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Cultura y democracia : revista mensual. Núm. 4, abril 1950

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ArribaAbajoUna seria advertencia de los pueblos

Exigimos la prohibición absoluta del arma atómica, arma de terror y exterminio en masa de poblaciones.

Consideramos que el gobierno que fuese el primero en utilizar la bomba atómica contra cualquier país cometería un crimen contra la Humanidad y debería ser tratado como criminal de guerra...


(De la Resolución de Estocolmo del Comité del Congreso Mundial de Partidarios de la Paz).                


Este breve pero elocuente documento recorre hoy todo el Planeta. Llega a las grandes ciudades y a las pequeñas aldeas, se extiende por todos los continentes. Intérprete fiel de los deseos más fervientes de todos los pueblos, al pie estampan su firma millones y millones de personas. Lo subscriben mineros, metalúrgicos, portuarios, campesinos   —2→   y estudiantes, sabios y artistas, toda persona honrada que odia la guerra. Lo firman millones de mujeres, celosos guardianes del hogar y la familia. Lo firma la juventud pletórica de nobles aspiraciones de vivir y de crear. Lo firman sacerdotes, hombres de Estado, militares, todo cuanto hay de honesto en la tierra.

     Estas firmas, que se cuentan por millones, no son simples firmas, es la advertencia de los pueblos a los propagandistas de la agresión atómica que les dicen que han elegido un camino peligroso. Les advierten que han pasado ya los tiempos en que se podía exterminar impunemente a millares de mujeres y niños, asolar aldeas, reducir ciudades a escombros. Les recuerda que ha existido Nuremberg. Que si el inmenso clamor que cruza el mundo en todas direcciones, exigiendo prohibir el empleo de las armas de exterminio en masa, no basta para poner coto a sus criminales aventuras, tendrán que responder desde el banquillo de los acusados ante el Tribunal de los Pueblos. Y correrán la misma suerte que corrieron los cabecillas del Tercer Reich.

     En la lucha por salvar a la humanidad de una catástrofe sin precedentes, por proteger el inmenso acervo cultural acumulado por siglos de ingenio y de trabajo humano, encuentran un lenguaje común hombres de diversas ideas políticas y creencias religiosas. Los que viven y crean en la sociedad socialista y los que aún confían en el régimen capitalista.

     Organizaciones de carácter muy diverso se suman a diario a la campaña contra la bomba atómica. El Comité Internacional de la Cruz Roja se ha dirigido a los gobiernos de 62 países pidiéndoles hacer toda clase de esfuerzos para prohibir el arma atómica.

     Eminentes hombres de ciencia estigmatizan a los gobiernos militaristas que emplean las grandes conquistas del pensamiento y la experiencia humana con fines de exterminio.

     Gran número de sabios, de figuras eminentes de la Física, se niegan a servir de instrumentos de los imperialistas en la fabricación de armas de destrucción en masa. A los 1.500 sabios norteamericanos que han censurado la política «atómica» del presidente Truman se han sumado numerosos profesores de otros países. La Asociación Británica de Trabajadores científicos, que agrupa a más de 16.000 afiliados,   —3→   acaba de manifestarse por la prohibición del arma atómica. El doctor Johnson, profesor de la Universidad británica de Oxford, interpretando el sentir de numerosos profesores progresivos, ha declarado:

«Si me proponen colaborar en la creación de la 'superbomba' responderé categóricamente ¡No! Es demasiado abominable».

El profesor Londail, secretario de la Asociación Investigadora de la energía atómica de Inglaterra, se ha expresado del siguiente modo:

«Considero extremadamente amoral el empleo de este arma de exterminio en masa. A mi parecer sabios y técnicos deberían negarse a prepararla».

Los hombres progresivos de ciencia, los trabajadores de todo el mundo exigen seguir el ejemplo de la Unión Soviética y emplear la energía atómica para iniciar una nueva era en el desarrollo de las fuerzas productivas, para hacer más fácil y mejor la vida de los hombres, para impulsar la técnica y el progreso, para domeñar en provecho del hombre las fuerzas de la naturaleza.

     El gran movimiento mundial por la paz es fuerte y se agiganta. Su acción enérgica deberá poner freno a los agresores y colocar fuera de la ley el arma atómica. Para ello es preciso que todos los seres honrados de la Tierra se unan en la acción enérgica y decidida contra los bandidos imperialistas que traman nuevos crímenes de lesa humanidad.

     Ni que decir tiene que la resolución de Estocolmo y el gran movimiento mundial que exige prohibir el uso del arma atómica expresan el más hondo sentir del pueblo español, al que Franco trata de convertir en un instrumento ciego de la agresión imperialista.

     A los incesantes preparativos bélicos que a las órdenes de los americanos realizan desde hace tiempo los franquistas en España, en el aspecto material y psicológico, se une ahora la actividad atómica en suelo español. De ello es testimonio el proyecto de laboratorio atómico en Sierra Nevada que sabios hitlerianos, por orden de los yanquis, han comenzado a planear en colaboración con los franquistas.

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Al lado de esto, el aparato propagandístico del régimen, la prensa, la radio, la Iglesia, etc., despliegan en los últimos tiempos gran actividad para crear entre la población la psicosis de guerra atómica, de la guerra de exterminio humano, que se presenta como escrita en los Evangelios, como un designio divino.

     Las Pascuas han sido una buena ocasión para dar rienda suelta a esta odiosa actividad. Siguiendo los pasos del cardenal fascista yanqui Spellman, que hoy da tono en el Vaticano, el Cardenal Segura inició un ciclo de sermones sobre el tema «El próximo fin del mundo». En su innoble empeño, este incendiario de guerra se remitió ni más ni menos que a las predicciones hechas por un Papa en 1891, según el cual el mundo solamente viviría unos 50 o 60 años más. Habló de la llegada inmediata del fin del mundo, del Apocalipsis, para terminar diciendo, y ése era el encargo recibido de sus amos, «que existen armas terribles de destrucción en masa, ante las cuales lo único que se puede hacer es orar para que Dios nos coja confesados». Al lado de esto, las autoridades franquistas distribuyen circulares de la Defensa Pasiva con instrucciones para en caso de bombardeo atómico, mientras que su Prensa crea la idea de la inevitabilidad de la destrucción de España por el arma atómica.

     Tal es la suerte que el franquismo, tras de haber sumido a España en la ruina, en el hambre y en la miseria, depara a nuestro pueblo. En su furor de bestia mortalmente herida el régimen franquista trata de morir matando, de sumir a España en la más espantosa destructora de las guerras. Deber de todos los españoles honrados es impedir la consumación del monstruoso crimen que el franquismo perpetra contra España, sumar sus fuerzas al poderoso movimiento mundial por la prohibición del arma atómica, redoblar la lucha contra el franquismo, que personifica la guerra, la devastación de España, por la República y la democracia, que personifican la paz y la vida.

     ¡Que el clamor de ¡alto a los manejos de los incendiarios de la guerra!, ¡fuera de la ley el arma atómica! ahogue la propaganda apocalíptica de los franquistas! ¡Que la acción unida y enérgica de todos los españoles honrados hunda al franquismo para salvar a España!



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ArribaAbajoLa lucha de la unión soviética contra el empleo del arma atómica

Por M. Rubinstein


La acción de la Unión Soviética contra el empleo de la bomba atómica parte desde la primera utilización de este arma bárbara por los imperialistas americanos. En efecto, unos meses después de la destrucción de Hiroshima y de Nagasaki, el gobierno soviético propuso la prohibición de este arma de exterminio en masa.

Por iniciativa de la Conferencia de los ministros de Asuntos Exteriores (Moscú, diciembre de 1945), la primera sesión de la Asamblea General de la ONU (enero de 1946) se pronunció por unanimidad por la exclusión del arma atómica del arsenal de las naciones. Creó asimismo una comisión especial encargada de preparar, rápidamente, propuestas tendentes al control internacional de la energía nuclear y que garantizaran la utilización de ésta para fines exclusivamente pacíficos.

La Comisión de control de la energía atómica comenzó sus trabajos en junio de 1946. Inmediatamente la delegación soviética presentó proposiciones conducentes a: 1.º establecer un acuerdo prohibiendo la producción y empleo del arma atómica; 2.º la destrucción de los stocks existentes de bombas atómicas y 3.º establecimiento de un sistema de control riguroso que garantizara la utilización de la energía atómica para fines exclusivamente pacíficos.

En una entrevista con A. Werth, corresponsal del Sunday Times en Moscú, J. Stalin indicaba, ya en septiembre de 1946, que las bombas atómicas no están destinadas más que a intimidar a los que tienen los nervios débiles, pero que no pueden   —6→   decidir el resultado de una guerra, porque son absolutamente insuficientes para este fin. Cierto, añadía Stalin, que la posesión monopolizada del secreto de la bomba atómica representa una amenaza, pero existen por lo menos dos remedios con relación a esto:

a) la posesión monopolizada de la bomba atómica no puede durar mucho tiempo;

) el empleo de la bomba atómica será prohibido.

En octubre de 1946, en respuesta a las preguntas de Hugh Baillie, presidente de la Agencia Americana United Press, Stalin subrayó la necesidad de establecer un control internacional riguroso de utilización de la energía atómica.

Los delegados soviéticos en la Comisión atómica, en el Consejo de seguridad y en los demás organismos de la ONU han tratado con firmeza y perseverancia de realizar esta tesis de Stalin. Más de una vez han sometido a la Comisión atómica y a la Asamblea general de la ONU proyectos detallados de convenios prohibiendo el arma atómica, así como proyectos relativos a un control internacional riguroso de la utilización de la energía nuclear para fines exclusivamente pacíficos.

Bajo la presión de la opinión internacional, los «atomistas» americanos se vieron obligados a maniobrar y simular que ellos no estaban en principio contra las propuestas soviéticas. El 14 de diciembre de 1946 la Asamblea general de la ONU votaba por iniciativa de la delegación soviética una resolución relativa a la reglamentación y a la reducción de los armamentos, resolución en cuyo párrafo 4 se sugería que el Consejo de seguridad acelerara el examen de un proyecto de convención concerniente a la prohibición del arma atómica y al control internacional.

El párrafo 6 de la misma resolución indicaba que el sistema internacional de control de la energía atómica debería ser instituido dentro del «marco del Consejo de seguridad». Esta resolución, votada por unanimidad, demuestra que los principios esenciales de las proposiciones soviéticas de junio de 1946 habían recibido la aprobación y confirmación de la Asamblea general de la ONU. Sin embargo, desde que fue cuestión para la Comisión atómica de la ONU el dar cuerpo a las proposiciones soviéticas, éstas fueron sistemáticamente rechazadas de conformidad con la consigna americana. Fueron rechazadas porque los «atomistas» ni siquiera soñaban con aceptar un control efectivo. Es exactamente todo lo contrario lo que ellos deseaban: el control debía asegurar a los Estados Unidos la posibilidad ilimitada de apoderarse de todas las materias primas atómicas y continuar, sin ningún control, la producción del arma atómica.

Tanto en la Asamblea general de la ONU como en el Consejo de seguridad y en la Comisión atómica, los delegados soviéticos lucharon sin descanso por la prohibición del arma atómica y por el establecimiento de un control internacional riguroso. Y su lucha halló el apoyo activo de cientos de millones de hombres en todos los países del mundo.

En nombre de 600 millones de hombres y mujeres, el Congreso Mundial de Partidarios de la Paz reclamó la prohibición del arma atómica y de todos los demás medios de exterminio en masa. El deber de los partidarios de la paz, declaró el presidente del congreso, es impedir que la energía atómica sea utilizada para fines de destrucción y que la ciencia se embarque por ese camino falso; los partidarios de la paz deben asociarse a todos los hombres que proponen el poner fuera de la ley el arma atómica.

A esta voluntad de paz de centenares de millones de hombres, los imperialistas americanos oponen   —7→   nuevas variantes del famoso plan Baruch que, en su concepción misma, es contrario a los principios fundamentales y a la carta de la ONU.

Si este plan, que propone un supertrust atómico mundial, hubiera sido aceptado, los Estados adheridos a la ONU hubieran sido privados de su soberanía nacional y entregados, atados de pies y manos, a los monopolios americanos. Es evidente que ese plan, cualquiera que sea el camouflage, es absolutamente inaceptable para la URSS y para todos los pueblos amantes de la democracia y de la libertad.

Sin embargo, los imperialistas americanos se obstinan en preconizar el plan Baruch, instrumento de su hegemonía. Su táctica en lo relativo al control internacional de la energía nuclear es, pues, la que ellos utilizan habitualmente para hacer abortar la cooperación con la URSS. Stalin ha demostrado que los inspiradores de la política agresiva en los Estados Unidos y en Inglaterra no se consideran interesados en un acuerdo y en la cooperación con la URSS. «Tienen necesidad no de un acuerdo y de cooperación, sino de discursos sobre el acuerdo y la cooperación a fin de hacer fracasar el acuerdo y de echar la culpa a la URSS y 'demostrar' con ello la imposibilidad de colaborar con la URSS».

Esta táctica, esperan los imperialistas americanos, permitirá mantener la coyuntura de guerra y de inflación, hipertrofiar el presupuesto de guerra, reforzar el militarismo, la reacción y el fascismo, en los Estados Unidos. La bomba atómica debe atizar la psicosis de guerra y agravar la tensión internacional.

Así se explica el hecho de que en los trabajos de la Comisión atómica de la ONU no es un acuerdo sobre la prohibición del arma atómica y el control de la energía nuclear lo que interesa a los sostenedores del plan Baruch, sino muy al contrario: la ausencia de un acuerdo de esta clase. Ésta es la razón de por qué, obedeciendo a sus patronos americanos, la mayoría de la Comisión atómica ha rechazado todas las proposiciones hechas por la Unión Soviética.

En su discurso pronunciado en la sesión plenaria de la Asamblea general, el 4 de noviembre de 1948, A. Vichinski subrayó que la minoría en la Asamblea General tenía de hecho tras ella la inmensa mayoría de la humanidad. «Cuando sea planteado a los pueblos -dijo con fuerza-, se verá que la minoría en la Asamblea general representa en realidad a la mayoría de los pueblos del mundo. Éstos apoyan la idea de la paz, denuncian a los instigadores de guerra, exigen el mantenimiento de la conservación de la paz en el mundo entero. Elevan sus voces indignadas contra todas las tentativas de dificultar la solución de esta tarea fundamental que está inscrita en la Carta de la ONU, pero que, desgraciadamente, no ha sido realizada conforme a las exigencias de la Carta y de la conciencia...»

El 25 de septiembre de 1949 la agencia Tass publicaba un comunicado anunciando que la Unión Soviética poseía, desde 1947, el secreto del arma atómica. El comunicado precisaba, además, que toda inquietud mantenida a este respecto por ciertos círculos extranjeros estaba desprovista de fundamento. «El gobierno soviético, a pesar de poseer el arma atómica, mantiene y está decidido a mantener en el porvenir su posición anterior de prohibición absoluta del arma atómica y de la necesidad de un control internacional».

Este comunicado de Tass significaba la ruina de la diplomacia atómica y aventurera del imperialismo   —8→   americano. Ya que todos los cálculos de los promotores de guerra americanos habían estado basados en la hipótesis de que la Unión Soviética no podría aún por mucho tiempo utilizar la energía nuclear y que, por consecuencia, el monopolio del arma atómica continuaría en poder de los Estados Unidos.

Sin embargo, en septiembre de 1946 Stalin había declarado al corresponsal del Sunday Times que la posesión monopolizada de la bomba atómica no podía durar mucho tiempo. Y el 6 de noviembre de 1947 V. Molotov había anunciado que el secreto de la bomba atómica no existía desde hacía mucho tiempo. Esta declaración significaba que la Unión Soviética había descubierto el secreto del arma atómica y disponía de este arma.

Pero un viejo proverbio dice: «Júpiter arrebata la razón a los que quiere perder». Calculando que los rusos no podían producir la bomba atómica antes de 1952, los imperialistas americanos habían tomado la declaración de Molotov por un bluff y continuaron basando su política exterior en el chantaje atómico. No es, por lo tanto, extraño que el comunicado de la agencia Tass haya sembrado entre ellos el pánico y la confusión, suscitando en el campo de la paz alegría y confianza.

Incluso un ideólogo de la hegemonía mundial de los Estados Unidos tan notorio como Walter Lippinan se ha visto obligado a reconocer el chasco de la política agresiva americana, chasco que ha resultado, de una parte, de la derrota sufrida por esta política en China y, de otra parte, por la existencia del arma atómica en la URSS. De esta forma se ve obligado a recomendar negociaciones sobre la base «del equilibrio de fuerzas y de la ventaja recíproca».

En un artículo titulado «¿Tendremos el valor de ver las cosas como son?» el sabio atómico americano Leon Szilard escribe: «El arma atómica a disposición de la URSS cambia de manera radical toda la situación internacional, sobre todo con relación a los países de Europa occidental. Esto conduce a una situación que no habíamos previsto durante la conclusión del pacto del Atlántico».

Comprobando el fracaso de este pacto de agresión, Szilard invita a mirar la verdad a la cara, proclamar la caducidad del pacto y, sobre todo, a entablar inmediatamente conversaciones con la URSS sobre la prohibición del arma atómica y el control internacional.

Pero al mismo tiempo, los círculos monopolistas de los Estados Unidos y la Prensa reaccionaria sometida a ellos han intentado explotar el comunicado de Tass para acelerar la carrera de los armamentos e intensificar su famosa «guerra fría».

Ante esta intensificación de la propaganda de guerra, la política de paz de la Unión Soviética y, especialmente, la nueva propuesta de la URSS en la 4.ª sesión de la Asamblea general de la ONU de prohibición del arma atómica ha hallado el eco más profundo en todos los países del mundo. La batalla por la paz, que tiene a su cabeza a la Unión Soviética, recluta sin cesar nuevos millones de combatientes. Se hace cada vez más enérgica y adquiere formas cada vez más organizadas y eficaces. La acción de masas de los partidarios de la paz, en todos los países, contiene invariablemente esta reivindicación de las masas populares: prohibición del arma atómica.

La impresión producida por el comunicado de Tass, del 25 de septiembre de 1949, sobre las masas populares de todos los países, incluido los Estados Unidos, ha sido tan profunda que, para mantener la psicosis   —9→   de guerra, los «atomistas» americanos se entregan a una nueva maniobra tan torpe como criminal. Al grito de paz de centenares de millones de hombres, el Gobierno de los Estados Unidos responde con la amenaza de una bomba «superpotente»: la bomba de hidrógeno. Como consecuencia de la nueva declaración de Truman, la Prensa americana ha lanzado una nueva campaña de odio. Los políticos y la Prensa reaccionaria de los Estados Unidos blanden la bomba de hidrógeno y no hablan más que de este «arma definitiva», del «fin del mundo», etc...

Todo esto tiene por objeto desorientar a las masas populares, intimidarlas y desviar su atención de esta pregunta: ¿por qué el Gobierno de los Estados Unidos se niega a aceptar las proposiciones soviéticas relativas a la prohibición del arma atómica y al establecimiento de un control internacional? A favor de un nuevo acceso de histeria atómica los imperialistas americanos tratan de aumentar aún más los presupuestos de guerra de los Estados Unidos y de los países marshalizados.

En su furor agresivo los amos de la política americana han perdido todo sentido de la realidad y ni siquiera en sueños piensan en revisar su línea política que ha fallado. Acheson, y después de él Truman, acaban de reafirmar su fidelidad al plan Baruch, ese plan insensato encaminado a implantar un super monopolio atómico de los trusts americanos en el mundo y basado en la falsa esperanza de que los Estados Unidos conservarían el monopolio del arma atómica.

Pero ningún chantaje de la bomba de hidrógeno, ningún acceso de histeria atómica organizado en interés de la industria de guerra americana obligará a la Unión Soviética a abandonar el continuar consecuentemente la política stalinista de paz, preconizando la prohibición de la bomba atómica, arma bárbara de agresión cuyo empleo es incompatible con el pertenecer a la ONU y contrario al honor y a la conciencia de los pueblos.

Practicando esta política de amistad y de paz entre los pueblos la Unión Soviética está fortalecida con el apoyo de toda la humanidad progresista.

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Así quedó Hiroshima después de la bomba atómica. Para evitar en España una catástrofe igual, ¡firmad el llamamiento de Estocolmo!

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ArribaAbajoAcción de los partidarios de la paz

Alemania

La recogida de firmas para el llamamiento de Estocolmo en la República Democrática Alemana ha adquirido una amplitud enorme. Ascienden a más de 15.000.000 las firmas reclamando la prohibición del arma atómica.

En la Alemania occidental los jóvenes y adultos partidarios de la paz desarrollan una intensa actividad de recogida de firmas. Los obreros de la fábrica Schircker und Diedel han firmado en su totalidad el llamamiento de Estocolmo. La recogida de firmas se realiza en las calles, almacenes, fábricas y por casas. En Hamburgo se ha celebrado un congreso de la Paz al que asistieron 1.038 delegados.

Bélgica

Los obreros portuarios de Amberes han firmado unánimemente el llamamiento de Estocolmo y piden al resto de los portuarios belgas que sigan su ejemplo.

Brasil

El III congreso de escritores brasileños ha acordado luchar por la prohibición de la bomba atómica.

La conferencia de Sindicatos del Estado Río Grande del Sur, después de aprobar el llamamiento de Estocolmo, ha manifestado la decisión de la clase obrera a «no dejar salir un sólo grano de trigo, un sólo gramo de carne o de carbón para las fuerzas de agresión».

Han aprobado también el llamamiento de Estocolmo la Asamblea del Estado de Pernambuco, varios ayuntamientos, la Asociación de la Prensa brasileña, el presidente de la Cruz Roja y otras muchas organizaciones y personalidades.

Bulgaria

Han firmado el llamamiento de Estocolmo más de 6 millones de personas, o sea la casi totalidad de la población adulta de Bulgaria.

Canadá

Ha sido presentada al Parlamento una declaración en favor de la paz con más de 200.000 firmas.

Checoslovaquia

Solamente en un día se recogieron 1.500.000 firmas. Pasan ya de 3 millones los firmantes del llamamiento de Estocolmo.

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Chile

Se ha celebrado una conferencia de Partidarios de la Paz a la que acudieron millares de representantes de sindicatos y organizaciones democráticas. Se votó por unanimidad una resolución exigiendo una política de paz.

China

Las organizaciones democráticas se han comprometido a recoger cien millones de firmas para el llamamiento de Estocolmo.

Cuba

En las calles de algunas localidades se han instalado mesas invitando a los transeúntes a poner su firma al pie del llamamiento de Estocolmo.

Dinamarca

Los obreros del puerto de Copenhague han protestado en una resolución contra la transformación de Dinamarca en un arsenal de guerra americano.

Estados Unidos

El partido Progresista ha acordado lanzar una campaña por la puesta fuera de la ley de la bomba H. y de todas las armas de destrucción en masa y por que rápidamente se entre en negociaciones con la URSS.

Holanda

Los obreros del puerto de Amsterdam han firmado el llamamiento de Estocolmo en un 90%.

Hungría

Se han recogido 7.600.000 de firmas para el llamamiento de Estocolmo.

Italia

Existen 30.000 comités que se ocupan de la recogida de firmas contra la bomba atómica.

Polonia

Se han movilizado 500.000 personas para la recogida de firmas. El número de éstas al pie del llamamiento de Estocolmo llega ya a once millones.

Rumania

Han firmado 7.930.242 personas por la prohibición de la bomba atómica.

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ArribaAbajoDatos y cifras sobre la crisis y la ruina económica de España

El franquismo, dictadura fascista de los explotadores más rapaces, de la oligarquía financiera y de la nobleza terrateniente, secundados por la caterva de obispos y generales, personifica la crisis, la ruina y la degradación de la economía española, y el hambre y la miseria del pueblo trabajador.

En los once años de su dominación, la economía española, que había hallado nuevo campo de desarrollo en los marcos de la República democrática, se derrumbó con estrépito. Cayó la agricultura, la industria, el transporte, el comercio, las finanzas. Y sobre este fondo de ruinas desoladas, sobre las que se cimentan las fantásticas fortunas de los criminales de lesa Patria del campo falangista, sufre el pueblo envuelto en la miseria, hambriento, acosado, oprimido.

El franquismo hizo retroceder a España muchos años del lento y penoso camino de su desarrollo obstaculizado por la lepra semifeudal que la anquilosa. Algunas de las ramas de su economía descendieron al nivel de 1900. Otras aparecen a la altura de las primeras décadas de nuestro siglo y la inmensa mayoría no alcanzan, ni con mucho, el nivel alcanzado en los años del poder republicano.

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Mientras España retrocede por un camino ya andado, el mundo sigue adelante, ahondándose profundamente el atraso que la separa no ya del mundo socialista donde las fuerzas productivas se desarrollan en forma impetuosa, sino de muchos países capitalistas que a principios de siglo aparecían detrás de ella. Esto acentuó su dependencia económica y política del extranjero y, rodando de mano en mano, vendida por el franquismo, llegó a convertirse en una colonia del imperialismo yanqui.

Exponente de la ruina económica de España es el descenso continuo de su Renta nacional.

La Renta nacional -valor global de todas las mercancías producidas por los trabajadores en un año-, y su proporción por habitante, es la balanza que mide la potencia económica de una nación y el nivel de vida del pueblo.

Bajo el franquismo la Renta nacional desciende continuamente, y mientras tanto aumenta la población. Es decir, disminuye la cantidad de víveres, de tela, de calzado, de mercancías en general, y aumentan las bocas a comer, las personas a calzar, a vestir... ¿Quiere esto decir, como afirman los franquistas, que la culpa de todo reside en el aumento de la población? No. Semejante afirmación es monstruosa. España continúa siendo uno de los países más ricos y menos poblados de Europa. Se trata de que el franquismo no sólo frena el desarrollo de las fuerzas productivas, sino que las destruye.

Al descender el conjunto de la Renta nacional, descendió asimismo la renta por individuo. Si la Renta nacional de los años 1935 y 1948 se hubiera distribuido en partes iguales entre todos los españoles, cada uno hubiera recibido 1.033 pesetas en el primer caso y 873 en el segundo. Es decir, en 1948 cada español hubiera podido adquirir 15,5% menos mercancías que en 1935 con la República. Esto revela el empobrecimiento económico del país, y el descenso del nivel de vida de la población.

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Pero la Renta nacional no se distribuye por individuo. En un país   —15→   capitalista como España la renta se distribuye entre los elementos explotadores y parasitarios y los trabajadores. En este reparto, la parte del león se la llevan los explotadores del trabajo ajeno, los parásitos de la sociedad. Al descender el volumen general de la renta nacional durante los años 1939-49, los explotadores y parásitos no sólo no vieron disminuir la parte que se llevaban de la Renta nacional, sino que -y en esto se pone de manifiesto el carácter del régimen franquista- la vieron aumentar considerablemente. Por ejemplo, en 1948 7.048 millonarios, de los 14.000 que se calcula existentes en España, tuvieron una renta de más de 2.800 millones de pesetas. Mientras tanto millones de trabajadores vivieron en lucha con la más negra miseria.

De esta suerte, todo el peso de la ruina económica fue descargado por las castas dominantes sobre los hombros de la clase obrera, de los campesinos y demás capas modestas de la población, cuyo poder adquisitivo cayó tan bajo que ni siquiera es capaz de absorber la producción reducida de una agricultura y de una industria en ruinas.

La magnitud de esta ruina, rayana en la catástrofe, es precisamente lo que vamos a exponer, a grosso modo, con datos y cifras globales.

La agricultura

Cincuenta y cuatro españoles, por cada cien, aproximada mente, viven de la agricultura. Ésta, que es la rama fundamental de la economía española, en la actualidad no cubre, ni con mucho, las necesidades crecientes del país, sometido a una ración de hambre desde que el franquismo asaltó el Poder y comenzó su obra destructora.

España, país agrícola por excelencia, se ve obligada a importar víveres para mantener una exigua ración que en el pan no pasa de 150 gramos por persona y día. La razón de esta terrible paradoja hay que buscarla en el carácter atrasado, arcaico, de la agricultura debido a los restos feudales que persisten en ella y que se traducen en la forma de propiedad, explotación y laboreo de la tierra. Y también en la política de saqueo y robo que practica el franquismo en el campo.

Lo fundamental de la tierra española se encuentra en manos de los grandes latifundistas y de la Iglesia, que la mantienen en gran parte sin cultivar. De los 50 millones 512 mil hectáreas de tierra laborable que se calcula que tiene el país, en 1946 solamente fueron cultivadas 19.043.000, es decir, 1.604.000 menos que en los años de la República.

17.037 terratenientes poseen como mínimo el doble de tierra que 3.439.399 campesinos pobres.



Al mismo tiempo que desciende el área de cultivo, disminuye paulatinamente la productividad de la tierra. Se trata de que los campesinos, abrumados por el arriendo, la usura, el fisco, los cupos y requisas, viven sumidos en la miseria, apenas tienen para mal comer, cuándo menos para adquirir abonos, reponer aperos, emplear   —16→   máquinas, realizar obras de riego, comprar ganado de labor, semillas, etc., que, por otra parte, el Estado franquista, en virtud de la bancarrota económica por él provocada, no está en condiciones de proporcionar.

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El resultado de esto es el descenso del índice general de la producción agrícola. Si ésta, durante los años republicanos, alcanzó un 108,6 con relación a la producción agrícola de 1929, en los años del franquismo descendió a 63,5. Lo cual quiere decir que, en términos generales, el franquismo redujo la producción agraria al nivel del año 1900. Pero a principios   —17→   de siglo la población española era de 18 millones de habitantes, mientras que el 31 de diciembre de 1949 había sobrepasado los 28 millones, de lo que se desprende que en España hay hoy 9 millones y medio de habitantes para los cuales no alcanza la producción agrícola.

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Como consecuencias de la disminución general de la ganadería, entre otras razones por la escasez de piensos, el ganado de labor ha descendido en forma tan considerable que constituye un verdadero obstáculo para la ampliación del área de siembra. Según cálculos, en 1949 faltaban   —18→   a la agricultura 43.366 yuntas de ganado caballar, 147.352 de mular, 18.408 de vacuno y 142.312 de asnal, es decir, en total 354.438 yuntas de trabajo.

De los instrumentos de labranza baste decir que de los 3.383.633 arados existentes en 1946, 2.121.068 eran arados romanos, es decir, el tipo de arado de madera con reja de hierro con el cual se araba la tierra hace más de 2.000 años.

España es hoy el país de Europa que tiene, en proporción, el parque de tractores y máquinas agrícolas más pobre de Europa. Según las estadísticas de 1949 había en el país 9.260 tractores, de ellos 4.500 anteriores a la guerra, fuera de servicio. Al lado de esto la agricultura experimenta un enorme déficit de abonos para fertilizar la tierra y de insecticidas para defender el olivo, el naranjo, la vid, el almendro y otros muchos cultivos, de las plagas de insectos parasitarios que las devoran.

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La industria

El atraso económico que España arrastra consigo en el terreno industrial, con relación a los principales países capitalistas del mundo, se profundizó al máximo en los años de dominación franquista.

Si antes de 1936 España aparecía más o menos al lado de los países balcánicos, hoy, después de que el Este de Europa entró en vías de desarrollo socialista, solamente se puede comparar con los países coloniales y dependientes, muchos de los cuales la han adelantado particularmente en la extracción de minerales.

En 1900 España ocupaba el cuarto lugar en el mundo en la extracción de mineral de hierro. En 1949 había pasado al décimo lugar, sobrepasada por Bolivia y el Marruecos francés. Si en 1900 nuestro país daba el 57% de la producción mundial de plomo, en 1949 solamente producía el 2,3%. En lo que a la extracción de cobre se refiere, pasó del tercer lugar a principios de siglo al noveno lugar en 1949, sobrepasada por Rodesia, México, Turquía, y el Congo belga. En la producción de acero pasó del cuarto lugar, detrás de Inglaterra, Alemania y Francia en 1870, al vigésimo lugar en 1948, detrás de India, Australia y Sudáfrica.

A pesar del atraso y de la insuficiencia de la industria española, la crisis desencadenada por el franquismo es tan devastadora que hoy el aparato industrial de España no sólo no trabaja a pleno rendimiento, sino que ninguna rama de la industria   —19→   llega a producir el 65% de su capacidad, y algunas de ellas, como la del plomo y la de las conservas, no pasan del 11%.

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Muchas son las causas de este verdadero desastre, entre otras la falta de materias primas, las restricciones eléctricas, el descenso de la productividad del trabajo, la escasez de mano de obra calificada, el envejecimiento general de las instalaciones y maquinaría, la contracción del mercado interior y exterior y la política del régimen en pro de los trusts y monopolios entregados a la especulación.

En general España produce menos hierro que en 1907, menos plomo que   —20→   en 1890, menos zinc que en 1926, menos azufre que en 1930, menos mercurio que en 1928, menos manganeso que en 1918, y así por el estilo. La industria ferroviaria, que con la República suministraba 6.000 vagones anuales, en 1948 solamente fabricó 200 vagones. Los astilleros, que tienen una capacidad de producción de 130.000 toneladas de construcciones navales, sólo produjeron 44.603 en 1948. Mientras tanto, el 70% de los barcos mercantes españoles tienen más de 20 años de servicio y la producción no cubre las bajas.

La industria textil, que por el número de obreros que ocupa, 302.938, de ellos 197.097 mujeres, es la más importante del país, y vital para Cataluña en cuyas fábricas textiles están ocupados 223.635 trabajadores, atraviesa una crisis sin precedentes. La causa fundamental estriba en la escasez de materias primas. En la rama de algodón el franquismo importa el 25,2% menos que durante los años de la República, descendiendo al nivel de importación de 1900. Pero hay más. La importación de algodón en 1949 fue tan sólo de 65.231 toneladas, poco más que en 1889, año en que se importaron 63.691 toneladas. Pero entonces la población de España era de 17 millones de habitantes y hoy de 28.000.000. El brusco descenso de la importación de algodón y la disminución continua de la producción nacional de lana y seda, unido al desgaste de la maquinaria, a las restricciones eléctricas, etc., hicieron disminuir la producción textil a poco más del 60% con relación a los años 1931-36.

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De lo que las restricciones eléctricas significan para la economía del país da idea el hecho de que durante 1949 perdió de 5 a 8.000 millones de pesetas por esta causa1.

  —21→  

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Clase en una universidad del siglo XV
(Bajo relieve de C. di Nese).




ArribaAbajoLa Universidad bajo Franco

Por X X X


Cultura y Democracia publica en este número la primera parte de un trabajo de colaboración recibido de España. En el próximo número publicaremos la segunda parte y final del mismo.

La enseñanza superior de la España actual

En la España de Franco el acceso a las Facultades de Universidad y a las Escuelas Especiales de Ingeniería es un lujo muy caro que sólo se pueden permitir muy pocos españoles. Los gastos que supone matricularse en un curso de Medicina, Derecho o Filosofía, junto con el importe de los libros de texto necesarios para seguir esos estudios, se puede evaluar en una cantidad media de 1.500 pesetas. Por lo que se refiere a las Escuelas Especiales, el coste de las matrículas y del material de enseñanza necesario es por el estilo de elevado; pero, además, el ingreso en dichos centros de enseñanza sólo se logra después de una preparación de varios años de academias privadas, con un gasto mensual de 300 a 500 pesetas. Si tenemos en cuenta que el ingreso medio de la inmensa mayoría de las masas españolas oscila entre 450 y 700 pesetas por mes, podemos muy bien concluir esto: si el estudiante se ha de atener a sus propios medios, sólo los hijos de los ricos tienen acceso a la enseñanza superior.

  —22→  

Ahora bien, el Estado, que se dice «social», ha declarado que esto no es cierto. Constantemente la propaganda del régimen franquista habla de becas, matrículas gratuitas y préstamos de libros. La Falange coloca entre sus puntos programáticos el siguiente:

«La cultura se organizará en forma de que no se malogre ningún talento por falta de medios económicos. Todos los que lo merezcan tendrán fácil acceso incluso a los estudios superiores».


(Punto 24).                


¿Ha cumplido el Estado de Franco su promesa?

Rotundamente no. Vamos a demostrarlo.

Al principio de cada curso aparecen en los tablones de anuncios de la Universidad las condiciones por las que se puede aspirar a las limosnas estatales; poco después aparecen las listas de las concesiones, hay 20, 30... ¿Dónde va a parar esa ayuda a los necesitados? La respuesta no vamos a darla nosotros, sino una publicación fascista: la Revista Internacional de Sociología que edita el «Instituto Balmes de Sociología», del «Consejo Superior de Investigaciones Científicas». En su número 28, de octubre-diciembre de 1949, esta revista publica los resultados de una encuesta entre los estudiantes de la Universidad de Madrid, realizada con el fin de conocer, mejor que hasta ahora, las necesidades de los estudiantes para procurar su remedio, en vista de la lamentable situación técnica de la enseñanza universitaria española, según se confiesa en el preámbulo2. La encuesta está hecha con   —23→   un criterio pintoresco; las numerosas preguntas van desde la religión que profesa hasta las horas que el preguntado dice «tratar» con personas de otro sexo que el suyo; recuerda, por su mezcla de frivolidad y pedantería, a las encuestas periodísticas norteamericanas, que también ejercen su influencia «cultural» en lo que se llama «tradicionalismo cultural español». El dato que nos interesa viene dado por las respuestas con que los estudiantes han contestado a la pregunta: «Profesión del padre»; la estadística que de esas respuestas resulta es la siguiente:

Sobre 937 respuestas:
Profesión liberal universitaria269
Militar 82
Comerciante 73
Industrial 130
Labrador 29
Propietario 23
Funcionario 125
Jornalero 14
No consta 192

Aparte de las de «labrador» y «funcionario», los demás títulos expresan claramente la procedencia social de los estudiantes españoles. Pero aun esos son reveladores. «Labrador» quiere decir aquí «labrador rico». Cualquiera que conozca la miseria del campesino español puede darse cuenta de qué labrador se trata; por lo pronto, uno que puede mandar a estudiar a sus hijos, y ¡nada menos que a Madrid! En cuanto a los funcionarios, ¿no se sabe que en los Ministerios y demás organismos franquistas tienen su guarida los estraperlistas del régimen? ¿No se sabe que la creación de una burocracia ladrona es uno de los resultados de que puede enorgullecerse el régimen? No creemos que los funcionarios de que habla la encuesta sean los humildes empleados, tan hambrientos y faltos de recursos como los obreros; sin duda, se encubre bajo el título a todos los parásitos que viven del régimen y por eso le apoyan.

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Ingreso de un estudiante en una universidad de la Edad Media (Fresco de Benozzo Gozzoli).

Quedan 14 hijos de «jornaleros», es decir, 14 hijos de proletarios que tienen permiso de las clases explotadoras de España para estudiar en las Universidades. Sobre 937 respuestas, esto hace algo menos que el 1,5 por 100. La proporción es escandalosa. Pone en evidencia las mentiras del Estado «social» franquista en materia de enseñanza, desenmascara a los explotadores y revela, también, la situación económica de la clase media   —24→   española. Porque, ¿adónde van las limosnas estatales? ¿Quién aprovecha las matrículas gratuitas? Los abogados, arquitectos, médicos, estraperlistas, militares, funcionarios de la burocracia franquista, etc., etc. Es decir, ladrones (militares y altos funcionarios) que, no contentos con la explotación directa que realizan sobre el pueblo, le roban también las limosnas que el Estado les asigna; y comerciantes, industriales y empleados que, con un nivel de vida desahogada en otros tiempos, necesitan hoy acogerse a los beneficios de la caridad del régimen.

Ese 1,5 por 100 de porcentaje de estudiantes proletarios es otra herida abierta en la sufrida carne del pueblo español. La universidad española, la enseñanza superior técnica, en el régimen franquista, es coto cerrado de las clases poderosas, es una máquina de técnicos e ideólogos al servicio de la opresión reaccionaria. De nada sirve la propaganda fascista; sus propias contradicciones llevan al Estado de Franco a desenmascararse.

Ya en el Bachillerato los futuros universitarios son preparados para la deformación intelectual que sufrirán más tarde en las aulas universitarias. Todos los muchachos españoles están encuadrados en el Frente de Juventudes, organización fascista premilitar e ideológica; los sacerdotes de los colegios privados no han invocado a este respecto la «libertad de enseñanza» y se han unido entusiásticamente a la empresa: muchos campamentos de verano están dirigidos por sacerdotes jóvenes. El totalitarismo católico, que en España tiene ocasión de desarrollarse a su gusto, presiona en los Institutos de Enseñanza media con una técnica eficaz: ejercicios espirituales, conferencias, vigilancia de lecturas, etc., etc. Por todo ello, cuando el universitario ingresa en la Universidad es ya materia moldeable para el aprovechamiento católico-fascista.

Tres nuevas asignaturas han venido a incrementar el elevado coste de las matrículas: educación física, formación religiosa y formación política. Durante toda la carrera los universitarios se embuten, gracias a esa ampliación de la enseñanza, la ideología falangista y la apología estúpida del estúpido clero español. A todo ello se unen esfuerzos auxiliares, fuera de los programas de cada curso: conferencias, propaganda mural, ejercicios espirituales colectivos, etc., etc.

Por otro lado, los estudiantes saben que, en la España de Franco, conviene tener padrinos poderosos; las revistas, los centros de estudios superiores, el reparto de becas y viajes al extranjero, las cátedras claves y la posibilidad de ayuda en la vida profesional futura están abiertas sólo al falangismo militante y a los católicos. El SEU, sindicato falangista, al que todos los estudiantes pertenecen automáticamente desde el momento en que se matriculan, controla los privilegios de la Universidad y cobra, en tributo de sumisión al fascismo, el disfrute de dichos privilegios: las becas «Alejandro Salazar» y «José Miguel Guitarte», los viajes a Roma, París, Lisboa, etc. Además, el SEU es el organizador de toda clase de deportes, exposiciones, veladas teatrales, bailes y, en general, de todos los aspectos «alegres» de la vida estudiantil; el estudiante universitario tiene que escoger entre permanecer solo, aislado de sus compañeros y la vida estudiantil, o participar, de algún modo, en la organización fascista de la Universidad. La labor de agitación política es también obra del SEU. Ha asimilado la técnica nazi de galvanización de masa y la emplea en cuanto el Estado de   —25→   Franco necesita una demostración de adhesión «popular». (La génesis de todas las manifestaciones a favor del régimen comienza en la Universidad).

La Falange, a través del SEU, procura que los estudiantes españoles no se desvíen del estrecho cauce que les marca la tiranía franquista y se esfuerza por que esta tiranía les resulte «agradable».

Hasta que los nazis y fascistas europeos no fueron derrotados en los campos de batalla, la Falange no tuvo un serio contrincante en la Universidad. Después, cuando a Franco le convino, se abrió paso a una segunda fuerza ideológica, hasta entonces en segundo plano: la Iglesia Católica española sustituyó, en un nuevo plan táctico, a los lacayos de Hitler y Mussolini en la dirección cultural del régimen; y esto repercutió en el dirigismo espiritual de los estudiantes universitarios. La Iglesia española aportó su fanatismo, su estrechez mental, su soberbia de poseedora de la Verdad, y nacieron dos agrupaciones católicas a la vida política de la Universidad; una entre el profesorado, y otra entre los estudiantes el Opus Dei y la rama universitaria de Acción Católica.

El Opus Dei, congregación seglar con votos, continúa la táctica jesuítica de convertir la Universidad en una provincia del reinado de Cristo sobre la tierra; para ello ocupa todas las cátedras, centros de investigación y puestos influyentes. Como el franquismo crea un clima propicio para sus fines, le apoya de manera resuelta. Es notorio el escándalo del Opus Dei en las oposiciones de cátedra; obispos, hombres de paja de los jesuitas, jerarquías católicas del régimen, se confabulan para que sus fieles discípulos ocupen las cátedras universitarias de España. Su influencia decisiva parte de que el Ministerio, con Ibáñez Martín a la cabeza, está en manos de los jesuitas y el Opus Dei. A veces los intereses de la Falange y de la Iglesia chocan; pero pronto vuelve a reinar la paz; en lo esencial, están ambos de acuerdo.

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La democratización de la enseñanza durante el período de la guerra contra el fascismo
permitió el acceso a la cultura a grandes sectores de la juventud española.

Si el SEU es el sindicato que representa a la Falange en la Universidad, la Acción Católica universitaria encuadra a los estudiantes católicos militantes que están dispuestos a matar y quemar a los que no piensen como ellos; afortunadamente, sus propósitos de «purificación» se reducen, en la práctica, a embadurnar con pintura negra los anuncios de algún cine de Madrid en los que enseñaba demasiado las piernas una estrella americana. El Opus Dei se encarga de ocupar las cátedras; la Acción   —26→   Católica de embrutecer a los estudiantes. Nadie recuerda en España época parecida a la que vivimos en lo que respecta a tiranía intelectual. La censura, inspirada por Acción Católica, persigue a los libros prohibidos hasta en las bibliotecas particulares. Son libros prohibidos, en principio, todos los que están en el Índice, después los que prohíben los obispos; por extensión, todos los que cualquier párroco pueda juzgar peligrosos para la formación de sus jóvenes feligreses. Como ejemplo diremos que en Hogar, órgano de los Padres de Familia, editado en Pamplona, apareció una carta de un padre, temeroso de la salud moral de sus hijos, que preguntaba indignadísimo cómo era posible que se editasen las obras completas de Pío Baroja en un Estado que se decía católico; acompañaba su protesta con una antología de las frases anticlericales del novelista. En el número posterior de la revista le contestó Rocamora, director general de Prensa, mago de la censura franquista, tranquilizándole: las obras en cuestión no se publicaban sino después de un cuidadoso expurgo, y en ellas estaba suprimida, «naturalmente», la novela Camino de Perfección. Lo repugnante del asunto es que Hogar no representa más que a un grupo de fanáticos beatos, porque la Iglesia tiene en España sus órganos oficiales de expresión, Ecclesia, Signo, etc., y que, por tanto, Hogar es menos importante que una «Hoja Parroquial». ¡Júzguese, por esto, quiénes son los amos de los hombres que dirigen hoy la vida cultural de la Patria! Opus Dei, SEU, Acción Católica, se reparten el trabajo ideológico de envenenar a la juventud universitaria española; los unos dirigen espiritualmente a los estudiantes, los otros excitan su irracionalidad, los jóvenes católicos apacientan el rebaño, embruteciéndolo. El resultado es el mismo: preparar espiritualmente lacayos técnicos de la burguesía y los terratenientes, de Franco y de los obispos españoles.

                La política seguida por el franquismo de exterminio de cuanto había de progresivo en la enseñanza se refleja con trágica elocuencia en las siguientes cifras:

     45.000 maestros sancionados o destituidos.

     Se estima en 5.000 el número de maestros fusilados.

     Y los condenados a penas de prisión en 7.000.

     A estas cifras hay que añadir 2.000 maestros en emigración forzosa.




  —27→  

ArribaAbajoMiguel Hernández

A pesar de su corta vida literaria, Miguel Hernández fue uno de los más destacados poetas de la generación de 1930. Nació en Orihuela (Alicante), en 1911. Procede de una familia de campesinos pobres. Durante su infancia cuidaba del ganado (su padre era también pastor) y en invierno iba a la escuela local. El afán de saber, la tenacidad en la consecución de su objetivo y el elevado talento poético ayudaron al pequeño pastor a hacerse un gran poeta.

En 1931 se traslada a Madrid, donde inmediatamente llamó la atención por la originalidad y la fuerza de su talento. En 1933, en Alicante, ve la luz su primer libro de poesías, en las que se advierte una gran influencia de Góngora. Más tarde, en la revista Cruz y Raya, de José Bergamín, aparece la obra dramática Auto sacramental; publica luego el libro de poesías El rayo que no cesa y la pieza en verso El labrador de más aire.

Desde los primeros días de la guerra de liberación del pueblo español, Miguel Hernández combatió en las filas del 5.º Regimiento; fue comisario político y trabajó en Altavoz del Frente Sur.

Miguel Hernández había ingresado en el Partido Comunista y orgulloso de su Partido ponía todo su ímpetu juvenil y su recia poesía al servicio de la gran batalla que libraba el pueblo español.

En 1937 Miguel Hernández fue a la Unión Soviética para asistir a un festival teatral. Escribió varias poesías dedicadas a la Unión Soviética.

En la colección Romancero general de la guerra civil, donde está recogido todo lo mejor que en poesía produjo la España revolucionaria de aquel período, figuran fogosos romances de Miguel Hernández dedicados a la lucha del pueblo español por la libertad. Hernández canta el valor y la audacia, el «viento del pueblo», que levanta a la lucha a todo lo mejor que hay en España.

Además de las obras poéticas, Miguel Hernández escribió varias piezas pequeñas en prosa para el teatro del frente, que fueron publicadas en 1937 con el título general Teatro en la guerra. En esta recopilación figuraron las piezas La   —28→   cola, El hombrecito, El refugiado, y Los sentados. Estas pequeñas piezas, escritas con un lenguaje lleno de vida, se distinguen por la sencillez del contenido y por la actualidad del tema.

Miguel Hernández no pudo salir de España después de la derrota del Ejército Popular; cayó en manos del enemigo y fue condenado a cadena perpetua.

Miguel Hernández murió en 1942 en una prisión fascista, a la edad de 31 años.

Miguel Hernández pasará para siempre a la historia de la literatura española como un apasionado y ardiente cantor de la libertad. Su poesía está vinculada con lazos indisolubles a la tradición popular, emana de la inagotable fuente del antiguo romancero español. Toda la poesía de Miguel Hernández es un romance heroico sobre la historia de la Resistencia española, sus héroes y sus jefes. Este carácter tiene su poesía «Pasionaria», retrato poético de Dolores Ibarruri, la gran hija del pueblo español. La vida y la muerte de Miguel Hernández fueron también un romance heroico, como su poesía. Su imagen ha inspirado a otros poetas, y él mismo se ha convertido en uno de los héroes del romancero español de lucha.

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Viento del pueblo


Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos;
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
—29→

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo retuvo
prisionero en una jaula?

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Los versos vibrantes de Miguel Hernández fortalecían.
la decisión del pueblo de luchar por su libertad

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
—30→

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra,
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
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Fragmento del friso de pinturas rupestres de la cueva del Prado del Navazo (Albarracín).                




  —[31]→  

ArribaAbajoBajo la invencible bandera del Socialismo Científico

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Rodeado del cariño y el respeto de la clase obrera y de los trabajadores, el Partido Comunista de España ha celebrado el 15 de este mes el XXX aniversario de su fundación.

El Partido Comunista de España basa en la ciencia marxista-leninista-stalinista sus teorías y experiencia práctica para contribuir, conscientemente, al progreso y al desarrollo de la lucha por la democracia, por el socialismo, para construir la sociedad comunista.

Y ¿qué es el comunismo cuya sola mención llena de gozo el corazón de los explotados y oprimidos y de furia a los explotadores y opresores, a sus ideólogos y bajos servidores?

Desde que en 1848 Marx y Engels expusieron en el Manifiesto Comunista, pequeño folleto llamado por J. Stalin el Cantar de los Cantares de la literatura comunista, las leyes en virtud de las cuales el capitalismo estaba llamado a desaparecer y el comunismo a triunfar, las clases dominantes utilizaron todos los medios de represión contra los comunistas, dedicaron su inmenso aparato de difusión de propaganda, la prensa, la literatura y más tarde el cine y la radio a difamar y calumniar al comunismo. Hoy siguen este camino con redoblado empeño, pero la tarea para ellos es más difícil. El comunismo ya no es «un fantasma que recorre Europa». El socialismo se alza victorioso en la sexta parte del mundo, y hoy se edifica el comunismo, pudiendo ver ya la humanidad el brillante porvenir que se abre ante ella.

El comunismo será una sociedad en la cual no habrá propiedad privada sobre los instrumentos y medios de producción, sino que habrá propiedad colectiva de toda la sociedad sobre   —32→   las fábricas y campos, sobre los bienes y dones de la naturaleza. Donde no habrá clases, el Estado desaparecerá, donde habrá trabajadores de la industria y de la agricultura que se regirán económicamente como una asociación libre de trabajadores; donde la economía nacional, organizada con arreglo a un plan, se basará en la técnica más avanzada, tanto en el terreno de la industria como de la agricultura; donde no habrá contrastes entre la ciudad y el campo, entre la industria y la agricultura; donde los productos se distribuirán según el principio de los antiguos comunistas franceses: «De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades»; donde la ciencia y el arte gozarán de condiciones suficientemente favorables para alcanzar su pleno florecimiento; donde la personalidad, libre de la preocupación por conseguir el pan de cada día y de la explotación de los «poderosos del mundo», será verdaderamente libre.

Naturalmente, semejante sociedad no cae como llovida del cielo. La construyen los trabajadores en medio de una intensa lucha de clases, dirigidos por la clase obrera y su Partido Comunista en el Poder. La fase anterior a esta sociedad, como ya hemos dicho, es el socialismo, que representa un nivel inferior de desarrollo de las fuerzas productivas. En el Socialismo la sociedad aún no está en condiciones de cubrir todas las necesidades que tiene cada uno de sus miembros, por esto el principio básico en esta fase del comunismo queda expresado en la fórmula: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo». Este principio estimula el trabajo, impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas y contribuye así a crear la abundancia de productos que exige la sociedad comunista. Con el socialismo se produce un mejoramiento continuo de las condiciones de vida de la población en todos los órdenes. Por esto, de la primera a la segunda fase del comunismo se pasa gradualmente, a medida que aumenta el nivel material y cultural de vida de las masas y que los restos del capitalismo desaparecen de la conciencia de los hombres y ceden paso a la nueva moral y conciencia comunista.

El triunfo de la clase obrera, la toma del Poder por su parte, no lleva implícito el triunfo automático del socialismo. Para tomar el Poder el proletariado tiene que derrocar a las clases dominantes. Para mantenerse en el Poder el proletariado tiene que aplastar la resistencia de las clases dominantes derrocadas, defender la victoria de la revolución y seguir avanzando hacia el triunfo definitivo del socialismo. Y esto no lo puede hacer más que por medio de la dictadura del proletariado. Renunciar a la dictadura del proletariado es renunciar al triunfo de la clase obrera y en general al triunfo del socialismo. Por esto, la aceptación o renuncia de la dictadura del proletariado es una piedra de toque que distingue al proletario revolucionario del oportunista, del charlatán y del aventurero.

Los comunistas saben que ninguna clase arrojada del poder abandona voluntariamente la escena de la historia. Que las propias clases reaccionarias son las primeras que recurren a la violencia, las primeras, como decía Lenin, en «colocar las bayonetas al orden del día». Si tienen fuerza para ello, organizan la guerra civil y la intervención extranjera. Si no, conspiran, sabotean, asesinan, practican el espionaje y son un continuo fermento contrarrevolucionario. Los explotadores y sus lacayos, que cuando estaban en el poder y sometían a los trabajadores a su feroz dictadura   —33→   aturdían los oídos hablando de «orden» y de «colaboración de clases», se tornan en los abanderados del desorden y de la lucha.

Por esto, tan pronto como el proletariado guiado por su vanguardia comunista toma el Poder, implanta su dictadura de clase, destruye el viejo aparato del Estado opresor y crea sus propios órganos de defensa, su ejército, su policía, sus tribunales, sus leyes, en una palabra, su propio Estado proletario que defiende y garantiza el orden revolucionario, impuesto por la inmensa mayoría de la población trabajadora que rige sus destinos de manera libre y democrática. Reprime con rigor los intentos de la minoría explotadora de restaurar su dictadura. Expropia a los expropiadores, nacionaliza la banca, la industria, el transporte, las riquezas del suelo y del subsuelo; emprende la reorganización de la economía, industrializa el país o reajusta su industria (según el grado de desarrollo), mecaniza la agricultura e impulsa su colectivización. Crea las condiciones para la desaparición de las clases y el triunfo del comunismo.

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Naturalmente, el comunismo es la meta que persigue el Partido Comunista de España. Pero a la meta no se llega sin recorrer plenamente el camino que nos separa de ella, camino sembrado de obstáculos a superar en lucha. Abatir la dictadura fascista de los financieros y terratenientes, desarraigar los restos semifeudales, sacar a España del actual marasmo político, económico y social, impulsando el desarrollo de la Revolución democrática, tal es el problema que se plantea con singular fuerza ante el Partido Comunista, la clase obrera y las fuerzas democráticas.

Por esto el Partido Comunista, al centrar todas sus fuerzas y energías en la destrucción del régimen franquista, no aboga «por cualquier cosa», sino por la República democrática donde la clase obrera y los campesinos jueguen el papel que les corresponde por su fuerza y abnegada lucha.

Por una República democrática que dé la tierra a los campesinos que la trabajan, que nacionalice la Banca, la gran industria y los recursos naturales de interés nacional, que resuelva el problema nacional de España en el marco de una Federación de pueblos hispanos, que cree un Ejército democrático, separe la Iglesia del Estado, eleve y mejore las condiciones de vida y de trabajo de las amplias masas populares, que democratice toda la vida interna del país en lucha contra los planes de guerra del franquismo, en lucha por la paz, combatiendo la intervención de los imperialistas norteamericanos en España y por la independencia nacional.

  —34→  

Eacute;sta es, precisamente, la esencia del programa de lucha del Partido Comunista de España que responde a los anhelos de la inmensa mayoría del pueblo y a los intereses vitales de la nación. Es el programa que contiene postulados democráticos revolucionarios, algunos de los cuales ya fueron aplicados durante los años de la guerra nacional liberadora y que está llamado irremisiblemente a triunfar. La garantía la tenemos en la existencia del gran Partido Comunista cuya fuerza e influencia crece de día en día.

Surgido a la vida hace treinta años, como una necesidad histórica del propio movimiento obrero, carente hasta entonces de una vanguardia consciente, organizada, disciplinada y combativa, el Partido Comunista de España hizo frente a los embates furiosos de todos los enemigos del pueblo trabajador centrados contra él. El Partido Comunista afrontó con honor todas las pruebas y, bajo la dirección de José Díaz y Dolores Ibarruri, se transformó en un gran Partido que sabe avanzar con decisión en tiempos de victoria y replegarse con orden, para proseguir la lucha, en la adversidad, seguro siempre en el triunfo de su justa causa.

En la guerra o en la resistencia, participando en el poder o en la clandestinidad, el Partido Comunista jamás interrumpió ni un sólo día su contacto con las masas, infunde a la clase obrera conciencia de su misión histórica en la sociedad, y lucha por la unidad revolucionaria de la clase obrera. El Partido Comunista es quien organiza, da contenido y orienta la lucha del pueblo contra sus opresores y tiranos, y realiza los mayores esfuerzos para crear un poderoso Frente Nacional Republicano y Democrático que una a las masas populares en la lucha por el derrocamiento del régimen de Franco.

Su lucha infatigable por la libertad, la democracia y el socialismo, por el bienestar y la felicidad del pueblo, su máximo objetivo, hace acudir continuamente a sus filas a los mejores combatientes de la clase obrera y del pueblo trabajador. Sus ideas, regadas con la sangre generosa de sus héroes, mártires y patriotas y confirmadas por la vida, se extienden sin cesar. El comunismo es la aspiración máxima de los mejores hijos de la clase obrera, de lo más noble y honrado del pueblo español. Esto se puso de manifiesto en estos días de ruda prueba, cuando decenas de miles de trabajadores, dentro y fuera de España, unieron su voz en un clamoroso:

¡Viva el Partido Comunista de España, orgullo de la clase obrera, honra del pueblo y esperanza de España!

Es la voz de los obreros, de los campesinos, de los empleados, de los intelectuales. Es la voz del pueblo al que el Partido Comunista de España, bajo la invencible bandera de Marx, Engels, Lenin y Stalin y la dirección de su venerada Dolores Ibarruri, conducirá a la victoria.

  —35→  

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Decoración de un vaso ibérico (Museo de Prehistoria de Valencia).




ArribaAbajoEl Arte y la Paz

Por Salvador Bacarisse


Hace ya más de un año, tres mil delegados, representando a millones de seres humanos de todos los países del mundo, se reunían en la sala Pleyel de París para proclamar su voluntad de paz. De entonces acá apenas ha pasado un día en el que la palabra humana no deje de levantarse para condenar la guerra. El clamor de esas voces crece con tal fuerza que acabará por ahogar los gritos destemplados de quienes, con la guerra, pretenden defender sus intereses personales.

     Del más oscuro trabajador al más ilustre hombre de ciencia, todos comprenden y sienten con igual claridad, con la misma intensidad y firmeza, que el hombre sólo puede ser «hombre», sólo puede conseguir su sustento, laborar por su felicidad y por su libertad total, en la tranquilidad del trabajo pacífico.

     Los artistas -pintores, escultores, músicos, arquitectos, poetas; creadores e intérpretes- tienen las mismas razones morales e intelectuales que las demás categorías de hombres y están tan obligados como todos a contribuir a ese inmenso clamor que levantan   —36→   los defensores de la paz: la guerra destruye su obra pasada y los condena al silencio, a la inactividad. Y sin embargo, si son ya muchos los que forman en las filas de ese ejército pacífico, algunos se confinan todavía en una postura de neutralidad suicida, cobarde; en un pacifismo no sólo amorfo, sino negativo, ya que por su inhibición deja el paso libre al ejército enemigo.

     La paz se defiende imponiendo nuestra voluntad contra la guerra. La condición de Defensores de la paz no nos permite adoptar una posición defensiva que nos conduciría al aniquilamiento. Ni siquiera nos interesa conservar un aparente statu quo que pronto se convertiría en un retroceso hacia formas sociales de vida de las que la humanidad ha salido tras duras y largas luchas.

     Tenemos que defender la paz para contribuir a un avance que nos permita gozar de una libertad que escarnecen quienes hoy pretenden monopolizarla. ¿Qué libertad existe hoy en el campo del arte? ¿Qué temas puede abordar un pintor en sus cuadros, destinados -cuando no se convierten en objetos de pura especulación, sin contacto con el público- a satisfacer simplemente la vanidad de un snob o de un nuevo rico? ¿Cómo puede embellecer libremente el hogar colectivo de sus semejantes, si para vivir necesita «vender» su obra al mejor postor? ¿De qué libertad gozan los músicos para representar o ejecutar sus obras mientras el arte sea objeto de explotación comercial? Y el pueblo, ¿qué libertad tiene para acercarse al arte si su precio se lo impide? ¿En nombre de qué libertad se les pide a los artistas que hagan la guerra a los Defensores de la paz?

     La creación artística de los países capitalistas está marcada en lo que va de siglo por el estigma de la guerra. Las fuerzas creadoras que no fueron destruidas por la primera guerra mundial se han desenvuelto en la angustia de un mundo no sólo destrozado, sino torturado moralmente, han crecido o escépticas en cuanto a su porvenir, o convencidas de que otra guerra era inevitable. Resultado: el cubismo y todas sus consecuencias, en pintura; todas las escuelas poéticas conducentes al «hermetismo» y, en música, al atonalismo. En una palabra, el arte al margen de la vida; el arte horrendo, monstruoso, como la guerra.

     El fascismo les dio la razón a cuantos no comprendieron que existía un antídoto contra la guerra: la lucha por el progreso social, y desde su advenimiento todo han sido guerras, desolaciones, exterminio en Italia, en Alemania, en Portugal, en España y más tarde en el mundo entero.

     En nuestros días se plantea de nuevo, y con apremio, el mismo problema. Una parte del mundo ha sido frustrada de los avances que esperaba alcanzar en su lucha contra el fascismo, y para anular en ella el ansia inextinguible de progreso que es el motor de la humanidad, se prepara una nueva guerra.

     ¿Y es en esta nueva angustia donde han de instalarse los artistas   —37→   para conservar una supuesta libertad de creación? ¿Qué arte sino el que hemos mencionado antes puede prosperar en estas condiciones?

     Su verdadero, y realmente libre, desenvolvimiento va unido al desarrollo pacífico de una sociedad sin explotadores ni explotados, en la que el artista cree para embellecer la vida espiritual de sus semejantes. Cuando pinte, lo hará para los lugares de trabajo, de descanso o de recreo colectivos; embellecerá escuelas, universidades, sanatorios, casa de reposo -unos y otros sucios, feos, desnudos hoy- y los convertirá en exposiciones vivas del arte de nuestro tiempo como lo fueron antaño, en el del suyo, los conventos y las catedrales; los músicos convocarán a sus conciudadanos a sus fiestas sonoras para glorificar a los héroes de sus libertades, como lo hacían los Palestrina y los Bach en loor de sus divinidades, para cantar al trabajo, al amor, a la alegría. El artista será tan libre que hasta podrá seguir engendrando monstruos si su espíritu puede seguir concibiéndolos en un ambiente libre y feliz, pero lo hará en el vacío, sin audiencia alguna. No habrá entonces fabricantes de cañones que se los encarguen para sembrar el desaliento, la repulsión hacia un mundo en el que pretenden que no hay alternativa posible, en el que eternamente, para no tener que venderse, hay que trepar hasta las posiciones desde donde todo se compra.

     La paz que nos permita alcanzar la libertad, la justicia y la felicidad; la paz que no nos inspire horrores, que libere nuestro espíritu de la angustia de la nada; la paz que nos permita amar, crear, vivir, tenemos que defenderla con todas nuestras fuerzas morales y materiales; tenemos que protegerla contra cuantos incitan a la guerra para cerrar el paso al progreso. Por la Paz, tenemos que luchar contra la Guerra.

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Bronce ibérico del siglo V antes de nuestra era.



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ArribaAbajoNoticias de España

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Fernández Cuesta, jerarca de Falange y carcelero mayor del régimen, en su discurso de clausura en el XI Consejo Nacional del Frente de Juventudes, 27 de marzo de 1950, dijo:

«Rechazamos el materialismo y somos espiritualistas porque la vida es algo más que dividendos y beneficios, máquinas y producción. Hay también otros valores como la santidad, la ética, la estética, Dios y una vida futura en el paraíso celestial».

Traduzcamos las palabras a los hechos de Falange y del franquismo.

Espiritualidad

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En el número extraordinario de Arriba, dedicado al medio siglo, se dice:

«La Banca nunca había podido soñar con tiempos tan prometedores ni soluciones tan categóricas para su más brillante porvenir. La España de Franco ha creado para la Banca su mejor época. En ningún tiempo ni en ninguna edad de nuestra patria ha ocupado la Banca una posición tan firme como en los tiempos presentes».

Matías González Rodríguez, falangista y «espiritualista», Director del Banco de La Coruña, en su informe anual a la Asamblea General de accionistas, declaró:

«La situación económica se ha caracterizado   —39→   por la merma de la producción agrícola (hambre en el campo), por la baja del precio del ganado (ruina de los agricultores), la crisis de la industria de la madera, pesquera y conservera (paro obrero y hambre de las masas). Sin embargo, el ejercicio económico ha sido muy feliz para el Banco, que ha obtenido 5.130.141 pesetas de beneficios líquidos».

La estética

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Como los «espirituales» tiburones de la banca y de la gran industria se quedan con el «vil metal», que extraen de la explotación de los trabajadores, muchos de éstos han sido reducidos a la condición de mendigos y los muy «materialistas» quieren comer, para lo cual se ven obligados a pedir limosna por las calles de Madrid y de otras ciudades españolas. Arriba describe así las calles de la capital en la presente primavera:

«Lisiados que cruzan en las aceras mostrando sus miembros mutilados y pidiendo limosna. Mujeres y niños a las puertas del metro ofreciendo billetes, con aumento, para no aguardar cola. Niños que bailotean y cantan pidiendo limosna. Gentes astrosas que muestran sus desnudeces a través de unos harapos que cuelgan de sus cuerpos cochambrosos y repugnantes. Llaman a las puertas, se cuelan en los bares, en las tabernas, casas de comer, en las puertas de las iglesias, a la entrada y salida de los cines, en las paradas de automóviles, en las escaleras del metro...

     »Por la propia estética de la capital hay que limpiar esta lepra de Madrid ya que se anuncia la llegada de muchos turistas y nuestro decoro no permite semejante espectáculo».

La caridad

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El «espiritualísimo» alcalde falangista de Madrid, Moreno Torres, ha promulgado un bando draconiano contra la mendicidad:

«Toda persona sorprendida por las autoridades dando limosna será multada. Todo mendigo detenido como tal en la vía pública será encarcelado».

Sin embargo, estas medidas no parecen suficientes a los falangistas y uno de éstos escribe en ABC:

«La medida del alcalde no está mal, pero hace falta emprender medidas más enérgicas   —40→   que la detención». (De aquí a que se pida la aplicación de la ley de fugas a los hombres, mujeres y niños hechos mendigos por el franquismo sólo hay un paso).

Ética

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La «ética» que el régimen franquista ha impreso a la vida oficial española es tal que Arriba, ante la indignación del pueblo que acusa de estraperlistas a los jerarcas del régimen, se ha visto obligado a escribir lo siguiente en su número del 19 de marzo:

«Las que antes eran consideradas como faltas ahora no son nada. Muchos servidores del Estado tienen de éste el 'concepto del botín'. Hay administradores de la cosa pública que creen que son propietarios de la misma y así pasa lo que pasa: los fraudes, las recomendaciones, los favores al amigo, el empleo del cargo como trampolín, el rehuir el trabajo...»

Una prueba de su «ética» falangista nos la da Heraldo de Aragón, que en el número del 14 de marzo dice:

«Bujaraloz, corazón y capital de los Monegros, azotado por el hambre y la amenaza de la sed, inauguró el domingo su iglesia parroquial. No hubo discursos, porque ir ahora a los Monegros a pronunciar discursos sería cruel. Un viejo de la comarca dijo: 'Si todas las promesas que nos han hecho fueran gotas de agua tendríamos arrozales. El canal de los Monegros, eso es lo que necesitamos...'».

Heraldo de Aragón continúa, diciendo:

«Millares de campesinos acudieron a la inauguración del nuevo templo de Dios a implorar el milagro de la lluvia... Hace falta mucha fe para morirse de hambre en estos terrenos sin un gesto de rebeldía».

Y ésta es la clave de la «espiritualidad», de la «ética», de la «estética» de los fariseos falangistas.

Explotar, robar al pueblo, condenar a buena parte de él al hambre a la miseria y a la mendicidad para llevar ellos una vida de lujo, orgía y depravación, aconsejando al pueblo, por medio de la Iglesia a su servicio, mansedumbre, resignación, «pues de los que sufren es el reino de los cielos».



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ArribaAbajoLa Iglesia, enemigo tradicional de la democracia y el progreso de España

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A lo largo de la historia moderna de España la Iglesia católica ha sido un dique levantado contra todos los intentos renovadores de la vida española. Ha sido, y es, «el obstáculo tradicional» más poderoso de que habló un político progresista del siglo XIX.

Su fuerza radica, fundamentalmente, en su condición de inmensa potencia económica. Su hegemonía durante siglos sobre el Estado español no se ha debido, principalmente, a su autoridad espiritual, sino a su fuerza económica. Ésta le ha servido para ejercer influencia política en la gobernación de España y sus posiciones políticas, para aumentar aún más sus riquezas. Al servicio de ello, la Iglesia (y nos referimos a las altas jerarquías y no al conjunto de sus fieles, quienes, como el resto del pueblo español, han sufrido y sufren las consecuencias de la hegemonía de la Iglesia sobre el Estado) ha puesto la singular ventaja de que goza de poder influir «espiritualmente», ideológicamente, sobre una parte del pueblo español.

La Iglesia católica, en el período de la transformación de la monarquía feudal en absoluta en el siglo XV y XVI, aparece con inmensas propiedades agrarias acumuladas durante la Edad Media. En adelante su posición de gran terrateniente se refuerza, constituyendo un elemento de primer orden en la estructura económica española.

Como el más poderoso de todos   —42→   los propietarios de la tierra, la Iglesia estaba principalmente interesada en que no se alterase la organización estatal que mejor garantizaba la conservación de sus privilegios: la monarquía absolutista-feudal. Para ello emplea la violencia física a través de la Inquisición, utiliza el terrorismo religioso, cultiva la superstición y la ignorancia. Crea un clima moral en España que se caracteriza por el terror y el oscurantismo.

Persigue o extermina en sus hogueras a los «herejes», a los heterodoxos, esto es, a los españoles de ideas progresivas, y quema también los libros científicos. Ejerce una implacable censura sobre todas las obras del pensamiento. Introduce en España cuanto hay de bárbara superstición en el mundo, al mismo tiempo que proscribe de las universidades el estudio de las ciencias. Posee un monopolio despótico en la política, en la cultura y en la economía, el cual acentúa cada vez más el atraso y la ruina del país.

Pero no hay poder capaz de paralizar el proceso de desarrollo de las fuerzas renovadoras, de las fuerzas del progreso.

Estas fuerzas dieron pujantes muestras de vida a comienzos del siglo XIX. Y con ello comenzó en España una lucha violenta entre quienes pugnaban por romper la losa asfixiante de los privilegios feudales, del oscurantismo y el atraso, y las fuerzas de la reacción que durante siglos ejercían una inicua opresión sobre la nación española. De estas últimas fuerzas la Iglesia era el campeón, tanto en el aspecto material como en el ideológico. Defendía sus tierras sagradas no por el agua bendita, sino porque así lo consagra un derecho feudal.

En ese período de revoluciones y agitación entre lo nuevo y lo viejo, que comienza en España en los albores del siglo XIX, se puso de relieve que la Iglesia, como todas las clases poseedoras, recurre a no importa qué medios, incluso a la traición a la nación, para conservar sus privilegios. La Iglesia fue el principal artífice de la intervención extranjera de 1823, que la restaura en sus privilegios abolidos por las Cortes de 1821. Provoca las dos guerras carlistas y no se detiene ante ningún crimen contra la patria cuando ve en el horizonte político la posibilidad de un régimen renovador, que pretenda dar solución a la tremenda injusticia de millones de campesinos hambrientos de pan y de tierra, mientras que la Iglesia y la aristocracia poseían la mayor parte de la tierra.

Pero la batalla estaba ya entablada y, en las distintas fases por que pasó a lo largo del siglo, la Iglesia vio que, desde las Cortes de Cádiz hasta la revolución de 1869 y la primera República, su posición de gran terrateniente se vio amenazada repetidas veces.

En las últimas décadas del siglo XIX la Iglesia se orientó a la creación de compañías anónimas, convirtiéndose en una gran fuerza capitalista dentro de la economía española. Los paquetes   —43→   de acciones son fácilmente transportables al extranjero, pueden ponerse a nombre de súbditos de otros países (en 1889 los bienes de la Compañía de Jesús en España estaban a nombre de tres «Hermanos» ingleses), o a nombre de seglares.

En 1912 la riqueza de los jesuitas se valoraba por J. Aguilera, quien había pasado por el Ministerio de Fomento, en un tercio de la riqueza nacional. La Compañía de Jesús y otras congregaciones, pero especialmente la primera, poseían, en 1930, grandes industrias y Bancos; empresas navieras como la Transatlántica, y participaban, en mayor o menor cuantía, en otras; ferrocarriles y Tranvías, como la Compañía de Tranvías de Madrid, minas, empresas de Electricidad, como la Unión Eléctrica y la Electra de Madrid, que monopolizaban el suministro a la capital, industrias de fabricación de material eléctrico, como «El Electrodo», una cadena de emisoras de Radio, entre ellas la más importante de España: «Unión Radio de Madrid»; productoras de cine como la CIFESA, dirigida por el jesuita Herrera Oria, hermano del dirigente de Acción Católica, una gran red de Prensa cuyo órgano central era El Debate; editoriales, agencias de noticias; sus bancos principales eran el Urquijo y el Central, y participaban, junto con el capital americano, en la Telefónica. Y como para la Iglesia «el dinero no tiene olor», lo invertía también en cabarets.

En toda esta red de negocios no faltaban, como se ve, los instrumentos de propaganda con que poder presionar a la opinión, como la radio, la prensa, la producción de películas.

Del volumen de sus negocios dará idea el que un notario de los jesuitas, Valentín Ruiz Senén, apareció un día en el mundo financiero como presidente nada menos que de nueve Compañías, vice-presidente de seis y director de veintinueve. Era el más caracterizado de los representantes del capital financiero e industrial de la Iglesia.

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El general de los capuchinos pide a Felipe III que haga la guerra a los protestantes alemanes.
(Grabado de la Biblioteca Nacional, Madrid).

La Iglesia lucha contra la República

En tales condiciones de gran capitalista se halla la Iglesia al proclamarse la República. Con el nuevo régimen los grandes capitalistas y terratenientes vieron una amenaza para sus intereses. La Iglesia reaccionó con instinto de clase. Hasta 1931 había dirigido la política oficial española a través de los partidos turnantes de la monarquía. En ellos tenía incrustados sus hombres. La situación que ahora se presentaba era distinta, e imponía nuevos métodos.

  —44→  

De elaborar la nueva táctica se encargó, dirigida por el Vaticano, Acción Católica. Al carácter de esta organización merece dedicársele unas líneas.

Acción Católica fue creada por el Vaticano por iniciativa de los jesuitas para la «propagación de la fe». La forman seglares y religiosos. Esta organización es, en realidad, la orientadora de la política de la Iglesia entre todas las capas sociales. Es la que proporciona los cuadros políticos y financieros incubados en los colegios de jesuitas, salesianos, escolapios, etc. Su organización en España era y es importante. Puesta oficialmente bajo la más alta jerarquía de la Iglesia, del arzobispo de Toledo, está, sin embargo, dirigida por los jesuitas, por el sector de los negocios de la Iglesia, y las orientaciones para su actividad las recibe directamente del Vaticano, con quien está ligada por lazos económicos más fuertes que los espirituales. La política clerical en España, la sumisión que a ella se exige de los fieles, ya sean campesinos u obreros, se elabora en el mismo lugar de donde salen los planes para una mayor monopolización de las industrias y los bancos españoles, para una mayor explotación de los trabajadores por parte de esa inmensa organización capitalista que es la Iglesia.

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Auto de Fe, celebrado en la Plaza Mayor de Madrid el 30 de mayo de 1680.
Memorable por el número de víctimas que fueron quemadas (Cuadro de Rizi, Museo del Prado).

La República tenía un profundo arraigo en el pueblo, como lo había demostrado la reacción popular ante las provocaciones que a los dos meses de implantado el nuevo régimen desencadenó el entonces arzobispo en Toledo, cardenal Segura.

La táctica de los capitalistas y terratenientes españoles era aceptar formalmente el Poder constituido, crear las condiciones que permitiesen a la reacción hacer de caballo de Troya dentro del régimen, desacreditándole ante el pueblo.

Para aplicar esta táctica fue   —45→   oreada la CEDA, una agrupación formada por los nuevos partidos de los grandes terratenientes y capitalistas, que recibía las bendiciones de los obispos. La Iglesia entraba en la escena política de la segunda República con su propio partido para preparar mejor el ataque contra el pueblo. El «juego parlamentario», dentro del cual declaraba la reacción, dirigida por la Iglesia, que se disponía a actuar, no era más que una máscara y sólo realidad cuando en las Cortes del bienio negro se revocaba la tímida reforma agraria de los dos primeros años de la República, cuando se revocaba la ley de congregaciones y cuando se votaban medidas contra el pueblo. Bajo la máscara del «juego parlamentario» se ocultaba la preparación de agresiones como la de Sanjurjo, los planes de implantación del fascismo vaticanista desde el Poder, que frustró el enorme movimiento de opinión del Frente Popular, y se ocultaba la preparación de la intervención extranjera para aplastar a la República.

La resistencia del pueblo español a la ofensiva de la reacción durante el bienio negro, cuando los obispos y la prensa de Acción Católica estimulaban al exterminio de los «sin Dios», y la ofensiva victoriosa de la clase obrera y las fuerzas republicanas, después, creando el Frente Popular, demostraron que la inmensa mayoría del pueblo español había emprendido un camino que no estaba dispuesto a abandonar.

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Ejecución de sentencias a muerte dictadas por la Inquisición.
(Grabado del siglo XVII).

De nada habían servido las pastorales del episcopado en vísperas de las elecciones de febrero del 36 declarando que era pecado votar por las izquierdas. De nada valió el recurso supremo del cardenal Goma, arzobispo de Toledo, cuando en su pastoral confesaba que el propio Papa ordenaba votar por la reacción. El pueblo unido ganó la batalla contra el terrorismo religioso y físico. Era evidente que ni los grandes terratenientes, ni los grandes capitalistas tenían fuerza en el interior del país para oponerse a la decisión de la clase obrera y de todo el pueblo de realizar las reformas democráticas necesarias en la estructura económica y política de España, y que hacía apremiante un retraso de más de un siglo. Por eso capitalistas y terratenientes acudieron a buscar ayuda al extranjero. Y la Iglesia, una vez más en la historia de España, desempeña un papel de primer orden en un crimen de esta naturaleza. No se limita a orientar y estimular a través de   —46→   su prensa, de las Pastorales y de toda su propaganda, sino que participa directamente. No fue un azar el que, junto a Sanjurjo, se hallara en Alemania, chalaneando la venta de España a Hitler, el dirigente de Acción Católica Ángel Herrera Oria; no lo fue tampoco el que entre los que negociaron la intervención de Mussolini estuviese Antonio Goicoechea, el abogado de los jesuitas. Y más tarde, pública y solemnemente, el episcopado español proclama su adhesión incondicional al fascismo en un documento infame en el que toma franca posición contra el pueblo y contra la democracia española.

En su odio hacia la democracia, la Iglesia puso de relieve que se coloca en las posiciones que para defenderse ocupa el capitalismo; que su objetivo fundamental es defender los intereses de los explotadores, el régimen que haga más intensa y bárbara la explotación de los obreros y los campesinos, porque ella es una potencia capitalista, forma parte del capital monopolista, probablemente su sector más fuerte dentro del capitalismo español. Al servicio de sus intereses de clase pone su actividad ideológica en defensa del régimen de los capitalistas y terratenientes. Esto explica el que la Iglesia organizara con los grandes financieros, terratenientes y generales traidores la guerra del fascismo contra el pueblo español. No se trataba de proteger la doctrina del Evangelio, sino los Bancos, las tierras, las grandes empresas monopolizadoras. Para ella, como para el franquismo, sus aliados son los grandes financieros, los capitalistas, los terratenientes, el imperialismo yanqui.

Para la Iglesia, como para el franquismo, la clase obrera que quiere pan y libertad, los campesinos que quieren la tierra, los intelectuales que quieren crear y trabajar en un ambiente de libertad, todos los sectores de la vida española, amantes de la paz y la democracia, son el enemigo.

De la mayor actualidad, pues, es para España el programa y bandera de lucha, sobre este gran problema nacional, de los liberales españoles en el pasado y de la clase obrera y su Partido Comunista hoy: la separación de la Iglesia del Estado.

José Díaz habló sobre este tema, como sobre tantos otros, interpretando las más puras tradiciones de la democracia española y los intereses más vitales del pueblo cuando en nombre del Partido Comunista, en abril de 1936, decía:

«Es necesario expropiar las riquezas de la Iglesia... Todas esas riquezas, todas las sociedades anónimas, todos esos millones manejados tan turbiamente deben pasar inmediatamente a manos del pueblo, para que éste pueda trabajar y comer».

*  *  *

De la política de la Iglesia como aliada del régimen franquista, de su papel en la opresión del pueblo, de su complicidad en toda la obra del franquismo, se tratará en otro artículo.



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