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Crónicas desde Segobriga (3). Spantamico..., ¡he pisado tu nombre!

Juan Manuel Abascal Palazón

[Publicado originalmente en El Día de Cuenca, 13 de agosto de 2004, p. 15.]

Fue un 11 de julio del año 2001. La fecha no se nos olvidará nunca porque fue el primer día que percibimos de verdad que en Segobriga quedaba mucho por excavar. La tarde anterior había empezado a aparecer el vestido de una escultura romana de grandes dimensiones que se encontraba tumbada sobre el foro de Segobriga; llevábamos solo unos días excavando, quedaban seis meses por delante y la superficie del foro parecía estar mejor conservada de lo que imaginábamos; el año se prometía fructífero como realmente ocurrió.

Como suele ocurrir en estas ocasiones, la tarde y noche del día 10 fue más movida de lo habitual; hubo que proteger con mantas la imagen que empezaba a aflorar para que no cambiaran demasiado su humedad y su temperatura, lo que habría provocado daños irreparables, y hubo que asegurar la vigilancia permanente de una pieza tan valiosa. Para la sofocante tarde del día 11 se convocó a las autoridades correspondientes y a los medios de comunicación y se preparó una rueda de prensa para anunciar el sensacional descubrimiento. Y ¡ocurrió lo que tenía que ocurrir!; porque en arqueología se sabe cómo se empieza pero nunca cómo se termina; a mediodía, cuando ya algunos periodistas se habían acercado a Segobriga, sonó el teléfono y casi se nos atraganta la comida: debajo de la escultura, al limpiar el espacio del hallazgo, ¡habían comenzado a aparecer unas grandes letras de más de 30 cm.! Aquello tenía más valor histórico que la propia imagen togada.

De esta manera, mientras la grúa levantaba la escultura para trasladarla al laboratorio de restauración, quienes se acercaron aquella tarde a presenciar el descubrimiento tuvieron oportunidad de ver en directo el hallazgo de una de las mayores inscripciones del Imperio Romano. A última hora de la tarde de aquel día 11 ¡la longitud de la inscripción era ya de 16 metros!

Tras el sensacional descubrimiento tuvimos tiempo para la reflexión y para analizar con detalle y con otros colegas lo que había ocurrido. Al final concluimos que la escultura había caído desde un monumento ligeramente elevado que había junto a la inscripción cuando ésta ya estaba tapada por una fina cubierta de tierra y manto vegetal. Estábamos ante dos instantáneas de diferentes momentos del abandono de la ciudad.

La escultura protagonista de aquella tarde se puede ver, ya restaurada, en el Centro de Interpretación del Parque Arqueológico de Segobriga. La inscripción, grabada sobre las losas calizas que pavimentaban el foro, sigue en su sitio y también es visible; en el propio Centro de Interpretación hay una copia que recorre una de sus paredes. El texto de este epígrafe es importantísimo y constituye hoy uno de los tesoros históricos de Segobriga; en cuidado latín dice que un tal Proculo Spantamico se ocupó de que se pavimentara el foro de la ciudad, pagándolo con sus propios recursos.

Este individuo fue uno de los tantos que en las ciudades romanas ejercieron el mecenazgo con la esperanza de ganarse la simpatía de sus conciudadanos de cara a los procesos electorales. Fue una práctica común de la que han quedado muchos testimonios por todo el mundo romano. Proculo Spantamico eligió como inversión la pavimentación del foro y para que este gesto se recordara siempre mandó grabar esta inscripción en el suelo.

Originalmente, las letras de la inscripción eran de bronce pulido y brillaban al darles la luz; hemos encontrado algunos fragmentos de ellas, pero la mayor parte fueron arrancadas en la Antigüedad y acabarían en una chatarrería de la época. Lo que nos ha quedado es el «negativo» de aquellas letras, las huellas en que iban incrustadas las piezas de bronce para que no resaltaran del suelo e hicieran tropezar a los caminantes en aquel espacio tan concurrido.

Quien transitara a comienzos del siglo I de nuestra era por el foro de Segobriga podría leer el nombre de aquel generoso mecenas y el objeto de su inversión; incluso podría cruzarse con él en cualquiera de sus paseos e intercambiar amigables saludos. Otras ciudades hubieran querido contar con él para que realizara desembolsos similares, pero su objetivo político estaba en su propia ciudad y era aquí donde debía ganar adeptos entre los que a diario pasaban sobre la inscripción.

Marcial, el poeta que cantó las debilidades de Roma varias décadas después, de haber conocido a este personaje hubiera podido encabezar jocosamente uno de sus famosos epigramas con la frase Spantamico..., ¡he pisado tu nombre esta tarde en el foro!... Sin embargo, poca mella podrían hacer en nuestro mecenas estas u otras burlas similares; como han demostrado las excavaciones, gracias a la inscripción su nombre sería recordado durante dos mil años.

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