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Cuentos en el «El Correo Literario y Económico de Sevilla». 1803-1808

Borja Rodríguez Gutiérrez





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El Correo Literario y Económico de Sevilla se publicó de Octubre de 1803 a Mayo de 1808. «Revista literaria del mayor interés» según Aguilar Piñal (1992; 240), fue la expresión publicada de la Academia de Letras Humanas de Sevilla. Fue su director Justino de Matute y Gaviría. Entre sus redactores se cuentan Joaquín María Sotelo, Francisco Javier de Oviedo, Manuel María de Arjona, Francisco Núñez y Díaz, José María Roldán, Félix José Reinoso, Alberto Lista, José María Blanco y Manuel María del Mármol. En su prospecto se indica que se publicarían «producciones literarias que por su moral, belleza de estilo, filosofía e instrucción merezcan la atención del público; así las pequeñas piezas poéticas, anécdotas instructivas, apólogos morales y doctrinas económicas relativas a las artes gozarán de un distinguido lugar en nuestro Correo» (El subrayado es nuestro) Las narraciones en este periódico son relativamente abundantes. En concreto hemos encontrado 29 relatos. De los cuatro que cita Aguilar Piñal hay que advertir que dos («El galán canoso», sin firma y «Cuento» de Vicente Rodríguez de Arellano) son poesías. (Aguilar Piñal; 1992; 231-274. Chaves; 1896; 10-12).

La prensa española, por aquellos años, no está en uno de sus momentos más boyantes, atenazada por la necesidad de una licencia del gobierno para publicar y por la fuerza de la censura previa. No obstante, para muchos ilustrados, los periódicos se configuran como un elemento esencial para la instrucción y educación de la sociedad, para en sus palabras, la extensión de «las luces». Por ello los autores ilustrados intentan en repetidas ocasiones publicar periódicos sobre los más variados temas, y no se desaniman a pesar de las abundantes prohibiciones. (Pedro María de Olive, a quien ya se le había negado el permiso para publicar en 1792 un Diario Histórico, vuelve a intentar la aventura en 1804 con una Biblioteca de Literatura que tampoco consigue el permiso de las autoridades).

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En un interesante documento, el Regañón General pasa revista, el 27 de junio de 1804, a la prensa del país (1804; 2; 401-408). El primer párrafo del artículo define muy claramente la concepción ilustrada de la prensa: «Preciosa clase de escritos son los periódicos [...] difunden las luces por toda la nación y presentan sin interrupción y con la mayor celeridad la historia de las letras, entretienen del modo más racional a los ociosos [...] Son además los periódicos un indicio de la civilización y literatura del país donde se publican, pues, como todos tienen derecho a incluir en ellos su pensamiento, resulta la reunión de las luces que haya difundidas por todo el país» (401). Esta repetida invocación a las luces es habitual en esos años. El prospecto de Variedades de Ciencia, Literatura y Artes (1803; 1; 3-12) hace también referencias a la misma idea. Una publicación periódica «cuando está destinada enteramente a la instrucción pública, como la presente, no tanto aspira a hacer que las luces vayan ganando en elevación y profundidad como en extensión» (4). Por eso esperan sus autores que sea una «empresa agradable a las personas instruidas y provechosa a las que aspiran a serlo» (3), superando las desconfianzas de quienes desprecian los periódicos «porque no encuentran allí aquella profundidad y extensión de luces que suele proporcionar un libro» (3). Los autores afirman que «nos hemos propuesto referir todas nuestras tareas a los progresos de las luces en nuestra patria» (11). Ideas semejantes podemos encontrar en el prospecto de la quinta época del Memorial Literario (1808; sin numerar) en la que se afirma que un periódico «es el conducto por donde se comunican al público los inventos útiles, las observaciones curiosas y las novedades interesantes. En una palabra estamos persuadidos de que los periódicos deberían ser la balanza de la ilustración: es decir los apreciadores del grado de inteligencia y sabiduría de la nación en la que se publican».

Si nos atenemos a estas ideas que los periodistas consignaban en sus prospectos, lo cierto es que nos encontraríamos con unas publicaciones más divulgativas (en el sentido actual del término) que informativas o literarias. Con mayor presencia de ciencias, tecnología y descubrimientos, con escasez de literatura, y menos aún de literatura tan poco seria como los cuentos. Pero no es así. Como reconoce el prospecto del Memorial Literario que acabamos de citar «con dificultad se hallará uno [se refiere a los periódicos publicados en España hasta 1808] en que los Editores hayan desempeñado el plan que se propusieron. Los pocos artículos importantes que se hallan en ellos están [...] sepultados bajo un pesado cúmulo de fútiles escritos». Entre estos fútiles escritos, están, que duda cabe, los cuentos.

Los cuentos aparecen mayoritariamente en publicaciones periódicas. Sobre éstas sigue ejerciendo un férreo control la censura. Las palabras «libertad de imprenta» no están aún presentes (quizás si imaginadas) en la prensa de la época.

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Los «papelistas» que publican esta prensa siguen buscando medios de atraer al público y el cuento es uno de ellos, como ya se ha experimentado en el siglo anterior. Estos papelistas se esfuerzan con denuedo, pues siguen siendo profesionales que viven de su trabajo en los periódicos. Aparte del incombustible barón de Bruére1, por entonces en Cádiz, nos encontramos con «escritores públicos» como Pedro María de Olivé, autor de las Efemérides de la Ilustración de España (1804-1805), Nuevas efemérides de España, históricas y literarias (1805-1806), y Minerva o el revisor general (1805-1808/1817-1818), además de haber publicado en la centuria anterior Las Noches de Invierno (1796-1797).

La narrativa está huérfana de crítica y las escasas alusiones que a ella aparecen son desfavorables, reprochándole ante todo su falta de utilidad, su presunto ánimo a la conducta inmoral, su escasa originalidad y la pobreza de su lenguaje.

Un acierto, el más grande, ha sido la prohibición que ha hecho el Gobierno de publicar novelas. Las que teníamos, y las infinitas que se han mal traducido del extranjero, nos sobran para corromper el mal gusto literario con unas obras en que a espaldas de una moralidad tal vez impracticable, se nos radica la afición a la frivolidad, y a las acciones romancescas y ridículas. Verdad es, que no todas las novelas se deben comprehender en esta censura, pero son tan pocas las que no lo merezcan, a lo menos en parte, que me hacen afirmar cada vez más en mi opinión. Generalmente todos los autores son más felices para pintar los vicios en esa clase de obras, que en explanar los caminos de la virtud, de lo que se resulta que se ocupa más la atención del lector y retiene más en la memoria las especies de los primeros, que el resultado que produce esta última, por más grande y dichoso que pueda ser. Así pues, veneremos y agradezcamos el sabio decreto que nos ha puesto a cubierto de la granizada de novelas, cuentos y anécdotas que estaba descargando sobre nosotros con desprecio del buen gusto, del idioma y hasta de la misma moral.

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Si queremos distraernos en nuestras horas de descanso, si pretendemos sacar algún fruto de la lectura, y divertirnos sólo al mismo tiempo, abandonemos la aridez de las novelas que sólo producen hojarascas y divierten superficialmente, dejando vacío el entendimiento con la consideración de uno o de muchos individuos que ni han existido ni se puede uno persuadir, en vista de sus caracteres estrafalarios que puedan existir jamás.


(El Regañón General; 1803; Tomo 1; 14-15)                


El autor de El Regañón General enuncia, con fiera acritud, los reproches que los ilustrados venían haciendo a la novela y a toda la narrativa a lo largo del siglo XVIII, reproches que se mantendrían durante muchos años del XIX: malas traducciones, deficiente lenguaje, inmoralidad, presentación más detallada del vicio que de la virtud, inverosimilitud, carácter estrafalario de los personajes...

No se trata de una opinión aislada. El mismo Trigueros en el prólogo de Mis Pasatiempos (publicado en 1804, aunque el autor ha muerto en 1801) se dedica a arremeter contra el género narrativo al que pertenece su libro. Considera que las novelas de su época son «conjuntos de mentiras insulsas, frías, monstruosamente filosóficas que para nada pueden servir, sino para acabar de apestar las costumbres que ha largo tiempo que no están muy sanas» (vi). Ese efecto negativo sobre las costumbres se debe a que «los ejemplos buenos se admiran y se olvidan, los malos se vituperan pero se recuerdan y a la larga se imitan» (xiii). Estos manuales del vicio son además escritos por «sanguijuelas literarias» (xii) que venden por suscripción y que abusan de los lectores llenando páginas y páginas sin invención, llenas de repeticiones, con exceso de palabras superfluas, y, en su mayor parte, pésimas traducciones que «no pueden leerse sin asco» (xii).

Poca reputación literaria y poco mérito literario tendrá, pues, un género que abunda en traducciones malas, personajes estrafalarios, acciones romancescas y ridículas (es digno de notar la igualdad del significado de ambas palabras a la altura de 1803 con una carga claramente peyorativa para «romancesca»), e incitación al vicio, escrito por sanguijuelas literarias.

A poco que se recorran las páginas de los periódicos de los primeros años del XIX se recogen multitud de testimonios de esta preocupación moral. El Memorial Literario de 1804 hace grandes alabanzas de Pablo y Virginia considerando que es «una preciosa joya, el más interesante y agradable cuento de cuantos los escritores de nuestros tiempos han compuesto». Uno de las mayores méritos que ve el crítico en la novela es que «valiéndose su autor solo de caracteres virtuosos, y no oponiéndoles jamás el contraste del vicio, ha sabido   —91→   dar el mayor interés a su narración». De tal manera que todo el libro es «gracia, dulzura, amor y sensibilidad» (1804; V, 17). La excelsa moralidad de narraciones como Pablo y Virginia se oponen a la profunda inmoralidad de otras. El mismo Memorial, unos años antes, hace una crítica acerba de las Lecturas útiles y entretenidas que Pablo de Olavide ha publicado con el seudónimo de Atanasio de Céspedes y Monroy, primero por la mala realización y sobre todo por la falta de moralidad.

Esta obra es una colección de novelas sacadas en la mayor parte de novelistas extranjeros y nacionales, como confiesa el autor en el prólogo. Todas ellas son de poco mérito en cuanto a su plan, caracteres y moral y en lo que toca a su lenguaje aseguramos de todas veras que son pésimas. [...] Reparamos en segundo lugar que se propongan estas novelas como objeto de entretenimiento y utilidad. ¿Quién podrá llevar esto con paciencia? Hay algunas obscenas como la del Pintor Velázquez, hay otras de perniciosa ejemplo como Los peligros de Madrid; hay en fin otras que en vez de inspirar la despreocupación y cultura, inspiran todo lo contrario. ¿No nos bastaba la infinidad de novelas que últimamente se han traducido a nuestra lengua, para pervertir las ideas y costumbres por las lecciones de falsa sensibilidad y por la indulgencia y tolerancia con que enseñan a mira a los vicios?


(1801; I; 65)                


Para nuestros fines es importante considerar que estas críticas se dirigen no sólo a las novelas sino a todas las formas narrativas. El Regañón General, como ya hemos visto, se queja de la «granizada de novelas, cuentos y anécdotas que estaba descargando sobre nosotros» mientras que Trigueros, usando una imagen casi idéntica, proclama que «nos inundan por todas partes con novelas, historias, cuentos y anécdotas» (vii). Es decir que el cuento se nombrado por primera vez como un género narrativo en prosa presente en la escena literaria del momento por parte de dos críticos, siquiera sea para criticarle acerbamente. Mas como no se critica lo que no existe es fuerza concluir que la presencia del cuento ya se había hecho perceptible.

No obstante su valoración sigue siendo ínfima, y ningún literato «serio» le concede valor como género. No conviene olvidar que el título completo del libro de Trigueros al que venimos refiriéndonos es Mis Pasatiempos. Almacén de fruslerías agradables y divertidas. Añadir a «pasatiempos» el término de «fruslerías» y además reunirlas en un «almacén» indica a las claras la consideración e importancia que da el autor a su propia obra.

Esta falta de consideración del cuento se refleja en otras características: anonimia, plagio, traducciones y refundiciones.

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La anonimia es una casi constante. Basta ojear las páginas del Correo Literario y Económico de Sevilla para certificar que mientras que las colaboraciones poéticas van casi invariablemente firmadas (siquiera sea con iniciales o seudónimos) las narraciones aparecen en su mayor parte sin el nombre de su autor. El escritor responsable de los cuentos no sentía la necesidad de vincular la obra a su nombre, probablemente por el nulo mérito que se suponía a ese tipo de obras.

Esta anonimia hace difícil determinar si la publicación por segunda vez de un cuento en otra publicación periódica representa un plagio o una nueva publicación por parte de su autor. Sea lo uno u lo otro hay abundantes ejemplos. El Correo de Sevilla inicia su publicación, en su número uno de 1803, con la Historia de Pantea y Abradates que ya había aparecido en el Correo de los Ciegos de Madrid, con el título «Rasgos sueltos de la historia de Ciro» en 1787 (273-274/276-277). Otros caso son «Un bienhechor desconocido», publicado con anterioridad con el título de «Roberto» (Correo de los Ciegos; 1787; 189-191); «La literata inglesa convertida en predicadora» cuya primera aparición fue con el título «Suerte de una dama que se había metida a predicadora» firmada por «M. A. S. de T.» (Correo de los Ciegos; 1789; 2485); e «Historia de Jacobo Jhonson» que ya se pudo leer en el Correo de Cádiz.

Las traducciones son también una constante. En realidad es una característica de la época, más que del género cuento en sí. Ya hemos visto como en la crítica del Memorial a las Lecturas útiles y entretenidas se llamaba la atención sobre la procedencia extranjera de la mayoría de las novelas que allí aparecían. Lo mismo ocurre en otra crítica contemporánea a El ramillete o los Aguinaldos de Apolo2. «Esta colección forma, como muchas otras, una miscelánea de cosas buenas, medianas y aún ínfimas, sirviendo sino para instrucción, a lo menos para pasatiempo de los lectores; cuanto en ella hay es sacado del francés, fuente inagotable y casi única de nuestra literatura actual» (Memorial literario; 1802; II; 94).

En lo que respecta a los cuentos, en algunas ocasiones se indica la fuente bien sea el autor o la revista o publicación donde había aparecido, aunque no es esa la norma habitual ni mucho menos. El origen es vario, no solamente del francés como decía el crítico del Memorial Literario, sino de otros idiomas.   —93→   Así, en el Correo de Sevilla aparecen traducciones de autores alemanes como Lichtwer3 («La generosidad») y Gellert4 («Memorias de Madama de G...»)

Ahora bien, en el caso de las traducciones hay que ser cauto, pues en muchos casos el traductor altera elementos del cuento y se convierte en un nuevo autor. Trigueros, que toma asuntos para sus cuentos de publicaciones del extranjero, es uno de estos autores, según él indica. Valga de ejemplo la nota que acompaña a «La Erudita. Cuento primero» uno de los cuatro relatos que forman «Cuatro cuentos en un cuento»: «Aunque nos hemos empeñado en que toda esta novela sea original y de nuestra invención, en éste y en los siguientes cuentos hay algunas ideas y cosas que se hallan en estos libros; pero abreviándolo, mudándolo, quitando y añadiendo, lo hemos hecho todo nuestro» (op. cit.; I; 106).

En cuanto a la temática seguimos encontrando de nuevo dos grandes grupos. Los cuentos con una clara intención moral y los que prescinden de ella. Los cuentos morales se dirigen a dos esferas: la pública y la familiar. En la esfera pública hay dos ideas básicas: la exhortación a un buen gobierno basado en la compasión y en la suavidad y la llamada a un inmovilismo social basado en la aceptación de la situación social y económica por parte de los súbditos sin interés por el menor cambio. En la esfera familiar se palpa una gran preocupación por la situación de la mujer, su papel y su actitud, por lo que muchos cuentos presentan conductas femeninas que se juzgan como inapropiadas, perjudiciales, deshonestas o peligrosas.

El buen gobierno es abordado sobre la equivalencia de la relación padre-hijos con la de soberano-súbditos.

Esta relación padre-hijo se puede encontrar claramente en un cuento publicado en el Correo de Sevilla: «Korem y Zendar, cuento tártaro». Córduba, rey de Teran, país de Tartaria debe casar a su única hija mientas que dos reyes vecinos intentan conquistar su reino. Encarga a dos nobles los hermanos Korem y Zendar que libren a su reino de sus enemigos prometiendo al más digno de los dos la mano de su hija. Ambos hermanos vencen a sus enemigos pero Zendar usa la dureza extrema y Korem la benevolencia. Córduba escoge a Korem. El cuento se divide en tres partes. En la primera se plantea la situación de Córduba   —94→   ante las amenazas para su reino, la decisión que toma y la misión que se encomienda a los dos hermanos. En la segunda parte se cuentan sucesivamente las dos campañas victoriosas de ambos jefes, primero la de Zendar y luego la de Korem. La tercera parte la constituye el discurso final de Córduba en el que declara su elección. La dureza de Zendar se hace presente desde el comienzo de su actividad. Después de las primeras victorias rechaza una oferta de paz «con altivez» (244). Más tarde se muestra como «inflexible» (244) y se habla de su «dureza». Tanta que, después de la conquista, Zendar tiene dificultades para «detener la furia de los soldados y moderar la matanza» (245). Korem, por el contrario, inicia la campaña con intención de «ganar los corazones» (249) de las gentes de los países vecinos para asegurarse su neutralidad. Su templanza hace que muchos súbditos de su enemigo se pasen a su bando por «amor y reconocimiento» (250). Al final Akbar, su enemigo «no tuvo otro recurso que implorar la paz» (251) esperando duras condiciones, «pero quedó admirado de la suavidad, o para hablar mejor, de la magnanimidad del que las había dictado» (251). Tan asombrado queda Akbar, que regresa a su capital «proclamando por todas partes la generosidad de Korem y su inteligencia en el arte militar» (251). Frente a los dos hermanos victoriosos, Córduba, el rey, hace el discurso que constituye la culminación y la expresión de la intención moral del cuento.

Intrépido Zendar, vos habéis acabado de conquistarme un reino por vuestro valor. Pero los nuevos vasallos que me habéis adquirido son enemigos ocultos que habéis mezclado entre mis hijos. Yo no los quiero por esto adoptar temiendo introducir la discordia en mi familia. Pero para que los carismitas tengan un rey cuyo amor no pueda ser dividido entre ello y otro pueblo, id, valiente Zendar, y sed rey de Carism. Los terribles efectos de vuestro valor os han hecho terrible en este vasto imperio. Pensad que hay otras virtudes además de las virtudes guerreras y que debéis reparar los daños que habéis causado a vuestros nuevos vasallos. Si queréis que ellos os miren con ojos tranquilos sobre el trono de sus antiguos señores, portaos como padre y que la mano que les colma de bienes les haga olvidar la mano que los ha herido.

Y vos, generoso Korem, que sabéis como se deben vencer los enemigos de los teranitas y que os habéis cansado en buscarle amigos; vos que versado en el arte de la guerra no amáis menos la paz y que preferís a las acciones destructoras las acciones útiles a la humanidad, vos seréis el esposo de mi hija: recibid mi cetro y su mano. Mi pueblo, gobernado por un príncipe tan valiente y moderado no tendrá que temer los enemigos de fuera, ni dentro a su mismo Señor. Sed su padre y sed mi hijo. Vos sois un héroe y Zendar puede llegar a serlo. (Los subrayados son nuestros).


(257-258)                


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La presencia constante de palabras como «padre», «hijos» o «familia» certifican esta unión entre rey y padre que propone Córduba como meta a Zendar y por la que elije a Korem. El autor que contrapone los adjetivos con los que Córduba califica a ambos hermanos (valiente e intrépido a Zendar, generoso a Korem) propone una concepción del heroísmo que va más allá de la puramente bélica. Por una parte Córduba le dice a Zendar que hay otras virtudes, además de las guerreras y por la otra diferencia claramente a ambos hermanos: Korem es un héroe y Zendar puede llegar a serlo (evidentemente si cambia su comportamiento y actúa como Korem).

En otros relatos sobre el tema del buen gobernante se elogia la misericordia como ocurre en «Bogislao X, Duque de Pomerania» en el que se pone de relieve la magnanimidad y misericordia de Bogislao que perdona a su madre después que ésta ha hecho asesinar a su hermano e intentado asesinarle a él, o el sacrificio como vemos en «Historia de Vanda, reina de Polonia» en que la protagonista se suicida por una promesa hecha a los dioses para salvar a su pueblo.

Si el rey es como un padre, los súbditos como hijos y el país como una familia es evidente que rebelarse un súbdito contra su rey poniendo en peligro la unidad del país es un crimen tan horrible como la muerte de un padre a manos de su hijo. Es, por lo tanto, una obligación del súbdito mantener su posición y no intentar alterar jamás las cosas. En el relato ya mencionado «Bogislao X» un aldeano, Juan Lange, conmovido por el abandono y la pobreza en la que se encuentra el joven príncipe Bogislao desea ayudarle, pero se da cuenta de que no puede darle limosna porque eso no encaja con la posición social de cada uno. De esta manera indica a Bogislao que le tome como vasallo y de esta forma el dinero que le de no será limosna sino tributo. Cuando Bogislao llega a reinar quiere recompensar a Lange pero éste se niega siempre a salir de su estado social y también a que su familia lo haga. «Yo soy un aldeano y quiero que mis hijos también lo sean» (90). El inmovilismo social, y el miedo al cambio quedan patentes en otro episodio de este relato. Bogislao se ha enterado de la corrupción de uno de sus funcionarios y ha decidido cesarle y castigarle. Lange se lo desaconseja con este razonamiento: «Escucha, Bogislao, esta clase de hombres es como un gusano roedor de la que no podemos deshacernos enteramente. Tú quieres despedir a este hombre que habemos engordado y satisfecho, para dar su comisión a otro que estando flaco y hambriento nos chuparía de nuevo hasta la sangre. Dejanos, pues, a aquel a quien habemos hartado, a quien podemos contentar más fácilmente» (90).

La necesidad de preservar la estructura social, de mantener los lazos y la organización sin cambios está presente en «El juez de su mismo padre» en la que un ministro indio castiga a su padre un comerciante tramposo, pues tiene la responsabilidad de mantener el orden social y después se echa a los pies de su   —96→   padre para implorar su perdón, para preservar el orden familiar. De forma más alegórica se trata en «Ensayo Moral» en la que se oponen las existencias de dos tribus de trogloditas: una que vive en la más perfecta anarquía y otra en la que una familia poco a poco va imponiendo una estructura y un estado. Al final la situación desemboca en una guerra en la que los trogloditas anárquicas son exterminados.

Estos mensajes conservadores son constantes e incluso aparecen en cuentos que no son directamente morales. La razón es que la estructura social es una verdad sin contestación, una decisión divina, un ley de la naturaleza: contestarla es un pecado inimaginable o un delirio de la imaginación que la gente bienpensante tendrá como increíble. Todas estas ideas están presentes en «Aventuras de un inglés en la Siberia» un relato de aventuras exóticas. El protagonista, condenado en Rusia por espionaje, cuenta su experiencias sobre un paraje casi fabuloso para los europeos de entonces. Al ser condenado y desterrado pierde su condición social y se le comunica que vivirá en adelante en una condición absolutamente opuesta a la que había nacido.

Mi profesión era el comercio, que había ejercido treinta años con la honradez más escrupulosa, en medio de la abundancia y de los placeres, libre, independiente, servido por un gran número de criados y domésticos y en fin con una vida dulce y dichosa. Se me dijo que iban a emplearme en el mismo estado, en calidad de ganapán o mozo de costal, obligado por consecuencia a las ocupaciones más viles para ganar mi comida y sujeto a la autoridad de algunos miserables [...] No se tardó mucho tiempo sin que conociera en Ciangut muchas personas de distinción, superiores a mí en su desgracia, por la distancia de su condición presente a la que antes habían gozado. Yo vi generales de armada reducidos a la clase de soldados; jueces del primer tribunal de Rusia, forzados a ser ejecutores de la justicia por toda su vida; señores de la más alta distinción sirviendo de criados a los aldeanos o pobres labradores; en fin el trastorno más insufrible del orden establecido por la naturaleza y la providencia del cielo. Es verdad que pretenden hacer entrar todo esto en el orden en calidad de castigos; pero nada exagero si afirmo que mi imaginación se resintió más de esto que si hubiera visto una casta de hombres andando con la cabeza y hacia arriba los pies. Nadie que tenga algún conocimiento de los usos de Rusia, o que haya leído las Memorias del Czar Pedro el Grande, hallará nada de esto imposible. (Los subrayados son nuestros).


(Correo de Sevilla; XIII; 248)                


Este condenado en Siberia, forzado a ejercer «las tareas más viles» previene que nadie podrá creer esa inversión social que se practica en Siberia, contraria   —97→   al «orden establecido por la naturaleza y la providencia del cielo», un cambio tan tajante como si los hombres andasen con la cabeza. Por eso añade al final que los que conozcan algo de Rusia creerán que lo cuenta no es imposible; los que no conozcan nada, en cambio, hallarán muchos problemas en creer esta historia. Esta creencia en que la estructura social está determinada por la naturaleza y la providencia divina está detrás de muchos de los relatos morales que incitan al inmovilismo social.

En la esfera familiar vuelve a aparecer el tema de la posición y situación de la mujer. Hay dos formas de abordar el tema: la presentación de un modelo positivo o por el contrario de un modelo negativo.

Modelo positivo podemos encontrar en «Sibila o el heroísmo del amor conyugal» en el que la protagonista sacrifica heroicamente su vida por salvar la de su esposo. Pero con mucha más frecuencia los autores prefieren presentar una conducta femenina, para ellos negativa, y la solución que proponen. Así ocurre en «El loco por la pena es cuerdo. Aventura graciosa de una inglesa»: Un inglés sufre el mal genio de su mujer hasta que ya harto decide ingresarla en un manicomio. El autor no tiene ningún empacho en manifestar que para conseguir su libertad tuvo que dar grandes muestras de «arrepentimiento y sumisión» (68).

No falta, con todo, la pintura negativa de la mujer, sea cual sea su carácter o actuación. «Reflexiones que curaron los celos de un recién casado» es un cuento de esta tendencia. Un viejo casado con una joven cae en unos celos tan grandes que pone un pleito para obligarla a entra en un convento. Un sobrino suyo le convence de que el estado natural de las cosas es que las mujeres sean infieles y que es mejor no darse por enterado. Se reconcilian pero cuando va a recibir a su mujer sufre un accidente y muere a los pocos meses y como añade irónicamente el autor «vino a dejar a su esposa la mitad de los bienes y la libertad de que antes quería privarla» (279). El sobrino hace una historia de la familia en la que le dice al tío que todas las mujeres de su familia han sido infieles, incluyendo a su madre y a su esposa y recuerda a su tío que un bisabuelo suyo se caso con una cornamenta de ciervo, pues prefería ponérsela él cuando quisiera, que no se la pusieran cuando no le apetecía. No hay en todo el cuento un referencia a la posibilidad de que la mujer sea fiel al marido (no se mencionan las infidelidades de los maridos, por cierto).

Otra forma habitual de presentar un mensaje moral en un cuento es el ejemplo moral, bien sea positivo o negativo. Este tipo de relatos está también presente en la producción de estos ocho años.

«Un bienhechor desconocido» (Correo de Sevilla; 1806; 8; 67-68/75-79), trata sobre la conducta caritativa y los beneficios que ella provoca en el espíritu   —98→   y la felicidad del benefactor. Presenta un hecho real, o al menos eso dice el autor. Un misterioso desconocido entra en la barca de un joven marsellés a dar un paseo. Traba conversación con Roberto, el joven piloto, y se entera de que él, como toda su familia, está trabajando duramente para conseguir reunir la cantidad de dos mil escudos. El desconocido se aleja después de haberse informado de las condiciones del padre de Roberto. Semanas después el padre reaparece en Marsella ante la sorpresa y la alegría de su familia. Roberto queda convencido de que el desconocido ha sido su benefactor y le busca por toda Marsella. Por fin un día le encuentra, pero el benefactor, avergonzado, prefiere no reconocer su acto de caridad y tras un leve forcejeo se aleja de Roberto. El desconocido, nos dice el autor que incluso cita su fuente, es Montesquieu. «La Generosidad», (Correo de Sevilla; 1804; 4; 117.118), versa, obviamente, sobre su mismo título.

Un caso de cuento moral distinto es el de «Análisis de las memorias de Madama de G***» (Correo de Sevilla; 1805; 6; 137-142/145-150/153-158). Se trata, como ya indicamos anteriormente de un resumen de una novela del escritor alemán Cristian Gellert y de su novela Das Leben der schwedischen Gräfin von G. *** (1746) El interés que muestra el refundidor por ella es debido a que entra dentro de la tendencia a presentar acciones y personajes dentro de las más excelsa moralidad. «Algunos [dice el refundidor] le acusan de difuso y monótono, pero la delicadeza de sus pensamientos y los sentimientos de humanidad que se hallan en todas sus obras merecen que se le perdonen aquellos defectos» (137). El cuento es más largo y la acción bastante más complicada que otros cuentos morales que hemos visto y el autor no tiene más remedio que introducir un personaje negativo para dar lugar a los problemas de la protagonista, pero oportunamente hace que este personaje reaparezca al final de la historia para que se arrepienta convenientemente de sus acciones pasadas. Madam G*** es una joven alemana huérfana, educada por su tío en la instrucción y la virtud que casa a los dieciséis años con un conde sueco. Con él va a vivir a Suecia y allí forma una familia feliz, en la que también se incluye R*, un gran amigo del Conde. Pero la belleza de la condesa provoca el interés de un príncipe que es rechazado por la virtuosa joven. El príncipe hace que el Conde sea destinado a la guerra a una posición peligrosa, donde pierde una batalla y es gravemente herido. El Príncipe lo hace juzgar por cobardía y le condena a muerte pero el Conde muere antes de la ejecución, a causa de sus heridas, en un ataque del enemigo que arrebata la ciudad que defienden los suecos. La Condesa debe huir de Suecia pues ha sido privada de su herencia y es perseguida por el príncipe y va a Holanda en compañía de R*, con el que se casa al cabo de los años. Cuando ya tiene una hija, regresa el Conde, que no ha muerto, sino que fue hecho prisionero. Cuando el Conde conoce la situación está dispuesto a irse pero R* se le adelanta. Finalmente hablan los tres y la condes vuelve con el conde y mantienen ambos la amistad de R*. Al final aparece el príncipe, arrepentido,   —99→   que se ofrece a restituir la riqueza del Conde. Éste muere al poco y la Condesa vuelve con R*. Un argumento enrevesado y lleno de casualidades y equívocos que provoca que todos los personajes se encuentren en situaciones de conflicto sentimental que resuelven poniendo siempre por delante el honor y la moralidad.

Fuera ya de los relatos morales si que podemos encontrar características nuevas en los temas utilizados.

Uno de ellas es la presencia de relatos de aventuras, preferentemente en ambientes exóticos, en época más o menos contemporánea. Con alguna frecuencia se presentan como hechos reales para aumentar aún más el interés del lector. El ya citado «Aventuras de un inglés en la Siberia» (Correo de Sevilla; 1808; 13; 245-249/257-256/261-265/269-273) y «Aventuras singulares de un español en la isla de Jamaica» (Correo de Sevilla; 1808; 14; 33-36/41-45/49-53) que coinciden en la intención de contar una historia que se presenta como auténtica en un escenario lejano y remoto para el lector español. El cuento de la Siberia presenta un país lejano y misterioso para los europeos de principios del XIX y la historia de una fuga donde no falta animales salvajes y terrores nocturnos. El otro relato, el ambientado en la isla de Jamaica es un cuento de naufragios. Un grupo del ejército inglés rescata a tres españoles presos de los indígenas en una zona inexplorada de la isla de Jamaica. Se trata de un padre con un hijo y una hija. El padre cuenta sus aventuras: llegan allí tras un naufragio en el que perece la mayor parte de su familia. Cuando caen entre los indígenas el padre ante el temor de que maten o se lleven a su hija la adora como si fuera una diosa y convence a la tribu de que efectivamente lo es. Cuando la hija crece la casa con su propio hermano temiendo los deseos de los jóvenes de la tribu. Exotismo, salvajes, sexo... el cuento proporciona materia para el asombro y la sorpresa del lector. Para, ni más ni menos, que el puro entretenimiento, a pesar de todas las proclamas ilustradas de los periodistas de que solo les guía la instrucción pública y el bien del estado.

«La fuerza del amor» (Correo de Sevilla; 1805; 5; 249-250) es una narración en que se recrean temas del amor cortés: el caballero que permanece mudo por una orden de su amada. También relación con este tema podemos encontrar en «El Juicio de Venus» (Correo de Sevilla; 1805; 7; 1-4/9-13) en el que el dios del amor llama a tres damas: inglesa, francesa e italiana para que comparen los usos amorosos de sus tres países, después de lo cual la diosa Venus dará su juicio. La inglesa se queja de la falta de amor en su país, la francesa se jacta de que en Francia el amor es práctico y no se pierde tiempo en vanas palabrerías y la italiana defiende el misterio, el amor espiritual y el juego de la galantería. Venus afirma que hay que combinar elementos de cada uno de los países para satisfacer el amor y el cuento acaba con todos bebiendo vino de Jerez.

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Se mantiene otra tendencia del siglo anterior: narraciones históricas, presuntamente instructivas y por lo tanto con apropiada coartada moral, que se escogen por su historia extraordinaria y, en muchos casos, escandalosa. Así en un cuento ya mencionado «Bogislao X» nos encontramos con el adulterio y el parricidio, y en «Sibila» el sacrificio de la vida de la protagonista por amor. Como hecho auténtico y presuntamente instructivo se presenta «Robo de un niño recién nacido. Anécdota histórica» (Correo de Sevilla; 1806; 9; 201-204) en la que se cuenta el intento de asesinato y secuestro de un recién nacido, hijo de un noble, para impedir que herede la fortuna y títulos del padre, la investigación policial y el proceso judicial correspondiente.

La «Historia de Pantea y Abradates» aprovecha el marco histórico para enhebrar una narración sentimental. En una batalla Ciro hace prisionera a Pantea, mujer de Abradates, famosa por su extraordinaria belleza. Tanta es esa belleza que Ciro prefiere no ver a su prisionera para no verse tentado por ella. Araspes, su confidente, afirma que él no sería tentado por esa belleza y Ciro le confía la custodia de Pantea. Pero Araspes se enamora violentamente y Pantea se ve obligada a quejarse a Ciro. Ciro llama a Araspes y le exhorta, ante el arrepentimiento de éste, a purgar su error buscando la gloria en la batalla. Pantea impresionada por la generosidad de Ciro decide intentar que su esposo Abradates abrace la causa del Rey de Persia. Lo consigue y Abradates se incorpora a las tropas de Ciro. Al poco tiempo Ciro parte a la guerra con Asiria y Abradates va con él. La separación entre Pantea y Abradates es muy dolorosa. Abradates muere en la guerra y Pantea se suicida ante el cadáver de Abradates.

El cuento en principio es otra narración que pregona las excelencias de las virtudes de la misericordia y la generosidad en el gobernante, del tipo de los que ya vimos en el apartado anterior. Pero la trágica historia de amor de Pantea y Abaradates gana protagonismo y termina siendo el eje de la historia. Por eso las partes principales del relato se centran en ellos y muy especialmente en dos momentos: el llanto de Pantea ante el cuerpo de su esposo y la separación de los enamorados en el momento que Abradates se dirige a la batalla donde encontrará la muerte. Separación que es descrita con abundantes detalles de patetismo.

Iba [Abradates] a subir a su carro, cuando Pantea vino a presentarle las armas que había preparado secretamente y sobre las cuales se veían las alhajas con que se adornaba algunas veces. «Vos me habéis sacrificado hasta vuestras galas», le dice el príncipe, enternecido. «Ah!», respondió ella, «no quiero otras más de que parezcáis hoy a todo el mundo, tal como me parecéis sin cesar a mí misma». Diciendo estas palabras le pone sus brillantes armas, vertiendo lágrimas que procuraba ocultar. [...] El Príncipe, transportado al oír estas palabras,   —101→   extiende la mano sobre la cabeza de su esposa y levantando sus ojos al cielo: «¡Grandes Dioses!» exclama, «haced que me manifieste hoy digno amigo de Ciro y sobre todo digno esposo de Pantea» Inmediatamente se arroja al carro sobre el que esta princesa, atónita, no tuvo tiempo de aplicar su trémula boca. Enajenada le sigue a pasos precipitados por la llanura, pero advirtiéndolo Abradates le ruega se retire y revista de valor. Sus eunucos y mujeres se aproximaron entonces y la ocultaron a las miradas de la multitud.


Al final la historia amorosa predomina sobre la intención moral con que se iniciaba el relato, y la historia no deja de ser un mero marco para situar la tragedia.

Hay dos relato trágico de amores que culminan en la muerte de los amantes por causa de la intolerancia de los padres. En «Los amantes ahogados» una pareja de jóvenes ingleses cuyos padres rechazan sus relaciones deciden verse en secreto en unos baños públicos en donde el joven entrará vestido de mujer. Cuando el encuentro se verifica, la joven se desmaya de vergüenza y cae al estanque. Su novio va a auxiliarla pero la madre que le descubre le ataca y a pesar de los intentos del joven le impide socorrer a su enamorada. Al final la joven muere y su novio se precipita al estanque llevando con él a la madre de la muerta y perecen los dos. En «María Fedorovna» el padre de ésta le impide ver a su amado el Conde Markof. Cuando los enamorados se están entrevistando en secreto en la habitación de María, llega el padre y Markof se esconde en un arcón donde perece asfixiado. María se suicida. En ambos cuentos se culpa a los padres del desenlace. El principio de la segunda narración lo deja bien claro: «Esta historia, todavía poco conocida, encierra una importante lección para los padres de familia, haciéndoles ver los tristes efectos del rigor demasiado con que tratan a sus hijos y en particular a sus hijas» (207).

Para conseguir el interés y el asombro se insiste con mucha frecuencia en que lo que se cuenta es cierto, no una invención. Con frecuencia aparecen añadidos a los títulos como «Anécdota histórica», «Suceso verdadero», «Hecho histórico», «Aventura rara» etc.

La característica más importante de este grupo de cuentos es, como ya hemos visto, la moralidad. Se encuentran reflexiones morales, constantemente, incluso en cuentos que no son directamente morales, como «Los amantes ahogados» o «Aventuras de un inglés en la Siberia».

Una segunda característica es la extrema lacrimosidad. Los ejemplos se pueden encontrar en muchos cuentos. El protagonista de «El juez de su mismo padre» después de castigar a su progenitor «baña los pies con sus lágrimas»   —102→   (230). El protagonista de «La inclinación secreta» cuando reconoce a sus hijos siente que las lágrimas se asoman a sus ojos y el llanto le corta las palabras. Los hijos por su parte, besan las manos de su padre y las bañan con su llanto (217) Sibila, ante su marido enfermo, conserva la belleza «aun en medio de las lágrimas que derramaba» (156).

La técnica narrativa de los relatos es casi idéntica en la mayoría de ellos: narrador omnisciente, organización temporal lineal y un gran predomino del estilo indirecto: el diálogo es casi inexistente. El narrador constantemente interviene, frecuentemente con calificaciones morales y conclusiones sentenciosas para instrucción del lector. Cuando se trata de un narrador en primera persona, se mantienen esta tendencia a la sentencia moral. Técnicamente siguen predominado los mismos elementos: narrador omnisciente, estructura lineal y estilo indirecto. El exotismo está muy presente y nos encontramos con cuentos que transcurren en Rusia («María Fedorovna»), Polonia («Historia de Vanda»), Persia («Historia de Pantea y Abradates») o Pomerania («Bogislao»). Con mucha frecuencia se asocia el cuento moral a la ambientación en el Oriente. Es el caso de «Korem y Zendar, cuento tártaro» y de «El Juez de su mismo padre» que transcurre en Arabia.





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Relación de cuentos publicados en El Correo de Sevilla

  • Historia de Pantea y Abradates. Correo de Sevilla. Año: 1803, tomo: 1, páginas 1-6. (Ya publicado en el Correo de los Ciegos de Madrid (1787, 273/274 y 277/278) con el título de «Rasgos sueltos de la Historia de Ciro». La versión del Correo de los Ciegos contiene historias distintas de la cual la de Pantea y Abradates es la segunda. La redacción es distinta).
  • El amante desengañado. Cuento. Correo de Sevilla. Año: 1803, tomo: 1, páginas 53-54.
  • Bogislao X, Duque de Pomerania, llamado el Grande. Anécdota Correo de Sevilla. Año: 1804, tomo: 3, páginas 81-85/89-91
  • La generosidad. Apólogo. Correo de Sevilla. Año: 1804, tomo: 4, páginas 117-118. (Traducción de las Fábulas de Lichtwer).
  • El juez de su mismo padre. Anécdota. Correo de Sevilla. Año: 1804, tomo: 4, páginas 238-239.
  • Korem y Zendar. Cuento tártaro. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 4, páginas 241-245/249-252.
  • Ensayo Moral. Autor: T. D. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 5, páginas 241-246.
  • La fuerza del amor. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 5, páginas 249-250.
  • —104→
  • Historia de Jacobo Johnson. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 5, páginas 267-270. (Había sido publicado en el Correo de Cádiz)
  • Un bienhechor desconocido. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 6, páginas 81-85. (Publicado en El Correo de los Ciegos (1787; 189/191) con el título de «Roberto»).
  • Análisis de las memorias de Madama G***. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 6, páginas 137-142/145-150/153-158. (Resumen novelado de la novela de Gellert Das Leben der schwedischen Gräfin von G.***. La obra no debió ser publicada íntegra en España. Montesinos no la menciona en su Introducción a una historia de la novela española en el Siglo XIX).
  • Historia de María Federovna. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 6, páginas 207-212.
  • El consejo de Venus. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 7, páginas 1-4/9-13.
  • Credulidad judaica. Aventura rara. Correo de Sevilla. Año: 1805, tomo: 7, páginas 229-231.
  • Rasgos de una generosidad sin ejemplo. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 8, páginas 67-68/75-79.
  • Los amantes ahogados. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 8, páginas 167-168. (Vuelve a aparecer con el título «Trágico accidente ocurrido en un baño» en El Remedio de la Melancolía (1821) de Agustín Pérez Zaragoza Godínez. Páginas 139-144).
  • —105→
  • Los gitanos. Anécdota histórica. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 8, páginas 234-240/243-247.
  • Un sueño. Autor: D. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 8, páginas 267-272.
  • Reflexiones que curaron los celos de un recién... Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 8, páginas 275-279.
  • El loco por la pena es cuerdo. Aventura graciosa de una inglesa. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 9, páginas 65-68. (Vuelve a aparecer con el título «Aventura graciosa y lección para el bello sexo» en El Remedio de la Melancolía (1821) de Agustín Pérez Zaragoza Godínez. Páginas 122-130).
  • Robo de un niño recién nacido. Anécdota histórica. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 9, páginas 201-204.
  • La literata inglesa convertida en predicadora. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 9, páginas 230. (Ya había sido publicado en el Correo de los Ciegos (1789; 2485) con el título «Suerte de una dama que se había metido a predicadora» firmado pos M. A. S. de T.
  • Historia de Vanda, reina de Polonia. Correo de Sevilla. Año: 1806, tomo: 10, páginas 109-110.
  • Sibila o el heroísmo del amor conyugal. Anécdota del siglo XII. Correo de Sevilla. Año: 1807, tomo: 11, páginas 153-158.
  • —106→
  • Obstinación vencida por el amor. Correo de Sevilla. Año: 1807, tomo: 11, páginas 249-252.
  • La inclinación secreta. Correo de Sevilla. Año: 1808, tomo: 13, páginas 213-217.
  • Aventuras de un inglés en la Siberia. Correo de Sevilla. Año: 1808, tomo: 13, páginas 245-249/253-256/261-265/269-273.
  • Aventuras singulares de un español en la isla de Jamaica. Correo de Sevilla. Año: 1808, tomo: 14, páginas 33-36/41-45/49-53.
  • Enigma de un rústico a su rey. Correo de Sevilla. Año: 1808, tomo: 14, páginas 82-85.



Bibliografía

  • ALCALÁ GALIANO, Antonio: Recuerdos de un Anciano. (Obras Completas, I) Madrid. Biblioteca de Autores Españoles.
  • AGUILAR PIÑAL, Francisco: Temas sevillanos (Primera serie). Sevilla. Universidad de Sevilla. 1992.
  • CHAVES, Manuel: Historia y Bibliografía de la Prensa Sevillana. Sevilla. Imprenta de Roscio. 1896.
  • MONTESINOS, José F.: Introducción a una Historia de la novela española en el Siglo XIX. Madrid. Castalia. 1982.
  • TRIGUEROS, Cándido María. Mis pasatiempos. Almacén de Fruslerías agradables. Madrid. Imprenta de la viuda de López. Dos tomos. 1804.
  • SOLÍS, Ramón: El Cádiz de las Cortes. Madrid. Sílex. 1987.


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