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Cuerpos en pedazos

Jean Franco





Siempre me han fascinado los ensayos de Margo Glantz -La lengua en la mano (1983), De la amorosa inclinación a enredarse en cabellos (1984), Esguince de cintura (1994)- que toman corpus distintas partes del cuerpo. Aunque se puede trazar antecedentes en los libros de Bataille (cuya obra conoce bien), Margo, en cierto sentido, se atreve tanto o más que el autor francés. En su libro de 1983, escrito en un ambiente todavía púdico, aborda no solamente el erotismo sino la pornografía y la sexualidad, revisando la significación del culo (en Bataille), la matriz (en Armonía Somers), la nariz (Djuna Barnes) a la vez que señala el lenguaje pudibundo de la literatura mexicana cuando se refiere al cuerpo de la mujer.

El imaginario del cuerpo, por supuesto, ha pasado por muchas transformaciones. Sor Juana, cuya obra ha sido magistralmente editada y comentada por Margo, imaginaba el cuerpo no sólo según un orden jerárquico sino también como una fábrica bien administrada, en la cual la «científica oficina», el pulmón-fuelle y los humores cálidos trabajan «en arterial concierto». Sin embargo hace tiempo el cuerpo ha cesado de ser una imagen de la armonía y la unidad de la persona, o garante de la individualidad, para convertirse en fragmentos mercantilizables. En 1994 el autor de un artículo en el New York Times, «What’s Life Worth?» dio la siguiente cotización: $200 mil para un corazón, $150 mil para un hígado y $25 mil para un pulmón. El cuerpo antes valorizado como santuario o como productivo y reproductivo ya se vende o se dona por partes.

En vez de lamentar la fragmentación del cuerpo como un síntoma pre-apocalíptico, Margo celebra la dispersión, porque multiplica las posibilidades metafóricas y añade nuevas y a veces inesperadas regiones a las consabidas zonas erógenas. Así «De pie sobre la literatura mexicana» (Esguince de cintura) introduce una discusión de Baile y cochino de Tomás Cuéllar meditando sobre la significación del pie calzado observando que «en el pie calzado se quedan los deseos o se inician y la sexualidad repta, cambia su piel, voluptuosamente entregada al oro, a la seda, a las tapicerías, al terciopelo, a los satenes, a los suntuosos charoles, a las suaves cabritillas». Pies de mujer por supuesto. Porque lo que le interesa a Margo es el erotismo, y los fetiches que de repente producen asociaciones inesperadas. En De la amorosa inclinación a enredarse en los cabellos compara a Hemingway con King Kong por lo peludo, recordando la reacción violenta del autor americano cuando se le acusa de llevar «pelo postizo en el pecho» e incluye una divertidísima discusión de la novela menos conocida del autor americano, Garden of Eden, en la cual «su heroína, Catherine, quiere convertirse en hombre y pretende que el héroe, David, se vuelva mujer. Esta transformación se produce debido a la longitud de los cabellos de los protagonistas».

Los pies, los cabellos, la lengua, asocian literatura, cultura y géneros populares, cine y pintura, siglo XVIII y siglo XX. Los géneros y las disciplinas se cruzan y se mezclan cuando descubre un parentesco entre los héroes de la novela romántica y John Travolta, entre los retratos de monjas pintadas en la colonia y los autorretratos de Frida Kahlo. Además (cosa rara en la crítica literaria) De la amorosa inclinación está ilustrado; los peines, las tijeras y el cabello postizo irrumpen en el orden del texto impreso. Estos tres textos no solamente mezclan cultura alta y cultura popular, arte y literatura, anécdota y erudición, sino que tienen el propósito de restaurar el placer íntimo y no mercantilizado que brinda la lectura en el pasado, recordando una época en que los jóvenes y las muchachas coleccionaban citas y poemas y compilaban lo que en inglés se llama The Common Place Book. Los libros de Margo dedicados a las partes del cuerpo captan sin nostalgia este deseo de conservar el placer que nos han dado ciertos libros; vinculan gozosamente el erotismo con la lectura, la lengua con la mano. Es una lástima que casi no se haya infiltrado esta forma de crítica en «the groves of academe» en donde, por desgracia, la lectura se convierte en producción trabajosa o, peor aún, en instrumento.





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