Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

31

De aquí se infiere que Agustín había vuelto de Cartago a Tagaste, donde vivía entonces, aunque de esto no habla expresamente. Todo el tiempo que pasó desde su vuelta de Cartago hasta que Santa Mónica tuvo este sueño, como su madre no le permitía estar en su casa ni en su compañía, le llevó a su casa aquel rico ciudadano de Tagaste, Romaniano, y le estimó tanto y le dio tan grandes muestras de amistad, que servían y respetaban a Agustín como al mismo dueño de la casa.

 

32

Estos nueve años que aquí y en otras partes dice San Agustín que estuvo en el error de los maniqueos deben contarse de modo que finalizasen cuando se disgustó tanto con las respuestas que le dio Fausto, que era el más célebre de los maniqueos, lo cual fue en el año 383. Así se infiere que comenzó a seguirlos en el año 373 ó 374, a los diecinueve o veinte años de su edad, y poco después de haber leído el Hortensio de Cicerón. Así Tillemont, Hist. ecclesiast., tomo 18, página 23.

 

33

Los sacó muy aventajados, insignes y famosos, como fueron Licencio y su hermano, hijos de Romaniano, su protector y amigo Eulogio, que le sucedió en la cátedra de retórica; San Alipio, etc.

 

34

En tiempo del Santo se daba el nombre de matemáticos principalmente a los astrólogos judiciarios, que también llamaban planetarios, porque hacían sus predicciones observando los planetas, y genetliacos, porque pronosticaban la vida, costumbres y sucesos del infante observando la situación que tenían los astros en el instante del nacimiento. Contra los cuales habla el Santo más abajo en el libro VII, cap. VI; en el libro V de La Ciudad de Dios, y en otras partes, impugnándolos con solidez y eficacia. También los condena el Derecho canónico, cap. II de Sortilegio; el Concilio Tridentino, Índice libros prohib., reg. 9, y Sixto VI, en Bula particular contra astrólogos, y también el Derecho civil, ley 9, códice 1, 18. Pero en nuestros días no se toma el nombre de matemáticos en este sentido, generalmente hablando, sino que significa los que estudian y profesan la aritmética, geometría, astrología lícita y otras artes que se llaman matemáticas.

 

35

Éste era el Vindiciano, de quien vuelve a hablar después, en el libro VII, cap. VI.

 

36

No han entendido o no han explicado bien este pasaje nuestros traductores: como quiera, debe suponerse que el joven habría antes manifestado deseos de recibir el Bautismo.

 

37

Vid. lib. II, Retract., cap. VI.

 

38

En las ediciones interiores a las del padre J. M. se lee de otro modo este pasaje, pues dice: Etenim omnia senescunt, et omnia intereunt; pero en la citada edición, que es conforme a los mss., se añade la negación: Et non omnia senescunt, et omnia intereunt. Seguimos esta lección, ya por ser más conforme a los mss., ya porque nos parece más absoluta y universalmente verdadera. La cual sentencia puede entenderse de dos modos: el uno es aplicando la negación a la primera parte de la sentencia, y no a la segunda, haciendo entonces este sentido: No todas las cosas se envejecen (porque muchas acaban antes de envejecerse), pero todas acaban. El otro es aplicando la negación a toda la sentencia, y entendiéndola de las criaturas espirituales, v. gr., de los ángeles y del alma racional, que no se envejecen ni acaban, y también de los cielos, aunque materiales y corpóreos.

 

39

De los tres más comunes géneros de diversiones o juegos públicos que tenían y usaban los romanos y que se comprenden en el nombre común y general de espectáculos, hace aquí mención San Agustín. Primero habla de los que corrían caballos, que se hacía en el circo, y por eso también se llamaban circenses estos juegos; luego nombra a los que peleaban con diferentes fieras, lo cual era en el que llamaban anfiteatro y, finalmente, a los histriones o representantes que hacían sus representaciones en el teatro. Todos estos sitios eran entre sí muy divertidos, así como los fines a que servían y los sujetos que en ellos se empleaban. Lo que hace más al caso por ahora para mejor inteligencia del Santo es que todos ellos los ejecutaban personas viles e infames entre los romanos, porque los dos primeros los ejecutaban solamente los esclavos, los gladiadores y los reos condenados a muerte. El espectáculo del anfiteatro o lucha con las fieras se daba al pueblo romano –dice el padre J. M.– para acostumbrar y familiarizar con la sangre los ojos de los espectadores, y hacerlos así crueles y feroces, inspirando en los jóvenes una grande emulación y deseo de hacer otro tanto como aquéllos que eran aplaudidos y alabados cuando triunfaban de aquellas fieras. Dice que eran todos infames entre los romanos, porque los histriones o representantes no lo eran entre los griegos, antes bien eran entre ellos muy distinguidos y honrados, porque representaban las acciones y hazañas (fingidas o verdaderas) de sus héroes y sus dioses; y como dice el mismo San Agustín, era sentencia de los griegos: Que si aquellos dioses debían ser adorados, aquellos hombres debían ser honrados. Si dii tales colendi sunt, profecto etiam tales homines honorandi sunt (Lib. II, De Civ. Dei, cap. XIII.).

 

40

Las vueltas de los septentriones son las siete estrellas que componen aquel signo que los astrónomos llaman Ursa major y el vulgo llama El Carro, y da vueltas alrededor del polo ártico.