus trabajos, y comenzará su gloria; pero esas pobres   -377-   niñas ¿cómo quedarán después? Esta reflexión me atraviesa el alma y más viéndome imposibilitado por la constitución de cosas a servirlas de algo. En fin, aquel Señor que cuida de todos no las olvidará, y esta es mi única confianza.

Mucho tiempo ha que ni tú, ni Nicolás hacéis mención de Perico, ni de Francisco. Yo los tengo muy en el corazón: ¡ojalá que pudiera manifestarlo sin decirlo! Deseo saber cómo están, y cómo estudian. Dalos mis tiernas memorias, y ponme a los pies de mi señora Doña Tomasa, pues desde que se metió a doncella ya se habrá echado la gala de medias. Tampoco   -378-   estoy olvidado del amigo Pepe el serio, ni de D. Pedro el interciso, ni del discretísimo Couto, ni de Pepín el castellano, ni de Manchiles el de los Villardos, y en fin, hasta el burro me causa mis soledades, bien que se las disimulo al tonto para que no tome celos. Pues ¿qué diré del maragato que representa el alma de S. Francisco Javier3? Como los primeros calzones que vestí fueron de la hechura que tienen los de la tal alma, se me antoja algunas veces que estoy   -379-   revestido del mismo espíritu y me da gana de irme por esas Indias de Dios; pero al fin me contentaré con que me llamen el Apóstol de Aragón.

Y dime ¿quién es ahora tu confesor?, ¿qué te ha parecido el P. Peña?, ¿el predicador frecuenta vuestra casa? Manda y vive cuanto desea

Tu amante hermano: Jhs. José Francisco.

Mariquita mía.




 
 
FIN DEL TOMO PRIMERO
 
 


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