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Creación y público en la literatura española. Prólogo

Francisco Ynduráin





En el marco, tan acogedor, de la Casa de Velázquez en Madrid, se ha celebrado un coloquio donde se han encontrado un grupo de conocidos especialistas en el campo de los estudios hispánicos, interesados en la aproximación de los puntos de vista histórico-sociales y literarios. Tuve la suerte de estar presente y seguir exposición y discusiones con el mayor interés, más como aprendiz que no en calidad de competente en la materia, a no ser por mi dedicación al estudio de la Literatura como disciplina general, y de la española en particular. Al brindárseme gentilmente estas páginas preliminares, pienso que mi aportación va a ser ociosa y no digna, en todo caso, de los trabajos entonces leídos y confrontados, ahora recogidos en este volumen.

No es necesario notar que los estudiosos sociológicos, sea cualquiera el ángulo de enfoque y con finalidad en sí o aplicada a otras áreas del saber, tienen en nuestro tiempo un favor muy extendido, tanto en sus cultivadores como en el público consumidor. Con gran sorpresa mía y, añadiré, con un desconcertado asombro, tuve la experiencia de una participación masiva -varios centenares- de alumnos en unos coloquios organizados en mi Cátedra de la Universidad de Zaragoza, precisamente para contrastar ideas y métodos entre cultivadores de la Sociología y de la Literatura. Aquello desbordó las más optimistas esperanzas y me llevó a pensar si no se trataba de un malentendido, toda vez que ninguna de las manifestaciones normales en la vida académica comportaba tal afluencia de oyentes, al parecer apasionados. Pero una consecuencia se abría paso, inevitable, y era la del interés por los estudios sociológicos, y era lo sustantivo, aplicados en ese caso a la literatura. De la vigencia de ese interés son testimonio elocuente las numerosas publicaciones sobre la materia en revistas, libros y colecciones completas a ello dedicadas, no importa cuál sea su filiación ideológica, marxista, neomarxista, conservadora o reaccionaria. Posiblemente, seguramente, la curiosidad puramente científica suele teñirse de otras atenciones, acaso nacidas del apremio con que sentimos hoy la necesidad de estudiar al hombre en su condicionamiento social para ayudarle a resolver sus problemas en último término. Percibo en la demanda de respuestas a las preguntas por la condición del hombre actual y futuro la exigencia de satisfacer una necesidad, tanto por lo menos como el afán del saber puro. Sin el cual, por supuesto, nos exponemos a dejarnos llevar por un wishful thinking, con irremediable detrimento en las respuestas.

Como suele suceder, las exigencias actuales nos llevan por consecuencia al archivo de la Historia, unas veces para buscar soluciones, otras para iluminar con nueva luz y desde perspectivas nuevas lo que fue y antes había pasado inadvertido. Si se me pasa el retruque, diría con paz de Cicerón que la vida es maestra de la historia: son nuestros problemas los que nos han llevado a fijar la atención en sus correlatos del pasado.

Recientemente he expuesto mi opinión y posición -ambas sujetas a la mayor cautela- sobre las aplicaciones del punto de vista sociológico al estudio de la Literatura; y no quisiera repetirme1. En lo que no dejaré de insistir es en la conveniencia y aun necesidad de sumar criterios, acoger métodos distintos para ir reduciendo a problemas el ancho aspecto que en el estudio de la Literatura no había accedido ni a la fase de planteamiento problemático, y se había quedado en sospechas, intuiciones, cuando no en mera ignorancia del meollo: las soluciones vendrán, cuando lleguen, próximas o mediatas, pero, al menos, estaremos en la vía adecuada. Dejaremos, así, las zonas de misterio para disfrute de los iluminados, para el impresionismo subjetivo, que tiene mucho que decirnos, a veces.

En la aportación a este libro de nuestros colegas y amigos franceses, casi todos procedentes del admirable centro de Talence, se advierte algo que ya conocíamos por la lectura de sus excelentes estudios sobre temas hispánicos, y es la sólida metodología histórica sobre la que construyen sus teorías. La más exigente rebusca y manejo de fuentes viene continuando una línea en que han sobresalido sus compatriotas, hispanistas o no: lo que ha cambiado es el enfoque o la intensidad y coloración del mismo. Y los más jóvenes, ya con seguro magisterio, varían y matizan puntos de vista dentro de la misma preocupación, el estudio del fenómeno literario en su contexto social, de hoy o de ayer. Que este punto de vista y la metodología que consigo lleva llegue a constituir una ciencia autónoma y con entidad propia, parece fuera de toda duda, por mucho que falte aún por andar en la fase heurística. Uno piensa que no es el objeto lo que constituye la entidad específica del saber, sino el punto de vista y su método en cada caso.

Un somero repaso a las comunicaciones recogidas aquí, nos permitirá notar de pasada los aspectos más sugestivos en lo alcanzado y los más menesterosos de insistencia en su estudio. Abre el libro, como abrió las sesiones de trabajo, el Profesor N. Salomon con un severo planteamiento de métodos y, casi, una justificación. La verdad es que ya antes nos había demostrado el movimiento andando, en su libro sobre el tema del rústico en la comedia lopesca. Ahora, en su análisis teorético, se muestra cauto y admite una provisionalidad que me parece un fino ejercicio del ars nesciendi como disciplina de pensamiento (No en vano proviene de las tierras donde lo ejercitó el que nuestro Quevedo llamaba el Señor de Montaña). Con ello cada una de las exposiciones subsiguientes quedaban instaladas en una epistemología y leídas ahora nos resultan muestra de cómo aplicar análisis rigurosos a terreno concreto. M. Chevalier se sitúa en el lugar del lector para depararnos sus últimos hallazgos en la recepción de la Diana, de Jorge de Montemayor, basados en una información precisa y no atendida hasta ahora. Vienen luego dos aproximaciones al teatro y su público, una de M. Sentaurens que aduce datos de primera mano sobre la audiencia y costes en los corrales sevillanos; la otra, de M. Andioc, sobre teatro y público al filo del ochocientos. Una y otra nos hacen sentir la falta de información sobre otras épocas y lugares, y más aún la que no conocemos de lo que está pasando ante nuestros ojos, que sería mucho más accesible. (Desde la Cátedra se ha intentado con sus colaboradores un sondeo de espectadores y recepción del hecho teatral). Por su parte, M. Botrel toma la novela por entregas en cuanto unidad de creación y consumo, y nos suministra datos rigurosamente contables. También en la zona de la «subliteratura» el Prof. Amorós desmenuza los artificios de la canción «folklórica» en boga, sus mitos operativos. Con estos dos trabajos no puedo menos de fijarme en cómo ha sido más bien desde la Sociología «desde donde se ha prestado atención a lo que es objeto de mucho más extendido consumo que la «literatura». Claro que hay un problema previo, el de los límites entre una y otra: literatura y sub-literatura, que nos lleva, inevitablemente, a supuestos históricos y sociales, con no pequeñas sorpresas a las veces, por las alteraciones en el status respectivo y por las ósmosis en ambas direcciones. De todos modos, no debe dejarse sin nota que hay una curiosidad muy despierta entre nosotros hacia las formas de la literatura inferior, ya en estudios sobre novela por entregas, pliegos de cordel, «comics», ya en reimpresiones de novela folletinesca, acaso con una cierta actitud «camp». En resolución, la llamada subliteratura es tan hecho literario como la más evasiva y minoritaria.

Desde otros supuestos, el Prof. Mainer ofreció su versión de cómo el vacío que deja la ausencia de una revolución burguesa viene a ser colmado por una literatura que se hace portavoz de la pequeña burguesía: una especie de horror vacui, con su mecánica de mitificaciones. Y el Prof. Pérez de la Dehesa -poco después perdido- expuso algo que conocía muy bien en los trabajos que nos ha dejado: el acercamiento de la literatura en los últimos años del s. XIX a prensa, revistas y almanaques. La historia literaria de entresiglos ha perdido un excelente investigador, muy atento a sus problemas económicos, sociales e ideológicos. Vaya para el colega nuestro recuerdo emocionado.

La condición del poeta en cuanto tal y en relación con su medio social y la coyuntura histórica ha ocupado a M. Salaün, quien eligió el apasionante medio de la guerra civil última, en España. La situación de compromiso apremiante, no menos que el momento marcaron, sin duda, a los poetas, de los que hubo frondosa proliferación, anónimos algunos, cuya obra, muchas veces en publicaciones volanderas y perdidas, es algo que reclama estudios y recogida, pese a lo ya hecho en Italia, Holanda y Francia... Con ello viene a cuento el preguntarse por la condición del escritor en cada época, en la nuestra, sin más. ¿Sabemos lo bastante de hoy mismo? Tenemos a los escritores al alcance de la voz para inquirir sobre su caso, están disponibles para informarnos. Sabemos sólo de manera desordenada y ocasional cómo se puede ser y se es novelista, autor dramático, poeta en nuestra sociedad, cuáles son sus servidumbres o exenciones, qué presiones y condicionamientos advierten o, sin notarlos, operan. Algo de esto quiso remediar o poner de manifiesto siquiera el coloquio final en que tomaron parte Max Aub -que desgraciadamente habría de morir muy pronto-, Buero Vallejo, Gabriel Celaya, Alfonso Grosso y José Luis Cano, con lo que los tres géneros básicos de la literatura estuvieron altamente representados, y los temas abiertos para ulteriores averiguaciones sistemáticas en testimonios de las mismas fuentes. Con lo que este libro reúne se nos ofrecen respuestas a algunas de las preguntas radicales a que nos provoca el examen del fenómeno literario en su realización, desde el autor, mejor «scriptor» -coincido con M. Salomon- hasta el consumo en la lectura. Como se ha dicho, cada nuevo saber es como una ventana que se nos abriera a horizontes nuevos, y, añadiré, nos incita a querer descubrir los que más allá de los percibidos se insinúan. He dado por supuesto que compartimos ideas acerca de qué sea Literatura y qué Sociedad, siquiera sea provisional y operativamente para unas hipótesis de trabajo, en tanto se elucida el funcionamiento de una y otra y la resultante de las relaciones entre ambas que nos llevaría a la formulación teórica. Por de pronto aquí encontrará reunidos el lector materiales y métodos ilustrativos del complejo fenómeno total literario. Otros dirán su verdad.

Quiero concluir agradeciendo el honor que se me dispensa al aparecer en tan grata y docta compañía. Ojalá que el encuentro en la Casa de Velázquez -cara a los claros celajes y paisajes velazqueños- sea seguido de re-encuentros futuros.





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