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Crónicas desde Segobriga (5). El regalo de cumpleaños que nos hizo Augusto

Juan Manuel Abascal Palazón

[Publicado originalmente en El Día de Cuenca, 28 de agosto de 2004.]

El emperador Augusto, como el resto de los emperadores romanos, disponía de un amplio número de funcionarios a su servicio. De ellos, solo uno tenía la categoría de escriba personal; es decir, el que acompañaba al monarca en todos sus desplazamientos y actuaba como su secretario. Este personaje, cuyo peso en el Gobierno debía ser importante por tratarse de la mano derecha del emperador, durante algunos años ya casi en el comienzo de nuestra Era se llamó Marco Porcio.

Hubiéramos seguido sin saber nada de él de no ser por los oscuros tratos con el destino que tenemos los arqueólogos. El 23 de septiembre del año 2002, precisamente el día en que nació Augusto 2062 años antes, apareció la inscripción que demostraba la existencia de su escriba personal y que lo vinculaba a Segobriga. Ni que decir tiene que es la mejor inscripción que ha dado Segobriga en las últimas décadas y que aclara muchísimo la historia de la ciudad.

Si Marco Porcio andaba por Segobriga, no muy lejos debía estar el propio emperador. Había que seguir la pista a los viajes de Augusto y ajustar las fechas de la estancia, cuestión que resolvió magistralmente el profesor Géza Alföldy, de la Universidad alemana de Heidelberg, vinculado desde hace años a los estudios de Segobriga. Efectivamente, Augusto estuvo por tercera y última vez en la Península Ibérica entre los años 15-13 a. C. Se sabe que se dirigió el año 16 a. C. a la Galia; el 14 y 15 febrero del 15 a. C. se encontraba todavía en Narbona y poco después llegaba a la Península Ibérica, en donde permaneció hasta el año 13 a. C.

¡Ya sabíamos algo! Marco Porcio había estado, como acompañante del emperador, por esas mismas fechas en la Península Ibérica y en Segobriga. Pero quedaba por resolver la cuestión más espinosa: ¿Por qué los segobrigenses habían nombrado patrono (protector) a este escriba?; ¿qué relación le unía con la ciudad?; también para eso había una respuesta fácil.

Por los datos de las inscripciones y las excavaciones sabemos que la primitiva ciudad indígena de Segobriga alcanzó la categoría de municipio latino, uno de los mayores rangos que podía dar el Estado romano, hacia el año 15 a. C. Pero eso significaba realizar cambios importantes en la vida urbana, fundamentalmente en el ámbito administrativo. Había que nombrar a los primeros magistrados, alcaldes y ediles que iban a regir el municipio, había que organizar un archivo local a la manera romana, había que planificar reformas urbanísticas, etc.

La nueva categoría municipal necesitaba de un documento firmado por el emperador en el que se realizara la notificación a los habitantes de la ciudad y precisaba de un buen gestor capaz de poner en marcha los nuevos mecanismos administrativos. Las dos cosas estaban en manos de Marco Porcio; como secretario del emperador Augusto seguramente fue la persona que se desplazó a Segobriga para comunicar a sus habitantes el cambio de su situación; como experto en la gestión del Estado fue probablemente quien dio las directrices para llevar a cabo las transformaciones.

En una mañana cualquiera entre el verano del año 15 a. C. y mediados del 13 a. C. un desconocido llegó a Segobriga pretendiendo entrevistarse con los dirigentes de la ciudad. Como secretario del emperador enseñó sus credenciales y los segobrigenses supieron que el monarca les había concedido el grandísimo privilegio de convertirse en uno de los municipios del Estado, lo que conllevaba privilegios de los que iban a carecer otras ciudades próximas.

Pocos días más tarde la ciudad iniciaba una nueva etapa de su historia adaptando su funcionamiento administrativo al modelo fijado por Roma y sabiéndose reconocida por el emperador. Marco Porcio, el portador de la noticia y artífice de los cambios, sería honrado por los segobrigenses con la condición de patrono de la ciudad y con una estatua en el foro, sostenida por un pedestal con inscripción que nosotros encontramos más de 2000 años después precisamente el día del cumpleaños de Augusto. ¡Cosas del destino!... y de la suerte.

Esta historia tiene aún un epílogo: Entre las personas a las que Augusto ofreció el puesto de secretario personal se encontraba el poeta Horacio, que renunció al honor y rechazó el empleo. De haberlo aceptado, en el Centro de Interpretación del Parque Arqueológico de Segobriga no tendríamos hoy una inscripción en honor de Marco Porcio, sino una dedicada al poeta Horacio, que habría sido el encargado de venir a la ciudad. El azar que tanto nos ayuda también sabe burlarse de nosotros. Al menos nos queda el consuelo del regalo que nos hizo Augusto el día de su aniversario.

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