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Creación y recreación: los versos 31 a 35 de la Oda XII «Qué vale quanto vee» de fray Luis de León

Javier San José Lera





Hay una serie de motivos que se han venido repitiendo de forma casi obligada en los estudios dedicados a la vida o la obra de fray Luis de León. Uno de ellos es la referencia al emblema con que ilustra las portadas de sus obras y que aparece por primera vez en la edición de 1580 de la versión latina del Cantar de los Cantares: Ab ipso ferro1. Y parece también obligada la justificación de esta empresa por las especiales circunstancias vitales vividas por el agustino.

El lema procede, como es sabido, de unos versos de Horacio:


duris ut ilex tonsa bipennibus
nigrae feraci frondis in Algido,
per damna, per caedes ab ipso
ducit opes animumque ferro2,



La impresión que en fray Luis causaron los versos de Horacio se manifiesta en la insistencia con la que recurre a la imagen: aparece en el comentario que realiza en la Explanatio in Abdiam3, en la Exposición del libro de Job (VIII, 20)4 y en la traducción casi literal que aparece en la Oda XII A Felipe Ruiz «Que vale quanto vee».

No es mi intención en este trabajo insistir en el método agustiniano de utilización e interpretación cristiana de los autores paganos o en las circunstancias vitales que explican el sentido de los versos de Horacio en la filosofía de fray Luis. Se trata en esta ocasión de comparar las versiones poéticas de estos versos de Horacio, creadas o recreadas (traducidas)5 por fray Luis en su poesía original y en el comentario al Job, respectivamente.

La posición normalmente admitida por la crítica supone como definitiva y más tardía la estrofa que aparece en la Oda XII,


Bien como la ñudosa
carrasca, en alto risco desmochada
con hacha poderosa,
del ser despedaçada
del hierro torna rica y esforçada6,



mientras que la versión que aparece en el manuscrito de la Exposición del Libro de Job recogería una versión con variantes primitivas7:


Bien como la nudosa
carrasca en alto monte desmochada
con hacha poderosa
qu'el ser despedaçada
qu'el hierro l'haze rica y mejorada
q desse mismo hierro q es cortada
cobra (saca) vigor y fuerças renouada8



Si damos por buena la fecha propuesta por O. Macrí para la estrofa que contiene los versos 31 a 35 de la Oda XII, 1577-89, la versión que aparece en la Exposición del Libro de Job, no puede en ningún caso contener variantes primitivas del poema. Según mi hipótesis de datación del manuscrito10, fray Luis copia a limpio el comentario al capítulo VIII, que contiene la nueva versión de los versos de Horacio, entre marzo y agosto de 1591, es decir, muchos años después de que estuviera compuesta la oda a Felipe Ruiz, incluso aunque supongamos que la estrofa en cuestión es un añadido tardío11. A pesar de que la Oda XII no se ve libre de la azarosa transmisión textual de la poesía luisiana, esta estrofa apenas tiene otras variantes que las registradas en el manuscrito autógrafo de la Exposición del Libro de Job12, y que ahora nos ocupan.

Si al copiar a limpio el folio 136r fray Luis reprodujera sin más una versión primitiva de la traducción de los versos de Horacio, no tendrían sentido las variantes de autor que encontramos en el códice. La versión corregida de estos versos es un añadido tardío, realizado en el mismo momento de la copia en limpio, con el que fray Luis completaría una laguna del borrador13. Además, el análisis de estas variantes muestra una clara tendencia a mejorar la traducción, ajustándose más al original.


En efecto, el primer verso desechado,
qu'el ser despedaçada,



casi idéntico al que aparece en la versión de la oda XII, insiste en la idea contenida en el término latino tonsa. Este contenido ha sido traducido ya en el segundo verso como «desmochada»


...en alto monte desmochada



y la repetición aporta ahora a la traducción el núcleo semántico del original per damna. Sin embargo, esta traducción, quizá superior a la definitiva desde el punto de vista semántico, por la intensidad significativa del término elegido, frente al más neutro «cortada» de la versión definitiva, provocaría una sintaxis forzada, a través del encabalgamiento, como se muestra en la lira de la oda XII:


del ser despedaçada
del hierro...



Esta licencia, perfectamente válida para el fray Luis poeta original, que corta la frase con el encabalgamiento y «despedaza» así el verso, potenciando la idea del mismo, no se ajusta a los intereses de fray Luis en este momento al actuar como traductor.


El segundo verso desechado,
qu'el hierro la haze rica y mejorada



está en clara relación con el verso final de la versión de la Oda XII:


del hierro torna rica y mejorada.



Ambos consiguen introducir el término «hierro», que traduce literalmente el ferro del original latino, pero ambas versiones consiguen solamente ajustarse al sentido y no a la letra del texto horaciano. Esta libertad, tolerable en la oda, que es una composición original, no le sirve a fray Luis en la traducción, por lo que busca una nueva expresión:


que desse mismo hierro que es cortada.



Ahora, aunque a costa de perder la intensidad significativa del participio «despedazada» y la fuerza expresiva del encabalgamiento, consigue, por un lado, hacer aparecer en la traducción el sintagma paradigmático de los versos de Horacio, el sintagma que a fray Luis le interesaba sobre manera, ab ipso ferro, «desse mismo hierro», con los mismos elementos del original14; y por otro, clarificar la sintaxis de la traducción. Por lo tanto, este verso definitivo debió parecerle a fray Luis claramente superior, como traducción, a su anterior versión, donde el lema no aparece tan explícitamente expresado y la sintaxis resulta dislocada.

Por otra parte, los sustantivos del original latino opes animumque son recogidos con mayor fidelidad por los sustantivos de la versión definitiva


«cobra vigor y fuerças renouada [sub. mío]



(«fuerças» en plural, como opes), que por los adjetivos del verso desechado «rica y mejorada», más cercanos a la versión de la Oda XII, «rica y esforçada».

Por último, al margen escribe una variante no desechada del verbo que traduce el ducit original; ambas recogen perfectamente la idea de «obtener», aunque quizá la forma «cobra» resulta más sonora por efecto de la [r] repetida a lo largo del verso


«cobra vigor y fuerças renouada».



El resultado del análisis de las variantes de autor de esta versión no muestra en absoluto variantes más primitivas que las de la traducción de los mismos versos en la Oda XII, sino intereses diversos.

Por otra parte, hay que señalar la diferencia del verso segundo, en el que el «alto risco» de la oda XII pasa a ser «alto monte» en la traducción. Rafael Lapesa ha puesto de manifiesto la violencia implícita en la aliteración de [^r] en los versos de la oda y ha resaltado el logro estilístico que supone15. A mi entender, ni siquiera la sustitución de ese término «risco», que entra en confluencia sonora con «carrasca», por el término «monte», más claramente conectado con el referente latino Algido, supone una pérdida de potencial sonoro del verso, puesto que las recurrencias fónicas del verso aquí definitivo,


carrasca en alto monte desmochada



si bien no tienen las resonancias de la versión de la oda, no son, en absoluto desdeñables. Además, el hecho de referirse con mayor claridad al término que traduce, el monte Algido, a quien en el original se le atribuyen las cualidades de fértil y umbroso, poco predicables de un risco, le hace preferible en la traducción.

Ante los resultados que ofrece este análisis del esfuerzo de traducción de fray Luis sobre los versos de Horacio, resulta difícil considerar la versión de la Exposición del Libro de Job como más primitiva que la de la oda. Las diferencias entre ambas versiones no deben ser interpretadas, a mi entender, como diferencias de tiempo, estableciendo una relación de prioridad de la de la oda sobre la de la Exposición (ya he señalado antes cómo las fechas no coinciden en absoluto).

Se trata de un problema diferente, que no es infrecuente en la obra de fray Luis de León: versiones diferentes con motivaciones diversas. La de la oda forma parte de una composición original, y como tal, el poeta dispone de mayor libertad para captar e interpretar el sentido y no la letra del original y para explotar los recursos expresivos que el idioma le ofrece. La segunda es una traducción, aducida como elemento ilustrador de la exégesis, y como tal, el poeta debe ajustarse a la letra, para no traicionar el sentido del original. Para fray Luis estas motivaciones diferentes suponen recursos claramente diferenciados:

«De lo que yo compuse, juzgará cada uno a su voluntad; de lo que es traducido, el que quisiere ser juez, pruebe primero qué cosa es traducir poesías elegantes de una lengua extraña a la suya, sin añadir ni quitar sentencia y con guardar cuanto es posible las figuras del original y su donaire, y hacer que hablen en castellano y no como extranjeras y advenedizas, sino como nacidas en él y naturales»16.



De no situar el asunto dentro de estos límites, no nos quedaría más remedio que plantear la hipótesis de que la versión que aparece en la Exposición del Libro de Job, fuera una revisión tardía de los versos 31 a 35 de la oda XII a Felipe Ruiz. Elena García Gil señala cómo fray Luis estaba probablemente preparando una colección definitiva de sus poesías cuando le sorprendió la muerte «y por tanto es necesario seguir investigando para llegar a la mejor edición posible de esas poesías que fray Luis no nos pudo legar»17.

Sin embargo, esta atractiva hipótesis, se deshace ante el escollo de la métrica: en ninguna de sus obras poéticas, ni originales ni traducciones, utiliza fray Luis una estrofa alirada semejante a la que utiliza en este lugar18. En efecto, fray Luis rompe aquí la distribución de heptasílabos y endecasílabos de la lira garcilasiana (aBabB) haciendo aparecer un endecasílabo en el verso cuarto (aBaBB).

Es cierto que en su origen, la lira supone una invitación constante al refreno, a la contención expresiva19, pero no es menos cierto que la experimentación con este nuevo tipo de estrofa es continua a lo largo del siglo XVI, como señala el propio Dámaso Alonso20, como ocurre siempre que una estrofa es considerada como algo realmente vivo21. No parece, por tanto, descabellado suponer que fray Luis sigue experimentando al final de su vida con una estrofa que libere la sintaxis, quizá excesivamente constreñida en la lira garcilasiana, en busca de la mayor naturalidad expresiva, que continúa siendo para fray Luis un ideal de estilo.

No obstante, y retornando a los límites del problema que he propuesto, también la estrofa alirada que fray Luis propone en su nueva versión de los versos de Horacio puede interpretarse como un reflejo más de la diferencia esencial entre poesía original y traducción. La experimentación estrófica que da lugar a la lira garcilasiana y a las otras formas aliradas del siglo XVI, surge por imitación de poetas italianos en las traducciones de los clásicos22. Y esa naturalidad expresiva que aporta el endecasílabo introducido al permitir una sintaxis menos constreñida, sería especialmente importante para que el sentido y la letra del original horaciano se vertiera sin violencias, para que la traducción «hable en castellano». Además, en este caso concreto, los versos de Horacio se ofrecen como ilustración de un pasaje del Libro de Job que se comenta; la eficacia del ejemplo será mayor cuanto mejor se entienda el texto, y mejor se entenderá cuanta mayor sea la naturalidad expresiva con que se transmite.

Así pues, y en conclusión, la estrofa tantas veces aludida como manifestación del atractivo que sobre fray Luis de León ejerció el sintagma horaciano ab ipso ferro, tiene dos versiones; pero en ningún caso la versión de la Oda XII a Felipe Ruiz «Que vale quanto vee» debe considerarse posterior a la versión que aparece en la Exposición del Libro de Job, ni esta, por tanto, contiene variantes primitivas de aquella. De querer establecer una relación cronológica entre ambas, la versión que se incluye en la obra exegética sería, sin duda, más tardía que la de la oda.

No obstante, los auténticos límites del problema nos sitúan ante una manifestación más de la diferencia entre el fray Luis creador y el fray Luis «recreador», traductor de los clásicos. Ambas actividades parten de presupuestos teóricos diferentes, por lo que los resultados obtenidos al actuar sobre los mismos versos serán, necesariamente, diferentes. En ambas actividades es imprescindible el dominio de los recursos expresivos del idioma para alcanzar las cotas de creatividad a las que llega el poeta agustino.

De esta forma, se nos ofrece con particularidades propias una faceta no siempre suficientemente atendida de fray Luis, la del traductor frente al creador original, la del recreador de textos poéticos clásicos, imprescindible para completar la compleja figura del agustino23 y clave dentro de los límites de desarrollo de la creación poética renacentista, en la medida en que la traducción marca la pauta de la poética básica del renacimiento: la imitación24. Así, una vez más, fray Luis de León se sitúa en medio de la senda que en el siglo XVI marca el itinerario del humanismo español.





 
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