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Catálogo de los manuscritos árabes de la Biblioteca departamental de Argel

Francisco Codera y Zaidín





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Nuestro correspondiente extranjero, profesor de árabe en la Escuela superior de Letras de Argel, M. E. Fagnan, ha publicado recientemente, y remitido á esta Real Academia, el Catálogo de los manuscritos árabes de la Biblioteca departamental de aquella ciudad, y por encargo del Sr. Director debo dar cuenta á la Academia de dicha interesante publicación.

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El Ministerio de Instrucción pública y de Bellas Artes viene publicando en Francia, desde hace algunos años, el Catalogue général des manuscrits des bibliothèques publiques, cuya colección consta ya de 11 grandes volúmenes, que contienen catálogos de las bibliotecas de París, y 22 que comprenden catálogos de bibliotecas departamentales, además de otros tomos en que se da cuenta de los manuscritos existentes en algunos archivos.

El Catálogo de los manuscritos de la biblioteca de Argel publicado por M. E. Fagnan es el tomo XVIII de la colección, formando un grueso volumen en 4.º de XXXII y 680 páginas.

Desde hace algunos años, los manuscritos árabes de la biblioteca de Argel eran conocidos por el Inventaire sommaire des manuscrits des bibliotèques de France par M. U. Robert, Paris, 1879; pero dicho inventario dejaba mucho que desear, como tuve ocasión de experimentar durante mi estancia en Argel para estudiar lo que en aquella biblioteca pudiera ilustrar nuestra historia. Dado el encargo al Sr. Fagnan de preparar un Catálogo conforme al plan seguido en dicha publicación, después de algunos años de ímprobo trabajo, ha podido dar por terminada su comisión.

La Biblioteca departamental de Argel, á pesar de que en los primeros años de la ocupación francesa hubo poco ó ningún cuidado de reunir los libros que existieran en las mezquitas y otros establecimientos públicos, consta hoy de 1.987 volúmenes, número mayor que el de nuestros manuscritos árabes de El Escorial. El Sr. Fagnan ha tenido que estudiar todos estos manuscritos para dar de ellos la correspondiente descripción bibliográfica, fijando el título de la obra y nombre del autor, cuando estos datos han podido fijarse, si no de otro modo, por la comparación del contenido del manuscrito con otros análogos existentes en otras bibliotecas.

En general, en el Catálogo se consigna el título de la obra, el nombre del autor y la fecha de su muerte, haciendo referencia á los números correspondientes de los catálogos impresos de bibliotecas de Europa en los que figura, la misma obra: trabajo ímprobo que obliga á evacuar multitud de referencias por cada nombre de autor ó de título, y que por desgracia nunca puede ser completo.

Como muchos de los manuscritos han sido objeto de estudios   —443→   especiales, y se hallan citados con alguna frecuencia, se hacía preciso dar facilidades para reconocer los manuscritos, ya estuvieran citados conforme al Inventario de Robert, ya lo hubieran sido con la numeración que el códice lleva en la biblioteca; para esto el autor pone al principio de su libro una tabla de la correspondencia del número del manuscrito con el de la obra, y en la descripción de cada número se refiere al correspondiente en el Inventario Robert, siendo fácil de este modo referir una á otra las dos descripciones de cada códice.

Completan la obra dos índices de nombres propios, uno de personas ó nombres de autores, y otro de títulos de las obras; el primero en caracteres latinos y el segundo con caracteres árabes. ¡Lástima que en la confección de tales índices los autores de catálogos no sigan otro método que los hiciera más aprovechables! pues los índices con transcripción latina tienen el gravísimo inconveniente de que no hay medio de que la transcripción sea uniforme para todos los pueblos de Europa; de modo que aun para los arabistas se hace muy difícil el buscar un nombre propio conocido en la transcripción de su país, cuando, si los índices se pusieran en caracteres árabes, todos nos entenderíamos perfectamente. Y no se diga que esto se hace con objeto de que los ajenos á los estudios arábigos puedan aprovecharlos, pues para los no arabistas, aunque quieran fijarse en la diferencia de transcripción, será casi imposible reconocen en Ibn Khaldoun al historiador Aben Jaldun y en Ibn Khafadja á nuestro gran poeta Aben Jafacha.

En los índices de títulos, en virtud de la confesión tácita de la imposibilidad é inutilidad de traducirlos, ya se ponen generalmente en caracteres árabes, y de este modo llenan perfectamente su objeto; pero aun en esto creemos debiera introducirse una mejora que, sin costar mucho trabajo á los autores de catálogos, serviría mucho á los lectores, supliendo en parte el inconveniente señalado en el índice de personas; esta innovación consistiría en indicar (como se hace en algún caso) el nombre del autor á continuación del título de la obra, sistema que tendría la ventaja de poner á la vista del lector los diferentes autores de obras que tienen un mismo título.

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En el Catálogo de los manuscritos de la biblioteca de Argel figuran más de 70 autores españoles, de quienes se conservan obras en aquel centro de enseñanza; de algunos, como de Mohamad ben Arabí, conocido por Mahieddin, de cuya prodigiosa fecundidad he tenido ocasión de hablar más de una vez, se conservan al menos 12 manuscritos con los números 539, 588, 612, 724, 827, 910, 911, 912, 915, 925, 1522 y 1721.

A pesar de que los manuscritos árabes de la biblioteca de Argel referentes á la historia de España me eran en parte conocidos, y de los más importantes he ido dando cuenta á la Academia en algunos de los trabajos hechos en virtud de mi viaje, encuentro algunos acerca de los cuales me parece oportuno llamar la atención de los señores académicos.

Con el núm. 3 se da cuenta de un códice, que contiene una Exposición de la doctrina cristiana escrita (sin duda con objeto de instruir á los moriscos) por D. Martín Ayala, obispo de Guadix, y traducida al árabe por Bartolomé Dorador, clérigo y beneficiado.

No es menos curiosa y de índole muy diferente otra obra de autor español, que figura con los números 1511 y 1512 del Catálogo: es un Tratado de la fabricación, del empleo y uso de cañones y morteros, de la fabricación de la pólvora y de su empleo en las minas y de la construcción de puentes volantes, obra escrita por un renegado español, el Arraez Ibrahim ben Ahmed Gánim ben Mohamad ben Zacariya1, conocido en su lengua por el rapaz ¿el rapaz? quien, después de haber servido á su patria en la marina, pasó al servicio de los Deys de Túnez, llegando á ser comandante de la Goleta. El autor escribió en castellano, y otro se encargó de traducir su obra al árabe. En el Inventario de Robert el primer ejemplar figura como anónimo con el núm. 867, y del segundo, bajo el núm. 868, sólo dice «Zacariya el-Andalousí. Art militaire.» A pesar de mi absoluta incompetencia en estas materias, durante mi estancia en Argel pedí este libro; y según tengo anotado en mi ejemplar de Robert, no me fue servido, como otros muchos, por no encontrarlo el encargado de esta sección.

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Tampoco pude conocer, por no figurar en el Inventario de Robert, otro libro de autor español que pudiera creerse importante: es la Relación de la peregrinación á la Meca en los años de 737 á 740 (1336 á 1339) por Abu Albaque Jálid ben Iça ben Ahmed ben Ibrahim ben Abu Jálid el Balawi, natural de Cantoria, uno de los castillos del río Almanzora. Dicha relación figura con el número 1566, y M. Fagnan se refiere al Catálogo de la biblioteca de Gotha. Por la noticia detallada, que le dedica Pertsch, núm. 1540, parece que, el autor poco ó nada dice de su viaje por España, y por tanto no tiene para nosotros el interés que pudiera suponerse: de esta misma obra se conservan dos ejemplares en la biblioteca de Túnez, en la sección de viajes; pero como el autor es designado sólo por el patronímico patronímico, no sospeché que fuese español, como lo anoté después.

El historiador de Fez Aben Alltadhi2 le dedica un largo artículo, citando muchas poesías suyas tomadas de notas autógrafas, que sin duda se conservaban en gran abundancia y es probable que se conserven aún en Fez, donde pudiera muy bien suceder que se encontrase el autógrafo de su viaje. Aben Alkadhi confiesa que no sabía la fecha de su muerte, pero hace constar por la fecha de una de sus composiciones; que Aben Jálid el Balawí vivía en el año 765, veinticinco años después de su peregrinación.

Quizá tenga interés histórico un comentario que acompaña á un poema escrito por Abu Alhaçan Házim ben Mohamad ben Haçan ben Házim de Cartagena, y dirigido al califa Hafsí Abu Abdalá Mohamad ben Abu Zacariya (667 á 675 hég.): el comentario escrito por Abu Abdalá Mohamad (ben Ahmed) el xerif, de Granada, contiene numerosos detalles históricos á la manera del Poema de Aben Badrun; es obra que también intenté ver.

Entre las obras de ¿misticismo? (sufismo) nos llama la atención una, que por la circunstancia de haber figurado el autor como jefe de los sufíes, y probablemente en la sección ó secta de los murid, que tanto contribuyó con su fundador Aben Káçi á la caída de los almoravides, tiene indudablemente algún interés   —446→   para el conocimiento de las doctrinas y prácticas de tales sectarios: titúlase este libro Iniciación Iniciación de los morid, obra escrita por Abu Modin Xoaib ben Hoçain el Ansari el Andaluçi, natural de Montuchab (¿Montufar?) y xeque de los sufíes según Aben Alabbar3. El libro, según el Sr. Fagnan, contiene preceptos concernientes á la vida espiritual. Hachi Jalifa no menciona esta obra como menciona la escrita pocos años antes por el xeque de la secta é iniciador de la rebelión general de los moros españoles contra los almoravides en el año 539; aunque por lo que dice, núm. 4788, no podía asegurarse que la obra en cuestión estuviese escrita por el rebelde de Niebla; pero Aben Aljatib le atribuye la obra citada por el bibliógrafo turco, obra que debía ser de importancia dentro de la secta de los sufíes, pues de ella se hicieron dos compendios, uno de ellos por el gran doctor de la secta, el fecundo Mahieddin, de quien antes se ha hecho mención.

Interminable sería la enumeración de los libros de autores españoles que da á conocer el Sr. Fagnan en su Catálogo, y que pueden interesar á nuestra historia. Ya que no sea posible extender más esta árida reseña, por si algún arabista español visitase aquella biblioteca, ya que para nosotros es cómodo, indicaremos los números del Catálogo que hacen mención de libros españoles, separando los que se refieren á cada autor, pues tomamos la nota de las papeletas correspondientes4.

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Al hacer mención de muchos manuscritos posteriores al año 898 de la hégira, ó sea el de la toma de Granada, M. Fagnan consigna que son de carácter español; para diferenciarlos del carácter magrebí, de que habla muchas veces, supongo tendrá datos concretos, que constarán en los mismos manuscritos. Este hecho me sugiere una observación, y es que los moriscos españoles debieron de seguir cultivando los estudios arábigos, ya se hubieran conservado musulmanes, ya hubieran profesado de buena ó mala fe la religión cristiana. Qué estudios fueron los predilectos de los moriscos españoles en estos tiempos, es cuestión que merecería estudio especial, sin que yo asegure que hay datos suficientes para resolverla.

En la reseña de la existencia de manuscritos iguales á los de Argel, el Sr. Fagnan se ha limitado al estudio de los Catálogos de las bibliotecas europeas que los tienen publicados, y no ha sido poco trabajo, prescindiendo de las más numerosas del Cairo, Constantinopla y Túnez, en cuyos Catálogos, como es natural, figuran muchas obras desconocidas en Europa. Habiendo yo tenido necesidad de anotar en mis papeletas las obras españolas existentes en tales centros bibliográficos, á pesar de que los Catálogos carecen de índices, he podido notar que alguna obra de autor español, no conocida en Europa y existente en Argel, está impresa en el Cairo, y de ella tiene ejemplar la Academia. Lo mismo tuve ocasión de notar respecto á otra obra escrita por el príncipe Zayaní de Tlemecen, Abu Hamu Muza II5, impresa en Túnez, y que también figura en la biblioteca de Argel. Consigno éstos hechos, no como cargos á mi amigo M. Fagnan, sino porque esto me recuerda y me mueve á recordar á la Academia lo que tuve ocasión de proponer hace algunos años, á saber: la necesidad de que alguien en España, y nadie con más obligación que esta Real Academia, piense y prepare los medios de que los futuros arabistas puedan con alguna facilidad ir preparando monografías bastante acabadas, que en su día puedan servir para que alguien escriba nuestra historia árabe: mientras cada uno de   —448→   nosotros haya de recoger todos los datos que haya de utilizar, estando estos esparcidos en multitud de libros, en los que es casi imposible buscar de intento datos acerca de una materia determinada, es muy difícil que pueda reunir, ni los más importantes, y en historia, sin datos, ni la mayor perspicacia puede acertar á resolver las cuestiones.

Urge, por tanto, que se hagan papeletas de nombres propios de personas, de títulos de las obras árabes y de geografía y topografía españolas. Mi primera indicación fué que necesitábamos 200.000 papeletas; quizá me quedé corto, é insisto de cada vez más en la necesidad de que la Academia emprenda esta tarea, que no sólo considero de absoluta necesidad para los futuros arabistas españoles, sino que estoy seguro de que se lo agradecerían los arabistas extranjeros, que encontrarían en ello un poderoso auxiliar, ó mejor dicho encontrarían resueltas muchas cuestiones de historia y bibliografía árabes, no sólo referentes á España, sino á todo el mundo musulmán.





Madrid, 27 de Octubre de 1868.



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