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61

Cervantes en Barcelona (Barcelona: Sirmio, 1989), 82.

 

62

Cervantes lo saca tratando con especial miramiento a, precisamente, dos capitanes de infantería española con destino en Nápoles (60:514). La carta mencionada la publica Riquer y comienza así: «Reconociendo Pedro Roca Guinarda la ceguera con que ha bivido en sus culpas y delictos y la obligación que le corre de procurar la emienda dellos, encaminándose por el camino de la salvación, suplica a Vuestra Excelencia...» (76). Es lenguaje muy cercano al de la confesión de Roque (60:513-14) a don Quijote («le confieso que no hay modo de vivir más inquieto», «no sé qué deseos de venganza que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones», «un pecado [llama] a otro pecado», «me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones») y al de los consejos que le da el ingenioso hidalgo: «los pecadores discretos están más cerca de enmendarse», «y si vuestra merced quiere ahorrar camino y ponerse en el de su salvación» (60:514).

 

63

El asunto ha sido bien estudiado por Carroll B. Johnson en «La española inglesa and the Practice of Literary Production», Viator, Medieval and Renaissance Studies 19 (1988):398.

 

64

Romeo and Juliet, prólogo, v. 4. Guinart fue, históricamente, un niarro a quien la bandosidad llevó al bandidaje (Riquer, 68).

 

65

Elliott (90); Javier Salazar Rincón, El mundo social del «Quijote» (Madrid: Gredos, 1986), 98.

 

66

Son palabras de fray Martín de Ferreira, en 1615, citadas por Riquer (63).

 

67

60:509, 511, 513; cfr. con 72:593.

 

68

Cfr. John H. Elliott, Imperial Spain: 1469-1716 (London: Penguin Books, 1990), 353.

 

69

Cfr. Ricardo García Cárcel, Historia de Cataluña: Siglos XVI-XVII, 2 vols. (Barcelona: Ariel, 1985), I, 265, 344, 347, con Elliott 1963 (68-69, 162-67) y Riquer, 81.

 

70

Esos viajes de «negocios» que «forzosamente» hacía a Madrid (62:529, 65:552) pueden entenderse bien como los financieros de un rico activo, o acaso, o a la vez, los de un conseller o un regente del Consejo de Aragón a quien sus periódicas gestiones junto a la corte le habían dado la experiencia en negociar (en su acepción política, que incluye la de sobornar) que particularmente busca en él el virrey para que consiga el perdón de los Ricotes. El cínico comentario con que Moreno se presta a «negociarlo» mediante «las dádivas» (65:552) es comparable a la ironía con que Jeroni Pujades, en 1610, registra en su Dietari la codicia de Lerma y sus validos. Entre éstos ejemplo notorio de venalidad había sido el del conde de Villalonga, Pedro Franqueza, catalán en alianza con los niarros. Sobre esto y también las limitaciones del poder virreinal en Cataluña, siempre mediatizado por los intereses y banderías locales, véanse García Cárcel (I, 256, 356) y Elliott 1963 (75, 105; 81-82, 90-91, 102).