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Daniel Moyano en busca de la identidad

Rita Gnutzmann



En homenaje al que fue amigo de todos los que lo conocieron





Los relatos de Daniel Moyano1 no responden a la imagen que muchos lectores tienen de la literatura argentina: pampa y gaucho, Buenos Aires y tango, lo fantástico, lo universal y lo metafísico. Moyano es representante de otra tendencia que ha pasado desapercibida durante largo tiempo. En la «Encuesta» de Centro Editor de América Latina el autor insiste en esta oposición entre Buenos Aires y las provincias del interior, de las que surgió un nuevo modo de escribir en los años sesenta, representado por narradores como él mismo, Juan José Hernández, Di Benedetto y otros, voces «sin folclorismo ni panfletismo político».


Unidad temática: marginación y desarraigo

Los primeros relatos repiten principalmente dos temas: la infancia y la llegada de un adolescente a la gran ciudad. Normalmente el niño, siempre varón, vive rodeado de tíos, tías y primos, en un entorno en el que están ausentes el padre y la madre. El jefe de familia, un tío (con menos frecuencia el abuelo, en cuyo caso se permite una relación de cariño, como en «Los mil días» y «Para que no entre la muerte»), ejerce su dominio sin escrúpulos, por lo que el pequeño entenado vive angustiado como en un infierno poblado por diablos, sus parientes. En el cuento «La puerta», el joven Peralta sufre a causa de la pobreza y la suciedad de su familia adoptiva; se aparta de ellos en el cuarto más retirado y busca consuelo en un baúl, que constituye, como siempre en Moyano, el signo de identificación y diferenciación. Por su abandono no se atreve a acercarse a la añorada Teresa, idealizada tras su puerta «alta y dorada». Cuando por fin penetra en el misterio de Teresa, descubre el mismo ambiente abyecto que él habita: cuartos inmundos, patios llenos de basura, un padre borracho y una madre que es una especie de bruja. Otros cuentos desarrollan el mismo tema en otro estadio: el niño se ha transformado en adolescente o adulto y ha reprimido todo recuerdo de su infancia desgraciada; consiguió huir del «infierno» creándose una nueva personalidad en la ciudad, como en el cuento «Una partida de tenis». Pero precisamente cuando cree estar a salvo de su pasado, vislumbra a un primo suyo y vuelve a la duda de si en realidad sólo «había cambiado el traje». Al final del cuento, como en una pesadilla de Kafka, el protagonista ingresa de nuevo en el círculo de los malditos.

«Artistas de variedades» desarrolla el tema de un joven, Ismael, que llega a la ciudad con la esperanza de encontrar «un mundo lleno de posibilidades». Cree poder encontrar algo que dé sentido a su vida, puesto que en la provincia «no había hallado su camino». Pronto se da cuenta de su error, ya que la ciudad mata todo sentido de lo maravilloso. Por fin, vislumbra algo distinto en los marginados «artistas de variedades», los «monstruos», pero él mismo ya ha perdido la fuerza para cambiar su vida. El cuento se amplía posteriormente en la novela Una luz muy lejana, manteniendo el tema de la marginación y del desarraigo. Pero esta vez, el autor depara la salvación para el protagonista: Ismael emprende un viaje con otro marginado, Jacinto («hombre de tierra adentro» y «piel morena») hacia el interior, viaje que se convierte en parábola de la búsqueda y del encuentro con su origen. Este origen y la regeneración que le esperan toman forma en el viejo padre de Jacinto, un indio que vive aún en el tiempo de la cultura precolombina. Posteriormente, en las novelas El oscuro y El vuelo del tigre, también es un viejo indio (o mestizo) el que simboliza lo más humano en un mundo delirante, sometido a la represión y a la muerte. En El vuelo del tigre, la familia Aballay es despojada por Nabu, representante del poder militar capitalino, de su memoria y de su identidad lingüística, y sólo el viejo Aballay, de origen indígena, puede salvarla, recurriendo al idioma de sus ancestros y al lenguaje médico de los animales.




Un paisaje interior

Moyano nunca describe el paisaje exterior, físico, en sus relatos, sino un paisaje interior, reflejo del abandono y de la miseria que sufren sus personajes, todos ellos provenientes del norte argentino, del que la provincia de Moyano, la Rioja, es representativa. Con humor comenta su desesperada situación en la novela El trino del diablo, ironizando el error de haber fundado una ciudad en medio del desierto, «difícil de gobernar, signada por las intervenciones militares, el calor y las moscas». En El trino del diablo la gente de la Rioja se ve obligada a abandonar sus pueblos y emigrar a Buenos Aires. En la capital no se permite al protagonista Triclinio entrar en la orquesta de música clásica por su origen provinciano; en su lugar debe ejecutar aires folklóricos, ironía contra los prejuicios porteños. Triclinio, al salir de su provincia, pasa de «residente obligado» a «desubicado», para convertirse en «desarraigado» en Buenos Aires y más tarde en «huésped en observación»; termina como «apátrida» al quedar incorporada su provincia en otras lindantes; como todos los «cabecitas negras», pasa el resto de sus días en una villa mísera.

La novela El oscuro une el tema de la búsqueda de una identidad distinta de la dada por el padre, un indio o mestizo de provincia, a la represión militar. El rechazo del origen mestizo, no aceptable en la sociedad «blanca» argentina, induce al protagonista «oscuro» a cambiar los trazos aindiados de su progenitor, convirtiéndolo en hombre de estirpe nórdica: «de los bigotes de su padre fluían resplandores rojizos. El cabello era casi rubio». El coronel oscuro, que aspira a triunfar según apunta ya su nombre (Víctor), transforma la verdad de su identidad, adaptándola a su deseo, como ocurre en ciertos estratos de la sociedad argentina, imitadora de Europa y deseosa de no pertenecer al «tercer mundo» de los países de substrato indígena como Bolivia, Perú, etc. La Rioja es representante de todas las provincias pobres del interior, «última provincia del país, la más pobre, la más olvidada. Es Latinoamérica por donde se le mire»2. Los pueblos Hualacato (El vuelo del tigre) y Minas Altas (Tres golpes de timbal) son nombres imaginarios para pueblos concretos conocidos a fondo por Moyano, puesto que ejerció como corresponsal del diario bonaerense Clarín, donde denunciaba abusos de multinacionales extranjeras y de la propia metrópoli, labor que posiblemente influyó en su detención a raíz del golpe de estado de 1976.




Una búsqueda colectiva

Con Libro de navíos y borrascas el tema de la identidad toma un nuevo giro, expresado en un enfoque desconocido hasta entonces: narra desde el refugio de un viejo caserón nórdico a un público ignorante de los países de América del Sur. En los primeros relatos Moyano solía tratar el problema de un individuo del interior, a menudo un joven o un adulto que vuelve hacia su pasado; paulatinamente el problema individual de la identidad se transformaba en una búsqueda colectiva, en algunos casos con arraigo en el pasado indígena, que podría ofrecer la salvación en un mundo desintegrado por la rutina, la miseria y por la represión política. Aunque el autor todavía insiste en la diferencia entre la provincia (Rolando, alter ego de Moyano, es riojano) y la capital, en Libros de navíos y borrascas el espacio se amplía y entre los setecientos exiliados se incluye a personajes procedentes de diferentes regiones argentinas, e incluso a uruguayos y chilenos, en fin, ciudadanos de los tres países del cono sur que en los años setenta sufrieron un golpe de estado. Aparecen los nombres de personas reales, encarcelados y/o «desaparecidos» como Juan Carlos Onetti, Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Haroldo Conti, al que Moyano inventa un padre, el pintor Contardi, en busca de su hijo, tema invertido de los primeros cuentos. El barco, a la merced del mar y los vientos, simboliza la precaria condición de los setecientos náufragos políticos.

Varios capítulos se ocupan expresamente del tema de la identidad: en los capítulos II y V el narrador reflexiona acerca de las luchas entre la capital y las provincias argentinas, la «civilización y barbarie» sarmientina, ideología invertida por Moyano. En el capítulo VII el timonel del barco planta la pregunta central de la novela: «¿De dónde son los rioplatenses?». Los aludidos reconocen su carencia de un origen claro, «gente sin lugar que va y viene... Descendemos de un barco». Es significativo que el protagonista Rolando, al final del capítulo XI, precisamente antes de pasar el ecuador, resuma por última vez su identidad (riojano: medio pastoril, medio folklórico, eterno perdedor), identidad que sólo le servía dentro de su país (en la conocida oposición de las provincias versus la capital) y que perderá definitivamente al penetrar en otro hemisferio.

En Libro de navíos y borrascas Moyano enfoca la actual emigración latinoamericana desde un marco amplio, comenzando con el viaje de Colón (el barco que transporta a los setecientos se llama Cristórofo Colombo), pasando por los campesinos y obreros que buscaron fortuna en tierras americanas en el siglo XIX, hasta los refugiados de las guerras europeas en el XX. Cada migración conlleva «un abandono forzoso de raíces»: los abuelos de Rolando perdieron las suyas al emigrar, pero encontraron una nueva identidad en Argentina, igual que le ocurrirá a Rolando en España. El lector, además, comprende que posiblemente el círculo no ha concluido, sino que, como la guitarra de Fede (hijo de un «desaparecido») que en el puerto de Barcelona «decide volver», si no Rolando, tal vez un hijo o nieto suyo, retornará a tierras americanas. Así lo hizo el autor en su última novela, Tres golpes de timbal, ubicada en América Latina, sin concreción de país, ni de personajes que en lugar de nombres llevan letras del alfabeto. En «Minas Altas» conviven características pertenecientes a tiempos, países y culturas diferentes, pueblo en el que «la palabra patria» es «inexistente».







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