Cauce y lagunas de una investigación literaria
Sobre la Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823, impreso de Expósitos
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De entre todos los bienes de él emanados, que nos hacen deudores permanentes del doctor Cortazar a quienes tuvimos la suerte de ser sus discípulos, la firme adquisición de una conciencia sistematizadora es tal vez lo que más ha quedado en nosotros con el sello rector del maestro.
Digo conciencia sistematizadora y no sistema porque esto último implicaría anquilosar, detener, demorar en el acierto de un momento la metodología científica y ello está lejos de lo que enseñaron la palabra y la obra de Augusto Raúl Cortazar.
Lo que aprendimos de él fue, sobre todo, a sentir como necesidad la aplicación de un inalterable rigor técnico en todas las etapas de la investigación: las citas completas, el asiento bibliográfico correcto, la correlación entre los datos escritos y la documentación audiovisual, la definición justa, la terminología meditada, la ubicación de cada hecho cultural en función dentro del contexto inmediato que lo circunda o que lo ha circundado. Nunca, sin embargo, el doctor Cortazar nos impuso una norma absoluta, una metodología inamovible y rígida, sino que, como maestro (lo era incansablemente, tanto desde la cátedra como por teléfono), nos impulsó siempre a actualizarnos en materia de nuevas corrientes metodológicas total o parcialmente aplicables a los materiales folklóricos o literarios. Él mismo lo hizo hasta en sus últimos trabajos, con esa peculiar manera de asimilación que poseía mediante la cual podía verter aquello que aprehendía mejorado en su forma, enriquecido con sabias reflexiones, comparado, aplicado a la realidad cultural argentina.
—252→Su prédica acerca de la importancia de la consulta bibliográfica como punto de partida era incansable. Podría haber dicho, como una vez lo hizo Jorge Luis Borges (El Hacedor, 1960):
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Enseñaba a degustar la realidad tangible del libro, en su formato, calidad de papel, tipografía, ilustraciones, índices, prólogos, hasta lograr que cada uno de ellos apareciera como una entidad física inolvidable para quien lo hubiera consultado una vez.
Desde las bibliografías de bibliografías hasta las reseñas, desde los tratados hasta las simples comunicaciones de aportes técnicos, todo era valorado por Cortazar en su justa medida, todo merecía aliento para los autores, aunque éste estuviera implícito en la crítica sabia que, en su caso, era siempre esencialmente constructiva.
Cada libro, cada folleto, cada artículo, era para él fuente potencial de múltiples fichas, instrumento metodológico cuyo manejo para su especialidad perfeccionó notablemente, mediante sistemas clasificatorios1, referencias y correlaciones que si, por una parte, dada su índole múltiple y entrecruzada, exigían para su confección la posesión de una vasta cultura, por otra orientaban al consultante, por sí solas, con la claridad y precisión de verdaderos esquemas.
Aquel hábito del orden mental que trascendía en todos los actos del maestro estaba sin embargo, totalmente exento de frialdad cibernética. El doctor Cortazar no cesaba de ponderar la emoción del excitante tránsito del investigador hacia el hallazgo con una convicción tan acabada que impulsaba de manera irresistible a intentar la aventura. Esta comenzaba siempre, como he dicho, en el terreno bibliográfico, pero se desarrollaba luego en ámbitos diversos, tanto entre los amarillentos folios de los archivos como en medio de las comunidades folk, de cuyos decir y hacer debe extraer el investigador la documentación de campo.
Esa orientación fue, sin duda, junto con alguna dosis de buena suerte, lo que me puso en el camino adecuado para algunos hallazgos ante cuya proximidad -que el investigador siente como presencia viva- reconozco haber experimentado emociones tan intensas que no vacilo en calificar de verdadera pasión.
—253→Un folletito de la Imprenta de Expósitos, sin firma y sin fecha, encontrado en la Biblioteca Nacional en 1968 bajo el título de Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823 fue uno de esos motivos de emoción y como entonces mi primer impulso fue el de comunicar al doctor Cortazar el hallazgo, ahora quiero, en su homenaje, cumplir la promesa que entonces le hiciera de publicar íntegramente el texto.
En el diálogo de la cátedra se manifiesta con frecuencia la inquietud de los jóvenes que se inician en el deseo de recuperar las expresiones históricas de la literatura nacional. Ello me recuerda cada año esa ansiedad, que fue y, es también mía, por conocer los cauces profundos de la investigación y es lo que me impulsa a demorarme aquí y decir algo del cómo y el porqué de ese hallazgo del folleto de Expósitos al cual me he referido. Pienso que debo, hacerlo, no sólo por su valor como experiencia útil a los discípulos (conjunto de pequeños triunfos y pequeñas derrotas en la lucha contra el olvido), sino también para fijar algunos datos cronológicos que pueden interesar a los especialistas en literatura gauchesca y, en general, en literatura rioplatense.
A partir de la búsqueda de materiales comparativos para mis trabajos sobre cantares tradicionales de tema hístórico2 había yo comenzado a interesarme por todo lo concerniente a poesía popular impresa en hojas sueltas y folletos, lo cual motivó que el distinguido estudioso chileno Manuel Dannemann R., en prueba de su generosidad y de una amistad que me honra, quisiera favorecerme con el regalo de una valiosísima colección: las hojas sueltas de la Biblioteca Lehmann-Nitsche que se conservaban en Chile en el Archivo de Rodolfo Lenz. ¡Estos materiales habíanle sido legados por la familia de este último filólogo alemán que residiera por muchos años en la república trasandina, quien, a su vez, los había recibido de su compatriota Roberto Lehmann-Nitsche que vivió en la Argentina desde 1897 hasta 19303. El estudio de esas hojas sueltas brinda un amplísimo —254→ campo muy poco frecuentado entre nosotros y que, por su destino de cumplimiento inmediato y rápida caducidad, por su índole volandera, exige un rastreo minucioso y lento. Fichado el material y archivado debidamente (se trabaja con las fotocopias del mismo a fin de no deteriorar las piezas), las bibliotecas, las hemerotecas, los museos y los institutos públicos constituyen puntos de partida de frecuentación obligada y naturalmente, ante todo lo son los ficheros de esas instituciones.
Pero así como una ficha bien hecha puede abrir a quien la consulta todo un universo de posibilidades, una equivocada puede encerrar tesoros condenándolos al aislamiento y al olvido. Ya me había pasado algo así cuando, mientras trabajaba con los legajos de la Colección del Folklore4 hallé varias versiones de un curioso cantar, pleno de elementos de interés, que no había sido tenido en cuenta nunca por los numerosos consultantes de la colección. Esto se debió, a que, aparentemente, quienes catalogaron esos materiales transcribieron mal el título y consignaron, en el legajo N.º 182 de La Rioja (Capital) la composición Historia de Martín Fierro y sus compañeros en lugar de Historia de Martín Fiero y sus compañeros5. Por este solo hecho (que hasta puede atribuirse a un error de imprenta) todos los que revisaron los catálogos sin ir al legajo, pensaron que se trataba de fragmentos del poema de Hernández y se desentendieron de su texto riquísimo en elementos tradicionales de singular antigüedad.
Ahora el caso es otro: en una ficha de la Sala de Reservados de la Biblioteca Nacional (Buenos Aires) encabezada por el nombre de Hidalgo, Bartolomé, apareció ante mí un título desconocido, el de la Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823. De la sola mención de esa fecha surgía una contradicción con su atribución a Bartolomé Hidalgo, fallecido en 1822 (según testimonios que he comprobado en los archivos parroquiales de Morón) y ello ya había sido advertido por quien confeccionó la ficha pues se acota al pie: «Parece que no es de Hidalgo pues este murió, en 1822».
Visto el impreso, resultó que se halla encuadernado en un tomo junto a diversas publicaciones sueltas de la Colección del Dr. Ángel Justiniano —255→ Carranza, entre las que se encuentran otras piezas sin firma atribuidas a Bartolomé Hidalgo6. En el mismo tomo se reúnen hojas sueltas e impresos varios en prosa y en verso sobre distintos temas, todos ellos en muy, buen estado de conservación.
La pieza de 1823, olvidada por los críticos y antologistas de nuestra literatura gauchesca, revela la presencia de un poeta de identidad desconocida y de indudables valores dentro de dicha modalidad rioplatense.
Lo primero que hice entonces, abandonando momentáneamente la búsqueda de hojas sueltas, fue dar a conocer el hallazgo mediante un artículo publicado en La Nación (suplemento literario del domingo 2 de junio de 1968) que se titula «Una pieza olvidada de la primitiva poesía gauchesca», el cual, por su obligada brevedad, sólo transcribe pocos fragmentos de la composición y acumula interrogantes sobre la personalidad de su autor.
En este punto, la consulta bibliográfica volvió a iluminar el tema ya que en la vasta lista de obras bien clasificadas que incluye la estudiosa uruguaya Eneida Sansone de Martínez en su importante libro La imagen en la poesía gauchesca, hallé la cita de una Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras en la que detalla el primero las batallas de Lima y Alto Perú, como asimismo las de la Banda Oriental; habiendo estado cerca de ambos gobiernos con carácter de Comisionado y ahora acaba de llegar de chasque del Sarandí, publicada por la Imprenta del Estado en 1825. Aquí, una nota de pie de página dice textualmente: «La fotocopia del original nos fue facilitada por el Sr. Antonio Praderio», y esa fue para mí una nueva pista para la investigación. Gracias a la vinculación que tuvo a bien establecer entre nosotros otro gran estudioso y amigo, Fernando Assunçao, logré ponerme en contacto con el señor Praderio y obtuve de este erudito bibliófilo -lamentablemente ya desaparecido- un juego de fotocopias con el texto de la citada pieza. Recuerdo que lo tuve en mis manos el viernes 19 de julio de 1968. El domingo 21 leía en el suplemento literario de La Nación un artículo de Félix Weinberg donde, a raíz del mío del mes de junio, daba cuenta de su hallazgo -realizado ya tiempo atrás-, de un ejemplar de este impreso de 1825 perteneciente a la Colección Gutiérrez que existe en la Biblioteca del Senado de la Nación Argentina7. Anunciaba, además, en el mismo —256→ trabajo, que se hallaba por entonces en prensa un estudio extenso de la pieza, el cual apareció, en efecto, con fecha diciembre de 1968, editado por la Universidad Nacional del Sur, bajo el título de Un anónimo poema gauchesco de 1825 sobre la guerra de la Independencia, con un agudo análisis de la composición de referencia.
En resumen, el extraño destino de ambos folletos que, aparentemente, debemos atribuir a un mismo autor, hizo que, olvidados durante más de un siglo, volvieran a atraer la atención de los críticos casi al mismo tiempo, y resurgieran a la luz pública entre los meses de junio y julio de 1968.
En febrero de 1969, Ricardo Rodríguez Molas, investigador argentino, publicó en el tomo XXXIX, n.º 115/117 de la Revista Histórica de Montevideo, un trabajo titulado: «Textos gauchescos desconocidos del ciclo de Chano y Contreras. 1823-1825» donde, tras una introducción, transcribe los textos completos de ambas piezas. No se hace allí referencia alguna a los trabajos antes mencionados, por lo que resulta importante ubicar esta serie de publicaciones en el orden en que fueron hechas a fin de fijar exactamente su cronología.
En nuestro país el texto de la Graciosa y divertida conversación de 1823 no ha sido reeditado, sin duda a causa de que quien esto escribe prometió hacerlo en forma íntegra en el citado artículo de La Nación. Han contribuido a la difusión del hallazgo Félix Weinberg (en sus dos trabajos de 1968) y el doctor Cortazar en sus obras Poesía gauchesca argentina (1969) y especialmente en Poesía gauchesca (1970) donde, además, se transcriben algunos fragmentos.
Hoy lo importante es, entiendo, salvar del olvido en su totalidad esta producción valiosa para la historia literaria rioplatense, rescatar su autenticidad, su originalidad, su encanto no envejecido, para las futuras antologías de la poesía gauchesca nacida en los albores de la Patria. Por lo demás sus versos son, ahora como entonces, patrimonio de todos. De todos y de nadie.
La Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823 está contenida en un folleto de veintitrés páginas en octavo mayor, editado por la Imprenta de Expósitos, Buenos Ayres, sin firma y sin fecha.
Se trata de un nuevo coloquio entre Ramón Contreras y Jacinto Chano. Al primero debemos imaginarlo, sin duda, el mismo que Bartolomé Hidalgo presentara por primera vez con nombre y apellido en su composición de 1821 Cielito patriótico del gaucho Ramón Contreras, compuesto en honor del ejército libertador del Alto Perú y para cuyo advenimiento preparara el terreno —257→ en 1820 con Un gaucho de la Guardia del Monte contesta al manifiesto de Fernando VII y saluda al conde de Casa-Flores con el siguiente cielito escrito en su idioma. Chano, por su parte, es el capataz de estancia que, en conversación con Contreras, diera vida a los tres diálogos hasta ahora conocidos como obra de Bartolomé Hidalgo: el Diálogo patriótico interesante entre Jacinto Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo y el gaucho de la Guardia del Monte8, el Nuevo diálogo patriótico entre Ramón Contreras, gaucho de la Guardia del Monte y Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo y la Relación que hace el gaucho Ramón Contreras de todo lo que vio en las fiestas mayas de Buenos Aires en 1622.
Tras el saludo de Chano, que recibe la visita de Contreras, éste relata el accidente que le impidió asistir a los festejos de Mayo en Buenos Aires. A instancias de su amigo se desarrolla el relato posterior de Chano, que insume 482 versos y constituye la parte central del diálogo, con interrupción, es de Contreras tan oportunas como coloridas. Largas tiradas en romance hacen desfilar ante la imaginación de Contreras (y del lector) los acontecimientos: desde el 25 de mayo, en que no hubo actos populares debido al mal tiempo, hasta el 29, día culminante de los festejos y de la aventura del gaucho Chano entre la gente de ciudad.
El relato se ajusta a la realidad histórica de los acontecimientos. En efecto, si leemos en El Argos de Buenos Aires (N.º 44, sábado 31 de mayo de 1823, p. 3), la Relación de las fiestas mayas celebradas el año 13 de nuestra libertad formada por un, aficionado, y que pareciéndonos exacta la damos al público, tendremos la versión urbana de los hechos y podremos apreciar, tal como lo hizo Weinberg comparando la pieza por él estudiada con los partes de batallas y las noticias aparecidas en la misma publicación porteña, que ambos textos se corresponden, a veces linealmente. Lo mismo ocurre, como lo hace notar Weinberg (1968, p. 22, nota al pie) con 61 sainete El detall de la acción de Maipú, en el que la acción sigue fielmente las referencias del parte de esa batalla difundido por la prensa de Buenos Aires.
Especialmente en el caso de la pieza de 1823 las descripciones -en lenguaje gauchesco abundoso en arcaísmos, metátesis e intencionadas deformaciones —258→ de vocablos- son sumamente pintorescas y coloridas. No faltan en ellas comparaciones de lo observado con fenómenos corrientes de la vida rural, graciosas interpretaciones dadas por el paisano a las novedades progresistas introducidas por Buenos Aires y críticas a las costumbres de hombres, mujeres y niños cuya liberalidad choca a ese hombre poco instruido pero respetuoso e inteligente.
El entusiasmo de Chano ante el aspecto de la Plaza donde llega después de una primera incursión por el Café de Marcos, se expresa con humor y por momentos, con esencial poesía. Matizado de gustos y sobresaltos, el relato de Chano llega por fin al día 29 en que, «medio aledado» por lo que veía, no advirtió que unos muchachos «tentados por el Demonio», le habían cortado el poncho dejándole en él «un boquerón / temerario». Huyendo de aquellos traviesos -que, no contentos con agujerearle el poncho, habían comenzado a tirarle cascotes y a gritarle «¡Carancho!», ante su reacción este paisano modoso, enemigo del escándalo, cuya pintura demuestra un profundo conocimiento psicológico de su tipo social por parte del poeta, llega por fin «a casa del Mellado». Allí concluye su relato con las mismas palabras (o mejor dicho, con el mismo verso) con que lo hiciera el autor de la Relación /.../ de 1822, sólo que, en este caso, para hacer resaltar la buscada coincidencia, dichas palabras aparecen en el impreso en bastardilla. Seis versos finales completan el poema sin agregar nada que justifique nuevas conjeturas o aporte elementos para la exégesis.
Resulta evidente que entre la Relación /.../ de 1822 y la pieza que nos ocupa existe una semejanza tal que parecería obligado atribuirlas a la pluma de un mismo autor, y ello siempre en un terreno conjetural, ya que si nuestra Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823 aparece sin firma ni inicial, de la Relación /.../ de 1822 ni siquiera conocemos la estampa del impreso, pues todos los críticos han tomado su texto de La Lira Argentina (1824), donde no figura ninguna indicación sobre autor, impresor, fecha ni formato del mismo.
Aun sin tener en cuenta la identidad de nombres de sus protagonistas (pues la fidelidad a una tradición onomástica es característica de la poesía gauchesca de todos los tiempos9, la pieza presenta una notable similitud, no sólo estilística y léxica sino especialmente estructural, con respecto a la Relación /.../ de 1822 atribuida a Bartolomé Hidalgo. Y es curioso que en ésta hasta se insinúa la posibilidad, que hoy nos parece por demás patética, de una secuencia, cuando en tres de los versos de su parte final, el viejo —259→ Chano expresa:
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El desarrollo general de ambas obras responde a un plan sumamente parecido: a) visita de un paisano al otro; b) narración por parte de uno de ellos de los inconvenientes que le impidieron ver los festejos de Mayo; c) relato de los mismos por cuenta del otro, que se efectúa día por día, con referencia a los acontecimientos de repercusión general y a algunos que afectaron particularmente al narrador dado su carácter de «emponchado» en contacto con los porteños ganados por las ideas y la terminología de la Ilustración; d) concurrencia a casa de un amigo donde interviene en el juego del «paro»; e) fin del relato, reflexiones y despedida de Chaco [sic] y Contreras.
Es innegable, al menos, que el autor de la pieza de 1823 tuvo muy en cuenta, y como cosa propia, el contenido de la precedente, ya que, además de las naturales diferencias que entre sí presentan sus narraciones por reflejar acontecimientos distintos, hay en ellas otras diferencias intencionales que prestan mayor interés al relato: a) el hecho de que es el viejo Chano quien, esta vez, ha sido testigo y actor en los festejos; b) el mayor desarrollo del motivo del gaucho en las comedias (verdadera prefiguración de un tema cuyo tratamiento culmina en el Fausto de Estanislao del Campo y que comienza en nuestras letras, que sepamos, con la breve referencia a ello que aparece en la Relación /.../ de 1822, como ya lo advirtiera Ricardo Rojas10; c) la buena fortuna con que Chano juega al paro donde gana «unos veinte reales», en contraposición con lo que perdiera Contreras con aquellos «calandrias» del año anterior.
La Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823 constituye una de las más coloridas páginas de la primitiva poesía gauchesca.
Sobre la Relación /.../ de 1822 ha dicho Martiniano Leguizamón en su obra El primer poeta criollo del Río de la Plata (1917, p. 22): «La Relación de las fiestas mayas celebradas en Buenos Aires en 1822 es en efecto, la última producción de Hidalgo que conocemos y tal vez la más celebrada. A partir de esa fecha el cantor enmudece para perderse en la sombra impenetrable legándonos ese romance descriptivo henchido de espontaneidad y de prestigiosos aromas de la tierra materna. Verdadera piedra sillar de un —260→ nuevo género poético de cuyo germen han brotado las obras más originales de la literatura sudamericana /.../ jamás ha sido igualada por cuantos quisieron imitarla. Tal ocurre con el espiritual Hilario Ascasubi que pretendió superarla cantando el mismo asunto, en idéntico estilo y hasta con el propio nombre de los antiguos protagonistas de Hidalgo, como si se tratara de cosas del predio común».
No podría decir el gran crítico, de la composición que hoy presentamos, lo mismo que de las Trovas gauchas11 que incluyera Hilario Ascasubi en su Paulino Lucero /.../ o el diálogo Al 25 de Mayo de 181012 que publicara en Aniceto el Gallo, su famoso Gacetero prosista y gauchi-poeta argentino.
La Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823 mantiene las características de espontaneidad y de sabor telúrico de la Relación /.../ precedente y amplía, no sólo en extensión (por superarla en 266 versos) sino también en profundidad, sus valores documentales y la penetración psicológica de sus personajes, que son, en verdad, auténticos arquetipos.
Continuadora innegable de la Relación /.../ unánimemente atribuida a Hidalgo, la pieza da 1823 se sitúa con certeza como posterior a mayo de ese año. Ha sido así, compuesta después de la muerte del poeta montevideano, ocurrida el 28 de noviembre de 1822 (según lo atestigua una partida de defunción levantada por el cura vicario de Morón, que Martiniano Leguizamón ha transcripto por primera vez, en su obra citada de 1917).
Su hallazgo hace pensar en que el mismo autor de la Relación /.../ de 1822 ha escrito la Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823, y si atribuimos la primera pieza a Bartolomé Hidalgo, parece casi lógico, frente a la segunda, hablar de su resurrección.
Este contrasentido, que no lo es si se invierten los términos del problema, fue sin duda lo que motivó un trabajo de Ángel Justiniano Carranza publicado en El Plata Literario en 1876, que no he podido consultar, pues no se encuentra en el Museo Mitre y en la Biblioteca Nacional figura entre los desaparecidos (por la fecha ha de ser el mismo que Rodríguez —261→ Molas, con mayor fortuna o esfuerzo, pudo llegar a ver y del que cita frases de una nota enviada por Carranza a José María Torres: El Plata Literario, Buenos Aires, 15 de junio de 1876). Carranza, a cuya colección pertenece el folleto que nos ocupa, se habrá sentido impresionado por la identidad estilística y estructural de las piezas de 1822 y 1823, y encaró un estudio de largo aliento que quedó inconcluso. Dice Martiniano Leguizamón (1917, p. 15 nota al pie): «Este trabajo quedó trunco, pues sólo se publicaron tres breves artículos que nada adelantan sobre la vida del biografiado».
Entonces como ahora se hallaba tendido un velo sobre la identidad del autor de las piezas de 1823 y 1825 (que acaso sea el mismo de la de 1822).
Respecto de ello, Félix Weinberg, laborioso e inteligente crítico que tantas pruebas nos ha dado de su eficiencia como investigador, analiza profundamente los posibles autores entre los escritores de la época y descarta sucesivamente a Hilario Ascasubi (demasiado joven), a Juan Gualberto Godoy, a Luis Pérez, al padre Castañeda, al oriental Manuel de Araucho y a Juan Cruz Varela (1968, p. 26-33). Se pregunta entonces: «¿...el autor, acaso, fue un individuo sin mayores antecedentes conocidos en este campo?». «Ello explicaría de algún modo -responde- el olvido absoluto en que se le mantuvo». Y agrega: «Sea quien fuere, lo cierto es que Buenos Aires tuvo, hacia 1824, oculto en voluntario anonimato a un poeta gauchesco de insospechados méritos que en nada desmerece a los clásicos del género y aun puede parangonarse con ellos» (1968, p. 33).
Rodríguez Molas, en el final del estudio preliminar de su trabajo de 1969, toma una orientación interesante al referirse al teatro porteño de la época. Señala las circunstancias históricas que rodean a ambos poemas y luego expresa:
«Paralelamente, el teatro comunica también las inquietudes políticas y sociales del momento. El escenario constituye un sitio ideal para la comunicación de ideas y del fervor patriótico, similar a las hojas impresas con poemas gauchescos que muchos cantan en pulperías y fogones. Recordemos los populares sainetes El detall de la acción de Maipú (1918) y Las Bodas de Chivico (1823), estrechamente emparentados con los cuadernillos de la imprenta de Expósitos».
Aporta también dicho autor referencias periodísticas útiles para la captación de la situación de las composiciones «en estilo campestre» dentro de la producción literaria de esa época, se refiere a la famosa polémica sobre la Oda del Bagre Sapo y menciona algunas coincidencias onomásticas en los personajes de la poesía gauchesca y algunos testimonios acerca de su folklorización.
—262→Por mi parte también he orientado en un momento la búsqueda hacia el teatro llevada inicialmente por un dato significativo (y muy conocido, además) que es el que aparece en la obra Cinco años en Buenos Aires. 1820-1825 por «Un inglés» (Ed. Española, 1942, p. 203-204) cuando se expresa, con motivo de las fiestas mayas de 1824:
«Velarde, vestido de gaucho, sentado con sus compañeros que fumaban alrededor de un fogón, hizo una crónica de los acontecimientos del día patrio con mucha gracia (en versos libres) durante una representación teatral y se refirió al marinero que trepaba como un gato al palo enjabonado. Velarde es un actor de singular calidad en cosas de este género»13. |
Del texto se desprende que este tipo de manifestaciones no constituía una novedad ni una excepción en el Buenos Aires de entonces y, si bien puede inferirse que lo que Velarde recitó fue la Relación /.../ de 1822 (por el detalle del inglés que trepaba al palo enjabonado), es también indudable que este detalle, con la precisión de que tal inglés era un marinero, fue destacado por el autor dada la presencia en el hecho de un coterráneo, cuya actuación también menciona en otro pasaje del mismo capítulo (p. 201).
Las características de los Diálogos, de la Relación y de las Conversaciones son eminentemente teatrales, como lo es su lenguaje, o mejor dicho, su habla, típicamente coloquial. No me parecía difícil que aquel teatro porteño, «espejo de costumbres», con sus comedias, sainetes, loas y unipersonales, fuera no sólo vehículo difusor sino también cuna de piezas como la que nos ocupa e intriga. Y me afirmaba en ese aserto al recordar que en la Relación /.../ de 1822 y especialmente en la Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823, es en el teatro donde se desarrolla parte culminante de su acción (como que en la última se le dedican ciento treinta versos). Bartolomé Hidalgo tuvo vinculaciones directas con él teatro, no sólo como autor sino también como director y luego censor del Coliseo montevideano (1816 y 1818, respectivamente). A la inversa, aquellos actores de entonces que eran a la vez consuetas, traductores y autores de piezas, como Ambrosio Morante, Juan Mariano Velarde y Francisco Collao14 conocían la lengua —263→ «campestre» que usaban «los de poncho» en ambas bandas del Río de la Plata. Paul Groussac manifestaba que a Morante se le notaba más de una vez la facilidad en el manejo del idioma y de los modismos criollos y, según agrega Mariano Bosch al recordarlo (1936), pintaba también fácilmente el ambiente campero.
La búsqueda de información vinculada con el teatro me proporcionó al respecto un nuevo dato de significación, ya que en La Gaceta Mercantil del 14 de julio de 1826 se registra, con motivo de la famosa querella sobre la representación de la Oda del Bagre Sapo en estilo campestre15, la única mención de la Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823 que he encontrado en nuestras letras, y que ha sido transcripta por Mariano Bosch (1936) sin otra acotación sobre el particular16.
Surge de esa querella, y, del sabroso contexto proporcionado por Bosch, la importancia de aquellas verdaderas «batallas» de intuitiva inspiración romántica. Era el idioma del gaucho, asumido por hombres de la ciudad-aldea (como eran por entonces Buenos Aires y Montevideo), en lucha por definir culturalmente, como elemento de cohesión social, la expresión rioplatense. —264→ No se trataba de un dialecto del español, sino de una manera de hablarlo, de una manifestación de su vitalidad, de un estilo característico de la naciente producción mucho más tarde llamada «gauchesca».
Evidentemente se hacía necesario incursionar profundamente por el panorama total de las letras y del periodismo de entonces para ubicar a los cultores de esa lengua originalísima. ¿Qué los unía? Una convención mediante la cual un hombre de ciudad, capaz de otras opciones idiomáticas, hace hablar a gauchos en un lenguaje que intensifica las particularidades diferenciales del de su conversación común.
Bien sabido es que no se hallaba aún madura su formación en el Canta un Guaso en estilo campestre los triunfos del Excelentísimo Señor don Pedro de Cevallos, del religioso Juan Baltazar Maziel, ni en el Cuento al caso de Fray Cayetano Rodríguez. El padre Francisco de Paula Castañeda, movediza y polifacética figura de aquellos años, parece no haberlo cultivado nunca y, aunque asumió con gracia y talento al menos por dos veces la voz del gaucho17 no lo hizo utilizando la convención antedicha sino en versos de arte mayor y lengua tan pintoresca y personal como los títulos de sus conocidos periódicos.
Es precisamente en su aparente renuncia al individualismo del autor en lo que estriba el buen suceso del lenguaje «gauchesco». Bartolomé Hidalgo, el neoclásico «cultolatiniparlo» de los unipersonales patrióticos, no hubiera tenido acceso a la memoria pública de no haber logrado identificarse casi visceralmente con un Chano o un Contreras, es decir con un paisano cuyo lenguaje campesino era una realidad social que posibilitaba el diálogo con cualquier otro gaucho. El padre Castañeda, al parecer en paralela búsqueda de una expresión característica, sólo logró una jerga que acentuaba la individualidad de su estilo y su aislamiento.
Sin embargo existe una relación entre la producción periodística del padre Castañeda y el tema que nos ocupa. Se trata de las terribles Notas de la Comentadora al gaucho Chano publicadas en el n.º 7 De la Excma. e Illma. Matrona Comentadora de los cuatro periodistas, papel sin fecha (enero 30 de 1821?). Allí ataca violentamente a Chano, es decir a Bartolomé Hidalgo, a raíz de algunos versos de su Diálogo patriótico interesante y provoca la famosa réplica de éste que, al tiempo que es fuente inigualable para conocer algunos detalles sobre su vida, proporciona información acerca —265→ del habla «gauchesca» desde el punto de vista de quien es considerado su iniciador. Cuando se refiere al Diálogo expresa Hidalgo entre otros conceptos:
Y más adelante:
En este punto parece agigantarse de pronto una figura que ha permanecido hasta ahora en un completo segundo plano para la historia de la literatura gauchesca: la de Pedro Feliciano Sáenz de Cavia.
¿Acaso está la clave de nuestro enigma en la personalidad de este periodista batallador, nacido en Montevideo en 1777 y muerto en Buenos Aires en 1849, según se dice, en la mayor pobreza? Los diversos diccionarios biográficos consultados nos iluminan sobre aspectos muy generales de su vida, aunque abundan por lo común en la enumeración de los muchos periódicos que editó y dirigió, o de los que fue colaborador generalmente fogoso y arrebatado. Arturo Capdevila, en su obra sobre el Padre Castañeda, nos dice bastante más de su personalidad a través de su polémica larga y penosa con el fraile. El estudioso Jorge B. Rivera (1968), por su parte, es el único, que sepamos, que lo incorpora a la primitiva literatura gauchesca al atribuirle directamente la paternidad de la Salutación gauchi-zumbona, —266→ página en prosa de la mejor factura típica del «estilo campestre» en su etapa inicial.
En cuanto a mí, pienso que tanto la Salutación /.../ como los otros escritos polémicos y satíricos de Cuatro cosas18 deben sin duda considerarse obras de Cavia y que su estudio (que dejo para otra oportunidad) aportará importantes elementos léxicos y culturales para la crítica de la litera tura gauchesca.
Llego hasta aquí en esta franca confesión de los cauces por los que me ha conducido la investigación respecto de la Graciosa y divertida conversación /.../ de 1823.
Muchos caminos quedan abiertos para la búsqueda, prometedores del hallazgo. De todos modos, a semejanza de lo que ocurre cuando se aplica al estudio de las narraciones tradicionales el llamado método finlandés o histórico-geográfico (a cuya divulgación tanto contribuyó el doctor Cortazar), lo importante es acaso, más que el descubrimiento del arquetipo, de la forma o el dato originarios, el conocimiento que brinda el desarrollo del trabajo en sí. En este caso, la ubicación de diversas manifestaciones coetáneas de rasgos en estado naciente que trascendieron después hasta constituirse en caracteres definitorios de la expresión nacional justifica, a mi juicio, la investigación, como aporte a la reconstrucción histórica de un patrimonio que el pasado presenta fragmentado y disperso.
Confío, sin embargo, en que posteriores trabajos que se realicen en ambas bandas del Río de la Plata puedan llenar esta «laguna» de la historia de la literatura y rescaten del olvido definitivamente el nombre de un autor importante y de un patriota de manifiesta profesión americanista.
NOTA: La revisión de los periódicos de Luis Pérez, que he encarado después de escrito este trabajo, me induce a no descartar su posible autoría.
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Graciosa y divertida conversación que tuvo Chano con señor Ramón Contreras con respecto a las fiestas mayas de 1823
CHANO
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